Capítulo 1

LA BONDAD, EL ADN DEL CORAZÓN

Cualquier otra ciencia es dañina para quien carece de la ciencia de la bondad.

Montaigne

Encuentro con la sombra

Era de noche y me hallaba en algún lugar desconocido avanzando lenta y penosamente en medio de un poderoso vendaval. La niebla lo cubría todo. Yo sostenía y protegía con las manos una débil lucecita que amenazaba con apagarse en cualquier momento. Todo parecía depender de que consiguiera mantener viva esa luz.

De repente, tuve la sensación de que algo me seguía. Entonces me giré y descubrí una enorme figura negra que avanzaba tras de mí. A pesar del terror que experimenté, no dejé de ser consciente en todo momento de que debía proteger la luz a través de la noche y la tormenta.

Cuando desperté me di cuenta de inmediato de que la figura que había visto en sueños era mi sombra, la sombra de mi propio cuerpo iluminado por la luz recortándose en la niebla. También sabía que esa luz era mi conciencia, la única luz que poseo, una luz infinitamente más pequeña y frágil que el poder de las tinieblas, pero, al fin y al cabo, una luz, mi única luz.

Este bello fragmento del libro Encuentro con la sombra, de C. Zweig, lo explica muy bien: nuestra sombra viaja con nosotros, no nos podemos deshacer de ella.

No obstante, la luz de la consciencia puede iluminar las tinieblas, la niebla y los paisajes difíciles que, inevitablemente, deberemos transitar.

Mantener viva esta luz depende de nosotros. Es preciso cuidarla, preservarla.

La bondad nos da la energía para mantener viva la llama de la vida.

Las tres virtudes

Un hombre bueno es aquel que puede llevar su propia alma al interior del alma de otro. De esto depende toda verdadera moralidad y, sin ella, no se puede sostener el verdadero orden social entre la humanidad.

R. Steiner

Platón enseñó que la verdad, la bondad y la belleza son los mayores valores de la humanidad. Y estos tres regalos en forma de virtudes están interrelacionados; así, la belleza es buena y verdadera, el bien es verdadero y bello y la verdad es buena y bella. Una no es sin la otra.

Tal vez por ello, Platón consideró que la virtud más bella era la sabiduría, porque las contiene todas.

Hoy en día hemos separado estas virtudes y, no obstante, en nuestro interior algo se rebela cuando la belleza no es bondadosa o cuando la verdad se desconecta de ella.

La bondad siempre es bella y está sostenida por la verdad, o no es bondad.

Del kindfulness al kindness in motion

Sin bondad nada es bueno ni valioso: ni familia ni sociedad ni mundo.

Rimpoche Chökyi

Kindfulness:3 Atender a nuestra experiencia de forma amable, abierta, ecuánime y afectiva, abrazando nuestras fortalezas y también nuestra vulnerabilidad. Bondad plena.

La palabra kind significa ‘amable’ , ‘amoroso’ ,‘bondadoso’. In motion supone movimiento, acción. Kindness in motion es, pues, inteligencia sensible y sabia. Es su máxima expresión e incluye la consciencia de que «intersomos» con los demás seres vivos y la naturaleza y que, por lo tanto, es clave dedicar todas nuestras capacidades a promover el bien común.

Es momento de pasar de la bondad a la bondad en acción. De un valor deseado o pensado a un valor vivido. Porque de nada sirve la teoría si no se aplica. Sin acción, todo se queda en el pensamiento o en el sentimiento, pero no se transforma el mundo.

Es preciso que cada acción cotidiana esté enraizada a la bondad y que la desprenda como lluvia fina que impregna todo, allí donde cae. Es hora de dejar de hablar de bondad y practicarla, incluyéndola en nuestra vida adulta para que nuestros niños se empapen de ella.

Debemos dar más visibilidad y valor a las conductas bondadosas.

Para ser bueno

Vivir para dar. Caminar para encontrar. Tener para compartir. Repartir para aliviar. Esperar para abrazar… son actitudes saludables que pregonan la hermosa aventura de ser humano.

Rilke

Hay infinitas maneras de estar en equilibrio, pero solo una de no estarlo.4

La búsqueda del equilibrio nos define como lo hace la búsqueda del amor, de la belleza, de la bondad y de la armonía. Es algo propiamente humano, un arte admirable alejado de la animalidad primitiva que nos constituye.5 Por este motivo los grandes valores coinciden en todas las religiones: solidaridad, bondad, justicia, templanza, humildad, amor.

No es fácil ser bueno: practicar la bondad requiere coraje y, cada vez, es más necesaria. Para ser bueno es preciso reducir la expresión de la envidia a un territorio mínimo de supervivencia, alegrarse por el bien y el éxito de los demás y darse cuenta de que esto no te quita nada a ti. Es imprescindible ser valientes y autónomos, autoabastecernos de estima y no depender de la que recibamos de los demás.

