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Biología del cannabis
El cannabis o marihuana es una planta anual, erecta y generalmente dioica, es decir, las flores macho y las flores hembra suelen brotar en individuos diferentes. Es una especie muy extendida por el planeta que crece en todos los continentes, salvo en la Antártida. El ser humano ha cultivado cannabis desde hace miles de años para obtener comida, fibra, aceite o marihuana. Originaria de Asia, fue probablemente una de las primeras plantas cultivadas por el hombre del Neolítico. Sus propiedades medicinales ya eran conocidas en China hace 6.000 años.
CICLO VITAL
El ciclo natural del cannabis comienza en la primavera cuando germinan las semillas. La planta crece y se desarrolla mientras los días se van alargando. A partir de mediados de verano, cuando los días empiezan a ser más cortos y las noches se alargan, las plantas comienzan a florecer. El desarrollo floral se mantiene durante dos o tres meses y las plantas se cosechan a principios de otoño, entre septiembre y octubre, para la mayoría de las variedades índicas, y en noviembre, muchas sativas. El cannabis puede crecer mucho y es fácil que alcance tres o cuatro metros de altura si tiene las condiciones adecuadas: numerosas horas de sol, tierra fértil y riego abundante.
El cannabis germina y crece en primavera, florece a lo largo del verano y se cosecha a principios de otoño.
Germinación
La vida vegetal nace con la germinación de la semilla. Las semillas contienen una plantita viva, pero en estado latente. Cuando se combinan temperaturas cálidas y alta humedad, la semilla absorbe humedad y se hincha. El agua que entra en la semilla hace que ésta se active. Se abre la cáscara de la semilla y asoma una pequeña raíz, la radícula, que se clava en la tierra profundizando cada vez más. Al penetrar en la tierra, la radícula empuja los cotiledones junto con la cáscara de la semilla fuera de la tierra. Los cotiledones son dos falsas hojas redondeadas que sirven de reserva de alimento. En los primeros momentos de vida, la semilla se alimenta de la energía acumulada en los cotiledones. Después de los cotiledones crece el primer par de hojas verdaderas. Son hojas de un solo foliolo. Los foliolos son cada una de las hojuelas que forman una hoja compuesta. Después vendrá el segundo par de hojas que tendrán tres foliolos, luego el tercero con cinco, y así sucesivamente. Según la variedad cultivada, las hojas pueden llegar a tener entre siete y trece foliolos.

Figura 1. Germinación del cannabis.
Crecimiento
La marihuana pasa por dos fases claras en su desarrollo: el crecimiento y la floración. La etapa de crecimiento o vegetativa abarca desde que la planta nace hasta que comienza a florecer. Durante este período el cannabis se dedica exclusivamente a crecer. Ayudadas por los largos días del final de la primavera y el comienzo del verano, las plantas pueden llegar a crecer varios centímetros cada día, intentando alcanzar el mayor tamaño posible. Desde el punto de vista de una planta de cannabis, más grande significa mayor probabilidad de reproducirse. Si la planta es más grande, tiene más ramas para que crezcan flores y, por lo tanto, más flores pueden ser polinizadas por un macho. Cuantas más flores sean fecundadas, mayor número de semillas producirá la planta y más fácil será que alguna llegue a sobrevivir.
La mejor marihuana es la llamada «sinsemilla», cuyas flores no han sido polinizadas por ningún macho.
Floración y fotoperíodo
Durante la floración la planta crece bastante, llegando a doblar su altura, y se dedica a llenar sus ramas de miles de flores que irán agrupándose hasta formar los cogollos. Dependiendo de la variedad de cannabis, la floración puede durar entre seis semanas y seis meses aunque la mayoría de las variedades de los bancos de semillas florecen en dos o tres meses.
Si las flores de la planta son polinizadas por un macho, dentro de cada una de ellas se formará una semilla. Si no son polinizadas, la marihuana se cosechará sinsemilla, con lo que su calidad será mucho mejor. Por esta razón los cultivadores eliminan a los machos, para evitar que puedan polinizar las flores y llenar los cogollos de cañamones.
