1. Un punto de partida
Todo lector cuenta con una determinada velocidad de lectura. Además, ha desarrollado unas técnicas de comprensión. Por lo tanto, será conveniente evaluarlas, a efectos de que puedan ser contrastadas.
Un Test de lectura da comienzo a los ejercicios de la parte práctica de nuestro método. Dispóngase a leerlo, cumpliendo las siguientes indicaciones:
a) Utilice un reloj, con el que pueda controlar el tiempo en términos de minutos y segundos.
b) Lea todo el Test sin interrupción desde el comienzo hasta el final. Realice esta lectura a su velocidad habitual.
c) Terminada la lectura, anote su tiempo en el lugar indicado de la última hoja del Test.
d) Conteste las preguntas del Cuestionario que se agrega a continuación de la lectura. Para ello, basta reconocer y marcar una de las tres frases: a), b) o c), que está tomada de la lectura que acaba de realizar.
Cuando conteste al Cuestionario, cuide de no hacerlo por «deducción lógica», ni mediante un esfuerzo reflexivo intenso. Se trata de apreciar cuántas frases logra reconocer fácilmente.
Al final de los Ejercicios Prácticos encontrará una Tabla de Velocidades. Aplíquela siguiendo las instrucciones que tiene agregadas y determinará, en su caso, cuántas palabras por minuto ha leído del Test.
A continuación se encuentran las soluciones a las preguntas del Cuestionario. Consúltelas, y con ello aprecie el nivel de comprensión con que ha realizado la lectura.
Si el Test y su Cuestionario han sido leídos cuidando de observar fielmente las instrucciones señaladas, ya tendremos un «punto de partida». La velocidad alcanzada, en términos de p.p.m. (palabras por minuto), oscilará de 125 a 300. El lector «lento» estará comprendido entre 100 y 150 p.p.m. Un lector rápido, en términos corrientes, podrá alcanzar 300. Si se supera esta última marca, la velocidad de lectura es muy interesante, pero puede ser mejorada.
Hasta el límite medio de 300 palabras por minuto, la lectura cristaliza en términos de «palabra por palabra». De ahí en adelante, el lector, captando espacios cada vez más significativos del texto, logrará velocidades de buena comprensión, que podrán oscilar entre 800 y 1.000 palabras por minuto. Es bien conocido que el ex presidente Kennedy había realizado lecturas del orden de 1.000 palabras por minuto, lo que asombraba a sus propios colaboradores. J. Bergier ha superado las 1.000 p.p.m., y es destacado como un lector prodigioso por el Centre d’Etude et Promotion de la Lecture Rapide de París.
2. Elementos físicos indispensables
Vamos a ser lectores diestros. Como tales, nos manejaremos con elevados términos de velocidad, superando, en lecturas corrientes, las 350/400 palabras por minuto. Esto nos obligará a tener en cuenta algunos elementos materiales que deben ser respetados.
Consideremos cada uno por separado.
Perfecto estado de los ojos
El estado de los ojos no puede limitarse a una visión más o menos satisfactoria. Esta puede ser tolerada para ciertas velocidades de lectura, pero no para las apetecidas, en las que será necesario disponer de una perfecta visión. Se impone el dictamen de un oftalmólogo sobre el particular. El problema individual, en su caso, podrá resolverse con las lentes que correspondan.
Óptima iluminación
La luminosidad ideal es la del sol. Debe recibirse de forma indirecta y al lado de la ventana o cristalera por donde penetra. Si se lee con luz artificial, será indispensable disponer de una luz que quite la penumbra del lugar y de otra directa sobre el texto. Esta última deberá tener una intensidad que resulte confortable.
Esta técnica de iluminación responde a la premisa de que el ojo humano se acomoda a la luminosidad total. De ahí que resulte perjudicial leer con un solo haz de luz sobre el texto en ambientes inmersos en semipenumbra. Es frecuente incurrir en este error cuando se lee en la cama, antes de dormir, con el propósito de conciliar el sueño.
Postura adecuada
Los lectores adoptan muchas veces las más curiosas posturas. Cabe recomendar la del «pupitre» de la escuela primaria, pues con ella se evitan posiciones del cuerpo proclives a la formación de gases y los consecuentes estados de inquietud provenientes de la «opresión» de la caja torácica. El cuerpo deberá permanecer erguido, ligeramente inclinado hacia delante, tratando de conservar una inmovilidad absoluta.
Correcta distancia e inclinación del texto
Este tema fue objeto de numerosos estudios, llegándose a la conclusión de que cada ser humano tiene su distancia óptima respecto del escrito. Esta distancia se denuncia por la simple comodidad. Cada uno debe esforzarse por determinarla y, en adelante, sostenerla en sus lecturas. La inclinación debe estar dada por una distancia equivalente de los ojos a la primera y última líneas del texto. El atril, al soportar el libro de forma propicia, resulta un valioso elemento auxiliar para todo tipo de lecturas (Fig. 1).
