En psicología hablamos de esquema mental para referirnos a la idea de algo que nos hicimos en la cabeza. Por ejemplo, es bien conocido el concepto de esquema corporal que tiene que ver con la imagen que construiste en tu cabeza de lo que es tu cuerpo físico. Muchas personas pueden tener este esquema distorsionado y verse a sí mismxs, por ejemplo, más gordxs o más flacxs de lo que realmente son.

Menos conocido pero igual de importante es el autoesquema sexual, que es la visión cognitiva que tenemos de nuestra propia sexualidad. Se trata de cómo me veo yo sexualmente. Este autoconcepto se construye a partir de las experiencias y creencias de cada uno, y se manifiesta en pensamientos, sentimientos, valores y conductas. Cuanto más positivo sea nuestro esquema sexual, mayor deseo, acercamiento y receptividad tendremos hacia la actividad erótica. Así como también tendremos más recursos para afrontar situaciones de crisis o frustración. Por eso insisto tanto en lo mal que nos hace machacarnos a nosotrxs mismxs día y noche. Si me critico por amor al arte, me voy a sentir mal, me va a bajar la autoestima y eso me va a dar menos herramientas para resolver o salir adelante. Hay que mirar las cosas tranquilos, con la información adecuada, y quizá te sirva preguntarte: “Si esto le pasara a otra persona, ¿sería tan duro o exigente en mi análisis?”. Por lo general, con un otro somos mucho más compasivos.

Un autoconcepto negativo puede generar inhibición y evitación de situaciones de levante o de encuentro sexual. Si yo creo que “no soy muy sexual”, que “soy malx en la cama”, que “estoy falladx”, que “no le voy a gustar a nadie”, medio que no encaro las situaciones con confianza y positivismo, y eso genera una profecía autocumplida donde voy a interpretar todo lo que suceda en función de esa creencia que tengo metida en la cabeza. Es como los lentes por donde voy a mirar al mundo y mis interacciones sexuales.

Te diría que mínimamente te detengas a pensar qué lentes estás usando, de dónde los sacaste y para qué te sirven.

Podés empezar a revistarte haciendo algunas de estas preguntas:

Según indica Pere Estupinyà en su libro La ciencia del sexo (Editorial Debate, 2015), el camino hacia una vida sexual saludable o satisfactoria tiene que ver con:

1.   Eliminar traumas: cada día veo más problemas sexuales asociados a malas experiencias o a experiencias traumáticas. Sin trabajo de sanación no hay alivio y los síntomas no ceden (con síntomas me refiero a falta deseo, dolor en el coito, anorgasmia, disfunción eréctil, ansiedad sexual, etc.). Es muy frecuente creer que algo que vivimos “no fue tan grave”, “fue una tontería” o “no me traumó”… pero quizá tenga que ver con esa autoexigencia que tenemos y una tendencia a minimizar el propio padecimiento. O quizá, justamente, no hubo nadie en nuestro entorno que pudo validarnos (1) y ayudarnos a transitar ese momento con el acompañamiento necesario. Pedí ayuda, la carga es más liviana si se comparte.

2.   Buena salud: hay situaciones que son evitables con acciones de prevención y hábitos saludables. En otros casos, haciendo los tratamientos adecuados e informándonos del posible impacto sobre la sexualidad, así como también de los efectos de las medicaciones correspondientes. Exigile a tu médico que te hable de sexualidad o consultá con un sexólogx.

3.   Conocete a vos mismx: tener confianza y autoestima es todo. Además, sumale el conocimiento de nuestra anatomía, qué te gusta y qué no. Entender y aceptar los propios deseos sin juzgarnos (sabiendo que el límite siempre es el consentimiento y la angustia).

4.   Abrí la mente: gran parte de la educación sexual que necesitamos se trata de darnos permiso. Liberarnos para aceptar al otro y aceptarnos a nosotrxs mismxs. Entender que la sexualidad no entra en una caja y es tan variable como personas existen. Todos tenemos la obligación de cuestionar y registrar nuestros juicios de valor en torno a la sexualidad que hacemos constantemente y que no sirven de nada. Abrir la mente, transformarnos, cuestionar y comunicar.