FLORACIÓN FOTODETERMINADA
En estado silvestre, el cannabis germina y crece durante la primavera y el principio del verano, cuando los días son cada vez más largos. A partir del solsticio de verano (21 de junio) la duración de los días comienza a acortarse. Cuando la duración de las noches alcanza un valor determinado, que depende de cada variedad de cannabis, la planta comienza a florecer. No lo hará mientras no tenga las horas necesarias de oscuridad ininterrumpida.
El fotoperíodo es el número de horas de luz y oscuridad que hay cada día. Por ejemplo, un fotoperíodo 18/6 significa que la planta recibe dieciocho horas de luz y seis de oscuridad.
Según su respuesta frente al fotoperíodo (la duración del día y de la noche), las plantas se dividen en tres tipos: plantas que florecen con días cortos, plantas que florecen con días largos y plantas cuya floración no está determinada por el fotoperíodo. Las plantas de días cortos florecen en primavera o en otoño y necesitan que la duración del día no sobrepase un cierto límite para poder florecer. En cambio, las plantas de días largos suelen florecer en verano, y necesitan que la duración del día exceda un nivel determinado para empezar a florecer. El cannabis es una planta que florece con días cortos, salvo las variedades autoflorecientes, que lo hacen independientemente del fotoperíodo.
El número de horas de oscuridad necesario para que la floración se produzca viene dado por el fotoperíodo existente en el lugar de origen de la planta. La duración de los días y las noches es diferente en los distintos lugares del planeta. Cuanto más nos acercamos al ecuador, menos variación encontramos en el fotoperíodo a lo largo del año. En la misma línea del ecuador, las noches y los días duran doce horas todos los días del año (el fotoperíodo es 12/12 todo el año). Evidentemente, cuanto más nos alejemos del ecuador, mayores serán las diferencias en el fotoperíodo. Por ejemplo, cerca del polo hay fotoperíodos tan extremos como 23/1 o 1/23.
El cannabis está adaptado al fotoperíodo de su lugar de origen. Así, una sativa colombiana que crece cerca del ecuador, donde hay muy poca variación en la duración de los días y las noches, necesitará noches de doce horas para florecer. En cambio, una planta aclimatada a la Península Ibérica florecerá con noches de diez horas. Por la misma razón, una planta ecuatorial cultivada en la Península es probable que retrase el comienzo de la floración hasta agosto o septiembre, cuando las noches son más largas y alcanzan las once o doce horas que necesita una planta de cannabis ecuatorial. Ésta es la razón de que algunas variedades ecuatoriales, cuando se plantan en España, no completen la floración correctamente. Como no comienzan a florecer hasta muy tarde, el invierno se les echa encima antes de que maduren.
Si el cannabis no recibe las suficientes horas de noche, interpreta que aún no es tiempo de florecer y no fabrica las hormonas que desencadenan el proceso. Normalmente, cuando se cultiva en interior, la floración se hace con un fotoperíodo 12/12, sea cual sea la variedad. En exterior, no es posible regular el fotoperíodo, pero sí hay que tomar algunas precauciones. Es conveniente que las plantas no tengan ninguna luz cerca durante la noche, incluso unos minutos de luz pueden retrasar o incluso detener la floración. Por esta razón, no se debe plantar cannabis cerca de farolas u otras fuentes de luz. Para que la floración comience de la forma correcta, la noche debería ser completamente oscura e ininterrumpida. Cultivando en interior, el cultivador controla en qué momento florecen las plantas sólo cambiando el fotoperíodo de 18/6 a 12/12. Al aire libre hay que esperar a que la naturaleza haga su trabajo.
El cannabis necesita noches de oscuridad completa e ininterrumpida para empezar a florecer.
SEXADO
El cannabis es una planta dioica, las flores macho y las flores hembra crecen en individuos distintos. Por tanto, hay plantas de cannabis hembra y otras macho. Además, hay plantas hermafroditas, es decir monoicas, que tienen flores macho y flores hembra en la misma planta. Sólo las plantas hembra tienen interés para el cultivador. Las que son macho son poco psicoactivas y polinizan a las hembras, llenándolas de semillas y reduciendo mucho la potencia del producto final. Los ejemplares hermafroditas son aún peores porque pueden permanecer ocultos con apariencia de hembras hasta el peor momento, y no sólo polinizarán a las hembras, sino que pasarán su genética hermafrodita a las semillas. Para evitar problemas y lograr una cosecha de sinsemilla, es necesario sexar a tiempo las plantas y eliminar machos y hermafroditas.
