PRESENTACIÓN GENERAL DE LA ACUPUNTURA

¿Por qué nació la acupuntura en China?

Sin duda, incluso hoy en día resulta extremadamente difícil responder a esta pregunta. Pero lo que sí resulta cierto es que todos los estudios sobre la historia de la acupuntura convergen hacia lo que se denomina el Imperio del Centro...

Según Tymowski, la acupuntura nació en el fértil valle del río Amarillo, en las costas septentrionales del mar de China. Desde el noreste, la práctica de esta medicina se extendió de costa a costa por todo el imperio, cruzó el mar de Japón y conquistó todo el Extremo Oriente.

En Europa se introduce en una época reciente, concretamente en el siglo XVIII, cuando unos padres jesuitas que estaban de misión en China vuelven subyugados por la historia de la acupuntura y, según se explica, llegan incluso a distraer a la corte del Rey Sol con anécdotas e historias referentes a ella.

Catherine Despeux, que no otorga crédito a las leyendas y realiza de forma rigurosa sus investigaciones sobre la historia de la medicina china, menciona el hecho de que bajo las primeras dinastías imperiales que se conocen —entre los siglos XVI y XI a. de C.— la medicina estaba en manos de los chamanes. La parte esencial de la terapia consistía entonces en exorcismos, encantamientos, plegarias, incluso sacrificios. A continuación apareció el uso de sustancias medicinales, además de otros métodos naturales, entre los que se encontraba el empleo de punzones de piedra con el propósito de efectuar pequeñas heridas en ciertos puntos dolorosos del cuerpo.

Catherine Despeux precisa que, según los estudios efectuados sobre los utensilios de acupuntura descubiertos en distintos lugares de China, dichos objetos tenían distintas formas y usos. Algunos de ellos —de forma plana y redondeada— se utilizaban para calentar una parte del cuerpo, otros para masajear, algunos —que tenían forma de cuchillo de un solo filo— servían para efectuar incisiones, y otros —semejantes a agujas triangulares— se usaban para hacer sangrías; por último, algunos utensilios se utilizaban para hacer incisiones en tumefacciones y abscesos.

Edicto imperial aparecido durante el reinado de los Han (siglo iii a. de C.)

«Lamento todo lo que mis gentes impedidas por las enfermedades no me pagan en impuestos y trabajos obligatorios. Mi deseo es que no se les proporcionen medicamentos que los envenenan y que no resultan más útiles que los antiguos punzones de piedra.

»Deseo que se utilicen las misteriosas agujas de metal, con las que podemos conducir la energía.»

Los historiadores discuten acerca del material con que se hicieron las primeras agujas: bambú, hueso, piedra tallada, piedra pulida, metal. El orden en que se ha presentado la lista de materiales se corresponde probablemente con el orden de su aparición cronológica.

De todos modos, eso no nos explica cómo se descubrió el principio terapéutico de la acupuntura.

Hay tres hipótesis plausibles:

a) se constató de forma empírica el efecto terapéutico de ciertas heridas producidas en los combates o bien de forma accidental;

b) se observó que algunos problemas relativos a las vísceras venían acompañados de una determinada proyección sobre la capa epidérmica, con lo que se tuvo la idea de herir deliberadamente la zona de proyección con fragmentos de sílex o de piedra;

c) era costumbre en ciertos pueblos (tanto de China como de otras zonas) grabar sobre la piel determinados signos distintivos. Este gesto supersticioso o ritual tenía unas consecuencias de tipo terapéutico que primero fueron observadas y luego reproducidas. De acuerdo con esta hipótesis Ferreyrolles afirma: «Puesto que la necesidad de los signos grabados cesó con el progreso de la civilización, su uso se perdió en la mayoría de las culturas; el remedio se conservó sólo entre los chinos y sus vecinos, los japoneses, quienes consideran que las primeras instituciones son sagradas y que nada puede superar a los antepasados».

Contestamos en este punto a la pregunta que encabeza el capítulo. La acupuntura nació en China por múltiples motivos que no conocemos del todo, pero que no obstante pueden resumirse de la siguiente manera:

 Los chinos constituían un pueblo sedentario, interesado en los fenómenos naturales. Desde siempre, el trabajo en el medio rural se ha visto condicionado por los ritmos naturales —alternancia del día y la noche, ciclos lunares, estaciones, incidentes o accidentes meteorológicos—, que conducen a sus habitantes a una forma de pensar que engloba la idea de una compleja red de flujos de energía, idea que podría constituir una definición simplificada de la acupuntura.

 El pueblo chino es un pueblo oriental, y, por lo tanto, guiado por la sabiduría. La idea de un Oriente complicado, pero observador y respetuoso con las pulsaciones más profundas del universo, en oposición a un Occidente simple, pero apresurado, arrogante y desordenado, podría parecer excesiva. No obstante, permanece la idea de que los orientales se encuentran en el origen de los principios más importantes de la higiene, el uso de las plantas medicinales y la acupuntura.

 Los chinos continúan fieles al espíritu de sus antepasados, que pretendían que el hombre se sometiera a un orden, el mismo que el resto del mundo natural. Nunca han sostenido la idea de un hombre que se halle por encima de las leyes de la naturaleza. El hombre, en Oriente, no se encuentra en el centro del mundo sino que forma parte integrante de él. Debe observar sus leyes, comprenderlas y conformarse con ellas si desea encontrar el lugar que le corresponde dentro de la evolución del mundo. El hombre oriental no se plantea someter el universo sino adaptarse a él.

¿Dónde se esconden los textos sagrados de la acupuntura china?

Las principales obras en las que se basan incluso hoy día los acupuntores contemporáneos ni son sagradas ni están escondidas. Hay que reconocer que a lo largo de los dos últimos milenios se ha propiciado su transmisión e incluso su estudio.

Las obras capitales que fundaron la medicina china parece que vieron la luz bajo la dinastía de los Han, es decir, durante los tres últimos siglos anteriores a nuestra era y los tres primeros después de Jesucristo.

Estos textos se han fijado a partir de manuscritos más antiguos, que, en conjunto, conducen a una verdadera filosofía de la vida y de la salud, además de a una concepción extremadamente original y rigurosa de las relaciones entre el hombre y su entorno, y del hombre consigo mismo.

El primer texto, y el más conocido, se denomina Canon interior del emperador Amarillo. El término interior nos indica, de antemano, que el hombre y el funcionamiento de su medio interior forman el objeto central de estudio de esta fuente de reflexiones y observaciones.

Una vez más, a lo largo de este tratado y de otros dos, el hombre aparece íntimamente vinculado tanto al cielo que tiene encima como a la tierra que lo sostiene.

No puede ignorarse la evolución del clima, los ciclos lunares, el momento del día o del año, o la naturaleza del suelo o del subsuelo. Tampoco puede dejar de tenerse en cuenta el clima interior del hombre. Los chinos definieron muy tempranamente este clima psicológico bajo la forma de cinco sentimientos (la cólera, la alegría, la preocupación, la tristeza y el miedo), que, más adelante, comprobaremos que obedecen a una lógica más rigurosa de lo que parece.

El Canon interior... consta de dos partes: la primera corresponde a los aspectos sobre la aparición de la vida, y estudia con detalle la teoría de lo viviente a través de la exposición de sus leyes (Su Wen); la segunda parte, el fundamento del espíritu (Ling Shu), es más práctica y aborda las cuestiones relacionadas con la práctica de la acupuntura.

Extracto del Canon interior

HUANG DI: ¿Cuáles son las leyes que rigen el arte de la acupuntura?

QI BO: Es necesario seguir la ley del Cielo y de la Tierra. Al hacer punciones, hay que observar el Sol, la Luna, las estrellas, las cuatro estaciones y todas las energías de la naturaleza.

Cuando hace calor y buen tiempo, la sangre del hombre circula con rapidez, y la energía es superficial. Cuando hace frío y hay poca luz, la sangre circula de forma más lenta, y la energía es profunda.

Cuando la Luna crece, la sangre y la energía aumentan en intensidad. Cuando hay Luna llena, la sangre y la energía están en plena acción. Cuando decrece, la sangre y la energía decrecen también [...].

No es necesario efectuar punciones cuando hace mucho frío. No hace falta dispersar con la Luna nueva, ni tonificar cuando está llena ni efectuar punciones cuando decrece.

(Su Wen, cap. 26)

Estos textos se presentan bajo la forma de preguntas atribuidas al mítico emperador Huang Di y sus correspondientes respuestas en boca de su médico, Qi Bo. La alternancia de preguntas y respuestas hace que la lectura de la obra no sea ingrata sino, por el contrario, cautivadora, en especial para los espíritus abiertos y curiosos.

A través de la lectura de este extracto, muy general, puede observarse el espíritu que impera en todos los textos tradicionales de la medicina china: el médico no debe alejarse de la observación de la naturaleza, sino que debe estudiar cuidadosamente sus variaciones y tenerlas en cuenta a la hora de efectuar tratamientos.

La otra obra de referencia de la época es La disciplina médica de Shennong. No insistiremos en este tratado, que aborda la clasificación de los remedios y no la acupuntura.

Observemos, no obstante, que la primera versión de este tratado, que se perdió y después fue reconstruido y ampliado, incluía trescientos sesenta remedios, divididos en tres categorías de ciento veinte remedios cada una.

Esta cifra de «trescientos sesenta» no es fortuita, sino que responde a los trescientos sesenta grados de la revolución solar, confirmando así la profunda adecuación entre el espíritu de los textos que hay en la base de la acupuntura y las leyes de la naturaleza y de la numerología.

¿Cómo llegó la acupuntura hasta nosotros?

Para llegar desde el Oriente lejano y complejo al Occidente más sencillo y familiar, la medicina china debió superar un doble obstáculo: el del tiempo y el del espacio.

Respecto al espacio, la difusión de la acupuntura quedó durante mucho tiempo reducida a Japón y al sureste asiático, donde, siguiendo un proceso de osmosis espontáneo, fue adoptada, desarrollada y enriquecida.

