La salida, voluntaria, consciente o inconsciente, fuera de la envoltura carnal supone un estado de distensión física. Situaciones como el sueño, el coma, la debilidad física y la meditación son favorables si el desdoblamiento es voluntario.
Desdoblamiento, ubicuidad, OOBE (Out of Body Experience), exteriorización, disociación, experiencia extracorpórea, viaje, proyección o salida astral... Existe una docena de términos para indicar el mismo fenómeno de orden mitad material y mitad suprafísico: la disociación del cuerpo sutil.
Al parecer, cada uno de nosotros ha vivido al menos una vez en el transcurso de su existencia una experiencia extracorpórea de manera inconsciente, y en menos ocasiones de forma voluntaria. La vida nos ofrece un infinito número de posibilidades de desdoblamiento, en una escala que va de la actividad normal de la vigilia a la muerte, la proyección astral sin retorno. Es posible desdoblarse mientras se duerme o en el transcurso de los sueños, principalmente a lo largo de las escenas oníricas de caída o vuelo. Hay quien sostiene que un ligero desdoblamiento, incluso de algunos centímetros, constituye una característica constante del sueño, que recarga así el organismo de energía cósmica. Asimismo, periodos más o menos largos de exteriorización pueden ser consecuencia de un estado de sufrimiento psicofísico, como una anestesia, una operación quirúrgica, un parto.
Las siguientes circunstancias son causas involuntarias de desdoblamiento: traumatismos, accidentes, caídas violentas, situaciones de estrés, hiperexcitación nerviosa, intoxicación, asfixia, anoxia, hiperventilación, sonambulismo, desvanecimiento. En cambio, el trance, la hipnosis, la magnetización, el empleo de estupefacientes y narcóticos, las prácticas de yoga y la meditación basadas en técnicas respiratorias son el terreno ideal para provocar este fenómeno.
Se habla de desdoblamiento involuntario cuando, sin tener ninguna intención de hacerlo ni haber utilizado técnicas particulares, y a menudo con un sentimiento de pavor y sorpresa, alguien se halla proyectado fuera de su propio cuerpo como consecuencia de una de las condiciones mencionadas. En cambio, la exteriorización voluntaria implica un deseo, un acto de voluntad que se apoya casi siempre en técnicas específicas.
Las técnicas orientales, el trance y la hipnosis representan los pilares de esta forma de desdoblamiento, que es la menos frecuente, ya que es la más difícil de obtener y de retener en la memoria. En efecto, independientemente de la intención, la persona que se desdobla no suele ser consciente de todas las fases que atraviesa. El momento de la salida y de la vuelta al cuerpo físico resulta muy propicio para verdaderos black-out, interrupciones momentáneas del flujo de la conciencia. En este caso, el recuerdo de la experiencia aparece vago, entre momentos de oscuridad total y de lucidez. En la mayoría de los casos no se recuerda nada. Uno se despierta sobresaltado, espantado, experimentando una sensación de caída y la impresión de estar sentado en su cama; pero pronto observa que no se ha movido, al menos físicamente, pues las sábanas no están revueltas. La censura psíquica ha corrido un velo sobre esta experiencia, seguramente demasiado traumática para los neófitos, relegándola a los laberintos del inconsciente. Nos hemos desdoblado, pero no somos conscientes de ello, no sabemos qué hemos visto, hecho o experimentado. A veces nos queda, como un viejo billete de tren en un bolsillo, un recuerdo de escenas oníricas más bien extrañas, un detalle completamente absurdo que nos hace sonreír o nos sorprende. Los expertos distinguen en este caso entre la catalepsia astral (el doble permanece durante toda la exteriorización de pie e inmóvil, a algunos metros del cuerpo físico) y el sonambulismo astral (el doble se mueve y visita lugares y personas cuyo recuerdo quedará filtrado por los sueños). Finalmente, se habla de desdoblamiento total cuando el fenómeno implica el cuerpo sutil, y de desdoblamiento parcial si la salida se limita a una parte del cuerpo.
E. Bozzano, parapsicólogo contemporáneo, clasifica los fenómenos de desdoblamiento en cinco grandes categorías:
— la sensación del miembro amputado en los mutilados y la impresión de tener un cuerpo completo en los hemipléjicos, que demuestran la permanencia del cuerpo sutil incluso donde el físico ha sufrido una mutilación;
— el desdoblamiento consciente en el cuerpo físico (el individuo percibe a su doble);
— el desdoblamiento con transferencia de la conciencia al doble (el cuerpo astral percibe el envoltorio físico);
— el desdoblamiento inconsciente mientras se duerme o durante los sueños (el doble es percibido únicamente por los demás);
— el desdoblamiento consciente en el cuerpo físico y en el astral (muy poco frecuente).
