En esta etapa, descubrirás qué partes del cuerpo debes observar para comprender el estado de ánimo de tu interlocutor. Sus gestos, pero también sus palabras, son indicios de la manera en que se posiciona con respecto a ti. Sabrás cómo considera tu relación: ¿Te aprecia? ¿Intenta desestabilizarte? ¿O bien es auténtico?
En realidad, y contrariamente a lo que se podría pensar, no existen 36 000 maneras de interactuar con los demás. Nuestras personalidades están dirigidas por comportamientos estereotipados que se observan a escala global de la especie. Veamos las 5 maneras principales de posicionarse en la relación con el otro.
1. Por encima del otro: es el semiotipo del conquistador. Lleva este nombre porque generalmente se encuentra en exploración, a la conquista de..., aunque tenga que aplastarlo todo a su paso.
2. Por debajo del otro: es el semiotipo del pragmático. Lleva este nombre porque se encuentra en una relación con el mundo muy concreta, real y pragmática, preocupado por reglas y normas..., aunque tenga que olvidarse de sí mismo.
3. En fusión con el otro: es el semiotipo del sintónico. Lleva este nombre porque calca su ritmo y sus gestos de los tuyos, en sintonía, en un mismo movimiento, aunque tenga que decir lo contrario de lo que piensa para darte gusto.
4. Fuera de la relación: es el semiotipo del vigilante. Lleva este nombre porque no se abandona fácilmente al otro, siempre está alerta y vigilante..., aunque se encuentre solo en el mundo.
5. En igualdad que el otro: es el semiotipo del camaleón. Sabe adaptarse a los cambios de contexto y de situación. A la vez que estabiliza la relación.

El primer eje es el de la apertura al mundo. El neuropsiquiatra Julian de Ajuriaguerra describe así la manera de ofrecerse –o de negarse– al mundo: «Tenemos que admitir que nuestra personalidad se expresa mediante actitudes particulares y que es una especie de contacto con el mundo, una cierta manera de ofrecerse o negarse» (discurso de la psicomotricista Suzanne Robert-Ouvray, 2 de julio de 2010 en el Colegio de Francia).
Este eje es el de la introversión y la extraversión, fenómenos descritos hace más de un siglo por Carl Gustav Jung, en Tipos psicológicos: «A menudo, existe una diferencia radical, de tipo y de grado, en la asimilación psíquica de la imagen percibida. Mientras que el extravertido recurre constantemente a lo que le llega a partir del objeto, el introvertido se apoya principalmente en lo que la impresión sensorial siembra en el interior del sujeto».
Este paradigma con frecuencia es la base de la mayoría de test de personalidad que se encuentran en el mercado: MBTI (Myers Briggs Type Indicator), Big Five, etc.
Los ítems que debes observar para saber si tu interlocutor está en apertura (extraversión) o en cierre con respecto a ti o a la situación (introversión) hacen referencia al busto, los brazos y la boca.
▪ El grado de apertura de la boca: ¿la boca permite ver los dientes o la lengua, sobre todo al final de la frase (extraversión)? ¿O bien la boca está fruncida cuando la elocución termina (introversión)?
▪ La orientación de los gestos: ¿los gestos son androcentrados, es decir, se orientan más hacia el hablante (introversión)? ¿O bien los gestos son exocentrados, es decir, se dirigen hacia el interlocutor (extraversión)?
▪ La dirección del busto y del cuerpo: ¿el busto está recto, incluso hacia atrás (introversión)? ¿O bien es proyectivo (extraversión)?
El segundo eje es el de la jerarquización. En cierta manera, es el eje de la libido dominantis descrita por el paleoantropólogo Pascal Picq: «El acceso a las posiciones dominantes en [los] sistemas jerárquicos no solo responde a la fuerza, el sexo o los vínculos de parentesco; el poder depende de la capacidad de los individuos de constituir coaliciones y alianzas [...]. Esto pasa por un contrato social, que, en esta materia, no es ni verbal ni escrito [...] una libido dominantis cuyos resortes se nos escapan» (L’homme est-il un grand singe politique?).
Este eje determina la manera en que nos posicionamos jerárquicamente con respecto al otro: ¿por encima de él?, ¿o bien a su altura e incluso ligeramente por debajo de él?
Puedes determinar este posicionamiento observando la tonicidad de las superficies corporales. También en su discurso en el Colegio de Francia, Suzanne Robert-Ouvray cita a Julian de Ajuriaguerra. Este último describe lo que ya observa en el lactante: «Las superficies tónicas se contraen y se estrechan, y se vuelven impermeables o se dilatan, se relajan y se ofrecen a la recepción de la información».
Los ítems que debes observar para saber si tu interlocutor se sitúa por encima de ti o bien a tu altura, e incluso por debajo de ti, hacen referencia a la tonicidad del cuerpo, a través de los hombros, los brazos y el mentón.
▪ La altura de los hombros: ¿los hombros están elevados y tónicos (dominación) o relajados y atónicos (sumisión)?
▪ La contracción de los brazos y antebrazos: ¿están contraídos y tónicos (dominación) o relajados y atónicos (sumisión)?
▪ El posicionamiento del mentón: ¿está elevado y tónico (dominación) o recto y atónico e incluso bajo (sumisión)?
En lo referente a las palabras, es decir, a las dinámicas semánticas, verás el detalle según el perfil en las páginas siguientes. Sin embargo, ya puedes observar que:
▪ el posicionamiento jerárquico (por encima del otro) se acompaña generalmente de estructuras del lenguaje más bien orientadas hacia el «yo», en detrimento del «tú», «vosotros» e incluso «nosotros»;
▪ el posicionamiento frente al mundo (apertura al mundo) se manifiesta a menudo a través de las estructuras del lenguaje positivas y eufóricas (palabras con connotaciones positivas, giros afirmativos, figuras de estilo como la hipérbole, el énfasis, etc.). En cambio, el cierre al mundo se manifiesta más a menudo a través del silencio, el vacío y las estructuras del lenguaje negativas y disfóricas (palabras con connotaciones negativas, giros negativos, figuras de estilo como el eufemismo, la antítesis, la lítote, etc.).
Por supuesto el ser humano es complejo y no puede encasillarse en una sola etiqueta. A veces, es posible que lo que oyes por las palabras sea diferente de lo que observas en los gestos. Por ejemplo, una persona puede fruncir los labios al final de la frase, mantenerse muy recta, con el busto rígido (lógica de introversión) y utilizar palabras muy eufóricas, con énfasis y una estructura sintáctica organizada alrededor de un «nosotros» (lógica de extraversión). En este caso, sin duda habrá que favorecer esta última lógica como la más representativa de la situación en el momento de la conversación a T0. Las dinámicas corporales a menudo son los indicios de un posicionamiento por defecto, de nuestra personalidad primaria y natural. Además, si has identificado estas dos lógicas de manera concomitante, sabes que puedes jugar a dos bandas para convencer más fácilmente.