La mejor marihuana es la sinsemilla, formada por flores hembra sin polinizar. Cuando una hembra de cannabis comienza a florecer, intenta mantener sus flores fértiles a la espera de que sean fecundadas por el polen. Si este polen no llega, la hembra sigue fabricando nuevas flores y engordando los cogollos con resina mientras intenta mantenerse fértil. Esta vana esperanza de la planta es el mejor aliado del cultivador. Las plantas hembra sin polinizar son las mayores productoras de cannabinoides psicoactivos.
Los machos y las hembras crecen de formas diferentes. Aunque los detalles que señalo a continuación no son una forma segura de conocer el sexo de una planta, pueden servir para afinar un diagnóstico. Si se cultiva siempre la misma variedad, la probabilidad de acertar se incrementa. En general, los machos suelen ser más altos y espigados que las hembras. El macho necesita altura para poder esparcir bien su polen al viento, mientras que la hembra crece menos, pero fabrica una estructura más ramificada y frondosa, ideal para aguantar muchos cogollos. Repito que fijarse en la forma de crecimiento no es un sistema seguro de sexar, sino sólo una indicación. El número de puntas de las hojas, el color o tamaño de las semillas, la forma del tallo o el olor que desprende la planta no son indicadores del sexo. Las únicas formas fiables de sexar el cannabis es fijarse en sus flores o en sus preflores.
¿Cuándo se puede sexar?
Las plantas que crecen en exterior comienzan a florecer cuando detectan que los días se van acortando. Esto sucede a partir del solsticio de verano, el 21 de junio. En la mayoría de las variedades, la floración comienza visiblemente a partir de finales de julio o principios de agosto, aunque algunas índicas son más tempranas y la mayoría de las sativas más tardías. A partir de este momento la floración se desencadena con rapidez y resulta muy fácil sexar las plantas en un par de semanas.
Las flores hembra no tienen pétalos y están formadas por un cáliz de color verde y forma de pequeña botella del que salen dos pequeños pelitos de color claro, los estigmas. Las flores hembra brotan en gran cantidad formando cogollos. Las flores macho cuelgan en racimos y están formadas por bolitas que se abren en cinco sépalos (parecidos a pétalos). Los machos suelen florecer algo antes que las hembras.
El principal inconveniente de esperar a la floración para sexar es que para entonces las plantas serán grandes y ocuparán mucho, con lo que los machos quitarán espacio a las hembras. Para evitar este problema, existe otra técnica de sexado que se puede aplicar en la mayoría de las variedades antes de que las plantas comiencen a florecer.
Las flores hembra se distinguen por los dos estigmas o pelitos blancos que brotan del cáliz. Las flores macho forman racimos y nunca tienen estigmas.
Sexado por preflores
La manera de distinguir el sexo lo antes posible consiste en fijarse en las preflores, que son las primeras flores que echa la planta. Aparecen mucho antes de que la floración comience. Normalmente surgen unos dos meses después de germinar la planta. Cultivando en el exterior, a primeros de mayo deberíamos ver las primeras preflores y para finales de agosto el sexo de todas las plantas debe estar claro.
Cuando las plantas de cáñamo tienen entre uno y dos meses de edad, llegan a su edad adulta. A partir de este momento están completamente desarrolladas y florecerán en cuanto el fotoperíodo (la duración de los días) se lo indique. En la mayoría de las variedades, cuando las plantas llegan a la edad adulta, suelen brotar unas pocas flores, llamadas preflores, en los nudos del tallo central y de las ramas principales. El sexo de las preflores es el sexo de la planta. Con la ayuda de una lupa de ocho aumentos, resulta bastante sencillo averiguar el sexo de una planta atendiendo a sus preflores cuando aún faltan semanas o incluso meses para la verdadera floración.
El sexado por preflores permite sexar las plantas cuando tienen entre uno y dos meses de edad.
Las preflores aparecen en los puntos donde se unen al tallo central las hojas primarias, las ramas laterales y las estípulas. Como las preflores son muy pequeñas, es aconsejable utilizar la lupa para verlas mejor. Observa el punto donde el pecíolo de una hoja (el tallo de la hoja) se une al tronco central. Por encima del pecíolo verás una rama primaria. Al lado, busca la estípula. Es una pequeña hoja alargada, sin pecíolo, que nace del tallo, tiene forma de hoja de espada y una longitud de entre 0,5 y 1,5 centímetros. Entre la estípula, el nacimiento de la rama lateral y el pecíolo de la hoja primaria, nacen las preflores.