Respecto al tiempo, fue necesario esperar hasta el siglo XVII para que unos jesuitas enviados como misioneros a China, después de un largo periodo de familiarización con el Imperio del Centro y sus tradiciones, regresaran y expusieran sus descubrimientos en la corte del rey Luis XVI. Entre ellos figuraban algunos de los documentos médicos que fueron reunidos por el padre Hervieu y presentados bajo el siguiente título: Los secretos de la medicina china consistentes en el perfecto conocimiento de los polos, enviados desde China por un francés, hombre de gran mérito.

Estas informaciones tuvieron un gran éxito, pero el carácter maravilloso y aparentemente irracional de la medicina china no obtuvo una adhesión permanente por parte del público ni de los médicos de la Francia de Descartes; debe tenerse en cuenta que la acupuntura de aquella época consistía sobre todo en una reflexoterapia aplicada a los puntos dolorosos.

No obstante, no hay que quitar mérito a los jesuitas franceses de la época, aunque sólo sea por el carácter pionero de su empresa. Además, se les atribuye la creación del término acupuntura, a partir del latín punctura («punción»). Acus designa la aguja, pero también la agudeza y la precisión.

Francia tuvo, por lo tanto, el insigne honor de ser la primera nación de Occidente en acoger la medicina china. ¿Podríamos ver en esta precocidad una explicación del actual dinamismo de la Escuela Francesa de Acupuntura, que se muestra extremadamente activa en los congresos internacionales en los que participa?

Después de una pérdida de popularidad de más de un siglo, el doctor Joseph Berlioz, padre del compositor Berlioz, se propuso de nuevo explorar esta técnica del Extremo Oriente y difundirla.

Pero el gran impulso de la acupuntura en Francia se debió al esfuerzo de dos... diplomáticos.

En 1863, Dabry de Thiersant, cónsul de Francia en China, publicó una obra muy bien documentada con el título de La medicina de los chinos.

Un poco más tarde, Georges Soulié de Morant —que primero fue corresponsal del banco Lehideux en Oriente y después cónsul de Francia en China— emprendió una considerable tarea de estudio y recopiló una minuciosa información.

Se propuso transmitir fielmente el conjunto de la teoría médica que está en la base de la acupuntura, la dialéctica del aliento, la descripción de los meridianos y la clasificación de los puntos.

Mientras continuaba practicando la medicina china, obtuvo el título de «maestro médico». Al regresar a Francia, luchó por difundir y aplicar la técnica de la que era el máximo defensor. Obtuvo el respaldo de los médicos franceses y alentó en especial el espíritu de apertura de un gran benefactor del hospital Bichat, Charles Flandin, y el dinamismo de su ayudante, Paul Ferreyrolles.

Soulié publicó en 1939 una recopilación impresionante de más de mil páginas, el Compendio de la verdadera acupuntura china, que fue acogido favorablemente por una parte del cuerpo médico, pero contrarió a los adeptos de la medicina oficial.

Soulié fue acusado de práctica ilegal de la medicina. No obstante, perseveró fundando una escuela, formando discípulos y trabajando incansablemente hasta su muerte, en 1955.

En la misma época, la acupuntura se implantó en Gran Bretaña, después en Italia y posteriormente en el resto de Europa. En Estados Unidos hubo que esperar hasta la aparición de los trabajos de Becker sobre los gradientes energéticos cutáneos en 1960 para que la acupuntura empezara a ser ampliamente conocida. En realidad, fueron sobre todo los médicos que habían emigrado desde China y Vietnam quienes introdujeron su disciplina en la práctica médica de ciertos estados. En el caso de África, la acupuntura fue introducida por las misiones médicas procedentes de la China Popular.

Señalemos un hecho curioso a propósito del Magreb: durante los años cincuenta, gracias a unas excavaciones realizadas en el norte de Argelia, se descubrieron entre las ruinas de una antigua ciudad romana, Columnata, algunas momias que tenían perforaciones efectuadas con punzones de piedra. ¿Significa esto que la China antigua no tenía el monopolio de la acupuntura y que esta había encontrado el punto sensible, por decirlo así, en otras culturas?

¿Cuál es el principio de la acupuntura?

El principio es muy simple: cada uno de los órganos internos del cuerpo humano está en comunicación íntima con la piel, de modo que toda afección profunda tiene una repercusión sobre la dermis, que a su vez envía informaciones hacia el interior. Dicho de otro modo, al estimular ciertos puntos del revestimiento cutáneo se establece una correspondencia con el interior, se emiten órdenes a una u otra víscera, se ralentiza o acelera una determinada función, se modifica una determinada corriente, sea cual sea su soporte: electromagnético, nervioso o vascular. Ya desde un principio se entrevé el enorme potencial que tiene una intervención de este tipo, en la medida en que sea posible o deseable. Evidentemente, no se debe actuar sin criterio, puesto que cuando se trata de la punción sobre la dermis, puede ser beneficiosa, pero también causar desastres. Es uno de los motivos por los que en un capítulo posterior recomendamos consultar preferentemente con un médico acupuntor titulado.

Empecemos por el paciente. Antes de tratarlo conviene determinar por qué ha enfermado. Los chinos establecen dos tipos de causas: las causas internas y las causas externas.

Las causas internas

Las causas internas revelan desórdenes psicológicos. En este sentido, los orientales atribuyen una gran importancia al equilibrio de los sentimientos para el mantenimiento de la salud.

Siguiendo la denominada teoría «de los cinco agentes», se distinguen cinco estados mentales que pueden identificarse con las siguientes cualidades: dinamismo, bienestar, inteligencia, rigor y prudencia. Estas cinco cualidades pueden experimentar excesos indeseables bajo la forma de cólera, alegría, preocupaciones, tristeza y miedo. Si estos se repiten, la enfermedad no se encuentra lejos, si tenemos en cuenta que:

 la cólera es perjudicial para el hígado;

 la alegría es perjudicial para el corazón;

 las preocupaciones son perjudiciales para el páncreas;

 la tristeza es perjudicial para los pulmones;

 el miedo es perjudicial para el riñón (¿no decimos, cuando alguien tiene miedo, que se hace «pis»?).

■ Las causas externas

Los chinos distinguen factores climáticos y factores alimentarios.

En este caso, también se trata de una cuestión de equilibrio, si tenemos en cuenta que:

 el exceso de viento es perjudicial para el hígado;

 el exceso de calor es perjudicial para el corazón;

 el exceso de humedad es perjudicial para el páncreas;

 el exceso de sequedad es perjudicial para los pulmones;

 el exceso de frío es perjudicial para los riñones.

Igualmente, por lo que respecta a la armonía de los sabores, es necesario comprender que:

 el exceso de sabor ácido es perjudicial para el hígado;

 el exceso de sabor amargo es perjudicial para el corazón;

 el exceso de sabor dulce es perjudicial para el páncreas;

 el exceso de sabor picante es perjudicial para los pulmones;

 el exceso de sabor salado es perjudicial para los riñones.

Coincidiremos en que todo no es ninguna tontería si recordamos que:

 el abuso de alcohol (ácido) comporta la cirrosis hepática;

 el abuso de café (amargo) comporta la insuficiencia cardiaca;

 el abuso de azúcar (dulce) comporta la diabetes;

 el abuso de tabaco (picante) comporta la insuficiencia respiratoria;

 el abuso de sal (salado) comporta la insuficiencia renal.

Debe tenerse en cuenta que, desde la perspectiva de la cultura china, la salud no es un bien merecido, sino el resultado de la armonización de los sentimientos, los climas y los sabores en el interior del individuo. Igualmente, este individuo debe encontrarse no sólo en armonía consigo mismo sino con el «gran plan» del cielo. ¿Qué significa esto? Es necesario aceptar la idea de que en Oriente no hay una disociación entre el hombre y el universo que se encuentra a su alrededor. Las vibraciones del cielo —que se halla por encima del hombre— así como las de la tierra —que lo sostiene— fueron minuciosamente clasificadas por los antiguos chinos. Estos atribuían características energéticas a cada momento del día, del mes, de la estación y del año.

Para hacer esto, los chinos disponían de dos series de diez y doce signos que, combinados, permitían calificar cualquier momento. Se da el nombre de troncos a los signos pertenecientes a la serie de diez; y ramas, a los signos pertenecientes a la serie de doce.

Por ejemplo: el año 1984 está calificado con la rama 1 y el tronco 1, mientras que el año 1996 será la rama 1 y el tronco 3.

La asociación de una rama y un tronco constituye un binomio que se adapta al año, al mes, al día y a la hora de manera tan ajustada y tan precisa como una etiqueta. Pero este sistema 10/12 va más lejos, puesto que se aplica particularmente, en el esquema de la medicina china, al organigrama del cuerpo humano.

En efecto, dicho organigrama presupone diez vísceras y doce meridianos, del mismo modo que el gran plan del cielo y la tierra cuenta con diez troncos y doce ramas.

Puede observarse que los nombres revisten una considerable importancia en la concepción de la medicina china, como asimismo en todos los sistemas de pensamiento tradicionales, sean orientales u occidentales.

También constatamos que se establece un estrecho vínculo entre el estado del mundo y el estado del cuerpo humano. Los chinos tenían la costumbre de considerar un país a este último. Catherine Despeux remarcó que gobernar y sanar se hallan contenidos en una misma palabra china, zhi.

De hecho, tanto la inteligencia como la salud llevan implícito el mantenimiento de un orden o, por lo menos, la conformidad de un orden. Si este se debilita o se destruye, conviene restablecerlo.

Ge Hong (261-341) dijo: «El cuerpo de un individuo es como la imagen de un reino; el tórax y el abdomen corresponden al palacio; los cuatro miembros, a las poblaciones y las fronteras; las articulaciones son los funcionarios, el espíritu vital es el soberano; la sangre, los ministros; y el aliento, el pueblo».

