CAPÍTULO 1

1947-1953

Ya están aquí

 

EL 24 DE JUNIO DE 1947 el norteamericano Kenneth Arnold avista desde su avioneta nueve discos voladores sobre el monte Rainer, en el estado de Washington. A partir de esta fecha, el término «platillo volante» se hace universal. Hasta entonces, en la España de la posguerra las noticias sobre objetos volantes desconocidos pasan inadvertidas para los medios de comunicación. Sin embargo, en julio de 1947 dos periódicos regionales ofrecen una sensacional noticia: extraños artefactos han sobrevolado la Península, dejando a su paso miles de interrogantes. Tras este informe llegaron otros casos sorprendentes que causarían un gran impacto social.

Había comenzado la era moderna de los ovnis en España.

DISCOS VOLANTES SOBRE LA PENÍNSULA

Balazote (Albacete) y Azpeitia (Guipúzcoa), julio de 1947

 

El periódico Albacete fue el primero en ofrecer información sobre un grupo de vecinos que habían sido testigos del paso de un «platillo volante». Los hechos ocurrieron en los primeros días de julio de 1947 en la comarca manchega de Balazote (Albacete). Varios campesinos se dirigieron al diario tras observar el vuelo «lento y silencioso» de un aparato oscuro, parecido a un «sombrero hongo», que atravesó a las siete de la tarde varias localidades cercanas. La noticia causó gran expectación en toda la provincia, aunque jamás salieron a la luz los nombres de los implicados en la extraña historia.

Foto 1.1.—Paraje de Balazote (Albacete) donde se produjo el primer avistamiento en España de un «platillo volante». (L. Fernández.)

El ovni de Balazote era opaco y sin brillo, muy diferente al observado el día 15 en Azpeitia (Guipúzcoa). Allí fueron seis los testigos del paso de un disco muy brillante que dejó una estela tras descender rápidamente hacia unos montes cercanos. Cuando parecía que el objeto iba a tomar tierra, volvió a elevarse a gran velocidad hacia el firmamento. Según aclararon las pesquisas efectuadas décadas después por jóvenes y entusiastas ufólogos del lugar, el «platillo de Azpeitia» emitió varios flashazos «que hicieron que todos los valles se iluminaran como si fuera pleno día». Varios pescadores de Fuenterrabía también vieron esa noche «una especie de disco volante que atravesaba el cielo a gran velocidad». Manchegos y vascos fueron los primeros en denunciar la presencia de platillos volantes en nuestros cielos, pero el fenómeno se iba a extender por todo el país. Los sucesos más sorprendentes aún estaban por llegar.

 

Foto 1.2.—Varios rotativos publicaron la noticia del «platillo de Albacete».

LO VIO UN ESTUDIANTE

Montequinto (Sevilla), julio de 1947, 18:00 horas

 

José Villalobos Cuadra, joven estudiante de medicina, se encaminaba como cada tarde a un campo de olivos cercano a la barriada de Montequinto, en el término municipal de Dos Hermanas (Sevilla). La tranquilidad allí reinante convertía el lugar en un rincón de estudio ideal para universitarios como José que, inmerso en sus tareas, se aislaba del exterior.

Sin embargo, aquella calurosa tarde de verano algo cambió. Al alzar la vista pudo observar frente a él, al otro lado de la carretera Sevilla-Utrera, un misterioso objeto esférico de aspecto metálico rodeado de un anillo que sobrevolaba los olivos emitiendo un insistente zumbido. El artefacto se encontraba a trescientos metros del estudiante, realizando en su ascenso giros similares a los de un sacacorchos, en sentido contrario a las agujas del reloj.

Foto 1.3.—El ovni de Montequinto (Sevilla) ascendió hacia los cielos en espiral. (Ruesga.)

Al cabo de unos segundos, desapareció en dirección sureste sin dejar rastro alguno en el lugar del avistamiento.