Es fundamental disponer de buenas provisiones de generosidad y estar dispuesto a regalar palabras nobles, tiempo y vitaminas emocionales a los demás. Debemos practicar el altruismo,6 una de las ventajas evolutivas de la especie humana que es un factor clave en nuestra supervivencia.

Porque la bondad es la victoria del altruismo, del interés por el bien común y el bien ajeno sobre el egoísmo y la capacidad de priorizar las necesidades de otras personas relativizando las nuestras.

Solo si incorporamos la bondad de forma abierta y generosa en nuestra vida podremos gozar plenamente de las relaciones humanas.

Tal como Marie Curie afirmaba:

No se puede esperar un mundo mejor sin mejorar a los individuos que lo habitan.

Mensajes de despedida: « fes bondat», «sé bueno»

La bondad pide poner en acción tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad.

—¡Pásalo bien! ¡Sé feliz!

Son dos mensajes habituales con los que los papás y mamás positivos despiden a sus hijos. Mucho mejores, por descontado, de aquellos que les trasladan sus miedos y dicen:

—¡Vigila! ¡No te hagas daño! ¡Que no pases frío!

No obstante, no dejan de ser mensajes hedonistas y tal vez egocéntricos. ¿No lo podríamos mejorar?

—¡Siembra felicidad por donde vayas!

—¡Disfruta de este nuevo día!

—¡Practica la bondad!

«Fes bondat!»es una expresión catalana que se dice a los niños al despedirlos. Tiene difícil traducción. La traducción literal sería «haz bondad», la más parecida sería «sé bueno» o «pórtate bien», pero el matiz es importante.

«Fes bondat» da el mensaje al niño de que genere e irradie bondad y que la siembre allá donde vaya, además de portarse bien. Le anima a convertirse en un propagador de una ola de bondad, ese bien necesario y urgente. El equivalente en la lengua francesa tal vez sería «soyez sage» (sé sabio), otra consigna urgente y necesaria que incluye incorporar la bondad. ¿Acaso puede haber inteligencia sin bondad?

«Haz de ti una persona que irradie bondad y sabiduría» debería ser nuestro mensaje clave a sembrar en la mente y en el corazón de nuestros niños, una sabiduría que se alcanza cuando alguien deja de engañarse a sí mismo y escucha con atención el latido emocional de los demás.

La dulzura del alma

La base de un cerebro sano es la bondad y se puede entrenar.

Richard Davidson

Bondad proviene de bonitas, en latín, que a su vez viene de bonus (bueno) y tat o dad (cualidad). Así pues, podríamos decir que ‘bondad’ equivale a cualidad de bueno o a tendencia natural a hacer el bien, o también a una cualidad bonita. Es un estado del alma que implica sabiduría y dulzura, un hábito del corazón que puede ser cultivado y potenciado. La bondad es la inteligencia en su grado más elevado, una inteligencia espiritual, del corazón. La bondad es la base para un cerebro sano, para la felicidad y la salud.

La persona bondadosa realiza el bien y promueve lo bueno en las personas que la rodean, y tiene, a su vez, una existencia poética.

Escribe Rafael Argullol: Sé que es imposible establecer el significado de la bondad, de la misma manera que ningún explorador hallará la puerta del cielo. Existen momentos de bondad, como existen fragmentos de cielo.

Y, no obstante, somos buscadores de estos fragmentos de cielo. Los necesitamos para sentir nuestra humanidad. Vamos, pues, a sumergirnos en el significado de este valor necesario para frenar el paso de la maldad y la violencia que tanto sufrimiento nos causan.

Fragilidad

Nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas.

Anatole France

La fragilidad es la facilidad de una cosa para romperse, quebrarse, arruinarse o deteriorarse. Es aquello que peligra si se somete a presión, que puede ser llevado por el viento cuando sopla fuerte.

Los humanos somos seres frágiles. Se nos puede dañar con facilidad, porque la fragilidad nos conecta a la vulnerabilidad. Lo frágil requiere un trato sensible, tierno, respetuoso, cuidadoso, amable… bondadoso.

Si no reconocemos la fragilidad de algo o de alguien, no seremos conscientes del impacto que algunas conductas pueden tener. Podemos quebrar, arruinar, deteriorar, romper… desde la inconsciencia.

La bondad requiere consciencia de fragilidad. Y, sobre todo, CONCIENCIA.

Bondad, inteligencia y sabiduría

Yo identifico más bien la maldad con la estupidez y la bondad con la inteligencia.

José Luis Borges

La inteligencia ¿es siempre sabia? Depende de los valores que la dirijan.