Figura 2. Preflores hembra.
Las preflores hembra tienen la forma de una flor hembra normal, pero siempre aparecen solas, sin formar cogollos. La flor hembra carece de pétalos y tiene dos partes claramente visibles: el cáliz y los estigmas. El cáliz es una protuberancia verde en forma de botella de entre 2 y 6 milímetros de longitud. En su interior guarda el ovario donde se desarrollará la semilla si la flor es polinizada por un macho. Los estigmas son dos pelillos de color blanco, amarillo o rosa que salen del cáliz y tienen por misión recoger el polen del aire para llevarlo al ovario. En ocasiones las preflores hembra aparecen sin estigmas. Si se ve una flor hembra con dos estigmas en forma de uve en varios de los nudos del tallo central, entonces se puede marcar la planta como hembra. Si las flores no tienen estigmas, hay que marcar la planta como indeterminada y vigilarla hasta que se esté seguro de cuál es su sexo.
Las preflores macho no siempre tienen aspecto de flores macho, a veces no se abren y son más difíciles de identificar porque pueden adoptar distintas formas. La forma más habitual es parecida a un as de picas de la baraja francesa. La preflor tiene un pequeño tallo o pedúnculo que soporta una bolita con una protuberancia en forma de dedo o garra. Más adelante, se diferenciarán cinco segmentos radiales en la flor que marcan los sépalos (similares a los pétalos). Las flores macho se pueden presentar también sin pedúnculo y con formas que recuerdan a una gota de agua o a un brote de la planta. Debido a estas dificultades, lo más sencillo es ir marcando las hembras en cuanto se pueda y vigilar de cerca las plantas aún indeterminadas. En una o dos cosechas se adquiere la habilidad necesaria para no equivocarse. Aunque se marque como hembra una planta, no hay que dejar de vigilarla. Algunas plantas son hermafroditas, esto es, hembras y machos a la vez. Hay hermafroditas que comienzan como hembras y después dan flores macho. Si no se detecta una hermafrodita y sus flores macho se llegan a abrir, podría polinizar todas las plantas.

Figura 3. Preflores macho.
CRONOLOGÍA DE LA FLORACIÓN
Al iniciar la floración los machos se alargan para que su polen quede por encima de las hembras y las polinice más fácilmente. Las hembras fabrican tallos más gruesos, fuertes y cortos. Las hojas nacen cada vez con menos foliolos (cada una de las hojuelas que forman la hoja) hasta que nacen sólo con uno. Normalmente, el patrón de crecimiento de las hojas pasa de opuesto a alterno; es decir, las hojas dejan de nacer de dos en dos y enfrentadas y comienzan a nacer de una en una, a uno y otro lado del tallo, alternativamente.
Fase de floración prematura
El desarrollo floral comienza lentamente. Después de la aparición de la preflores, surgen unas pocas flores en las puntas de las ramas. La planta pega un estirón y se alarga bastante, fabrica un «esqueleto» de ramas donde colocar sus cogollos. Para ayudar en este crecimiento, conviene utilizar en esta fase un abono de floración rico en nitrógeno, además de en fósforo y potasio. La distancia internudos es, en este primer momento, muy grande. Al principio, sólo aparecen unos pocos grupos de flores en las puntas de las ramas. Las flores tienen los estigmas frescos, normalmente de color blanco, aunque pueden ser rosados o púrpuras. Los cálices de las flores femeninas tienen una pelusilla (tricomas no glandulares) que los recubre, pero aún presentan muy pocas glándulas de resina (tricomas glandulares). Los tricomas son unas glándulas que aparecen principalmente en las flores, aunque también están presentes en otras partes de la planta; segregan la resina que contiene los cannabinoides. Tienen forma de seta con un tallito coronado por una bolita de resina. En este primer momento la producción de tetrahidrocannabinol (THC) es muy escasa y las bolitas son muy pequeñas; conforme avance la floración irán aumentando de tamaño.

Figura 4. Fase temprana de la floración.
