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CÓMO HACER BRILLAR TU NATURALEZA EMPÁTICA

Ser empático es un regalo: poder sentir lo que los demás sienten en nuestro propio cuerpo nos conecta de una forma especial a otras personas. Somos capaces de entenderlas sin juzgarlas, sintiendo empatía y compasión.

Tu naturaleza empática es una herramienta a tu alcance que te hace único y es un don que, como cualquier otro, hay que cultivar y aprender a utilizar para tu bienestar y para extraerle el máximo provecho.

Las emociones son el motor de la empatía. Como empáticos, las emociones a flor de piel forman parte de nuestra naturaleza sensible: nos conectan con una parte de nosotros mismos que siente, que muchas veces no utiliza un raciocinio lógico lineal sino que simplemente reacciona ante cualquier ataque a sus valores, sus creencias o su esencia.

Por lo tanto, entender tus emociones e identificarlas te ayudará a ser capaz de regularlas y actuar en consecuencia, y a mantenerte fiel a tus convicciones sin dejar de lado tu parte emocional, que estará ahí para hacer saltar la alarma cuando algo no vaya bien, ya sea porque se haya traspasado un límite personal, porque nos sintamos presionados, juzgados o incomprendidos, o por cualquier otra razón que haya desencadenado una reacción emocional.

ENTIENDE TUS EMOCIONES

El primer paso para estar en paz con tu lado emocional es entender tus emociones. Ojalá alguien nos hubiera explicado de pequeños qué son las emociones y cómo trabajar con ellas... De pequeños aprendemos rápidamente que hay emociones que están bien —como la alegría— y hay emociones que están mal —como el enfado o la tristeza—, pero no nos detenemos a identificarlas ni a entender por qué han aparecido.

Dice la pedagoga alemana Marianne Frank que «los sentimientos son para sentirlos». Y podríamos pensar que es una obviedad, pero la verdad es que nos pasamos los días intentando encubrir las emociones fingiendo que no existen o que no pueden tener un lugar en nuestra vida.

Cuántas veces habré oído:

«No tengo tiempo para llorar».

«No tengo tiempo de celebrar».

«No es momento de enfadarse».

«Ahora no puedo estar triste».

Nos pasamos el tiempo suprimiendo estas emociones que surgen y encerrándolas como si las pudiéramos aparcar en el garaje de las emociones. Y al final tenemos cajas y cajas de emociones no expresadas en nuestro garaje, que es nuestro cuerpo. Emociones no liberadas que explotan sin control en los momentos más inoportunos.

Identificar la emoción

El primer paso para identificar una emoción es sentirla. Puede parecer demasiado obvio, pero imagínate que tu pareja te ha dicho algo que te ha sentado mal y te sientes herido, estás dolido por esas palabras. Si intentas hacer ver que no ha pasado nada y arrinconas esta emoción para evitar sentirla, ese nudo en la garganta o en el estómago se quedará allí hasta que sepas qué emoción tienes y la sientas en toda su plenitud.

Siguiendo con el ejemplo ofrecido, la emoción se manifestaría en tres niveles:14

Corporal: noto cómo el estómago se contrae, siento en él un peso como si tuviera un agujero negro y se me cierra la garganta.

Emocional: me siento dolido, herido y enfadado.

Cognitivo: ¿por qué me ha dicho eso? No me merezco este trato, es injusto.

¿Sabías que...?

Los investigadores han comprobado que el proceso de identificar las emociones a través del lenguaje tiene efectos positivos neurológicamente al asociar con palabras los sentimientos.15 O, lo que es lo mismo: utilizar el lenguaje para describir una emoción nos permite aumentar el conocimiento sobre esa emoción, así como regularla y utilizarla.

Entender qué sentimos es parte de la experiencia humana. De ahí que la identificación constituya un factor clave, ya que cualquier emoción que surja tiene una razón de ser, y sentirla, aceptarla e identificarla utilizando la lógica —pero también el cuerpo— nos hace conscientes de nuestros porqués.

Las emociones no son ilógicas: tienen una razón de ser, e identificar de qué emoción se trata y de dónde proviene es el primer paso para ponerle nombre y asignarle el lugar que le corresponde. A las emociones hay que atenderlas, prestarles atención y descifrar cuál es el mensaje o aprendizaje que nos proporcionan.

Así pues, abandona la costumbre de aparcar la emoción y que se te llene de polvo en ese garaje emocional que todos utilizamos para evitar sentir lo que sentimos. Concédete la libertad de sentir lo que sientes sin intentar manipular con la lógica lo que crees que deberías sentir.

Cuando ponemos nombre a las emociones, las legitimamos, hacemos evidente su existencia. Por ello, identificar las emociones y expresarlas del modo que mejor convenga a nuestra forma de ser nos acercará a la aceptación y a la normalización de nuestro universo emocional.

Hay muchas formas de expresar tus emociones y no todas implican formularlas en voz alta a otras personas, aunque hacer confidencias a un amigo o familiar puede liberarnos y ayudarnos a entender por qué nos sentimos como nos sentimos. Puedes escribir en tu diario, grabarte una nota de audio reflexionando sobre el sentimiento y qué lo ha hecho aparecer, puedes bailar para aligerar el cuerpo, ir al gimnasio y liberar físicamente la emoción...

Illustration EJERCICIOS PARA PROGRESAR:
¿Cómo identificar la emoción?

