Cuando elaboramos una carta astral, somos como el pintor ante un lienzo vacío o el escritor frente a la hoja en blanco. Y entonces surgen las siguientes preguntas: ¿por dónde empezar?, ¿cómo hacerlo?, ¿cuáles son los primeros elementos en los que debemos basarnos?
Esta primera fase de la interpretación de una carta astral consiste en separar lo esencial de lo accesorio.
La mayor parte de los elementos de los que dispone la astrología tienen un lugar en la interpretación de la carta astral, pero se trata de utilizarlos en el momento oportuno. Como el escultor, el astrólogo empieza tallando el bloque, antes de pasar a los acabados, los detalles y la precisión.
A lo largo de esta obra, el lector verá que se le plantean una serie de preguntas. Con el tiempo, me he dado cuenta de que todo lo que veía y a lo que me acercaba, el conjunto de aquello que utilizaba y experimentaba en mi vida servía para alimentar la interpretación en el campo astrológico. Un signo o un planeta deben tener sus raíces en la materia misma de nuestra existencia. Nuestra vida cotidiana es la vivencia de la interpretación en astrología por analogías, similitudes y ciclos.
Si se practica de este modo pasa a ser bilateral: estudiando la astrología, entendemos mejor la vida, y al alcanzar una mayor comprensión de esta, mejoramos nuestro conocimiento de la astrología. Poco a poco podremos traducir cada una de sus partes en elementos vitales.
En primer lugar, es necesario separar de la astrología las ideas de determinismo y de predicción. Tenemos que acabar con la creencia de que una casa astrológica produce un efecto en el ser vivo, en nuestras existencias. Hay una relación entre los ciclos astrológicos y algunos acontecimientos de nuestra vida, pero la naturaleza de este vínculo debe separarse de la idea de influencia astral sobre el individuo.
Si observamos la relación existente entre un reloj y aquellas actividades que realizamos a diario, ¿qué es lo que constataríamos?
Sabemos que el ser humano tiene la costumbre de alimentarse tres veces al día.
A partir de esta constatación, podemos afirmar que, cuando las agujas de un reloj marcan entre las dos y las tres de la tarde, hay muchas probabilidades de que la mitad de la población del país esté comiendo.
Entonces, ¿sería lícito decir que las agujas del reloj son las que crean la sensación de hambre?
La causa real no está ahí, sino que debemos buscarla en nuestro metabolismo y en nuestros hábitos alimentarios.
Este fenómeno puede observarse porque los relojes marcan la organización social de las horas de las comidas. Pero todo el mundo sabe que, en caso de encontrarse en una situación de mucha actividad, una persona puede dejar pasar la hora preestablecida y comer mucho más tarde, o incluso saltarse la comida.
La astrología es una referencia exterior, que es simultáneamente temporal (los ciclos planetarios) y estructural (relación angular de los elementos de una carta).
Si imagináramos que, en cierta manera, el reloj también está dentro de nosotros, podríamos decir que la carta astral también está en nuestro interior.
La astrología está en relación con el universo en su conjunto, así como este se expresa a través de esta disciplina. Esta correspondencia ancestral entre el hombre y el universo aparece en muchas creencias y religiones. Tal como está anotado en la tabla de esmeralda, atribuida al legendario Hermes Trismegisto: «Lo que está arriba es como lo que está abajo para cumplir los milagros de una sola cosa».
Observando, día a día, los pequeños acontecimientos de la vida de las personas cercanas a nosotros, amigos y familiares, y de la nuestra propia, y poniéndolos en relación con los ciclos de la naturaleza, del cielo y del tiempo, llegaremos a una verdadera comprensión de la astrología, ya no exclusivamente teórica, sino sentida en todo nuestro cuerpo y ser.
Al leer una carta astral, «dialogaremos», podremos decir: «Entiendo exactamente lo que quieres decirme, porque yo mismo he pasado por ahí, lo he vivido».
Esta vivencia no es obligatoriamente extraordinaria, y su consciencia se encuentra en el acto, la emoción y el pensamiento de situaciones casi siempre banales.
Pongamos por ejemplo un ciclo simple: un día de nuestras vidas, la jornada más cotidiana posible, y observemos por qué fases pasa:
1. Nos despertamos (Aries).
2. Desayunamos (Tauro).
3. Escuchamos las noticias, leemos el periódico y nos ponemos en movimiento (Géminis).
4. Después de una relajante ducha, estamos despiertos, plenamente conscientes (Cáncer).
5. Hay que acompañar a los niños al colegio (Leo).
6. Luego vamos a trabajar (Virgo).
7. Damos los buenos días a los compañeros de trabajo y miramos la agenda del día (Libra).
8. A continuación empieza el trabajo en equipo (Escorpio).
9. El día es duro, pero se tiene que conseguir algo más que el día anterior (Sagitario).
10. Al final del día, el trabajo ha terminado, ya no se puede hacer más; se tiene que organizar el día siguiente (Capricornio).
11. Después de trabajar, quizá tenemos un poco de tiempo para nuestras actividades: deporte, pintura… (Acuario).
12. Ya vencidos por la fatiga, sólo pensamos en una cosa: olvidarnos de los problemas del día y acostarnos para empezar al día siguiente (Piscis).
