Florencia, la vida en la gran ciudad de los Médici

«Los Médici me crearon y me destruyeron.»5

Panorámica de Florencia en la que destaca la catedral Santa María del Fiore.

A los 14 años, todo cambió para Leonardo. Tras el fallecimiento de su primera mujer, Piero, su padre, le llamó para que fuera a Florencia, viviera con él y fuera de aprendiz a un taller artesano. Dejar su vida en el campo para vivir en la ciudad no debió de ser fácil, lo que se refleja en el comentario sobre las plantas aplastadas por los carros de los caballos: «Eso sucede a aquellos que, abandonando una vida de solitaria contemplación, escogen vivir en ciudades, entre el ruido de la gente y rodeados de infinitos peligros». Sin embargo, muy pronto Leonardo se sentiría bien en Florencia. En esa época había múltiples desfiles, gestas, representaciones, festivales y todo tipo de festejos que estimulaban su creatividad.

«LOS MÉDICI ME CREARON Y ME DESTRUYERON»

La familia Médici, formada por comerciantes y banqueros, eran además mecenas de las artes. Lorenzo de Médici, nacido en 1449, fue coetáneo de Leonardo, ya que nació tres años antes que el artista florentino. Tras la Conjura de los Pazzi, en la que su hermano Giuliano fue asesinado, se ajustició a los culpables y Leonardo, como testigo excepcional, hizo el dibujo del ahorcado.

Era inevitable que Leonardo estuviera relacionado con los Médici, pero esta relación no fue estrecha, ni siquiera cuando le llamaron a formar parte del séquito del papa León X, Giovanni di Lorenzo, segundo hijo de Lorenzo el Magnífico. Quizá por ello, a una edad muy avanzada, el artista escribiría: «Los Médici me crearon y me destruyeron».6

En 1481, Leonardo recibió el encargo de pintar un gran retablo para el monasterio de los agustinos de San Donato de Scopeto, un pueblo situado fuera de las murallas de la ciudad de Florencia, cerca de la Puerta del Prato. En los registros del monasterio se indica que el maestro Leonardo ha recibido «una carga de haces de leña y una carga de troncos» como pago por la decoración del reloj del monasterio. En agosto, «nos adeuda una moggia (unos 180 litros) de grano que nuestro carretero le ha llevado a su casa», y el 28 de septiembre, en el último documento de la serie, anota: «nos adeuda un barril de vino bermellón».8 La obra, La Adoración, quedó sin terminar, y pasó a la colección de los Médici poco antes de 1621. Hoy es uno de los cuadros más famosos de la Galería Uffizi.

Breve apunte histórico: Florencia, la capital del Renacimiento

En 1460, la ciudad tenía más de 50.000 habitantes. El diplomático y viajero Benedetto Dei explica cómo era: «Las murallas de la ciudad se extienden a lo largo de once kilómetros y están fortificadas por 80 torres de vigilancia. Dentro del recinto amurallado hay 108 iglesias, 50 plazas, 33 bancos y 23 grandes palazzi o mansiones donde viven señores, oficiales, cancilleres, intendentes, proveedores, notarios y funcionarios con sus familias. Hay 270 talleres especializados en lana, 84 en tallas y taracea de madera, y 83 en seda».7 Más de un tercio de la población sabía leer y escribir. Las decisiones políticas las tomaban las familias más poderosas, muchas adineradas familias de banqueros como los Médici, cuyo banco, en 1430, era el más importante de Europa. El poder de las familias se ejercía en el Palazzo della Signoria (Palazzo Vecchio).

Réplica del David de Miguel Ángel en la plaza de la Señoría en Florencia.

Plaza del Duomo en Florencia con el campanario de Giotto.

Aún puede verse en Florencia

De aquella época aún puede admirarse la catedral o Duomo de Santa Maria dei Fiore, con la maravillosa cúpula de Brunelleschi, el campanario de Giotto, el Palazzo de la Signoria o el del Podestà, la longa y el Ponte Vecchio sobre el río Arno.

EL PALACIO DE LOS MÉDICI Y SU COCINA

Las casas de la ciudad se construían con grandes bloques de piedra rectangulares. Los Rucellai, los Tornabuoni, los Spini, los Pazzi y los Benci tenían palacios. El más importante era el Palazzo Médici de via Larga, que se comenzó a finales de la década de 1450 según el proyecto de Michelozzo Michelozzi. En el patio había estatuas de Donatello. También era sede de su actividad económica, tanto bancaria como agrícola.

