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Estrategia ofensiva

En las guerras, en general, la mejor política es tomar al estado intacto, no destruirlo. Apoderarse de todo el ejército enemigo es mejor que destruirlo; apoderarse de un regimiento, compañía o brigada intactos es mejor que destruirlos. (En chino las palabras regimiento, compañía y brigada son lu, zu y wu, respectivamente. En la antigua China, quinientos soldados componían un lu, cien soldados un zu y cinco un wu.) Porque obtener cien victorias en cien batallas no es el colmo de la habilidad. Dominar al enemigo sin luchar, eso sí que es la máxima excelencia.

Así pues, lo que es de suprema importancia en una guerra es atacar la estrategia del enemigo. Lo siguiente mejor es romper con diplomacia sus alianzas. Lo tercero es atacar a su ejército y lo peor de todo es atacar ciudades. El ataque a ciudades debería reservarse a aquellos casos en los que no haya otra alternativa porque para preparar grandes campamentos y carros y hacerse con todas las armas y equipamiento se necesitan por lo menos tres meses; y amontonar rampas de tierra contra los muros requiere otros tres meses. El general que no sea capaz de controlar su impaciencia ordenará a sus hombres trepar por los muros como hormigas con el resultado de que un tercio de ellos serán aniquilados antes de que lleguen a tomar la ciudad. Esta es la calamidad de atacar ciudades.

Aquellos que son expertos en la guerra vencen al ejército enemigo sin luchar. Se apoderan de las ciudades del enemigo sin asaltarlas y derrocan al estado sin campañas prolongadas. Su intención es tomar intacto todo lo que hay bajo el cielo por medio de planes estratégicos. Así, sus tropas no se agotarán y sus ganancias serán completas. Éste es el arte de la estrategia ofensiva.

Por consiguiente, el arte de utilizar las tropas es éste: si tus fuerzas son diez veces superiores a las de tu adversario, rodéalo. Si son cinco veces superiores, atácalo. Si son dos veces superiores, divídelo. Si son iguales en número, lucha si te es posible. Si son inferiores, retírate. Y si son iguales en todos los sentidos, elúdele, puesto que cualquiera que luche firmemente puede llegar a dominar a cualquiera por poderoso que sea.

El general es el ayudante del soberano del estado. Si su ayuda es comprensiva, todo el estado será fuerte; si es defectuosa, el estado será débil, sin lugar a dudas.

Tres maneras en que un soberano puede arruinar a un ejército:

1.   Ignorando que el ejército no debería avanzar, haciéndolo avanzar; o ignorando que no debería retirarse y hacerle retirar. Esto es lo que se conoce como «manear al ejército».

2.   Ignorando los asuntos militares, interfiriendo en su administración. Esto provoca la perplejidad de los oficiales.

3.   Ignorando los problemas de mando, interfiriendo en la dirección del combate. Esto engendra dudas en la mente de los oficiales.

Si el ejército se muestra confundido y receloso, los gobernantes de los países vecinos se aprovecharán de esta situación y le causará problemas. Esto es a lo que me refiero cuando digo que «un ejército confundido provoca la victoria del otro».

Hay, por tanto, cinco situaciones en las que se puede predecir la victoria:

1.   Aquel que sepa cuándo puede luchar y cuándo no, será victorioso.

2.   Aquel que sepa cuándo luchar de acuerdo a la fuerza de las fuerzas antagonistas, será victorioso.

3.   Aquel cuyas filas estén unidas en el propósito será victorioso.

4.   Aquel que esté bien preparado y se mantenga a la espera de que el enemigo no esté bien preparado, será victorioso.

5.   Aquel cuyos generales sean capaces y no interfieran con el soberano, será victorioso.

Es en estos cinco puntos donde está el camino de la victoria. Por lo tanto, yo digo: conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas nunca saldrás derrotado. Si no conoces al enemigo pero te conoces a ti mismo, la probabilidad de ganar o perder es la misma. Si desconoces a tu enemigo y a ti mismo, casi seguro perderás todas las batallas.

Para reflexionar

¿Cómo podemos aplicar las doctrinas de la «suprema excelencia» de «derrotar al enemigo sin luchar», y «la peor política es atacar ciudades», al estilo de vida del siglo XXI? En las batallas personales, independientemente de cuál sea el ámbito, «atacar ciudades» puede ser considerado el equivalente a los ataques personales o a la confrontación que crea vulnerabilidad. Utilice este espacio para reflexionar sobre conflictos anteriores en los que su enfoque le haya dejado vulnerable por el mero hecho de participar, pero además escriba qué pasos podría dar para evitar estas situaciones ganando al mismo tiempo una ventaja general.