Quiero dedicar este libro a mi esposa Juana Mari, por su comprensión y consentimiento hacia la labor que he emprendido; ella me ha ayudado a tener los pies en la tierra.
A mis hijos Juana Mari y Pedro Jesús por permitirme seguir mi camino de madurez humana sin que ello supusiese una merma en nuestra relación; también ellos me han ayudado a tener los pies en la tierra.
Muy especialmente a Salvador Sánchez Giménez, sacerdote y psicólogo, por ser mi maestro y porque sin su ayuda no hubiera sido posible hacer esta síntesis entre la Meditación Zen y Contemplación mística inspirada en San Juan de la Cruz. Un camino abierto a todos.
A mi maestro Zen Koyama Shikei, de Japón, que tanto me ha ayudado y apoyado para que diera este paso hacia San Juan de la Cruz. La metodología Zen, enseñada por él para trabajar los Kôan Zen, me ha servido para crear los Kôan a partir de San Juan de la Cruz.
A mi maestro Maximiliano Herráiz, carmelita descalzo, quien ha supuesto una base muy sólida para conocer y entender a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús.
Y dedico también este libro tan especial –pues sin ellos nada de lo escrito tendría sentido– a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús. Los dos han sido los artífices y maestros de toda esta aventura; así que puedo decir: “¡Oh dichosa ventura! ¡Oh dichosa aventura!”.
También quisiera incluir en este apartado de reconocimientos, mostrándoles mi gratitud, a mis alumnos-amigos:
• A todos los que han ido pasando por los retiros durante años; ellos, en definitiva, son los grandes merecedores y maestros que me han ido enseñando a adaptar el método a cada uno, de manera personalizada. Sin su colaboración, este método sería obsoleto y poco útil.
• A Juan Tomás Holgueras Garrido (Segovia), Alberto Villán Sanz (Madrid), Santiago Díaz de Freijo (Lugo) y a Pablo Garmendia (Bilbao) por su contribución a la corrección y fijación del texto en todos los libros de la colección “Luces del Camino”.
• Y a los que desinteresadamente han contribuido con su apoyo a que esta colección pueda ver la luz.
Finalmente, “quiero y deseo” terminar este apartado de reconocimientos dando las gracias a Juan Masiá, SJ, que es natural de Murcia, pero vive en Japón desde hace más de cuarenta años. Le conocí en Tokyo en agosto del 2017, en el funeral de mi maestro Zen, el jesuita Kadowaki Kakichi, y se mostró dispuesto a traducir desde el japonés los libros del maestro Kadowaki. Ahora le he pedido unas palabras para incluirlas en a este libro. Convencido de que no sólo este texto sino la colección completa en que se enmarca (“Luces del Camino”) y que quiero editar, podrán servir como un puente a los libros de mi maestro Kadowaki, también en vías de ser publicados con la ayuda y colaboración de Juan. Así que “quiero y deseo” que su epílogo “Por el soplo al Aliento” sirva de unión a “lo que viene de camino, si le damos posada”.