Vale das Eiras, 1 de enero de 1990
Mientras plantaba en el lado este de la casa un arbolito del que Leonore Suhl, que nos lo regaló en Nochevieja, afirma que dentro de seis o siete años será un árbol con flores azules, el nuevo año empezó ya de mañana con un exceso de énfasis; y cuando, a primera hora de la tarde, fuimos por encima de Casais a los alcornocales a buscar setas, un boletus maduro habría podido responder a mis expectativas para el año nuevo, mas nuestros lugares habituales estaban apenas poblados: tras el excesivo período de lluvias —decían que había descargado durante nueve semanas—, las pocas y acuosas cantarelas dieron como mucho un motivo, no más, pero al menos la oportunidad, de abrir este diario con setas y no con grandes acontecimientos políticos como los que competían en prelación durante los últimos meses del año anterior, que terminó con la sangrienta revolución en Rumanía y la también sangrienta demostración de fuerza militar en Panamá, como si la intención de los sistemas comunista y capitalista hubiera sido testimoniar una vez más que sus colores eran intercambiables.

No soy un apasionado escritor de diarios. Tienen que ocurrir cosas tan inusuales como para que me sienta obligado. Por ejemplo en 1969, cuando en la República Federal se ofreció la ocasión del cambio democrático en el poder y abandoné mi atril de escritor para involucrarme en la campaña electoral a favor del SPD. Una vez ganadas las elecciones por escaso margen, salió un libro de eso. O de mis seis meses de estancia en Calcuta. (Sin diario, esa ciudad apenas habría sido soportable.) Esta vez quiero superar, tomando nuevo impulso, la frontera entre los dos Estados alemanes, inmiscuirme en las dos campañas electorales (mayo y diciembre). Pero en realidad, ahora, una vez terminado el trabajo en Madera muerta, quería empezar un manuscrito normal, a ser posible extenso: de cómo en el Día de Todos los Santos, en Gdańsk, la señora Piątkowska y la señora Reschke, dos viudas, se encuentran y empiezan a urdir un plan al que, cuando el tiempo sea favorable, pronto seguirán hechos, como la fundación de una empresa llamada Cementerio Germano-Polaco S. L. Pero el diario insiste en tener preferencia.
Y, por la tarde, el sapo en el patio. Grande como una cobaya, se me asemeja a uno de aquellos que el otoño pasado, en cuanto oscurecía, me gritaban de lejos y de cerca: malos presagios. Lo cogí por las patas delanteras, lo levanté para que Ute lo fotografiara. Su cuerpo colgaba como un saco. Todo inmóvil. También los ojos verdes, sin mirada, con sus travesaños anaranjados. Tan sólo el buche bombeaba debajo del morro. Qué se le ha perdido, me pregunto, a este sapo en mi diario, salvo que me es ajeno, incomprensible, y como mucho produce un título —no sé para qué—: Malos presagios.
Vale das Eiras, 2 de enero de 1990
Como si quisiera rearmarme en positivo, he vuelto a plantar un árbol, esta vez en el lado oeste de la casa, un algarrobo, que crece lentamente y que ha suscitado en Ute, gruñona, la observación: «De todos modos, no lo veré cuando esté grande».
Luego volvió la lluvia. Una vez que la estufa de gas funcionó arriba, empecé a redactar Escribir después de Auschwitz. Al parecer me he impuesto este tema, que sólo puede conducirme al fracaso, para amarrarme; es sospechoso cuántos de mis colegas escritores, que antaño recitaban el (o su) antifascismo tardío como si fuera El canto de la campana de Schiller, han llegado ahora en su nacionalismo hasta el límite de lo obtuso; a mí en cambio, que a lo largo de los años he perdido muchas propiedades alemanas —salvo el lenguaje—, Auschwitz me parece la última posibilidad de reclamar mi pertenencia a Alemania. (Quiero intentar demostrar, en mi discurso de Frankfurt, que el supuesto derecho a la unidad alemana, en el sentido de un Estado reunificado, fracasa ante Auschwitz.) ¡Hay que escribir despacio!
Una viuda Piątkowska debería encontrarse con un viudo llamado Alexander Reschke en Gdańsk, el Día de Todos los Santos, y en el mercado de Santo Domingo, comprando flores. Naturalmente, el año de los cambios. ¿O es el Día de Difuntos? En cualquier caso, en noviembre. Flores para los cementerios. Pero la madre de ella está enterrada en Vilna, donde nació la hija; la de él, en Renania, aunque tanto ella como él nacieron en Danzig[1]. En torno a eso gira su conversación: dónde les gustaría descansar para siempre. De esta conversación y de ulteriores conversaciones, en el curso de las cuales viudo y viuda se aproximan, surge la idea de una sociedad germano-polaca de cementerios. Él dice: «Esto tendría que ser posible, ahora que tantas cosas son posibles: poder decidir uno mismo el lugar de su último reposo». Ella quiere ser enterrada en Vilna, que tuvo que dejar a los dieciséis años; él en Danzig/Gdańsk, que abandonó para ser soldado a los diecisiete. Otros quieren lo mismo. Miles. Sólo hay que hacerlo posible. De ahí una sociedad limitada.
Vale das Eiras, 3 de enero de 1990
El primer pescado del nuevo año, con guarnición de verduras —tomate, calabacín, pimiento, cebolla y batatas—, está en el horno. Comprado en Lagos. No hay ningún periódico alemán a mano, salvo el Bild Zeitung. Éste lleva como titular de Año Nuevo: «¡Locura!», una palabra que sobreabunda desde que se abrió la frontera interalemana; ¿o anuncia, como un conjuro, una nueva y auténtica locura?... Malos presagios.
El trabajo en el discurso de Frankfurt me fuerza a volver la vista hacia mí mismo en las Juventudes Hitlerianas. Desde luego no era un fanático riguroso, pero tampoco me asediaban las dudas. ¿Una persona intercambiable con otras, desde entonces? Sin duda, en lo que concierne a la formación ideológico-política del pensamiento y la acción; pero la obstinación juvenil en grandes proyectos, casi épicos, como la elaboración de tablas históricas e histórico-culturales (presagio del «itinerario cultural» de Stein), me resulta familiar. Este ego temprano ha experimentado en todo caso correcciones, pulimentos y plasmaciones profesionales, sin cambiar en lo fundamental.
Ayer, conversación con Ute hasta mucho después de medianoche sobre mis propósitos de Año Nuevo para este año: desde finales de febrero hasta septiembre, quiero visitar la RDA, desde Rügen hasta Vogtland, todos los meses, a intervalos más o menos largos, para ver con mis propios ojos los cambios que siguen al gran cambio político y revolucionario. El plan prevé también una estancia en la cuenca carbonífera, en los alrededores de Spremberg. Allí fui herido en el 45 (el 20 de abril). Allí quiero dibujar el paisaje explotado. Ute sólo estará de vez en cuando. Así que compraré un saco de dormir sólo para mí.
Quizá es demasiado pronto para hacerme una idea del profesor Alexander Reschke. Sea como fuere, enseña en la Universidad de Essen algo que aún no tiene nombre. Probablemente Historia. Un antiguo intelectual de izquierdas, al que los cambios en Alemania ponen de un humor nacional-sentimental, aunque con un quiebro irónico. Ella, la viuda Halina Piątkowska, es pediatra. Entre finales de noviembre del 89 y mayo del 90 hay un activo intercambio epistolar entre viudo y viuda, que da cada vez más cuenta de su proyecto común, de cómo poco a poco va cobrando forma hasta la primera compra de terrenos: tres hectáreas y media de territorio al sur de Brentau, que abarca un trozo de bosque, es montañoso y puede ser ampliado posteriormente en dirección a Ramkau. También hay una suma en dólares en una cuenta de ahorro, que podría bastar para comprar una finca del mismo tamaño a las afueras de Vilna (Vilnius). Ninguno de los dos, viuda y viudo, se habría creído capaz de tanto sentido práctico.
He empezado un dibujo para Madera muerta. Y, para aumentar lo positivo hasta la locura, hoy un tercer árbol ha sido plantado en su agujero en la ladera sur: un nespereira, es decir, un níspero, que promete frutos jugosos y ácidos. Ojalá que el suelo no esté demasiado húmedo, con estas lluvias persistentes.
Vale das Eiras, 4 de enero de 1990
Desde fin de año (hasta anteayer) he estado leyendo la novela La contravida, de Philip Roth, un libro que estimula la contradicción y se rebate continuamente a sí mismo, y que abusa del judaísmo y el antisemitismo para responder de manera prolija a la pregunta, en realidad banal, de si un autor puede explotarse a sí mismo y a otros (su familia), es decir, para responder como estaba previsto que sí. Pero quizá este libro no me gusta porque no aprecio especialmente a los autores que convierten de forma permanente su propia persona en tema. Incluso allá donde el autor descubre los manejos del ficticio narrador con deslumbrantes y certeros argumentos, el esfuerzo apenas merece la pena; no sorprende que el capítulo sobre Israel, «Judea», resulte pálido comparado con el libro de entrevistas periodísticas de Amos Oz En la tierra de Israel. ¿Por qué Jurek Becker me recomendó este libro hace poco (la noche del congreso del SPD en Berlín)? Le preguntaré.
El tiempo sigue turbio, con tendencia a continuar lloviendo. Hoy sólo he plantado cinco matorrales de romero y tres de lavanda. Un creciente disfrute: la falta de televisión y teléfono. Sobre un boceto del año pasado hay algo que ahora podría estar bajo el título Malos presagios, y que tiene por título de trabajo A paso de cangrejo. Sea cual sea su título, debería convertirse, por malo que sea el curso germano-polaco que tome todo esto, en una historia diabólico-cómica: viuda y viudo, en su tonta humanidad, tendrían madera para eso. Habría que introducir con cuidado las acciones secundarias, por ejemplo la venta por partes de los astilleros Lenin. Ambos gozan de excelente salud, aunque Reschke es hipocondríaco.
Esta noche, después de varias interrupciones del sueño, he soñado que estaba buscando alojamiento en Leipzig (con saco de dormir); un sueño que, como de pasada, enfrentaba a los miembros de mi gran familia. Al final, si es que el sueño tenía un final, la madre de Nele remolcaba con su coche el coche de Ute de la cuneta, mientras yo ya me había ido, ya estaba en camino.
Vale das Eiras, 6 de enero de 1990
Ayer, un pez de San Pedro de cuatro libras para Mieke y Jules Heindels y Leonore y Jacob Suhl. Lo dibujé antes de rellenarlo de salvia y meterlo al horno. Una alegre velada: Jacob —Jankele—, que como buen trotskista mueve apasionadamente paquetes de acciones de un lado a otro. Jules, que ya no fuma, ya no bebe, que pronto, como Mieke, se convertirá a la forma de vida vegetariana.
Por la mañana, para que mi terca plantación de árboles no tenga fin, había plantado una palmera en el lado este. Y hoy han sido esquejes de cactus que me ha regalado Leonore, y que he instalado en pequeñas colonias. Luego he vuelto a sentarme a trabajar en el discurso de Frankfurt...

En sus cartas, viuda y viudo se superan el uno al otro al insertar cifras de nuevos miembros de su sociedad germano-polaca de cementerios. Reschke dicta conferencias acerca de Sobre la paz perpetua de Kant, y habla en ellas del cementerio como lugar de «entendimiento último entre los pueblos». La Piątkowska ha fundado un círculo de promotores al que también pertenecen algunos sacerdotes católicos y un prelado de Oliva. Los primeros polacos emigrados a América, nativos de Vilna, le comunican su interés y su disponibilidad a financiar las llamadas «zonas exentas para personas sin recursos». En una de sus cartas, Reschke espera el reconocimiento como fiscalmente deducibles de las tasas, bastante altas, abonadas por sus miembros inscritos. Primer enfado con la presidencia, porque su propuesta de que el cementerio sea supraconfesional topa con la resistencia católica. Tras la creciente aproximación entre los dos Estados alemanes —comunidad contractual—, también se apuntan «antiguos ciudadanos de Danzig» de Pomerania y Mecklemburgo: al principio hay un problema de divisas, que Reschke trata de aliviar con recursos alemanes... Compensación de cargas.
Reschke podría haber escrito su tesis doctoral sobre tumbas patricias en las iglesias de Danzig. Además, es especialista en la Hansa y adversario decidido del nacionalismo, del alemán y del polaco.
La idea de construir su residencia para moribundos en los terrenos del cementerio, en una zona boscosa, le vino a Halina Piątkowska cuando cada vez más personas mayores acudieron desde la República Federal y la RDA para echar un vistazo, y se manifestaron entusiasmadas con el hermoso y cuidado terreno.
Una luna en cuarto creciente promete un tiempo claro para los próximos días. Quizá todavía podamos ir a por setas.
Vale das Eiras, 7 de enero de 1990
Entre mis cactus y agaves, ante el sembrado que planté hace un año y en el que desde entonces, sin pedir especial dedicación, crecen nuevos miembros que se encuentran allí como si hubieran estado siempre, dudo: ella no tiene que llamarse Piątkowska, ni él, Reschke, ella no debe ser pediatra ni él, profesor de Historia, tan sólo viuda y viudo deben conservar su estado civil. También se me pasa por la cabeza un final: ambos fallecen juntos durante un viaje en coche y, como no aparece ningún pariente, son enterrados en el cementerio de un pueblo (italiano). Habría que comentar «la idea» de ambos conforme se va llevando a la práctica, puede ser mediante cartas, telegramas, artículos de prensa, etcétera. Cartas, por ejemplo, de un chino de Hong Kong, cuyas tumbas familiares en las proximidades de Pekín le son inaccesibles; de un israelí, nacido en Danzig, que pide una sección judía —«una muy pequeña»— en el cementerio alemán de Gdańsk; de un escritor polaco de Vilna que vive en Nueva York y, a pesar de toda su americanización, pide que cuando llegue el momento lo lleven a casa.
El profesor Reschke —sigo llamándolo así— habla en voz baja y enfática, con una voz como tomada por la pena. Se viste con anticuada elegancia, disputa con sus errores políticos, se considera «de izquierdas» de manera conservadora y tiende a pronunciar sentencias sentimentales que, consecuentemente, pueden derivar hacia el cinismo.
Cuando ayer, con ayuda de Ute y por deseo suyo, trasladé desde el seto del patio interior al lado sur de la casa, al exterior, el cactus de nueve brazos que hace un año salvamos (robamos) amputándolo del jardín echado a perder de nuestra vieja casa, tuvimos que tener cuidado con la tabla que pusimos debajo para que ninguno de los brazos se rompiera, aunque se podría plantar cada brazo roto en un nuevo agujero para que brotara por su cuenta. Mientras lo hacíamos, se me ocurrieron ideas referentes a la sociedad germano-polaca de cementerios, cuya práctica incluirá también traslados a Gdańsk, a Vilna; no resulta sorprendente que la plantación del cactus me pareciera significativa.
Leo en el Spiegel cómo Rudolf Augstein[2], educado en el aprendizaje del cinismo durante décadas, degenera en nacionalista.
No leo hasta ahora Los versos satánicos de Salman Rushdie. Una novela literalmente fabulosa. Inteligente, ingenua, escrita con total dominio. Por descarado que parezca, es un libro curiosamente devoto, ante el que los enemigos de Rushdie parecen «impíos». Haber salido de la Academia a causa de este autor sigue siendo un placer para mí.
Vale das Eiras, 8/1/1990
Ayer, a partir de cuatro sepias de mediano tamaño, obtuve una botella de tres cuartos de litro casi llena de «tinta de sepia natural», y con ella, siguiendo un modelo del año pasado bien conservado en alcohol, he dibujado una Danza de las mantis religiosas. Recién conseguida, la negrura de la tinta natural es impredecible, luego (a veces) se vuelve de una consistencia pardo-negruzca. El proceso de obtención de la tinta —hoy hubo sepia con verduras para comer— es un placer. (Utilicé por primera vez esa tinta a finales de los años sesenta, en Bretaña, luego no volví a hacerlo hasta mediados de los ochenta, hasta estar cercano a su fuente en Portugal, especialmente a mi regreso de Calcuta, a principios de febrero del 87, y más tarde como alternativa a los carboncillos sobre el tema Madera muerta.)
Otra vez Augstein. Sus editoriales en el Spiegel son peligrosos, porque, de manera genial y adolescente, apenas construyen sobre argumentos, sino sobre un ambiente de fondo que en parte existe y en parte se provoca con sus palabras. Hay una desdichada constelación que podría recibir los nombres de Schönhuber, Waigel[3] y Augstein, en la que (por el momento) sólo Schönhuber se atreve a citar a sus hermanos en el pensamiento alemán. Ampliaré este punto como base para Tutzing, y tendré que pensar como contrapunto en el discurso de Brandt al congreso del partido.
En el discurso de Frankfurt, he llegado (en la página 18) a Años de perro; el último tercio exige una forma concentrada, en la que la conclusión del discurso, la unidad de Alemania (reunificación), ha de ser confrontada a la barrera que supone Auschwitz... Un buen lugar para escribir, arriba: apartado.
Hoy junto al mar. Olas. Mejillones. De camino, por un paisaje todavía entre salvaje y de pequeños cultivos, sembrado de jactanciosas edificaciones de estilo pseudoárabe, he recogido plantas trepadoras, agaves, esquejes de chumberas, y por la tarde los he plantado. Una vida fácil aquí: de la mano a la boca. El mundo sólo existe en periódicos atrasados. Mañana hay luna llena.

A paso de cangrejo o Malos presagios tiene que dejar paso, después de un deslizarse del argumento inicialmente prometedor, luego endurecido, finalmente cristalizado en una perversa inevitabilidad, a reflexiones contradictorias, acciones contrapuestas, quizá incluso al final feliz de que acaben viniendo los bengalíes y otros asiáticos; y sin embargo, deseo que siga siendo una narración larga. Antes de que se produjeran traslados, el cementerio tendría que estar medio lleno, pero luego tendrían que faltar «refuerzos», por lo que los traslados animarían el negocio. Las residencias para ancianos moribundos atraen visitas: hijos de los desplazados, nietos, para los que se construye un hotel en los terrenos comprados en Cachubia.
Dibujando, quiero acordarme de mis mantis religiosas: qué hermosas son, con sus pinzas, desde todos los puntos de vista.
