El kale es una verdura, una verdura de hoja verde que además de deliciosa es muy rica en nutrientes. Pertenece a la familia de las coles, al igual que la col, el brócoli, las coles de Bruselas, etcétera. De hecho, la variedad de kale más habitual constituye un tipo de col rizada, aunque en otras variedades las hojas pueden no ser rizadas e incluso tener colores rojizos.
Tiene nombres diversos dependiendo, sobre todo, del país. Parece que kale es una palabra escocesa que deriva de coles o caulis, términos que utilizaban los griegos y romanos para nombrar a todo el grupo de las coles, o borecole, como se llama en algunos países de habla inglesa, o kohl, como se denomina en alemán.

En cuanto al valor nutricional, ha podido verificarse que este virtuoso alimento contiene muchos nutrientes, especialmente vitaminas, minerales y otras sustancias beneficiosas con propiedades antioxidantes, por ejemplo. En su composición encontramos carotenoides precursores de la vitamina A, incluidos luteína y betacaroteno, vitamina C, vitamina K, ácido fólico, calcio, magnesio, fósforo, potasio, hierro y glucosinolatos. Además, el kale es una fuente de proteínas vegetales y también de fibra.
Cada vez más se conocen mucho mejor sus propiedades y beneficios para la salud, de manera que su cultivo y consumo se han extendido incluso más allá del ámbito doméstico y se encuentra ya en los platos de algunos restaurantes. La búsqueda de la salud a través de la alimentación ya no es una moda, sino una tendencia que llegó para quedarse. El kale forma parte de ese universo de salud a través de la dieta.
¿Por qué son importantes las verduras de hoja verde?
Escuchamos con frecuencia la recomendación de añadir a nuestra alimentación verduras como la espinaca, las acelgas, los canónigos, las lechugas tipo roble o francesa, etcétera. Y es que todas estas verduras de hoja verde, entre las que también está el kale, aportan una cantidad muy interesante de nutrientes, especialmente vitaminas como el ácido fólico. De hecho, la palabra fólico viene etimológicamente de la misma raíz que hoja o folium. Esta vitamina pertenece a las del grupo B y, en particular, se trata de la vitamina B9, imprescindible para muchas funciones de nuestro organismo.
La importancia de tomar suficiente ácido fólico cada día radica en que aporta una excelente protección al metabolismo y también al sistema nervioso, inmunitario y cardiovascular. Además, en el caso de las mujeres que desean quedarse embarazadas, es un factor que previene los defectos en el tubo neural del futuro bebé. Los vegetales de hoja verde son la mejor fuente de esta vitamina y, por tanto, deberían formar parte de nuestra dieta diaria.
El kale o col rizada tiene como nombre científico brassica oleracea y pertenece a la familia de las brasicáceas o crucíferas, compuesta por unas 3.700 especies botánicas, entre las que se encuentran muchos vegetales como la col, la coliflor, el brócoli o las coles de Bruselas. Estas verduras se cuentan entre las más importantes que se consumen en Europa y, en realidad, en todo el mundo, debido a su enorme disponibilidad en mercados locales, su bajo precio y su excelente sabor.
El kale tiene muchos familiares, y una buena parte de ellos son plantas comestibles y también con propiedades saludables. Es el caso de la col, el repollo, las coles de Bruselas, la berza, el brócoli, el colinabo y el colirrábano (variedades de la col), el nabo, la col lombarda o repollo morado, etcétera. En realidad, las crucíferas o brasicáceas están extendidas por todo el planeta. Podemos encontrarlas en cualquier país, con especies tan exóticas y alejadas de nuestro entorno como la maca de Perú o el wasabi (rábano picante) de Japón.

Origen botánico del kale
Familia: Brasicaceae/Cruciferae
Género: Brassica
Especie: Brassica oleracea
Variedades: Brassica oleracea variedad viridi o Brassica oleracea variedad acephala (sin cabeza)
Pertenecen a la misma especie que el kale variedades como el brócoli, la coliflor y el repollo. El kale tiene, asimismo, sus propias variedades, aún más cercanas; por ejemplo, el kale de hoja rizada, el kale de hoja plana (un poco más amarga), el kale rojo ruso, el kale toscano o el kale dinosaurio. Todas estas variedades comparten ese color verde tan intenso y unas hojas de gran consistencia, crujientes y fibrosas. Además, las diferentes variedades de kale tienen un sabor característico e inconfundible.