¿Qué es la energía?

En la cita con la que concluye el capítulo anterior aparece un concepto importante de la medicina china: el aliento.

■ El aliento

Es el transmisor de la vida. Si el aliento no se encuentra presente, la vida no puede desarrollarse. Es lo que anima a todo organismo vivo, hasta el ser más minúsculo le debe su respiración. En el movimiento del aliento siempre se suceden una inspiración y una espiración, un nacimiento y una muerte. La muerte es tan necesaria en el ciclo de la vida como el nacimiento. ¿No decimos que expiramos en el momento de morir?

El principio binario del yin y el yang funciona del mismo modo. Es la necesidad de una alternancia de respiraciones, unidas aunque disociadas: una alternancia de inspiración y espiración para impulsar el movimiento de la vida. ¿Quiere decir esto que para los chinos no existe la unidad? No, pero la unidad en sí misma no puede identificarse con un estado fijo, sino que responde a un equilibrio, a una complementariedad.

■ Un yin y un yang, esto es el Dao

El Dao designa la gran unidad, el principio organizador de toda acción, donde todo regresa en una ida y vuelta sin fin.

El ideograma que designa el qi (aliento) representa los «vapores que surgen de la tierra y se forman en lo alto, la región de las nubes».

El diccionario Ricci, la «biblia» de todos los virtuosos de la ideografía, da como equivalentes de la palabra aliento: «vapor, emanación, vida que anima el cuerpo humano, el elemento más sutil que entra en la composición de todo ser».

El aliento no concierne solamente al ser humano, pero se encarna, se materializa, cristaliza específicamente en él, puesto que en sí mismo contiene las potencialidades, si no de lo divino (término ausente del idioma chino), sí al menos de lo celeste o lo imperial.

El aliento se divide en diversas respiraciones que suben, descienden, quedan sujetas, se separan, y se escapan para formar volutas que el hombre, debido a su morfología y a su comportamiento, es llamado a reproducir.

El paso del aliento a la sangre, de lo informe a la forma, de la energía a la materia (estos dos últimos términos pertenecen al lenguaje científico moderno, pero están ausentes de la lengua tradicional china) se produce por coalescencia, por condensación y por mutación.

Esta visión revela sorprendentes conocimientos, puesto que el Occidente cientificista terminará por aceptar la idea de la continuidad de la materia y la energía en el siglo XX con la aportación de Einstein (e=mc2), reencontrando de este modo la idea de continuidad de lo informe y la forma de los primeros chinos.

■ ¿De dónde procede el aliento?

Para nuestros antepasados, todo procede del caos primitivo: el aliento apareció cuando se produjo una diferenciación en la sopa originaria. Volvemos a encontrarnos con la idea de que el uno produjo el dos, después el múltiplo, permitiendo así la manifestación de las cosas. No hay nada que se manifieste sin dualidad, que se resume en el equilibrio del yin y el yang, la ida y la vuelta.

Caos significa gas: el gas es a la vez el uno y el múltiplo, el todo y la parte. La sopa proteiforme que había en el origen contenía en sí misma todas las manifestaciones, lo que los chinos denominaban «los 10.000 seres», desde los más minúsculos a los más fantásticos, pasando por todas las especies conocidas de los reinos vegetal y animal.

La cualidad esencial del aliento es por tanto surgir; después, diferenciarse y purificarse. A partir de ahí, en lo que concierne al hombre, aparecen un arriba y un abajo, una izquierda y una derecha, un delante y un detrás; más tarde se irán desarrollando las diferenciaciones, surgirán un esqueleto, unas vísceras, unos circuitos, unas corrientes y orificios.

¿Qué significan yin y yang?

Según Jean Schatz: «El universo no es más que una serie de respiraciones». De acuerdo, pero ¿qué respiraciones? La respuesta, que ya la hemos encontramos, es un yin y un yang, es el Dao (Tao).

Si el Dao designa el camino, la vida, el yin y el yang señalizan este camino. No hay término sin punto de partida, no hay lado izquierdo sin derecho, no hay marcha hacia delante sin marcha hacia atrás.

Lo que quieren indicar los chinos con sus dos pequeños y exóticos vocablos yin y yang es la necesaria dualidad de toda manifestación viviente.

El carácter yang designa, en la escritura china antigua, la vertiente soleada de la colina, mientras que el carácter yin designa la vertiente umbría de la colina.

Al entrar en detalles, constatamos que la parte derecha del ideograma que representa el yang muestra a la vez el «sol por encima del horizonte» y unas «banderolas agitadas por el viento». En la parte derecha del yin hay una «agrupación de nubes».

Así pues, el yang califica aquello que es luminoso, claro, límpido, animado, móvil y coloreado, mientras que el yin designa lo umbrío, oscuro, sin brillo, turbio, estancado. Pero nada es inmutable, negro o blanco, apto para ser destruido o bien adorado, ya que los contrarios se complementan.

 En primer lugar, el yang y el yin no pueden asimilarse pura y simplemente a lo positivo y lo negativo, puesto que el yang, pese a su brillantez, ¿no es también superficial, monótono, engañoso? Y el yin, tan sombrío, ¿no es también misterioso y, por lo tanto, guarda riquezas en su seno, al mismo tiempo que es tan inexorable como la noche que sucede inevitablemente al día? Pero esto no es todo, más adelante veremos que el yin es un «tesoro», mientras que el yang es sólo un «taller»...

Así pues, yin/yang no es sinónimo de maniqueísmo.

 En segundo lugar, se intuye que el yin y el yang no están destinados a considerarse dos perros encadenados entre sí, que se sostienen porque rivalizan, que se atraen porque se sostienen. Su función mutua reside en la interpenetración, en el impulso al movimiento de uno sobre otro; como amantes o, mejor dicho, como imanes, se vivifican y se nutren, se toman y se dejan. Aquí encontramos la imagen del polo positivo y el polo negativo, ambos igualmente indispensables para que aparezca la luz, como demostró la experiencia del tubo de Crookes.

No hay día sin noche, no hay sol sin luna, ni masculino sin femenino, esta es la ley del yin y el yang, que reencuentra la ley del universo. He aquí por qué consideramos tan importante la idea de complementariedad, puesto que es más fecunda que la idea de oposición.

En medicina, el yin y el yang nos sirven para clasificar las formas, los comportamientos, los órdenes y desórdenes del cuerpo humano.

Cuando desarrollamos un síntoma, este obedece a unas reglas. Se sitúa en lo alto o en lo bajo, a la derecha o a la izquierda, delante o detrás. Aparece en la superficie del cuerpo o bien en su interior; está próximo al centro o, por el contrario, en la periferia.

Tomemos como ejemplo un dolor en el hombro. Si el dolor es sordo, profundo y constante, se trata de un dolor yin; pero si es vivo, superficial, móvil y fugitivo, será un dolor yang. Si el dolor mejora con la presión, es un «vacío»; si resulta agravado por la presión, es una «plenitud».

Al combinar ambas clasificaciones, se llega a obtener esquemáticamente un vacío de yang o una plenitud de yang, o bien un vacío de yin o una plenitud de yin; puede refinarse el diagnóstico energético observando las reacciones del dolor o del síntoma al frío, al calor, al descanso, a la actividad, a las estaciones y a los ciclos lunares.

A partir de aquí, según veremos más adelante, el acupuntor tiene a su disposición, sobre el mismo cuerpo, las palancas que accionan el organismo del paciente: son los famosos «puntos de acupuntura». Si se escogen con buen criterio, permitirán aportar al hombro dolorido que mencionábamos aquello de que carece, o bien quitarle aquello que tenga en exceso: yin o yang, frío o calor, circulación o estancamiento.

Si faltan la sangre y la energía, se las conducirá al lugar del siniestro, mientras que si se están acumulando de forma peligrosa, se las elimina; si el calor afluye, se dispersa, y si el frío se aglutina, se disipa.

De esta forma, casi todo es posible en la acupuntura... a condición de que el paciente sea examinado con regularidad. No olvidemos que el cometido de los antiguos médicos chinos era evitar que el sujeto enfermara, y no curarlo una vez dañado. Al médico se le pagaba al término del año si el paciente gozaba de buena salud hasta el 4 de febrero (fecha de comienzo del año chino).

¿Qué son los cinco elementos?

Junto con la ley del yin y el yang, la ley denominada de los «cinco elementos» constituye la base del pensamiento tradicional chino. ¿Por qué cinco y no cuatro o seis? Seis no existen, pero cuatro sí: Hipócrates distinguía el agua, el fuego, la tierra y el aire.

Los chinos conocían esta presentación cuaternaria de los elementos constituyentes de la vida. Sin embargo, preferían, por razones tanto prácticas como filosóficas, una concepción en cinco partes, según la cual:

 la madera produce el fuego;

 el fuego engendra la tierra (ceniza);

 la tierra engendra el metal (y todos los minerales);

 el metal se licúa y produce el agua;

 el agua da origen a la madera (y a todas las plantas).

A su vez, este bucle también forma parte de otro; a este ciclo de engendramiento se superpone otro ciclo llamado ciclo de dominación, en el cual los elementos se dominan de dos en dos. Así:

 la madera domina la tierra recubriéndola;

 la tierra domina el agua canalizándola;

 el agua domina el fuego extinguiéndolo;

 el fuego domina el metal fundiéndolo;

 el metal domina la madera cortándola.

La ley de los cinco elementos

La ley de los cinco órganos

De esta forma funciona la regulación necesaria para el equilibrio de las fuerzas existentes. Según el principio de la correspondencia entre macrocosmos y microcosmos, el cuerpo humano se describe de manera análoga.

En el hombre se describen cinco órganos llenos denominados «tesoros»:

 el hígado;

 el corazón;

 el páncreas;

 el pulmón;

 el riñón.