Vale das Eiras, 11 de enero de 1990
Desde mañana habré pasado la mitad de La levedad del ser como soportable entremés. Esta juguetona transición del desayuno al aire libre (desde que el tiempo es primaveral) a trabajar con el hacha o a comprar pescado en Lagos. La sigue, por la tarde, el trabajo en el discurso de Frankfurt, a no ser que antes de escribir toque hacer un dibujo: Lo que queda del pez de San Pedro. U hoy, cuando dibujaba en lo alto de la bahía higueras deshojadas por el invierno: ese excéntrico mecano de ramas, cada árbol en un éxtasis diferente.
En realidad, he querido lastrar esa levedad de mi vida cotidiana con ese barullo que puede llamarse gran familia, y que es fuente de mi felicidad ocasional, pero también de multitud de medianos enfados, que incrementan los escasos sentimientos de felicidad; sin embargo, me cuesta trabajo ponerme «íntimo». ¿Qué me obliga a mantener oculta mi «privacidad»? Quizá el miedo a irritar con denominaciones este soportable y (con cierta astucia) vivible estado de flotación. Son, por decirlo de una vez, ocho hijos (seis de ellos «carnales») y cuatro madres que me rodean, a los que quiero, que me gusta demasiado reunir cual patriarca a mi alrededor: sin duda es posible conciliar a los hijos, pero no a las madres. Las madres, podría titularse un libro que no escribiré, a no ser que en calidad de septuagenario llegue a ese estado de serena alegría que no necesita ajustar cuentas.
El sueño de la noche pasada: estoy buscando un cementerio en Berlín con mucho sitio junto a mi tumba: el que quiera yacer allí puede.
Al contrario que en mi sociedad germano-polaca de cementerios. Ésta pronto se dota, conforme a las directrices alemanas, de un reglamento: sólo se podrá emplear como material para las lápidas granito sueco negro, hiperpulimentado para que resplandezca.
Por lo demás, los nietos (en el hotel del cementerio) y los mayores de la residencia de ancianos (Waldheim-Johannistal), también llamada «residencia para moribundos», pronto se conocen y se aprecian. En Gdańsk se celebran los primeros matrimonios. Se considera la construcción de una maternidad y cuando, a los cuatro años de la «puesta en marcha» del cementerio y dos de empezar la construcción de la residencia de ancianos, se produce el parto prematuro de una nieta casada con un nieto, se decide enseguida que el «sistema hospitalario polaco» no responde a las expectativas alemanas. La doctora Piątkowska está entusiasmada con la simbiosis residencia de ancianos-maternidad. Pronto se ve a madres alemanas con sus bebés haciendo su primera excursión con buen tiempo por los caminos del cementerio. Sin embargo, habría que hablar en el libro de un anciano de Danzig, de origen cachubo, que nunca ha abandonado Danzig y ha encontrado trabajo como guardián del cementerio: de la distancia cachuba respecto de polacos y alemanes.
Cuando, poco antes de Navidad, conseguí en Berlín sentar a la mesa de mi casa de Friedenau a una parte de la familia —serví una olla de verduras francesas con asado de cerdo ahumado—, Franz, que había venido expresamente con Gianna desde su granja, pronunció un discurso en alemán suizo. Ingrid Krüger y Veronika Schröter[4] se sentaban frente a frente, produciendo ligeros crujidos al moverse, igual que a veces hacían Helene y Nele. Incluso a Malte le pareció que la fiesta había salido bien. Maria, a la que había invitado ex profeso —porque forma parte de la familia a todo trance—, hizo una foto, y seguramente pensó lo suyo. Veronika se había encargado del postre. Sus hijas Jette y Katharina (delante de Helene), estuvieron encantadoras, y Stefano, el joven esposo de Tinka, pronunció un discurso en italiano, también «por deseo del patriarca».
Hoy, en la casa vieja, he atrapado un gran saltamontes y lo he conservado en aguardiente.
Vale das Eiras, 12/1/1990
Y éste es el saltamontes que quedó conservado en aguardiente. En cuanto esté seco y haya respirado, voy a dibujarlo en carboncillo: ante paisajes y sobre paisajes. Ahora, hacia el final del trabajo en el manuscrito, el discurso de Frankfurt me agota. No habría podido escribir sobre este tema, Escribir después de Auschwitz, ni hace veinte años ni hace diez. ¿Por qué ahora?

Mis previstas estancias en la RDA coincidirán, me temo, con una época de depresión. Marea baja, tras el primer y logrado impulso revolucionario. Pero las viejas estructuras de poder aguantan, como debería saberse. La emigración prosigue. Y la oposición tiene problemas organizativos. Quizá en junio y agosto esté en Rügen o en la Suiza sajona, y escriba sobre los progresos de la sociedad germano-polaca de cementerios; en Vilna han autorizado al fin una capilla para el cementerio, mientras en Gdańsk va a ampliarse el cementerio alemán, o a complementarse con un futuro camposanto directamente junto a la desembocadura del Vístula, en Nickelswalde.
Vale das Eiras, 15/1/1990
Por la tarde, termino la última página del discurso de Frankfurt. Es casi demasiado concluyente. Queda una insuficiencia, como había predicho. Quizá todavía me gane irritaciones.
El tiempo uniformemente primaveral y hermoso da a la estancia aquí, después de dos semanas largas, algo de sobrenatural. El período de lluvia de dos meses ya es leyenda, y sólo cuando remuevo el suelo para plantar cada vez más cactus la capa húmeda de lodo y marga recuerda las inundaciones de anteayer.
Las rápidas transformaciones del señor Gysi[5] traen a la memoria un papel representado en la Revolución Francesa: llegado a este punto, sólo puede fracasar o (con eficacia mediática) convertirse en un truhán maduro para el escenario.
De las cuatro madres con las que viví y vivo —todas ellas asentadas muy lejos de mi madre—, tres vienen de la RDA, pero las cuatro proceden de familias con tres hijas: Anna y Veronika son las hijas medianas, Ute, la mayor, Ingrid, la menor. Pero no es posible desarrollar a partir de esto teoría alguna, y no digamos un complejo.
¿Desde cuándo la organización de la sociedad germano-polaca de cementerios se ha extendido a Breslau, Stettin, Glogau, Bunzlau, Hirschberg, Landsberg, Küstrin, Posen? ¿Podría haber, una vez reconocida la frontera Óder-Neisse, una resolución parlamentaria positiva en Varsovia? Pero ¿también hay voces (malos presagios) que advierten contra esta primera «toma de tierras»? ¿Y desde cuándo se da cuenta Reschke de que se está abusando de la idea que él y Piątkowska han tenido?
Quiero estar en el congreso de los socialdemócratas de la RDA, a finales de febrero en Leipzig. Mañana volveré sobre los pies de los dibujos para Madera muerta, y sólo entonces esbozaré el breve discurso para Tutzing.
Vale das Eiras, 17 de enero de 1990
Un día de cocina: he preparado callos para mañana. Para cenar hubo langostinos con ajo y aceite, hechos a la plancha, y dos grandes huevas (de bacalao) que he rebozado en harina y frito también vuelta y vuelta en la sartén. He cortado en rodajas el resto y lo he puesto en vinagre con cilantro y aros de cebolla. He hecho los callos a la napolitana, con grandes tomates, ajo, patatas, mejorana... Incluso cocinar es aquí una fiesta. Y Ute ha hecho un caldo con las cáscaras de los langostinos, como base para una sopa de pescado. El mercado de Lagos volvía a tener hoy una desmesurada oferta.
Como Ute ha aparcado mal el coche, justo delante del mercado, topamos con un policía portugués, que no tiene nada que envidiar, en conciencia de su poder, a los policías de la RDA. Ese balanceo sobre las puntas de los pies. Ese hablar despreciativo. Al parecer, a pesar de la revolución, apenas ha cambiado nada aquí en los círculos policiales. Sólo cuando hemos pagado en comisaría nuestros dos mil escudos, alcanza torpemente algo parecido a la cortesía. ¿Tener a un tipo así, que si se le ordenara, te pegaría enseguida, por padre, por esposo? ¿O será en casa cordial y agradable?
En el camino de vuelta, visitamos a un matrimonio de Hanóver que pasa varios meses en Portugal todos los años, y aun así no acaba de asentarse aquí. Ella tiene graves problemas de visión, y dice: «Naturalmente que lo veo todo mal y distorsionado, también en la televisión, pero como antes veía bien sé cómo son de verdad los árboles, las personas y todo lo demás, y puedo corregir mi imagen en mi mente». También esto sería una perspectiva narrativa.
He vuelto a plantar árboles, esta vez tres granados en el lado este. Entretanto, cavar agujeros en este suelo lodoso y pedregoso se está convirtiendo en un vicio.
Lentamente, se asienta como título Malos presagios. Predecir una desgracia. Saber, con alegre confianza, que las cosas saldrán mal. Los tristes gritos nocturnos de los sapos entre los lagos cachubos. Reschke y la Piątkowska podrían, porque han ofrecido terrenos a su sociedad, hacer una excursión a Karthaus/Kartuzy, y allí escuchar a los sapos hacia el atardecer.
He empezado el discurso para Tutzing; podría titularse Sobre los apátridas.
Vale das Eiras, 20/1/90
Ayer, cuando mientras estaba cavando agujeros dejé mis gafas, que normalmente sólo me quito para dormir, sobre un montón de piedras, surgió un dibujo. Qué evidente y significativo me resultó aquel objeto frágil sobre aquellas piedras redondas y filosas.

Entretanto, la montaña de tierra del jardín disminuye a ojos vistas. Nuestros días aquí tocan a su fin. Ayer terminé el Breve discurso de un sin patria. ¿Podré concentrarme los últimos cuatro días en Madera muerta, en el epílogo al libro?
Los versos satánicos me cuestan cada vez más esfuerzo, aunque la idea básica sigue siendo válida.
Todas las noticias que me llegan de la RDA confirman la dureza de la vida cotidiana tras el gran impulso de la revolución. Me temo que lo único que se impondrá será el duro marco alemán.
Malos, atormentados sueños ayer por la noche, su activismo estuvo en contradicción con más de uno de nuestros días aquí.
Dudo si todavía puedo motivarme a escribir un libro como Malos presagios. (Los textos de los dos discursos no animan a seguir escribiendo.)
Vale das Eiras, 21/1/1990
Hoy, a pleno sol: el conejo y yo. No hay nada más inanimado, más desnudo que un conejo desollado. Cuanto más lo dibujo, más desnudo se vuelve: músculos, tendones, tiras de grasa yacen al descubierto y son, en su cohesión de cadáver de animal tendido de costado, y a pesar de tener cortadas las patas delanteras y traseras, bellos, hasta conmovedoramente bellos; quizá porque el conejo desollado, sobre todo con la espalda encorvada y las acortadas extremidades delanteras y traseras juntas, se asemeja al embrión humano. Lo dibujé delante de un paisaje. Luego, con lápiz blando y a tamaño natural, dibujo una raya, con la que por la tarde, rellena de salvia, hago un estofado gratinado con mantequilla, con el horno a llama baja.

Después de comer, he encontrado el camino hacia el epílogo de Madera muerta. Debe ser escueto y estar vinculado a los pies de los dibujos.
En Portimão no hay periódicos, porque los controladores aéreos están en huelga. En lo que a la RDA se refiere, significa dejar de estar al corriente.
Malos presagios discurre hasta ahora de forma demasiado lineal, demasiado razonable. Mis personajes principales, la viuda y el viudo, tampoco están lo bastante vivos. Ella tendría que tener algo de duro e impertérrito, porque ha prometido a su marido, que no quería yacer en tierra extraña, enterrarlo, como fuera, en Vilna; él en cambio sigue más una idea que un deseo personal.
En la vecindad —a un cuarto de hora a pie— viven unos ingleses con dos niños pequeños. Él estuvo en Hong Kong hasta hace tres años: hombre de negocios. Uno de los muchos que han desembarcado aquí, como Volker Huber, Jules Heindels, Jacob Suhl. Los visitamos ayer en su refugio a medio terminar, por la tarde, para tomar una copa. Él planta verduras, pero la continua lluvia de noviembre y diciembre le ha echado a perder la cosecha. Ella es profesora en el Colegio Internacional. Su argumento o pretexto: durante los últimos años, los chinos de Hong Kong se habían vuelto demasiado arrogantes. Lo dice un inglés, que por otra parte considera arrogantes a sus compatriotas.
Al salir hacia la casa de los vecinos, hemos arrancado mimosas tiernas y las hemos plantado en nuestro terreno. Lo inusual, lo satisfactorio de este lugar, es que por la noche ya me alegra pensar en el día siguiente; Ute no termina de compartir esta alegría anticipada. Siente algo parecido en Møn.
Vale das Eiras, 25/1/1990
Ute hace el equipaje. Yo he acarreado los aperos al garaje, despejado mi cuarto de arriba y terminado de escribir el epílogo a Madera muerta. La primera versión ha salido —así se lee— de un tirón.
Ha sido excitante trabajar en tres textos distintos uno tras otro, porque además los temas Auschwitz, cuestión alemana, extinción de los bosques no están tan lejanos entre sí. Han surgido nueve dibujos para el cajón. Qué emocionante es, después de las láminas de Calcuta y los dibujos para Madera muerta, abordar motivos portugueses, por ejemplo pescados antes y después de la cena.
Por más que me alegre volver a ver a los niños, esta vez especialmente a Nele y Helene, sería soportable pasar aquí otras dos semanas.
En Malos presagios, una vez establecido el cementerio, construidos la residencia de ancianos, el hotel, la maternidad, la iglesia (también para bodas), y adquiridas las primeras casas de vacaciones con licencia de obras para germano-occidentales junto a los lagos cachubos, y una vez, por tanto, que cada vez más alemanes acuden a Gdańsk, se podría plantear la petición de que hubiera nuevos letreros bilingües en las calles. Dictámenes a favor, en contra. En el Ayuntamiento se celebra un debate «mixto». El profesor Reschke, aunque a favor, termina en contra, en consideración a los sentimientos polacos. La propuesta es aprobada, pero limitada a los nombres de las calles del casco viejo reconstruido. Piątkowska regresa de Vilna y blasfema de los nacionalistas lituanos, a los que los rusos conceden demasiada libertad. Después de una disputa sobre naciones, Reschke formula una declaración de amor a Piątkowska.
A pesar de lo hábilmente trenzada que está la acción, por desgracia Los versos satánicos han perdido tensión: al fantástico comienzo, al irónico, malvado y humorístico retrotraerse a la época de Mahoma, le sigue de manera demasiado clara la descripción crítica de las circunstancias inglesas. Hacia el final, el libro se vuelve estridente.
Nuestro vecino inglés, que sigue cultivando relaciones de negocios en Hong Kong y Taiwán, nos habla de desplomes de la cotización en la Bolsa de Nueva York. Noticias de este tipo se repiten a intervalos cada vez más cortos.
Incluso hoy, he ayudado a Ute a sembrar las últimas plantas. Ayer, cuando Remy Bongard vino a visitarnos con su amiga (de Angola) —cenamos el resto del conejo al vino tinto—, trajo un arbusto de piri piri, que ahora está entre el romero y la mejorana.
El alcalde de Dresde, Berghofer, ha dejado el Partido Socialista Unificado y quiere, dicen, unirse a los socialdemócratas, lo que puede reportar no sólo beneficios —un destacado político profesional— sino también cargas al joven partido.
Mañana temprano Germano, nuestro vecino, nos llevará en nuestro jeep al aeropuerto. ¡A las 6.30!
Vuelo Faro-Hamburgo, 26/1/90
¡Adiós a mis cactus! Con los periódicos (del aeropuerto de Faro), el dolor de estómago interalemán se apodera de mí. En Die Zeit, una entrevista con Brandt: «También una confederación es unidad». ¿Por qué entonces las vagas alusiones a la Confederación Germánica? Sin embargo, es fabuloso ver cómo el viejo —bueno, tras la muerte de Wehner lo es— motiva su compromiso a favor de los socialdemócratas de la RDA basándose en la historia del SPD.
Malos presagios vuela conmigo. Ya al comienzo de la narración tiene que aparecer un bengalí que anda intrigando en Gdańsk, pero que en realidad es un marwari de Calcuta. Poco después regenta un negocio de bicirickshaws: barato, ecológico, con culis polacos. Es también el que advierte los cambios climáticos mundiales y predice la siembra de arroz en Werder. Se burla sobre el «despilfarro de espacio» de la sociedad germano-polaca de cementerios. A través de él discurre la compra por parte de ricos marwaris de los antiguos astilleros Lenin, antes Schichau, y poco después la inmigración de bengalíes de Calcuta y Bangladesh. Pero este desarrollo secundario, cada vez más extenso, debería mantenerse en segundo plano y reservarse para el final de la historia. Mi bengalí (marwari) podría ser una mezcla de Daud Haider (nuestro scout en Calcuta) y Salman Rushdie: confuso y concreto al mismo tiempo, intelectual e ingenuo, ilustrado y creyente en los milagros. Conforme a su fe, alimentada por todas las religiones, el croar de los sapos no trae desgracia alguna, sino que anuncia cambios felices.
Por lo demás, los bici-rick shaws movidos por culis polacos se utilizan con especial placer para visitas a la ciudad por parte de turistas alemanes y jubilados de la «residencia para moribundos».
Mi bengalí (marwari) podría pronunciar toda clase de discursos especulativos en materia sacral sobre la diosa Kali y la virgen negra de Częstochowa.
Llevar conmigo el impulso, mantenerme activo durante los pocos días que quedan en Behlendorf hasta la cita de Tutzing.
Ahora me doy cuenta de que mi plantación de cactus tiene una disposición narrativa: amplia, con lagunas que crecen por todas partes. Seguramente no sé hacerlo de otro modo. Cuando le mencioné a Ute, hace unos días, el número de mis plantaciones ante el edificio viejo —¡ochenta y siete!—, se rió de mí y dijo que en los años cincuenta en la RDA me habría convertido en un estajanovista, un auténtico Hennicke.
