Agradecimientos

Mi capacidad de apreciar las complejidades emocionales del trading aumentó exponencialmente cuando comencé a escribir columnas sobre psicología para un sitio web conocido como Worldly Investor y para el sitio MSN Money (www.moneycentral.com). En respuesta a esas columnas, recibí reacciones de traders de todo el mundo que experimentaban dificultades notablemente similares a las que yo había encontrado en mis años de trading. Algunos de mis remitentes eran neófitos que hacían trading a golpe de corazonadas, pero la mayoría eran personas disciplinadas y dedicadas que habían leído cantidad de libros, y habían aprendido métodos de trading y realizado sus propias tareas de investigación. Con notable frecuencia escuché la quejumbrosa letanía: su falta de constancia les estaba alejando de las utilidades y exponiéndoles a ocasionales pérdidas que les dejaban debilitados. Es difícil expresar lo frustrante que puede llegar a ser el trading cuando el éxito parece tan tentadoramente cercano y, no obstante, siempre se las arregla para escaparse de las manos.

¿Cómo es posible que podamos saber lo que hay que hacer —como llevar a cabo ejercicios periódicamente, comer sano y ser buenos padres— y, sin embargo, tan a menudo no actuemos en consecuencia? ¿Qué es lo que distorsiona nuestro trading y nos impide actuar según la información que claramente está frente a nuestros ojos? Estas preguntas me han fascinado durante unas dos décadas, como psicólogo profesional y participante de los mercados. Mis intentos por encontrar respuestas me han llevado a leer libros sobre trading, así como sobre psicología, filosofía y estudios de vanguardia sobre neurociencia cognitiva. Si algo he logrado en este libro es sintetizar las contribuciones de estos campos, contribuciones que son mucho más valiosas que las mías propias.

Los escritores se enfrentan a una paradoja bastante curiosa: se enriquecen con cada deuda intelectual que acumulan. En ese sentido, siento que he acumulado un gran tesoro con la visión y la ayuda de muchas influencias inspiradoras.

Mis primeras incursiones en la escritura sobre los mercados ocurrieron a través de la Speculator’s List, un grupo en línea de traders, gestores de dinero, académicos y destacadas personas de las ciencias y las artes. Siento que tengo una enorme deuda con Laurel Kenner, Victor Niederhoffer y James Goldcamp por su papel en la creación de la Lista y su amable estímulo en las muchas veces que participé en el intercambio de ideas del grupo.

Cuando necesitaba comprender la dinámica que diferencia a los traders con éxito de los que fracasaban, Linda Raschke fue un apoyo fenomenal, al permitirme estudiar a las personas que asistieron a sus seminarios. Rápidamente vi que Linda era un modelo notable de trading ejemplar y una mentora consumada. Me siento profundamente agradecido por su amistad y sus reflexiones sobre los aspectos humanos y financieros del trading.

Algunas de mis influencias más importantes han sido quienes me impulsaron a escribir siempre con más precisión y claridad. Jon Markman, editor de MSN Money, ha sido un preciado amigo y colega, así como un modelo a seguir por su investigación pionera. El libro mejoró mucho con las observaciones de mi editora en Wiley, Pamela van Giessen, cuyo humor, sentido práctico y compromiso con la calidad me han ayudado a proseguir en el largo proceso de escritura.

No hay duda de que nada de esto habría sido posible sin la benigna influencia de mis colegas académicos del Departamento de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta de la SUNY Upstate Medical University, especialmente Roger Greenberg, Mantosh Dewan y John Manring. Mis buenos amigos con los que me carteo sobre trading Henry Carstens, Saurabh Singal y Steve Wisdom han enriquecido este libro con sus sugerencias e ideas. También estoy en deuda con Mark Mahorney por su excelente trabajo en el sitio Great Speculations (www.greatspeculations.com) y con Frank y Kris Linet, Susan Niederhoffer y Arnold y Rose Rustin por su calidez, humor y perspicacia. Me quito el sombrero ante Yale Hirsch, Andrew Lo, Sam Eisenstadt y Jeff Carmen por su ejemplar investigación y su apoyo en lo personal.

Finalmente, quiero expresar mis agradecidos reconocimientos a mi familia por su constante amor y estímulo. Mis padres, Jack y Connie, han sido modelos de conducta e inspiración en un grado mucho mayor de lo que pueden llegar a darse cuenta. El apoyo de Marc, Lisa, Debi, Peter, Steve, Laura, Ed, Devon y Macrae ha significado para mi más de lo que puedo expresar. Pero no hay ninguna persona que merezca más crédito por este libro que mi esposa Margie, que me ha enseñado la mayor parte de lo que sé sobre la vida, el amor y los riesgos y recompensas. Mi mayor alegría es dedicarle este libro.

Una visión desde lo alto

El 4 de julio de 2001 fue un día especial, porque marcó el término del primer borrador de este texto. Hasta entonces, no había identificado explícitamente por qué había escrito el libro. Sí, había querido compartir visiones e ideas, pero ese no era el propósito principal. Después de todo, lo había escrito sin tener un contrato de publicación en la mano. Y, aunque quería verlo publicado, sabía con certeza que escribirlo tenía una significación personal que iba más allá de su lugar en el mercado.