Fase de floración temprana
En un segundo momento, comienzan a aparecen cogollos al acortarse la distancia internudos y crecer la producción de flores. La planta ya huele un poco y fabrica muchas flores. La producción de THC, sin embargo, aún no es grande. A lo largo de toda la floración hay que manejar las plantas con delicadeza. Si manoseamos los cogollos, los tricomas se rompen y la resina se oxida, con lo que el THC se destruye. La lluvia intensa también puede perjudicar la cosecha. No sólo romperá y arrastrará algunos tricomas, sino que también puede provocar que aparezca moho en el cogollo. Por esta misma razón, no se deben pulverizar las plantas una vez que la floración ha comenzado. A partir de este momento no conviene utilizar ningún tipo de insecticida tóxico para evitar que queden restos adheridos a los cogollos. En esta fase, la nutrición correcta de las plantas resulta vital para el éxito del cultivo. El cannabis absorbe gran cantidad de fósforo y potasio que usa para crear nuevas flores, pero sus necesidades de nitrógeno se reducen, ya que ha parado de crecer.
Fase cumbre de la floración
Algo después, la planta deja de crecer en altura y produce una gran cantidad de flores que van engordando los cogollos. Las hojas externas al cogollo se vuelven amarillas y se marchitan. La mayoría de las flores son fértiles y tan sólo aparecen unos pocos estigmas marrones y marchitos. La producción de resina es muy grande y comienza a cubrir los cálices. En condiciones naturales, la planta sería polinizada y comenzaría a fabricar semillas. Cultivando sinsemilla, se eliminan los machos para impedir que las flores sean fecundadas. Esta técnica fuerza al cannabis a fabricar más resina para mantener las flores fértiles a salvo de las radiaciones solares, mientras espera un macho que nunca llegará. Los cogollos huelen intensamente, cargados de resina. Algunos cultivadores recolectan determinadas variedades en este momento, cuando aún hay muchos estigmas fértiles. La marihuana obtenida es más cerebral y menos sedante debido a los bajos niveles de cannabidiol (CBD) y cannabinol (CBN) presentes en la resina. La cantidad total de THC es, eso sí, algo menor. En esta tercera fase las necesidades de fósforo y potasio son altísimas para lograr grandes cogollos, el nitrógeno, en cambio, puede eliminarse para que la planta vaya limpiándose y mejore su sabor. Es importante no abonar las plantas durante la última semana antes de la cosecha.
La mayoría de las variedades se cosechan al final de la fase cumbre de la floración o al principio de la fase tardía.
Fase de floración tardía
Llega un momento en que el cannabis deja de fabricar nuevas flores y los estigmas de las existentes van marchitándose. Las plantas pierden vitalidad. Muchas hojas grandes se han caído. Hojas, tallos y flores adquieren tonos otoñales; marrones, naranjas, amarillos y púrpuras aparecen en los cálices, tallos y pecíolos. Los estigmas se marchitan, suelen adquirir un color marrón seco y algunos se caen. La resina, traslúcida y cristalina al principio, conforme madura va adoptando un color ámbar algo más opaco. La mayoría de las variedades se cosechan al final de la fase cumbre o al principio de la fase tardía. La regla de oro dice que se cosecha cuando las glándulas de resina comienzan a cambiar de color, pasando del transparente al ámbar. Otra buena forma es mirar que entre el 50 y el 75 por ciento de los estigmas estén marrones o naranjas. Si la resina presenta un color blanco opaco o marrón, el momento idóneo para cosechar la planta ya ha pasado y la resina se está degradando.
REPRODUCCIÓN SEXUAL Y ASEXUAL
El cannabis se reproduce de dos formas: sexual y asexualmente. La reproducción sexual es la más conocida; el macho fecunda con su polen las flores de la hembra, que a continuación fabrica las semillas. La reproducción asexual consiste en que una parte de la planta emite raíces y se convierte en un individuo independiente.
Reproducción sexual: semillas
La reproducción sexual es la forma más habitual de propagación del cannabis.
En ella intervienen normalmente dos plantas: un macho y una hembra. La única excepción a esta regla son las plantas hermafroditas, capaces de fecundarse a sí mismas porque cuentan con flores macho y flores hembra en el mismo individuo.