Behlendorf, 26/1/90
Hans nos recoge en el aeropuerto de Hamburgo. Por la cristalera que separa la sala de equipajes de la de espera, nos muestra un Morgenpost con el titular: «¡Huracán!» (más tarde, el telediario nos dará otros detalles: más de noventa muertos en Inglaterra, Francia, Bélgica...). ¿Tendrá que ver la creciente violencia de las tormentas, como algunos científicos predicen, con el cambio climático?
En la casa de Behlendorf, todo bien. Enseguida despliego en mi estudio los manuscritos. En el gran tablero de dibujo, los últimos que hice antes de partir hacia Portugal: el lucio de un metro y tres centímetros que nos regaló el señor Lübcke. Un dibujo a lápiz. Un dibujo a pluma y pincel, con tinta que he obtenido de las cáscaras de avellana ennegrecidas durante el invierno, da un tono siena que, evidentemente, se mantiene.
Por teléfono, Ute cuenta a su hermana de Friburgo sus grotescos sueños de Portugal. En el primer sueño quería casarse —no está claro con quién—, pero todo se retrasa porque no está su madre, a la que encuentra posteriormente: borracha como una cuba. En el segundo sueño, su madre, a sus setenta y ocho años y renqueante como está, está embarazada —no está claro o no importa de quién—, pero Ute se consuela porque espera que, como su madre tendrá que dar de mamar al niño, deje el alcohol; en la residencia de ancianos tampoco encuentran trágica la cosa, más bien lo consideran como un enriquecimiento que anima el ambiente. Creo que tales sueños no requieren análisis.
La botella de tres cuartos de litro con la tinta de calamar ha llegado sana y salva en el equipaje de mano.
Mañana veré cómo ha superado el huracán nuestro viejo jardín de árboles frutales.
Cuando íbamos del aeropuerto a la estación, la madre de Ute llegó de Friburgo, sin duda con retraso, pero alegre, como aliviada... y ni un poco embarazada.
Behlendorf, 28/1/90
Hoy quedará sentenciada en el Sarre la antesala de las elecciones generales: ¿mantendrá Lafontaine la mayoría absoluta? ¿Será o no candidato a la Cancillería por el SPD? Las cosas no tienen buen aspecto, porque según la radio la participación (con mal tiempo, tormentoso) es menor que hace cuatro años y eso da a los partidos pequeños más posibilidades de superar la barrera del cinco por ciento, por ejemplo a los «republicanos».
También aquí una tormenta huracanada del noroeste recorre el país. El bosque limítrofe gime. Me he encerrado en mi estudio. He vuelto a escribir el breve discurso para Tutzing. Ayer, en la televisión, Brandt en Gotha, en el congreso fundacional del SPD de Turingia. Me inquieta ver cómo pronuncia la palabra unidad. Demasiado de pasada, y sus restricciones son imprecisas: unidad de abajo arriba, no un Estado unitario, sino un Estado federal basado en la soberanía de los Länder. Pero también hay un creciente rechazo preventivo hacia la crítica extranjera contra la «voluntad de unidad del pueblo alemán». ¿Le habrá vuelto su joven esposa así de nacionalista? ¿O es que quiere redondear la obra política de su vida? ¿O cree incluso que tiene que sacudirse la mácula de ser un «apátrida»? ¿O es tan sólo el instinto político el que le aconseja ocuparse del tema? ¿O todo junto?
He empezado en mi estudio una nueva y última lámina para Madera muerta, quizá para la cubierta. Ute está en casa de su hermana, ha ido a buscar al perro. Hago salsa de morcilla y le añado unos higos portugueses.
Conversación telefónica con Franz. De qué manera tan pragmática valora la situación política, él, que siempre estaba en las nubes. Ahora está construyendo un establo más grande para las vacas.
Soy malo haciendo pronósticos electorales. Oskar ha ganado con un margen sorprendentemente grande. Como candidato a canciller, se verá enfrentado a la visión nacional de Brandt a causa de la «unidad alemana»; a no ser que ambos aproximen sus posiciones.
A cuenta del programa sobre las elecciones, la salsa de morcilla me ha salido demasiado fuerte. Frase insuperable de Kohl: «El resultado tiene que ver con la campaña electoral».
Behlendorf, 30/1/90
Han pasado unos pocos días desde el regreso de Portugal y ya estoy atiborrado de información, inundado de detalles, y todos apuntan a que ya no hay más que la reunificación, que el tren ha salido hace mucho. Con este equipaje (y con diarrea, que me ha atrapado durante otra noche insomne) nos vamos a Tutzing. ¿Será aún posible contradecir a esa supuesta voz del pueblo? Al menos los políticos de alguna talla tendrían que saber que sin duda se puede conseguir una rápida reunificación, pero que habría que pagarla con desconfianza y permanente división interna.
Behlendorf, 2 de febrero del 90
De vuelta de Tutzing: las jornadas concebidas y preparadas por mí y por Antje Vollmer[6] han tenido lugar, al parecer, en el momento adecuado, y podrían tener repercusión. Mi breve discurso, pronunciado el último día, volvió a concentrar las conversaciones, sobre todo porque el día anterior a los políticos no se les había ocurrido nada en cuanto a «nuevas respuestas a la cuestión alemana». No me resultó fácil contradecir básicamente a Willy Brandt; probablemente las aportaciones, más bien en voz baja, pero decididas, de los jóvenes participantes de la RDA, por ejemplo Konrad Weiss, le hubieran hecho reflexionar.
Es graciosa la irritación del presidente de la República porque no ha podido hablar y expresar así su crítica al proceso de unidad, debido a la presencia de los periodistas. Antje Vollmer, que a pesar de la continua excitación y los altibajos emocionales siempre fue al grano. Ibrahim Böhme, que como presidente del SPD oriental lleva una carga demasiado grande, y sin duda demasiado poco sueño y demasiadas expectativas. He anunciado mi presencia el 22 de febrero en el congreso del partido en Leipzig y en algunos actos.
El Palacio de Tutzing está directamente junto al lago de Starnberg. Grandes y viejos árboles en el parque. En los días despejados se pueden ver los Alpes. Un paisaje de película bucólica, casi demasiado hermoso. El director de la Academia Evangélica no pierde la sonrisa en ningún momento. Incluso Heinrich Albertz ha asumido el esfuerzo: ha venido en el tren nocturno. Qué masoquista es el empeño de Los Verdes de crear fricciones con los socialdemócratas, aunque entre ellos y (como en Tutzing) Norbert Gansel no se advierta ninguna contradicción obvia.
Noches demasiado cortas, demasiada tensión durante el día, esfuerzos todos ellos que me hacen sentir la edad. Cuando llegamos ayer a Behlendorf, nos esperaban las grandes noticias del 1 de febrero: el Plan Alemania de Modrow, que persigue el objetivo de un país neutral; y la decisión del presidente de los EE. UU. de reducir sustancialmente la cifra de soldados americanos. Otra vez una situación nueva. Pero se apunta que todos los planes prevén una confederación que podría durar algunos años. Eso daría a la RDA y sus ciudadanos la oportunidad de decidir de forma autónoma, y desde una mejor situación económica, sobre la futura forma de la «unidad». En caso de existir mayorías socialdemócratas en ambos Estados, quizá podría desarrollarse una nueva conciencia de Alemania.
Si hago empezar la acción en Gdańsk, el plan de la viuda y del viudo, en Todos los Santos del 89, es decir, en noviembre, el actual proceso interalemán tendría que tener peso. Por ejemplo, para el viudo Polonia está al fondo. La realización de la sociedad germano-polaca de cementerios se desarrolla con más lentitud, también desde el punto de vista financiero. La viuda apremia en cartas. El viudo ruega paciencia en cartas. Polonia tiene que esperar. Los cadáveres alemanes llegan más tarde de lo previsto.
Mientras estuve en Tutzing, el dibujo para la cubierta de Madera muerta tuvo que esperar. Podría ser así:

Mañana vienen Steidl y Erich Loest con su hijo y su nuera. Es posible que vaya a participar, incluso económicamente, en su empresa editorial, que quiere poner pie en ambos Estados. Por ejemplo, Madera muerta podría publicarse en Steidl y en la Linden-Verlag de Loest.
Behlendorf, 4/2/90
Ha estado aquí con su hijo y su nuera: tres sajones. Dice: «Sajonia ya ha estado hundida varias veces, después de la Guerra de los Treinta Años, de la de los Siete, y ahora, al final de la banda de Wandlitz, y cada vez siguió un período de esplendor». Así son los sajones, al parecer.
Como Loest aún es ciudadano de la RDA, ha podido inscribir su Linden-Verlag en Leipzig. Ahora está buscando una casa por restaurar, que esté deshabitada. En septiembre quiere presentar, en la Feria del Libro de Leipzig, Una grieta en la tierra, un libro de Staeck, y mi Madera muerta (ambos libros de Steidl). Estoy pensando en pedir a Faber (de la editorial Aufbau) la semana que viene la inmediata publicación de Los plebeyos. Si Faber no está de acuerdo, cederé la licencia a Loest/Leipzig, para que Steidl pueda imprimir de inmediato... Loest también quiere ir al congreso del SPD en Leipzig y anunciar allí su ingreso en el partido, lo que será una satisfacción después de siete años y medio en Bautzen y las vejaciones que los siguieron[7]. He dibujado la cubierta para sus memorias, Una grieta en la tierra.
Y al fondo de todo sigue Polonia, oculta y bastante visible. El tristísimo primer ministro polaco podría representar un papel esquemático en Malos presagios. Quieren conseguir que acuda a la consagración del cementerio alemán. Aún no sé si irá.
En cualquier caso, la presión de Alemania Occidental y, después de las elecciones de marzo, también de la RDA sobre Polonia aumenta. Emigrantes, polacos que se consideran alemanes, y emigrantes polacos, se ven «desplazados». El tristísimo primer ministro polaco busca ayuda en Francia, pero sólo obtiene palabras. Desesperado, busca respaldo en la Unión Soviética, que está ocupada consigo misma. Tan sólo la sociedad germano-polaca de cementerios aporta divisas.
Ahora, por fin, el discurso de Frankfurt está listo. Ayer un huracán volvió a cruzar Francia y Alemania Occidental. Más de veinte muertos. No cabe excluir que la violencia de estos huracanes tenga su causa en el incipiente cambio climático.
La madre de Ute consigue llevar de forma irresistible toda conversación a Hiddensee o Rügen. Lo que queda de las carpas después de la visita de Loest y familia.

De Mölln a Berlín en tren, 5/2/90
Con un tiempo primaveral. En el compartimento, una mujer de Berlín Oriental, que predice un cincuenta por ciento para los socialdemócratas, mientras que yo espero un treinta por ciento. Nueva sensación al viajar: en el control, no tengo que enseñar más que el carnet de identidad. Es curiosa la entrevista de Brandt en el Spiegel, en la que habla alternativamente de federación y confederación, menciona Suiza como ejemplo, incluso acepta que una confederación es unidad. Al parecer prestó atención en Tutzing.
El deseo de poder estar en Leipzig y Gdańsk al mismo tiempo. Cómo le va allí a mi sociedad germanopolaca de cementerios. El terreno está comprado. Una colonia de jardineros empleada con contrato fijo planta, cuando hace buen tiempo, sauces llorones, abedules, arbustos de boj. Con divisas incluso se puede conseguir material de construcción para el muro del cementerio. En abril podrían llegar por avión los primeros cadáveres. El aeropuerto está cerca.
Berlín, 6 de febrero del 90
Desde ayer en la Niedstrasse: un fárrago de cartas. Pero ya no la permanente servidumbre de las cartas de rechazo, sino el placer de poder aceptar: para el viernes, un acto del SPD oriental en Prenzlauer Berg, con primera lectura de Los plebeyos en la RDA... Una satisfacción tardía. Y para el 10 de marzo, la lectura en el Teatro Estatal de Schwerin, luego quizá en Stralsund. Hoy se anunció para fines de mayo, tras una conversación telefónica con Tomáš Kosta, una semana en Praga, con la posibilidad de que la invitación del Grupo 47[8] —de lo que queda de él— pendiente desde 1968 se haga al fin realidad: el presidente Václav Havel podrá descansar y estar allí como escritor, de forma enteramente normal.
Esta noche Beatrice ha preparado la cena: conejo con polenta. Mi nuera de Suiza cocina bien. Luego, la conversación con su amiga, también embarazada, sobre cositas para bebés que la amiga ha traído consigo: entre ellas, herencias de su abuela. Tanto entusiasmo enmudece.
Esta mañana Beatrice nos regaló para el dormitorio un cactus de interior, de los que en Portugal crecen al aire libre.
Por primera vez desde hace años, estoy en Berlín sin mis hijas: Laura está en Aquisgrán, Helene, en Inglaterra durante la llamada semana blanca, y Nele está en Suiza con su madre: esquiando. Así que gano algunas
horas libres.
Actualmente, tiendo a la forma de novela epistolar entre viudo y viuda. Pero también cartas de otros, tanto alemanes como polacos, así como noticias de prensa, expedientes, discursos parlamentarios, anuncios publicitarios de la sociedad de cementerios, etcétera, podrían enriquecer la novela epistolar.
Maria me trae más de doscientos grabados para que los firme.

Berlín, 8 de febrero del 90
De vuelta de Spandau, donde, en la ciudadela, junto a la torre Julius, los miembros europeos de la Internacional Socialista ofrecían una cena de despedida después de su congreso en Berlín. Estuve sentado entre tres socialdemócratas polacos, que naturalmente se miraban con recelo. Entre ellos, algunos que conocí en Gdańsk con Lipski hace tres meses, y Tadeusz Fiszbach, que tras la disolución del Partido Comunista ha fundado hace poco uno socialdemócrata; sin embargo, durante la época de la ley marcial, Fiszbach se declaró a favor de Solidarność, por lo que fue destituido.
He propuesto a las enfrentadas fracciones polacas que lleven su disputa como huéspedes míos a la Niedstrasse dentro de dos días y, a ser posible, se pongan de acuerdo.
Hoy se publicaba mi discurso de Tutzing en Die Zeit, y en el Frankfurter Rundschau el discurso de Hildesheim de Christa Wolf: resignado y marcado por tristes entonaciones, un texto conmovedor.
Berlín, 10 de febrero del 90
Postdatas: ayer por la noche, en Prenzlauer Berg. Los socialdemócratas sólo habían hecho la difusión con octavillas. El aula del colegio estaba medio llena. Aun así, una velada memorable. Incluso he vuelto a tener (después de años) un momento de pánico escénico, porque leía una pieza teatral: escenas del primer y del segundo acto, y luego todo el acto cuarto de Los plebeyos. Un público atento, cautivo, aunque joven, para el que el 17 de junio[9] era historia, pero al que le llegaba, mediante la lectura, mezclado con las experiencias de los últimos meses. El debate posterior y también la charla de bar con los compañeros del partido en el Oderkahn permitió advertir un ambiente de depresión, de profundo abatimiento. La sustancia de la oposición se disgrega incluso allá donde, como en el caso de los socialdemócratas, empieza a organizarse con ayuda occidental e instrucción continua. Me predijeron fuertes enfrentamientos para el congreso del partido en Leipzig.
Durante el viaje en coche —el coche nuevo de Fritze Margull— a Prenzlauer Berg: crecientes tinieblas. Berlín Este, sombrío en torno a la Leipziger Strasse. Los relajados y deprimentes controles fronterizos.
Más tarde, en casa, conversación con Raoul, que quiere convencerme para que escriba «para variar» un guión de cine. Cuando le hablo en pocas palabras de la sociedad germano-polaca de enterramientos, me doy cuenta de que Malos presagios podría de hecho ser (también) una película; pero temo el trajín de la filmación. Prefiero estar largo tiempo solo, inclinado sobre el manuscrito. Esa permanente tentación: poder estar solo con uno mismo, seguir los propios balbuceos.
Por la tarde, ayer, conversación con Roehler sobre la oficina electoral de los escritores en el año 1965. Ya hemos llegado a rememorar nuestra propia historia. Roehler, disminuido por su accidente, sigue esforzándose en demostrar memoria: cree poder acordarse del clima que hizo en determinados días. Eva Hönisch hurga entre viejas cartas: de Karl Schiller, Willy Brandt, su carta de puño y letra escrita inmediatamente después de una representación de Los plebeyos en el Teatro Schiller.
Creciente sensación de agobio. La unidad de Alemania se conjura como forzosamente, no falta más que su precipitada ejecución. Poco a poco, empieza a ser peligroso hablar contra esta reciente locura. Si aun así me mantengo en mi No, no es por terquedad, sino más bien —junto a todos los argumentos, y por ellos— por un creciente presentimiento de fracaso.
Leo en el Frankfurter un discurso de Rushdie, pronunciado por Pinter en representación suya, bajo el título ¿Es que nada es sagrado? Una defensa de la novela Los versos satánicos. Otra vez muy cercano a mi posición, aunque invoca (¿por qué?) a los teóricos postmodernos. Trato de imaginar a mi colega, tan cruelmente aislado, en sus cambiantes refugios: él y la compañía de sus guardianes.
Suponiendo que el proceso de unificación alemán se acelere, fomentado de forma casi irresistible por el caos que provoca, de tal modo que en el plazo de un año la Gran República Federal adopte contornos firmes y limite directamente con Polonia: ¿no se vería la sociedad germano-polaca de cementerios bajo presión, bajo la temerosa presión polaca y la cada vez más exigente presión alemana?
Helene ha regresado de Inglaterra. Esta noche, con ella, Fritze y Raoul al estreno de la versión de Volker Schlöndorff de una novela canadiense.
De Berlín a Büchen, 11/2/90
La película de Volker El cuento de la doncella, basada en una novela de la canadiense Atwood, es de una perfecta lisura. De ese modo, el acontecer, continuamente espantoso, en un Estado totalitario policial (después de una catástrofe ecológica) queda como a distancia. El guión de Pinter apenas ha permitido desarrollo a los personajes. Sólo con ayuda de los buenos actores y la habilidad de Volker al dirigirlos se produce una tensión sustitutoria.
Tras el estreno, con Helene, Raoul y Fritze al viejo Paris-Bar. Espero que Volker, que conoce los puntos débiles de la película y la llamó «un parto con fórceps», se libre pronto de América; la nueva situación en Alemania le atrae; Helene tomó dos copas de licor y habló, sin caer en su habitual verborrea, de sus semanas en Inglaterra. Al parecer estuvo en un colegio de élite. Los padres de los estudiantes tienen que pagar alrededor de 24.000 marcos por curso académico.