Escoge un par de situaciones recientes —o pasadas que recuerdes con detalle— en las que hayas experimentado una emoción y/o una reacción emocional.

Para identificar la emoción, lo primero que harás será analizar la situación y hacerte las siguientes preguntas (escribe en un papel las respuestas):

¿Qué pasó?

¿Por qué pasó?

¿Cómo reaccioné?

¿Por qué reaccioné de esta forma?

¿Qué pienso sobre la situación?

¿Qué he aprendido de la situación?

Identifica la emoción a nivel corporal, emocional y cognitivo.

Una vez hayas analizado las respuestas a las preguntas anteriores, tendrás una idea completa de todo el escenario.

Hay una parte muy importante del análisis de la emoción que guarda relación con las expectativas que cada uno de nosotros tiene acerca del comportamiento de los demás y de la situación en sí. En otras palabras, muy a menudo sufrimos o experimentamos una reacción emocional porque tenemos una idea prefijada en la cabeza de cómo tienen que ir las cosas y qué es lo que tienen que hacer los demás.

En estos casos, en que la realidad no se ajusta a tus expectativas, deberás reajustar tus expectativas, puesto que la realidad no se va a reajustar. Pregúntate: «¿Qué expectativas tenía en esta situación que no se han cumplido?», y utiliza la rueda de emociones que se muestra en el apartado «Emociones secundarias» para describir con palabras tu sentimiento.

Imaginemos que estoy esperando que mi madre me felicite por mi cumpleaños, pero llega el final del día y no me ha felicitado. Enfadada, le envío un mensaje reprochándole de malas maneras que no me haya felicitado. Me siento dolida porque para mí era importante que me felicitara, ya que mi creencia es que si me felicita es que le importo, y por lo tanto me quiere. En cambio, si no me felicita siento que no he recibido la atención y el cariño que merezco, y por ello me siento enfadada, resentida y dolida.

En este caso, yo claramente tengo unas expectativas de que algo va a suceder, y cuando no sucede aparece la decepción. A decir verdad, lo que yo espero es sentir que mi madre me quiere, y he tomado la felicitación como la única vía para valorar su amor hacia mí. No es la felicitación lo que quiero en realidad, sino sentirme querida por mi madre.

Procesar la emoción

Una vez has determinado la emoción que tienes, hay que procesar esa emoción para que no se quede estancada en el cuerpo.

¿Sabías que...?

«(...) Las emociones generan cambios bioquímicos en el organismo y volver a restablecer el estado habitual, o lograr otro que comporte una mayor coherencia y bienestar, requiere en cada persona unos procesos y unos tiempos diferentes que hay que respetar y que no siempre respetamos.»16

Muchas veces se confunde procesar la emoción con conformarse o estar de acuerdo con la situación aunque sea injusta. La emoción se ha producido por una causa, y por mucha razón que tengas al sentirte como te sientes, no puedes vivir eternamente instalado en ese sentimiento. Debes aceptar lo que ha ocurrido, darte la libertad y el derecho de sentir esa emoción y procesarla hasta que salga de tu sistema, es decir, hasta que la sensación corporal de la emoción pase a ser un recuerdo mental y no físico.

Un ejemplo: si te sientes triste y tienes ganas de llorar, reprimir la emoción y no permitirte llorar hará que la emoción se intensifique. Por el contrario, permitirte sentir y procesar esa tristeza te posibilitará aceptarla, asumirla y entender su razón de ser. Lo cual no significa que te regocijes en ese sentimiento y te hundas en él, ya que no todas las formas, duraciones e intensidades de llanto son beneficiosas.

Illustration EJERCICIOS PARA PROGRESAR:
¿Cómo procesar la emoción?

La lucha interna que nos impide procesar la emoción radica muchas veces en querer evitar sentirla para evitar el dolor. Cuando tengas la emoción identificada, practica lo siguiente:

La aceptación de la emoción: me he sentido así, sé el porqué y lo entiendo.

Siente la emoción en tu cuerpo: identifica dónde se localiza.

Siente compasión y empatía por el camino que recorres al procesar la emoción. Con paciencia y con presencia, mira la situación desde una perspectiva amplia.

Identifica cuál es el problema: por qué ha aparecido esta emoción.

Pregúntate qué puedes hacer para sentirte mejor.

Realizar ejercicio físico ayudará a tu cuerpo a procesar la emoción. Prueba desde subir y bajar escaleras hasta bailar, caminar o hacer unas sentadillas. Te será más fácil procesar la emoción con algún tipo de ejercicio físico que la libere de tu cuerpo.

Liberar la emoción

Liberar la emoción es el último paso del proceso de la experiencia emocional. Una vez conocida la emoción que tenemos, tras haberla sentido y haber aceptado su existencia, somos capaces de mirar la realidad con otros ojos, de forma más objetiva, a fin de emprender una acción.

Por su parte, nuestra mente nos juega malas pasadas y a veces nos impide liberar la emoción mientras damos vueltas y más vueltas a la misma situación. Esta espiral mental de autodestrucción, una vez ya hemos sentido la emoción en el cuerpo y la hemos identificado, termina en el momento en que la liberamos en nuestra cabeza.

Para ello, debemos dejar atrás el ego, esto es, todas esas cosas que nos decimos cuando estamos heridos:

«No me lo merezco».

«Ha sido injusto».

«¿Por qué a mí?».

«No voy a poder confiar nunca más».