Las tipologías permiten categorizar el mundo para explicitarlo, esclarecerlo y comprenderlo. Como todas las representaciones conceptuales, estas tipologías a veces son demasiado limitadoras: es el Démon du classement (demonio de la clasificación) del que habla Georges Vignaux... Habría que pensar más en estas representaciones como estructuras dinámicas, fluctuantes y complementarias, en lugar de estáticas, estables y excluyentes. Sobre todo, cuando se aborda al ser humano y su complejidad.
Sin embargo, no tiremos el grano con la paja. Algunas categorizaciones en los perfiles de personalidad son operativos: de la tabla psiquiátrica DSM IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) a las preferencias cerebrales de Herrmann inspiradas en Jung y utilizadas en el test de personalidad MBTI destinado a la empresa, pasando por las observaciones etológicas, estas categorizaciones dan cuenta de actitudes más intrínsecas a las personalidades. Además, estas definiciones de perfiles tienen el mérito de mostrar que nuestras sensibilidades no son iguales. Los accesos a ciertas formas de inteligencia parecen, para algunos, más evidentes, inmediatos y motivadores según los individuos.
Los semiotipos que te presento deben comprenderse más como una rueda dinámica cuyas diferentes tonalidades pueden acentuarse, contraerse o neutralizarse. De ahí la representación estrellada en la segunda parte del test que has realizado. También se puede hablar de «grado». Cada uno de los semiotipos puede comprenderse con una dimensión moderada y una dimensión radical. Un conquistador ++ (radical) tiene los mismos comportamientos que un conquistador moderado, pero sus rasgos de personalidad son todavía más pronunciados y marcados. En una palabra: excesivo. Vas a descubrir estos semiotipos. Recuerda que estos comportamientos son amorales, arcaicos, impulsivos e incluso irracionales. Algunos retratos te parecerán tanto más caricaturescos o incomprensibles cuanto que están en contradicción con tu semiotipo e incluso con tus valores. Finalmente, observa que los temperamentos más excesivos de cada uno de los semiotipos entran en la categoría de las enfermedades psiquiátricas. Un conquistador +++ podría estar en el hospital psiquiátrico. Recuerda que tiene, al mismo tiempo, un posicionamiento jerárquico en el seno de la especie que no ha elegido. Además, la segunda parte de esta obra te permitirá familiarizarte con todas las «mezclas» de semiotipos posibles.
LADO POSITIVO: El conquistador acepta todos los retos.
LADO NEGATIVO: El conquistador lo aplasta todo, como un bulldozer.
Sus comportamientos estereotipados:
Al conquistador, le gusta recordar secamente las prerrogativas y monopolizar la palabra. En cuanto siente que la gente que lo rodea no se adhiere a su causa –activa o pasivamente–, eleva el tono, se pone nervioso e incluso puede llegar a la agresión verbal y hasta física. Es el macho o la hembra alfa a los que les gusta dictar el ritmo del grupo. Esto en cuanto al conquistador excesivo. Cuando es moderado, no aplastará frontalmente a los demás, pero, en todos los casos, ocupará el espacio para demostrar que existe.
Su pensamiento secreto, su vocecita interior y sus creencias:
En el fondo, piensa que es el mejor. Por eso, se le debe todo y pone fácilmente a los demás a su servicio. Porque su vocecita interior le dicta que él tiene derechos y los demás, deberes... Es un ser excepcional, por lo tanto, es normal que los demás pasen después de su persona.
Su posicionamiento en la relación y su motivación subyacente:
En la relación, el conquistador se posiciona instintivamente por encima del otro. Desarrolla un vínculo de naturaleza instrumental con el prójimo. Lo que lo motiva profundamente es conquistar nuevos territorios..., ¡pero también a los que se encuentran por encima! Acepta todos los retos. En cambio, si está de tu lado, hará todo lo que pueda para defender vuestro proyecto común..., ¡hasta que encuentre algo nuevo, más atractivo, por el camino!
Su expresión favorita, su campo léxico y sus palabras:
Para el conquistador, el desarrollo de los acontecimientos a menudo es evidente. Por lo tanto, salen a menudo de su boca adverbios como «evidentemente» o expresiones como «¡Por supuesto, al fin!». Todo lo que tiene relación con la novedad, la innovación y los retos le interesa: son nuevos territorios. Por ello, las palabras conquista, movilidad, estrategia, movimiento, reto son las que utiliza con mayor frecuencia.
Sus estrategias discursivas:
Sus frases con frecuencia son cortas e incluso hirientes. Predica la eficacia. Para él, se trata de ir a lo esencial. Por otra parte, muy a menudo, no tiene tiempo que perder con la morralla que lo rodea, ni con las viles ocupaciones materiales del presente. «La intendencia seguirá» podría ser otra de sus expresiones favoritas. Porque, en cuanto ha decidido, si los demás no obedecen, se trata de mala voluntad o de incompetencia. Por lo tanto, puede mostrarse muy evasivo y avaro en detalles. Si los demás no comprenden, es que no se esfuerzan. Su visión esquemática y estratégica del mundo lo conduce a menudo a aproximaciones. Su información a veces es parcial y, a menudo, genérica. En efecto, la generalización tiene la facilidad de la evidencia.
Sus gestos observables:
El conquistador se ve de lejos, porque ocupa el espacio. Sus gestos son amplios y elevados, a menudo a la altura del pecho como mínimo. También tienen una cierta profundidad: los brazos se separan del cuerpo. El aspecto general es tónico, es decir, más bien contraído y en movimiento. Su mentón suele estar elevado, como para mirar al otro desde arriba, lo cual, a veces, le da un aire altivo e incluso despectivo. Con frecuencia, podrás identificar mímicas de impaciencia en su rostro, o bien una de sus manos que se balancea como para acelerar el tiempo.
Su gestión del espacio con el otro:
El conquistador alterna las fases de acercamiento con las de superioridad. Esto puede dar la sensación de que da una de cal y otra de arena. Es una manera que tiene de calibrar la lealtad de su interlocutor. Por lo tanto, puede mostrarse muy amistoso o solo presente. La distancia que lo caracteriza mejor es una distancia de sociabilidad, alrededor de la distancia del brazo.
Su tipo de cuerpo:
El cuerpo del conquistador es un cuerpo arqueado, espectacular y robusto. Esta dimensión atlética es lo que le permite lucirse. Sin embargo, cabe señalar que la dimensión conquistadora supera los límites corporales y también se traduce en el carisma, en lo que desprende la persona, su aura, podríamos decir. A la inversa, ¡no todos los cuerpos musculosos se asocian forzosamente a una dinámica comportamental conquistadora!
LAS 3 PARTES DE SU CUERPO QUE HAY QUE OBSERVAR: la altura de los brazos y las manos, el mentón elevado y los gestos condescendientes efectuados con las manos (palmada en el hombro o la cabeza).
