¿Por qué es tan fácil repetir los malos hábitos y tan difícil desarrollar buenos hábitos? Pocas cosas pueden tener un impacto más poderoso en tu vida que mejorar tus hábitos rutinarios. A pesar de esto, es muy probable que el año entrante, por estas fechas, te encuentres repitiendo las mismas rutinas en lugar de estar haciendo algo mejor.
A veces tenemos la impresión de que es demasiado complicado mantener un buen hábito durante más de unos días. Ello a pesar de nuestro más sincero esfuerzo y de los ocasionales estallidos de motivación. Los buenos hábitos como hacer ejercicio, meditar, llevar un diario y cocinar parecen funcionar un día o dos, pero después se vuelven una molestia.
Sin embargo, una vez que tus hábitos están arraigados, parecen quedarse contigo para siempre, especialmente los que no queremos. A pesar de nuestras buenas intenciones, los hábitos poco saludables, como comer comida basura, ver demasiada televisión, aplazar las obligaciones y fumar, dan la impresión de ser imposibles de romper.
Cambiar tus hábitos es desafiante por dos motivos: 1) tratamos de cambiar algo que no es lo que debemos cambiar y 2) tratamos de cambiar nuestros hábitos de la manera equivocada. En este capítulo, voy a dedicarme al primer punto. En los capítulos siguientes, voy a resolver la segunda cuestión.
LAS TRES CAPAS DEL CAMBIO DE CONDUCTA
FIGURA 3. El cambio de conducta está formado por tres capas o niveles: un cambio en tus resultados, uno en tus procesos y uno en tu identidad.
Nuestro primer error consiste en tratar de cambiar algo que no es lo que debemos cambiar. Para comprender lo que quiero decir, hay que tener en cuenta que existen tres niveles en los que los cambios pueden ocurrir. Imagínalos como las capas de una cebolla.1
LA PRIMERA CAPA INCLUYE CAMBIAR TUS RESULTADOS. Este nivel se relaciona con el cambio de los resultados: perder peso, publicar un libro, ganar un campeonato. La mayoría de las metas que te propones lograr están asociadas con este nivel de cambio.
LA SEGUNDA CAPA INCLUYE CAMBIAR TUS PROCESOS. Este nivel se relaciona con el cambio de hábitos y sistemas: implementar una nueva rutina en el gimnasio, organizar tu escritorio para tener un mejor flujo de trabajo, desarrollar una práctica de meditación. La mayoría de los hábitos que desarrollas están asociados con este nivel.
LA TERCERA CAPA, LA MÁS PROFUNDA, INCLUYE CAMBIAR TU IDENTIDAD. Este nivel se relaciona con cambiar tus creencias: tu visión del mundo, la imagen de ti mismo, tus juicios acerca de ti mismo y de los demás. La mayoría de las creencias, las suposiciones y los prejuicios que mantienes están asociados con este nivel.
Los resultados tienen que ver con lo que obtienes. Los procesos tienen que ver con lo que haces. La identidad tiene que ver con lo que crees. Cuando se trata de desarrollar hábitos perdurables —es decir, cuando se trata de desarrollar un sistema de un 1 % de mejora—, el problema no radica en definir si un nivel es mejor o peor que otro. El verdadero problema radica en la dirección que sigue el cambio.
HÁBITOS BASADOS EN RESULTADOS
HÁBITOS BASADOS EN LA IDENTIDAD
FIGURA 4. En los hábitos que están basados en resultados, el enfoque está en lo que queremos lograr. En los hábitos basados en la identidad, el enfoque está en quién queremos llegar a ser.
La mayoría de las personas comienzan el proceso de cambiar sus hábitos centrándose en aquello que quieren alcanzar. Esto los conduce a hábitos que están basados en las metas o resultados. La alternativa apropiada es construir hábitos basados en cambios de identidad. Con este planteamiento empezamos por centrarnos en quién queremos llegar a ser.
Imagina a dos personas que están tratando de dejar de fumar. Cuando se le ofrece un cigarro a la primera persona, dice: «No gracias, estoy tratando de dejar de fumar». Suena como una respuesta razonable pero esta persona todavía cree que es un fumador que está tratando de llegar a ser una persona distinta. Está esperando que su conducta cambie mientras sigue manteniendo las mismas creencias.