Fig. 1.—Postura intelectual.
3. Disposición psicológica
La eficacia de la lectura depende también de una conveniente actitud psicológica, y esta de ciertos elementos esenciales, entre los que cabe destacar los siguientes: Motivación, Propósito definido, Lectura activa, Velocidad regulada. Analicemos estos elementos en particular.
Motivación
La motivación es un factor determinante de la buena comprensión. Podría decirse que, sin ella, la atención resulta imposible.
Consiste en rodear el proceso de lectura de una dosis de interés que debe renovarse a medida que se avanza.
No pretendemos hablar aquí del interés que de ordinario se tiene por las cuestiones que apasionan, sino de aquel que se debe alentar para el buen resultado de lecturas, que serán necesarias a la propia formación, aunque el contenido no sea todo lo atractivo de desear. Este interés será el fruto de cultivar una sana curiosidad de espíritu, encauzada a descubrir y valorar los aspectos significativos que tienen los más variados temas.
Propósito definido
Responde a la necesidad de iniciar toda lectura, persiguiendo un objetivo claramente determinado. El terreno por el que habrá de discurrir el lector debe haber sido previamente «reconocido», de modo que tenga una buena previsión de los resultados a lograr. Esta preparación de base dependerá del asunto que trate el libro o escrito, y cobra especial importancia en los libros de estudio y en todos los que transmiten conocimientos. A su vez debe estar presidida por un criterio de objetividad, que promueva la búsqueda de aspectos muy concretos. Por ejemplo, centrará su propósito en distinguir cuáles son las ideas del autor sobre determinado asunto o qué soluciones da el autor a los problemas que él mismo plantea en su obra. En otros casos tratará de analizar los fundamentos que tornan válidas sus argumentaciones a favor o en contra de algo.
Lectura activa
Comporta una atención cuidadosa, destinada a comprender lo que el escritor pretende comunicar. Dispuesta para «ver» todos los asuntos que convenga examinar, mediante un efectivo «diálogo» con el autor.
Una conveniente actitud inquisitiva servirá para apreciar si el autor logra resolver los problemas que se había planteado; si los argumentos que apoyan determinadas ideas son lógicos; si el análisis o la relación resultan completos. De este modo, una lectura permite apreciar en toda su magnitud el propósito de la obra y su significación.
Velocidad regulada
Las características de un tema, su mayor o menor dificultad de comprensión, determinarán la velocidad más conveniente para realizar su lectura. Así, un complejo análisis filosófico llevará un tiempo de reflexión mayor que el que necesita el relato de un hecho histórico. De todos modos, la velocidad conveniente será la máxima que el tema permita.
Algunos autores llaman a esta velocidad «lectura incómoda». Incómoda, porque exige un esfuerzo constante. Se obliga a la mente a razonar deprisa, mientras se lleva un avance variable y conveniente sobre el texto. Este renovado quehacer permite gozar de un estado de máxima concentración que favorece notablemente los resultados.
4. Vicios de los procesos de lectura
La lectura, como proceso en el que interactúan la percepción visual y la comprensión mental, viene normalmente gravada por una serie de «vicios» que solo pueden superarse si el lector se dispone a perfeccionar su modo de leer. Estos «vicios» tienden a reducir la velocidad y a dificultar la comprensión. Unos pueden superarse por el solo hecho de reconocerlos. Otros requieren un esfuerzo persistente y disciplinado.
Movimientos físicos
Se suelen concretar en los siguientes: acompañar el proceso de lectura siguiendo el texto con la cabeza; valerse de las manos para no «perder» alguna parte; auxiliarse con un bolígrafo, cartulina o regla para «asegurar» la lectura. El mal que producen, en general, es el de privar de seguridad al lector, sin beneficio concreto para su mejor concentración.
Este aspecto psicológico complementario tiene que superarse. Su presencia condiciona la velocidad de lectura al ritmo de tales movimientos, y provoca un cansancio adicional por el empleo de músculos que deberían permanecer ajenos al esfuerzo intelectual.
Para terminar con estos problemas, se aconseja: a) sostener una actitud «vigilante» que impida todo movimiento físico durante la lectura; b) adoptar el firme propósito de continuar avanzando a pesar de la sensación de inseguridad; c) leer dos o tres hojas por día aplicando estas recomendaciones, hasta notar que el problema ha quedado resuelto.