El mayor fracaso de la inteligencia humana es la maldad7 porque supone no haber comprendido que lo que daña a uno nos daña a todos, que la falta de solidaridad de hoy hace crecer la semilla de la destrucción que dará cosechas violentas, mañana.

Durante demasiado tiempo se ha considerado que los malos tienen como atributo incluido la inteligencia y que la bondad de los buenos es una muestra de ingenuidad, pero sin la bondad la inteligencia es ciega y torpe.

«La culminación de la inteligencia no es el conocimiento, es la bondad», afirma José Antonio Marina. La inteligencia solo será realmente sabia si tiene su raíz en la bondad, porque abre brechas en el pensamiento único, en el color único, en el referente único. La inteligencia tanto puede orientarse hacia crear como a destruir, y destruir no es sabio, porque no es adaptativo atentar contra la vida.

«Un gramo de bondad», como afirma Jodorowsky, «vale más que una tonelada de intelecto».

¿Bondad genética o adquirida?

Lo más artístico e interesante que hay en la vida es construir la propia bondad.

Javier Sádaba

El Dr. Luis Rojas Marcos afirma en una entrevista en La Contra de La Vanguardia:8

Yo creo que la bondad es genética. No es fruto de enseñanzas, religiones, mitologías; es una capacidad genética para sobrevivir, ya que es necesaria para convivir. Un grupo no sobrevive si sus individuos no se sacrifican en algún momento por los demás.

Así, vincula bondad con altruismo, generosidad y empatía.

Ahora bien, si la bondad forma parte de nuestro ADN del corazón… ¿qué ha tenido que ocurrir para que algunos de nuestros jóvenes o adultos la tengan dormida u olvidada? ¿Qué factores epigenéticos han incidido para que esta capacidad quede anulada por la crueldad y la maldad?

Sabemos que las personas actúan de forma más bondadosa si reciben un trato más benévolo. Todos llevamos en nuestro interior una semilla originaria de bondad que despierta al sentir la bondad de los demás. Y, en determinado momento de nuestra vida, la bondad ya se convierte en una elección consciente. Es preciso escoger: ¿nos orientamos hacia la creatividad amorosa o hacia la destructividad?

Como escribe Gonçalo M. Tavares:

Son dos las formas que tiene el agua de contactar con los seres vivos: inundando y ahogando o bien lavando y haciendo límpido. Y tanto el agua como el aire, el fuego y la tierra, tienen siempre dos modos de decir a los hombres que existen y que están ahí, haciéndoles felices o infelices.

Un atisbo de humanidad

El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.

Ludwig van Beethoven

Esto escribió Nelson Mandela al salir de prisión después de veintisiete años encarcelado:

Siempre supe que en lo más profundo del corazón humano hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por razón de su piel, de su origen, de su formación o de su religión. La gente aprende a odiar, y si los hombres y mujeres pueden aprender a odiar, también pueden aprender a perdonar y a amar. El amor es más natural al corazón humano que su opuesto, el odio. Incluso en los momentos más horrorosos en prisión, cuando mis compañeros y yo éramos empujados al vacío, podía ver un atisbo de humanidad en los guardianes. Quizá solo un segundo, pero era suficiente para confiar en la bondad del ser humano.

No nacemos con prejuicios sobre la raza, el aspecto físico, la cultura, la religión, la procedencia geográfica, las lenguas… Si observamos a los niños desde pequeños veremos que, cuando no intervienen los adultos, se buscan entre ellos independientemente de su procedencia social o casuística. Y si ellos aprenden a odiar, a discriminar, a rechazar y a excluir, de los adultos, también pueden aprender de nosotros a incluir, a aceptar, a integrar, a amar. Somos, pues, responsables de facilitarles el camino para que logren conectar con la compasión y la generosidad que alberga su corazón.

Todo niño acabará convertido en un adulto que será padre o madre, profesor, director de equipo, la pareja o el vecino de alguien… y este adulto, si está desconectado de la bondad, puede convertirse en alguien propicio a vehicular su impotencia, sus frustraciones y su enojo mediante la agresividad.

Necesitamos, entonces, más humanidad para prevenir las conductas de acoso emocional en las organizaciones, a menudo solapadas, muy lesivas para la persona acosada, y menos evidentes que las conductas de agresión verbal o física.

Necesitamos más humanidad ante el incremento del lenguaje violento en las redes sociales. El uso de palabras que discriminan, que menosprecian o insultan a individuos y colectivos que no pueden defenderse es una forma de contaminación emocional que daña a miles o a millones de personas.

Necesitamos más humanidad en la política, en los medios de comunicación, en las escuelas, en las familias. Necesitamos más humanidad en todas partes y que esta se muestre en acciones concretas de nuestro día a día. La necesitamos porque, para mantener nuestra esperanza y confianza en la vida, es preciso ser conscientes de que esta humanidad bondadosa es capaz de aflorar, incluso en las personas que se han mostrado más hirientes.