La segunda persona rechaza el cigarro diciendo: «No gracias. No soy fumador». Es una pequeña diferencia, pero esta afirmación indica un cambio en la identidad. Fumar era parte de la vida anterior de la persona, no de su vida actual. Esta segunda persona ya no se concibe a sí misma como fumadora.
La mayoría de las personas ni siquiera consideran cambiar su identidad cuando se deciden a mejorar. Únicamente piensan, «Quiero ser delgado (resultado) y si me apego a esta dieta, adelgazaré (proceso)». Establecen metas y determinan las acciones para alcanzar esas metas, pero ni siquiera consideran las creencias que dirigen sus acciones. Nunca cambian la manera como se conciben a sí mismas, y no se dan cuenta de que su vieja identidad puede sabotear sus planes de cambiar.
Detrás de cada sistema de acciones hay un sistema de creencias. El sistema democrático está fundamentado en creencias como la libertad, el poder de la mayoría y la igualdad social. El sistema dictatorial tiene una serie diferente de creencias como la autoridad absoluta y la obediencia estricta. Existen muchas maneras de convencer al electorado de votar en una democracia, pero tal cambio de conducta no tendría efecto en una dictadura. Esa no es la identidad del sistema dictatorial. El voto es una conducta que resulta imposible bajo un determinado sistema de valores.
Un patrón similar existe tanto si nos referimos a individuos, organizaciones o sociedades. Siempre existe un sistema de creencias y suposiciones que moldean el sistema, una identidad detrás de los hábitos.
La conducta que no es congruente con el yo no será duradera. Puedes querer tener dinero, pero si tu identidad es la de una persona que consume en lugar de crear, seguirás siendo proclive a gastar más que a ganar. Puedes querer mejorar tu salud, pero si tu prioridad es la comodidad más que el esfuerzo, seguirás prefiriendo relajarte y descansar más que entrenar. Es muy difícil cambiar tus hábitos si no cambias las creencias subterráneas que te condujeron a las conductas pasadas que deseas cambiar. Tienes una nueva meta y un nuevo plan, pero no te has transformado a ti mismo.
La historia de Brian Clark, un emprendedor de Boulder, Colorado, nos proporciona un buen ejemplo.2
—Desde que tengo uso de razón, siempre me he mordido las uñas —me contó Clark—. Empezó como un hábito nervioso cuando era joven para luego transformarse en un indeseable ritual de arreglo personal. Un día decidí dejar de morderme las uñas hasta que lograran crecer un poco. Finalmente lo conseguí con fuerza de voluntad.
Después Clark hizo algo sorprendente. —Le pedí a mi esposa que me programara una cita con la manicura por primera vez en mi vida —dijo—. Pensé que si iba a empezar a pagar por mantener mis uñas en buen estado, no volvería a mordérmelas. Y funcionó, pero no por razones económicas. Lo que sucedió fue que la manicura hizo que mis manos por primera vez se vieran realmente agradables. La manicura dijo incluso que, aparte del hecho de que los bordes estaban mordidos, yo tenía unas uñas realmente sanas y atractivas. De pronto comencé a sentirme orgulloso de mis uñas. A pesar de que nunca había aspirado a tener unas uñas agradables, este hecho hizo la diferencia. Nunca he vuelto a morderme las uñas desde entonces, ni siquiera he sentido deseos de hacerlo. Y todo se debe a que ahora me enorgullece cuidar adecuadamente de mis uñas.
La forma máxima de motivación intrínseca se da cuando un hábito se convierte en parte integral de tu identidad. Una cosa es decir «soy el tipo de persona que quiere esto»; otra cosa muy distinta es poder decir «soy el tipo de persona que es esto».