Años más tarde, José Villalobos declararía: «Después de mirarlo, continué estudiando normalmente, pues me dije: “¡Otro platillo de los que habla la prensa!”».

 

EL SUSTO LO LLEVÓ A LA TUMBA

Garganta la Olla (Cáceres), noviembre de 1947

 

Las gentes de la comarca de La Vera, en Garganta la Olla (Cáceres) se vieron asediadas en los últimos días del año por una serie de fenómenos inexplicables que les llenaron de inquietud y temor. Las visiones de luces surcando los cielos venían repitiéndose desde hacía meses, pero fueron las experiencias de dos pastores, Teodosio Gómez y José Pancho Campo, las más sorprendentes.

El primero de ellos aseguró haberse topado con un gigantesco ser cubierto por negros ropajes en un solitario paraje conocido como La Tortiñosa. El presunto humanoide avanzaba y se detenía al mismo tiempo que el testigo, actitud que provocó el pánico del campesino extremeño, que finalmente optó por huir hacia el pueblo para contar su tenebrosa vivencia y alertar a sus convecinos. La extraña figura «como de mujer» sobrepasaba largamente los dos metros de altura.

Foto 1.4.—«Tenía patas como los chivos», dijo José Pancho Campo al referirse al ser que le sorprendió en su cobertizo de Garganta la Olla (Cáceres) en noviembre de 1947. (Iker Jiménez.)

Días después, José Pancho Campo se topó con un ser muy similar en la entrada de un cobertizo existente en los montes que circundan el pueblo. Tras observar durante unos instantes a la enigmática figura, comprobó que ésta tenía unas extremidades parecidas a las patas de un chivo. El cabrero comenzó a chillar hasta que la extraña aparición huyó del lugar con gran rapidez. El testigo enfermó tras el encuentro; perdió la vitalidad y falleció quince años después de haber padecido durante todo ese tiempo dolencias crónicas. Otros muchos vecinos de la localidad, como Francisca Gómez, aseguraron haber visto también en aquella época luces esféricas. Opina, como todos en el pueblo, que «José murió tras su encuentro con el personaje de negro».

 

IBA A 1.800 POR HORA

Aeródromo de Villafría (Burgos), 29 de marzo de 1950, 12:00 horas

 

La torre de mando no había recibido la comunicación de la llegada de un tráfico a esa hora, algo que extrañó visiblemente al sargento de transmisiones Ruiz Gómez y a sus acompañantes, el capitán jefe de los servicios meteorológicos y el oficial de teletipos. En el exterior se podía escuchar un fuerte silbido metálico que, a medida que transcurrían los segundos, fue aumentando en intensidad. Todo parecía indicar que un avión estaba iniciando la maniobra de aterrizaje.

Instantes más tarde, la sorpresa fue mayúscula. Frente a ellos se había situado un objeto desconocido, de características semejantes a las modernas «alas volantes». El artefacto continuó acercándose a la torre de mando hasta situarse sobre la vertical de la misma. Tras realizar esta operación, viró en dirección este a una velocidad vertiginosa. De hecho, los instrumentos del aeródromo pudieron registrar que el objeto se desplazaba a casi 1.800 km/h., tres veces más rápido que los cazas de la época, y a una altitud comprendida entre los 500 y los 1.000 m.

Fig. 1.5.—Los instrumentos del aeródromo registraron que el artefacto se desplazaba a una velocidad de 1.800 km/h.

De este modo, quedó de manifiesto que lo observado aquel día de marzo en el aeródromo de Villafría (Burgos) no había sido ningún aparato convencional conocido. Este fue uno de los primeros informes que dieron lugar a la oleada de avistamientos en todo el territorio español durante marzo y abril de 1950.