A mediodía vinieron a visitarme Walter Höllerer, Christian Delius y Peter Schneider. Discutimos el plan para recuperar con escritores checoslovacos la reunión del Grupo 47 en Praga prevista para 1968, que fue impedida por la ocupación, lo que, junto con los efectos secundarios de la reunión del 67 en Pulvermühle, llevó al fin del grupo. Ojalá participe Hans Werner Richter, que está enfermo.
Una buena reunión colegial. La risa de Höllerer sigue siendo contagiosa.
Y hoy recojo (junto con Eike) a Ingrid y Nele en la estación de Zoo. Luego, las tres me ponen en el tren de Hamburgo. ¡Qué tierna es Nele, qué alegre! Ingrid, más relajada que de costumbre, pero otra vez agobiada por problemas de trabajo: quiere irse de Luchterhand a Rowohlt o Kiepenheuer. En Behlendorf me espera una carta de Nele.
En Malos presagios, un instituto funerario germano-occidental o de Berlín Occidental, por ejemplo Grieneisen, podría incorporarse a la sociedad germano-polaca de cementerios, en Polonia faltan ataúdes y equipamientos fúnebres.
Behlendorf, 12/2/90
De vuelta de Hamburgo. El debate con Augstein para Panorama fue vehemente. Él: un amable bufón que tiene que toquetear a las secretarias, que combate la corrupción en todo el mundo con el Spiegel, pero la tolera en su propia casa —«Karasek es inteligente y corrupto»— y se complace en la testarudez nacionalista: «El tren hacia la unidad ya ha salido...».
De Hamburgo a Frankfurt del Meno, 13/2/90
Ayer escribí, rápido y concentrado, dos páginas para enviar a Augstein, que me prometió encargarse de que se imprimieran: el déspota ilustrado. Adopté como título su fórmula permanente, que repite en todas partes, «El tren ya ha salido». Otra vez el debate. El moderador, Wagner, que lee sus textos en el monitor y da al espectador la impresión de que habla fluidamente de memoria. El engaño convertido en práctica. En lo que concierne a la confederación, yo tenía que haber hablado con más detalle, a costa del debate, en cuanto éste se encajonó en el caballo de batalla de Augstein: Bismarck y sus consecuencias.
Hoy, en el Frankfurter Rundschau, un proyecto de Constitución elaborado por dos profesores de Derecho Internacional de Leipzig y Berlín Occidental. El proyecto prevé, en un primer nivel, una liga de Estados, similar a una confederación. Se elegiría un Parlamento Federal con miembros del Bundestag y la Asamblea Popular. Además, habría un Consejo Ejecutivo de la Federación y un Tribunal de Justicia de la Liga de Estados. En la disposición final del proyecto, en su artículo 26, está prevista la posibilidad de dejar el tratado sin vigencia si un referéndum diera como resultado una mayoría en favor de la creación de un Estado federal alemán. Ese proyecto sería aceptable para mí como compromiso. Da un fundamento a las ideas, demasiado vagas, de Willy Brandt.
La noche, en gran medida insomne. Volví a darle vueltas a la forma de Malos presagios. Por una parte narración sencilla, casi como un cuento, entreverada de cartas entre viudo y viuda, pero también de otras cartas. La correspondencia entre viudo y viuda podría reflejar un amor tardío en su evolución titubeante, luego vehemente, y finalmente apresurada. Hay algo que habla en favor de la forma íntima, porque percibe el acontecer actual de las continuas acciones políticas como desde una distancia filtrada por lo personal. Aclarar la cuestión de si el viudo y la viuda tienen hijos y nietos, y cuántos. ¿Deben también ellos escribir cartas? (El hijo radical de la viuda.)
Ayer, en la ZDF, el indecible Cuarteto Literario[10]. No comprendo por qué Jurek Becker se trata con esa gente. Cuando Reich-Ranicki volvió a difamar a Christa Wolf y Stephan Hermlin —Karasek también quiso meterme a mí enseguida en esa sopa—, Jurek no respondió con bastante determinación. ¿En quién está pensando? El ataque de Reich-Ranicki a la editorial Luchterhand. Al parecer, la protesta después del último programa le ha afectado.
De Frankfurt a Göttingen, 14/2/90
Así fue: el discurso de Frankfurt, Escribir después de Auschwitz, ante más de mil oyentes, en su mayoría estudiantes, en un repleto Auditorio Adorno; alrededor de quinientos oyentes lo vieron en la sala de al lado, en una pantalla de vídeo. Sólo después sentí la tensión, y me sobresalté cuando tras una hora de silencio la respuesta fue un masivo aplauso. A lo largo de la conferencia, me di cuenta de que me entregaba como en ningún otro texto, llevado por el tema.
La recepción en Luchterhand (en un chalet demasiado caro) fue relajada. Antes, la exposición en la biblioteca de la universidad. En algunas fotos antiguas, ni más ni menos que me descubro a mí mismo: por ejemplo, a principios de los sesenta, con sombrero panamá, entre Uwe Johnson, Hans Magnus Enzensberger y Wolfgang Neuss. Es hermoso ver a Anna[11] dando clase de ballet. A su lado, el grabado de Friedenauer La bailarina. Una exposición hecha con conocimiento de causa.
Y hoy: consejo de autores. Las dos editoras están desbordadas. Hemos exigido que Elisabeth Raabe no se quede sólo dos días sino, en el futuro, hasta cuatro o cinco días en la editorial. El amable Frielinghaus[12] es demasiado indeciso. Sin embargo, queda en el aire si Elisabeth Raabe podrá conseguirlo, porque los trabajadores de la editorial —unos veinticinco— son, salvo excepciones, un montón de vagos desganados, los lectores funcionarios de la literatura. Y eso en una época que desafía a la editorial, cuyos autores están expuestos a ataques y difamaciones en las dos Alemanias.
La maravillosa historia de Bichsel, cómo tras una lectura en Kiel dice haberse dormido en una lectura por televisión, pero luego le confirman que leyó muy bien.
Ahora voy a dibujar en el taller de Steidl dos litografías, una vertical y otra apaisada.
Behlendorf, 16/2/90
Hago otras dos litografías más, con lo que la carpeta, después de haber dibujado unos treinta motivos, de los que quince no son aprovechables (fallo del grabador ruso), cuenta con suficientes hojas. Entre ellas la del búho en forma de nube sobre el bosque.
Poco antes de medianoche, el debate con Rudolf Augstein. En la pantalla de televisión, hacía un papel todavía peor; muchos espectadores, según he oído hoy, lo creyeron borracho. Quizá eso atenuó el efecto de este potentado tan bajito como megalómano. Mañana van a repetir la emisión en el programa regional.
A mediodía, con Franz en el Italiener. Su nuevo establo de vacas crece y cuesta. Qué tipo hermoso, gracioso, ingenuo y preocupado por el dinero, enérgico y dubitativo es mi hijo mayor. Me gusta ir a verle.
Durante el viaje de vuelta en tren, estaba demasiado agotado para escribir el diario. Tampoco podía pensar en Malos presagios. Tan sólo me iba y me venía la palabra Kuronski, para las marcas de comida de los comedores populares inventados por el ministro polaco Kuroń. ¿Debería la sociedad germano-polaca de cementerios instalar en su residencia de ancianos un comedor popular para ancianos polacos (con menú de Kuronskis)? El negocio de bici-rickshaws del bengalí Daud Chaudry funciona tan bien porque ir en taxi es demasiado caro: antiguos taxistas como culis de rickshaw.
Y hoy, después de llamadas telefónicas «matrícula D», Dirk Sager[13], un día tranquilo. Tecleo a máquina el subtítulo de Madera muerta y hago un gran dibujo a carboncillo: tocones de árboles sobre una extensa colina. No logro dejar el tema.
Repaso las últimas correcciones a Escribir después de Auschwitz para Die Zeit. De este modo, el trabajo manuscrito de la etapa de Portugal, salvo el epílogo a Madera muerta, está en prensa. ¡Qué placer, dibujar a gran formato!
Me pregunto si después de dos semanas de vacaciones en Rügen no deberíamos seguir viaje a Polonia: en Gdańsk, inspeccionar los terrenos del cementerio y buscar más material, precios de los artículos de primera necesidad, etcétera. Alrededor de la casa florecen los crocus y otras flores. La tormenta, con inundaciones, en Francia, Suiza y sur de Alemania. Tan sólo de manera titubeante el cambio climático se abre paso en la conversación, cercado por el tema Alemania más Alemania.
Behlendorf, 17/2/90
Vuelvo a ver en el programa regional el debate con Augstein. Primero el corte de los años sesenta. La delicada, frágil voz de erudito de Jaspers. Augstein: un teniente güelfo-prusiano. Su tono de casino. Califica de párroco de pueblo a Zahrnt[14]. Kogon compara a Jaspers con Sócrates, que hace tropezar a la gente con su bastón para que reflexionen sobre el tropezón. Zahrnt dice: «Jaspers nos hizo más inteligentes».
Hoy he empezado una segunda hoja grande en formato vertical, otra vez tocones de árbol. La calma que reina en Behlendorf permite recopilar preocupaciones dispersas... ¿Seguirá siendo ésta «mi Alemania»? Ahora mismo, los checos y polacos ya le piden a la Unión Soviética que no retire sus tropas demasiado deprisa. El tono de mando de Bonn anticipa el futuro estilo de los amos. La forma en que Modrow fue despachado en Bonn, igual que los ministros del grupo de la «mesa redonda», es vergonzosa, y, sin embargo, es lo que Augstein llama Realpolitik, mientras su tono (en el debate televisivo) es indiferenciable de los desagradables sonidos de los señores Kohl, Waigel, Dregger, Rühe, etcétera. Y los socialdemócratas callan. Si Oskar Lafontaine no regresa en los próximos días y toma decisiones: candidato a canciller, sí o no, y, en caso de que sí, con qué política interalemana, el SPD ya no será capaz de reaccionar. Stoltenberg habla de un mando común del Ejército Federal y el Ejército Popular... y nadie le contradice.
Ayer en la televisión: Masowiecki y Modrow juntos, la melancolía duplicada; humana, consciente, sufriente, casi conmovedora; al lado, nuestros atronadores políticos bocazas: ¡es para vomitar!
Behlendorf, 18/2/90
Preparando el viaje a Leipzig. Conversación telefónica con Antje Vollmer: se refiere a la falta de legitimación del Bundestag para decidir sobre la unificación, porque en el momento de ser elegido el asunto no estaba sobre la mesa; una objeción discutible, que no obstante sólo podría conducir a una nueva y estéril disputa. Sería más importante reforzar el derecho a coparticipación del Bundesrat... Es curioso que siga esperando, incluso esté seguro, que se produzcan objeciones y reparos, a más tardar en la reunión de los Seis y luego, una vez más, en la conferencia de la CSCE en septiembre.
Postdatas: la arrogante pose de Unseld cuando, en Frankfurt, como patrocinador del acto universitario, me entregó personalmente el cheque. Para colmo, el ministro de Economía Haussmann, que al inaugurar la feria «Ambiente» reprocha desde la estilizada tribuna de oradores al Gobierno de la RDA no haber comprendido y hecho honor al regalo de la «unión monetaria», y menciona a Hungría para decir que aceptaría con alegría un regalo semejante. La deificación del marco alemán. Vulgar materialismo como sentido de lo nacional. «¿Por qué, malditos habitantes de “la zona”[15], no queréis bailar en torno al becerro de oro como mandan nuestros cánones?»
También podría ser que en Malos presagios los polacos pongan —o quieran poner— fin al espantajo del cementerio, bien cerrándolo, incluso aplanándolo, o que, después de haberlo allanado, se vean obligados por la presión económica alemana a reabrirlo junto con sus instalaciones auxiliares. Esto último es verosímil, y podría reflejarse en las cartas como trama dramática secundaria. Luego, el tráfico de traslados discurre sin obstáculos, sobre todo —ya hacia el final del segundo tercio del libro— cuando el viudo y la viuda son derrotados en votos en el Consejo de Administración y se ven obligados a dimitir. Sólo entonces planean su viaje a Italia. Ver Nápoles y... a gusto del consumidor.
¿He anotado ya esto? Sea como fuere, la viuda tiene un hijo radical (trotskista), el viudo tiene cuatro hijos adultos y además varios nietos. Los relatos acerca de los hijos representan un papel en el intercambio epistolar; su distinta postura respecto al proyecto del cementerio. A ser posible, biografías traducidas libremente.
En Steidl, breve encuentro con Manthey. El conservador de izquierdas. Su forma de hablar, selecta, que suena siempre un poco ofendida.
Voy a llevarme a Leipzig un bloc de apuntes. Ute está triste porque, retenida por su madre, no puede venir.
Berlín, 19 de febrero del 90
Durante el viaje de Büchen a Berlín tiene lugar, entreverada con la lectura, una conversación con un matrimonio de Oranienburg, entre mediada y terminada la cuarentena:
—Algunos no saben que nuestro campo de concentración no dejó de trabajar hasta el 49.
Luego hablamos, literalmente, de lo divino y de lo humano, porque ella, peluquera de profesión (él pintor), se presenta de pronto, cuando estamos hablando de las elecciones, como investigadora bíblica:
—Por eso, porque Dios ya ha tomado su elección, no voto.
Él quiere votar algo que expulse al SED. Grandes miedos, pequeñas esperanzas. Ambos se avergüenzan de que tantos asociales —«que se suponía que no había entre nosotros»— estén pasando al Oeste. En cuanto habla como investigadora bíblica, su voz y su mirada adquieren algo de proféticas. Su hijo (de tres que tienen) pasó por Budapest a Kiel, adonde han ido a visitarle el fin de semana. Ahora esperan que vuelva, cuando a ellos les vaya mejor. Ella dice:
—Lo que está en la Biblia, el imperio milenario, ¿comprende?, vendrá. Hitler, que lo prometió, no fue más que un pequeño anticipo de él.
Ambos trabajan en una cooperativa y no tienen cuenta de ahorro alguna, porque hace tres años lo invirtieron todo en comprar su casa. Me piden autógrafos.
Aquí el teléfono no para de sonar. Naturalmente, el Spiegel no ha publicado mi «Carta a Augstein: el tren ya ha partido, pero ¿hacia dónde?»: esos implacables luchadores contra la censura la ejercen ellos mismos... ¡Repugnante! Le doy el texto al Tageszeitung.
Bocetos para la última lámina de Madera muerta antes del viaje a Leipzig.

De Berlín a Leipzig, 20/2/90
Pasando ante un espacioso campo de entrenamiento militar (Jüterbog). Un terreno revuelto por los tanques, con algunos abetos y abedules. Paso ante una estación con el letrero oculto por pintura blanca: el tren de mercancías detenido, cargado de tanques y vehículos oruga y artillería de gran calibre. (¿Unidades soviéticas esperando a ser repatriadas?)
Fritze Margull me llevó a la estación de Lichtenberg. Un barrio animado. En la Weitlingstrasse, un estanco en el que (por cincuenta marcos orientales) compré puros y cigarrillos cubanos. La vendedora dice: «Mientras queden». Luego me hace firmarle el Tagesspiegel. (Leer a Weitling.)
En el andén C, el tren de Malmö que pasa por Greifswald-Sassnitz entra con retraso: muchos grupos de niños, pálidos ratoncitos de gran ciudad que van de vacaciones. En el compartimento, una anciana pareja y un joven obeso. Todos mudos.
«Conseguir una ganga.» Esta expresión, que Steidl utiliza cuando ha percibido un derecho secundario o, en el caso de los artistas, les ha sacado unas pruebas de imprenta o unos bocetos, se podría aplicar a la RDA cuando los líderes económicos germano-occidentales hablan de posibles inversiones o los políticos, cada vez más abiertamente, de «anexión». Señores coloniales, experimentados en golpes de mano. Es vergonzoso lo que se exige a estos seres saqueados y atemorizados.
Para Malos presagios: en el cementerio alemán de Gdańsk se han previsto campos de urnas. Ayer leí que los fabricantes germano-occidentales de ataúdes cotizan 1 a 5 en la RDA, porque los ataúdes de cartón piedra de la RDA son rechazados por los clientes de las cremaciones, a menudo las asas están flojas, o no hay. ¿Habría que construir o planificar un crematorio moderno, con posible utilización por la parte polaca?
Desde la imponente estación de Leipzig, a pie hasta la iglesia por la Nikolaistrasse. En la casa parroquial, la primera sorpresa: el pastor Christian Führer no me aloja, como propuse, de manera privada y previo pago, sino en la habitación de su hijo, en cuyo escritorio anoto este hecho.
Paseo por el casco antiguo, desde la iglesia de San Nicolás hasta el Naschmarkt, pasando ante el Ayuntamiento, y luego alrededor de Santo Tomás, hasta el monumento a Bach. Después de las seis hay poca gente por la calle, sobre todo jóvenes. Ante el restaurante Auerbachs Keller, que está cerrado, me encuentro con Führer. Comemos en el Thüringischen Hof, yo asado adobado, por desgracia sin albóndigas de guarnición. Führer sigue obsesionado con la época anterior al 9 de noviembre del 89, cuando su iglesia era refugio de la oposición. Los jóvenes que entonces se dejaban «conducir» por la policía todos los lunes y asumían cualquier riesgo han sido arrinconados hoy en día, mientras por ejemplo el párroco Ebeling, que no estuvo dispuesto a abrir Santo Tomás a la oposición —sólo el acuerdo del capítulo de la iglesia consiguió que la abriera—, pronuncia hoy grandes discursos como portavoz de la DSU (rama local de la CSU).
En la televisión, informan de la anunciada abolición de las subvenciones a los alimentos, bienes de consumo, etcétera, y del acaparamiento que empezará enseguida, contra el que por supuesto las admonitorias palabras de Modrow nada conseguirán. El programa Report München trata de presentar a Modrow bajo una luz ambigua, al igual que a líderes socialdemócratas que no siempre han creído en la reunificación. La versión germano-occidental de El canal negro[16].