OBSERVACIÓN DE LOS GESTOS DE SATISFACCIÓN, más frecuentes en los conquistadores:
¿Qué punto en común existe entre un ganador de los 100 metros y tú mismo cuando estabas en un concierto que te gustó?
¡La altura de las manos! Cuanto más satisfecho estás de ti mismo o de la situación que se desarrolla ante tus ojos, más elevas las manos. ¡Por eso, todo está elevado en el conquistador: ¡las manos, el mentón y las cejas! Philippe Turchet, el fundador de la sinergología, habla de elefacción para calificar este fenómeno: cuanto más se elevan las manos, más muestran el grado de satisfacción. Esto también vale para el apretón de manos. Una manera de calificar de improviso el grado de satisfacción que sienten tus colegas respecto a ti: cuanto más alto es el apretón de manos, más indica el placer del encuentro.
Por otra parte, se trata de una dinámica casi fisiológica. En efecto, como hemos visto, es muy difícil estar deprimido si se sonríe y se elevan los ojos. Es un efecto que los psicoterapeutas de la Escuela de Palo Alto (Bateson, Watzlawick y Milton, por citar algunos) han puesto de relieve. Por ello, uno de los primeros ejercicios que pedían a sus pacientes en plena depresión era que acudieran a la sesión de terapia elevando los ojos para mirar la punta de los edificios. Lejos del método Coué, elevar el cuerpo (los ojos, el torso, sonreír) es recuperar la confianza en uno mismo.
Su carácter y sus tendencias principales:
El conquistador a menudo se arriesga, porque no pierde tiempo evaluando las situaciones. Es demasiado impaciente y no puede contentarse con lo que tiene. Está convencido de que «la hierba siempre es más verde en otra parte», es un metomentodo. Es muy importante para él que lo valoren por lo que ha hecho, incluso que lo recompensen, para que su diferencia esté bien clara y presente en la mente de todos.
Lo que detesta y su visión del mundo:
Lo que el conquistador detesta son las personas banales y ordinarias. En suma, todas las personas demasiado ancladas en la realidad, con poca imaginación y que no se arriesgan. Prefiere fijarse rumbos y objetivos. En este sentido, parece que su visión del mundo sea la de Aquiles: llena de conquistas y combates.
Su herencia etológica:
En una manada, el macho o la hembra alfa tienen el papel más importante: toman todas las decisiones referentes al bienestar y la supervivencia de la familia. Son a la vez los que guían y los que toman las decisiones. Y saben que su papel es primordial. Por eso, su instinto los protege siempre del peligro, para que puedan mantener su posición en el grupo. Una vez en su lugar alfa, deben poner en marcha estrategias para mantener un poder disuasorio y cubrirse las espaldas...
Caso n.° 1: la directora cortante, incluso despectiva
Steeve es mánager. Por ello, está cerca de sus equipos y participa en las reuniones con los responsables de la empresa. Me cuenta que, después de haber trabajado todo el día con varias personas para coordinar el trabajo de los equipos en el territorio nacional, su «directora de business unit», a la que nadie había visto durante la jornada, hizo una entrada estrepitosa y declaró: «En cualquier caso, vosotros no sois un equipo». Por supuesto, no fue agradable para las personas que se habían esforzado todo el día para coordinar los equipos. Cuando le pregunté a Steeve sobre la actitud general de esta persona, me confió que no siempre era bien considerada por los trabajadores. Y sus observaciones asesinas tenían mucho que ver. Los «Vaya, hoy no te has maquillado» y otras lindezas lanzadas con mucha naturalidad no facilitaban las relaciones...
Caso n.° 2: superar el reglamento o nada
Arnaud es un conquistador. Pero, contrariamente al ejemplo anterior, es un conquistador positivo. Ha sabido desarrollar una fuerte inteligencia de relación. Salvo en raras situaciones que estimulan en él su necesidad de reafirmarse, principalmente frente a... un pragmático, como habrás adivinado. Me cuenta su historia: «He trabajado con placer en un universo clasificado como secreto de Estado. Por supuesto, el sector tiene riesgos, siempre teníamos que llevar tarjetas para identificarnos y poder acceder a uno u otro lugar. Pero no soporto los procedimientos. Y, con frecuencia, no llevaba mi tarjeta encima. Al final, me las arreglaba siempre para tener a un buen compañero en estas zonas, para que me abriera. Aunque reconozco que la seguridad en este ámbito es primordial. De todos modos, me sorprendió mucho saber que, un día, se había mandado una nota al director general sobre mí, para recordar que “llevar la tarjeta es una obligación necesaria para el buen funcionamiento de la seguridad”, etc. ¡Me parece increíble que una persona haya perdido el tiempo escribiendo esto sobre mí!». Para Arnaud, como buen conquistador, el reglamento debe adaptarse a él. Pero, para el que escribió la nota, como buen pragmático, el reglamento es el reglamento. E infringirlo es (casi) una ofensa personal...
Caso n.° 3: mantener la incertidumbre artística para no comprometerse
Thierry es director artístico en una gran agencia de publicidad. Se libera un puesto similar y piensa inmediatamente en un amigo simpático que conoce y que tiene todas las competencias requeridas. Pasa el tiempo y Thierry se marcha de vacaciones. ¡Sorpresa! A su regreso, se da cuenta de que ya no forma parte de los proyectos ni está en contacto con sus clientes. Cuando pregunta a su «amigo», todo es borroso: no hay fechas ni contenido tangible. Una manera, para su amigo, que sigue siendo simpático, de realizar las funciones de Thierry. Otro testimonio, el de Jean-Marc. Suministra servicios a una empresa. Descubre en esta a un director comercial muy sorprendente, porque siempre se opone a lo que se acaba de decir. Cuando se le pide su opinión, explica que «todo el mundo conoce su opinión sobre este tema», que «no se hace nada como es debido», pero nunca entra en detalles. Cuando surge una buena idea, se la apropia fácilmente: «Hace tres meses que lo digo, pero nadie me escucha». Sin embargo, cuando se le pide que asista a las reuniones constructivas, replica: «Este no es mi trabajo». A veces, el tono sube y se lanza a largos monólogos. ¿Sus palabras preferidas?: «Lo sabes bien», «Lo sabemos», «En mi humilde opinión». ¿Su truco?: utilizar los nombres de las personas sentadas a la mesa. O bien para tomarlas por testigo y encontrar aliados potenciales: «Pregunta a Jean-Marc, él te lo explicará». Consideradas como referencia, las personas no pueden hacer otra cosa que asentir. O bien para quitar la palabra a las personas de la mesa: utilizando su nombre para interrumpirlas, termina con cualquier discusión.
LADO POSITIVO: El vigilante sabe ver los acontecimientos con perspectiva.
LADO NEGATIVO: El vigilante es mudo, lo cual lo hace ilegible.