El macho fabrica polen en las flores que es arrastrado por el viento cuando éstas, al madurar, lo dejan caer. Al aterrizar el grano de polen sobre los estigmas de una flor hembra, fecunda el óvulo que hay en el cáliz de la flor. Dentro del cáliz, la semilla crece y se desarrolla. Una vez que ha madurado, el cáliz se seca y la semilla cae al suelo, donde germinará en primavera.
En la reproducción sexual cada planta pone la mitad de los genes de la futura semilla. El grano de polen lleva la mitad de los cromosomas y el óvulo de la flor hembra lleva la otra mitad.
Reproducción asexual: esquejes
La reproducción asexual del cannabis permite que la planta genere nuevos individuos sin necesidad de cruzarse con otra planta. Todas las células de las plantas tienen la capacidad de desarrollar cualquier función. Gracias a esto, de las células de un tallo pueden brotar nuevas raíces e independizarse de la planta madre.
El cultivo de cannabis ha sufrido una revolución con los esquejes, especialmente en interior. Hoy en día, los cultivadores expertos trabajan siempre a partir de esquejes. El gasto en semillas es mínimo, desaparecen los problemas de sexado y todas las plantas son iguales.
Los esquejes se deben cortar mientras la planta está en crecimiento, antes de que comience a florecer. Aunque es posible enraizar esquejes de plantas en floración, resulta más difícil y el porcentaje de éxito es menor. Durante la floración sólo se sacan esquejes si hay gran interés en mantener viva esa planta por presentar cualidades excepcionales. En ese caso, se deben enraizar los esquejes bajo un fotoperíodo de dieciocho horas o incluso veinticuatro horas de luz. Con días tan largos, los esquejes pararán de florecer y, tras unas semanas de inactividad, revegetarán y volverán a la fase vegetativa de crecimiento.
Cultivar cannabis a partir de esquejes presenta importantes ventajas. La más obvia es que se acaban los problemas de sexado. Todos los esquejes de una planta tienen el mismo sexo que la madre. Es decir, todos los esquejes de una hembra serán, a su vez, hembras. Si sólo se cultivan esquejes de hembras, es seguro que no habrá ningún macho en la plantación. Cuando se siembran semillas, hay que contar con un 50 por ciento de machos. Para cosechar diez hembras, se tienen que plantar unos 20 cañamones. Durante meses, hasta que muestren su sexo, hay que cuidar de veinte plantas. Sin embargo, diez serán machos y, una vez sexadas, habrá que eliminarlas. Cultivando esquejes, todas las energías del cultivador se emplean en las hembras. Los machos no existen en la plantación.
Los esquejes son clones, copias perfectas de la planta madre de la que fueron cortados.
Otra razón de peso para hacer esquejes es que permite mantener viva indefinidamente una planta concreta. Si se siembran diez semillas de una variedad, no todas las plantas serán iguales. Alguna cogollará más y producirá resina más potente. Como es lógico, el cultivador elige la mejor planta como madre. En la siguiente cosecha, con esquejes, todas las plantas serán copias idénticas de «la mejor». Los esquejes permiten cultivar plantas que ya se conocen y cuyas características son interesantes. El tipo de efecto y la potencia de todos los esquejes serán iguales a la madre.
Todos los esquejes de una planta son idénticos en sus patrones de crecimiento, tiempo de floración, necesidades de fertilizantes, etc. Al trabajar siempre con plantas iguales resulta mucho más sencillo planificar el cultivo. Todo el jardín madura a la vez y está listo para ser cosechado al mismo tiempo, algo especialmente útil si se cultiva en un lugar remoto o bastante inaccesible.
Por lo general, una planta de cannabis cultivada a partir de semilla no estará lista para florecer hasta que tenga de seis a ocho semanas de edad. Esto causa que algunas variedades se hagan muy grandes a partir de semillas, algo muy incómodo en el cultivo de interior. Los esquejes pueden florecer en cualquier momento y con cualquier tamaño, ya que su edad genética es igual a la de la planta madre; son plantas adultas y maduras desde que los cortamos. Los cultivadores de interior casi siempre trabajan con esquejes y los ponen a florecer con veinte-cincuenta centímetros de altura. Cultivando en interior, muchas plantas pequeñas rinden más que pocas plantas grandes.