También se describen cinco órganos vacíos denominados «talleres»:

 la vesícula biliar;

 el intestino delgado;

 el estómago;

 el intestino grueso;

 la vejiga.

Los órganos llenos y los órganos vacíos se emparejan generalmente de la siguiente manera:

 hígado/vesícula biliar;

 corazón/intestino delgado;

 páncreas/estómago;

 pulmón/intestino grueso;

 riñón/vejiga.

Las parejas 1, 3 y 5 parecen asociarse de manera natural; por lo que respecta a la segunda pareja, recordemos que el duodeno, parte esencial del intestino delgado, es el «corazón» del tubo digestivo y responde al plexo «solar», el Sol que rige el corazón en las tradiciones antiguas del pensamiento.

En el caso de la cuarta pareja, observemos que la mucosa respiratoria y la mucosa intestinal están estrechamente emparentadas.

Se intuye aquí que los cinco alientos tenían múltiples aplicaciones y correspondencias, que los chinos utilizaban para comprender lo viviente y actuar sobre él.

A continuación se muestra una tabla no exhaustiva:

AGENTE

Madera

Fuego

Tierra

Metal

Agua

ALIENTO

Viento

Calor

Humedad

Sequedad

Frío

ORIENTACIÓN

Este

Sur

Centro

Oeste

Norte

COLOR

Verde

Rojo

Amarillo

Blanco

Negro

SABOR

Ácido

Amargo

Dulce

Agrio

Salado

ÓRGANO

Hígado

Corazón

Bazo

Pulmón

Riñón

ENTRAÑA

Vesícula biliar

Intestino delgado

Estómago

Intestino grueso

Vejiga

ORIFICIO

Ojo

Lengua

Boca

Nariz

Oreja

CAPA

Músculo

Vaso

Carne

Piel

Hueso

ADORNO

Uñas

Color

Labios

Pelo

Cabello

SENTIMIENTO

Cólera

Alegría

Reflexión

Tristeza

Miedo

EXPRESIÓN

Gritos

Risas

Cantos

Llanto

Suspiros

¿Qué es un meridiano?

Un meridiano de acupuntura se parece a un meridiano geográfico: es una línea de fuerza que recorre verticalmente el cuerpo humano a lo largo, uniendo una extremidad con la cabeza o con el cuello. También es la tira de piel así recorrida en la superficie y la parte correspondiente en el interior.

Se enumeran doce meridianos principales a cada lado del cuerpo, lo que da un total de veinticuatro meridianos, de modo que la analogía con la segmentación del globo terrestre es absoluta. Además, los meridianos de acupuntura no son líneas ficticias, sino los «caminos del aliento», de los que la física contemporánea está a punto de demostrar su existencia.

Los chinos habían comprendido, dos o tres mil años antes de nuestra era, que la anatomía humana no está hecha solamente de materia dura y materia blanda, de hueso y de vísceras, de mucosas y de membranas, de vasos y de nervios, sino también de corrientes; estas pueden calificarse de «electromagnéticas» para complacer a los científicos, pero se trata simplemente de caminos de vida, toda una red, una inervación, una cadena ordenada que relaciona lo alto con lo bajo, lo superficial con lo profundo, lo periférico con lo central.

En efecto, el término mai, que designa estos meridianos en chino, significa «filón, cadena de montañas, alineación, polos, nervadura».

■ ¿A qué responden estos doce meridianos?

Los meridianos responden a vísceras y a funciones. La lista de los meridianos de la acupuntura china es la siguiente:

1. meridiano del pulmón;

2. meridiano del intestino grueso;

3. meridiano del estómago;

4. meridiano del bazo y del páncreas;

5. meridiano del corazón;

6. meridiano del intestino delgado;

7. meridiano de la vejiga;

8. meridiano del riñón;

9. meridiano del amo del corazón;

10. meridiano de los tres hogares;

11. meridiano de la vesícula biliar;

12. meridiano del hígado.

Las vísceras son diez, mientras que los meridianos son doce. ¿Dónde se encuentra pues el error?... Sólo es aparente: a cinco parejas de dos vísceras se asocian seis parejas de dos meridianos. Estos últimos, los «fuera de víscera», aparecen en la lista anterior. Son los meridianos del «amo del corazón» y de los «tres hogares». Ambas entidades son, según los chinos, «el nombre, pero no la forma». Esto significa que desempeñan un papel muy concreto en el organigrama del cuerpo humano (papel que podría compararse, según una visión que no obstante resulta muy simplista, al de un regulador de temperatura y de presión), sin haber adoptado la forma de un órgano.

De los doce meridianos, seis recorren la parte superior del cuerpo y otros seis la parte inferior. De los primeros, tres recorren la cara dorsal del brazo y otros tres la cara anterior. De los segundos, tres recorren la cara exterior de la pierna y otros tres la cara interior.

Solamente los meridianos yang (2, 3, 6, 7, 10 y 11) se unen con la cabeza, llamada «cielo del hombre».

Los meridianos yin (1, 4, 5, 8, 9 y 12) terminan en la parte superior del tronco.

Si se coloca a una persona de pie, de espaldas al norte, los brazos levantados y las palmas hacia delante, los meridianos yin suben de la tierra hacia el cielo (que no llegan a alcanzar), mientras que los meridianos yang descienden del cielo hacia la tierra.

Dicho de otro modo, los meridianos yin contribuyen a hacer subir los alientos, mientras que los meridianos yang contribuyen a hacerlos descender. Los doce meridianos de acupuntura dibujan pues una red de comunicación extremadamente sofisticada y compleja, pero según un orden sumamente racional a pesar del lenguaje florido de los chinos.

¿Cómo puede utilizarse esta red? Esto es lo que poco a poco vamos a descubrir en estas páginas.

¿Dónde están los puntos?

Los puntos de acupuntura se encuentran sobre los meridianos que acabamos de mencionar. Su número teórico es de 360 (en la práctica, 361), que se corresponde con el número de grados de que consta un círculo y los grados de la revolución del Sol. Se reparten de forma irregular sobre los doce meridianos.

De este modo se distinguen:

 11 puntos sobre el meridiano del pulmón;

 20 puntos sobre el meridiano del intestino;

 45 puntos sobre el meridiano del estómago;

 21 puntos sobre el meridiano del bazo y del páncreas;

 9 puntos sobre el meridiano del corazón;

 19 puntos sobre el meridiano del intestino delgado;

 67 puntos sobre el meridiano de la vejiga;

 27 puntos sobre el meridiano del riñón;

 9 puntos sobre el meridiano del amo del corazón;

 23 puntos sobre el meridiano de los tres hogares;

 44 puntos sobre el meridiano de la vesícula biliar;

 14 puntos sobre el meridiano del hígado.

A estas 309 unidades se unen los 24 puntos del «vaso de la concepción» (línea mediana anterior del cuerpo) y los 28 puntos del «vaso gobernante» (línea mediana posterior del cuerpo), con lo que en total suman 361 puntos.

En realidad, el número y la topografía exactos de los puntos parecen haber variado en el curso de la historia. Se han encontrado pocos vestigios de ellos antes de la época clave de los Han (siglo III a. de C.). Recientemente se han exhumado unas láminas de madera que revelan tres puntos principales: el San Li (estómago 36, situado bajo la rodilla); el Fei Shu (vejiga 13, situado a la altura de la 3.a vértebra torácica) y el Yong Quan (riñón 1, en la planta del pie).

Actualmente, la nomenclatura internacional reconoce más de 800 puntos, sin contar los puntos de la oreja, pero el cañamazo original de 360 puntos «ortodoxos» permanece imponiendo su superioridad práctica.

El punto de acupuntura no corresponde exactamente a la definición matemática de la palabra; a saber, la intersección de dos líneas ficticias, puesto que ocupa una pequeña superficie sobre la piel. Se trata de un «lugar del cuerpo», retomando la expresión de Leprestre, o «lugar de la dermis»: donde se encuentra un punto, la piel tiene una ligera depresión, y forma un hundimiento que un dedo experimentado encuentra sin dificultad.

Los fisiólogos modernos han reconocido la existencia de estos lugares en la dermis, identificándolos con chimeneas neurovasculares que se entrecruzan dentro de la piel y por debajo de ella.

En la superficie, puede considerarse que el punto de acupuntura abarca una zona que ocupa de uno a varios milímetros cuadrados. Su profundidad varía según la localización. Es evidente que un punto cercano a una uña tiene un tamaño bastante más reducido que un punto que esté situado sobre el abdomen.

Los puntos siempre están en correspondencia con marcas anatómicas concretas, habitualmente una protuberancia ósea o un intersticio intermuscular. Por este motivo no son más difíciles de localizar en un paciente grueso que en un paciente delgado.

El punto de acupuntura se designa en el idioma chino según distintos ideogramas:

 xue significa una casa excavada en la tierra, caverna o gruta;

 yu significa responder afirmativamente, decir sí y también triunfar, curar;

 shu tiene el sentido de transportar u ofrecer un tributo.

El sentido y la utilidad del punto se dejan ver a través de la utilización de estos caracteres. Se comprende que el punto parece un receptáculo donde el aliento colisiona, se fija, encuentra su origen o su término. A partir de este «pozo» de aliento, todas las comunicaciones y, por tanto, todas las armonizaciones son posibles.

El punto es una entrada en el gran ordenador humano. Forma parte de un programa extremadamente sutil y personalizado que el acupuntor puede descifrar y eventualmente restituir o regular según crea necesario.

No todos los puntos tienen la misma importancia. En cada meridiano hay un grupo de cinco puntos «antiguos», situados siempre en los extremos de los miembros, que rigen el meridiano. Por este motivo el acupuntor estimula numerosos puntos de los pies y las manos. Estos puntos antiguos actúan especialmente sobre las correspondencias de los cinco elementos citados al principio de este libro.