Ella nos puede salvar.

El cerebro moral

…Que una persona a punto de morir pueda mirar hacia atrás, hacia su pasado y darse cuenta de que ha participado en hacer que la vida haya florecido a su alrededor, en su entorno familiar, profesional y social.

Hubert Reeves

¿Nuestro cerebro viene equipado de origen con una especie de brújula moral?9

Según el filósofo escocés David Hume los comportamientos morales tienen como base las propias emociones humanas. También Darwin en su obra The Descent of Man afirmó que todo animal dotado de instintos sociales tiene un mínimo de sentido de conciencia moral.

La sensibilidad moral sería el resultado de nuestra evolución y la conforman los mecanismos cognitivos, emocionales y motivacionales que nos mueven a practicar conductas de colaboración, prosociales y altruistas. Lo cierto es que nuestro cerebro ha evolucionado para entender que ni la exclusión ni el aislamiento ni las conductas violentas nos benefician.

Parece ser que el cerebro moral abarca una red neuronal donde se integran estructuras como el lóbulo frontal, el lóbulo parietal, la ínsula y estructuras subcorticales10 que, interrelacionadas, nos pueden ayudar a comprender mejor a los demás y analizar la realidad desde un punto de vista emocional, social y moral.

Tal vez nuestra misión y sentido en la vida, como afirma Reeves, sea, precisamente, participar en que la Vida florezca a nuestro alrededor.

Bondad y felicidad

Sin bondad nada es bueno ni valioso: ni familia ni sociedad ni mundo.

Rimpoche Chökyi

¿Qué relación existe entre felicidad y bondad?

Nos han dicho que si somos buenos seremos felices, pero hay otra forma de verlo: solo si somos felices podremos repartir bondad.

Así lo ve el ecólogo Ramon Folch en el prólogo de nuestro libro Ecología Emocional:11

…Hasta aquí, fuimos más inteligentes que sabios. (…) La sabiduría es conocimiento en el seno de una escala de valores. Desplazados los valores por ambiciones y dogmas, la sabiduría se nos fue de los dedos cual puñado de agua incomprendida. Así nos convertimos en eruditos torturados o en ignorantes culpables. La felicidad no se alcanza en un estado semejante. Y no siendo felices, no logramos ser buenos.

Somos responsables de crear las mejores condiciones personales y sociales para que esta felicidad sea posible.

Cuando alguien se siente infeliz difícilmente dedicará atención a cuidar a los demás ni tendrá conductas bondadosas para aliviar su sufrimiento, o la sensibilidad para facilitarles las cosas y ayudarles a mejorar sus condiciones de vida.

Quien vive en déficit pocas veces puede ser generoso, puesto que la infelicidad es como un pozo negro que absorbe la energía disponible.

Quien se convierte en acosador o ejerce la violencia de algún tipo es alguien que orienta su energía hacia la destructividad porque no ha edificado estructuras morales contenedoras ni integrado el valor de la bondad. Los niños, jóvenes y adultos que acosan o agreden a otros suelen sentirse profundamente infelices. Y es desde esta infelicidad que la violencia se desencadena. Porque la infelicidad provoca una acumulación de ira que puede hallar una salida catártica dañando a alguien vulnerable.

Retomamos, pues, la afirmación de Folch: felices, entonces buenos. Si queremos reducir estas conductas violentas, debemos construir ecosistemas que permitan que cada niño y cada joven encuentre las condiciones que le permitan construir su felicidad, espacios protegidos donde pueda crecer feliz, armónico y sano.

Ningún explorador hallará la puerta del cielo, pero estamos convencidos de que una persona bondadosa se encuentra muy cerca de ella.

Sucedáneos de bondad

Contrariamente a lo que muchos piensan, es bastante fácil hallar personas dispuestas a consolarte en momentos de infortunio, a cuidarte en momentos de enfermedad, a estar contigo en situaciones de desastre, a darte consejos en momentos de desorientación.

Es bastante fácil hallar «salvadores» dispuestos a salvarte; almas piadosas dispuestas a apiadarse; gente caritativa dispuesta a darte caridad.

En todos estos casos se da una situación de poder y desigualdad entre el que sufre y el que consuela. «Yo

estoy bien, él está mal.» Determinadas acciones pueden confundirse fácilmente con bondad, amistad o compasión cuando, en el fondo del fondo, son solo un lustre para el ego del que las practica. ¿Cuál es el impacto de dichas acciones pretendidamente generosas?12

Soler & Conangla

Si bien compartir los momentos de sufrimiento desde la compasión o el amor es importantísimo, también lo es saber disfrutar juntos de las alegrías, la buena suerte o los buenos momentos. Para hacerlo, se requieren grandes dosis de generosidad. Porque se trata de saber gestionar algunas emociones desagradables que, sin desearlo, pueden aparecer en nuestro paisaje emocional: envidia, inseguridad, ansiedad, miedo… y canalizar su energía hacia la mejora de nosotros mismos, de la relación con el otro y del mundo que nos rodea.