Cuanto más orgulloso te sientas de un aspecto particular de tu identidad, más motivado estarás para mantener y cultivar los hábitos que están asociados con dicho aspecto. Si estás orgulloso del aspecto de tu cabello, seguramente desarrollarás una serie de hábitos para cuidarlo y mantenerlo en buen estado. Si estás orgulloso del tamaño de tus bíceps, seguramente nunca te saltarás los ejercicios para fortalecer la parte superior del cuerpo de tu rutina de ejercicios. Si estás orgulloso de las bufandas que tejes, seguramente invertirás horas cada semana en tejer. Una vez que tu orgullo se involucra, de forma natural luchas con uñas y dientes para mantener tus hábitos.
El verdadero cambio de conducta es un cambio de identidad. Puedes iniciar un hábito porque tienes la motivación para adquirirlo, pero la única razón por la cual lo mantienes y lo cultivas es porque se convierte en parte de tu identidad. Cualquiera puede convencerse a sí mismo de ir al gimnasio o de comer saludablemente una o dos veces a la semana, pero si no cambias el sistema de creencias que hay detrás de tu conducta, será muy complicado comprometerse a mantener los hábitos a largo plazo. Las mejoras solamente son temporales hasta que se convierten en parte integral de lo que eres.
• La meta no es leer un libro, la meta es convertirse en lector.
• La meta no es correr un maratón, la meta es convertirse en corredor.
• La meta no es aprender a tocar un instrumento, la meta es convertirse en músico.
Tus conductas suelen ser un reflejo de tu identidad. Lo que haces es un indicador del tipo de persona que crees que eres —independientemente de que esto se dé a nivel consciente o inconsciente—.* Las investigaciones han demostrado que una vez que una persona cree en un aspecto particular de su identidad, es más proclive a actuar de acuerdo con esa creencia.3 Por ejemplo, las personas que se identificaron a sí mismas como votantes fueron más proclives a emitir su voto que aquellas personas que solo manifestaron su intención de votar. De la misma manera, la persona que incorpora el ejercicio físico a su identidad, no tiene que convencerse a sí misma de entrenar. Hacer lo correcto es sencillo. Después de todo, cuando tu conducta y tu identidad están completamente sincronizadas, ya no intentas lograr cambios de conducta. Simplemente estás actuando como la persona que tú crees que eres.
Como todos los aspectos de la formación de hábitos, este también es un arma de doble filo. Cuando trabaja a tu favor, el cambio de identidad puede ser una poderosa fuerza de superación personal. En cambio, cuando trabaja en tu contra, el cambio de identidad puede ser una maldición. Una vez que has adoptado una identidad, es fácil que tu lealtad hacia ella influya en tu capacidad para cambiar. Mucha gente avanza por la vida en medio de un adormecimiento cognitivo, siguiendo ciegamente las normas asociadas a su identidad.
• «Soy pésimo para seguir instrucciones.»
• «No sirvo para despertarme temprano.»
• «Soy malísimo para recordar los nombres de las personas.»
• «Siempre llego tarde.»
• «Soy un negado para la tecnología.»
• «Soy pésimo para las matemáticas.»
... Y miles de variantes más.
Cuando te has repetido a ti mismo una historia durante años, es sencillo que te aferres a estas rutinas mentales y las aceptes como un hecho. Con el tiempo, comienzas a resistirte a realizar ciertas acciones porque crees que no son parte de lo que tú eres. Se desarrolla una presión interna para mantener intacta la imagen de ti mismo y tú te comportas de manera consistente con tus creencias.4 Encuentras todas las maneras posibles de evitar caer en contradicciones con esa imagen que tienes de ti mismo.
Cuanto más profundamente estén vinculados a tu identidad, las acciones y los pensamientos serán más difíciles de cambiar. Puede parecer cómodo creer en lo que tu entorno cultural cree (identidad de grupo) o hacer aquello que sustenta tu autoimagen (identidad personal), a pesar de que no sea correcto y te perjudique. El conflicto con la identidad es la mayor barrera a la que puede enfrentarse el cambio positivo a cualquier nivel (individual, grupal o social). Los hábitos positivos pueden tener sentido a nivel racional, pero si entran en conflicto con tu identidad, vas a fracasar cuando intentes ponerlos en práctica.