Sin embargo, no todo son ventajas cuando se trabaja con esquejes. Los clones son iguales que sus madres, ni peores, ni mejores. Si la madre no es muy buena, los clones tampoco lo serán. Es decir, comparten con la madre no sólo sus virtudes, sino también sus defectos. Si la madre es poco resistente a los hongos, los esquejes tampoco lo serán. Si una cosecha de esquejes sufre el ataque de una plaga, todos sufrirán por igual, puesto que son idénticos entre sí, y en el caso de que la infestación sea grave, se puede perder toda la cosecha, algo que difícilmente pasa en una plantación de semilla, donde unas plantas son más fuertes y otras más débiles, con lo que siempre sobrevive alguna.
Cómo hacer un esqueje en diez pasos
1. Seleccionar una rama baja y cortar un trozo de unos quince centímetros con un cuchillo o tijera afilados. Debe hacerse el corte a medio camino entre dos nudos, dejando al menos dos o tres nudos en el esqueje. Los nudos son los puntos del tallo desde donde brotan las hojas y las ramas.
2. Meter el esqueje en un vaso con agua inmediatamente para que se conserve en buen estado hasta el momento de plantarlo.
3. Preparar una macetita con tierra de saco, turba, fibra de coco, lana de roca o una mezcla de perlita y vermiculita. Regar bien la tierra y hacer con un lápiz un agujero para meter el esqueje.
4. Sacar el esqueje del vaso y pasarlo por hormona de enraizamiento (en líquido o en polvo). Si es hormona en polvo, sacudir el esqueje un poco para que caiga el sobrante.
5. Plantar el esqueje en el agujero de la maceta y aplastar ligeramente la tierra alrededor del tallo para que se mantenga firme. Es muy importante que al menos un nudo del tallo quede bajo tierra (de ahí saldrán las raíces) y otro por encima.
6. Pulverizar el esqueje con agua y colocar la maceta en un miniinvernadero o dentro de una bolsa de plástico. Vale cualquier sitio donde la humedad sea muy alta, cercana al cien por cien. Conviene pulverizar agua sobre los esquejes dos veces al día.
7. Pasados tres días, dejar abierta una pequeña ranura del miniinvernadero para que la humedad baje un poco. Durante las siguientes dos semanas ir abriendo poco a poco las rendijas de ventilación.
8. Pulverizar los esquejes cuando sea necesario para evitar que baje demasiado la humedad.
9. En dos o tres semanas se verán salir las raíces por los agujeros de drenaje de la maceta y el esqueje comenzará a crecer. Ya se puede trasplantar a una maceta mayor y sacarlo del invernadero.
10. No hay que poner los esquejes a pleno sol o debajo de la luz de alta presión de sodio inmediatamente. Dejarlos unos días a la sombra o con la luz más alejada para que se vayan fortaleciendo.
Selección y mantenimiento de madres
Para seleccionar una madre, el primer paso es conseguir unas buenas semillas. Se plantan y se mantienen con un fotoperíodo de dieciocho horas. Cuando tienen seis o siete semanas, se cortan dos esquejes de cada planta y se ponen a enraizar con doce horas de luz para que a la vez que enraízan marquen el sexo. De dos a cuatro semanas después, los esquejes mostrarán sus primeros síntomas de floración y se podrán sexar. Este sistema sólo sirve para sexar las plantas, no hay que esperar una cosecha de estos esquejes. No han tenido tiempo de crecer, ya que han florecido directamente y apenas darán cosecha.
Una vez que se sepa qué plantas son hembras, se eliminan los machos. El siguiente paso consiste en decidir qué hembra es la mejor. Hay que sacar nuevos esquejes y esta vez enraizarlos a dieciocho horas, para que sigan creciendo. Cuando brotan raíces, se mantienen en crecimiento hasta que alcanzan, al menos, cincuenta centímetros de altura. Entonces se ponen a florecer mientras las madres permanecen bajo el fotoperíodo de crecimiento. Cuando se cosechan los esquejes florecidos, un par de meses después, hay que probar cada uno para decidir cuál es el mejor. Una vez escogido, se busca la planta de la que se cortó ese esqueje y se deja como planta madre. Vivirá permanentemente bajo un fotoperíodo de dieciocho horas de luz para evitar que entre en floración. Cada vez que se necesitan nuevas plantas, se sacan esquejes de la madre y se enraízan.
Hasta que brotan las nuevas raíces, los esquejes necesitan vivir en un ambiente muy húmedo.