Führer, que tiene su primer entierro mañana temprano, a las ocho, me cuenta la situación de los cementerios. Entierros masivos de urnas «en el campo», de forma anónima. Las flores se revenden después del entierro. A los muertos les arrancan los dientes de oro. Confirma la mala e inestable calidad de los ataúdes de cartón piedra.
En el casco antiguo, silencio, muy a lo lejos el tráfico. El olor agridulce del gasógeno. Los escaparates, muy bien decorados. Los carteles electorales en la pared longitudinal del Ayuntamiento. Los carteles del SPD están tachados con letreros: «Por Schorlemmer, no Böhme». Pregunto dos veces por el camino: ese dialecto sajón tan desenvuelto.
Al teléfono con Baby Sommer. El viaje está amarrado. Dresde, Bautzen, Karl-Marx-Stadt, seguros, y también Neubrandenburg. Al teléfono con Schorlemmer, en Wittenberg. Probablemente pase a verle el 14 de marzo desde Leipzig, de camino a Stralsund. No se presenta a las elecciones, quiere seguir siendo pastor.
Leipzig, 21/2/90

Esa larga mirada con dibujo desde la habitación del hijo permite hoy algunos minutos de tranquilidad. No, luego viene la visita al Museo de Bach, junto a la iglesia de Santo Tomás. Me inclino —soy el único visitante— sobre documentos que, en su correcta caligrafía, permiten reconocer al Bach administrador de su casa. En la iglesia, una exposición con una tabla en la que se puede leer quién fue bautizado aquí. Bebel se casó aquí. Masur está de gira de conciertos. En el rascacielos de la Universidad Karl Marx subo al décimo piso porque el ascensor, según me dicen, no pararía en el undécimo. Luego la conversación con los germanistas, a la que más tarde vinieron estudiantes. Se sufre el complejo de: «Nosotros no hemos hecho nada. La torre se ha mantenido torre, alejada del pueblo, que estaba en la calle». Traté de hablar en contra de la resignación latente. Pezold, que era ayudante de Hans Mayer cuando visité por primera y última vez la universidad, en 1961, y leí extractos de El tambor de hojalata y transmití a los estudiantes saludos del expatriado Uwe Johnson, me invita a comer. Antes se ha acordado una lectura de Los plebeyos para la tarde del 26 de febrero (lunes de carnaval). En la mesa, me habla titubeante de su lento distanciamiento del SED. Sólo cuando el partido no estuvo dispuesto a disolverse, lo abandonó.
Luego, ante la sala de conciertos, la entrevista con Channel Four. En la columna publicitaria el grueso doctor Schumann y una mujer (la suya) pegaban carteles de él mismo. Un incansable y confuso soñador.
Al volver, me encontré en mi cuarto (el cuarto del hijo, aún desconocido para mí) la invitación de Magirius, el superintendente de la iglesia de San Nicolás, a acudir a la «mesa redonda» de Leipzig. La señora Führer me acompañó al Ayuntamiento Nuevo, un sombrío edificio de finales de siglo. Magirius dirigió la asamblea, demasiado grande, con paciencia, autoridad, ingenio. Con veinticuatro comisiones, esta mesa redonda prosigue hasta el 6 de mayo el trabajo del concejo dimitido (por fraude electoral). Otros tres grupos y partidos, la iniciativa Principio Esperanza, el Partido Campesino y el Foro, quisieron, con retraso, ser incluidos, lo que fue rechazado. Magirius: «Yo mismo me he apuntado para tomar la palabra».
Tema de debate: ¿dónde se ubica el sector de ocio? ¿En Turismo o en Deporte? Luego, al fin, punto tres, elecciones, comité electoral de distrito, capacitación sobre las condiciones jurídico-electorales. Faltan cabinas de votación. El representante de Iniciativa por la Paz y los Derechos Humanos se abstiene de manera permanente. Un panfleto difamando al SPD, lanzado por la DSU, es condenado por unanimidad, incluso con los votos de DSU y CDU. Qué trabajosa es la democracia. ¿Pueden tener lugar actos electorales, por ejemplo el anunciado por Kohl, en el centro histórico (Marxplatz) durante la hora de la misa? La mesa redonda se pronuncia en contra por motivos de tráfico. Más tarde, en casa de Führer, visita. Estoy demasiado cansado para escuchar por mucho tiempo su fervor religioso.
Leipzig, 23 de febrero del 90
El inquietante clima primaveral se mantiene. El congreso del SPD no es comparable con actos similares en la República Federal. La necesidad de improvisar sigue marcando el tono. Los discursos de Hilsberg y Böhme, por mucho que hayan aprendido entretanto, siguen estando libres de rutina. Todo parece como desplazado en el tiempo: el recinto de la Feria Agraria está como sacado de primeros de los sesenta. Conversaciones con viejos socialdemócratas de la RDA, su tardía satisfacción. Con qué señorío rechazan en cambio los jóvenes socialdemócratas las difamaciones de la DSU... Hoy hablará Oskar. Ni un pensamiento para Malos presagios, tan sólo la certeza de que la realidad pisa los talones a mi idea básica. Más tarde, con Scharping y su esposa, Steidl y Staeck en el Hotel Merkur.
Leipzig, 24/2/90
Ayer, temprano —intentaba dormir un poco más—, el joven hijo cantaba en el pasillo: «Arriba, en las montañas, hay una fábrica, y se da un beso eléctrico a las chicas...». Esa canción, que se ensayaba en las guarderías antes del carnaval, despierta en mí recuerdos.
Luego el congreso del partido, el agotador procedimiento, que me impresiona porque, imposible de sustituir por ninguna otra cosa, pone de manifiesto los pesados y a menudo aburridos procesos de formación de la opinión democrática, aquí casi de libro, porque la democracia ha de ser aprendida... Entretanto, amenaza de bomba. Laxa espera al sol primaveral. No se sospecha que los autores sean ultraderechistas, más bien grupos aún activos de la Stasi. Ibrahim Böhme, ese hombrecillo lánguido, de aspecto un poco anticuado y teatral, crece de intervención en intervención. Es elegido presidente con una robusta mayoría. Más tarde me llaman a la tribuna, también para animar un poco a las agotadas delegaciones.
Y hoy, tras una penosa espera, porque se interrumpió la discusión del programa durante tres preciosos cuartos de hora, vino Willy Brandt, elegido presidente de honor por aclamación, y volvió a pronunciar un gran discurso, grande porque abarcó a los delegados, luego a la ciudad de Leipzig, por último a los ciudadanos de la RDA, y sin embargo fue comprensible más allá de las fronteras alemanas. Sin duda yo habría deseado más claridad, por ejemplo algo histórico en dirección a la Confederación Germánica, la iglesia de San Pablo[17], el futuro Estado federal alemán, pero él ama la vaguedad, y tiene éxito con ella. En cualquier caso, ha sido un congreso de importancia histórica.
Cuando, poco después del discurso de Willy, el hijo de Loest me llevó a la iglesia de San Nicolás, los delegados ya habían vuelto a enzarzarse en los procedimientos electorales. Y fuera se mantenía la inquietante primavera. Por la tarde, antes de salir hacia Berlín, va a tener lugar un «encuentro cultural» en el atrio del palacio de congresos. Erich Loest, que hoy celebra su sexagésimo cuarto cumpleaños, va a ingresar en el SPD. Yo voy a volver a hablar, pero no me limitaré a un discurso de cumpleaños.
¿Y Malos presagios? Mi refugio durante las pausas. Mi represado placer, caminar arriba y abajo constantemente delante de mi atril, farfullar, mascar las frases hasta que se adaptan a mi boca, con la pipa fría y caliente.
Berlín, 25 de febrero del 90
El discurso de cumpleaños para Loest quedó en nada, porque la fiesta final iba a retrasarse demasiado, así que a las seis de la tarde ya salimos en dirección a Berlín. También Grüning, que fue a recogerme, se explicó durante el viaje y, luego (como había hecho Pezold en Leipzig), hizo por así decirlo una confesión, aunque no había sido miembro del partido, pero sí había sido favorecido por él al tener amistad con el hijo del primer ministro Sindermann. También explica su casa —de dos pisos—, muy grande para las circunstancias de la RDA: como a menudo recibía visitas de occidente, el ministro de Cultura Hoffmann le había asignado esa casa con cuarto de invitados que yo ocupo ahora. Por fin un baño con ducha. Luego vinieron Christoph Hein y su esposa. Se hizo tarde.
Leipzig, 26/2/90
¡Postdatas, postdatas! Sólo que demasiado cansado para ellas, porque el viaje, con tres actos en dos días, la lectura en Berlín de Escribir después de Auschwitz, la intervención con Baby Sommer[18] en Neubrandenburg y la lectura de hoy (Los plebeyos) en Leipzig, quizá era demasiado para mis sesenta y dos años. Ojalá que mañana, antes de ir a Dresde, encuentre tiempo y fuerzas para postdatas. Sólo una cosa antes de irme a dormir: hoy, sensible durante el viaje en coche de Neubrandenburg a Leipzig, la quinta tormenta de febrero. Dicen que vuelve a haber más de treinta muertos; incluso el desfile del lunes de carnaval en Colonia, que normalmente apenas se deja afectar por nada, ha sufrido sus efectos. Pero dudo de que, con las permanentes disputas interalemanas, esta incontenible irrupción del clima llame la atención de nadie.
Leipzig, 27/2/90
Entre los continuos pequeños acontecimientos de la mañana en Berlín vuelve a estar el acto dominical en la Sala Apolo de la Ópera del Estado. Buen prefacio de Hein. Público de aspecto burgués. Asisten Veronika con Helene, Fritze con Chana, Maria Sommer. Echo de menos a Ingrid Krüger y Nele. Al parecer, mi ponencia encuentra eco. Va a ser emitida e impresa. Conversación con la Aktuelle Kamera. La comida (a costa del Gobierno) como en los viejos tiempos del privilegio. También están presentes, además de mis editoras y Helmut Frielinghaus, los editores Faber, Gruner y Marquardt. Y el ministro de Cultura Keller, que da impresión de agotado y deprimido, mientras al parecer soy el único convencido de que no debe producirse la reunificación en forma de «anexión» a la República Federal. Cuando reacciono al triste brindis de Keller y trato de animar un poco a Christoph Hein y Christa Wolf, parece ser que perturbo el consenso de la resignación... Junto a mí se sienta mi pequeña Helene, la exótica vegetariana. (Mientras escribo, en el pasillo está silbando Führer, el siempre alegre cristiano, que durante el desayuno ya me ha estado obsequiando con citas de la Biblia.)
La autopista de Berlín a Neubrandenburg pasa por pueblos y pequeñas ciudades desocupadas: Fürstenberg, Neustrelitz. En Oranienburg, indicadores del antiguo campo de concentración de Sachsenhausen. Las degradadas instalaciones militares del Ejército Rojo. El abandono de algunos soldados soviéticos. El conductor, un joven y descarado berlinés, era miembro del SED, dejó el partido hace poco, pero vota al PDS para, como él dice, fortalecer de forma constructiva el esperable Gobierno del SPD con una oposición fuerte. El encantador paisaje de los lagos, con leves colinas en torno a Neubrandenburg, adonde llegamos en torno a las cinco.
Baby Sommer ha estado montando sus instrumentos en la Escuela Pedagógica Superior, un edificio nuevo recientemente inaugurado por Margot Honecker. Antes, en la oficina del SPD. Una vieja construcción deshabitada que antes había servido al Frente Nacional. Después de varias llamadas telefónicas, el Ejército Nacional Popular está dispuesto a proporcionar focos para nuestro acto.
Es agradable volver a ensayar y a comparecer con Baby Sommer. Luego, debate con el candidato del SPD (un pastor evangélico) y el público. Gran éxito en un marco demasiado pequeño.
Neubrandenburg quedó completamente destruido al final de la guerra. Sólo se mantiene la muralla, entreverada de hermosas casitas con fachadas de entramado de madera, en las que a uno le gustaría vivir.
Pernocto en casa de un compañero del partido que parece un soldado de infantería húngaro, en una casa de nueva construcción con vistas a un paisaje de jardincitos caseros que termina en instalaciones industriales. Hacia la medianoche, emiten en la radio mi discurso de la mañana. Me escucho, porque raras veces tengo ocasión de hacerlo. Duermo en la habitación de la hija. La esposa es médica, él es planificador urbanístico. El matrimonio sufre por el trabajo de él en el partido.
Oigo más acerca de estos temas mientras, desde las once, viajamos a Leipzig pasando por Berlín. Otra confesión vital. Esta vez un cincuentón, de aspecto juvenil, que no ha sido miembro del SED y ha tenido que sufrir por ello. Su perpetuo temor a los espías, incluso dentro de la dirección del partido. El miedo a la presión competitiva de una futura sociedad dominada por el marco alemán.
Agarra el volante de forma convulsa durante las cinco horas de viaje en coche a través de la tempestad. La carrocería de hojalata se abomba visiblemente. De norte a sur: este país herido, triste, gris.
A las 4.15, la lectura en la Universidad Karl Marx. El auditorio no está del todo lleno, porque se ha hecho muy poca publicidad. Leo escenas de Los plebeyos. El debate posterior, demasiado largo, dirigido por Pezold de forma titubeante.
Después de la comida, tras una hora de retraso y espera en la gigantesca, parca, como abandonada estación de Leipzig, en tren rápido a Dresde. La lectura de ayer aún requiere una rigurosa selección para la lectura en la Feria del Libro de Leipzig, el 13 de marzo. Sigue siendo inimaginable cómo la RDA, un país atrasado en todos los aspectos, puede ser simplemente absorbido sin que se produzcan tensiones sociales y descargas de las mismas, sobre todo porque no se ve por ninguna parte voluntad de la Alemania Federal de invertir in extenso. Aprovechar la previsible ganancia de tiempo. Desde ayer hace frío, y yo, loco, le he dejado en Berlín a Veronika mi abrigo de invierno.
Dresde, 28/2/90
Cuando me bajé ayer del tren en Dresde-Neustadt, nadie había venido a recogerme. En aquel vestíbulo lleno de corrientes de aire. Con aquel tiempo frío y húmedo, la vestimenta uniforme daba impresión de pobreza. De vez en cuando, niños con disfraces de carnaval, chillones, pintarrajeados de vivos colores. Un ambiente de cuadro de Ensor. Como a los disfraces les faltaba el punto de comprada perfección germanofederal, parecían auténticos y estremecedores.
Por fin, llamé a Baby Sommer. Estaba en camino desde la estación central, adonde había ido a esperarme, y llegó al fin para llevarme, helado, a la emisora de Dresde, que se encuentra en el Museo de la Higiene. Una conversación de media hora, que fue emitida por la noche. Una vez más, mis advertencias contra la anexión entendida como reunificación y la referencia a Auschwitz como mandato ineludible.
El viaje en tren, solo, en compartimento de primera clase. Las sucias ventanillas, el país gris y dejado de la mano de Dios, sus instalaciones industriales listas para el desguace, los pueblos agazapados, como dejados allí por azar. De pronto, ventisca. Mi abrupto deseo de poder estar junto a mis cactus portugueses, que me son más próximos que este frío extranjero.
Ya tarde, conversación con Baby y su mujer, ese dechado de fuerza, supremacía y severidad protestantesocialista. Él: esquivo, temeroso, pensando siempre en posibilidades de fuga. Y, sin embargo, ambos dependen el uno del otro como las hojas de la enredadera, encadenados también a la casa, a esa casa de muñecas de dos plantas, de honesto aire burgués, el resultado de su celo conyugal de coleccionistas. Más tarde se suman —al pollo en vino tinto— amigos, un escultor con su mujer. Todos se ven impotentes en una situación desesperada, temen la zarpa de occidente, la anhelan, aunque están seguros de que volverán a ser sometidos a nueva tutela. En todas partes, se lamentan, el SED sigue llevando las riendas, dispuesto a vender las casas necesitadas de reforma a clientes occidentales antes que a ciudadanos de la RDA. Pronto, demasiado pronto, podría extenderse aquí un estrato de dominio colonial.

Tras una noche inquieta, tormentosa, desayuno tarde. Ahora nos vamos a Bautzen, donde estarán Veronika y Helene: estuve allí en la Nochevieja del 73/74, cuando Veronika estaba embarazada de Helene y las disputas no tenían fin.
Dresde-Radebeul, 1/3/90
Otra vez en Bautzen, camino a lo largo de la muralla, del cementerio de San Nicolás en ruinas, el museo sorbio, la sorbia de aspecto enteramente cachubo que nos guió: aún quedan cerca de 70.000 sorbios. La extracción de lignito ha devorado muchos pueblos. Los rostros fantasmagóricamente rígidos de las muñecas de tela en traje regional, rechazado por el público. Traducciones sorbias de la Biblia. El casco antiguo, maraña de casas, sigue en pie a pesar de la decadencia. ¿Qué aspecto tendrá en cuanto llegue el dinero occidental, digamos dentro de diez años? Con amigos de Veronika en el parque de la muralla, luego reencuentro con Veronika, Helene, Katharina y Stefano. Las hijas de Hentschke se preguntan si volver a hacerse cargo de la empresa de construcción del padre.
El acto, en un cine. Sala llena. Stefano me hace antes una entrevista para Espresso. Baby y yo concentrados y de buen humor. El debate con dos representantes de los socialdemócratas locales y el público encuentra eco. De todas las preguntas se desprende inseguridad, miedos. Está claro que la DSU y la CDU están creciendo a costa de los socialdemócratas. Las difamaciones —la equiparación del SPD con el antiguo SED— muestran su efecto.
La malhumorada camarera del Weisse Ross. Luego, con los amigos hasta medianoche. Helene habla con Baby. Veronika disfruta de mi presencia en su ciudad natal. Volvemos tarde a Radebeul. (En el viaje de ida, los bosques enfermos.)
Tras un largo sueño, esta mañana temprano noticias del quinto (¿o es el sexto?) huracán, que causa daños especialmente en Suabia y Baviera: trochas en la Selva Negra. Luego, me voy a Dresde con Heidrun Sommer. Visitamos a Eberhard Göschel. En una despejada vivienda, pinta delicados cuadros a espátula, no muy alejados de los productos occidentales. Habla desde su papel de permanente oposición. Ve por todas partes, también en el caso de Hubertus Giebe, a los viejos adaptados a nuevas posiciones.