Quedarnos en estas afirmaciones mentales nos sitúa en un escenario en el que somos víctimas de nuestras circunstancias y no podemos intervenir en nada de lo que nos ocurre. Por el contrario, liberar la emoción es entender que tenemos opciones, que podemos tomar las riendas de la situación y aceptar lo ocurrido a todos los niveles sin sentir que no podemos hacer nada al respecto. Siempre tendrás opciones a tu alcance para hacer lo que necesites en cada momento.

¿Sabías que...?

Un estudio de la Universidad de California17 ha demostrado que verbalizar nuestros sentimientos produce efectos terapéuticos en el cerebro, y hace que la tristeza, el enfado y el dolor reduzcan su intensidad.

Un segundo estudio combinaba la neurociencia con el mindfulness, que es la habilidad de vivir el presente sin distracciones, lo que produce diferentes beneficios. La técnica del mindfulness nos permite prestar atención al momento presente y etiquetar nuestras emociones. Al decir: «Me siento estresado ahora mismo» o «Me siento enfadado» estás siendo consciente de la emoción, la estás aceptando y estás más cerca de ser capaz de liberarla.

Illustration EJERCICIOS PARA PROGRESAR:
Aprender a liberar la emoción

Liberar la emoción es el paso final para recuperar el equilibrio. En este punto ya sabemos qué emoción hemos experimentado y por qué, y lo único que nos falta es tomar las riendas de la situación y emprender la acción.

Relaja el cuerpo y siéntelo.

Concentrarte en la respiración te ayudará a enraizarte. Cuanto más adentrado estés en la emoción, más entrecortada y difícil será la respiración.

Conecta contigo mismo, con cómo te sientes.

Enfoca la situación vivida de forma objetiva: abre tu perspectiva para ver todos los puntos de vista con empatía y compasión hacia ti mismo y hacia los demás.

Si se ha violado un límite personal o se ha vulnerado una necesidad, restablece el límite o cubre la necesidad.

Emprende las acciones necesarias para satisfacer tus necesidades.

Expresa tus sentimientos con alguien o escríbelo en un diario.

Pide perdón o haz las paces contigo mismo y/o con la otra persona.

Sal del rol de víctima y asume la responsabilidad. Siempre hay algo que puedes hacer con respecto a lo ocurrido que estará alineado con tus objetivos y te hará sentir bien.

EMOCIONES PRIMARIAS

Las denominadas primarias son emociones naturales orientadas a la supervivencia y comunes en la especie humana. Podríamos considerarlas como universales, independientemente de la cultura de la persona. Se trata de emociones que aparecen de forma automática cuando peligra nuestra supervivencia o nos hallamos ante algún tipo de amenaza o agresión, ya sea física, verbal o de traspaso de límites.

Según el psicólogo Paul Ekman, las seis emociones primarias son las siguientes:

Alegría18

Tristeza

Ira

Miedo

Sorpresa

Repugnancia

Siempre que sientas una emoción o una reacción emocional, cotéjala con esta lista, lo que te ayudará a identificar la raíz de la emoción.

EMOCIONES SECUNDARIAS

Las emociones secundarias son algo más complejas y se pueden definir como la elaboración mental que hacemos de las emociones primarias. Es decir, serían el resultado de la reflexión sobre las emociones primarias: cuando las emociones primarias no pueden aflorar de forma natural, las emociones secundarias salen a la luz para confundirnos.

Según Bert Hellinger, psicoterapeuta alemán, las emociones secundarias son las «que impiden la acción o justifican la inacción». A continuación presentamos la rueda de las emociones,19 que recoge en su centro las emociones primarias y se amplía, alrededor de estas, con las emociones secundarias, cada una de las cuales está relacionada con una emoción primaria.

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En el caso de que no podamos identificar en un principio la emoción primaria que nos ocupa, podemos localizar una o varias emociones secundarias y encontrar así la emoción primaria que hay tras ellas. La identificación de la emoción nos ayudará a hacernos las preguntas adecuadas a fin de entender de dónde procede y qué podemos hacer para liberarla.

Aprender a perdonar

Perdonar es la acción de, sin olvidar lo ocurrido, dejar a un lado las diferencias y entender que todo forma parte del proceso de aceptar que no siempre estaremos de acuerdo o veremos las cosas de la misma forma.

Así, perdonar no es estar de acuerdo con lo que ha hecho la otra persona, sino ser capaces de no anclarnos en esa circunstancia y aceptarla como parte del camino de esa relación. Perdonar, pues, no significa excusar la acción de la otra persona, ni tan siquiera verbalizar que la perdonamos. Perdonar no significa que no vayas a tener nunca más ningún sentimiento relacionado con la situación, ni tampoco que la relación con la otra persona vaya a ser como antes.

Se entiende el perdón erróneamente. El perdón poco tiene que ver con la otra persona: en realidad, es un paso necesario para tu propia aceptación y tiene que ver con tu bienestar. El perdón es también el último paso de la liberación de emociones, ya que permite llegar a un estado de aceptación, de paz con la situación actual.

Por ello, perdonar a alguien no garantizará que las cosas cambien con respecto a esa persona, pero sí que accederás a un estado de resolución del conflicto, a tu paz interior con lo ocurrido.

Por todo ello, no intentes iniciar el proceso de perdonar sin antes haber identificado, procesado y liberado la emoción, ya sea rabia, enfado..., ya que si el fin del perdón es enterrar el sentimiento no te servirá de nada.