 Ejemplo: Usted presenta un dolor de cabeza punzante en el extremo exterior de la ceja, que apenas calma la oscuridad y la aplicación de una compresa fría. Se trata de una plenitud de yang/calor en el trayecto del meridiano de los tres hogares. El acupuntor intentará estimular el punto de calor del meridiano TF 6, situado en la parte inferior del antebrazo, en la cara dorsal.

Cinco puntos antiguos sobre cada uno de los doce meridianos suman sesenta puntos de mando, sesenta puntos principales cuya utilidad es evidente en la práctica. Sin embargo, no debemos creer que los otros puntos desempeñan un papel subalterno. Cada uno de los trescientos puntos restantes posee un nombre, una localización precisa, una función y un número determinado de indicaciones.

 Ejemplo: El punto número 18 del meridiano del riñón, el shi guan (barrera de piedra), se encuentra situado sobre el vientre, a ambos lados de la mediana vertical que une el ombligo con la base del tórax a media altura.

La propiedad de este punto consiste en liberar el exceso de agua que encharca el suelo pélvico, de ahí el nombre de «barrera».

He aquí las indicaciones que señala Soulié de Morant:

 cabeza caliente y pies fríos;

 intestino grueso: estreñimiento;

 congestión de los órganos genitales (mujeres: «sangre mala» que permanece en el útero; hombres: prostatitis);

 llorar al escuchar música;

 soñar con agua corriente;

 síntomas agravados por la humedad, el mar o el río.

Al examinar esta lista, se comprende lo que significan las indicaciones. Se trata de liberar el exceso de plenitud de un elemento, el agua (o su equivalente coloreado, la sangre), que tiene tendencia a estancarse en la parte inferior del cuerpo (pelvis, pies) e influye en lo mental.

Según los chinos, el estreñimiento entra en esta situación de «éstasis inferior». Que estas situaciones se agraven por la influencia del mar y la humedad, la lágrima fácil y los sueños con agua parece demostrar que tiene algo que ver con el flujo de un líquido.

Mediante este ejemplo, se observa que un punto de acupuntura posee una coherencia, una justificación, una importancia tan única como el individuo a quien se va a puncionar. No está allí por casualidad, sino que parece participar en un programa adaptado a todas las situaciones que encuentran el cuerpo y el espíritu en la aventura de la vida.

¿Cómo es una aguja de acupuntura?

La aguja ha evolucionado mucho desde que empezó a tener usos terapéuticos. Se dice que a los antiguos punzones de piedra les sucedieron la flecha de bambú, de hueso y, finalmente, la aguja de metal.

Nuestros antepasados conocían nueve tipos de agujas, cuyo nombre, forma y denominación son testimonio de las preocupaciones metafísicas de los médicos de la época.

 Aguja n.º 1: cabeza en punta de flecha con la que se toca suavemente el punto; correspondiente al cielo. Se empleaba, pues, para liberar los excesos de sangre en la cabeza.

 Aguja n.º 2: cabeza redonda, correspondiente a la tierra. Parece que se empleaba para tratar a los niños. Siguiendo la analogía, probablemente servía para masajear la planta del pie (pie: tierra del hombre).

 Aguja n.º 3: aguja con tope, correspondiente al hombre. Se utilizaba para sangrar los vasos capilares en la superficie.

 Aguja n.º 4: triangular, correspondiente a las estaciones. Se empleaba para sangrías.

 Aguja n.º 5: aguja-sable, correspondiente a las notas musicales. Se solía utilizar para efectuar una serie de incisiones en los abscesos.

 Aguja n.º 6: fina y corta, correspondiente a las doce articulaciones (articulación: meridiano). Se usaba para atraer la energía defensiva a la superficie en el caso de los artríticos, aquellos que sólo son «piel y huesos».

 Aguja n.º 7: fina y larga, correspondiente a los planetas. Se solía utilizar fundamentalmente para estimular la energía nutricia, más profunda.

 Aguja n.º 8: muy larga, correspondiente a los ocho vientos (viento: dirección del espacio). Estaba destinada a tratar las afecciones antiguas y profundas.

 Aguja n.º 9: aguja llamada «de fuego», hecha en realidad de cobre, que se calentaba. Responde a los nueve «espacios» y se empleaba para el tratamiento de las afecciones musculotendinosas. Con esta última aguja se mencionó por primera vez el tipo de metal. El cobre se consideraba un metal precioso, inmediatamente después del oro y la plata. A los dos primeros metales se les atribuían virtudes particulares: el oro llama al aliento o lo tonifica; la plata, lo dispersa.

Hoy en día, el prestigio de los metales preciosos ha retrocedido, incluso en una disciplina tan tradicional como la acupuntura. Debe reconocerse que el acero constituye una aleación con propiedades notables. Por este motivo, incluso los chinos han abandonado el oro y la plata a favor del acero. Las ventajas de este residen en su facilidad de manejo y en su fiabilidad: las agujas hechas con este material son sólidas, flexibles, duras y no se desgastan fácilmente. Además, no resultan caras, lo que posibilita la utilización de material desechable en grandes cantidades.

Una forma de aguja tradicional que todavía se emplea actualmente es la flor de ciruelo: consiste en una serie de pequeñas agujas cortas montadas sobre una única base flexible. Se aplican pequeños golpes repetidos sobre una zona endurecida o con nódulos: la flor de ciruelo hace maravillas en el tratamiento de ciertos lumbagos acompañados de la presencia de nódulos intermusculares.

Las técnicas de la era moderna proponen conectar las agujas a circuitos eléctricos, con el fin de medir y cuantificar las dosis de energía. Esta técnica, aunque sea atractiva, no parece que aporte ninguna eficacia adicional en comparación con la técnica tradicional de la aguja simple. Algunos puntos necesitan ser tratados mediante el calor, pero la aguja es fría por naturaleza, así que se puede calentar antes de su colocación, o bien después.

Todavía mejor, puede emplearse la técnica denominada moxibustión. Un moxa tiene el aspecto de un puro o un cono de artemisa, con la propiedad de que se consume lentamente y desprende mucho calor. Se aproxima el moxa a dos centímetros de la zona a tratar y se calienta el punto hasta que aparece un enrojecimiento.

Esta técnica resulta esencial para ciertas indicaciones o localizaciones. Así, una picadura de insecto puede ser perfectamente circunscrita y tratada por aplicación de moxas en torno al punto de la picadura.

Otra de las indicaciones clásicas, que puede conducir a la sonrisa, es el ronquido inoportuno: se llena el ombligo de sal gruesa, que se calienta con el moxa. Por lo visto, con diez sesiones de diez minutos se obtienen un resultado magnífico...

El ombligo forma parte, además del ojo, el sexo y el pezón, de las zonas prohibidas para la punción. No obstante, se recomienda calentarlo (sin sal gruesa) en determinadas situaciones delicadas. Así, los chinos creen en su eficacia en el caso de «hemiplejías sin mejora», para lo que suelen recomendar «100 moxas» sobre el ombligo.

¿Por qué los médicos chinos toman el pulso?

Tomar el pulso forma parte del examen del paciente en todas las formas de medicina. No obstante, nadie ha aportado más precisión y minuciosidad a este delicado arte que los médicos chinos, que lo han elevado a la categoría de una verdadera ciencia, bautizada como esfigmología.

Los orientales consideran los «vasos que laten» preciosos indicadores del estado de salud, con la misma categoría que el color del rostro y el aspecto de la lengua.

■ ¿Cómo se toma el pulso?

Lo ideal es tratar a un paciente en ayunas, en reposo, colocado de tal forma que las manos se encuentren a la altura del corazón.

«La mañana es el mejor momento para tomar el pulso —precisa el Su Wen—, puesto que entonces la energía yin dormita y la energía yang todavía no se ha levantado.»

Cuando el sujeto se encuentra ya en estas condiciones «basales», el acupuntor puede empezar a trabajar. Se toma el pulso de la arteria radial, al nivel de la muñeca.

El método habitual consiste en tomar el pulso con tres dedos (índice, medio y anular) simultáneamente en los lados derecho e izquierdo.

Esto representa seis localizaciones distintas, tres a la derecha y tres a la izquierda, denominadas pie, barrera y pulgar.

El médico toma el pulso apoyando ligeramente los dedos, después con más fuerza.

En total, estas dos maniobras efectuadas con tres dedos sobre cada una de las dos muñecas del paciente permitirán recoger doce sensaciones: tres sensaciones profundas y tres sensaciones superficiales, a la derecha; y tres sensaciones profundas y tres sensaciones superficiales, a la izquierda.

Estas cifras no se deben al azar. Se trata de comprobar el estado energético de las vísceras:

 el corazón y el intestino delgado se aprecian en el «pulgar» izquierdo;

 el pulmón y el intestino grueso se aprecian en el «pulgar» derecho:

 el hígado y la vesícula biliar se aprecian en la «barrera» izquierda;

 el bazo/páncreas y el estómago se aprecian en la «barrera» derecha;

 el riñón y la vesícula se aprecian en el «pie» izquierdo;

 El Ming Men se aprecia en el «pie» derecho.

El Ming Men designa, según la visión china, el motor del hombre o, mejor dicho, el aliento original y específico que caracteriza a cada individuo; se encuentra en relación con los «tres hogares», cuya misión es vivificar el conjunto del organismo. Esta vivificación es esencial en el pensamiento chino, puesto que está relacionada con el agua y el fuego «sagrados», que determinan la conducta de cada uno. Tomar el pulso no es simplemente una tradición, puesto que se trata de conocer el estado del paciente, tanto globalmente como en sus detalles, en la superficie y en profundidad.

El estado del pulso varía según el sexo: en el hombre, el pulso izquierdo es preponderante, mientras que en el caso de la mujer es el derecho.

Puede variar según las estaciones:

 en primavera, el pulso se dice que está «en cuerda»;

 en verano, el pulso se dice que está «en gancho»;

 en la estación 5.ª, está «flexible»;

 en otoño, está «en pelusa»;

 en invierno, está «en piedra».