Brassica oleraceae variedad acephala = kale (hoja rizada)

Brassica oleraceae variedad capitata = col, col repollo, col cerrada (hoja lisa)
Como curiosidad, otros vegetales primos hermanos del kale son, por ejemplo, Brassica rapa L., que incluye el nabo, el repollo, la col china o pak choi, algunas hierbas de forraje (para alimentación animal) y diversos tipos de semillas oleaginosas (para obtener aceites). Por otra parte, los cultivos de colza, otro familiar del kale, en latín Brassica napus L., se utilizan principalmente como oleaginosas y también como forraje. Por último, dentro de esta gran familia encontramos las mostazas, que están formadas por tres especies diferentes (B. carinata, B. nigra y B. juncea).
Brassica oleraceae variedad viridis = berza común, col forrajera, col abierta o col gallega (hoja lisa)
El origen del kale lo podríamos situar en Asia Menor y posteriormente, hacia el año 600 d. C., en Europa del Este. De procedencia salvaje, como prácticamente todos los alimentos, crecía silvestre en las tierras frías y arenosas del este del Mediterráneo, en Anatolia.
A medida que se empezó a consumir y a apreciar su sabor, y también su buena digestibilidad y su capacidad de mantener la salud, el kale se domesticó y comenzó a ser cultivado. A consecuencia de ello, y con el tiempo, se comercializaron sus semillas, de manera que el cultivo se extendió a otras regiones: primero a otras zonas de Europa, después hacia las islas británicas y, en los años ochenta del siglo pasado, hacia Norteamérica.
Curiosamente, en algunas regiones de Europa, su consumo se limitaba a la gente con menos recursos económicos. Era un típico alimento de pobres e incluso se destinaba a la alimentación animal. Por suerte, en la actualidad se ha recuperado su consumo y se le ha conferido el valor y el potencial que realmente puede tener en nuestras dietas.
El kale es más popular en algunas zonas de Europa que en otras. Por ejemplo, en Alemania es habitual en la dieta, e incluso forma parte de las tradiciones navideñas. En el resto de países europeos, el kale ha llegado más tarde. Fueron clave su distribución en Estados Unidos y su popularización a partir de la década de los ochenta del siglo pasado. En los últimos años, ha adquirido popularidad por sus propiedades y por las recomendaciones de personas famosas que han mostrado públicamente cómo cuidan su alimentación con esta verdura. Y, como sucede con casi todo, lo que es tendencia en Estados Unidos llega después de un breve período de tiempo a Europa. Por suerte, no se trata en este caso de una moda superficial o efímera, sino de un alimento muy interesante que puede quedarse en nuestras dietas para siempre.
El kale que se cultiva en la actualidad es casi idéntico al que nuestros antecesores utilizaban hace muchos años. La única diferencia es que ahora las hojas son algo mayores, ya que temporada tras temporada los agricultores han ido seleccionando, guardando y cultivando de nuevo las semillas de aquellas plantas que producían hojas más grandes. Este es un proceso tradicional de mejora de la especie, realizado de forma natural y paulatina.
Si pensamos en España, podríamos decir que el kale no ha formado ni forma parte de nuestra agricultura tradicional ni tampoco del consumo habitual, aunque quizás sí en algunas zonas, excepcionalmente. No lo hemos consumido como una de las verduras de hoja verde típicas de nuestra dieta, como sí lo son las acelgas o las espinacas. Sin embargo, su uso se está extendiendo gracias a las tendencias de moda y, sobre todo, al conocimiento de las propiedades de este preciado tesoro verde. Esto ha originado que muchos productores de verduras y hortalizas se hayan animado también a cultivar el kale. No es difícil, hoy en día, encontrar este vegetal, tanto en la horticultura convencional como en la ecológica.
Se trata de un cultivo perfecto para regiones más bien frías, ya que es resistente a las heladas y escarchas invernales. En España, las zonas del norte peninsular, con temperaturas suaves todo el año, y las del centro peninsular, con inviernos fríos, así como las zonas de montaña, son las más adecuadas para cultivar kale. Se trata de un cultivo típico del otoño e invierno, que prefiere climas templados y fríos, con una temperatura óptima de cultivo entre los 10 y los 20 °C. Soporta las heladas del invierno, pero no el calor y la sequía.
Si te animas, el kale también se puede cultivar ¡en macetas! Es aconsejable sembrarlo en semilleros (pequeñas macetas en las que la planta inicia su crecimiento), pues así optimizamos el espacio de nuestro huerto o de nuestros maceteros. Los semilleros de kale y otras coles deben prepararse durante la primavera y el verano, momento en que nuestras macetas pueden estar ocupadas con tomates, pimientos o calabacines.
Las semillas de kale empezarán a germinar alrededor de 7 días después de la siembra. El trasplante de los semilleros a las macetas se realizará cuando las plantas hayan alcanzado unos 20 centímetros de altura o bien tengan 4 hojas, y si puede ser, a maceteros con cierta profundidad.
Conviene añadir algo de abono a la tierra, pues, en general, las coles son grandes consumidoras de nitrógeno. En cuanto a su riego, es aconsejable que la tierra siempre esté húmeda, evitando la sequedad, aunque también el exceso de agua. A los 4 meses aproximadamente de haber sembrado, podrás recoger.
Si quieres comer el kale durante varios días o semanas, lo ideal es haber hecho una siembra de forma escalonada, con unos 7 días de diferencia, pues así se evita que todas las plantas salgan al mismo tiempo. De este modo, podrás disfrutar de tus hojas de kale frescas durante el invierno. Y si la experiencia te ha gustado, ten en cuenta que en el primer año de cultivo recogerás las hojas que podrás consumir, y en el segundo, además, semillas de tu propio kale, que, por supuesto, podrás utilizar para volver a sembrar de nuevo.