Sus comportamientos estereotipados:
Al vigilante, le gusta mantener las distancias con lo que le rodea, incluidas las personas. Le gusta tomar las decisiones solo, aunque puedan implicar a toda una comunidad. No le resulta fácil consultar y solo pide ayuda o la opinión a los demás si se ve obligado, sobre todo si se trata de un vigilante radical. Cuando es moderado, el vigilante puede mostrarse más entusiasta, pero sigue siendo desconfiado por naturaleza, pase lo que pase.
Su pensamiento secreto, su vocecita interior y sus creencias:
El vigilante está convencido de que, en la vida, es mejor arreglárselas solo, según la máxima de que «si quieres ser bien servido, sírvete a ti mismo». El vigilante, único dueño de su existencia, sabe que está apartado de la vida social, como un lobo solitario. Las relaciones humanas pueden percibirse como una complicación para él.
Su posicionamiento en la relación y su motivación subyacente:
En la relación con el otro, el vigilante se posiciona instintivamente al margen del otro. Cultiva una cierta distancia. Por supuesto, tanto en la vida profesional como personal, evita cuidadosamente todas las reuniones de grupo: team building, reuniones familiares, actividades colectivas, etc. Lo que lo motiva por encima de todo es hacer diagnósticos y descifrar su entorno. El vigilante necesita encontrar un significado al mundo. Le encantan las ecuaciones, incluso si son de difícil solución.
Su expresión favorita, su campo léxico y sus palabras:
El vigilante adora la lógica y la racionalidad. Por lo tanto, le oirás a menudo pronunciar estas palabras: «Es lógico», o al contrario, «No es lógico». Es el más parco en palabras y el menos charlatán, animado por la convicción de que, si no hay nada interesante que decir, es mejor callarse. Cuando habla, suele hacerlo con términos analíticos y fríos, para hacer una crítica, positiva o negativa, pero siempre factual. Le gustan especialmente los indicadores que le permiten situarse en la realidad.
Sus estrategias discursivas:
Las frases del vigilante son generalmente nominalizadas. Es decir que suele evitar giros sujeto + verbo, mucho más encarnadas. Por ejemplo, en lugar de decir «La policía ha detenido a unos sospechosos», prefiere instintivamente este tipo de frase: «El arresto de unos sospechosos». Otras de sus frases carecerán de referentes. Por ejemplo, habla más utilizando artículos indefinidos como el/la, un/una en lugar de elementos más precisos, como los demostrativos (este/esta...) o los posesivos (mi/mis...). También le gusta modelizar el mundo utilizando reglas del tipo «Si A, entonces B», en las que el razonamiento por causa y efecto es una de las dinámicas subyacentes.
Sus gestos observables:
El vigilante es el más parco en gestos. Efectúa pocos y su cara suele mostrarse impasible, lo cual puede hacerlo impresionante, porque nunca se sabe realmente lo que piensa. Es muy poco legible para los demás. Puedes identificarlo, porque sus brazos se mantienen en la esfera íntima, casi pegados al cuerpo. En efecto, se mueve muy poco, se mantiene muy estático. Solo los ojos efectúan movimientos de vaivén de su interlocutor a sí mismo (ojos vueltos hacia el cielo como si explorara en su cerebro). También se reconoce por el fruncimiento de los labios, muy marcado al final de las frases. A menudo, verás mímicas de crispación en su rostro. En los brazos, que mueve muy poco, se observan con frecuencia las manos cerradas a lo largo del cuerpo. Dado que es muy parco en palabras, a veces emite chasquidos de lengua, la única señal ostensible de su desacuerdo.
Su gestión del espacio con el otro:
El vigilante huye del contacto humano. No intentes entrar en su esfera personal (longitud del brazo) o íntima (longitud del codo) sin haber sido invitado, se interpretaría como una violación de su espacio..., y de las reglas. Le gustan las distancias oficiales, que le permiten mantener una mirada crítica sobre el desarrollo de los acontecimientos y el comportamiento de la gente que lo rodea.
Su tipo de cuerpo:
El cuerpo es más bien recto, incluso rígido, produce la sensación de una rigidez general, incluso de una auténtica austeridad. Pueden aparecer algunas crispaciones en la cara o en las manos. El cuerpo del vigilante es especialmente acerado.
LAS 3 PARTES DE SU CUERPO QUE HAY QUE OBSERVAR: la boca fruncida, la mandíbula crispada y las manos cerradas una sobre la otra muy cerca del cuerpo.
OBSERVACIÓN DE LOS GESTOS DE RECHAZO, más frecuentes en los vigilantes:
¿Cerrar los brazos es un gesto de cierre? No, no es tan sencillo. ¿Tu interlocutor te escucha, con los brazos cruzados? Sin duda, es el signo de una concentración importante. No forzosamente significa que rechaza tus palabras. Se trata de una idea preconcebida muy persistente. ¡Para considerar que el cierre de los brazos es uno de los ítems de cierre, debes encontrar otros! Piensa en la postura del detective, ya expuesta: un solo indicio no basta para un escenario de crimen. Aquí, ocurre lo mismo. Debes observar otras partes del cuerpo para confirmar el rechazo. ¿Los brazos están cerrados? ¿Las piernas también? ¿El busto se dirige hacia atrás? ¿Y, en la cara de tu interlocutor, observas los labios fruncidos, la nariz respingona y un fruncimiento de cejas? Bingo. Lo que oye no debe de gustarle...
Esta expresión facial se parece al asco, una emoción que Paul Ekman, el famoso psicólogo que inspiró la serie Miénteme, califica de «universal». Por otra parte, ¿has observado que, para hablar de un sentimiento de injusticia, a menudo se utiliza la expresión «Tener un sabor amargo»? Esta metáfora no es fruto del azar. Los investigadores en psicología de la Universidad de Toronto (Chapman, Susskind y otros) han demostrado que no existe una única expresión del asco. Tanto si tomas una bebida demasiado ácida para tu paladar como si eres víctima de una injusticia, se estimulan los mismos músculos. Una conclusión que demuestra que los sentimientos de inmoralidad o injusticia responden a un sistema arcaico, en primer lugar, relacionado con percepciones físicas y después con reacciones fisiológicas.
Su carácter y sus tendencias principales:
El vigilante es más bien austero por naturaleza, lo guía una rectitud personal. Le gusta lo que es justo, en el sentido de la equidad (justicia), pero también en el sentido de la medida (precisión). Le gusta mantener en secreto el fruto de su pensamiento y de sus descubrimientos. Es sensible al hecho de ser reconocido por su rectitud y sus conocimientos, incluso por la exactitud de sus palabras.
Lo que detesta y su visión del mundo:
El vigilante no soporta todo lo que es de tipo ostentoso y teatral. En suma, todo lo que pertenece al ámbito de la desmesura. Las personas que se pasan lo molestan. Prefiere la calma y el silencio, lejos de los artificios. En este sentido, parece que su visión del mundo sea la de Prometeo: llena de conocimiento para ofrecer, pero también de templanza para cultivar.