Su frecuencia es de cinco pulsaciones por cada ciclo respiratorio.

El ritmo debe ser regular y apacible; la consistencia, aterciopelada y elástica «como un pollito que pone lentamente la pata en el suelo».

Los niños presentan un pulso rápido y «apresurado». Las personas de edad tienen un pulso superficial, igual que las delgadas. Los obesos tienen un pulso profundo, mientras que las mujeres embarazadas tienen un pulso escurridizo.

Un pulso izquierdo más fuerte que el derecho indica una preponderancia del yang (energía dinamizante) y un pulso derecho más fuerte que el izquierdo indica una preponderancia del yin (energía estabilizante).

Los pulsos de tipo patológico tienen mil calificaciones que no detallaremos aquí. Sin embargo, conviene saber que se pueden ver —o, mejor dicho, distinguir—, según los especialistas, pulsos flotantes, húmedos, vastos, dispersos, blandos, sumergidos, escondidos, resistentes, vacíos, tensos, ásperos...

En conclusión, tomar el pulso se integra en un examen de conjunto; es un «ojo» adicional para el médico, ya que le permite reforzar y asentar el diagnóstico.

¿Qué observa el acupuntor en un paciente que lo visita por primera vez?

El acupuntor que recibe a un paciente por primera vez debe estar calmado, descansado, tranquilo, abierto y receptivo. Debe dejar sus propias preocupaciones en la antesala, cosa no muy difícil, ya que es parte esencial de su trabajo. Su cualidad principal es la disponibilidad. En los momentos iniciales, deja que vengan a él las impresiones que se desprenden del paciente.

Después, analizará y ordenará sus impresiones y observaciones. Ver, escuchar y sentir: esta es su misión.

Desde el primer momento aparecen muchos elementos a tener en cuenta: la corpulencia del paciente, el perfil y el modelado, el color de la tez, el tono muscular, el timbre de la voz, el ritmo del habla; y la cualidad y la estructuración de su lenguaje.

La corpulencia responde a una plenitud; la delgadez, a un vacío. Un paciente fuerte y vigoroso expresa una doble plenitud de yin y de yang; un paciente blando y corpulento expresa una plenitud de yin y un vacío de yang; un paciente delgado y vigoroso expresa un vacío de yin y una plenitud de yang; un paciente delgado y falto de tono expresa un doble vacío de yin y de yang.

La cabeza y la espalda derechas expresan la fuerza del raquis y del aliento llamado «ancestral», mientras que la postración y la espalda inclinada expresan debilidad.

Todo lo dinámico muestra la fuerza del yang. Cuando esta fuerza es excesiva, se observa excitación, agitación, fiebre, locuacidad y abundancia de gesticulación: se habla entonces de plenitud de yang.

Todo lo carente de dinamismo expresa el predominio del yin. Si este predominio es excesivo, se observa postración, debilidad, apatía, falta de vigor, languidez y pobreza en el lenguaje y la expresión: se habla entonces de plenitud de yin.

Si el paciente se queja del calor, transpira y lleva ropa ligera y, además, rechaza abrigarse o cubrirse durante la sesión, se trata de la plenitud de calor. Por el contrario, si se queja del frío, lleva ropa cálida y ropa interior de abrigo y se resiste a quitarse la ropa, es la plenitud de frío.

Si la persona presenta tics, gestos incontrolables o temblores, hay un escape de viento.

Si la voz es fuerte, hay plenitud de energía del pulmón; pero si es débil y carece de aliento, hay un vacío de la energía del pulmón. Si su voz es ronca, hay dificultad en el paso del aliento a la garganta.

Si el rostro tiene color, hay plenitud de sangre; pero si está pálido, hay vacío de sangre.

El color de la piel tiene, según la medicina china, cinco matices cuyas correspondencias ya hemos visto. En resumen, recordemos que:

 el color verdoso indica debilidad del hígado;

 el color rojizo indica debilidad del corazón;

 el color amarillento indica debilidad del bazo y el páncreas;

 el color blanquecino indica debilidad del pulmón;

 el color negruzco indica debilidad del riñón.

La luminosidad del rostro constituye a menudo un indicio interesante, puesto que da testimonio de la vitalidad profunda de la persona, de la intensidad del «fuego» interior que la anima. La persona que tiene Shien (Shien designa en China «el espíritu y su cualidad») posee una expresión viva y brillante, gestos expresivos y armoniosos, y una actitud franca y segura. Los orientales piensan que «un hombre sano no tiene un mal gesto».

La tipología del rostro y el cuerpo es más compleja y sutil que los anteriores elementos de observación; los chinos han elevado esta tipología a la altura del arte. Así, el capítulo LXIV del Ling Shu detalla cinco tipos humanos:

 Los tipos madera tienen un color que tira a verde, son altos y tienen los hombros anchos, y las manos y los pies, pequeños. Son trabajadores.

 Los tipos fuego tienen el color rojo, la cabeza pequeña, el mentón puntiagudo, la espalda, los hombros, las caderas y el vientre redondeados, las manos y los pies pequeños; andan deprisa, son ágiles y activos, desprenden mucha energía. Son previsores pero susceptibles y suelen ser incapaces de cumplir sus promesas. Su vida es generalmente de corta duración.

 Los tipos tierra presentan la tez amarilla, la cabeza grande, la cara redonda, los hombros y la espalda fornidos; y los muslos y vientre, grandes. Son calmados, generosos y no buscan honores.

 Los tipos metal tienen la tez blanca, la cabeza pequeña, los hombros estrechos; y las manos y los pies, menudos. Son sencillos, minuciosos y perspicaces. Son buenos jueces.

 Los tipos agua tienen un color oscuro, la cabeza grande, los hombros estrechos y el vientre grande. Aman el movimiento y su columna vertebral es más larga de lo normal; a menudo, no son honrados.

Nótese que las descripciones que se ofrecen presentan siempre estrechas afinidades con el elemento de referencia.

Con respecto al color: madera/verde, fuego/rojo, tierra/amarillo, metal/blanco, agua/negro.

Con respecto a determinadas características físicas: «... altos y de hombros anchos...» (1.er tipo), ¿acaso no es esta la imagen de un árbol en primavera?; «... andan deprisa, son ágiles y activos, desprenden mucha energía...» (2.º tipo), ¿no se trata de la imagen de un fuego que crepita?; «... grande... redonda... fornidos...» (3.er tipo), ¿no es la imagen de la tierra nutricia?; «... blanca... estrechos...» (4.º tipo), ¿no es la hoja de la espada?; «... aman el movimiento...» (5.º tipo), ¿no se trata de la corriente de agua?

Con respecto a lo mental: ¿hay algún «trabajo» (1.er tipo) que supere el de la vegetación en la estación verde? ¿Qué hay más «susceptible... incapaz de cumplir sus promesas... de corta duración» (2.º tipo) que una llama? ¿Hay algo más «calmado» y «generoso» (3.er tipo) que la tierra del campo? ¿Qué mejores emblemas de los «jueces» (4.º tipo) que objetos de metal como la espada y la balanza? ¿Qué hay menos «honrado» (5.º tipo) y más engañoso que el agua de las marismas y los océanos?

Vemos que los chinos, en su descripción de los tipos humanos elementales, son más finos y precisos de lo que pudiéramos pensar a primera vista.

Junto a esta tipología general, existe la de las vísceras, que exponemos con alguna reserva, ya que los textos de referencia no siempre coinciden:

 el estado del hígado se puede apreciar en el tamaño de los globos oculares;

 el estado de la vesícula biliar se puede apreciar en el tamaño del párpado inferior;

 el estado del corazón se puede apreciar en la longitud de la cintura escapular;

 el estado del intestino delgado se puede apreciar en la finura de los rasgos;

 el estado del páncreas se aprecia en el grosor de los labios;

 el estado del estómago se puede apreciar en la longitud del cuello;

 el estado del pulmón se puede apreciar en el tamaño de los espacios subclaviculares;

 el estado del intestino grueso se puede apreciar en el tamaño de las fosas nasales;

 el estado del riñón se puede apreciar en la finura del oído;

 el estado de la vesícula se puede apreciar en la finura de los orificios de la nariz.

La inspección de la piel completa el conjunto de este examen. Puesto que habitualmente no entraña ninguna dificultad, puede aportar informaciones muy valiosas.

Una piel seca indica un vacío de líquidos orgánicos, mientras que una piel grasa refleja un exceso de humedad.

La piel puede presentar distintas marcas que también son indicadores: pecas, lunares, cicatrices, durezas, callos y panadizos.

¿Cuál es el origen de tales particularidades? ¿Sobre qué meridianos aparecen? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Y su importancia?

Las lesiones calientes, rojas y dolorosas (como los forúnculos o el ántrax) indican un exceso de calor; las lesiones frías, consistentes, incoloras e indoloras (lipomas, verrugas y quistes) indican un retraso o una insuficiencia de aliento, lo que comporta la acumulación de materia.

Las uñas, dientes, pelo y cabello aportan información sobre la dialéctica del aliento y la sangre. Cuando esta no irriga suficientemente el cuero cabelludo, los cabellos se vuelven mates, secos y quebradizos, terminando por caer. La alopecia (desaparición del cabello) a mechones es signo de un vacío, con la participación del viento si aparece bruscamente. La abundancia de pelo indica la riqueza y calidad de la sangre: la mujer tiene menos pelo y es imberbe porque pierde sangre cada mes y, además, hay diferencias en la distribución de la sangre en ambos sexos. El estado de las uñas refleja la energía del hígado, y el de los dientes refleja la energía del riñón.

Todos estos datos, junto con el examen de la lengua y el pulso, deben complementarse interrogando al paciente, integrándolo todo en una visión general. También deben ponerse estos datos en su justa perspectiva según la situación social, geográfica y afectiva de la persona.

El Su Wen precisa: «Debemos preguntarnos si el paciente ha sido socialmente desarraigado, si se ha arruinado financieramente y, en fin, acerca de su alimentación, su residencia y su buena suerte o desgracias súbitas».