Illustration EJERCICIOS PARA PROGRESAR:
Perdona y perdónate

Muchas veces, al pensar en el concepto de perdón, indudablemente lo asociamos a perdonar a otra persona. Pero también existe el perdón a uno mismo.

Como seres humanos, somos capaces de perdonar nuestros errores y aceptarnos en nuestra imperfección. No somos buenos ni malos, sino personas que actúan con más o menos acierto en cada ocasión.

Carta de perdón

Escribe una carta de tu puño y letra a aquellas personas a las que quieras perdonar y otra a ti para perdonarte a ti mismo.

Analiza de nuevo la situación y mírala desde el punto de vista de la otra persona, poniéndote en su lugar. Entiende los motivos de la otra persona con empatía y compasión.

Acepta que te causó un perjuicio.

Asume la responsabilidad de tus actos.

Analiza qué has aprendido de la situación y qué ha aportado a tu crecimiento como persona.

Una vez escritas las cartas, puedes quedártelas y leerlas en privado, compartirlas con alguien leyéndoselas en voz alta o compartirlas con la persona a la que perdonas.

Gabriel García Márquez dijo en una ocasión que «lo que importa en la vida no es lo que te sucede sino lo que recuerdas y cómo lo recuerdas». Tú tienes el poder de cambiar lo que recuerdas y cómo lo recuerdas: escoge perdonar.

El resentimiento

El resentimiento es el sentimiento de enfado profundo y persistente debido a una queja o una acción ofensiva o por haber sido tratado injustamente. Es un sentimiento negativo hacia alguien que proviene del pasado por hacernos revivir una injusticia pasada, ya sea real o percibida como tal.

El resentimiento se va acumulando y puede desembocar en un deseo de venganza. Y, puesto que se cultiva y va creciendo, de ahí no es difícil pasar al odio. Por lo demás, nos impide observar la situación con calma y serenidad y puede desembocar en un comportamiento ilógico e incluso fuera de nuestra conducta habitual.

¿Sabías que...?

La ciencia ha demostrado en muchas ocasiones que el perdón es un excelente antídoto contra el resentimiento.20 Perdonar es una forma de ofrecer tu bondad y tu capacidad de ablandar tu corazón a aquellos que te hirieron, y ello sin juzgarles, aceptando la situación.

El resentimiento aparece por una falta de autenticidad: cuando dejamos a un lado nuestras emociones y no reaccionamos a un hecho como nos pide el cuerpo, aparece el resentimiento, que no es otra cosa que un reproche interno de que hubiéramos podido hacer algo y no lo hicimos; sin embargo, nos es más fácil culpar a otro del dolor que sentimos en esa situación que reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad.

Cuando estamos resentidos, pensamos que la responsabilidad y la culpa provienen de alguien externo a nosotros, sin darnos cuenta de que a quien infectan en realidad es a nosotros mismos gracias a nuestra forma de pensar.

Cómo se manifiesta el resentimiento:

Sensaciones físicas: estómago apretado, peso en el pecho, tensión en los hombros o en la parte baja de la espalda...

En tu cabeza: sensación de injusticia, enfado residual, comparación con otros, competitividad, sentimiento de traición, de haber recibido un trato vejatorio...

Illustration EJERCICIOS PARA PROGRESAR:
Reconocer el resentimiento

El resentimiento es una emoción humana. Sin embargo, un exceso de resentimiento no es saludable a nivel emocional ni físico. Para ello debemos romper con nuestros patrones de conducta —es decir, utilizar el poder que tenemos para cambiar las cosas— y aprender a estar resentido de forma saludable, para lo cual antes hay que detectar el resentimiento.

Analiza cómo se manifiesta el resentimiento en ti:

¿Qué sensaciones físicas tienes?

¿Qué estás pensando?

¿Qué estás sintiendo?

Piensa qué puedes hacer para entender y encauzar tu resentimiento:

El resentimiento es una mezcla de ira y miedo. Es la percepción de la injusticia.

Averigua cuál es la causa de tu resentimiento. Utiliza la misma técnica empleada en identificar emociones para identificar el origen del resentimiento.

Verás que el resentimiento forma parte de las emociones secundarias.

Consulta la rueda de las emociones.

ENTENDER LAS EMOCIONES DE LOS DEMÁS

Ahora que ya hemos aprendido a identificar, procesar y liberar nuestras propias emociones, tenemos todas las habilidades necesarias para entender las emociones de los demás. Es decir, el trabajo siempre empieza con nosotros: cuando somos capaces de entender y regular nuestras propias emociones de forma saludable, logramos ponernos en el lugar de otras personas y entender sus emociones.

Entender no significa compartir el diagnóstico o el resultado de una reacción emocional de otra persona. Sin embargo, entender sí que nos acerca a la realidad de la otra persona y a la causa de su reacción, comprendiendo su situación y el contexto en el que ha ocurrido.

Para entender a otras personas es importante:

Practicar la escucha activa, aclarando y haciendo preguntas cuando sea necesario.

Poner atención en lo que la otra persona está diciendo y cómo lo está diciendo.

Prestar atención al lenguaje del cuerpo y a cualquier otra forma no verbal de comunicación.

Prestar atención a las expresiones faciales y al tono de voz.