Más tarde, con Heidrun, voy al Teatro de Marionetas del Estado, un encantador edificio antiguo cuya decrepitud lo habría llevado al cierre en el Oeste. Algunos artistas, Göschel incluido, consideran la posibilidad de adquirir el edificio, incluidos el restaurante y los locales adyacentes. Aquí vamos a actuar hoy.
Es curioso: la probabilidad de que escriba Malos presagios aumenta con el creciente peligro actual de que la derecha, encabezada por la DSU, gane las elecciones. Una vez más: ¿sólo será posible la literatura desde la posición del perdedor?
La destrucción causada por la guerra sigue siendo visible en el centro de Dresde. En contraste, el mundo sin duda atrasado y pobre, pero intacto, al pie de los viñedos de Radebeul. Las casas burguesas, los viñedos...
Dresde-Radebeul, 2/3/90
El acto de ayer en el Teatro de Marionetas de Dresde con Baby Sommer, que, por estar en su ciudad natal, incluso tenía pánico escénico. El debate subsiguiente y también las conversaciones antes y después me dejaron claro que la mentalidad derechista hasta ahora encubierta en la RDA, que ahora sale a la luz intacta y abiertamente, expresada en nacionalismo, xenofobia, antisemitismo, vulgaridad materialista y, en conjunto, intolerancia, es más fuerte de lo que me temía. La mayoría que se le predecía al SPD está seriamente amenazada. A esto se añade que todos los grupos que invernaron aquí como callada oposición y que finalmente han forzado el cambio están ahora agotados, como carentes de iniciativa, desconfiando unos de otros y unos contra otros.
Ante todas esas impresiones nuevas, palidece la noticia de que en Nicaragua los sandinistas han perdido las elecciones. Ahora, vista la debilidad de la Unión Soviética, ese pequeño y desdichado país está completamente subordinado a los EE. UU.
Me espera la última estación, Karl-Marx-Stadt, que pronto volverá a llamarse Chemnitz.
Karl-Marx-Stadt, 2/3/90
La gigantesca cabeza de Marx ante el edificio del Consejo de Distrito. Van a venderla para poder financiar con ella la redenominación de la ciudad. El acto en el museo con piscolabis (previo) en una de las salas de exposiciones. El director del museo es un antiguo miembro del SED. Habla de ello abierta y a la vez contenidamente. Hace poco que Kohl estuvo aquí, y preguntó a las masas, al estilo de los estadios de fútbol: «¿Queréis la unidad de Alemania? ¿Queréis nuestro bienestar?». Más vulgar no se puede ser.
Behlendorf, 4/3/90
Ayer, al principio con ventisca, de Dresde a Berlín. Heidrun Sommer me lleva en su coche occidental, porque tiene que llevar documentos a una imprenta en la Stuttgarter Platz. En la Niedstrasse estaba Beatrice, tejiendo ropita de bebé poco antes del parto. No hubo tomas para Matrícula D porque últimamente salgo demasiado a menudo en la tele, etcétera.
Jugué una partida de parchís con Nele e Ingrid Krüger. Ganó Nele. Ingrid se ha despedido de la editorial Luchterhand; tenía motivos de sobra. Durante el viaje en tren de Berlín a Büchen empecé a leer las correcciones para el libro de bolsillo planeado por Steidl Disputa en torno a la patria unida; Augstein ha cambiado pocas cosas. Ute fue a recogerme a Büchen. Me ha conseguido una expresión para los ataúdes de la RDA, «muebles de tierra», que podría emplear en Malos presagios.
Y hoy vuelvo a mi taller. He terminado y dado fijador a los dos dibujos, que estaban casi listos antes del viaje. He extendido los dibujos. Qué rápido vuelvo a aclimatarme aquí.
Por la tarde, en el programa regional, el resumen de la reunión de Tutzing que hace Stephan Lohr. Lohr opina que mis tesis relativas a una confederación tienen en este momento una importancia creciente, porque aumentan las dificultades y las resistencias a una unidad por mera anexión. Puede ser. Yo temo más bien un resultado negativo en las elecciones, ahora anticipadas, del 18 de marzo.
Nele quiere un perro para su cumpleaños. Voy a escribirle una carta preventiva, porque un perro, sobre sus cuatro patas, es fiel y dependiente, véase nuestro manojo de pelo Kara.
Behlendorf, 5/3/90
Veo en Aktuelle Kamera un programa sobre las elecciones, en el que participan Los Verdes y la Alianza de Mujeres. La mesa redonda ha acordado una Carta Social y un Ministerio de la Mujer. A catorce días de las elecciones, se crean hechos sobre los que un nuevo Gobierno podrá construir: derecho a la vivienda, protección del arrendatario, autonomía de los centros escolares, derecho a comedores escolares, jardines de infancia, etcétera. Respeto a los órganos políticos que, a pesar del caos provocado, toman decisiones con tranquilidad y objetividad. Uno de los participantes en el programa hace una pajarita de papel con técnicas japonesas.
Por la tarde ha estado aquí mi hermana con su amiga, han traído bollos para doce personas y la lista de invitados para su sexagésimo cumpleaños. Hans trajo una litografía y se llevó las correcciones al debate con Augstein. He extendido dos pliegos de papel, pero aún no he encontrado la fuerza para dibujar.
Behlendorf, 6/3/90
Escribo al droguero Voigt, de Leipzig, para que nos aloje el 18; nos ha invitado a su hospedería para la mesa redonda de Leipzig. Estuvimos en Lübeck para comprarme un traje de lino azul oscuro. El tiempo tormentoso persiste. Dicen que también está en camino una nueva borrasca del Atlántico norte. Los daños en los bosques después de seis tormentas son desproporcionados; podría ampliar mi tema con «madera viva». Sin embargo, sigo ocupado con la «madera muerta», por ejemplo con un dibujo en gran formato. Además, he hecho la litografía pequeña para la edición especial de Madera muerta.
Behlendorf, 8/3/90
Ayer en casa de F. J. Raddatz, con Gerd y Fechners, en Hamburgo. Una noche triste: es doloroso tener que ver cómo un amigo alimenta su reciente nacionalismo con los ataques de la CDU a Brandt y Bahr. ¿Es por su propia y corta época de la RDA, que quiere compensar con el celo de los conversos? Este comportamiento hace que, por ejemplo, su entrevista con el ministro de Cultura Keller se convierta en parte en interrogatorio. ¿Cómo puede decir, refiriéndose a mí, que la «cuestión alemana» distancia las amistades o incluso las destruye?
Steidl trajo las pruebas de Madera muerta. Hoy he establecido el orden y los pies de los dibujos. Sigo dibujando en gran tamaño. La sospecha de que el presidente de Ruptura Democrática, Schnur, puede haber sido espía de la Stasi marcará sin duda, a pesar del desmentido, el resto de la campaña electoral.
Behlendorf, 10 de marzo del 90
Poco antes de salir hacia Schwerin. Anteayer, en su fiesta de cumpleaños, el centenario Oswald Nell-Breuning dijo: «¡Tantas cosas buenas! Pero los egoístas vuelven a echarlo todo a perder». No se puede expresar con más exactitud la relación RDA-RFA después de la revolución.
Ayer vinieron los Bissinger y los Müller a comer faisán y pato silvestre con puré de patata y chucrut a la piña. Poco a poco intuimos la terrible expectativa de que la DSU (y con ella la CDU, que ayer aún era un partido colaboracionista con el régimen) pueda ser el partido más fuerte el 18 de marzo, por delante de los socialdemócratas. Conversación telefónica con Hans Werner Richter, que al final de la conversación había olvidado lo que le había dicho al principio. Escribirá la invitación para Praga.
Retengo para Malos presagios los acontecimientos de Lituania, Vilna: con el reforzamiento de la postura nacionalista, el cementerio polaco en Vilna se vuelve discutible. Me marcho con sentimientos encontrados. Nada más cruzar la frontera en Mustin: un bosque de abedules extinguido.
Schwerin, 11/3/90
Después de dormir poco:
altavoces resuenan en el país.
Unidad, dice su mandato.
Se trata de hablar bajo,
de no dejar de oírnos
entre nosotros
ni la próxima amenaza de tormenta.
Schwerin, 12/3/90
Lectura en un bello teatro, con un buen debate posterior. He aprendido a tratar libremente el texto de Los plebeyos.
Por la tarde, un ruidoso acto de las juventudes del SPD con un grueso presentador de la NDR. Luego, en el teatro, una asombrosa representación con canciones de las juventudes comunistas y cantos populares: melancólicamente ambiguos. La macabra inversión de los textos cachazudamente positivos de las juventudes: «¡Construye, construye!» o de los cantos populares: «Adiós, patria querida» o «Dónde estará mi Christian, en Hamburgo o en Bremen...». Actores entrados en años cantaban las canciones de las juventudes (ante grandes fotos de jóvenes). Nuestros anfitriones, el señor y la señora Ürkwitz —ella es la secretaria del teatro—, tienen un humor de una seca ingenuidad; él habla sin parar, en tono bonachón: «Eso fue aún en los tiempos nazis de Adolf...».
De Schwerin a Leipzig, 13/3/90
A poco de pasar Schwerin, grullas en un campo. Ayer, recorrido por la ciudad después de la visita al museo: maestros holandeses de los siglos XVII y XVIII, y luego, en la sala de grabados, xilografías, litografías y grabados de Kollwitz (La rebelión de los tejedores). Una hermosa lámina: Conciliábulo.
En el barrio de Schelfstadt, quebradizas viviendas antiguas, con fachadas de madera entramada, que bien podrían ser restauradas. El estanque de los curas, alrededor del cual desfiló en el 89 una procesión de protesta con velas encendidas. Frontal de casas neoclásico. En el centro, unos grandes almacenes de los años veinte. Alrededor del inmenso palacio. El romántico muelle de los botes, en piedra natural. Esta mezcla de estilos anticipa la posmodernidad.
Luego, en la Casa de Cultura, un debate: «Quo vadis, cultura». Ideas y planes que no quieren tener en cuenta la situación política. El dramaturgo Wiek me invita a pronunciar un breve discurso. Mi referencia a la prohibición de las lanchas motoras si, como está previsto, se quiere un «turismo suave». Directrices para el cuidado de los monumentos, que causan los correspondientes gastos a los nuevos constructores. El evidente miedo de la asamblea a ver la realidad política.
Tras un corto sueño: acto vespertino de la Iglesia en la casa comunal. Leo de La ratesa, luego debate. El agresivo Kantor. No hay piedad para Honecker entre los «cristianos» entrados en años.
Leipzig, 14/3/90
La lectura de Los plebeyos en Leipzig —sin duda la mejor hasta ahora—, en la sala de cámara del Pabellón de Conciertos, no fue seguida de debate, porque nadie pidió la palabra. Mis editoras, presentes en la sala, no están a la altura del editor de Aufbau, Faber. Luego con Masur, cuyo optimismo es un programa. (Poco antes de mi lectura, Helmut Schmidt había tenido un acto electoral aquí.) Las pequeñas cuentas corrientes van a ser cambiadas 1:1: la contribución de Kohl a la campaña electoral. Es grotesco que aquí, en la Feria del Libro, tenga que vérmelas con tres editoriales: junto a Luchterhand y Aufbau está también la editorial Linden, más Steidl. La polémica con Augstein se vende bien. Así de rápido va todo cuando las editoriales pequeñas entran en acción.
Jaleo de feria por la mañana. Con Erich Loest en la cabina de detrás del stand de Linden-Verlag: dos duros percherones. Ayer, durante el viaje de Schwerin a Leipzig: los árboles caídos tras la última tormenta, denominada Wiebke. Ahora seguimos ruta hacia Wittenberg.
De Wittenberg a Stralsund, 15/3/90
El viaje en coche de Leipzig a Wittenberg, por bosques y pueblos deteriorados en los que predominan los carteles de la DSU (CSU). El Elba va crecido. En el seminario me espera Friedrich Schorlemmer, un siempre entusiasta propagandista, incluso de sí mismo: inteligente, elocuente, valiente hasta la temeridad. Me lleva al hermoso Innenhof, y luego a la Casa Museo de Lutero. Impresiona la sala en la que Lutero pronunció sus conversaciones y discursos con su familia y amigos en torno a la mesa, «enseguida pasados al papel». El fracaso de Lutero en la Guerra de los Campesinos ocupa un pequeño espacio en el museo.
Luego, la noticia de que Schnur ha admitido su actividad como colaborador de la Stasi y —apremiado por la CDU— ha renunciado a la presidencia de RD. ¿Una repetición del caso Barschel? ¿Quizá un ligero debilitamiento de la Alianza y una estabilización del SPD?
El acto con Baby Sommer, ante unas doscientas personas, sale bien, y también el debate subsiguiente. El anfitrión, al principio grosero, luego servil, se queja de la comida de los restaurantes de la HO[19], que por lo general llega fría a la Casa de Cultura, que, como todos los edificios de la RDA, padece un exceso de calefacción.
Luego, en casa de Schorlemmer, que lleva vida de soltero desde que su mujer se fue. (Él dice que fue captada por la Stasi y luego cayó bajo la influencia de feministas occidentales, lo que condujo a la separación.) También aquí, otra vez, quejas por la pérdida de los comienzos democráticos. El joven del combinado industrial Schwarze Pumpe, que simplemente ha aparecido en casa de Schorlemmer, conmovedor y desvalido con sus gafas metálicas.
Duermo profundamente, y cuando me despierta el despertador no sé dónde estoy. Me compro en la estación una edición oriental del Tageszeitung. Se muestra entre sarcástica y maliciosa hacia los socialdemócratas, sin que sea posible advertir por quién se inclina. ¿Izquierda unida? Arriesgo un pronóstico electoral, porque fuera el tiempo se ha vuelto suave y primaveral:
SPD: 33 %; Alianza 90: 5 %; Los Verdes + Mujeres: 4 %
DSU: 3 %; RD: 5 %; CDU: 37 %
PDS: 12 %; Liberales: 4 %; Partido Campesino: 3 %
En Stralsund, en la casa de la Alianza para la Cultura
Después de un primer paseo por el muelle de la Weisse Flotte, frente a Rügen, recorro la deteriorada ciudad. También aquí el SPD ha sido empujado contra las cuerdas por la Alianza y el PDS. Las conversaciones en la calle muestran la inseguridad incluso de los jóvenes.
Vista desde la ventana a los bajíos de Stralsund, el mar abierto y Rügen. Enfrente, un almacén en ruinas.
Ute aún no ha llegado. Hasta que me recojan para cenar, voy a tumbarme una hora y —dicho en bonito— pensar.

Stralsund, 16/3/90
Ayer por la tarde en casa del doctor Müller, médico, a cenar. Ute se sumó. También él —antiguo militante del SED— empieza enseguida a hablar de sí mismo, a hacerse reproches, a explicarse.
El camino a lo largo de la orilla oriental hasta la Schillstrasse, Fährstrasse. Me he olvidado la llave de la casa. Una joven abre. Los dos dormimos mal. ¿Frenará el caso Schnur, más el pequeño caso Ebeling, la atracción hacia la Alianza?
Hoy, en la ciudad: la iglesia de San Nicolás, restaurada en colores demasiado chillones. Las imágenes de las columnas pintadas con expresivas cabezas. Luego, en el archivo y en la biblioteca del monasterio de San Juan. Las hermosas ruinas de la iglesia, que forman una sala abierta para teatro y conciertos. El ahumadero, antaño asilo de ancianos, el crucero, el refectorio de los monjes franciscanos, magníficamente reconstruido. Los dos patios con casas de fachada de madera entramada, en parte habitadas, en parte derruidas, y cabañas de pescadores. Un joven llamado Links, con su esposa y dos hijos, orfebre de profesión, hermano de un joven editor, acaba de comprarse tres casas deshabitadas por apenas dos mil marcos. Ahora busca crédito. Le hago —también por Ute— una oferta.
Leipzig, 18/3/90
En cinco horas y media de viaje, Ute nos lleva de Stralsund a Leipzig, con la familia de Armin Voigt, que vive en Wiederitzsch: ¡una casa que podría haber soñado Wagner, pero hecha realidad por un droguero! Por ejemplo, la piscina. Desde abril, va a calentarla con placas solares. Alrededor de ella, a izquierda y derecha de un Cristo de tamaño natural, en actitud de bendecir, seis santos, entre ellos los evangelistas. La pérgola la sostienen esbeltos fragmentos de columnas dóricas. Se trata, como dice Voigt, de cruzar el elemento helenístico con el cristiano. Las figuras, de arenisca (finales del siglo XIX), proceden de la iglesia de San Marcos, que fue destruida (como otras) por gerifaltes del SED. En el jardín, junto al estanque, una cabeza de Goethe de 1,50 m de altura, en bronce que iba a ser fundido. Pero Voigt lo cambió por cobre. Un candelabro, también en el jardín, iba a ser vendido en Holanda con otros candelabros, pero Voigt convenció al transportista para dejar caer una de las piezas en un estanque del que Voigt pudiera rescatarla. Dos columnas de labradorita, un cuenco de pórfido (Rochlitz), etcétera. En la casa, distintos mosaicos como pavimento. Todo tiene una historia, como Voigt dice. Y las historias que cuenta son como las de Udo Steinke. El fracaso de sus intentos de hacer joint ventures. Su agradable esposa, que soporta sonriente su constante inquietud. Pone asientos por todas partes, pero no se sienta nunca.
Más tarde nos reunimos con los Suhl en el Hotel Merkur, y comemos, caro (precios de feria), en el Milano. El taxista que nos devuelve a casa de los Voigt está decidido a votar a la CDU: «El dinero, tiene que venir el dinero. Da igual cómo, lo principal es el dinero».
Esperamos el resultado electoral con malos presagios.
Leipzig, 19/3/90
Y es peor de lo esperado. La derrota de los socialdemócratas y la victoria de la Alianza con el partido colaboracionista CDU son tan abultadas que cabe hablar de dimensiones grotescas. Hemos estado en la Casa de la Democracia, en la Bernhard Göring Strasse. Primero en la sede de Los Verdes, luego en la de Alianza 90. La decepción de los jóvenes es contenida; al parecer, están acostumbrados a quedar al margen.