Para practicar, observemos cualquiera de los ciclos de nuestra vida e identifiquemos las doce fases siguientes:
1. Impulso inicial.
2. Mantenimiento.
3. Actividad alrededor del impulso.
4. Consciencia de lo que aporta.
5. Uso personal de este impulso.
6. Puesta en práctica.
7. Relación con los demás y manera en que estos están implicados en nuestro impulso.
8. Producción común ligada a nuestro impulso.
9. Ideas y sugestiones alrededor de este.
10. Instauración de un método que permitirá regular los próximos impulsos.
11. Renovación de lo que ha aportado el impulso para planearse uno nuevo.
12. Desconexión, porque nuestro impulso ha finalizado y el próximo todavía no ha llegado: nos encontramos en una fase transitoria.
Otro ejemplo puede ser el marcharse de vacaciones:
1. Son las seis de la tarde, es la hora de ponerse de camino (impulso).
2. Acabo de cargar el coche (mantenimiento del impulso).
3. Salgo a la carretera (actividad alrededor del impulso).
4. Llego al lugar de las vacaciones (consciencia de lo que aporta).
5. Me doy un baño en la piscina y organizo un tentempié para la noche (uso personal de este impulso).
6. Pero como no he elegido pensión completa, todavía me quedan por realizar unas compras, hacer las camas, organizar la cocina, limpiar la vivienda (puesta en práctica).
7. Me relaciono con otros veraneantes (relación con los demás).
8. Tomamos el tentempié con más gente (producción común).
9. Mi vecino conoce unas ruinas arqueológicas que pueden visitarse; la idea es interesante (ideas).
10. Entonces hay que organizarse para encontrar un ajuste en la relación para que el vecino no esté siempre en nuestro apartamento o no decida sistemáticamente los destinos de nuestras salidas (instauración de un método).
11. Las vacaciones llegan a su fin, ¿dónde iremos el año próximo? (renovación del impulso).
12. De vuelta a casa, al trabajo, me olvido de las vacaciones y todavía no me planteo la próxima destinación estival. Ya pensaré en ello más adelante (desconexión).
Un último ejemplo, el desarrollo personal:
1. He nacido, ahora toca vivir (impulso).
2. Tomo consciencia de mi cuerpo, de la Tierra que trae mi vida y la alimenta, de esta llama interna y frágil (mantenimiento del impulso).
3. Intento entender sus mecanismos, su origen, su esencia y su naturaleza (actividad alrededor del impulso).
4. Me reconozco en lo que soy fundamentalmente, con una visión clarividente de mi espíritu (consciencia de uno mismo).
5. Me convierto en dueño de mi vida y tengo la libertad de utilizar lo que la Tierra me da para llegar a ser yo también creador del mundo. El mundo me ha creado y yo se lo agradezco creando el mundo (uso personal de este impulso).
6. Pero, por desgracia, las cosas no son fáciles, el mundo quiere una creación personal y no una copia. Tengo que producir algo que lleve mi firma en agradecimiento al mundo por haberme concedido esta posibilidad y ofreciéndole un reconocimiento infinito porque sin él no puedo llegar a crear (puesta en práctica).
7. Voy a relacionarme con los demás para intercambiar conocimientos (relación con los demás).
8. Una vez encontrado al otro, decidimos unir nuestras capacidades (producción común).
9. Del encuentro surge un enriquecimiento mutuo de nuestras competencias, una transmisión del saber (ideas).
10. La actividad adquiere envergadura y conviene definirse claramente en el marco de ella, ya que existe el peligro de que nuestra competencia se desnaturalice. Debo tener una visión perfectamente clara y serena de mi papel en esta comunidad. Para ello, despierta en mí la consciencia de un conjunto más amplio que me permite ver los vínculos y la posición que tengo con respecto a los demás (instauración de un método).
11. Una vez alcanzado un estatus colectivo en una organización que funciona bien y una relación con el mundo de la que puedo disponer en cuanto sea necesario —ya que está instaurada para un tiempo largo—, puedo buscar otro camino. Aquí todo está realizado, ya no puedo aportar nada; si me quedo, mi propia esencia se muere; ahora bien, tengo que conservarla viva para un próximo ciclo (abandono del impulso, pero no de la esencia).
12. No sé dónde voy. Tengo que ponerme en manos de la vida, que me lleva desde el nacimiento y que confía en mí, y yo a su vez lo hago en ella. Cierro los ojos, le doy la mano y me dejo guiar hacia una nueva puerta de la que sale un poco de luz, pero está tan lejos y es tan confusa que se me nubla la vista. Tengo que prepararme para franquearla (desconexión).
Podríamos poner otros muchos ejemplos. Estoy convencido de que estas líneas habrán sugerido al lector experiencias vividas, viajes, encuentros y, desgraciadamente, también pérdidas, alegrías y pesares.
No perdamos nuestra experiencia, lo que nos viene a la memoria, ya que, para que esta obra tenga un sentido para nosotros, hemos de unir nuestra vida y el sentido de nuestras experiencias a las definiciones, las observaciones y las explicaciones de este libro, las cuales requieren una reflexión por nuestra parte.
Consejo: al final del libro, en forma de anexo, el lector encontrará unas cartas astrales de San Pío (el padre Pío) para recortar (la carta tomada como ejemplo), una de ellas lleva el nombre de los signos, de los planetas y de los aspectos de la carta astral (véase *). Recórtelas y le servirán de ayuda para encontrar los diferentes objetos y tomar notas.