Cuando entendemos a la otra persona, inevitablemente somos empáticos. Utilizamos palabras no hirientes sin dejar de ser auténticos, con lo que se logra un buen equilibrio entre la honestidad, la integridad y el respeto en la expresión de nuestros pensamientos y/o sentimientos.

¿Sabías que...?

Un reciente estudio que combina la teoría filosófica de las emociones con nuevos resultados en el campo de la psicología y la psiquiatría ha analizado nuestro entendimiento de las emociones de otras personas. Dicho estudio destaca la importancia del contexto no solo como un factor regulador emocional, sino como parte del proceso de reconocer emociones en los demás.21

LA INTEGRACIÓN DEL YO: EL EQUILIBRIO ENTRE LA CABEZA Y EL CORAZÓN

La integración del yo no es sino el concepto que utilizamos para hablar del equilibrio interno completo de tu persona. Es la integración de todas las partes de tu personalidad como un todo y en armonía, sin dejar ningún fragmento de ti mismo fuera de la ecuación.

En la integración del yo entran en juego cuatro actores: el cuerpo, la cabeza, el corazón y el espíritu o el alma.

Todos tenemos partes de nosotros mismos que no nos gustan, o con las que no nos sentimos cómodos, y que tendemos a apartar porque es más cómodo no aceptar que forman parte de nosotros. Así, todo aquello que no es aceptado por los demás, que no está bien visto o que es considerado malo o negativo, queremos apartarlo de nosotros aunque forme parte de nuestro yo. Por ejemplo, cuando hacemos algo considerado inaceptable, se lo contamos a un amigo que sabemos que no nos va a juzgar, pero no lo explicamos abiertamente a todos nuestros amigos, pues sabemos que nos juzgarán, que no comprenderán nuestra decisión, y por lo tanto reprimimos esa parte de nosotros con respecto a ellos para evitar sentirnos apartados, juzgados o no queridos.

Vivimos en una constante dualidad: bueno o malo, correcto o incorrecto, aceptable o inaceptable. En esta dualidad es inevitable querer estar en el lado correcto, de ahí que queramos tapar, obviar o ignorar todo aquello que no lo esté.

¿Sabías que...?

Carl Jung habló de la importancia del proceso de individualización, que es la habilidad de distinguirse uno mismo de los demás como una personalidad única.

Por su parte, la integración, según Jung, es el proceso durante el cual el individuo, su ser y el inconsciente colectivo están integrados en la personalidad; sin perder el sentido de sí mismo, pero formando parte del colectivo social.

En psicología positiva, la integración es el estado de madurez psicológica y puede ayudar a un individuo a dejar atrás hábitos negativos.22

Las personas plenamente funcionales se caracterizan por la unidad de pensamiento, emoción y acción que se materializa en estar integrado,23 que no es otra cosa que el estado de equilibrio completo entre tu corazón, cabeza, cuerpo y espíritu o alma. Con ello, la integración sería la alineación de tus emociones y sentimientos con tu lógica y tu racionalidad, tu cuerpo y sus reacciones al entorno y tu alma o espíritu.

Hemos pensado tradicionalmente que la mente racional y lógica es todo lo que necesitamos para funcionar de forma óptima y la utilizamos para ver nuestra realidad. Por esta razón se ha asociado la mente con la inteligencia, y todos los demás factores han quedado en un segundo plano.

El cuerpo ha sido el gran ignorado como fuente de conocimiento. Un cuerpo que tiene su propio lenguaje, que nos habla, y no me refiero al dolor o al lenguaje no verbal, sino a su reacción independiente frente a una situación.

Tu cuerpo te hace saber si lo que estás pensando es placentero o doloroso y nos dice si está en armonía con nuestro ser en cada momento. Olvidar que el cuerpo existe nos convierte en un «cerebro con patas», obviando el resto de fuentes de información únicas que tenemos.

Por el contrario, cuando escuchamos atentamente todas estas partes olvidadas de nuestro ser somos capaces de sacar a relucir todo nuestro potencial, nuestra alma o esencia, nuestro yo auténtico. Al entender el cuerpo, el corazón y la mente como partes de nuestro ser, aprendemos el lenguaje de nuestras distintas formas de expresión.

La mayoría de las personas están muy conectadas con la mente, pero dejan de lado la dimensión emocional que forma parte de nuestra naturaleza. Frente a eso, debemos integrar las emociones y la mente racional, ser conscientes del cuerpo y cómo nos habla y estar conectados con lo que llamamos espíritu o alma —o la denominación con la que nos sintamos más cómodos—. Entendemos el alma o espíritu como la esencia de un individuo, todo lo que te hace ser Tú.

¿Cómo sé si estoy integrado?

A continuación vamos a resumir el modelo de integración que aparece en el estudio «Being Someone: The Integrated Self as a Neuropsychological System. Social and Personality Psychology Compass».24 En este, los investigadores relacionan la integración del yo con un sistema neurobiológico que tiene unas características concretas. Partiendo de teorías existentes, los autores sugieren que las personas integradas tienen un sistema de procesamiento paralelo en el córtex anterior derecho del cerebro.

