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Sueños proféticos: presenciar el futuro durante el sueño
«Me encontraba en un lugar no muy bien iluminado, pero no era tenebroso. Era como un auditorio, y Sylvia estaba hablando en él. O para ser más exactos, era su guía Francine la que hablaba a través de ella. Había una audiencia, todos parecían estar en trance. Y había una anciana menuda delante de mí. Hacía preguntas tontas y yo me estaba impacientando. Mi reloj de pulsera y el reloj de pared marcaban las doce menos un minuto. Ya no me quedaba tiempo para preguntar nada y Sylvia se levantó para marcharse. Entonces me miró directamente a los ojos y dijo: “No vayas a Nueva Jersey el 10/7. Reza por Nueva Jersey el 10/7”. Me quedé preocupada al oír esto y me acerqué a mi madre que estaba entre el público. La rodeé con mis brazos y le dije: “No te preocupes, mamá, no iremos a Nueva Jersey el 10/7”. Mi madre me abrazó y le di un beso en la frente. Empezó a llorar. Entonces una señora que estaba detrás de ella se despertó y me miró a los ojos. Le repetí el mensaje: “No debes estar en Nueva Jersey el 10/7. Reza por Nueva Jersey el 10/7”. La señora se puso histérica y empezó a llorar. Entonces las palabras y la emoción se apoderaron del público y todos se pusieron histéricos y empezaron a llorar.»
Ese sueño me lo mandó a mi despacho una mujer llamada Kathryn. Es un ejemplo clásico de sueño profético. Es también un ejemplo clásico del cuidado que ha de tener el soñador y el resto de las personas para no sacar conclusiones precipitadas y tener reacciones exageradas cuando se presenta este tipo de sueños.
Todo sueño profético tiene dos cualidades en común. En primer lugar, aunque Kathryn no lo mencionara, siempre son en color, nunca en blanco y negro. En segundo lugar, la acción en el sueño es secuencial, un acontecimiento detrás de otro, uno conduce al siguiente, en una especie de orden lógico. A diferencia de otro tipo de sueños disparatados, incoherentes, que pueden ser muy divertidos, los proféticos se desarrollan en forma de historias paso a paso y, gracias a eso, en general, la mente consciente les puede seguir la pista más fácilmente cuando el soñador está despierto. Tal como veremos en los próximos capítulos, no todo sueño secuencial o en color es un sueño profético. Pero todo sueño profético es secuencial y en color.
También hay un problema común con los sueños proféticos, éste inclusive, y es justamente la razón por la que me opuse con todas mis fuerzas a proponer una evacuación del estado de Nueva Jersey el 10 del 7: a menudo son demasiado poco específicos como para suponer una ayuda real. No cabe duda de que el sueño de Kathryn suena a advertencia. Pero ¿a quién va dirigida? ¿Es un peligro que aguarda a Kathryn, o a su madre, o a las dos en Nueva Jersey el 10/7 que evitarán si no van a ese estado en esa fecha? ¿O se trata de un peligro más general que puede afectar a los residentes de Nueva Jersey el día 10 del 7? ¿De qué se trata? ¿Dónde se centra? ¿Y qué es lo que se puede hacer, si es que se puede hacer algo para prepararse o evitarlo?
Desgraciadamente, hay posibilidades de que algo horrible le suceda a alguien en Nueva Jersey el 10/7. Cuando suceda, sería demasiado fácil para todos los que conocemos el sueño levantarnos y decir: «¡Ajá! ¿Lo ves? ¡Ese sueño tenía razón!» Repito, cuando un sueño o una predicción es tan general, también es probable que se refiera a alguna situación, de alguna manera y en algún lugar. Por lo tanto, si deducimos que 10/7 significa 10 de julio, ¿no sería útil saber de qué año? ¿Quién puede decir que el 10 del 7 no hace referencia al mes de julio del 2010? Por no empezar a especular si hace referencia a las 7.10 de la mañana, o a las 7.10 de la tarde, en lugar de tratarse de una fecha. ¿Entendéis lo que quiero decir? Cuanto más lo analizas, menos «obvio» y más confuso se vuelve el sueño. No es de extrañar que Kathryn estuviera preocupada. Sólo le habían revelado una parte de alguna advertencia sobre un oscuro futuro, sin apenas suficiente información para hacer algo al respecto. Aplaudo su valor y su impulso humanitario de compartir los detalles que se le habían revelado, por si acaso.