Durante siglos, el Palacio Pitti fue también el hogar de los Médici. La construcción se hizo en la segunda mitad del siglo XV; según Vasari, fue diseñado por Brunelleschi (1377-1446). El nombre se debe al comerciante florentino, amigo de Cósimo de Médici, Luca Pitti (1398-1472). En el siglo XVI, Eleonora de Toledo, esposa de Cósimo I de Médici, compró el palacio y, desde ese momento y durante los siguientes dos siglos, el palacio fue remodelado y ampliado prácticamente hasta como puede visitarse en la actualidad, incluyendo la impresionante la biblioteca creada por Cósimo. Para hacerse una idea de su grandiosidad, en el palacio trabajaban 600 personas y 50 en la cocina, entre cocineros, pinches, criados y trinchadores.

Detalle de la cocina del Palacio Pitti, hogar de la familia Médici durante siglos.

Vista del Palazzo Pitti con los jardines. Giusto Utens. 1599-1602.

UNA COCINA GRANDE Y VENTILADA

Ubicada lejos de la zona noble para evitar olores (por eso era tan complicado que los platos llegaran calientes a la mesa), la cocina era un espacio grande, con techos altos y una gran chimenea donde se cocinaba en calderos o sartenes sobre estructuras metálicas: trébedes. Junto a ese gran fuego se asaban las piezas de carne. El asado lo solían cocinar los hombres, ya que las piezas eran voluminosas y pesadas. Mientras, cazuelas de barro albergaban en cocción a fuego lento nabos, pollos o legumbres, y en los aparadores laterales se colocaban las cazuelas y parte del menaje. En un rincón estaban los depósitos con agua y las tinajas, y en las zonas centrales había mesas con cuchillos, rodillos y otros instrumentos para cortar, trinchar y ablandar, además de un omnipresente mortero de gran tamaño asentado sobre un poyete de piedra; infinidad de platos se hacían molturando almendras, así que era imprescindible. Algunos embutidos solían colgar de la parte superior de la chimenea para curarse al humo, y otros pendían de ganchos en las zonas más ventiladas para hacer lo mismo por frío.

Cocineros y recetarios

La cocina de la época, tanto de los Médici como de otras casas señoriales florentinas, a las que Leonardo tuvo acceso, se inspiraba en cocineros y recetarios que se reeditaban, algunos procedentes de los clásicos, como Apicius in re coquinaria (1498). Otros, como el Llibre de Sent Soví, escrito a principios del siglo XIV, proponían recetas refinadas y especias para hacer salsas. Imprescindible el Anonimo meridionale (1238-1239), con 175 recetas, 51 comunes al Liber de coquina. El Anonimo toscano, del siglo XIV, incluye 183 recetas en toscano (101 comunes con el Liber de coquina y 41 con el Anonimo meridionale). El Anonimo veneziano, del siglo XV, cuenta con 135 recetas bastante detalladas (22 comunes con el Anonimo toscano), previstas para 12 personas, lo cual podría ser un testimonio de la brigada spendereccia (la brigada pródiga) de Siena, un grupo de 12 jóvenes muy ricos que dilapidaron su fortuna en banquetes. Finalmente contaban también con el Frammento di un libro di cucina del secolo xiv, un manuscrito con 92 recetas encontrado en un códice de la biblioteca de Bolonia, escrito en toscano.

Portada del libro Frammento di un libro di cucina del secolo XIV.

La despensa estaba en otra estancia fuera de la cocina, en la planta baja del Palacio Pitti; originalmente se situaba en grandes cuevas interiores, que se decía que llegaban al Ponte Vecchio y donde también se guardaban los vinos. Detrás de la cocina se encontraban las huertas que surtían las cocinas de coles, cebollas, alubias, frutas y verduras y algunos animales de corral. De la organización se ocupaba el cocinero jefe, pero en la cocina había mujeres que se encargaban de limpiar los animales, cocinar, pelar y asar, aunque el cocinero jefe organizaba las recetas con el jefe de la casa o mayordomo, quien tenía acceso a la familia.

La cocina del día a día se servía donde el señor quería, y también podía tener acompañantes y amigos, incluso artistas y otras personalidades. Desconocemos si Leonardo comió personalmente con los Médici, pero sí estamos seguros de que asistió a alguno de sus notables banquetes.