No interrogar al paciente acerca «del comienzo de una aflicción, una desgracia, un error en la alimentación o un estado de agotamiento» lo consideran los médicos orientales una falta grave a la buena comprensión del enfermo y la enfermedad.

Una vez precisado esto, no debe perderse de vista el principio que impera en la base de toda medicina, a saber: una agresión exterior, sea cual sea, refleja una falta de defensas interiores. Cada accidente, cada desorden y cada síntoma indica una insuficiencia de los alientos «ortodoxos», es decir, de las defensas del individuo. Si nos ponemos enfermos, nunca es, o no suele ser, tal como dice Kespi, culpa de otro (microbios, virus, ambiente o entorno), sino culpa nuestra. Hay que distinguir lo aparente de la causa, la rama de la raíz.

¿Cómo se desarrolla una sesión de acupuntura?

Resulta evidente que las «normas» que ofreceremos, suponiendo que existan normas, se aplican a la práctica de la acupuntura en Occidente.

Aun hoy en día, en China, no es raro que se hospitalice al paciente para tratarlo según el método ancestral. «Ancestral» no significa que esté superado. Los métodos chinos no observan ningún ritual determinado, sino unas normas y unos procedimientos que dan buen resultado.

Si conviene estimular el meridiano del pulmón a las 3 de la madrugada porque es la hora en que su energía está en el punto álgido, se despierta al paciente a las 2.55 y se procede a la punción correspondiente.

No es previsible que esto suceda en España, en las actuales condiciones en que se ejerce la medicina.

Por el contrario, en el caso de algunos pacientes es posible escoger la estación y la lunación óptimas para un tratamiento preventivo o de seguimiento.

 Ejemplo: un paciente tratado con acupuntura por la fiebre del heno que «explota» en mayo y junio será convocado para el año siguiente, si es posible en abril. Por otra parte, una paciente que padezca de piernas cansadas será tratada preferentemente en la Luna menguante, puesto que la energía domina la sangre en este periodo, mientras que la sangre domina a la energía durante la Luna creciente; esta última fase constituye, por el contrario, un periodo óptimo para tratar a una persona anémica. También se evita efectuar punciones en mujeres durante los dos primeros días de la menstruación, a causa del desorden energético. Finalmente, una persona adicta al tabaco que desee abandonar este hábito tendrá mejores posibilidades de éxito antes de —o durante— un periodo con menos tensiones o en vacaciones.

Una vez escogido y definido el momento y el ritmo de las sesiones, llegará el momento de abordar el tratamiento.

Algunos pacientes hacen una montaña del método de la acupuntura, bien porque les han dicho que «hace daño», bien porque conservan malos recuerdos de vacunaciones sufridas durante la infancia. Estas quejas no tienen fundamento. Si el acupuntor posee un mínimo de destreza, la colocación de las agujas no hace prácticamente ningún daño.

Las únicas excepciones están en los puntos de las extremidades y, aun así, si se ajusta la punción con la precisión y rapidez suficientes, el paciente se sentirá en la obligación de reconocer que «no hace daño alguno». No obstante, el médico habrá tomado la precaución de explicar al paciente lo que le hará, cuántas agujas le colocará y cuánto tiempo durará la sesión.

La duración de una sesión oscila entre veinte y cuarenta minutos. Con menos de veinte minutos se corre el riesgo de no ser eficaz; y con más de tres cuartos de hora se puede descargar al paciente como si fuera una batería.

Conviene tener en cuenta el temperamento de la persona. Las agujas serán más efectivas si se dejan colocadas más tiempo en una persona de reacciones lentas que en una persona hiperreactiva.

El paciente observará tal vez que el acupuntor «trabaja» las agujas después de colocarlas. Si la aguja está colocada correctamente, esta manipulación no será perjudicial. Su propósito es estimular la circulación del aliento a partir del punto de acupuntura.

Durante la mayor parte del tiempo de la sesión el paciente estará en posición de reposo, distendido. Para obtener esta distensión —de hecho, para la práctica de la acupuntura—, son deseables ciertas condiciones: silencio y discreción, luminosidad suave y calor suficiente en la habitación.

Una vez colocadas las agujas, el médico, después de comprobar que el paciente está cómodo, se ausenta de la sala para que el tiempo de colocación haga su efecto.

Una sesión de acupuntura no resulta aburrida, incluso si habitualmente sostenemos que somos incapaces de permanecer estirados media hora sin hacer nada.

Al comienzo no es extraño oír y percibir ruidos intestinales. Estos «cantos de intestinos», según la expresión que idearon los orientales, pueden considerarse los primeros indicios del trabajo de las agujas.

A continuación, el paciente se relaja inexplicablemente y es posible que llegue a dormirse. ¡Todo acupuntor se ha encontrado alguna vez a un paciente roncando y pensando que se encontraba en la cama, después de haberse pasado un cuarto de hora amodorrado!

Cuando el acupuntor quita las agujas, es posible que él y el paciente constaten un enrojecimiento de la piel en torno al punto: se trata de un indicio de sensibilidad epidérmica exacerbado, de la que convendrá sacar partido posteriormente.

Después de la sesión, el paciente puede experimentar lasitud e incluso fatiga. Esta sensación no suele ser desagradable; se parece mucho a la sensación que se experimenta después de un sano ejercicio o una larga caminata.

¿Qué enfermedades trata la acupuntura?

No es posible enumerar aquí una lista exhaustiva de las enfermedades que pueden beneficiarse de la acupuntura, aunque sólo fuera porque todavía no se han alcanzado los límites de este método.

La acupuntura está dirigida sobre todo a las afecciones denominadas funcionales, es decir, los desórdenes de las funciones mayores y menores del organismo: tono, equilibrio entre frío/calor, periodos de vigilia/sueño, sistema neurovegetativo, funciones de las principales vísceras, afecciones del revestimiento cutáneo y musculotendinoso.

Evidentemente, no se puede tratar una fractura, un tumor o una herida grave con la acupuntura.

Dicho de otro modo, las afecciones denominadas «lesivas» se escapan del ámbito del método y están fuera del campo de la acupuntura.

Sin embargo, en este punto caben matices. Tomemos como ejemplo el caso de un paciente que sufre de un cáncer de estómago no operable, una afección de un tipo claramente lesivo. Este paciente puede notar que algunos de los síntomas, en especial los dolores, remiten con la acupuntura, aunque ello no signifique una curación.

Igualmente, algunos estudios que se han realizado en el hospital de Saint-Jacques de París muestran la eficacia de la acupuntura al aplicarse en el tratamiento de enfermedades degenerativas del sistema nervioso tan graves como la esclerosis múltiple.

Aclarado este matiz, es necesario insistir en que el campo de la acupuntura abarca sobre todo el dolor, tanto moral como físico.

■ Dolor físico

La acupuntura se revela a menudo como un arma infalible contra las neuralgias, bien afecten al rostro, a las extremidades o al tronco; hace maravillas con las tendinitis, bursitis y periartritis; la migraña es una de las neuralgias más indicadas para el tratamiento con acupuntura, así como la tortícolis, el lumbago y la lumbociática.

Ocurre lo mismo con los dolores relacionados con disfunciones de las vísceras (dolores gástricos, vesiculares, cólicos, urinarios o genitales), que de ordinario se reducen con la acupuntura.

Esta eficacia no exime un diagnóstico riguroso que establezca el carácter orgánico o funcional de la afección, teniendo en cuenta que la frontera es difícil de trazar.

■ Dolor moral

La acupuntura es un remedio magnífico para las preocupaciones diarias, la ansiedad, el mal de vivre y la depresión reactiva; se ha revelado muy eficaz contra el ataque de pánico antes de un examen o una prueba, y habitualmente regula con éxito los problemas del sueño. No tiene unos resultados tan brillantes con los grandes psicóticos, esquizofrénicos, paranoicos, mitómanos y otros fóbicos. De todas formas, el actual recrudecimiento de los desórdenes psicológicos aumenta las filas de los candidatos a la acupuntura, junto a los tratamientos analgésicos tradicionales.

Al margen de estas indicaciones clásicas, en la parte más práctica de este libro volveremos a encontrar multitud de indicaciones interesantes: herpes, amigdalitis, nariz obstruida, la gripe en sus inicios, zona, hipo, mareo de los viajes, cistitis, problemas con la menstruación, palpitaciones, pesadillas...

Y a propósito de las pesadillas, la acupuntura también puede enfrentarse con las provocadas por los desórdenes de tipo alérgico, como la urticaria, la fiebre del heno, el asma, la conjuntivitis, la sinusitis, etc.

La indicación para la cual tiene más éxito actualmente es la del tabaquismo, del que volveremos a hablar más adelante.

En un futuro, su éxito estará muy relacionado con la obstetricia, revelándose extremadamente valiosa cuando se utilice más a menudo en los servicios hospitalarios especializados, sea en el transcurso del embarazo o durante el parto.

En conclusión, se trata de un método ambicioso y gratificante tanto para el paciente como para el médico, a condición de que se cumpla lo siguiente:

 que se emplee con discernimiento. Aquí daremos un porcentaje de las probabilidades de éxito para cada indicación;

 que sea practicada por un médico que garantice la fiabilidad del diagnóstico y la seguridad del paciente;

 que este último sea verdaderamente «paciente»: la eficacia de la acupuntura se apoya en la repetición de las sesiones; su acción es efectiva a largo plazo, contrariamente a otros tipos de medicina, cuya acción es más rápida y puntual.

Por consiguiente, si el lector aspira a una medicina lenta, profunda, natural y que tenga en cuenta su personalidad y temperamento, no quedará decepcionado...

¿Cuáles son los riesgos de la acupuntura?

La acupuntura es una medicina natural que se apoya en el cuerpo para regular sus desórdenes. Utiliza unos sencillos dispositivos metálicos, las agujas, para que el cuerpo enfermo vuelva a su estado normal.