Como bien dice Nietzsche, se reconoce a los amigos por su capacidad de compartir sin resistencia, sin barreras y con la mente y el corazón abiertos, nuestros logros, nuestras esperanzas cumplidas y nuestra «buena suerte».

Pagar una ONG

¿Es un acto bondadoso?

Pagar la cuota a una o varias ONG para que hagan algo necesario y bondadoso en nuestro nombre nos tranquiliza: ya estamos haciendo algo para mejorar el mundo. No es preciso hacer más. Es como una bula que nos libra de actuar. Porque «ya lo hacemos», ayudando económicamente, ¿verdad? Así, dándolo por hecho, podemos olvidar que cada día, en todas partes y en todo momento, tenemos la oportunidad de llevar a cabo directamente acciones bondadosas.

Pagar a una ONG, sí; y, además, participar en ella activamente, aún mejor.

El aprendizaje de la bondad

Los corazones bondadosos son los jardines, los pensamientos bondadosos son las raíces, las palabras bondadosas son las flores, las acciones bondadosas son los frutos.

Kirpal Singh

La bondad es un canal de aprendizaje excepcional.

Para implantar un programa para el desarrollo de la bondad en las escuelas es necesario crear un espacio protegido donde los niños y niñas puedan conectarse con su mundo emocional. Se les da el permiso para que expresen cómo se sienten, qué les preocupa, qué les da miedo, qué les hace felices. Se les escucha con atención, sin juicio. Se comparten experiencias.

A medida que mejoran su autoconocimiento y su capacidad de gestión emocional, estos niños se vuelven más empáticos y altruistas. Diversos estudios demuestran que tienen mayor capacidad de concentración y se registran mejoras en su desempeño académico.

La educación emocional debe estar tan presente en la familia como en la escuela. Davidson afirma que el período entre los cuatro y siete años es crucial en el desarrollo, puesto que el cerebro se reorganiza y se muestra especialmente receptivo a la nueva información y a los hábitos psicológicos perdurables. Sabemos que, si las criaturas no aprenden bien a gestionar sus emociones desequilibrantes como el miedo, la ira, la vergüenza, la frustración, la impotencia o el rechazo, su cerebro emocional tomará el control y no permitirá un buen desarrollo de su cerebro racional. Es preciso, pues, darles recursos para que sepan qué pueden hacer para recuperar la calma necesaria para estar en condiciones de aprender.

Una mayor consciencia emocional permite que los niños sean más empáticos con los sentimientos de sus compañeros y den mejores respuestas ante las dificultades. Se ha demostrado que tienen relaciones y conductas más positivas y amistosas que son buenas predictoras de éxito en su vida adulta.

Ahora bien, los educadores deben aprender a aplicarse lo que quieren transmitir, trabajando en su persona aquello que quieren enseñar porque tanto la educación emocional como los valores solo se transmiten mediante modelos.

Toca convertirse en ejemplos adultos de bondad en acción.

Modelos normalizados

El mundo no te debe nada. Estaba antes que tú.

El problema de la violencia persiste, en parte, por los modelos normalizados de conductas violentas que a diario nos inundan en las pantallas, en las redes sociales y en la vida cotidiana. Vemos en posiciones de éxito y de aprobación social a personas con conductas impositivas, dictatoriales, territoriales; personas agresivas, individualistas, egoístas, que no escuchan y que utilizan a los demás para descargar sus tensiones y sus basuras emocionales. Se ve como normal la conducta de aquellos que no asumen la responsabilidad de lo que dicen ni hacen, ni de sus consecuencias. De todos estos modelos se van impregnando nuestros niños y los acaban reproduciendo de adultos.

La ética filosófica clásica advierte que la bondad de una acción depende no solo del tipo de acción, sino también de las circunstancias, de los efectos resultantes, de las alternativas disponibles y de las intenciones subjetivas de quienes participan en ella.

No basta con tener «buena intención». Demasiadas veces se ha confundido ser bueno con ser «bobo». Las personas bondadosas no son ilusas, todo lo contrario, son especialmente conscientes de lo que hacen, por qué lo hacen y para qué lo hacen, y miden el impacto que sus conductas tienen en los demás.

¿Por qué no normalizamos el modelo de persona bondadosa?