Un desdoblamiento puede durar desde unos instantes, en caso de que un ruido repentino o un miedo excesivo atraigan de nuevo el cuerpo sutil al cuerpo físico, hasta varios días o incluso semanas en situaciones como el coma. Sin duda alguna, para los occidentales, la permanencia en el plano astral de esos ascetas, que resisten sin alimento y sin agua a veces durante más de dos meses en estado de letargo, resulta increíble.
Naturalmente, todo el mundo puede desdoblarse: hombres, mujeres y niños. Parece ser que el viajero astral más joven cuyo caso se ha reflejado en las estadísticas no tenía más que dieciocho meses. Sin embargo, debido a la alta carga emocional que contienen estas experiencias, es aconsejable esperar para un desdoblamiento voluntario hasta los dieciocho o veinte años e interrumpir esta práctica antes de la edad senil.
No sólo los seres humanos tienen el privilegio de pasar por esta experiencia: parece que incluso los animales pueden. El psicólogo Nandor Fodor cuenta en este sentido una anécdota muy extraña. Poseía un perro que tenía una costumbre poco común: cada vez que veía el teclado de un piano abierto, se precipitaba a hacerlo sonar con las patas. Fodor, obligado por ciertos motivos a ceder su mascota a unos amigos, no pudo dar crédito a sus oídos cuando en el silencio de la noche reconoció los sonidos discordantes del principiante a cuatro patas, aunque la habitación estaba vacía y el perro se encontraba a varios kilómetros de distancia. Se trataba, por tanto, de uno de esos pocos casos de exteriorización que nos hacen creer que este fenómeno se da también entre los animales: el cuerpo sutil del perro, atraído por el teclado que le gustaba particularmente, se había desprendido de su cuerpo físico para alcanzar el objeto deseado.
La ausencia total de excitación muscular constituye la condición básica para el desdoblamiento, frecuente durante un estado de debilidad o un desvanecimiento, en el transcurso del sueño o la meditación bajo hipnosis, cuando el cuerpo se encuentra totalmente distendido.
En el caso de la exteriorización voluntaria, la inercia física debe ir acompañada en cierta medida de tensión mental. La voluntad de desdoblarse, las ganas de tomar alimentos o bebidas, el deseo de la presencia de una persona amada y ausente, así como la aspiración de volver a ver un lugar lejano, aparecen como factores que actúan en este sentido y permiten crear y mantener el buen equilibrio entre el sopor y la conciencia.
No resulta fácil aceptar la realidad del desdoblamiento. A pesar de las técnicas, las estadísticas e incluso las experiencias vividas, esta rama de lo oculto tan matizada e intangible exige al practicante continuas revisiones, pruebas y verificaciones.
Por supuesto, lo que se discute no es la credibilidad de este fenómeno, sino más bien su definición, ya que esta es tan vaga que resulta fácil confundir el desdoblamiento con otros fenómenos cercanos a lo paranormal.
Aunque en muchos casos se dispone de una buena documentación, el desdoblamiento corre el riesgo de ser tomado —a veces por el propio practicante— por un sueño telepático, por un episodio de clarividencia o por un fenómeno de materialización del pensamiento (ideoplastia). ¿Recordamos detalles de un lugar lejano al que vamos por primera vez porque lo hemos visitado con nuestro doble, o porque han sido percibidos por nuestra facultad de clarividencia? ¿Hemos aparecido realmente en el plano astral en X, o se trataba de una alucinación telepática provocada por el pensamiento? La parapsicología vacila a menudo frente a las preguntas que ella misma se plantea y para las que no siempre tiene respuesta. La medicina y la psicología, que trabajan sobre bases más materialistas, tienen tendencia, como es previsible, a clasificar el fenómeno explicándolo: la primera, como alteraciones del periférico; la segunda, como manifestaciones histéricas o desdoblamientos de la personalidad. Lejos de tener una actitud tan escéptica, concedemos a las hipótesis del desdoblamiento todas las oportunidades que se merecen, sin por ello creer en ellas a pies juntillas. En el ámbito de lo paranormal se oye hablar a menudo de lo invisible y lo oculto, como si se tratase de objetos materiales ordinarios, con el riesgo de construir castillos sobre cimientos de arcilla.
La apertura de mente no implica necesariamente la credulidad y la falta de espíritu crítico (que se exponen a las decepciones más fuertes). La disponibilidad a escuchar, a experimentar y a verificar sin fanatismo ni espíritu partidista representa en todos los ámbitos de la investigación de lo sutil, incluido el desdoblamiento, la actitud más sana y provechosa desde el punto de vista de los descubrimientos, de las experiencias y de las respuestas.