Una mujer a la que simplemente llamo Ellen tuvo un sueño profético igualmente preocupante, con ramificaciones todavía más sorprendentes: «En el mes de junio de 2001 tuve un sueño al que no he dejado de darle vueltas desde entonces. Mi marido y yo íbamos en un coche, él era quien conducía, lo cual era asombroso, porque tiene una discapacidad física y nunca ha conducido. El cielo se estaba cubriendo, como si se acercara una tormenta de verano. Le sugerí que diéramos la vuelta y regresáramos a casa. En el camino de vuelta a casa el cielo estaba cada vez más oscuro y soplaba un fuerte viento. A lo lejos se veía el perfil de una ciudad, con sus altos edificios al fondo, como la escena de la Ciudad de Esmeralda de la película El mago de Oz. Cuando nos acercamos a esa ciudad, pude ver dos grandes “columnas”, que en aquel momento supuse que eran tornados. El cielo ya estaba completamente negro, sin embargo esas dos torres estaban en llamas, tenían fuego en la parte superior. Continuamos conduciendo hacia ellas y encontramos a una familia (un hombre, una mujer y un niño) en el arcén de la carretera en un camión Ryder de alquiler, de color amarillo brillante. Les preguntamos si querían subir a nuestro coche. Nos dieron las gracias y se montaron en la parte posterior del camión para protegerse. Mientras tanto, le dije a mi esposo que necesitaba ir al aseo, pero no había ningún sitio donde parar. Divisé una casa al frente y le dije que se detuviera allí para preguntar si podía ir al retrete (algo que no haría jamás en la vida real). En la casa vi a una mujer sentada en una mecedora leyendo un libro. Le pregunté si me dejaba usar su servicio, y amablemente me invitó a pasar. Estaba muy tranquila y no parecía preocupada por la “tormenta” que se estaba avecinando fuera. Tras usar el servicio, le di las gracias y le pregunté si no le importaba quedarse allí. Recuerdo que le dije que nunca había visto nada semejante, le pregunté si era algo más que una tormenta y luego si tenía miedo. Su respuesta fue: “¿Por qué? Claro que no. ¿Y por qué lo tienes tú?”. Le pregunté si eso era el final del mundo y en ese momento me miró por primera vez y me dijo: “Sí, tal como yo lo conozco”. Me desperté con esa alarma, temblando e intentado poner en orden las piezas. Una tarde, la semana pasada, mientras miraba las escenas de devastación de las Torres Gemelas, volví a recordar el sueño, pero con mayor intensidad. Empecé a temblar. No puedo entender por qué he sido yo la que he tenido este sueño. Si tengo alguna facultad latente para predecir el futuro, me gustaría saber cómo puedo usarla para poder ayudar».
Ellen no es más que uno de mis muchos clientes que tuvo algún tipo de sueño profético respecto a la atroz tragedia del 11 de septiembre. Sí, en resumidas cuentas ésa era la esencia de ese sueño: Ellen indudablemente vio el ataque, y cuando miró la televisión el sentimiento que tuvo era correcto: esas dos «columnas» en llamas del sueño eran las Torres Gemelas. Ellen, como cualquiera que haya tenido un sueño profético sobre el 11 de septiembre, no debe recriminarse nada porque sabe que no recibió suficiente información para haber podido evitar de algún modo la tragedia, y porque durante el sueño su actitud era amable, solidaria y se preocupaba mucho por la gente. De hecho, salvo raras excepciones, todos mis clientes que han compartido sueños proféticos conmigo durante todos estos años están muy interesados en saber cómo utilizarlos para ayudar a los demás, y que Dios los bendiga por su bella y compasiva humanidad.
Quiero recalcar varios puntos importantes:
Por una parte, quiero ser muy sincera, y aunque ya he dicho esto en la televisión nacional, también quiero decirlo por escrito, puesto que este tema está tan presente en nuestras mentes. Aunque soy vidente, en ningún momento vi el ataque terrorista del 11 de septiembre. La semana antes soñé con fuego varias veces, pero pensé que quizá se podría provocar algún incendio en la casa de alguno de mis hijos y sencillamente les advertí que tuvieran especial cuidado. Yo he vivido mi parte de agonía respecto al 11 de septiembre, deseando que quizá de alguna manera hubiera podido evitar que alguna de esas personas fueran a trabajar ese día o que no hubieran tomado el avión. Pero no fue así, y tengo mis propias ideas sobre cuál puede ser la razón, que mencionaré brevemente. Ninguna de esas ideas, sin embargo, elimina por completo la intensa desolación que todos hemos sentido desde esa horrible mañana, y mis oraciones por los seres queridos de las víctimas, por nuestros incontables héroes y por todos los que adoramos a un Dios afable se elevan constantemente entre millones de plegarias.