LOS BANQUETES

Los banquetes se celebraban en la sala de baile, un espacio amplio con grandes ventanales y techos altos, donde las representaciones resultaban más adecuadas. A veces, y dependiendo de los mismos, se podían hacer en el exterior o incluso en los salones más pequeños, adecuados para los banquetes menos numerosos.

Los jardines de los Médici eran de los mejores de Europa, auténticos jardines botánicos. Los de Villa Careggi (siglo XV) eran una maravilla, numerosas cortes copiaban su estructura.

Desde el taller de Verrocchio, Leonardo colaboraría elaborando alguna escenografía para las representaciones de los banquetes de los Médici, por lo cual podemos presumir que asistió a alguno de ellos y disfrutó de su mesa. Para os estandartes de las justas celebradas en honor del adolescente Lorenzo el Magnífico, Leonardo elaboró en el taller un yelmo decorativo para la familia.

Banquete del Renacimiento. Fiesta burlesca. Jan Mandijn (ca. 1500-ca. 1560).

LA BODA DE LORENZO

Durante el tiempo que Leonardo estuvo en Florencia, uno de los banquetes más importantes fue el de la boda de Lorenzo de Médici y la aristócrata romana Clarice Orsini en 1469. El joven Leonardo viviría intensamente los festejos, que duraron varios días y se pudieron disfrutar en toda la ciudad. Piero di Marco Parenti, uno de los invitados que describió el evento a su tío Filippo Strozzi, exiliado en Nápoles, lo contaba así, quizá de una forma algo exagerada: «Ciento cincuenta becerros, cuatro mil gallinas y patos, peces, caza y muchos barriles de vinos locales y extranjeros. Se organizan cinco banquetes en el porche, en la logia y en el patio del palacio. Las mesas de las damas están separadas de las de los caballeros. La mesa de la novia está en la logia y cincuenta nobles jóvenes se sientan en ella; las ancianas se sientan dentro del palacio presidido por la madre del esposo, Lucrezia Tornabuoni. En la entrada se encuentran los jóvenes con Lorenzo y Giuliano, y en otra mesa, los ancianos de la ciudad».

Mesa para un banquete refinado. Bodegón de mesa con pastel de pavo. (1627).

Con sus compañeros del taller de Verrocchio, Leonardo vería las ventanas de las habitaciones de Lorenzo adornadas con ramas de olivo, como símbolo de la paz. También podría comer algunos de los platos que incluso se colocaron en mesas alargadas en los caminos de la ciudad para que la gente pudiera disfrutar de las viandas, ya que las celebraciones se hicieron extensivas a toda la población.

En el interior del palacio, junto al David —la famosa estatua de bronce de Donatello—, había mesas altas cubiertas con manteles, grandes cubas de latón adornadas con cristal en las esquinas, recipientes de plata con agua para refrescarse, vasos y bebidas, saleros, tenedores y cubiertos, borlas y almendras o confeti.9

Sobre la cocina de los banquetes de los Médici sabemos lo suficiente como para afirmar que era muy sofisticada. Queda demostrado por el recetario que Catalina de Médici llevará a Francia en 1533 con motivo de su boda con el segundo hijo del rey de Francia. Introdujo platos como las espinacas a la florentina, acompañadas con una salsa similar a la bechamel, las aves cocinadas con vino, el faisán con uvas o los hojaldres, además de golosinas, aguardientes y licores… Y lo más importante: el aceite de oliva de la Toscana.

Algunas recetas de los Médici

Además de las espinacas a la florentina, las aves asadas, las empanadas, los pescados cocidos como el esturión o las ensaladas, otro plato destacado era la ginestrata procedente de Chianti, que se prepara con caldo de pollo o verduras al que se añade huevo, vino santo (dulce), canela, nuez moscada y azúcar en polvo que se amalgaman armoniosamente emanando perfumes y aromas añejos. Su nombre recuerda a la planta ginesta, retama en español, muy extendida en la Toscana. También eran habituales las anguilas ahumadas o las huevas secadas al sol con sal y prensadas.

En 1495, los objetos valiosos de los Médici estaban en Roma. Cuatro vasos de gran valor se quedaron en Florencia y, en 1502, fueron examinados por Leonardo por encargo de Isabella d’Este. Uno era de una sola pieza, de cristal, bellísimo; otro era de jaspe polícromo con perlas y rubíes engarzados, apoyado en un pedestal de oro; el tercero era de ágata, y el último, de jaspe, con pedestal de plata.