Vocalización
Consiste en mover los labios, verbalizando la lectura, con mayor o menor rapidez. Por ende, limita la velocidad de la lectura con la vista, que es mucho más rápida.
Otro tanto ocurre con los que, teniendo inmóviles los labios, sensibilizan las cuerdas vocales y caen en una persistente subvocalización, con iguales consecuencias.
Estos estados se superan cuidando de no mover los labios y leyendo deprisa.
Regresión
Es quizá uno de los «vicios» más característicos. Consiste en volver a leer determinadas partes del texto. Su origen responde a la sensación de inseguridad sobre lo que se acaba de leer. Se regresa, por esa palabra, por aquella parte de una frase. En fin, por todo aquello que ofrece dudas o idea de que se percibe sin la suficiente «claridad».
Este «regreso» es bastante frecuente. Lejos de aclarar el contexto, en no pocos casos llega a distorsionar su significado. La regresión como «vicio» no es aquella que pretende repetir la lectura de un párrafo o de una frase que se entiende como fundamental para interpretar el escrito, sino el afán de «afirmación parcial» de algo leído.
Este vicio determina una considerable lentitud en los trabajos de lectura, sin que, por lo general, tales «vueltas a leer» resulten compensadoras. La forma más conveniente de suprimirlo consiste en proponerse no regresar bajo ningún motivo. Por ello resultará necesario, al principio, practicar e insistir en esto sobre material intrascendente.
Repetición mental
Es otra forma de repetir palabras, condicionando la velocidad. En este caso, las cuerdas vocales podrán estar distendidas y los labios cerrados sin presión. Un «locutor» leerá en voz alta desde lo profundo de la mente produciendo un «eco».
A efectos de apreciar la magnitud de este mal hábito, recomendamos el siguiente procedimiento: piense en una frase insignificante. Por ejemplo: «Carlos fue de compras». Luego, dispóngase a leer. Durante la lectura, repita en voz alta la frase pensada. Prosiga así, repitiéndosela ininterrumpidamente, mientras lee con la vista dos hojas completas.
Deténgase y analice la lectura. ¿Comprendió? ¿Sí? ¿No? Si su comprensión ha sido muy escasa o nula, estamos ante un alto grado de repetición mental.
La manera más efectiva de neutralizar la repetición mental consiste en leer deprisa. A medida que aumenta la velocidad, la repetición se hace cada vez más difícil, hasta que desaparece casi por completo. De todas formas, habrá siempre un porcentaje de repetición mental que, en los lectores entrenados, suele reducirse a un 5 o un 10 por ciento de las palabras leídas.
Los investigadores aún estudian este tema, que es el único de lectura rápida que todavía pertenece a los secretos de la mente humana. De todos modos, se ha comprobado que ese porcentaje mínimo de repetición no afecta en ningún caso a la comprensión inteligente.
5. Aprenda a «mirar» el texto
Lectura rápida requiere la adopción de un nuevo hábito para leer, hábito que consiste en el dominio de técnicas para «mirar» los textos de forma inteligente, sin auxilio fonético de ninguna clase; leer con la vista, aprovechando todas las posibilidades del pensamiento. Esto se consigue por medio de un sencillo entrenamiento que permite superar la tendencia a realizar lecturas con un régimen de «palabra por palabra», que viene gestándose desde la primera enseñanza.
¿Cómo adquirir esta destreza? En primer lugar, aprendiendo a «mirar» el texto con la máxima capacidad de percepción personal. En segundo lugar, suministrando a esa capacidad un conjunto de técnicas apropiadas para captar las ideas fundamentales sin omitir parte alguna; leyendo todo el texto.
La Tarjeta de «Visualización» que incluimos, tiene por objeto ayudar a «ver» el texto, sin dar tiempo para que la mente «repita» todas las palabras. Obliga a un trabajo visual, casi por completo desprovisto de comprensión. Se dirá, pero ¿de qué sirve una lectura sin una buena comprensión? Pues bien, en los primeros ejercicios (1 al 12 inclusive) no puede haber comprensión. No hay un mensaje, ni propósito alguno de establecerlo; se trata de simples columnas de vocabulario y de pequeñas expresiones (ejercicios 11 y 12), que muy poco o casi nada significan. Como mucho podrán atraer la atención del lector sobre algunas cuestiones relacionadas con su experiencia; le recordarán algo, pero nada más. Lo importante no es tanto este matiz del asunto, sino la finalidad del entrenamiento. La práctica persistente conseguirá que los ojos logren espacios «significativos» del texto. Las «fijaciones» agruparán conjuntos que, de ordinario, contendrán más de una palabra. Con ello, la lectura cobrará una gradual fluidez y velocidad 1.