5.   Experimentar: la experiencia hace al maestro. Aplica en igual medida que para cualquier otra disciplina. Tenés que juntar horas de vuelo. Solx y acompañadxs. La cantidad, calidad y género que se te plazca. Si arrancaste hace poco con la masturbación o tuviste pocos encuentros sexuales, tenete paciencia, date tiempo y práctica.

Todos estos factores van a construir y moldear el autoesquema sexual de cada uno. Los elementos positivos de los esquemas sexuales van a promover el deseo y todas las demás fases del ciclo de respuesta sexual, actuando como facilitadores. En cambio, elementos negativos inhiben el proceso. El autoesquema sexual tiene un papel regulador en la sexualidad de las personas, actuando como un predictor de la conducta.

Uno de los ejercicios que trabajo con los pacientes que vienen a verme, cuando noto que tienen mucha carga negativa en torno a la sexualidad, ya sea por crianza, educación, religión, experiencias y/o contexto, es que se hagan una lista de todos los pensamientos que se les disparan automáticamente en torno a la sexualidad y su cuerpo. Quizá nunca te detuviste a pensar en la catarata de palabras que se te vienen a la cabeza asociadas al sexo, a tu sexo. De más está decir que no son pensamientos muy amorosos. La idea es sacar todas esas connotaciones negativas de la cabeza, ponerlas en un papel y después prenderlo fuego cual acto liberador. Es como un reseteo emocional.

Entonces, mucho de lo que se pone en juego en la cama con alguien tiene que ver con lo que llevamos dentro, con nuestra propia historia sexual, y de eso debemos hacernos cargo.

Autogestionate el orgasmo

Podemos decir “te voy a hacer acabar” como un acto de seducción, pero mucho de llegar al orgasmo tiene que ver con un trabajo personal de autoconocimiento y dedicación.

Cada uno es responsable de su propio orgasmo.

Acá algunas sugerencias más para ayudarte a estar más tranqui y tirarle un centro a tu vida sexual:

Profundizando un poco en el concepto de fantasía, tené en cuenta que en sexología tenemos una forma diferente de interpretarlo. No nos referimos a la típica fantasía de alguna práctica o cosa que quieras hacer. Justamente la fantasía entra en el terreno de lo NO real. Es un lugar imaginario y libre donde, dándole rienda suelta a tu creatividad, todo puede suceder. Es un espacio en tu mente cuya única función es calentarte. Las fantasías NO se comparten, NO se realizan y NO se analizan. Recordá: su función es mantenerte en frecuencia. Pueden ser fantasías más heavy, profundas, ocultas, secretas, que te avergüencen y no se las quieras contar a nadie. También pueden darte culpa o hacerte dudar de, por ejemplo, tu orientación sexual. Dejame que te diga: no tiene nada que ver. Una cosa es el morbo fantasioso y otra son las situaciones que queremos experimentar (y otra lo que elegimos como objeto de amor). Vos tenés la capacidad de diferenciarlas, por ejemplo, intentando imaginarte en esta situación en el plano real. Si es algo en lo que te situás y creés que te sentirías cómodo, dale para adelante. En cambio, hay otras que directamente sabés que no harías, pero igual te calienta pensarlas. Lo que sí tené en cuenta es que una vez que intentás pasar la fantasía a la realidad, se pierde como tal. Es medio obvio lo que digo, pero por eso revisá dos veces si no te funciona más tenerla en la cabeza que pasarla a la acción y se pinche.

Un ejemplo muy común y sencillo sobre fantasías y confusión es el consumo de pornografía homosexual en personas hetero. Enseguida aparece el fantasma: “¿Seré lesbiana?”. No, consumir sexo entre mujeres no te hace lesbiana. Lo único que te hace lesbiana, gay, bi, trans, lo que sea, es identificarte y sentirte como tal. Para todo lo demás, existen las fantasías.