Su herencia etológica:
El vigilante nos recuerda la figura del lobo solitario, que consigue los medios para abandonar a sus congéneres, para crear, llegado el caso, su propia manada. En lo referente a los seres humanos y sus evoluciones, podemos imaginar fácilmente que los vigilantes que hacen rancho aparte han tenido que poner en marcha técnicas de reconocimiento rápido: valorar al otro, evaluarlo y hacer un diagnóstico sobre una situación potencialmente crítica. De ahí la vigilancia.
Caso n.° 1: los mejores comerciales no forzosamente son más habladores
Laurent quiere lanzarse al mundo comercial. ¿Cómo un adolescente que se convierte en un joven adulto introvertido podría arreglárselas en este mundo lleno de intercambios y de «labia»? Él, que tanta necesidad tiene de actividades solitarias, ¿cómo sobrevivirá si su trabajo le pide estar muy a menudo en contacto con los demás? Una vez superada la fase de aprensión, los miembros de su familia se han sentido aliviados y..., sorprendidos. Laurent forma parte de los mejores comerciales de su empresa. Imagínate, en fase de negociación, cara a cara con un vigilante ++ que no deja traslucir ninguna emoción. En el peor de los casos, te impresionará su estoicismo. En el mejor de los casos, esta persona te parecerá simpática, porque, al menos, no intenta encasquetarte su producto a toda costa, prefiere escucharte. Como vemos en este ejemplo, los semiotipos no pueden reducirse a prácticas profesionales estereotipadas. ¡Afortunadamente!
Caso n.° 2: el mánager que no confía en sus equipos
Este es un caso un poco más problemático. Recojo el testimonio de Hugo. Me habla de un director general, y no de cualquiera, puesto que se trata del que trabajaba en la época en la coordinación del cohete Ariane. Le sorprendió de inmediato la forma de trabajar de este profesional. «En efecto, tenía como máximo 1 o 2 personas a su alrededor. Solo confiaba en estas personas y solo trabajaba en “fusión” con estos 2 colaboradores. Por ello, dejaba al resto del equipo de lado... ¡Una extraña manera de gestionar y de estar al frente de su personal!» Este director general, con muchos títulos, muy competente y reconocido, que daba muestras de falta de inteligencia en las relaciones, dejó algunas secuelas, tanto a escala individual de los asalariados, llenos de frustraciones, como a escala global de la empresa, que se desarrolló menos.
Caso n.° 3: cuando dos vigilantes se encuentran..., el humor los salva
Olivier se describe a sí mismo como una persona «poco dada a las relaciones humanas». Un buen vigilante, que se identifica también por la manera en que redacta su historia, en un estilo casi telegráfico que no he querido desnaturalizar. «Contexto: unas semanas después de la toma de posesión de mi superior, X-Mines, procedente del Ministerio de Industria, poco dotado para las relaciones humanas. Una mañana entre semana a las 6.45 h, suena mi móvil, respondo a mi nuevo jefe y le digo, saliendo de la ducha como Dios me trajo al mundo, que lo veré a las 8 h en su despacho. A las 8 h, saco la cabeza por la puerta de su despacho y lo saludo. Me invita a entrar. Le pregunto si piensa en mí por la mañana a las 6.30 h. Me responde: “Sí, y no únicamente por la mañana...”. La anécdota puede parecer fútil, pero se rompió el hielo y aquel hombre, famoso por su lado abrupto y cortante, ahora tenía al menos un fan. Con esta pequeña broma, elevé el nivel de nuestra relación. Sin duda, su personalidad “fría” mantenía a los demás a distancia. Por lo tanto, bastaron unas palabras para que ahora yo forme parte de su entorno cercano.»
LADO POSITIVO: El pragmático sabe anticiparse y prevenir.
LADO NEGATIVO: El pragmático es (demasiado) normativo, incluso procedimental.
Sus comportamientos estereotipados:
El pragmático planifica permanentemente el desarrollo de los acontecimientos. Intenta acabar con la incertidumbre, la ambigüedad y los imprevistos. ¡Pesada tarea! Le resulta difícil disponer de un tiempo de ocio, debido a la presencia de esta sensación de tener que hacer. Se preocupa mucho y puede hacer varias veces la misma pregunta, para estar seguro de haber comprendido bien lo que se esperaba de él. Busca la exhaustividad de la información, para estar seguro de tener todos los datos al alcance de la mano, nunca se sabe... No soporta la dejadez y toma todas las precauciones que considera necesarias. Cuando es radical, el pragmático ++ puede llevar bastante lejos el exceso de celo, convertirse en hipercontrolador y ahogarse en los procedimientos y los detalles.
Su pensamiento secreto, su vocecita interior y sus creencias:
El pragmático vive con la convicción de que todo puede suceder, sobre todo una gran desgracia; es de naturaleza pesimista. La máxima «Más vale prevenir que curar» está hecha para él. Le gusta mucho el trabajo bien hecho, el buen trabajo minucioso. Puede hacer, rehacer y volver a hacer una cosa hasta conseguir el resultado que le conviene. Aunque le tome mucho tiempo. No soporta la luz demasiado intensa de los focos y prefiere mantenerse en segundo plano. Su vocecita interior le repite que ocupa demasiado lugar, que es mejor hacerse olvidar. Está cómodo cuando se hace invisible. Sin embargo, espera de las personas que sean fiables y competentes. Porque todo debe hacerse según las reglas. Existe un reglamento, está hecho para ser respetado, cueste lo que cueste. ¿La improvisación? Nunca conduce a nada bueno. Solo el trabajo y el amor por el esfuerzo dan resultado.
Su posicionamiento en la relación y su motivación subyacente:
En la relación, el pragmático tiene tendencia a situarse por debajo del otro. Le gusta obedecer las reglas establecidas, tanto si él es el origen como si no. Lo que le motiva más de todo es poder gestionar y organizar el territorio. La seguridad de este último solo puede pasar por el control y la verificación.
Su expresión favorita, su campo léxico y sus palabras:
El pragmático utiliza generalmente un campo léxico orientado hacia la organización y la anticipación, pero también la seguridad y el control. A menudo, lo oirás mascullar «Esto no se había previsto así» o parafrasear «Tenemos que hacerlo como hemos dicho que lo haríamos». Todos los discursos relacionados con la protección y la seguridad van en este sentido: ¿por qué cambiar las cosas? Sobre todo, si funcionan...
Sus estrategias discursivas:
El pragmático utiliza a menudo frases construidas alrededor de modalidades deónticas (deber) como «Es necesario» o «Tengo que». En su discurso, hay abundantes giros con el presente como valor de verdad general, difíciles de rechazar o de poner en duda: «Esto es...», «Él es...», «A es B»... También encontramos giros más pasivos que activos.