Vayamos a la práctica. Sostenga la «tarjeta de visualización» con la mano derecha o izquierda desde un ángulo inferior de forma que los dedos índice y mayor estén encima y el pulgar debajo. Busque en el apartado de ejercicios prácticos el ejercicio núm. 1. Deslice vertical e ininterrumpidamente la tarjeta sobre la primera columna de la izquierda, de modo que vea por la «ventanita» cada palabra. Comience lentamente. Terminada la operación en la primera columna, pase a la segunda y de ahí a la tercera. Una vez completado el pase por la tercera columna, ha quedado efectuada una práctica completa sobre el ejercicio núm. 1. Hecho esto, pruebe otra vez, pero aumentando la velocidad de deslizamiento de la tarjeta, cuidando de ver perfectamente clara la forma (el dibujo) de las palabras. Practique de manera que la tarjeta se deslice sobre cada columna sin dificultad y sin ocasionar reflejos molestos.
La práctica con la tarjeta de «visualización» debe realizarse alternando diariamente los ejercicios del 1 al 12 inclusive, durante treinta minutos. Esta práctica debe persistir hasta lograr que la mente quede libre del exceso de subordinación (atracción) a que la somete el vocabulario. Las prácticas tienen que repetirse tres veces seguidas con cada uno de los ejercicios, antes de pasar al siguiente, rotándolos una vez terminados hasta completar el tiempo de 30 minutos diarios.
Resultará especialmente importante ir aumentando día a día la velocidad de deslizamiento de la tarjeta sobre cada columna de vocabulario. Al comenzar, el tiempo de realización de cada práctica (por hoja) una vez, será del orden de 20 a 30 segundos. Gradualmente —todos los días un poco—, este tiempo debe reducirse hasta llegar al tope de seis segundos (6’’) por cada página completa para cualesquiera de los ejercicios del 1 al 12. De todas formas, estas prácticas deben realizarse ininterrumpidamente por espacio de 90 días como mínimo, a fin de afirmar la destreza. Téngase presente que los progresos deben ser paulatinos, para conseguir óptimos resultados.
6. Disciplina del «salto de ojo»
Hemos tenido oportunidad de analizar el modo en que los ojos se mueven para leer. El proceso se reduce a un conjunto de pausas, en las que se «fijan» (de ahí la denominación de fijaciones), y sacudidas o «saltos», por medio de los cuales se desplazan sobre el escrito. Estos «desplazamientos» se denominan saltos de ojo y pueden ser disciplinados para favorecer la coordinación de mente y cuerpo durante los procesos de lectura. Las prácticas que pasamos a indicar tienen este propósito y son complementarias de las descritas en el apartado anterior.
Empiece a leer en sentido horizontal y solo con la vista, los ejercicios del 1 al 12, observando las siguientes precauciones:
a) Avance mediante desplazamientos («saltos de ojo») horizontales que permitan asegurar la lectura de las palabras o expresiones de las respectivas columnas. Terminada la lectura de cada renglón, regrese al que le sigue mediante un movimiento directo, rápido y largo.
b) Cuide de que la velocidad inicial no sea inferior a 40 o 50 segundos para leer toda la hoja.
c) En días sucesivos, reduzca el tiempo de lectura hasta conseguir leer cada ejercicio (del 1 al 12) en 25 segundos por hoja. Si tiene facilidad para llegar a este tiempo, procure reducirlo, aproximándolo a 20 segundos por hoja. No reduzca el tope de 20 segundos por hoja, pues constituiría un esfuerzo inútil.
d) Cuide de que la velocidad de lectura vaya aumentando gradualmente, un poco más cada día, conservando velocidades uniformes durante toda la sesión.
e) La sesión diaria de prácticas de «salto de ojo» no excederá los 15 minutos. Este tiempo es independiente del indicado para las prácticas con la tarjeta de «visualización» (30 minutos por día).
Téngase en cuenta que la práctica de «salto de ojo» se realiza sin tarjeta.
Es conveniente tomar el tiempo que se invierte en la lectura de cada ejercicio y anotarlo al pie cada vez. Este control permitirá estimar el progreso a medida que transcurren los días.
La práctica del «salto de ojo», en razón de su relativa lentitud, permite «leer» todas las palabras «repitiéndolas mentalmente». No importa. Lo que corresponde cuidar aquí son los aspectos señalados del entrenamiento. Tenga presente que solo cuando practica con la tarjeta de «visualización» tiene que tender a reducir la repetición mental del vocabulario.
Pese a su aridez y carácter eminentemente rutinario, todos los ejercicios deben leerse observando los cuidados específicos y con máxima concentración. Los entrenamientos no deben realizarse con música de fondo o escuchando la radio. La concentración es indispensable para conseguir los frutos apetecidos.