El modelo neuropsicológico que proponen presenta siete características principales en las personas integradas:

1. Conexión emocional.

2. Atención amplia en aspectos personales relevantes.

3. Utilización del feedback auténtico para reconocer los fallos propios y asumir nuestra responsabilidad.

4. Procesamiento inconsciente.

5. Integración de experiencias negativas.

6. Gran resiliencia: conversión de vulnerabilidades en puntos fuertes.

7. Confianza plena: positividad y seguridad en uno mismo.

Por mi parte, no podría estar más de acuerdo con las conclusiones de este estudio y con las siete características elegidas como necesarias para la integración. Como persona empática, tu cuerpo, tu mente, tu corazón y tu espíritu son más sensibles a los estímulos externos y más conscientes de lo que sucede dentro de ti. Por lo tanto, no estar integrado puede llevarte a tener reacciones aparentemente irracionales en determinadas situaciones.

Estoy segura de que más de una vez te habrás encontrado en una circunstancia que te obliga a tomar una decisión importante, y habrás notado cómo tu mente, tu corazón, tu cuerpo y tu espíritu no van de la mano sino que cada uno va por su lado. Para ponerlo en contexto, valga el siguiente ejemplo.

Estábamos en proceso de comprar una casa y vimos una que tenía todo lo que queríamos. Mi mente había hecho rápidamente una lista de los requisitos y había llegado a la conclusión de que era una buena opción.

Sin embargo, algo no iba bien: en cuanto pensaba que íbamos a comprar esa casa, notaba un peso en el estómago. La razón es que esa decisión la había tomado mi cabeza sin tener en cuenta al resto del grupo (corazón, cuerpo, espíritu). No sentía que esa fuera mi casa, por muy perfecta que pareciera en papel o en el listado de características que cumplía. Si cerraba los ojos y escuchaba mi cuerpo y mi corazón, no era esa casa.

Lo sabía, ahora solo tenía que luchar con mi mente para convencerla de que todos no estaban de acuerdo con la decisión. Mi espíritu sabía que allí no iba a brillar. No iba a ser feliz porque a menudo no basta con un listado racional de razones para tomar una decisión. A veces el cuerpo te habla, reacciona, y tu corazón, tu espíritu y tu intuición también forman parte de tus decisiones. Y en el momento en que no escuchas a todos, entras en un desequilibrio.

Cuando encontramos la casa que queríamos comprar, nada más entrar por la puerta sentí una ola de paz: estaba tranquila, no había nudo en el estómago, no había lucha mental, ni tan siquiera listado de razones.

La casa era más pequeña que muchas que habíamos visto, tenía menos habitaciones, no sabíamos si nos iba a caber una cama de tamaño king en la habitación, pero no importaba porque a veces lo más importante no es la historia que te cuentas a ti mismo una y otra vez en tu cabeza. Solo cuando te escuchas a ti en tu conjunto lo sabes. Era mi casa.

Cuando sentimos nuestras emociones como parte de nosotros mismos sin necesidad de silenciarlas, es que forman parte de nuestro Yo.

Cuando somos capaces de hacer autocrítica sin culpa ni castigo por parte de nuestro juez interno, simplemente asumiendo las circunstancias, nos reconocemos, nos aceptamos y nos mejoramos.

Cuando somos capaces de utilizar el feedback de los demás para mejorar sin sentirnos atacados, nos integramos. Si nos hacemos responsables de nuestras acciones queriendo ser mejores cada día, pero sin flagelarnos por habernos equivocado, ganamos la oportunidad de hacerlo mejor la próxima vez.

Cuando somos capaces de integrar las experiencias negativas viendo todo lo que nos han enseñado y aprendiendo de ellas sin rencor, nos damos cuenta de lo mucho que nos han servido y cómo forman parte de quiénes somos hoy.

Cuando somos capaces de poner nuestras vulnerabilidades —como nuestra sensibilidad o ese sistema de alarma interno que se dispara con tanta facilidad— a nuestro servicio, llegamos a la conclusión que ser sensible nos hace más fuertes y somos capaces de comprender a los demás de una forma mucho más cercana y auténtica.

Y, por último, la confianza en uno mismo. Muchas veces somos nuestro peor enemigo al minar nuestra autoestima y no dejarnos avanzar.

Sin embargo, cómo cambia todo cuando somos capaces de automotivarnos, de ser nuestro mejor amigo con nosotros mismos, sin juzgarnos y seguros de que nos costará más o nos costará menos pero, sea lo que sea que nos propongamos, podremos lograrlo.

Cree en ti, porque creer es poder. Confiar en tus capacidades y habilidades abre un mundo de posibilidades para lograr lo que te propones. Todo empieza en ti, en cómo tú te percibes. Cuando tú te respetas, cuando crees en ti, cuando eres consciente de todo lo que tú eres, no hay límites.

Conexión con la mente

De los cuatro elementos que componen la integración del individuo, el más entendido es, sin duda, la cabeza o mente. Utilizamos el lenguaje para describir cómo vemos la realidad, y en este sentido la mente ha sido hasta ahora la clave del éxito.

La mente ha sido el motor hacia el éxito personal y laboral: la mayoría de líderes en el mundo dominan a la perfección la resolución de conflictos, la priorización de tareas, la planificación de procesos... En definitiva, nos muestran cómo actuar desde la mente.

Ahora bien, como diría Eckhart Tolle, el autor del libro El poder del ahora: «Tú no eres tu mente». Durante mucho tiempo hemos considerado la mente como el elemento que define nuestro ser. Si analizamos la célebre frase de Descartes, «Pienso, luego existo», pensar se entiende como la causa de existir.