Por otra parte, no quiero que tengáis la idea falsa de que no podéis tener sueños proféticos porque nunca habéis tenido signos de predecir el futuro en estado de vigilia. Yo paso la mayor parte de mi tiempo de vigilia haciendo de profeta, pero jamás he tenido un sueño profético. Mi espíritu guía Francine siempre me recuerda que si no hubiera diferencia entre nuestra mente en estado de vigilia y nuestra mente cuando estamos dormidos, todos estaríamos locos. He de admitir que tiene razón. He aprendido a bendecir mis dones psíquicos y a estar agradecida por ellos, pero creedme, estoy igualmente agradecida por el descanso nocturno que tengo de ellos. Los dones son dones, tanto si se manifiestan cuando estás despierto como si lo hacen cuando duermes, de modo que hemos de aprender a aceptarlos cuando quiera que aparezcan.
Una cosa más, un consejo de alguien cuya vida cotidiana está muy dedicada al futuro: las personas que tenéis sueños proféticos habéis de protegeros de la frustrante ansiedad que ese don particular os puede crear. Como ya he dicho en algunas conferencias y también lo he puesto por escrito muchas veces, si queréis volverme verdaderamente loca, empezad a mostrarme todos los días accidentes de aviación y de automóvil, asesinatos y desastres naturales, pero no me digáis el número del vuelo, la descripción del coche, la identidad de la supuesta víctima o el lugar del desastre natural, porque saldré corriendo a la calle agitando los brazos como una histérica y gritando: «¡Atención todo el mundo!» Eso nos haría mucho bien a todos, ¿no es cierto?
Comienzo todos los días con la misma plegaria y os la recomiendo a todos los que tengáis sueños proféticos, para evitaros un montón de lágrimas de desesperación:
«Querido Dios, si me has elegido para mandarme un mensaje sobre el futuro que se supone que he de utilizar para beneficiar a alguien, por favor dame suficientes detalles para poder ayudar. Si esos detalles van a permanecer ocultos, por favor evítame el mensaje. Pero si hay algo más que quieres que sepa, o algo que quieres que haga, por favor haz que se repita el sueño, de la forma que creas conveniente, para que lo pueda entender y ponerme a tu servicio.»
Ofreced esta oración cada noche antes de iros a la cama. Ayuda a eliminar mucha confusión, y también a que los detalles importantes de los sueños proféticos aparezcan con la suficiente claridad para que podáis hacer algo con ellos. En el caso de Kathryn, por ejemplo, cuyo sueño hemos mencionado antes, es posible que no vuelva a tener el mismo sueño específico a raíz de esta oración. Pero puede tener otros, donde los números 10/7 aparezcan en forma de un número de teléfono, de dirección de una calle, de factura de una tarjeta de crédito o de algo similar, y los detalles por los que había estado rezando empiecen a revelarse, si se supone que ha de recibirlos y actuar al respecto.
En primer lugar, si explico de qué manera son posibles los «flashes» que tenemos sobre el futuro, eso debería ayudarnos a aclararnos por qué no siempre se nos da tanta información como sentimos que necesitamos cuando los tenemos. Creedme, no son tan al azar ni aleatorios como imagináis.
De dónde vienen los sueños proféticos
He escrito mucho sobre este tema en otros libros, especialmente en The Other Side and Back, de modo que aquí seré lo más breve posible respecto a esto. Antes de que cada uno de nosotros elija venir a la Tierra desde El Otro Lado para vivir otra encarnación, escribimos un detallado mapa para esta vida que nos asegure que cumpliremos todas las metas que nos hemos propuesto. En ese mapa lo incluimos todo, desde nuestros padres, hermanos y hermanas, amigos y cónyuge hasta nuestras alegrías y tragedias, enfermedades, retos, preferencias y aversiones, las elecciones buenas y malas que hacemos durante el camino, e incluso nuestro «punto de salida», o el momento preciso y el modo en que nos marcharemos de aquí para regresar al Hogar. Todos hemos llegado habiendo elegido cinco Puntos de Salida, y podemos elegir cualquiera de ellos dependiendo de si hemos cumplido suficientes metas de las que nos habíamos propuesto para esta vida.
Cuando vemos algún acontecimiento futuro despiertos o dormidos, como la muerte de alguien, lo que significa es que telepáticamente hemos sintonizado con un mapa o los mapas, o el Punto de Salida de otra persona, o incluso, a veces, con el nuestro. Monika, por ejemplo, escribió: «Mi amigo Stefan está muy enfermo. Ha empezado a tener un sueño recurrente donde se ve en su fiesta de su cincuenta y cinco cumpleaños, y todos los invitados son seres queridos que ya han fallecido». No es muy frecuente que podamos leer nuestros propios mapas (nunca he conocido a un vidente que pueda serlo consigo mismo, incluida yo), pero Stefan sabe que eligió un Punto de Salida en su cincuenta y cinco cumpleaños, o muy cerca de esa fecha, y se le está dando este sueño profético recurrente para que pueda prepararse y consolarse con los felices encuentros con los que le están esperando a su regreso al Hogar.