Sus gestos observables:
El pragmático, poco seguro por naturaleza, necesita protegerse. Para ello, utiliza los brazos, las manos y las piernas, incluso objetos, como obstáculos en caso de peligro. Más que gestos de cierre, se trata de gestos de protección: manos delante de la boca, brazos cruzados y cerrados, además de las piernas cruzadas, unos gestos que «parasitan» la comunicación. Incluso puede utilizar, sin darse cuenta, objetos (bolígrafos, documentos, mesa, etc.) para protegerse de la relación. Sus movimientos son más bien lentos y bajos. Tiene tendencia a mirar hacia abajo. Los hombros están más bien bajos también. A menudo, podrás observar en su cara una mímica de decepción, con la boca en forma de U invertida.
Su gestión del espacio con el otro:
El pragmático oscila entre una distancia de seguridad y un acercamiento afectivo. Puede encontrarse en los dos registros. Digamos que se mantiene a la distancia social corrientemente admitida por los códigos en los que evoluciona.
Su tipo de cuerpo:
El cuerpo del pragmático es un cuerpo vigoroso y anclado en el suelo. Su estabilidad moral se traduce en su estabilidad corporal. Puede ser imponente, incluso fuerte. En todos los casos, es sólido físicamente. Pero suele faltarle tonicidad.
LAS 3 PARTES DE SU CUERPO QUE HAY QUE OBSERVAR: las manos delante de la boca o alrededor del cuello, los brazos y las piernas sirven de escudo, la boca en forma de U invertida.
OBSERVACIÓN DE LOS MICROPICORES, más frecuentes en los pragmáticos:
«¿Esto te cosquillea o te pica?» Esta famosa pregunta procede de la obra de teatro Knock (1923). La referencia es antigua, pero sigue de actualidad. La diferencia entre el micropicor y otros tipos de rascado es la duración. Un micropicor es furtivo, solamente dura unas milésimas de segundo. Para comprender el sentido de un micropicor, primero hay que poner de lado los sesgos de interpretación. ¿Tu interlocutor tiene alergia? Es lógico que se toquetee la nariz... El micropicor se caracteriza por el hecho de que pica en un lugar, pero sin que haya granos o alergias. Sería el resultado de una información que el cerebro no tiene tiempo de procesar. Esto produce un estrés, que el micropicor permite eliminar. Philippe Turchet habla de «gesto compulsivo». No se puede luchar contra los micropicores. Parece que el lugar del rascado tiene su importancia: las zonas situadas por debajo (debajo de la nariz, en el cuello, sobre todo) o en la parte posterior del cuerpo (nuca o espalda) tienen connotaciones más bien negativas.
Desconfía de los análisis precipitados que se convierten en auténticos mitos en el descifrado de la actitud no verbal: no porque tu interlocutor se rasque la nariz miente. En cambio, traduce una molestia. Sin duda, significa «que no siente la situación». Los lingüistas George Lakoff y Mark Johnson, en Metáforas de la vida cotidiana, demostraron que las expresiones que empleamos todos los días están lejos de ser anecdóticas. Son el resultado de nuestro cableado cognitivo, son constitutivas de nuestros pensamientos y de la manera en que percibimos la realidad.
Su carácter y sus tendencias principales:
El pragmático es sensible a la calidad de su obra y a la de los demás. Por eso, pasa cierto tiempo comprobando los elementos que tiene en su poder. Intenta controlar y asegurar al máximo el entorno que lo rodea. Quiere ser reconocido por su compromiso y su trabajo realizado concienzuda y escrupulosamente. A veces, llega a olvidar sus propias necesidades en nombre de ese deber que considera superior.
Lo que detesta y su visión del mundo:
El pragmático tiene dificultades para soportar todo lo que pone en duda el orden establecido. Los conceptos de conformidad y respeto son muy importantes para él. Todo lo que sitúa fuera de la norma, lo «extraordinario», seduce poco. Las dimensiones rebeldes y revolucionarias le parecen vanas e inútiles. Debido a su percepción pesimista, incluso fatalista, parece que su visión del mundo sea la de Vulcano: a veces, deja que se exprese el rayo cuando es realmente demasiado limitada.
Su herencia etológica:
El pragmático recuerda al macho o la hembra beta, que hacen reinar la disciplina en su manada y garantizan la seguridad del grupo, verificando que los miembros respeten las reglas, sin comportamiento impropio de su rango. El macho y la hembra beta no son más tontos ni más listos que los demás: «No reflexiona o lo hace poco. Se contenta con intervenir. Por otra parte, no hay nada en lo que pensar, ese no es su trabajo. Los cabecillas lo hacen por él. Él, si se vuelve ideólogo, es solamente para garantizar que no nos alejemos demasiado de un pensamiento común» (Bruno Humbeeck, «Primaires: les politiques en meute», Cerveau & Psycho, n.° 83, diciembre de 2016.)
Caso n.° 1: el procedimiento por encima de todo
Amandine me cuenta la situación vivida por una de sus amigas. «Tengo una compañera que vivió un infierno en su último trabajo, porque tenía un jefe tiránico. No confiaba en nadie y había creado una dirección de correo electrónico única de recepción. Naturalmente, era el único que tenía acceso a ella. Todas las mañanas, leía los mensajes y los transfería a las personas correspondientes, con la precaución de escribirles exactamente lo que tenían que responder. Al final de la mañana, cada uno recibía los correos que debía tratar y la repuesta que debía copiar y pegar.» Nos encontramos aquí ante un perfil mixto. La palabra tiránico podría hacer pensar en un conquistador. Pero lo que se desprende mayoritariamente de este testimonio es el concepto de control. También se podría pensar en el vigilante, que no confía en nadie, excepto en sí mismo. Pero la dimensión de picapleitos y mecanicista es tan preponderante en estas líneas que el semiotipo principal es el pragmático. El semiotipo conquistador sin duda viene inmediatamente después.
Caso n.° 2: el jefecito que quiere controlarlo todo
Recojo el testimonio de Alain. Me dice que ha trabajado en el Comisariado para la Energía Atómica. «Tenía por encima a una persona muy perfeccionista en la organización de su función y obsesionada por el detalle. Confiaba en mí, así que me entendía bien con él. Tenía un recorrido profesional muy reconocido en Francia (grandes escuelas, puestos jerárquicos altos, etc.). Pero, sorprendentemente, perdía por completo los papeles ante lo imprevisto. Recuerdo una situación en particular. Unos periodistas tenían que entrevistarlo. Aquello le puso muy nervioso. Había pedido todas las preguntas antes y se negaba a responder a las que no se había podido preparar de antemano. Aquello me marcó, porque nunca comprendí su pánico... y me acuerdo de su aspecto, estaba pálido y lívido.» Debo precisar que Alain tiene un semiotipo natural de conquistador. Por lo tanto, la incomprensión es máxima, puesto que, al contrario, lo imprevisto a él más bien le suscitará curiosidad...
Caso n.° 3: no conseguir delegar
Karima es responsable de polo. Durante la entrevista, le pregunto: «Debe de costarte delegar en tus equipos, ¿me equivoco?». Su respuesta es magnífica: «Ah, sí, sí, delego, pero controlando». Haciéndola rabiar amablemente, le hice ver que era una manera de «delegar», al estilo «perfeccionista compulsiva», por supuesto. Lo cual, por otra parte, puede ser útil en ciertos sectores de actividad, sobre todo los relacionados con la seguridad o la protección...
