
Generalmente, dirigir una fuerza importante es lo mismo que dirigir a unos cuantos hombres; es una cuestión de organización, de formación y de señales. El que un ejército pueda soportar el ataque del enemigo sin sufrir una derrota se debe a las operaciones de las fuerzas extraordinarias y ordinarias. Las tropas que se lanzan contra el enemigo como una piedra de molino contra unos huevos son un ejemplo de una sólida actuación, a diferencia de una sin sentido.
En la batalla utilice las fuerzas ordinarias para implicar y las extraordinarias para ganar. Los recursos de los expertos en el uso de fuerzas extraordinarias son infinitos como lo son el cielo o la tierra, inagotables como lo es el flujo de los ríos caudalosos, cíclicos como son los movimientos del sol y la luna. Mueren y renacen, recurrentes, conforme pasan las estaciones. Las notas musicales son solo siete pero sus combinaciones producen tantas melodías que es imposible escucharlas todas. Los colores primarios son solo cinco, pero sus combinaciones son tan infinitas que nadie puede visualizarlas todas. Los sabores son solo cinco pero sus mezclas son tan variadas que nadie puede probarlos todos. En la batalla solo hay fuerzas ordinarias y extraordinarias, pero sus combinaciones son ilimitadas, tanto que nadie puede conocerlas todas. Estas dos fuerzas son mutuamente reproductivas, como si se movieran en un círculo sin fin.
¿Podría alguien agotar las posibles combinaciones entre estas dos fuerzas? Cuando las aguas torrenciales arrastran piedras es por su impulso, cuando el vuelo de un halcón rompe el cuerpo de su presa, es por su precisión. Así pues, el impulso de una persona hábil en la guerra es arrollador y su ataque planeado con toda precisión. Su potencial es como el de una ballesta, su precisión como el disparo.
Una batalla, con todo el tumulto que supone, puede parecer caótica; a pesar de todo no tendría que haber desorganización en las tropas del ejército propio. El campo de batalla puede parecer confuso y caótico pero la formación del propio ejército no debería nunca perder el orden. Esto será una prueba contra la derrota. La confusión aparente es producto del buen orden; la cobardía aparente es producto del coraje; la debilidad aparente, de la fuerza. El orden y el desorden dependen de la organización y la dirección; el coraje y la cobardía, de las circunstancias; la fuerza o debilidad, de las disposiciones tácticas. Así, uno que sea habilidoso en hacer que el enemigo se mueva lo hará creando una situación de acuerdo a la cual el enemigo actuará. Seducirá al enemigo con algo que está seguro que querrá. Hará que el enemigo siga moviéndose tentándole con algo que quiere y después le atacará con tropas escogidas.
Por lo tanto, un comandante habilidoso busca la victoria del efecto de la energía combinada y no exige demasiado a sus subordinados. Selecciona a los hombres más hábiles y explota la situación. El que aprovecha la situación usa a sus hombres como rodillos o bloques de piedra. La naturaleza de los rodillos o piedras es que en un terreno estable son estáticas, pero en una pendiente se moverán. Si son cuadradas se detendrán, si son redondas rodarán. La energía de las tropas hábilmente dirigidas en una batalla puede compararse al ímpetu de las piedras de cantos rodados que rodarán hacia abajo de una montaña sin detenerse.
Sun Tzu escribe sobre las fuerzas directrices como un proceso por el cual uno obtiene el mayor potencial de sus recursos. Sus comentarios sobre lo normal y lo extraordinario se refieren a la utilización de sus fuerzas. Utilice el espacio que hay a continuación para escribir sus fuerzas o las de aquellos a quien dirige, y reflexione en cómo está utilizándolas y qué podría hacer para sacar mayor provecho de ellas.