Quisiera que entendieseis, y os lo dice de todo corazón una persona que siempre se está debatiendo con este tema, que no todo mensaje profético se va a producir, justamente porque los que recibimos estos mensajes no debemos intervenir en ningún mapa ni Punto de Salida. Es así de simple, y, a veces, de descorazonador. De modo que os recomiendo encarecidamente que prestéis mucha atención a vuestros sueños proféticos. Conseguid tantos detalles como podáis, y seguid rezando para que se os revelen todos los datos que sean necesarios para que os sean de utilidad si sentís que es importante o urgente para lo que se os ha mostrado. Pero, si al final, os dais cuenta de que no habéis podido evitar algún desastre, avisar o proteger a alguien de algún peligro, porque no habéis podido ser lo bastante específicos, no perdáis ni un minuto culpándoos. Sólo significa que quienquiera que tuviera que haber sido avisado o protegido tenía que ceñirse al resultado que se había asignado en su mapa mucho antes de venir aquí.
Otro problema al que os enfrentáis muchas de las personas que tenéis sueños proféticos es la tendencia a simpatizar hasta tal punto con el mapa o Punto de Salida de otra persona que no podéis permanecer al margen ni ser objetivos. Un ejemplo excelente es el de una clienta a la que llamaré Karen: «En un sueño muy vívido, yo era un hombre de mediana edad, ligeramente obeso, y trabajaba en una oficina que tenía paredes de cristal por todas partes. Me levantaba de mi mesa, caminaba por el despacho y cerraba las persianas. Luego volvía a mi mesa, cogía la pistola que tenía encima de la misma, me ponía de pie al lado de la mesa y me disparaba en el estómago. Pude sentir la entrada de la bala, me apreté el estómago y caí al suelo. Luego sentía que iba a la deriva mientras me desangraba hasta morir. En el momento de quedarme inconsciente me desperté. A la mañana siguiente una compañera de trabajo recibió una llamada telefónica para comunicarle que la noche anterior su hermano se había pegado un tiro y había muerto, bajo circunstancias igualmente inquietantes».
Karen, y cualquier otra persona que se haya visto personalizando el futuro de otra persona, ha de pedirle a Dios que la ayude a mantener una sana separación de sus sueños, y nunca irse a dormir sin antes haberse entregado a la luz blanca del Espíritu Santo, como todos deberíamos hacer varias veces al día como hábito de protección.
No puedo dejar el tema de los mapas y de los Puntos de Salida sin prestar atención a la pregunta que me han hecho un millar de veces desde el 11 de septiembre de 2001: «¿Estás diciendo que esas víctimas inocentes del ataque terrorista eligieron morir de ese modo?» La respuesta es sí. Eso es justamente lo que estoy diciendo. Puede que creerlo nos cueste el resto de nuestra vida y de la vida de nuestros hijos y nietos, pero llegará un día en que empezaremos a comprender la enormidad de nuestro crecimiento espiritual, humanitario, de honradez, de integridad, bondad, compasión y sentido de unidad que inspiraron los acontecimientos de esa mañana. Y podemos dar las gracias a esos miles de espíritus iluminados y muy avanzados que aceptaron, mucho antes de nacer, hacer ese sacrificio para un bien que ahora sólo podemos empezar a imaginar. Por favor, no perdáis el tiempo preguntándoos cómo pudo Dios «dejar» que pasara semejante tragedia. No pudo. No lo hizo. Al igual que con todos los grandes males, ése fue estrictamente humano y define al mundo como un mundo «sin Dios». Dios está en la repercusión de esos hechos y en su bienvenida con su amor eterno a todas aquellas espléndidas almas que regresan al Hogar.
Dios y las profecías
Jane escribió recientemente: «He tenido muchos sueños proféticos. Pero, debido a lo que me han dicho de pequeña y a mis propias creencias, a veces no sé qué hacer respecto a mis preocupaciones sobre si estos sueños son malos y si me dirijo hacia lo que Dios quiere de mí».