La mente, en realidad, es una herramienta que tenemos a nuestra disposición. Es el rey de las tareas. Nadie como la mente es capaz de organizar, realizar labores de forma ordenada, ver todos los huecos en un problema y encontrar de forma lógica la solución a un obstáculo. Y, como herramienta a nuestra disposición, la forma en la que la utilizamos en cada momento es simplemente un hábito. Un hábito que puede cambiar, es decir, la relación con nuestra mente puede ser diferente.

Podrás reconocer la no integración en tu mente cuando no consigas tomar una decisión: das vueltas y más vueltas a las mismas ideas y no hay forma de sacar este pensamiento de tu mente. Sin embargo, los pensamientos que tienes los decides tú y ellos generan tu experiencia y construyen tu realidad. Por ello, basta con que pienses que no puedes, que es difícil, que no deberías haberlo hecho, para que se convierta en tu realidad. Escoger tus pensamientos es el primer paso para cambiar tu realidad.

Se le atribuye a Albert Einstein la siguiente frase: «Todo es energía y eso es todo lo que hay. Sincronízate con la frecuencia de la realidad que quieres y no podrás hacer otra cosa que conseguirla. No puede ser de otra manera. Esto no es filosofía. Es física».

¿Sabías que...?

El neurofeedback es una técnica avanzada que de forma gradual entrena al cerebro para autorregularse. Se expone al paciente a ciertos parámetros de su actividad cerebral que normalmente no pueden ser percibidos, y a través de este feedback aquel aprende a regular mejor el funcionamiento de su cerebro.

Con el neurofeedback se pueden mejorar determinados problemas psicológicos como la ansiedad, el estrés o el insomnio, dado que nuestro sufrimiento proviene de los pensamientos y sentimientos que se nos atascan en la mente. Así, el neurofeedback se convierte en una herramienta al servicio de la integración que da como resultado una mente más abierta donde los obstáculos y problemas del día a día son más manejables ya que no existe dualidad, no hay contradicción. El neurofeedback enseña al cerebro a ser un todo, a integrarse.

De todo ello podemos concluir la insuficiencia de la mente para desenvolverse con éxito en el día a día: las emociones y el corazón también juegan un papel crucial. Veamos en detalle la conexión con el corazón.

Conexión con el corazón

El corazón no es solo un órgano que bombea sangre para mantenernos con vida. Es mucho más que eso. Los estudios científicos del HeartMath Institute demuestran que el corazón es un recurso de sabiduría e inteligencia que nos ayuda a estar más equilibrados, a tener más creatividad y a desarrollar nuestra intuición.

El corazón es un centro de procesamiento de la información que comunica con (e influye en) la mente y que dispone de su propio sistema nervioso y hormonal. En este sentido, desempeña un papel clave en nuestra experiencia emocional y mental.

El corazón es nuestro centro emocional. Es el lugar donde nacen los sentimientos, los cuales pueden incidir en la forma en que percibimos nuestra realidad y en que respondemos a las situaciones del día a día.

Hoy en día sabemos, gracias a numerosos estudios científicos, que la harmonía del corazón nos lleva a un estado físico óptimo asociado a un aumento de la función cognitiva, la capacidad de autorregularse, la estabilidad emocional y la resiliencia.

En relación con esto, el concepto de corazonada que oímos tan a menudo es totalmente cierto: tu corazón piensa, aunque de forma distinta a tu cerebro. Tiene su propio sistema neuronal, pero no actúa de la misma forma.

La dualidad y la contradicción son enemigos de la mente, que actúa desde el pensamiento único eliminando a su paso las inconsistencias lógicas. En una disyuntiva, la mente debe decidir cuál es la mejor opción, teniendo en cuenta que ambas —pongamos A y B— son mutuamente excluyentes.

¿Sabías que...?

La disciplina que estudia la conexión entre el corazón y el cerebro se llama neurocardiología.

El corazón tiene un sistema nervioso cardiaco de la misma forma que el cerebro tiene el suyo.25 Lo curioso es que el circuito neuronal del corazón es totalmente independiente y le permite aprender, tomar decisiones y sentir autónomamente. De hecho, está demostrado que el corazón envía más información al cerebro de la que el cerebro envía al corazón.

En cambio, el corazón actúa desde la inclusión de A y B como opciones posibles o combinadas.26 La capacidad del corazón para entender la paradoja y sentirse bien en una disyuntiva sin necesidad de resolverla, de protegerse del dolor que produce la ambigüedad de no saber —es decir, su capacidad para navegar la paradoja y la ambigüedad—, constituye su punto fuerte.

En The Heart of Change, John Kotter reflexiona sobre el papel del corazón en los cambios producidos en las organizaciones.27 El autor llegó a la conclusión, a través del estudio de casos de cambio en las organizaciones, de que las personas cambian lo que hacen no porque les sea dado un análisis que modifique su línea de pensamiento, sino porque se les enseña una verdad que influye en sus sentimientos. En definitiva, el cambio se produce cuando el sistema del corazón entra en el juego y capitanea la decisión.

Para aprender a conectar con tu corazón, el primer paso es entrar en contacto con tus emociones y entenderlas. A través de la meditación, las visualizaciones, los mantras o simplemente conectando con nuestros sentimientos en cada momento, podemos conectar con nuestro corazón. Cuando procesas todos tus pensamientos y sentimientos incómodos mediante herramientas tales como escribir en un diario o un bloc de notas, estás exponiéndolos sin juzgar. No estás intentando librarte de ellos, sino trabajando para integrar todos los mensajes que recibes de tus sistemas internos.