LADO POSITIVO: El sintónico es humano y empático.
LADO NEGATIVO: El sintónico cuenta lo que queremos oír.
Sus comportamientos estereotipados:
El sintónico utiliza mucho la seducción. La relación con el otro es fundamental. Por eso, intenta permanentemente captar su atención. Tanto de manera teatral como discreta o simplemente empática. Procura siempre evitar la confrontación y encontrar el consenso. La armonía del grupo es fundamental, según él. El sintónico, abiertamente sensible, se siente afectado por los acontecimientos que lo rodean y, sobre todo, por sus congéneres. Esto en la parte moderada. Porque, cuando se decanta hacia el lado de la fuerza oscura, puede mostrarse invasivo, insistente y muy difícil de canalizar.
Su pensamiento secreto, su vocecita interior y sus creencias:
Interiormente, lo guía un motor que es el de agradar y contar a las personas lo que quieren oír. Por lo tanto, puedes atraparlo en flagrante delito: te dirá «sí, sí» aunque piense o sepa que es «no». El sincrónico está convencido de que nadie se interesa espontáneamente por él. Por eso, desarrollará una serie de estrategias que le permiten atraer la atención y crear el vínculo. Lo cual lo obliga a ser diplomático. Confía por naturaleza en los demás.
Su posicionamiento en la relación y su motivación subyacente:
En la relación, el sincrónico se posiciona instintivamente en fusión con el otro. Nada lo motiva más que la naturaleza humana. Valora especialmente unir a las personas a su alrededor y en un mismo territorio. Le gusta ayudar y sigue a menudo una lógica de samaritano.
Su expresión favorita, su campo léxico y sus palabras:
A veces, la visión del sintónico puede resultar dicotómica y resumirse en un «Me gusta» o «No me gusta». No existe el justo medio para él, que puede mostrarse exagerado. Su campo léxico se orienta hacia la naturaleza humana y las emociones. Los verbos como «sentir» y «experimentar» forman parte integrante de su vocabulario. Todo lo que hace referencia al intercambio, a las personas y al ser humano le interesa enormemente.
Sus estrategias discursivas:
Las frases del sintónico son numerosas: es locuaz. Lo identificarás gracias al cariz enrevesado de sus frases: subordinadas, repeticiones y pronombres a porrillo. A veces, se olvida de lo que te cuenta. Hablar es fundamental para un sintónico, le permite establecer relaciones entre las personas (y los proyectos). A veces, incluso interpreta en tu lugar el contenido de tus palabras, como si te leyera el pensamiento.
Sus gestos observables:
El sintónico tiene un cuerpo muy proyectivo, siempre vuelto hacia el otro. Todo su ser está dirigido hacia quien tiene delante y parece que se beba sus palabras. Los gestos de acogida y de apertura son numerosos. El sintónico es el más táctil de todos los semiotipos, las barreras psicológicas entre él y los demás son casi inexistentes. La focalización de la mirada es muy intensa en él, lo cual le da un aspecto seductor. Las aprobaciones son numerosas..., ¡aunque no esté de acuerdo! En su cara, está presente el ánimo: mirada iluminada, sonrisa, todo lo que puede hacerte sentir cómodo. A menudo, identificarás en su cara mímicas de excitación.
Su gestión del espacio con el otro:
El sintónico aprecia el contacto físico. Generalmente en la esfera íntima de su interlocutor, le cuesta mantenerse a distancia. Sus abrazos son frecuentes. Se coloca a una distancia afectiva con el otro.
Su tipo de cuerpo:
El cuerpo del sintónico es adaptable, desbordante, incluso apoltronado. En todos los casos, muy proyectivo, es un cuerpo caluroso.
LAS 3 PARTES DE SU CUERPO QUE HAY QUE OBSERVAR: el busto proyectivo, la focalización intensa de la mirada, los movimientos verticales de la cabeza repetidos (asentimientos), incluso en caso de desacuerdo.
OBSERVACIÓN DE LOS GESTOS DE SEDUCCIÓN, más frecuentes en los sintónicos:
¿Cómo adivinar si seduces a tu interlocutor? ¡Mirando la oreja que te presenta! En 1981, Roger Sperry obtuvo el premio Nobel de Medicina: demostró que existían lógicas hemisféricas. En otras palabras, todos tenemos un cerebro derecho y un cerebro izquierdo. Cada hemisferio cerebral está especializado. Resumiendo, la parte izquierda de nuestro cerebro trata los datos analíticos; en cambio, la parte derecha trata la información espacial. Con el desarrollo de la tecnología y la observación del cerebro en tiempo real, esta teoría se ha matizado. Nuestro cerebro es plástico, moviliza diferentes áreas cerebrales –a derecha e izquierda– para realizar las tareas que se le piden. Algunas neuronas no están especializadas y se encuentran por todo el cerebro (como las neuronas espejo, por ejemplo). Sin embargo, algunas zonas del cerebro están especializadas. Esto explica las afasias de algunas partes del cuerpo en caso de accidente.
En un registro más ligero, el de la seducción, se observa una presencia más significativa de la parte izquierda del cuerpo (relacionada con la parte derecha del cerebro): el ojo izquierdo está más abierto, la oreja izquierda es más visible e incluso la cabeza se inclina más bien a la izquierda. De manera general, la parte izquierda de la cara está más vascularizada. ¡Esto no tiene nada que ver con si eres zurdo o diestro! Si has seducido a tu interlocutor, te mostrará más la parte izquierda de su cuerpo y, sobre todo, la oreja izquierda, a menudo más fácil de ver que el resto del cuerpo...
Su carácter y sus tendencias principales:
El sintónico se entusiasma muy fácilmente. Le basta muy poco. Siempre está sonriente, le gusta que lo reconozcan por su alegría de vivir y su benevolencia. ¡El problema surge cuando sus castillos en el aire no conducen a nada concreto! O te dice «sí, sí» para darte gusto, cuando es que «no».
Lo que detesta y su visión del mundo:
El sintónico soporta mal la desgracia humana. Es muy sensible a los humores y los ambientes que lo rodean. Tiene una vida interior muy rica. Por eso, no soporta la frialdad analítica y objetiva, que, para él, solo afecta a una parte de la realidad. Su experiencia emocional y sensorial también es fiable. Parece que la encarnación mitológica que le corresponde sea poética y sensible. En esto, su visión del mundo es la de Orfeo: tiene una gran capacidad de cautivar y de embriagar con su arte..., el canto orfeico es lo más agradable de oír.