Una carta más detallada de Tammy dice así: «Desde que puedo recordar he visto, mientras dormía, muertes futuras, problemas médicos, e incluso a los propios muertos. Vi la muerte de mi suegro en sueños antes de que se produjera. Hace unas pocas semanas estaba en Maine y vi a una mujer, que yo sabía que estaba muerta, de pie en un camino. He soñado enfermedades de seres queridos antes de que se las diagnosticaran. Mi problema es que no entiendo si estos sueños son un don de Dios u obra del diablo. Fui educada en un entorno cristiano, pero no puedo hablar de esto en la iglesia sin ser juzgada o que me hagan sentirme como si estuviera loca. ¿Puedes ayudarme? Si los sueños sobre el futuro realmente son obra de Dios, ¿qué prueba tengo para que me respalde?».
Para empezar, quisiera hacerte comprender que yo no creo en absoluto en el «diablo». Tal como decía antes, estoy convencida de que la mayoría de las entidades malignas que existen lo hacen en forma humana, no en espíritu, y sin duda, no son lo bastante poderosas para concederle a nadie el don de los sueños proféticos. En mi libro The Other Side and Back, en el capítulo titulado «El lado oscuro» explico mi visión sobre el mal, y por eso no voy a hablar de ello aquí. Pero, dado que Jane, Tammy y tantos otros clientes que se hacen esta misma pregunta resulta que son cristianos, y puesto que yo soy cristiana gnóstica y una ávida estudiante de la Biblia, entiendo cuántos puntos de vista aparentemente conflictivos hay en los distintos libros bíblicos respecto a la relación entre Dios y aquellos a quien Él les ha dado el don de la profecía. Veamos el Levítico 19,31, por ejemplo, que reza: «No vayáis en busca de magos ni consultéis a adivinos, porque seréis por ellos corrompidos». O Jeremías 27,9, que dice: «…no prestéis oído a vuestros profetas, ni a vuestros adivinos, ni a vuestros intérpretes de sueños…»
Por una parte, vemos los amados y devotos sirvientes de Dios cuyos sueños forman parte de la esencia de nuestra fe. Jacob, en Génesis 28,12: «Y vio en sueños una escala fija en la tierra, cuyo remate tocaba el cielo, y ángeles de Dios que subían y bajaban por ella». En el capítulo 37 del Génesis comienza la historia de José, hijo de Israel, cuya facultad para interpretar sueños le elevó de prisionero a virrey de Egipto, y según Génesis 39,21: «El Señor asistió a José, y compadecido de él…». Fue a través de grandes profetas como Moisés, Samuel y Elías como Dios habló a su pueblo. Y como cristiana, no puedo ver otra cosa que la profecía más divina en Mateo 1,18-24: «Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. Mas José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla públicamente, deliberó repudiarla en secreto. Estando él en este pensamiento, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque lo que se ha engendrado en ella es obra del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús [Salvador], pues él salvará a su pueblo de sus pecados”. Con eso José al despertarse hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su esposa».
En otras palabras, sugerir que los profetas y los sueños proféticos proceden del mal es sugerir que fue el «diablo», en lugar de Dios, quien envió un ángel a José mientras dormía para anunciarle el futuro nacimiento de Cristo, y que, de hecho, la mayoría de las grandes religiones del mundo, con los profetas en el centro, son todas ellas algún complot inexplicable de Satán. ¿Tiene eso sentido para vosotros? Para mí tampoco. Os ruego que confiéis en mí cuando os digo que es Dios el que nos da todos estos dones, incluyendo el de la profecía. Es la forma en que los utilizamos lo que determina si son «buenos» o «malos». Os prometo que, si no supiera con absoluta certeza que mi vida como vidente es un don de Dios y que gira en torno suyo, al momento la abandonaría e intentaría hallar la forma de devolver todo el dinero que he conseguido con esta profesión. Soñad vuestros sueños proféticos sin temor, apuro ni miedo de desagradar a Dios. Dadle las gracias por haberos dado ese don y dedicádselo a Él para que se cumpla su divino y amoroso propósito.
Cuando los sueños proféticos se «equivocan»
Pongo «equivocan» entre comillas porque en realidad no existe el «acertado» o el «equivocado» en el mundo de los sueños. Puede haber confusión, mensajes mal interpretados, imágenes que convergen, y multitud de conclusiones que, aunque lógicas, sean una mala interpretación. Todas estas cosas ocurren por una serie de razones, desde que nuestras mentes conscientes combinen sin darse cuenta dos o más sueños en uno, o nuestra tendencia natural a proyectar nuestros miedos en la interpretación de los sueños, hasta el simple hecho que recordamos mucho menos de nuestros sueños de lo que pensamos. Los investigadores sobre los sueños calculan que perdemos la mitad de lo esencial de un sueño cinco minutos antes de que termine, y que transcurridos diez minutos hemos perdido casi el 90 por ciento. No es de extrañar que tantos de nuestros sueños nos parezcan tan confusos a la fría luz del día.