 

LOS «TIETES CÓSMICOS»

Villares del Saz (Cuenca), 1 de julio de 1953, 14:00 horas

 

Máximo Muñoz Hernáiz, pastor analfabeto de trece años, se encontraba en un paraje a las afueras del pueblo conocido como La Islilla al cuidado de un grupo de vacas. Un silbido muy agudo, semejante al «ruido de un globo grande al desinflarse» alertó al muchacho. Tras darse la vuelta, descubrió algo parecido a una «tinaja con cuatro patas» que había tomado tierra a un metro escaso del lugar donde se encontraba. El artefacto, cuya superficie era grisácea, o tal vez metalizada, tenía una altura aproximada de un metro y medio y una anchura de unos treinta centímetros.

Máximo, realmente intrigado, se aproximó decidido al aparato, pero según confesó a Jesús Sotos, redactor del diario conquense Ofensiva, tuvo que retroceder porque «de la tinajeta se abrió una puerta en la parte de arriba y comenzaron a salir tietes (hombrecillos o enanos)».

Foto 1.6.—Así vio el ilustrador del diario Ofensiva, Luis Roibal, el encuentro de Villares del Saz (Cuenca).

Tres seres, de unos setenta centímetros de estatura, tez cetrina y ojos rasgados, habían rodeado al pastorcillo. Según confesó el testigo, los tres humanoides se comunicaban en un lenguaje extraño e incomprensible. Iban vestidos con un mono azulado y llevaban una especie de visera chata. Uno de los «tietes» se acercó hasta Máximo y le propinó una bofetada en la cara. Fue un toque leve pero que le sirvió al testigo para comprobar que el ser «tenía la mano helada y reluciente».

Tras permanecer unos segundos observando el paraje, los tres «tietes» «se agarraron a una cosa que la tinaja llevaba arriba y, dando un “saltete”, se metieron dentro». En ese instante, el testigo comprobó que llevaban una chapa redonda en el brazo. A los pocos segundos, el ovni comenzó de nuevo a emitir el extraño silbido. Presa del pánico, Máximo huyó hacia su domicilio viendo cómo la tinaja se elevaba a gran velocidad, sin dejar ningún tipo de estela, hasta convertirse en un minúsculo punto en el cielo.

 

HUELLAS Y FOTOGRAFÍAS

Según confesaron los padres del testigo, Amalia Hernáiz y Felipe Muñoz Olivares, el muchacho llegó a su casa llorando y presa del histerismo. El padre se presentó en La Islilla acompañado del jefe de puesto de la Guardia Civil. Ambos pudieron comprobar que allí habían quedado grabadas varias pisadas «como de niños» y cuatro huellas cuadradas de cinco centímetros de profundidad por dos y medio de ancho.

Foto 1.7.—Los integrantes del campamento Cardenal Cisneros descubrieron pequeñas pisadas y cuatro huellas en el lugar del aterrizaje.

Investigaciones posteriores revelaron un curioso dato. Ese mismo día, el guardia civil Crescencio Atienza Martínez vio un objeto ovoidal y plateado volando en las cercanías de Villares del Saz (Cuenca) a gran velocidad. Unos días antes, concretamente el 26 de junio, varios testigos de la aldea de El Provencio, a cincuenta kilómetros de Villares del Saz, observaron las evoluciones de un objeto ovoidal con los bordes plateados que se desplazaba a gran velocidad hacia el norte, en dirección a Villares. Uno de ellos, Manuel Carlos Ruiz Schick, logró obtener dos fotografías del misterioso aparato.

Foto 1.8.—Manuel Carlos Ruiz Schick tomó dos fotografías de un objeto resplandeciente y ovoidal que se dirigía en dirección a Villares del Saz (Cuenca). ¿Era la tinaja que después aterrizó en La Islilla?

Años después se ha podido saber que Fernando García Aragón y el reverendo Antonio Burnes, directores del campamento de flechas «Cardenal Cisneros», ubicado en las cercanías, comprobaron la existencia de pequeñas pisadas y marcas profundas en el terreno donde el pastor aseguró haber presenciado el desembarco de los que bien podríamos denominar «tietes cósmicos».