Behlendorf, 21/3/90
No me he recuperado hasta ahora. Después de un largo viaje de vuelta desde Leipzig, a lo largo de los viñedos de la ribera del Unstrut, por la parte no boscosa de Turingia, pasando por Mühlhausen y la frontera, primero hacia Nienhagen, donde comimos en la granja con Franz pan, queso y café de malta y enseñamos la «fábrica de quesos» a los Suhl, llegamos tarde a Behlendorf. Es bueno encontrar dibujos casi terminados y (hoy) empezar otros dos nuevos: sigo con la madera muerta.
Vuelta al domingo electoral en Leipzig. Ante la entrada lateral de la iglesia de San Nicolás, en una valla de obra, de chapa ondulada, hay pegado un cartel que, enmarcado en azul y con letras azules, imita un letrero de una calle: «Plaza de los estafados. Los hijos de octubre[20] os saludan. Sí, aún seguimos aquí». Escribir un artículo polémico, Desde la plaza de los estafados, dedicado a los hijos de octubre y que, en primer lugar, trate de la victoria de los partidos colaboracionistas y sus compañías; en segundo lugar, que defina el miedo de los electores (el taxista); en tercer lugar, que se burle del trato de Kohl con la Historia y los momentos históricos; en cuarto lugar, que defina la peste alemana antigua como mensajero de futuras desgracias; en quinto lugar, que lamente la pusilanimidad de los socialdemócratas y critique la depuración, demasiado rápida, del SED/PDS; en sexto lugar, que describa otra vez a los hijos de octubre durante la noche electoral, y en séptimo lugar, que arriesgue una perspectiva.
Behlendorf, 24/3/90
Abatido. Hoy, en el médico en Lübeck. Los Suhl se fueron ayer: grotesca velada con ellos en la Sociedad Naviera de Lübeck, entre empresarios de viaje, de nivel intermedio. Hubo sopa, Labskaus, gelatina de arándanos, vino Rotspon... y el coro de los marinos de Travemünde, que cantaba canciones populares de antaño: «Muchacho, vuelve pronto...».
Después de las elecciones, todo se vuelve trivial y acostumbrado. Stoltenberg y los interminables escándalos de los submarinos. La desconocida cifra de antiguos agentes de la Stasi que ahora son diputados de la Asamblea Popular. La duda del SPD oriental entre la oposición y la coalición (sin DSU). Y el insuficiente papel de Oskar como candidato, porque sólo está abonado al No. Además del incipiente nacionalismo en Lituania, Rumanía, entre los serbios y los albaneses.
Trato de acercarme a Malos presagios. Las cremaciones orientales baratas, en Potsdam, para berlineses occidentales; así, los entierros en Polonia (en el cementerio alemán) podrían ser más baratos que un entierro occidental normal. Inversión de papeles: ella debería ser práctica, él, incapaz de moverse en el mundo.
Mañana viajo a Berlín.
Berlín, 26/3/90
Otra vez entre montañas de correo. Beatrice, redonda y jovial, esperando a su hijo cada día, cuando no cada hora. Ingrid parece abatida: la muerte de su hermana se mezcla con otros problemas. Ayer, la mesa redonda televisada en Berlín Este: el perfil de Stephan Hermlin al lado de la hermosa arpista rusa. Pedí a un fotógrafo que me hiciera en secreto una foto de esto. El que más convenció fue el viejo Heym, mientras que Heiner Müller dio una impresión tibia y rutinariamente cínica. Rolf Schneider, bien informado, ni carne ni pescado. Yo en su lugar me hubiera ahorrado el ataque a Kant[21], sobre todo porque no estaba presente. He encargado para Ute la, entretanto desaparecida, melodía de apertura de Aktuelle Kamera.
Antes he estado charlando por teléfono sucesivamente, como si fuera obvio, con Ingrid, con Veronika, luego con Ute y finalmente con Anna. Sólo después me he percatado de la acumulación. Nele quiere cortarse el pelo muy corto.
En las elecciones municipales en Schleswig-Holstein el SPD ha subido un escaso dos por ciento, y es por tanto el partido mayoritario, porque la CDU ha bajado en la misma medida, aunque no de manera notable; al parecer se ha beneficiado de las elecciones en la RDA.
Behlendorf, 1 de abril de 1990
Bruno cumple veinticinco años, y quiere venir esta tarde con su hija Ronja y Susan, la madre, a presenciar el comienzo de la floración de los frutales. Todo florece demasiado pronto, convocado al unísono: los narcisos, las prímulas, los tulipanes...
La semana en Berlín tuvo lo suyo: Ingrid Krüger entre la muerte y el entierro de su hermana, la montaña de correo. El debate televisivo con la arpista de Berlín Este, la lectura el viernes en la biblioteca pública (Sacar la lengua) ante la clase media ilustrada del Este y el Oeste, la visita de los hermanos Links, mi crédito de diez mil marcos para el orfebre Links, la velada con Veronika y Helene: bailé con mi floreciente hija, que me guiaba. Hasta tarde en casa de Katharina y Stefano.
Y luego, el Bundesbank hace público el previsible cambio de moneda 1:2, y el embuste electoral de Kohl: la «RDA pastosa», se esfuma. Y los constantes escándalos relacionados con la Stasi. Voy a ir con Weizsäcker a Polonia. El doctorado honoris causa en Poznań. Y luego Stephan Lohr me pide que vaya a la reunión de la Academia en Loccum, allí podría enlazar, con el tema «política y testarudez», con el discurso de Tutzing, es decir, demostrar mi testarudez: en primer lugar, la anexión sin espíritu, en segundo lugar, la elección del marco alemán, en tercer lugar, el nacionalismo paleto en una época de gran movilidad, en cuarto lugar, la antigua pérdida de la colonia germano-sudoccidental y la reciente ganancia de una colonia germano-oriental, en quinto lugar, la disputa en torno a los artículos 23 y 146, los beneficios de una Constitución moderna, nación multicultural, en sexto lugar, cómo se pasa de un Estado constituyente confederado a un Estado federal, en séptimo lugar y para terminar, el predominio del marco alemán.
Behlendorf, 7/4/90
Después del viaje a Göttingen el 2 de abril, y después de haber puesto con Steidl, hasta las dos de la mañana, los pies a los dibujos para Madera muerta, casi jugueteando, porque lo he hecho con ayuda de su tecnología que amplía y reduce. Nos interrumpió durante dos horas la cena con Franz, que últimamente quiere desviar el suero de su quesería, por sano, a la bañera.
Fui temprano a Múnich, donde me reuní con Walter Höllerer en casa de Hans Werner y Toni Richter para preparar el viaje del Grupo 47 para finales de mayo. La habilidad de Richter para olvidar una y otra vez, hacia el final de una frase, el principio de la misma, y coquetear con el olvido propio de la edad. Sin embargo, mantiene recuerdos precisos de su época de aprendiz de librero en el Berlín de los años veinte. Al final, admite alegrarse de ir a Praga.
Luego (vuelo de regreso a Hamburgo, cena con Ute y Bruno), de vuelta en Behlendorf. Descanso, retiro, conciencia de la inutilidad de mis esfuerzos políticos: tan sólo, decir lo que debe ser dicho. Así también ayer en las «Conversaciones de Wewelsfleth». Es asombroso lo rápido que Björn Engholm se ha vuelto cínico. Al parecer, el poder político responde al cliché que de él se tiene. Cómo apuesta ya —con algunas garantías verbales— por el artículo 23 de la Ley Fundamental, el artículo de la anexión. Cómo lima a la izquierda juvenil. Incluso cómo despacha las objeciones que yo le pongo, tratándolas de «meras manifestaciones literarias». Refrescante en cambio el joven socialdemócrata de la RDA (Matschie).
Malos presagios tiene que esperar. Sigo dibujando Madera muerta en gran tamaño. Postdata: El 1 de abril, cumpleaños de Bruno, nació Rosanna. Ocho libras trescientos gramos de peso. Al día siguiente, Raoul llevó a su Beatrice a la Niedstrasse.
Behlendorf, 8/4/90
Me retiro a dibujar al Oberharz, en los Montes Metálicos. Entretanto, noticias varias: la Asamblea Popular electa se reúne por primera vez (el 5 de abril). Un transbordador noruego arde en el fiordo de Oslo (140 muertos). En todas partes hay elecciones: en Perú, Eslovenia, Bulgaria, Hungría...
Espero poder desprenderme de Madera muerta entre Cottbus, Spremberg y Senftenberg.
He dicho que sí a Loccum, pero quiero dejar hecho el esquema del discurso a finales de abril (Berlín) y escribirlo entre principios y mediados de mayo. He redactado apenas siete páginas.
Ayer, Günter de Bruyn vino a cenar con el pastor Harig: espárragos, patatas asadas, jamón. Enseguida, Ute y De Bruyn se pusieron a charlar sobre heliotropos y otras plantas amadas por Fontane. (En cuanto no trabajo regularmente en manuscritos y el dibujo se impone, mi ortografía se vuelve insegura.)
Esta noche, en la iglesia de San Pedro, va a tener lugar la mesa redonda con De Bruyn y Loest: Alemania sola y por duplicado, hasta vomitar.
Behlendorf, 9/4/90
Y así fue. En la fría iglesia de San Pedro, con una mala instalación de megafonía. Loest creyó tener que llamarme «aguafiestas nacional», para luego pintar en términos sombríos la evolución de la RDA. Günter de Bruyn puso énfasis, a pesar de la coincidencia, en tener una opinión distinta de la mía. ¿Es la manía de los autores de marcarse un perfil propio? Dos colegas relajados y a los que aprecio empiezan, en cuanto la conversación es pública, a marcar distancias, lo que a su vez a mí me provoca a subrayar la distancia marcada. Un trío desafinado y que desafina. Me sigue deprimiendo cuando me despierto esta mañana.
Behlendorf, 11/4/90
Al teléfono: Ingrid está abatida. Después de la muerte de su hermana, estuvo con Nele celebrando el octogésimo tercer cumpleaños de su madre, que no está en condiciones de enterarse ni de la muerte de su hija ni de la presencia de su hija viva y la hija de ésta.
Mañana toma posesión el Gobierno de la primera Asamblea Popular «libremente elegida».
En el penúltimo Spiegel, un artículo sobre los eficaces institutos funerarios: ataúdes postmodernos.
Y mañana voy a ver algo distinto: con Bruno al partido de fútbol St. Pauli contra Stuttgart.
De Büchen a Berlín, 16/4/90
Después de doce días en Behlendorf, otra vez en camino: cerca de Cottbus, en la región del lignito. Quizá dibujando paisajes logre distraerme de Madera muerta. Los últimos doce grandes dibujos a carboncillo, más dos en tinta extraída de unas setas de tinta del prado de los frutales, inusualmente tempranas, son en realidad un buen cierre.
Estoy tan sólo moderadamente expectante respecto a la RDA después de las elecciones del 18 de marzo. Entretanto hay una «gran coalición», de la que sólo dudosamente cabe esperar que desarrolle conciencia de sí misma frente al Gobierno de Bonn. Toda vez que Lituania tiene que contar con una guerra comercial, seguramente los próximos días serán de crisis. Para los americanos, su imagen del enemigo podría hacerse cierta. También los georgianos y los ucranianos sabrán aprovechar las debilidades de Moscú. Una situación que podría traer un montón de peligros.
Pasada la Pascua, Bruno, Malte y Hans estuvieron en Behlendorf. Ute ha conseguido hacer salir a los hijos, y también a mí, a buscar huevos de Pascua al jardín empapado por la lluvia. Bruno, que se ha ido antes, seguramente habría participado. Conversación telefónica con Laura: parece que Ralf podría quedar fijo en la editorial Bärenreiter, una preocupación menos. Le recuerdo a Laura nuestro viaje juntos por América, pronto hará un año.
Habría que tener en cuenta para Malos presagios la exacerbación nacionalista en Lituania y por tanto el riesgo para el cementerio polaco: ¡tan sólo el cementerio alemán florece!
Cottbus, 17/4/90
Me recogen en la estación de Zoo. Dos horas de viaje hasta Cottbus. Comemos con Metag (Jimmi) en el Hotel Lausitz. Más tarde con la amiga de Metag en el Cottbuser Hof. Es jefa de contabilidad en una empresa que comercia con esperma de toro y de verraco. Ambos comparten mi convicción de que la prevista conversión monetaria (¿1 de julio?) será como pegarse un tiro en el pie, porque los (tan anhelados) marcos alemanes se gastarán inmediatamente en productos occidentales y viajes a occidente —París, Italia, España—, es decir, volverán al Oeste sin reavivar la economía de la RDA. Al contrario: todos los productos fabricados aquí se volverán invendibles, las empresas quebrarán, incluso aquellas que hubieran podido desarrollarse perfectamente.
Cuando visitan las empresas de la RDA, los «inversores» germano-occidentales sólo se interesan por la distribución. Cabe esperar un ejército de administrativistas occidentales (cuando se instauren los Länder): funcionarios coloniales. La gente de la RDA volverá a ser estafada.
En el pasaje peatonal, un cartel que dice que se buscan representantes para la venta a comisión de productos y almacenes occidentales. Hermoso (y como de otro planeta) el teatro modernista de Cottbus.
Cottbus, 18/4/90
Dibujos a ambos lados del pueblo de Pritzen, en dos extensas minas de carbón a cielo abierto: el pueblo hasta ahora intacto en una lengua de tierra. Pero las casas se caen, el pueblo está «caduco». Pritzen está a un costado de la carretera de Senftenberg. Cuando fuimos a Senftenberg, por la tarde, para la lectura (Plebeyos), volví a ver brevemente la mina de carbón, entretanto cubierta de vegetación, pero todavía reconocible, cerca de la cual, en la carretera de Spremberg, fui herido el 20 de abril de 1945.
El suelo arenoso de la región. La mina como contraste con el amable paisaje. Dibujo cinco hojas a la luz del sol, entre chubascos. Sólo por la tarde me llama la atención la intensidad de la luz solar. Incluso el sol poniente resulta aterrador. Estoy seguro de que la protectora capa de ozono está más dañada de lo que intuimos, sabemos, suponemos. Por todas partes florecen las lilas, con una antelación de entre seis y ocho semanas.
La lectura en Senftenberg, en la Casa de Cultura. Buen debate, reflexivo.
Por la noche: otros cinco dibujos cerca de Spremberg. Frente al Schwarze Pumpe y Hoyerswerda. Espaciosas zonas de explotación, en las que las excavadoras desaparecen en la negrura como enormes mosquitos. El ardiente sol. El olor a gas del Schwarze Pumpe. Estoy agotado de dibujar —hoy vienen Nele e Ingrid con su amiga—, la intensa velada con Baby Sommer a la batería...
Después de un corto sueño: me arde la cara.
Cottbus, 19/4/90
El acto con Baby Sommer estuvo a punto de reventar porque él no quería actuar «en un chamizo así de triste», en la Casa de la Juventud; no se le podía exigir eso. Empujado por su esposa Heidrun, se negaba a actuar. Decía que yo podía leer algo a cambio. Metag me pidió ayuda. No fue difícil hacer cambiar de opinión a Baby, sobre todo porque ella se mantuvo al margen... Un buen (último) acto. Nele estaba en la primera fila.
Los primeros días bajo un cielo turbio. Nele e Ingrid vienen conmigo a la mina. Ingrid sigue deprimida, y se entrega a una febril actividad. ¿Por qué esta mujer inteligente, hermosa y difícil en su rectilíneo carácter, vive sola, con Nele, sin duda, pero entregada a sus propias fuerzas?
Los últimos dibujos en la gran mina de carbón al costado de la carretera que va a Senftenberg, al final dos dibujos del borde de la mina, junto a la pequeña ciudad de Altdöbern, que, con su palacio y el parque que lo rodea, invita a quedarse. De hecho, voy a alojarme allí unos días, para poder dibujar in situ (sin coche). La gran e inabarcable mina (de unos cuarenta o cuarenta y cinco metros de profundidad) me ha atraído. Ingrid y Nele me acompañaron, tuvimos un alegre pícnic al borde de la mina, justo al lado del vertedero, donde Nele encontró la mitad de un caballo muerto.
Ahora, una hora de reposo —Nele e Ingrid se han ido—, luego a Hoyerswerda, a la lectura de La ratesa.
Cottbus, 20/4/90
Hoy hace cuarenta y cinco años que estuve en este lugar, con diecisiete. Volví a ver, si no el lugar exacto, sí la mina de carbón surgida entretanto cerca de Senftenberg junto a la que fui herido el día del último cumpleaños de Hitler. El pueblo en el que estuve bajo arresto con un cabo mayor en un sótano por «alejarme de la tropa» (orden Schörner[22]), y que yo recordaba como «Peterlein», se llama Petershain y está entre Cottbus y Senftenberg. El azar de mi supervivencia quedó probado aquí en pocos días en distintos lugares.
Hoy vuelvo a Berlín en un ferrocarril que aún ostenta el nombre de Reichsbahn.
De Berlín a Büchen, 21/4/90
De un cumpleaños a otro. La sobrecargada mesa de cumpleaños de Nele: la hija única. Llegó poco después de las ocho con La vida de los animales, de Brehm, edición infantil, y cogió el tren a las 9.35. Ah, si no fuera por la niña, a la que quiero...
Ayer, tarde, con Raoul y Beatrice. Quieren esperar a casarse en diciembre, a causa de las ayudas educativas del Gobierno. Beatrice está muy contenta con el collar indio de plata que Ute y yo le hemos regalado por el nacimiento de Rosanna. Le di a Raoul quinientos marcos orientales, mis honorarios de lectura. Al principio se quedó decepcionado —¡sólo los marcos occidentales cuentan!—, luego comprendió la singularidad del regalo.