El sueño de una mujer llamada Wendy ilustra perfectamente este punto. «Soñé que mi marido conducía por cierta carretera y que su coche se estropeaba. (Creo que era un reventón.) Salió del coche para cambiar la rueda, y alguien que llevaba una máscara de payaso se detuvo para ayudarle y le hirió gravemente. Le conté el sueño a la mañana siguiente. Unos días más tarde se encontraba en la misma carretera con su buen amigo. Su amigo se levantó el pantalón para enseñarle a mi marido su nuevo tatuaje, y era el mismo payaso aterrador que yo había visto con la máscara en mi sueño. El coche no se estropeó y su amigo jamás le ha hecho daño. ¿Por qué mis sueños son a menudo medio proféticos y medio incorrectos?»
¿Entendéis lo que quiero decir? No hay nada «malo» en ese sueño. La imaginería es muy clara y concisa, sencillamente está transpuesta. Ella vio la carretera donde estaría su esposo, vio a otra persona con él, y vio la imagen del aterrador payaso relacionada con esa otra persona. Como intérprete de sueños, puedo prometerle a Wendy que sencillamente está experimentando la versión profética del sueño de una metáfora mezclada. Como vidente, puedo prometerle que su instinto es correcto: su esposo no corre peligro con su amigo. Simplemente me aseguraría de que empieza a ser más diligente en lo que se refiere a la revisión de las ruedas de su vehículo.
Kara escribió: «Tuve varios sueños en los que mi esposo moría, pero nunca estuve segura de qué modo. Casi un mes después del último sueño le diagnosticaron una grave cardiomegalia, y sus médicos enseguida le pusieron en la lista de espera para los trasplantes de corazón. ¿Sobrevivirá?»
Algo similar me planteaba en una carta una mujer llamada Stacy: «Tengo el sueño recurrente de que mi novio y yo vamos en avión. Es su primer vuelo, yo le estoy tranquilizando y explicando qué ruidos son normales en el avión y qué es lo que ha de esperar. Justo después del despegue tenemos un accidente, pero todo el mundo sobrevive. Tengo este sueño un par de veces al año y hace que me preocupe respecto a los futuros viajes que podamos hacer juntos. Queremos ir a Inglaterra en los próximos dos años, pero tengo miedo de volar con él por si estos sueños son una advertencia».
Esto son dos ejemplos clásicos de los propios temores del soñador proyectados en lo que fácilmente podría confundirse como sueño profético. Al principio, los sueños repetidos de Kara de la muerte de su esposo sin que ella supiera la razón son expresiones de su miedo a estar sola. Puedo asegurarle a Kara que psíquicamente su sueño es profético en cuanto a que le está informando que ella sobrevivirá a su marido, pero éste se recuperará de su crisis actual y todavía les quedan muchos años juntos.
El sueño recurrente de Stacy respecto a sobrevivir con su novio a un accidente de aviación expresa un miedo que muchos asociamos con el pánico a volar, el miedo a estar en una situación en la que no tenemos el control. Pero incluso su propio subconsciente le está reafirmando que no tiene nada que temer por volar junto a su novio, porque incluso en el peor de los casos, que es el accidente que tiene lugar en su sueño, todo el mundo sobrevive. Esto es en realidad un «sueño liberador» de los que hablaré en el capítulo siguiente, que parece profético por la intención de Stacy de ir a Inglaterra. Yo le diría a Stacy que debería ir a Inglaterra y pasárselo en grande.
Los sueños proféticos, incompletos, poco precisos o combinados, son bastante frecuentes y pueden causar muchos miedos y ansiedades innecesarios. Pedirle a Dios mensajes claros y sólo mensajes con los que podamos hacer algo, nos ayudará a aclarar las cosas. Pero al igual que con cualquier otro don de Dios, al don de los sueños proféticos siempre se le puede sacar punta. Es un procedimiento fácil e interesante, que a muchos clientes les ha resultado útil para ser más concisos en su facultad de «leer el futuro», por así decirlo, en esos mapas de la vida que con tanto detalle trazamos en El Otro Lado.
No quisiera que a partir de ahora os durmierais sin primero entregaros a la luz blanca del Espíritu Santo. Eso reza para todos nosotros, incluida yo. Es limpiadora, purificadora y reconfortante, y nos ayuda a ser conscientes de nuestra existencia en la divina seguridad de los brazos de Dios.