El mejor antídoto ante la barbarie

Escribió el poeta Miquel Martí i Pol:

Quiero que todos sepan que he mudado
mi piel otra vez
y que, tal vez porque navego
contra la corriente del tiempo y de las modas, ahora creo más que nunca
en la bondad de los hombres
y en un futuro de paz y ternura.

La bondad en acción es el mejor antídoto ante las fuerzas que nos quieren deshumanizar. Nos conecta a la esperanza en la humanidad porque:

Ante la barbarie podemos crear civilización;

ante la ira, serenidad;

ante el odio, amor;

ante la intolerancia, integración;

ante el sufrimiento, compasión y ternura;

ante la destructividad, construir algo más bello, bueno y mejor.

Y para lograrlo debemos «mudar emocionalmente la piel» y eliminar las células muertas de la desesperanza y la desconfianza que acaban construyendo corazas que no nos dejan respirar el aire limpio de la bondad.

Las buenas personas

Al igual que la hiedra, crecemos allá donde encontramos espacio.

Anatole France

Escribe Rafael Argullol:13

Sabemos poca cosa sobre los buenos hombres. Tenemos información sobre todo tipo de conductas y nuestra literatura nos ilustra sobre cualquier personalidad. Pero en la galería de caracteres siempre hallamos en falta al «buen hombre», quizás porque se le considera demasiado transparente como para detenerse en su descripción o, por el contrario, demasiado opaco, sin accidentes que merezcan ser destacados.

Desde pequeños se nos reclama que seamos también «buenos hombres» y, probablemente, nada nos gustaría más que llegar a serlo, pero, después, por falta de ejemplos, acabamos viéndolos como sombras de las que es necesario hablar en todas las familias, a pesar de que nadie tenga la certeza acerca de quién habla. Así se perpetúa el prestigioso y aburrido «buen hombre», alguien que nadie acogería como compañero en una isla solitaria.

Decir «es un buen hombre» no equivale exactamente a decir «es un hombre bueno». En el primer caso se traduce a veces su significado apuntando a que hay algo flojo en la personalidad de esta persona, alguien que no hace daño pero que, tal vez, tampoco se dedique activamente a producir bondad.

Una persona buena, en cambio, sería alguien impregnado de bondad, alguien que mejora el lugar y el clima emocional donde se halle, alguien que construye relaciones de calidad. ¿Nos faltan modelos y ejemplos de personas buenas?

Cuando se redactan los objetivos de muchos proyectos pedagógicos suele hacerse especial incidencia en formar personas abiertas al mundo, inteligentes, competentes, capaces. No siempre se señala como punto importante formar personas buenas, orientadas a ser parte de la solución, sembradoras de bondad y amor. Necesitamos más personas buenas que neutralicen la maldad, la crueldad y la violencia de este mundo cada vez más necesitado de equilibrio. Como ya hemos planteado, una inteligencia sin bondad, pues, no sería inteligencia.

Sin bondad ni amor, la inteligencia no es adaptativa y no nos ayuda a lograr una interacción positiva con el entorno ni relaciones humanas de calidad.

Detector de personas bondadosas

Aquel que espera una gran acción de bondad al menos una vez, nunca hará nada. La vida está hecha de pequeñas cosas. La verdadera grandeza consiste en ser grandioso en las pequeñas cosas.

Samuel Johnson

¿Cómo podemos saber que alguien es bondadoso? ¿Qué rasgos definen a estas personas? Veamos algunas características que podemos hallar en ellas.

1. Aman y cuidan la vida en todas sus formas.

2. Aprecian la diversidad y la respetan.

3. Cultivan la ternura.

4. Practican la compasión.

5. Agradecen con generosidad los dones recibidos.

6. Se perdonan y perdonan.

7. Están a tu lado cuando los necesitas.

8. Abren su corazón y sus manos. Son generosas.

9. Acogen lo que sucede y buscan lo mejor de cada situación.

10. Son serviciales y amables.

11. Evitan los juicios de valor y etiquetar a las personas.

12. Son humildes.

13. Antes que hablar mal de alguien prefieren el silencio.

14. Cultivan la belleza.

Y podríamos seguir y seguir. ¿Cómo vamos a querer dejar afuera toda esta riqueza?

El corazón bondadoso es un contenedor de lo mejor del ser humano.

La bondad y el modelo CAPA

Que la bondad sea como el aire, invisible y omnipresente.

La persona CAPA es la propuesta de un modelo humano desde la Ecología Emocional. Integra las mejores características adquiridas como especie a lo largo de nuestra evolución e integra la dimensión afectiva, el don de la lucidez y la consciencia ecológica y ecosistémica.