Su herencia etológica:
El sintónico nos recuerda al macho o la hembra gamma, cuya función a veces es acabar con los conflictos y calmar las tensiones en la manada: «Con el tiempo, son excelentes compañeros. Los únicos problemas que plantean en su versión canina son sus ladridos excesivos y la agresividad que pueden mostrar cuando tienen miedo» (Bruno Humbeeck, «Primaires: les politiques en meute», Cerveau & Psycho, n.° 83, diciembre de 2016). Los gamma llegan hasta a hacer de payasos para relajar la atmósfera y favorecer el buen entendimiento y la cohesión del grupo.
Caso n.° 1: el menor gesto (o la ausencia de gesto) puede tener un impacto considerable
Recuerdo a una mujer, muy simpática: Christel. Nos reímos mucho. Esta es la conversación:
—La gente con la que me cruzo por la mañana al llegar al trabajo, en el ascensor o en mi planta, y que no saludan..., realmente me revuelven las tripas..., —se queja Christel.
—Sí, es duro —le respondo.
—Sí, es duro, realmente desagradable —repite.
Comprendo de inmediato que no ha captado el sentido de mi observación, y completo:
—No, quiero decir que es muy duro dar los buenos días a la gente por la mañana. A menudo, todavía tengo la cabeza turbia, sumida en mis pensamientos...
Me mira, con los ojos como platos..., y después estallamos de risa. ¡Dos visiones del mundo completamente diferentes que estábamos a años luz de imaginar la una de la otra!
Caso n.° 2: la huida hacia delante que pone en un aprieto
El mes de mayo pasado, me desplacé fuera de la ciudad para reunirme con unos estudiantes. La intervención no era remunerada. Se suponía que se cubrían los gastos. Estamos en noviembre. La intervención tuvo lugar a principios de mayo. Los gastos prometidos todavía no se han reembolsado. Maxime, que tiene que gestionar la organización y la contabilidad, me tranquiliza las primeras semanas: «Van a pagar», «Yo me ocupo», «Muy pronto recibirás el dinero». Sé que Maxime es un sintónico. Ante tan buena voluntad, dejo mi disgusto de lado. En lugar de dejar que se entusiasmara con cada llamada telefónica, habría tenido (1) que calmar su entusiasmo para no dejarme contaminar, (2) preguntarle de manera precisa por las etapas del procedimiento y, en caso necesario, los datos de la persona adecuada para gestionar este problema de contabilidad. Los sintónicos a menudo son los más simpáticos y agradables. El único problema es que siempre va todo bien, incluso cuando el barco se hunde.
Caso n.° 3: decir «sí» para complacer e inventar falsas excusas
Todos tenemos un lado sintónico, porque los requerimientos sociales son numerosos y nuestras herencias debidas a la educación también: aceptar la petición irrealizable de un cliente para no contrariarlo, comprar tres veces más de lo necesario en la tienda para llegar al umbral de 15 euros por tarjeta, comprometerse en un acto para complacer cuando tenemos otra cosa que hacer. Cuando le pregunto a Ana si tiene alguna anécdota sobre este tema, me cuenta esta historia: «Mi compañera se puso en contacto conmigo para preguntarme si podía enviarle las clases que yo había preparado para la facultad. Quería utilizar mis notas para dar su propia clase. En lugar de decirle lo que pensaba realmente: “No, es mi propiedad intelectual”, le dije: “He perdido mi ordenador, lo siento mucho”. No quería que se entristeciera... y, al mismo tiempo, estaba dividida, porque se trataba de mi trabajo... Así que me inventé una excusa falsa...».

Según tu semiotipo natural, verás al otro con una mirada de comprensión (relación complementaria de los adyuvantes) o, al contrario, con un sentimiento –generalmente desagradable– de extrañeza (relación contraria de los opuestos). Esto es normal, puesto que no habláis el mismo idioma. Por lo tanto, tu visión del mundo es diferente. Dicho esto, la pluralidad y la complejidad de las situaciones cotidianas nos obligan a pasearnos por todos los cuadrantes, incluido el opuesto al nuestro. Esto también constituye la base de la riqueza de nuestras experiencias, poder cambiar de gafas para percibir nuestro entorno de manera diferente.
En el mundo de la empresa, los grupos constituidos por semiotipos similares van más deprisa y funcionan excesivamente bien. Es normal, las personas están en la misma onda. Los semiotipos complementarios comparten valores comunes y una misma visión del mundo (relación adyuvante). Los grupos más difíciles de gestionar son los formados por semiotipos opuestos. Se perciben como polvos picapica: no comparten las mismas dinámicas. Generalmente, no hablan el mismo idioma, por lo tanto, no se comprenden, su relación es poco fluida y está llena de reparos (relación de oposición). Por ejemplo, un conquistador y un pragmático tendrán más problemas para coordinarse que un vigilante y un pragmático.
Sin embargo, todos los semiotipos son necesarios. Sobre todo, en la realización de un proyecto, que requiere todos los recursos posibles. Además, ¿cómo podría un conquistador resolver los problemas de intendencia, en los que no piensa sin el pragmático? ¿Cómo podría el vigilante tener en cuenta las dimensiones sociales y de relación, en las que no piensa sin el sintónico? ¿Cómo pensaría el pragmático en innovar y buscar nuevos territorios sin el espíritu de conquista insuflado por el conquistador? ¿Y cómo podría el sintónico racionalizar y basarse en la realidad sin el espíritu cartesiano inspirado por el vigilante? Se necesita de todo para hacer un mundo. Riámonos más bien de las percepciones –a menudo estereotipadas– que podemos tener los unos de los otros.
Por otra parte, resulta divertido señalar que, en la esfera personal, el refrán «los contrarios se atraen» se confirma. A menudo, durante mis entrevistas individuales, he oído decir a algunos participantes en mis formaciones: «¡Pienso que mi pareja es así!», hablando del semiotipo opuesto al suyo. Maticemos estas palabras: también he observado que forzosamente había un semiotipo menor en común. Lo cual parece lógico, el otro es un soplo de aire fresco, pero, sin un mínimo de percepciones, de palabras, de gestos y de comportamientos comunes, es demasiado consumidor de energía e incluso puede ser imposible de gestionar en la vida cotidiana.
Valores comunes entre semiotipos
Valores comunes entre un/a... y un/a... |
Vigilante |
Pragmático |
Sintónico |
Conquistador |
Complementariedad: la tonicidad. Gestionar los acontecimientos para hacer algo con ellos (con la ayuda de modelizaciones y cálculos para uno y de proyecciones para el otro). |
Sentimiento de extrañeza – semiotipos contrarios. |
Complementariedad: la extraversión. La apertura al mundo, el impulso, potencialidades (humanas para uno y estratégicas para el otro) que realizar. |
Vigilante |
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Complementariedad: la introversión. El gusto por la discreción, la organización y la mesura (la exactitud para uno y el respeto de las reglas para el otro). |
Sentimiento de extrañeza – semiotipos contrarios. |
Pragmático |
|
|
Complementariedad: la atonicidad. El compromiso y el respeto de los valores (humanos para uno y normativos para el otro). |
Percepciones estereotipadas entre semiotipos