Una vez que os habéis protegido con el manto de la luz blanca, antes de quedaros dormidos, durante al menos una semana o dos, quiero que os hagáis una pregunta respecto a un acontecimiento sencillo que se ha de producir en el futuro próximo. Quiero hacer hincapié en lo de «sencillo». ¿Quién ganará el siguiente partido de fútbol, béisbol o baloncesto? ¿Qué ropa llevará un compañero de trabajo mañana? ¿Qué canción oirás por la radio al día siguiente? ¿De qué amistad o familiar inesperado tendrás noticias antes de que acabe la semana? De nuevo, algo sencillo, y que no sea nada por lo que tengas una preferencia de que sea de un modo u otro, de modo que tu mente consciente no se sienta tentada a interferir con cualquier respuesta que puedas darle mientras duermes. Es muy posible que no se presente ninguna respuesta durante las primeras noches. De hecho, es más que probable. Tener el don de la profecía y conseguir respuestas a la carta son dos cosas totalmente distintas, del mismo modo que ser un gran atleta o un gran músico no significa que nunca tengas que practicar. De modo que persistid en ello, cambiad las preguntas todas las veces que queráis y anotad cualquier respuesta con la que os despertéis, tanto si parece importante como si no. Recordad, esta parte del proceso es sólo para ayudaros a que os concentréis y que empecéis a desarrollar una habilidad, y poco o nada tiene que ver con la exactitud.
Una vez que haya pasado una semana o dos, pasad a haceros preguntas todavía sencillas y sin importancia pero un poco más personales. «Espero poder jugar al golf el domingo. ¿Lloverá?» «Espero una llamada de un viejo amigo el viernes. ¿A qué hora he de estar en casa para no perderme la llamada?» «¿De quién llegará una carta el lunes?» «¿A quién me encontraré en la tienda de comestibles mañana?» De nuevo, no os hagáis preguntas importantes, ni urgentes o existenciales que os produzcan una presión innecesaria; simplemente centraos en la pregunta, escribidla si gustáis, relajaos e idos a dormir.
Cuando os despertéis, escribid todos los sueños que recordéis o incluso fragmentos de los mismos. No os esforcéis en intentar aplicarlos a vuestra pregunta. Simplemente escribidlos y dejadlos a un lado. Tarde o temprano, con paciencia y una mente abierta, empezaréis a encontrar la conexión entre vuestros sueños, o los fragmentos de ellos, y la respuesta que estabais esperando. No es momento para ser literal. No importa si no tenéis un sueño en el que jugáis al golf. Si lo único que tenéis es un «flash» de un sueño donde estáis al aire libre, o aunque sólo estéis mirando por la ventana, observad qué día hacía, anotadlo, y ved si el tiempo que hace el domingo encaja con vuestro sueño. ¿Queréis saber a qué hora habéis de estar en casa el viernes para recibir la llamada? Prestad atención a cualquier momento en que miréis el reloj en vuestros sueños, no importa lo casual que os pueda parecer. Y observad cualquier cosa en el sueño que se pueda traducir en horas y minutos, como el número de un apartamento o de la dirección de una calle o un código postal; anotadlo, y luego observad su exactitud cuando llegue el viernes. Con esto ya tenéis una idea. Esto no es más que una forma de reforzar y ayudar a definir este «músculo» único que se nos ha dado, para aprender a reconocer de qué modo nos hablan los sueños y hacernos una idea de hasta qué punto podemos plantearnos y respondernos preguntas proféticas a través de los sueños. Cuanto más practiquéis, más buenos seréis, y más podréis empezar a ampliar el tipo de preguntas a asuntos más importantes, para vosotros mismos y para los demás. Creedme cuando os digo que el don de la profecía, ya sea despierto o dormido, se tiene para compartirlo, con generosidad, alegría y responsabilidad. Si el egoísmo o la avaricia entran en escena, una mañana os despertaréis con un don menos de los que teníais la noche anterior.
En cuanto a la exactitud, procurad que vuestras expectativas sean realistas. Sólo Dios es perfecto. En cuanto al resto de los mortales, el cien por cien de exactitud es ridículamente imposible, y cualquier vidente que os diga que siempre acierta es un mentiroso. No quisiera que os quedarais enganchados en lo de puntuaros, sobre todo en esta fase en la que estáis intentando desarrollar vuestras habilidades, pero una meta final del 60 o el 80 por ciento sin duda sería más que suficiente en cuanto a los sueños proféticos.
Notas personales
No quiero terminar con el tema de los sueños proféticos sin referirme a un par de cartas que me tocaron mi fibra de vidente de un modo particularmente fuerte.
La primera, de M., dice así: «El padre de mi hijo y yo nos separamos hace dos años. Me costó casi dieciocho meses olvidarle por completo. Todavía le adoro, es un padre estupendo para nuestro hijo y fue un buen hombre en nuestra relación. Durante la mayor parte de nuestra relación padeció la enfermedad de Graves (hipertiroidismo). Pero, aproximadamente cada dos meses tengo el mismo sueño de que volvemos a estar juntos. En el sueño siempre acabamos teniendo relaciones sexuales y luego me despierto. Estoy realmente confundida. ¿Puedes ayudarme?».