Si educamos a las nuevas generaciones de forma sincrónica en las cuatro dimensiones CAPA (creativa, amorosa, pacífica y autónoma), cuando sean personas adultas serán más equilibradas, más resilientes ante las dificultades, más valientes para vivir sus vidas, más capaces de lidiar con la incertidumbre del mundo actual y, sobre todo, personas bondadosas y con mayor calidad ética y emocional.14

Lo mejor de todo es que disponemos de modelos referentes15 que habrán mostrado, con sus actos guiados por la creatividad, el amor, la paz y la autonomía, que otro mundo mejor es posible si estamos dispuestos a construirlo. Todos podemos convertirnos en seres CAPA.16

Las cuatro dimensiones CAPA están interrelacionadas entre ellas y deben desarrollarse de forma sincrónica puesto que, de no ser así, se produciría un desequilibrio. El modelo está sostenido por dos ejes: el eje vertical es el PEA (pensamiento – emoción – acción) y debe estar bien alineado. El otro eje viene explicado por la metáfora del taburete de tres patas: yo – los demás – el mundo, que son los tres ámbitos de impacto que debemos tener presentes en la gestión emocional.

Una persona CAPA es capaz de superar las situaciones difíciles de la vida sin romperse por dentro, y dispone de mayores niveles de confianza y equilibrio emocional. Veamos las cuatro dimensiones de las que se sirve:

Creativa:

La creatividad consiste en atrapar el Universo y hacerlo fluir a través de tus ojos.17

La persona creativa tiene capacidad para buscar recursos y soluciones mejores a los retos que se le plantean. La creatividad de la que hablamos está orientada por valores positivos en lugar de ser movida por la ambición, el egoísmo, el afán de poder, la discriminación, o el éxito. Nos conecta a un enorme campo de energía y nos permite la gestión de oportunidades y el cultivo de la cultura de la alegría agradecida:

Valores: autenticidad – belleza – diversidad – flexibilidad Emociones: alegría – esperanza – gratitud – sorpresa

Amorosa:

El amor es la máxima fuerza creadora, la energía que nos puede salvar.

La persona amorosa dedica su vida a cultivar y perfeccionar el difícil arte de amar mediante conocimiento, responsabilidad, respeto, compromiso, cuidado y comunicación. El amor nos mueve a cultivar vínculos, a gestionar intangibles y a promover la cultura de la generosidad:

Valores: generosidad – altruismo – bondad – sensibilidad Emociones: amor – amistad – compasión – ternura

Pacífica:

No habrá paz en el mundo si no hay paz en el corazón de las personas.

La persona pacífica no es ni amorfa ni pasiva. Al contrario, afronta el conflicto y los problemas sin agredir ni lesionar a los demás o a sí misma. Es consciente de lo que siente y gestiona adaptativamente sus emociones, dándoles una salida adecuada. Es asertiva, compasiva y solidaria y no juzga a los demás. Trabajar en esta dimensión nos lleva a mejorar el clima emocional, a gestionar significados y a promover la cultura de la paz.

Valores: amabilidad – humildad – paciencia – prudencia Emociones: calma – paz – serenidad – tranquilidad

Autónoma:

Debemos reservarnos una pequeña trastienda, solo nuestra, totalmente libre, donde establecer nuestra verdadera libertad, nuestro principal refugio y nuestra soledad, escribió Montaigne.

La persona autónoma no teme recorrer su casa interior porque sabe que allí tiene un refugio ante la vorágine externa. Es una persona en continuo proceso de mejora, que construye su proyecto de vida. Es capaz de vivir en silencio y soledad y de convivir sin ahogar a los demás. Es alguien que asume su responsabilidad y que es reconocida como referente. La autonomía permite ganar territorios, gestionar la incertidumbre e impele a promover la cultura de la libertad responsable.

Valores: desapego – esfuerzo – perseverancia – verdad Emociones: confianza – curiosidad – valentía – voluntad

La sencillez emana de todo lo anterior. ¿Os imagináis por un momento cómo cambiaría nuestra vida y, como consecuencia, el mundo, si nos construyéramos como personas CAPA?

Y, cuando la persona que se halla en el centro de todo ecosistema (familia, escuela, empresa, sociedad) está orientada a la creatividad amorosa e integra los valores-acción mencionados, provoca cambios en esta misma línea que influyen en la mejora del todo aquello en lo que participa. Cuando mejoramos nosotros, todo el mundo mejora.

La bondad se manifiesta en la calidad ética y emocional de todo el ecosistema.

Bondad y profesionalidad

Intentar cambiar lo que no se puede cambiar es de necios, pero no hacer todo lo que es humanamente posible para mejorar lo que se puede mejorar es de cobardes.

Francesc Torralba

Para ser un buen profesional es preciso ser, además, una persona buena. Sin bondad, tal vez podamos tener pericia técnica, pero no seremos excelentes. Ser inteligente y exitoso no siempre va unido a ser buena persona y, si bien no está en nuestras manos elegir la dotación intelectual genética que tenemos, sí que lo está cultivar la bondad.