Así pues, tómate tu tiempo para reconectar con tu propósito, tu misión y tu visión de tu propia vida. Escucha todas las señales de tu cuerpo, de tu corazón, de tu mente y de tu espíritu. Siempre hay una opción alineada con todos ellos. Al tomar la decisión, no habrá resentimiento, no habrá contracción del cuerpo. Te sentirás alineado, te sentirás en paz, serás uno.

¿Sabías que...?

El HeartMath Institute ha comprobado que emociones negativas como el enfado o la frustración están asociadas a un patrón de latidos del corazón incoherente y desordenado. En contraste, emociones positivas como el amor y la gratitud están asociadas a un patrón rítmico coherente, ordenado y suave.

Habrás oído muchas veces el consejo «escucha a tu corazón» cuando buscas respuestas a un problema o un dilema. Pero ¿cómo escucho a mi corazón? ¿Cómo se hace?

No oirás a tu corazón como si de la voz de tu cabeza se tratase, sino que lo sentirás: es tu intuición. A veces nuestra carretera de comunicación entre el corazón y la mente se atasca, tiene retenciones de tráfico. Pero el corazón nos recuerda que lo tenemos todo, que no hay nada fuera de nosotros que necesitemos.

Siente tu corazón:

1. Siéntate cómodamente y concentra tu atención en tu respiración. Tener el cuerpo y la mente calmados son requisitos imprescindibles para llamar a la sabiduría del corazón.

2. Pon una mano en el pecho y simplemente nota el latido de tu corazón. Inhala y exhala sin querer controlar la respiración, sin hacer ningún cambio.

3. Piensa en alguien a quien quieres, ya sea un familiar, un amigo o una mascota. Nota cómo tu corazón se abre y se expande con este pensamiento, como si la idea hiciera abrirse el músculo del corazón.

4. Ahora piensa en una situación que no es buena para ti. Alguien que se fue de tu vida, un trabajo que no te llena... Nota cómo tu corazón se ralentiza, cómo cambia tu respiración y ese músculo se contrae.

Estas sensaciones físicas de expansión y contracción, junto a los sentimientos que percibimos, constituyen el lenguaje del corazón. Conéctate con él y averigua cuál es la respuesta. Cuando necesites una respuesta de tu ser en todo su esplendor, sigue estos pasos y nota cómo tu decisión o razonamiento se siente en tu corazón y en tu cuerpo.

¿Sabías que...?

El HeartMath Institute ha descubierto que nuestros corazones y nuestros cerebros emiten un campo electromagnético que se puede medir a una distancia de un metro y medio del cuerpo. También ha descubierto que la frecuencia del corazón es 5.000 veces más fuerte que la del cerebro.28

Qué curioso, ¿verdad? Nos pasamos la vida gastando nuestra energía en darles vueltas a las mismas ideas en nuestra cabeza una y otra vez, cuando en realidad es nuestro corazón quien tiene muchas de las respuestas.

 

14 Antoni, M. y Zentner, J. Las cuatro emociones básicas. Barcelona, Herder, 2015.

15 Véase Izard, C. E. «Emotion Theory and Research: Highlights, Unanswered Questions, and Emerging Issues». AnnualReview ofPsychology, 60, 1-25. Accesible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2723854/

16 Bach, E. La belleza de sentir. De las emociones a la sensibilidad. Barcelona, Plataforma, 2015, p. 100.

17 Universidad de California-Los Ángeles. «Putting Feelings Into Words Produces Therapeutic Effects In The Brain». ScienceDaily, 22 de junio de 2007. Accesible en: https://www.sciencedaily.com/releases/2007/06/070622090727.htm

18 Otras fuentes pueden referirse a la alegría como felicidad y a la repugnancia como asco.

19 La rueda de las emociones de la doctora Gloria Willcox traducida al español. Original accesible en: https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/036215378201200411

20 Enright, R. D. The Forgiving Life. Washington, D. C., APA Books, 2012; Enright, R. D. y Fitzgibbons, R. Forgiveness Therapy. Washington, D. C., APA Books, 2015.

21 Juckel, G. et al. «Understanding Another Person’s Emotions—An Interdisciplinary Research Approach». Frontiers in Psychiatry, 9, 414. Accesible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6135884/

22 American Psychological Association. APA concise dictionary of psychology. Washington, D. C., American Psychological Association, 2009; Lott, B. E. y Maluso, D. (eds.) The Social Psychology of Interpersonal Discrimination. Nueva York, Guilford Press, 1995.

23 Kuhl, J. et al. «Being Someone: The Integrated Self as a Neuropsychological System». Social and Personality Psychology Compass, 9 (3), 115-132.

24 Kuhl, J. et al. «Being Someone: The Integrated Self as a Neuropsychological System». Social and Personality Psychology Compass, 9 (3), 115-132.

25 Véase HeartMath Institute: https://www.heartmath.org/research/science-of-theheart/heart-brain-communication/

26 Wright, S. y MacKinnon, C. Leadership Alchemy: The Magic of the Leader Coach. West Group Publishing, Eagan (Minn.), 2003.

27 Kotter, J. The Heart of Change. Boston, HBS Press, 2002.

28 https://www.heartmath.org/articles-of-the-heart/science-of-the-heart/the-energetic-heart-is-unfolding/