Disfruto pensando en los dos días y medio en Behlendorf con Ute. Voy a intentar trabajar en los catorce bocetos. El epílogo de Madera muerta, leer las últimas correcciones. El proceso de unificación interalemana se está convirtiendo, a falta de ideas y capacidad de conformación política, en un teatro provinciano. Mi interés decrece, y sólo la ira permite la implicación. Aun así, este año (concentrado en el dibujo) quiero pasar un tiempo en Espenhain, cerca de Leipzig, y en Altdöbern, junto a la mina de carbón. Por ejemplo, a finales de julio, principios de agosto. Sigo con la vista puesta en las minas de carbón. Las cónicas montañas de escoria. Entre ellas, lagos que se nutren de aguas subterráneas. Superpuesto, el ruido del trabajo de las cintas transportadoras. Máquinas extractoras como insectos gigantescos. Casi no se ven personas, o rara vez. Luego, de repente, una voz por megáfono, con acento berlinés-brandeburgués, que anuncia qué cintas transportadoras se ponen en marcha o se detienen. Dos renos, en medio de ese desierto lunar. ¿Qué aspecto tendrá esto durante una tormenta, una tempestad, una noche de luna llena? Mis ojos lagrimean más que antes. Y eso desde Calcuta. ¿O es la edad?
Behlendorf, 22/4/90
Agotado tras los cumpleaños, y probablemente también el corto viaje intensivo a Lusacia. Los catorce dibujos, extendidos en el suelo, parecen ajenos, pero mañana voy a hacer una o dos láminas grandes: a lápiz.
Larga conversación telefónica con Antje Vollmer. Vamos a encontrarnos en Loccum e incubar algo.
Fuera reina una primavera demasiado temprana, a la que no impresionan las dislocaciones humanas. Recuerdo el silencio en las minas de carbón, del que, sin interrumpir la calma (porque está subordinado a él), forma parte el ruido constante de las cintas transportadoras. No he tenido ni fuerzas ni tiempo para hacer más bocetos en el diario.
Lituania sigue igual: ahora, bajo bloqueo. ¿Cómo reacciona Polonia a esto? Guardando silencio.
Behlendorf, 23/4/90
Ayer y hoy he empezado dos láminas de gran formato, a lápiz y carboncillo: la mina de carbón entre Spremberg y Hoyerswerda. Mañana, vuelta a Berlín. Allí quiero concebir el discurso para Loccum: Desde la plaza de los estafados. En primer lugar, la plaza y las elecciones, en segundo lugar, el imperio del marco, en tercer lugar, la cortedad de vista de los partidos, en cuarto lugar, la unidad afirmada, en quinto lugar, la insensata salvación buscada en la unión monetaria, en sexto lugar, las consecuencias, en séptimo, las últimas propuestas desde la plaza de los estafados. También debería ponerse de manifiesto la creciente extrañeza de la República Federal.
De Berlín a Büchen, 27/4/90
Una alegre velada con Helene y el clan Schröter, Veronika parecía cansada, especialmente al lado de sus florecientes hijas Jette y Katharina. Stefano se vuelve cada vez más silencioso. Christoph, primer marido de Veronika, parco. Al día siguiente, comida con Nele e Ingrid. Nuestra amistad mejora con la distancia. Luego, en la televisión, la noticia del atentado contra Oskar Lafontaine: como un sello a la situación política. Más tarde, no me acabo de creer que la suerte en medio de la desdicha haya impedido lo peor. Aun así, sigue sin estar claro si Oskar tendrá tiempo suficiente para probar con Kohl el cuento del traje nuevo del emperador. Le falta un concepto alternativo claro. A todas luces, vive políticamente al día.
Cuando casi había terminado de dictar el discurso para Loccum, Ute me dijo que la reunión de allí había sido cancelada. Ahora quiero hacer un artículo, en una segunda versión. Aún falta mostrar la tristeza que pesa sobre la RDA, y que también se ha apoderado de mí.
Y ayer una «velada de caballeros» con Peter Schneider y Delius. Schneider habla de los perros pastores de la frontera con la RDA, que no son fieros porque (debido al constante cambio de turnos) han tenido demasiadas personas de referencia. Nuestra conversación es relajante, porque nuestras posturas están próximas y permiten una cordialidad que, de lo contrario, raras veces surge entre escritores.
Y hoy, cuando buscaba para Trautwein un pase para el Archivo de la Academia de Artes, encontré en mi archivo carpetas con antiguas obras de teatro: El castillo de naipes, La mesa, textos olvidados. Además, carpetas con poemas sin publicar. Debería incluir alguno de ellos en el volumen de taller.
Ingrid trajo fotos de la mina de carbón. También una con la pancarta roja del 1 de Mayo que había en el vertedero, al borde de la mina.
Hotel Holiday Inn del aeropuerto
de Colonia/Bonn, 1/5/90
Antes del vuelo de mañana con Weizsäcker a Polonia. Como German Wings, una aerolínea del grupo Burda, ha quebrado, conseguí un vuelo de Lufthansa a Düsseldorf, desde donde el diputado de la CDU Würzbach (antiguo secretario de Estado en el Ministerio de Defensa) me llevó en coche.
Es curioso estar solo en el hotel, cuando hago con Ute casi todos los viajes largos; aún más curioso cenar solo: churrasco argentino con patatas de Idaho laminadas y crema agridulce.
Pero la verdad es que sigo con mis dibujos: paisajes de la mina, y con el texto Desde la plaza de los estafados, que he reescrito durante los últimos dos días para colocarlo en Die Zeit la semana próxima. Mi rechazo a la unión monetaria en este momento y sin medidas económicas preparatorias prevé un desastre. Si ocurriera lo contrario, es decir, que el dinero se quedara allí y la economía empezase a funcionar, pondré gustoso en cuestión mi capacidad de juicio político.
¿Me alegra el viaje a Polonia? Apenas. Los discursos del presidente, por más que se esfuercen, no pueden dar a Polonia garantía alguna frente a Alemania. Pero estoy dispuesto a dejarme sorprender. Miedo a la visita a Treblinka. Hoy el sol es de una inquietante intensidad, como el de Lusacia. Estoy cada vez más seguro de que la dañada capa de ozono es la razón. Me lloran los ojos, pero probablemente eso tenga que ver con la edad.
Vuelo Bonn-Varsovia, 2 de mayo del 90
Me siento junto a Dedecius. Esa curiosa mezcla cuando se trata de visitas de Estado a Polonia: una o dos personas del mundo de la literatura —con Brandt en 1970 fuimos Lenz y yo—, luego representantes de la Iglesia y de la nobleza prusianas, esta vez incluso la condesa Dönhoff y dos Bismarck, el uno antiguo director del Instituto Goethe, el otro presidente de la región de Pomerania. Es interesante cómo está regulado el protocolo, con ayuda de pequeños folletos. Todo hermético. Disfruto esperando el himno nacional polaco, el único, hasta donde yo sé, que se puede bailar. Dedecius dice que Dombrowski, el ensalzado mariscal o general, era de madre alemana y hablaba mal el polaco. Weizsäcker recorre el avión, charlando brevemente con los invitados. ¿Me volverá a venir a la mente Malos presagios?
Después de la llegada, el ballet militar. Vamos en minibús detrás de las limusinas. A las 10.45, a la tumba del soldado desconocido, colocación de corona y discurso de un oficial sobre las derrotas y victorias de los polacos. El monumento es lo que ha quedado de un antiguo palacio sajón. Luego, rumbo al monumento a la sublevación de 1944: colocación de corona. Luego —sólo los invitados— al Ministerio de Cultura y Arte, y luego a la Hospedería Parkowa: comida. Después, descanso. Recupero sueño. Leo a Laurence Sterne —Viaje sentimental— y enseguida tengo a la vista a la pareja germano-polaca de enamorados de Malos presagios. En esa situación estilística, es fácil pasar de la descripción narrativa a cartas, a cartas tan sólo citadas. De ese modo, el narrador estaría en condiciones de describir también el final de la pareja, un accidente de automóvil: como a ambos les han robado antes (entre el botín están las cartas), la policía no encuentra documentos, referencia a sus personas. Por eso, son enterrados sin nombre en un cementerio de pueblo. El narrador podría encontrar las cartas en el mercado negro; o lo cuenta como intelectual italiano que, venido a menos, se nutre del robo; o simplemente reina el espíritu de la narración... Nada está claro aún. ¡Pero Sterne es una referencia!
Abro el minibar, en el que hay tres botellas, nada más. Pensaba servirme agua mineral y bebí vodka..., y enseguida, en lugar del cigarrillo, me metí en la boca medio palito salado y chupé y chupé.
Con Dedecius en el Sächsischen Park, un extenso jardín rico en viejos árboles y caminos que se bifurcan, parejas de enamorados, todo cuidado, sin reflejar en nada la situación económica de Polonia. El palacio de los reyes sajones está siendo restaurado. El familiar olor a alquitrán. El obligado monumento a Chopin, en estilo enfático-polaco: el genio bajo un árbol doblegado por la tempestad. Dedecius silba constantemente Tannhäuser y habla de su Instituto. Encuentro de uno de sus colaboradores con su esposa polaca, ambos en Darmstadt.
¡Si pudiera conseguir un libro alegre, fresco, fácil, sobre el tema de los cementerios germano-polacos! Ahora, cenamos en el Hotel Victoria. Jaruzelski invita.
Sobre Malos presagios: quizá él podría haber escrito un tratado histórico con el título: Relaciones entre la emigración polaca a la cuenca del Ruhr y el esplendor del fútbol alemán.
Varsovia, 3/5/90
Después de depositar la corona en el monumento al Gueto (con el recuerdo a la genuflexión de Brandt en diciembre del 70) y en el monumento de la Umschlagplatz, la estación de mercancías de donde salían los deportados, viaje a Treblinka en este veraniego día de mayo. Poco antes de Treblinka veo, pintada en blanco sobre un granero, una horca de la que cuelga una estrella de David. Quizá el horror, lo todavía inconcebible del genocidio organizado contra los judíos, se ponga de manifiesto al mencionar las distintas cifras, calculadas a bulto: unas fuentes dicen ochocientos mil, otras, un millón trescientos mil. El destacamento de periodistas y fotógrafos que pulula por el bucólico paisaje impide la concentración.
Luego (con retraso), la comida, ofrecida por el Club Europa en el Palacio Jablonna. Adam Michnik, espléndidamente bebido. Un discurso excesivo de Weizsäcker, otro aún mayor de Mazowiecki. Ambos habrían requerido una revisión crítica. Cito: «No lo que los alemanes han hecho a los polacos, sino lo que los humanos han hecho a los humanos».
Luego, la exposición de libros después del paseo por el mercado de la ciudad vieja, rodeados de polacos asombrados que no entienden nada. Se hace raro ver la edición clandestina de El tambor de hojalata como una joya detrás de un cristal. Luego, una recepción masiva para los alemanes y la conferencia de prensa, que Weizsäcker dio con habilidad, pero con evidente frialdad. Me pregunto a qué viene este viaje, ya que aparte de mutuas amabilidades, que mañana ya pueden haberse alterado, aporta poco. Lo único asombroso son los polacos, que, abandonados a sus propias fuerzas, viven con un número de problemas difícil de reducir, pero como los viejos vividores: la recepción con comida en el palacio, los bien educados camareros, los viejos señores de la literatura, su resistencia, anteayer todavía en prisión, hoy parte de la nueva aristocracia, sin duda empobrecida, pero llena de estilo. ¿Querría ser polaco? No querría ser ni polaco ni alemán, sino dibujar. Aún tomo otro vodka por la noche, y mañana Danzig/Gdańsk, la semilla...
De Varsovia a Danzig, 4/5/90
Con un tiempo uniformemente hermoso, otra vez el ballet militar en el aeropuerto. Esta mañana, temprano, la columna se desplaza a un cementerio civil a las afueras de Varsovia. Allí, entre tumbas civiles polacas, una sencilla cruz de madera: durante unas obras se encontraron piezas de uniformes alemanes y, como en Alemania no hay cementerios de soldados alemanes, fueron enterradas «sustitutivamente» para que ahora las visitas de Estado, como Weizsäcker, tengan ocasión de depositar su corona en presencia de la prensa; ay del político que prescinde de esta absurda actividad cúltica. Bien puede ser que las prendas de uniforme pertenecieran a un resistente polaco caído, ya que los combatientes de la resistencia, a falta de uniformes propios, se vestían con prendas alemanas conseguidas como botín. Sueño demasiado corto. Me despierto con los ojos hinchados.
Probablemente será necesario escribir Malos presagios, por ejemplo a partir del año 2000, volviendo la vista al 1 de noviembre de 1989 y a la evolución posterior de los cementerios germano-polacos...
Aterrizaje en el aeropuerto cachubo; se supone que la granja de tía Anna estaba donde ahora discurre la pista. Comida con Weizsäcker a la mesa; está relajado, y enseguida coincide con un pastor en el argot eclesiástico que les es propio. Luego, un corto paseo con Dedecius y otros —conmigo como cicerone— hasta la Frauengasse y la Brotbänkengasse. Luego, al monumento a Solidaridad, antes a la iglesia de Santa Brígida. El vanidoso y obeso padre Jankowski. Entretanto, incluso Wałęsa rebosa de dignidad. La discusión del presidente con los estudiantes en la Universidad de Oliva. Buenas preguntas, respuestas demasiado planas. Ante la catedral de Oliva están mis parientes cachubos: Marija y su marido, Kazimir y su esposa, más tarde Agnes con su marido. Charlamos y reímos al sol, mientras dentro discurre el programa del concierto.
Quedará en mi memoria el viaje en un dragaminas a Westerplatte. Allí se toca el himno nacional alemán: para mi sobresalto. ¿Dónde exactamente, enfrente, estaba en el 39 el acorazado Schleswig[23]? La cháchara militar de los hermanos Bismarck.
Danzig, antes de salir hacia Mohrungen, 5/5/90
No, por favor, basta de brindis que delegan toda dificultad en la Europa unida. Las frases se vuelven cada vez más positivas, y no admiten ni media frase irónica... Ya tarde, con Antek y Max, tomando un vodka.
Vuelo Danzig-Colonia, 5/5/90
A lo largo de un día de sol en el autobús presidencial, por las tierras bajas al otro lado del Vístula, por entre humedales —sauces enanos, amplitud, infancia, verde que se repite—; luego, dejando a un lado Elbing, hacia Mohrungen, al Museo Herder en el Palacio de Dohna, y más allá hasta Frauenburg, a la Torre de Copérnico, y a comer con el obispo. Finalmente, como remate, la inauguración de una red de abastecimiento de aguas cerca de Elbing, y después al aeropuerto.
La vista desde la torre sobre la albufera en dirección a Kahlberg y, a la derecha, hacia la frontera soviética. (Pronto esta parte de la Prusia Oriental quedará aislada, debido a la independencia de Lituania.) Los estorninos alrededor de la iglesia del monasterio.
Prusia Oriental, los humedales, este paisaje detenido en el tiempo. Campesinos que charlan amablemente en Mohrungen, los niños tienen rostros de libro de estampas.
Ahora, como el avión de las fuerzas aéreas no puede (aún) sobrevolar la RDA, volamos a lo largo de Rügen e Hiddensee y, mientras se sirve la comida, pasamos en cuestión de minutos por encima de Møn (echo de menos a Ute).
De Colonia a Hamburgo (en tren), 6/5/90
El vuelo de ayer de Danzig a Colonia, esa aceleración que engulle el tiempo, no me permitió llegar del todo, por lo que al principio mantuve como ausente la conversación con Tomáš Kosta (en el Mondial). Hans Werner Richter se ha caído en la calle. Su viaje a Praga está en peligro. Kosta me cuenta cómo los celos y la envidia acompañan de forma creciente el trabajo del escritor Havel como presidente.
Regresar a la República Federal significa advertir mi creciente distancia respecto de la «gran» Alemania. Mi país no puede ser así. Tendré (literalmente) que despedirme.
Es lamentable cómo la histérica actividad de Kohl se ve reforzada por la insensata furia viajera de su, si no inteligente, sí astuto ministro de Exteriores, como si ambos quisieran superarse mutuamente. Encantadora la esposa de Weizsäcker, que, como pude ver durante el vuelo de vuelta en la «cabina presidencial», lleva un diario de viaje. (La hermosa y rubia funcionaria de seguridad polaca, que en medio del tumulto siempre la sacaba de entre el gentío cogiéndola de la mano.) Todos estaban de acuerdo en que tres días de descanso en Frauenburg habrían sido el mejor broche al viaje.
Personajes: los tan distintos hermanos Bismarck. Claus es año y medio mayor; el menor, Philipp, sigue parloteando acerca del «derecho a una patria» o cultiva sus recuerdos militares.
El oficial que sirve de ayudante militar del presidente olvidó saludar durante el ceremonial de los himnos nacionales; también cuando el himno alemán resonó en Westerplatte estuvo a punto de no saludar.
En el proyecto escolar sobre el agua: el chico polaco, de unos trece años, con la mandolina, junto al que se puso la chica de doce que acariciaba las cuerdas del bajo: una hermosa pareja.
Bailé algunos compases con Barbara, la secretaria del presidente, cuando la orquesta de los campesinos tocó una mazurca. Los vestidos del grupo proceden de Cracovia. El director del proyecto, que tocaba el acordeón, se los ha traído consigo y trasplantado a Elbing.
Agnes cobra 300.000 zlotys de pensión. Una barra de pan cuesta 2.300 zlotys. Cuando estuve en Gdańsk, Años de perro se publicó en una edición de 50.000 ejemplares, y enseguida pasó al mercado negro.
Estoy deseando ver a Ute, Behlendorf, el dibujo empezado, hasta el perro. Sin duda, no estoy deseando conocer el resultado de las elecciones municipales que se celebran hoy en la RDA. Las prímulas llegan demasiado pronto; especialmente a ambos lados del Vístula.
De Behlendorf a Berlín (en tren), 11/5/90
Me he alejado del viaje presidencial (no de Polonia) dibujando: alternando carboncillo y lápiz. Ayer se publicó en Die Zeit, con otro título, mi ensayo polémico contra la unión monetaria. Entretanto, también el Spiegel ha descubierto la estafa del marco alemán como tema, y Augstein ahorra a los lectores sus epístolas nacionalistas de los lunes. Ayer conseguí cambiar el epílogo a Madera muerta. Procederé enseguida a las correcciones.
La muerte de Irmtraud Morgner. El entierro me lleva a Berlín. Arrancada del trabajo en el tercer volumen de su trilogía. Después de Johnson (o junto a él), es la única novelista de nivel que encontró su materia en el sedimento de la RDA.
Sin duda será necesario escribir por tercera vez sobre Alemania: después de la unión monetaria. Todo apunta en mí a la despedida o la distancia.