El 4 de julio, sentado en el vestíbulo de un hotel de Seattle con mi PC portátil, reconocí repentinamente la fuente de esa importancia personal. Sintiendo la necesidad de expresar en palabras este descubrimiento, tomé el portátil y escribí la siguiente carta a mi amigo y maestro Victor Niederhoffer:

Estimado Victor:

Nada nos ayuda tanto a reflexionar como el viajar. La combinación de un paisaje distinto y la pausa de nuestras actividades cotidianas y normales nos ayuda a pensar de maneras diferentes y ver las cosas bajo una luz nueva. Lo que dejamos de lado cuando estamos de vacaciones son nuestros modos rutinarios, y en estas pausas es más probable que los impulsos creativos encuentren su expresión.

Esto me resultó especialmente evidente en estas vacaciones, cuando traje conmigo el manuscrito del libro en mi viaje por la Costa Oeste. Esperaba encontrar inspiración para escribir, y preveía que disfrutaría más la escritura sin las distracciones cotidianas. No me sentí defraudado en estos aspectos, pero lo más sorprendente fue mi reacción emocional al acto de escribir. A medida que iba creando página tras página, comencé a sentir una profunda humildad. Reconocí, con una profunda certidumbre emocional, cuán pocas de mis ideas eran realmente originales. En cada línea podía reconocer una inspiración procedente de otra fuente: un maestro o mentor, un libro que había leído, un trabajo de investigación que había estudiado, un héroe personal. Poco de lo que había en estas páginas era verdaderamente mío y, en lugar de eso, la escritura era una síntesis de lo que había absorbido de quienes tenían más estatura que yo. En un nivel profundo, pude apreciar la afirmación de Newton de que si habíamos visto más lejos que otros, era porque nos habíamos parado en los hombros de gigantes.

Tal vez esta sea la razón por la que los inmortales no escriben con el fin de engrandecerse y por qué los charlatanes son tan rápidos en darse crédito a sí mismos y negárselo a los demás. Los grandes reconocen el manantial que les inspira. Su emoción dominante es la humildad originada en la gratitud por haber sido destinatarios de presentes que nunca podrán retribuir completamente.

En este estado de humildad, también alcancé una perspectiva inigualable sobre tu propio libro. Mi primera lectura de The Education of a Speculator (John Wiley, 1997) se centró en la historia personal que narrabas allí: las experiencias formativas que contribuyeron al éxito en los mercados. Al releerlo, vi el libro bajo una luz distinta: como un tributo a aquellas influencias morales y de carácter —particularmente la de tu padre— que contribuyeron a tu éxito como ser humano. Sin embargo, después de estas vacaciones pude tener una óptica completamente nueva del libro: pude apreciarlo como un tributo más amplio a todos quienes han sido ejemplos para tu vida. Es un testimonio y un agradecimiento a Arthur Niederhoffer, Jack Barnaby, Tom Wiswell, Francis Galton y muchos otros que entregaron más de lo que jamás se les podrá retribuir.

Y, no obstante, al escribir un libro como tributo, quizás retribuimos al menos algo de nuestra deuda. Hasta los grandes mueren. Sus voces quedan en silencio, y las generaciones siguientes no tienen el privilegio de sentarse a su lado y escuchar sus palabras. Mis hijos nunca se encontrarán directamente con Artie o Galton para absorber sus ejemplos personales. Sin embargo, a través de un libro tributo, las personas ejemplares logran cierto grado de inmortalidad personal. Mientras el libro esté en los estantes de librerías y bibliotecas, existe la esperanza de que las lecciones enseñadas por los grandes no se perderán y que sus ejemplos perdurarán mucho más allá de sus vidas.

Esa es la belleza de escribir un libro: al narrar las historias de los héroes, contribuimos a su inmortalidad y enriquecemos de manera inconmensurable a las generaciones venideras. Antes de iniciar estas vacaciones, me propuse escribir un libro que informara, entretuviera y enriqueciera. Sin embargo, ahora he fijado las expectativas en un punto mucho más alto. Solo estaré satisfecho con un trabajo que haga justicia a quienes han inspirado lo mejor dentro de mí.

Mientras me encuentro sentado aquí, escribiendo temprano por la mañana, comprendo con sinceridad y gratitud que la única manera de pararse en los hombros de gigantes es alzarse uno mismo hasta ellos.

Sinceramente,

Brett

En efecto, el trading es un microcosmos de la vida. Si usted dedica tiempo y esfuerzo a desarrollarse como persona y como trader, busque siempre y en todo lugar a los inmortales. Busque a los héroes y heroínas que han vivido sus vidas con pasión, nutriendo a todos quienes han entrado en contacto con ellos. Descubra a quienes han vivido, respirado y estudiado los mercados, enriqueciendo el mundo con sus ideas. Acompáñese de ellos, y siempre sea consciente de su deuda: le sorprenderá cuán alto llegará y cuán lejos podrá ver.