Un día cualquiera quizá te encuentres buscando excusas para no cumplir con tus hábitos positivos simplemente porque estás demasiado cansado, o demasiado ocupado o demasiado abrumado o por un sinfín de pretextos distintos. Al fin y al cabo, sin embargo, la verdadera razón por la cual dejas de cumplir con tus hábitos es porque la imagen que tienes de ti mismo se interpone en el camino. Esta es la razón por la cual no puedes aferrarte a una versión única de identidad. El progreso requiere desaprender lo aprendido. Para lograr ser la mejor versión de ti mismo, es necesario que edites constantemente tus creencias y que actualices y expandas tu identidad.
Lo anterior nos conduce a una pregunta importante: si tus creencias y tu visión del mundo desempeñan un papel tan importante en tu conducta, ¿de dónde surgen inicialmente? ¿Cómo es que se construye la identidad? Y, finalmente, ¿cómo es posible enfatizar los aspectos de tu identidad que te son útiles mientras que gradualmente eliminas los aspectos que impiden tu desarrollo?
EL PROCESO DE DOS PASOS PARA CAMBIAR TU IDENTIDAD
Tu identidad surge a partir de tus hábitos. No naces con un sistema de creencias preestablecido. Cada creencia, incluido lo que crees acerca de ti mismo, es aprendida y condicionada a partir de la experiencia.*
Para ser más preciso, tus hábitos son lamanera como encarnas tu identidad. Cuando te haces la cama cada mañana, encarnas la identidad de una persona ordenada. Cuando escribes todos los días, encarnas la identidad de una persona creativa. Cuando entrenas todos los días, encarnas la identidad de una persona atlética.
Cuanto más repites una conducta, más refuerzas la identidad asociada con dicha conducta. De hecho, la palabra identidad originalmente se deriva de los términos en latín essentitas, que significa ‘ser’ o ‘existir’, e identidem, que significa ‘repetidamente’. Tu identidad es, literalmente, la repetición del existir.5
Cualquiera que sea tu identidad en este momento, tú crees en ella porque tienes evidencia de que existe. Si vas a la iglesia cada domingo durante veinte años, tienes evidencia de que eres religioso. Si estudias biología durante una hora cada noche, tienes evidencia de que eres estudioso. Si vas al gimnasio a pesar del mal tiempo, tienes evidencia de tu compromiso con el entrenamiento físico. Cuanta más evidencia tienes para conformar una creencia, más firmemente creerás en ella.
Durante la mayor parte de mi infancia y de mi juventud, no me consideré a mí mismo un escritor. Si pudieras preguntarles a mis profesores del colegio o de la universidad, seguramente ellos me describirían como un escritor promedio en el mejor de los casos, definitivamente ninguno opinaría que yo era un escritor destacado. Cuando comencé mi carrera de escritor, publiqué un artículo nuevo cada lunes y cada jueves durante los primeros años. A medida que la evidencia creció, lo mismo sucedió con mi identidad de escritor. No comencé siendo escritor, me convertí en escritor gracias a mis hábitos.
Tus hábitos, por supuesto, no son las únicas acciones que influyen en tu identidad, pero por virtud de su frecuencia, suelen terminar siendo las más importantes. Cada experiencia de vida moldea tu autoimagen, pero sería improbable que te consideraras un jugador de fútbol porque diste una patada a una pelota en alguna ocasión o un pintor porque garabateaste una pintura. En cambio, si repitieras estas acciones con frecuencia, la evidencia se acumularía y tu autoimagen comenzaría a cambiar. Los efectos de las experiencias únicas tienden a desvanecerse mientras que el efecto de los hábitos se refuerza conforme pasa el tiempo, lo que significa que tus hábitos contribuyen en mayor parte en la evidencia que moldea tu identidad. De esta forma, el proceso de construcción de hábitos equivale en realidad al proceso de convertirte en la persona que eres.
