Ahí vienen los caribes

Los caribes fueron lo opuesto de los chibchas. Se distinguieron como feroces guerreros y conquistadores. Aunque procedían de la costa Atlántica —llamada costa Caribe por razones que aún no han podido esclarecerse—, penetraron hasta el interior del país a fuerza de cerbatana, hacha, maza, arco, flechas, bate de béisbol, guante de boxeo y otras armas que resultaban muy modernas para su tiempo. La conquista fue fácil. Mientras los chibchas sembraban cereales, los caribes sembraban pánico. Mientras los chibchas mataban el tiempo, los caribes mataban a los chibchas. Fue así como llegaron hasta las estribaciones de los Andes. No subieron hasta el altiplano por dos razones: primero, no se sentían invitados; y, segundo, les daba pavor el frío. Pero les bastaba con haber diseminado su semilla guerrera por los valles tropicales del interior. Era, al fin y al cabo, la única semilla que conocían.

Se atribuye origen caribe a algunos bravos pueblos del interior o kachakos, como se dice en lengua tayrona. Por ejemplo, los pijaos, que habitaron parte del Tolima, y los panches, que habitaron otras partes de otras partes. Sobre el origen del nombre de los pijaos la Academia de Historia de Buenos Aires ha divulgado una teoría bastante vulgar que fue desmentida por las mujeres de la tribu. En cuanto a los panches, eran tan fieros como la fama que los acompaña. Se sabe, por ejemplo, que alguna vez se produjo un desafío tribal entre los sutagaos y los panches en tierras de Sumapaz. Al campo de batalla se presentaron los panches con sus espantables atavíos, gritos y pinturas de guerra; sus rivales, no bien los vieron, salieron corriendo, sutagaos del susto.

¿Fueron caníbales los caribes? Esta pregunta merece una prudente consideración. Conviene advertir, ante todo, que los caribes no fueron una sola tribu, sino una especie de confederación de tribus de tierra caliente. Un antropólogo alemán ha llegado a señalar que el nombre de caribe no es más que la sigla correspondiente al Consejo Americano de Reuniones Indígenas Básicas Extraordinarias. Digamos, para no meternos en honduras —porque hasta allá llegaron algunos de estos indios en plan de pelea y de préstame unos pesos, hermano—, que los caribes eran, antes que una tribu, un talante. Un mal talante. Pero, volviendo a nuestra pregunta inicial, ¿eran caníbales los caribes? No hubo un solo caribe que lo reconociera, ni siquiera cuando consumían empanadas rellenas con un picadillo en el cual se han encontrado, sospechosamente, trozos de anteojos, dedos pulgares y retazos de boina vasca.

Consta en los relatos de fray John Jairo de Jadraque el siguiente diálogo que se produjo cuando don Nuño de Jerez, uno de los primeros conquistadores, se sentó a tomarse un café y fumarse un puro con el jefe caribe Chiquichá:

—Decidme, ilustre cacique, ¿sois vosotros caníbales? —preguntó don Nuño de Jerez.

—Compañero —respondió Chiquichá levantando el dedo índice en forma admonitoria y pedagógica—: no nos gusta que nos llamen caníbales. Vemos en este término un tratamiento discriminatorio, vejatorio y peyorativo que revela la típica alineación racista del pequeñoburgués. Nosotros, compañero, nos autodenominamos antropófagos. Es como más serio.

—Vaya, se necesita tener riñones para hacer lo que hacéis —dijo don Nuño de Jerez repugnado.

—Me ha dado una buena idea, compañero —replicó Chiquichá, e hizo una seña determinante a sus bravos guerreros guardaespaldas.

Dice fray John Jairo que esa tarde la tribu comió por primera vez riñones al Jerez.

Los pijaos sí eran sumamente caníbales: no solo se comían entre sí, sino que se comieron la d de sus antepasaos. De los sutagaos, ni hablemos.

En síntesis: algunos caribes eran caníbales y algunos caníbales eran caribes5. Pero ni todos los caribes eran caníbales ni todos los caníbales eran caribes. Incluso hay que presumir que no todos los caníbales eran caníbales —nunca falta un vegetariano que se tire la reunión de familia—, ni todos los caribes eran caribes, porque se sabe que en la costa Atlántica hay familias libanesas muy ilustres desde antes de que llegaran los descubridores españoles.

Lo que hay que entender es que el canibalismo no fue una costumbre arraigada, sino una moda que a veces estaba in y a veces out. Para no ir muy lejos, los cronistas posteriores al descubrimiento de América mencionan varios episodios en que los españoles se almorzaron a sus compatriotas. Así ocurrió con los expedicionarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Diego de Nicuesa6. Las cosas empezaban con «déjame darte un mordisquito, hombre, que llevo tres días sin comer», y acababan con que los más rudos hacían sancocho con los más tiernos. Entendámoslo: lo contrario habría sido ilógico.

Para poner fin a este capítulo que puede molestar a algunos espíritus sensibles —pero que fascina a la mayoría de los lectores, no nos engañemos—, conviene decir que el canibalismo fue a veces una moda generalizada que no respetaba sexo, nacionalidad, religión, sabor ni sazón. En este sentido, fue la negación del racismo: los indios se comían a los españoles, y los españoles hacían lo mismo con las indias. Lo cual nos conduce a la siguiente lección.

5 Se habla incluso de algunos caníbales en causa propia. El bolero caribe «Sabor a mí» parece demostrarlo.

6 Es comprensible que un tipo que lleva una Cabeza de Vaca en el apellido suscite obvios apetitos entre gentes que no prueban bocado desde hace semanas. Pero ¿por qué Nicuesa, que era un sujeto tan desabrido?