PRÓLOGO
Desapareció un chico la noche de la tormenta.
La noche en que la nieve bajó de las montañas y aulló furiosa contra el alero de la vieja casa: cruel, amenazante y llena de malos presagios que no podían ignorarse.
La electricidad parpadeaba como si fuera código morse. La temperatura bajó con tanta rapidez que los árboles se agrietaron, la savia de olor dulce brotó a la superficie como miel, y después se cristalizó y se congeló. La nieve se arremolinó alrededor de la chimenea y se acumuló sobre el techo; alcanzó tal altura que tapó el buzón de la entrada y yo ya no llegaba a ver el lago Jackjaw desde la ventana de mi habitación.
El invierno llegó en una sola noche.
Por la mañana, la carretera Barrel Creek, la única carretera que baja por la montaña, estaba cerrada por la nieve. Tapada por un muro blanco impasible.
Los pocos que vivíamos en lo profundo del bosque, y los que se alojaban en el Campamento Jackjaw para Chicos Rebeldes al otro extremo del lago, quedamos atrapados. Varados en el implacable corazón del bosque.
No sabíamos durante cuánto tiempo.
Tampoco sabíamos que no todos saldríamos con vida.