Esto se logra gracias a una evolución gradual. No cambiamos por arte de magia cuando chasqueamos los dedos y decidimos convertirnos en alguien completamente nuevo. Cambiamos poco a poco, día a día, hábito a hábito. Constantemente pasamos por microevoluciones de nuestro ser.6
Cada hábito funciona como una sugerencia: «Ey, tal vez esto es parte de lo que yo soy». Si terminas un libro, quizá seas el tipo de persona a quien le gusta leer. Si vas al gimnasio, quizá seas el tipo de persona a quien le gusta hacer ejercicio. Si practicas con la guitarra, quizá eres el tipo de persona a quien le gusta la música.
Cada acción que realizas es un punto a favor para el tipo de persona en la que deseas convertirte. Una acción aislada no va a cambiar tu sistema de creencias, pero conforme los puntos a favor se acumulen, también se irán sumando las evidencias que soportan tu nueva identidad. Esta es una de las razones por las cuales el cambio significativo no requiere cambios radicales. Los pequeños hábitos pueden provocar una diferencia significativa al proveer evidencia de una nueva identidad. Y si un cambio es significativo, también es un gran cambio. Esa es justamente la paradoja de hacer pequeñas mejoras continuamente.
Al poner todo esto en un mismo plano, podrás darte cuenta de que los hábitos son el camino que conduce al cambio de identidad. La manera más práctica de cambiar quién eres es cambiar lo que haces.
• Cada vez que escribes una página, eres un escritor.
• Cada vez que tocas el violín, eres un músico.
• Cada vez que empiezas a entrenar, eres un atleta.
• Cada vez que motivas a tus empleados, eres un líder.
Cada hábito no solo te ayuda a obtener resultados, también te enseña algo mucho más importante. Te enseña a confiar en ti mismo. Comienzas a creer que realmente puedes alcanzar eso que te propusiste lograr. Cuando los puntos a favor o votos se acumulan y la evidencia comienza a cambiar, la historia que te cuentas a ti mismo empieza a cambiar también.
Por supuesto, esto también funciona en sentido opuesto. Cada vez que eliges realizar un hábito negativo, este hábito también cuenta como un punto o voto para construir tu identidad. La buena noticia es que no necesitas ser perfecto. En las elecciones de Estados Unidos hay votos tanto para demócratas como para republicanos. No se requiere un voto unánime para ganar una elección; solo necesitas obtener la mayoría de votos. No importa si algunos votos se van por el lado de los hábitos negativos e improductivos. La meta es conquistar la mayoría de votos para el lado de los hábitos positivos.
Las identidades renovadas requieren nueva evidencia. Si sigues promoviendo los mismos votos de siempre, vas a obtener los mismos resultados de siempre. Si nada cambia en el origen, nada cambiará al final. Se trata de un simple proceso de dos pasos:
1. Decide qué tipo de persona quieres ser.
2. Demuéstratelo a ti mismo mediante pequeñas victorias continuas.
Primero decide quién quieres ser. Esto se aplica a cualquier nivel —para un individuo, para un equipo, para una comunidad, para un país—. ¿Qué deseas representar? ¿Qué tipo de principios y valores quieres defender? ¿En quién quieres convertirte?
Estas últimas son grandes preguntas y muchas personas no saben ni siquiera cómo comenzar a lidiar con estos temas. Sin embargo, todos saben los resultados que desean obtener: abdominales marcados, o reducir sus niveles de ansiedad o incrementar su salario al doble. Eso está bien, es válido. Puedes comenzar desde el tipo de resultados que quieres alcanzar y luego ir hacia atrás y construir al tipo de persona capaz de obtener esos resultados. Pregúntate a ti mismo: «¿Quién es la persona que puede obtener los resultados que quiero alcanzar? ¿Qué tipo de persona puede perder 20 kilos de peso? ¿Qué tipo de persona puede aprender un nuevo idioma? ¿Qué tipo de persona puede iniciar una nueva empresa exitosa?».
Por ejemplo, «¿Qué tipo de persona puede escribir un libro?». Probablemente alguien que es constante y confiable. Una vez que defines esto, tu enfoque puede cambiar. En lugar de concentrarte en escribir un libro (enfoque basado en resultados), te centras en convertirte en una persona constante y confiable (enfoque basado en la identidad).
Este proceso te conduce a un sistema de creencias como el que sigue:
• Soy la clase de maestro que defiende a sus alumnos.