Nueve de cada diez veces yo diría que este tipo de sueño es un sueño de deseo, del que hablaré más adelante. Creo firmemente que la falsa esperanza es injusta y destructiva. Pero he de darle a M. la información que se me ha dado psíquicamente, sin juzgar ni procesar, y esa información es que ese realmente es un sueño profético. M. ha de seguir siendo el espíritu paciente, generoso y adorable, y haga lo que haga, no ha de intentar forzar o acelerar las cosas. Ella y el padre de su hijo van a encontrar la forma para volver a estar juntos. Lo único que ha de hacer es procurar dejar la vía libre y que las cosas fluyan.
Una mujer joven, a la que llamaré A. K., escribió: «Tengo el sueño recurrente de que estoy embarazada, o de que tengo un bebé, y que estoy sola, que por alguna razón el padre de la criatura me abandona. Y básicamente, ésa es la historia de mi vida real. Soy madre soltera con un hijo pequeño y el padre me dejó hace tiempo. ¿Es mi sueño recurrente una predicción tan exacta como pienso que es? ¿Es que todo aquel que deje entrar en mi vida me va a dejar?
Entiendo lo profético que el sueño de A. K. pueda parecerle a ella, pero en su caso, es otra cosa: se está programando a sí misma, tanto despierta como dormida, a sentir que no merece dar ni recibir amor duradero y comprometido. El sueño de A. K. no es profético, es un reflejo de una seudoprofecía que ella ha creado para sí misma, un sentimiento de que «tarde o temprano se va a dar cuenta de que soy una perdedora y me dejará, de modo que ¿para qué voy a hacer ningún esfuerzo en esta relación?» Recordemos que si A. K. puede programarse una baja autoestima, también puede hacer lo contrario. De hecho, por su propio hijo tanto como por ella insisto en esto. En el capítulo siguiente hablo de las técnicas de programación de sueños positivos con más detalle. Pero, por ahora, todas las noches a partir de este momento, antes de que A. K. se vaya a dormir y después de rodearse a ella y a su hijo con la luz blanca del Espíritu Santo, quiero que le pida a Dios sueños que le aseguren que, como hija suya, es merecedora y capaz de gozar de un amor duradero, que es valorada, sabe valorar y es divina. Resulta que soy una gran creyente en el valor de los terapeutas profesionales que se han formado para guiarnos paso a paso a través del proceso de aprendizaje de llevar una vida plena, productiva y emocionalmente sana. Cuanto más aprenda A. K. a ser una hija de Dios que confía en sí misma, más podrá transmitírselo a su hijo, lo que la convertirá en una madre maravillosa, y ése es uno de los propósitos más divinos y que más merecen la pena en esta Tierra.
Por último, un sueño profético de la señora L.: «Soñé que mi madre padecía un cáncer terminal. Al día siguiente se lo conté a mi esposo, pero no se lo conté a nadie más, y lloré durante varios días, porque de algún modo sabía que ese sueño se iba a hacer realidad. A los seis meses mi madre murió de un cáncer de ovarios».
Por triste que resulte este sueño, también es una inspiración de muchas formas. La señora L. sabía en el fondo de su alma que era un sueño profético y actuó de manera muy bella y apropiada. Por una parte, no se entregó a su dolor e histeria asustando al resto de su familia, y muy especialmente a su madre, con su sueño. Por otra parte, utilizó ese sueño de forma positiva, procurando que los seis meses que le quedaban de estar con su madre en este planeta estuvieran llenos de amor, de acercamiento, y fueran profundamente espirituales. Estoy orgullosa de la señora L. por darle a su madre una despedida tan pacífica y por proporcionarse a sí misma recuerdos con ella que siempre apreciará. Su madre se marchó a El Otro Lado tranquilamente y con una vida muy feliz aquí en la Tierra, está con la señora L. y la visita muy a menudo.
Si eres uno de los hijos o hijas de Dios a los que éste les ha concedido el don de los sueños proféticos, disfrútalos, pero también tómalos en serio. Personalmente, puedo aseguraros que con este don también está la responsabilidad de usarlos con compasión, amabilidad y discreción, para servir a Dios, o de lo contrario, no utilizarlos en absoluto. No dejéis que vuestros sueños proféticos os asusten. No habríais sido bendecidos con ellos si no hubierais sido también bendecidos con el valor para reconocer la diferencia, y con la ayuda y la guía de Dios, podréis. Él cree en vosotros, y yo también.