La acupuntura intenta restablecer el «mapa magnético» que corresponde a un organismo, basándose en los recursos de energía de dicho organismo sin que intervenga ningún cuerpo extraño, a excepción de la aguja, que no es más que un mediador entre el cuerpo y su «programa», o entre el cuerpo y su entorno.

Todo es, por lo tanto, natural en el proceso de la acupuntura, contrariamente a la alopatía, que hace intervenir productos de síntesis externos a la química de los organismos. Ello no significa que la acupuntura esté desprovista de inconvenientes, pero no provoca efectos secundarios de forma tan brusca como lo hacen ciertos medicamentos, que provocan una úlcera gástrica o una hipertensión arterial, pérdidas de sustancia, alergias, infecciones y dependencias, por mencionar sólo los más espectaculares.

 El inconveniente más habitual en la práctica de la acupuntura es la aprensión experimentada por un nuevo paciente, que sólo ha oído hablar de esta terapia y hace una montaña de todo. El médico debe explicar al neófito lo que va a realizar y, si es necesario, hará una prueba sobre un punto del puño o el brazo. Este pequeño test servirá para que el paciente comprenda la benignidad y simplicidad del método.

 Algunas veces, la punción de un punto del revestimiento cutáneo ocasiona un pequeño hematoma. Esto indica que la aguja ha atravesado una vénula; por lo tanto, la aguja no se hallaba en el punto correcto y deberá introducirse de nuevo. En cuanto al minihematoma, no reviste gravedad y desaparecerá espontáneamente en uno o dos días. En caso necesario pueden aplicarse algunas compresas impregnadas en alcohol.

 También ocurre (cada vez menos, a medida que aumenta la experiencia del médico) que la aguja toca una rama o un filete nervioso, provocando un dolor más o menos vivo. Para que desaparezca la molestia, sólo hay que retirar ligeramente la aguja. La punción de un punto que se halle encima de un plano óseo puede implicar el contacto con el hueso, provocando así un choque perceptible para el oído, aunque indoloro. En este caso, también será suficiente retirar ligeramente la aguja para restablecer la normalidad.

 Un incidente que se describe con frecuencia, pero muy poco habitual en la práctica, es la lipotimia o malestar: el paciente, en un estado de agotamiento físico o nervioso, se siente mal, palidece y empieza a transpirar; el pulso se debilita y se hace más lento. Conviene entonces retirar las agujas ya colocadas y estimular los puntos E 36 y GI 10, que se encuentran bajo la rodilla y el codo (son unos excelentes agentes de «reanimación»). También se puede tomar un poco de aire fresco e ingerir dos o tres terrones de azúcar.

 Una sesión de acupuntura puede fatigar alguna vez al paciente. Se trata de una fatiga «sana» e indica el trabajo que ha efectuado el cuerpo bajo el efecto de las agujas; como hemos visto más arriba, el paciente experimenta la misma sensación que después de haber realizado una buena caminata.

 Después de una sesión, es posible que se produzca un contraefecto idéntico al que describen los físicos para algunos fenómenos electromagnéticos: los síntomas «se defienden» y se acentúa en un primer momento. Este contraefecto, aunque provoque una decepción en el paciente, debe ser considerado esperanzador para el resto del tratamiento. La repetición del programa de puntos conduce, nueve de cada diez veces, al efecto deseado, que consiste en aliviar el síntoma y no en acentuarlo.

El riesgo teórico de infecciones que acompaña a toda acción quirúrgica, aunque esta sea menor, no se da en la práctica. Se ha difundido entre el público, a propósito de la acupuntura, la idea del riesgo de hepatitis viral (en los años setenta) y, más recientemente, del sida. Tales efectos no han sido nunca observados ni descritos científicamente. La utilización de agujas de un solo uso elimina definitivamente esta posibilidad y los pacientes deben comprender que posiblemente se les ha querido alejar de un método que, por su simplicidad y por los resultados que obtiene, hace sombra al poderoso lobby farmacéutico.

¿Qué piensan actualmente los científicos sobre la acupuntura?

Desde hace unos quince años ha surgido una nueva generación de investigadores que, fuera de todo prejuicio, se han propuesto evaluar de la forma más precisa posible las bases científicas de la acupuntura. Sus investigaciones están orientadas básicamente en cuatro direcciones:

 la existencia de puntos y sus propiedades;

 la existencia de meridianos y sus características;

 los efectos inmunológicos de la acupuntura;

 los mediadores químicos que intervienen.

■ Los puntos

Niboyet (Francia, 1963) ha desempeñado un papel pionero con la medición del grado de resistencia eléctrica de los puntos, mostrando que los puntos de acupuntura ofrecen una resistencia cutánea («resistividad») claramente inferior a la del resto de la piel. Esto se corresponde con la noción ya descrita tradicionalmente de «hundimiento»: el punto se presenta como un cono hundido en la piel, constituido por tejido conjuntivo laxo, lo que explica que el dedo de la persona que manipula encuentre como un vacío en el lugar del punto. Todo acupuntor un poco experimentado conoce esta sensación.

El punto de acupuntura, como han demostrado Niboyet y Senelar, responde a una estructura anatómica un tanto singular. En el centro del cono se encuentra un grupo de filetes nerviosos y de pequeños vasos sanguíneos (especialmente, un gran número de vénulas), además de «micro-lagos» linfáticos. El conjunto que forman, envuelto con tejido conjuntivo más laxo que en el resto del cuerpo, se conoce con el nombre de chimenea neurovascular.

Está claro que el punto relaciona la superficie del cuerpo con todas las vías de comunicación —nervios, arterias, venas, canales linfáticos— que recorren la hipodermis paralelamente a la piel.

El diámetro del punto de acupuntura, según Bossy, varía de 1 a 5 mm, al menos en su proyección en la superficie; su profundidad varía según el lugar del cuerpo: puede ser muy superficial (de 1 a 2 mm de profundidad), cerca de las extremidades o, por el contrario, muy profundo (algunos centímetros) en algunos puntos abdominales o de las nalgas.

■ Los meridianos

Mussat (Francia, 1974) ha efectuado una serie de experimentos que arrojan las siguientes conclusiones:

 existe una variación constante de potencial eléctrico a lo largo de un mismo meridiano. Dicha variación alcanza su valor máximo en los dos extremos del meridiano;

 la línea-meridiano presenta una carga eléctrica particular, medible e independiente de los tejidos que la rodean;

 una señal eléctrica que se introduzca en un punto de un meridiano se propaga a lo largo de este. La misma señal, introducida en un punto cualquiera de la piel, no se vuelve a encontrar en ningún otro punto.

Bossy ha demostrado que la velocidad de propagación de la «sensación» de acupuntura es del orden de 10 cm/s. Esta rapidez es del todo singular y no se corresponde con la velocidad de conducción ni en los nervios de las vísceras ni en los nervios somáticos.

Y también con respecto a los meridianos, Darras y Vernejoul realizaron un experimento decisivo en el hospital Necker de París entre 1982 y 1984. Darras tuvo la idea de inyectar un marcador —el Tecnecio 31— en un punto de acupuntura situado en el tobillo, encima del supuesto meridiano del riñón (punto R 7). A continuación filmó, con la ayuda de una cámara gamma, la progresión del producto. Su sorpresa (y su satisfacción) fue constatar la migración del pequeño encharcamiento a lo largo de la pierna y después del muslo, siguiendo el trazado exacto del meridiano del riñón tal como lo habían descrito los chinos hace casi tres mil años. Todavía mejor, el tecnecio se concentró a continuación en el suelo pélvico, dibujando el contorno de la vesícula, la uretra y el riñón, según las aseveraciones de los textos tradicionales chinos. Un control efectuado en la otra pierna mostró que el trayecto seguido por el marcador no tenía nada que ver con las vías linfáticas, ni con los otros vasos sanguíneos.

Se trataba, pues, de un trazado original que todavía no se había descrito en Occidente y que corresponde en todos sus puntos al trayecto del meridiano del riñón descrito por nuestros antepasados.

■ Los efectos inmunológicos

Se ha observado con la acupuntura:

 un aumento de las betaglobulinas y gammaglobulinas de la sangre;

 un aumento de la leucocitosis (glóbulos blancos);

 una disminución de las inmunoglobulinas E después de aplicar la acupuntura en enfermedades alérgicas;

 un aumento de la circulación local y el drenaje linfático;

 una tendencia a la reabsorción de antígenos.

■ Los mediadores químicos

El canadiense Pomeranz ha demostrado que la acupuntura coincide con la liberación en el organismo de las hormonas llamadas «del placer» o endorfinas. Estas endorfinas, segregadas por ciertas zonas del cerebro bajo el efecto de la acupuntura, poseen numerosas propiedades comunes con la morfina base: efecto analgésico, aumento de la actividad onírica (sueños e imaginación), acción euforizante. Pomeranz ha demostrado que este mecanismo se bloquea con un antagonista de la morfina, la naloxona, confirmando así la intervención de las endorfinas en el transcurso de la respuesta acupuntural. Por el contrario, la naloxona no tiene ningún efecto sobre los efectos causados por la hipnosis, lo que subraya la diferencia entre ambos métodos.

Todas estas informaciones convergen hacia una justificación científica a posteriori de la acupuntura. No obstante, queda todavía mucho camino por recorrer, en especial para resolver el misterio de la especificidad de acción de los puntos. ¿Por qué un punto determinado, situado sobre un meridiano concreto, tiene una acción selectiva sobre las hemorroides, por ejemplo, mientras que otro punto, situado pocos centímetros más arriba del mismo meridiano, actúa en la rinitis alérgica o en los calambres?

De cualquier modo, es considerable la aportación de los investigadores franceses en el campo de la acupuntura, aportación que los convierte en interlocutores privilegiados de los chinos en los congresos internacionales de acupuntura.