• Soy la clase de doctor que dedica a sus pacientes el tiempo y la empatía que requieren.
• Soy la clase de líder que aboga por sus empleados.
Una vez que defines la clase de persona que quieres ser, puedes empezar a dar pequeños pasos para reforzar tu identidad deseada. Tengo una amiga que perdió 50 kilos después de preguntarse a sí misma constantemente: «¿Qué es lo que una persona sana haría?». Durante todo el día ella usaba esta pregunta como su guía. ¿Una persona sana caminaría o tomaría un taxi? ¿Una persona sana pediría un burrito o una ensalada? Mi amiga se dio cuenta de que si actuaba como una persona sana durante el tiempo suficiente, finalmente se convertiría en ese tipo de persona. Tenía razón.
El concepto de los hábitos basados en la identidad es nuestra primera introducción a otro tema clave de este libro: los circuitos de retroalimentación. Tus hábitos moldean tu identidad y tu identidad moldea tus hábitos. Es una calle de doble sentido. La formación de todos los hábitos es un circuito de retroalimentación (un concepto que estudiaremos en profundidad en el próximo capítulo), pero es importante que dejes que tus valores, tus principios e identidad conduzcan el circuito en lugar de permitir que sean los resultados los que lo guíen. El enfoque debe estar siempre en convertirse en el tipo de persona que puede alcanzar una meta, no en la meta en sí.
LA VERDADERA RAZÓN POR LA QUE LOS HÁBITOS IMPORTAN
El cambio de identidad es la estrella polar que guía el cambio de hábitos. El resto del libro te proporcionará instrucciones paso a paso sobre cómo construir mejores hábitos para ti, para tu familia, para tu equipo, para tu empresa y cualquier otro ámbito que sea importante para ti. Pero la verdadera cuestión es: «¿Te estás convirtiendo en la persona que quieres ser?». El primer y más importante paso de este proceso no es qué o cómo sino quién. Necesitas saber quién quieres ser. Y por esto estamos comenzando en este punto.
Tú tienes el poder de cambiar tus creencias acerca de ti mismo. Tu identidad no está grabada en piedra. En todo momento tienes el poder de elegir. Puedes elegir la identidad que quieras reforzar hoy mismo con los hábitos que escojas hoy. Y esto nos conduce hasta el propósito más profundo de este libro y la verdadera razón por la cual los hábitos importan.
Construir mejores hábitos no consiste en desperdiciar tu día en descubrir técnicas ingeniosas para hacer tu vida más fácil. No se trata de usar hilo dental cada noche ni de tomar duchas frías cada mañana o de usar la misma ropa todos los días. No se trata de alcanzar determinados indicadores superficiales de éxito como ganar cierta cantidad de dinero, perder peso o reducir el nivel de estrés. Por supuesto, los hábitos positivos pueden ayudarte a alcanzar este tipo de objetivos y más, pero en el fondo los hábitos no consisten en obtener algo. Los hábitos consisten en convertirte en alguien.
En última instancia, tus hábitos importan porque te ayudan a convertirte en el tipo de persona que deseas ser. Son el canal a través del cual desarrollas y cultivas las creencias más profundas acerca de ti mismo. De manera estrictamente literal, te conviertes en tus hábitos.
RESUMEN DEL CAPÍTULO
• Hay tres niveles o capas de cambios: el cambio de resultados, el cambio de proceso y el cambio de identidad.
• La manera más efectiva de cambiar tus hábitos consiste en centrarse no en lo quieres lograr sino en la persona en quien te quieres convertir.
• Tu identidad surge de tus hábitos. Cada acción es un paso a favor o voto por la persona en quien te quieres convertir.
• Para que logres convertirte en la mejor versión de ti mismo, es necesario que constantemente revises y corrijas tus creencias y que actualices y expandas tu identidad.
• La verdadera razón por la cual los hábitos importan no es porque te ayuden a alcanzar mejores resultados (aunque, por supuesto, pueden hacerlo), sino porque son capaces de hacerte cambiar tus creencias acerca de ti mismo y ayudarte a construir una nueva identidad.