Entre dos cirujanos igualmente competentes, procure que le opere el que haya leído Txekhov (…) no es que le vaya a recoser mejor, sino que nos sentiremos menos solos con Txekhov en la mesa de operaciones. Cuando uno es mejor persona acaba siendo mejor cirujano. O mejor panadero o mejor músico o, simplemente, mejor hijo. Es la fuerza transformadora de la belleza y de la verdad.

Simon Leys

El liderazgo CAPA propone que el líder desarrolle sus facetas creativa, afectiva, pacífica y autónoma porque, solo si lo hace en sí mismo, será capaz de ayudar a su equipo a desarrollar estas dimensiones. De hecho, la bondad se asienta en estas dimensiones, y cada una contempla valores que permiten relacionarse y trabajar manteniendo a las personas en el centro de toda acción.

Un buen profesional se preocupa de que las personas que trabajan con él también sean buenas. Si lidera un equipo, la bondad es lo que acaba dándole autoridad moral, la fuerza que hará que, en las peores circunstancias, su equipo esté comprometido con él. Porque este tipo de compromiso no se consigue pagando y, en cambio, sí que se consigue aplicando la bondad a diario.

Un líder CAPA está orientado a buscar soluciones y sabe ver las mejores cualidades de los demás. Se muestra generoso regalando sus conocimientos y experiencia. Se ocupa del bienestar de su equipo porque realmente está interesado en él.

En las organizaciones también hallamos ejemplos de bondad en acción que muestran lo mejor del ser humano: empatía, compasión, generosidad y ternura.

Los compañeros de trabajo de Andreas Graf18 le han obsequiado con uno de los regalos más valiosos: tiempo. En concreto, 3.265 horas de trabajo de las que se verá liberado porque sus colegas han realizado horas extra para que él no deba acudir al trabajo y pueda acompañar todo ese tiempo a cuidar de su hijo, enfermo de leucemia.

Desde que muriera su mujer, Graf cuida en solitario de su hijo Julius, de 5 años, con las consiguientes dificultades para compatibilizar el horario laboral con las continuas visitas al hospital. Incluso había llegado a temer que le echaran del trabajo hasta que se ha encontrado con el gesto altruista de sus compañeros.

Graf trabaja como ensamblador en una empresa de diseño en Fronhausen, cerca de Fráncfort, y se ha visto obligado a pedir permisos constantes para acompañar a su hijo en el tratamiento para la leucemia.

La iniciativa partió del departamento de recursos humanos de la empresa Seidel, donde Graf trabaja. Propusieron al resto de trabajadores que quien quisiera podía realizar horas extra de forma voluntaria para regalar este tiempo a Andreas. La respuesta ha sido abrumadora: los 650 trabajadores de la empresa decidieron sumarse a la iniciativa.

En apenas dos semanas se han acumulado 3.265 horas para que su compañero pueda dedicar a Julius, casi un año y dos meses sin necesidad de ir a trabajar. El pequeño se está recuperando en casa y evoluciona bien de su enfermedad.

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3 Davidson, R.

4 Wagensberg, Jorge. A más cómo, menos por qué. Tusquets Editores. 2005.

5 Mª Mercè Conangla y Jaume Soler. Corazón que siente, ojos que ven. Amat Editorial. 2014.

6 De «Solidaridad energética». Mª Mercè Conangla y Jaume Soler. Corazón que siente, ojos que ven. Amat Editorial. 2014.

7 José Antonio Marina. La inteligencia fracasada. Anagrama. Madrid. 2004.

8 La Contra, La Vanguardia, 25 de diciembre de 1998.

9 Patricia Churchland. El cerebro moral. Ediciones Paidós. 2012.

10 Estudio del Dr. Pascual Leone.

11 Mª Mercè Conangla y Jaume Soler. Ecología Emocional. Amat Editorial. 2013.

12 Mª Mercè Conangla y Jaume Soler. Sin ánimo de ofender. Ediciones Obelisco. 2013.

13 El bon home (‘El buen hombre’).

14 Existe un cuestionario para que cada persona pueda reflexionar y trazar su perfil CAPA. Libro Ecología Emocional para el nuevo milenio. Mª Mercè Conangla y Jaume Soler. Amat Editorial. 2014.

15 Modelos CAPA de personas en el libro Cansancio moral. Por ej.: Gandhi, Krishnamurti, Hellen Keller, Viktor Frankl, Nelson Mandela, Maria Montessori…

16 Ver modelo Ecología Emocional en los Anexos.

17 Peter Koestenbaum.

18 www.elperiodico.com/es/sociedad/20180311/companeros-trabajan-3200-horasextra-padre-cuide-hijo-cancer-6681814