
¡Hola, loquillos!
No os lo vais a creer: el grupo de baile que formé con unos cuantos amigos de clase, los Tumblr, está de gira con David Peluso, el artista más maravilloso y guapísimo de todo el planeta Tierra. Esta noche actuamos en un pabellón ENOOOORME y hemos conseguido un SOLD OUT absoluto. Ha venido tanta gente a vernos que no cabe ni un alfiler. El público corea las canciones, salta y grita enloquecido mientras nos marcamos unos pasos espectaculares. Jamás en toda mi vida había sentido nada tan alucinante. No, espera, lo retiro, porque lo que está pasando ahora es todavía mejor. La música cambia a otra más lenta, David se coloca detrás de mí, me rodea la cintura con las manos y empieza a cantarme al oído. Su voz es tan aterciopelada y suave que tengo la sensación de que puedo tocarla. Cierro los ojos y, de repente, agarra un pompón peludo y me lo estampa en la cara con tanta fuerza que me caigo de culo.
Pero ¿qué...?
¡OOOOH, NOOOO! Tardo unos segundos en abrir los ojos y darme cuenta de que el pompón peludo no es otro que Zito, mi gato, que se acaba de sentar sobre mi nariz.
—Zito, me has despertado. ¡Con el sueño tan bonito que tenía!

El gato se vuelve a mirarme con sus enormes ojos amarillos como diciendo «no sé de qué me hablas» y se hace un ovillo en mi almohada. Me doy media vuelta y me acurruco entre las sábanas. A ver si consigo volver a dormir y seguir con el sueño justo donde lo he dejado. Pero no estoy de suerte: al instante mi móvil vibra y empieza a sonar la melodía del despertador. ¡NOOOO!
Zito se despereza como si se dispusiera a hacer caso del aviso. Falsa alarma: un par de estiramientos gatunos y se vuelve a enroscar en mi almohada. ¡QUIÉN FUERA GATO! Pues yo tampoco pienso levantarme ahora mismo. Cinco minutos más y me espabilo, prometido...
Por desgracia, mamá no tarda ni dos segundos en entrar en mi habitación y abrir las persianas.
—¡BUENOS DÍAS, DORMILONA! ¿No has oído el despertador?
Juraría que me lee el pensamiento. Cada vez estoy más convencida de que tiene superpoderes.
—SSSMMM.
No consigo decir nada más antes de que mi hermano Enzo entre corriendo en la habitación y salte encima de mí como si la cama fuera una piscina y yo un colchón inflable.
—¡Lolitaaaaaa!
¡CHOF!

—¡Buenos días! —me dice con una sonrisa gigante a la vez que me inunda a besitos.
Desde luego, no hay nada como una minisesión de cosquillas matutinas con Enzo para despejarte por completo. En fin, más vale que me ponga en marcha. ¡El olor de las tostadas me llama!

¡MEEEC!
—Mamá, esa debe de ser Ana. Me voy VOLANDO, que no le gusta nada esperar —le digo a la vez que abro la puerta para marcharme.
—¡Claro, cariño! ¡Que pases un buen día!
—¡Y tú también! ¡Hasta luego, guapi!
Es una SUERTE poder hacer el camino al insti acompañada de una amiga y más si es tan simpática como Ana; así parece mucho más corto. La conocí el año pasado, al igual que a mis otras dos amigas del alma, Carla y Lucía, que como de costumbre nos están esperando en la puerta del centro. Nos hemos ido viendo durante las vacaciones de invierno, así que en teoría no tenemos muchas novedades que contarnos, pero, como dice mi madre, a nosotras nunca se nos agotan los temas. Esta mañana les relato mi sueño de un tirón antes de entrar.
—Mi hermana cree que es uno de esos sueños premonitorios —termino—. Yo no creo que exista nada parecido, pero... ¿OS IMAGINÁIS?
—Bueno, hay teorías que... —empieza a decir Ana, que es una enciclopedia con patas, pero Carla la corta emocionada.
—¡UAAALA, LOLA! ¡Una gira con David Peluso! Tú eres un poco brujita, ¿verdad? Por favor, por favor, que se haga realidad.
—Sí, sobre todo esa parte en la que él le arrea un POMPONAZO en la cara y Lola se cae de culo delante de un estadio lleno de público hasta la bandera. ¡Glorioso! —suelta Lucía.
Estallamos en CARCAJADAS y todavía seguimos riendo cuando entramos en clase. Qué ganas tenía de verlos a todos. Incluida la friki de Svetlana, que tiene un corazón enorme, aunque no lo parezca. Y las gemelas Blanca y Nieves, que en verdad parecen sacadas de un cuento de hadas, y Jorge, con los «NOTAS» de sus amigos. Tengo la sensación de que hace tres meses que no los veo en lugar de poco más de dos semanas.
—Mira, Lola, allí están Rita y Romy —me señala Carla. Me vuelvo a mirarlas y sonrío. Hace nada las considerábamos un par de estiradas porque no se relacionaban con nadie, y, en cambio, ahí están ahora, SUPERINTEGRADAS, hablando con...
¿¿??
—¡Chicas, chicas! —ES XIMO, nuestro radiomacuto particular. Tiene un don especial para enterarse de todas las novedades. Ahora se acerca a abrazarnos con sus pantalones anchos y su gorra roja—. Tenemos una compañera nueva. Se llama Camila y es un pibón. Está ahí, en medio del corrillo. ¿LA VEIS? Es la cabecita pelirroja de la primera fila. Y ya se ha metido a media clase en el bolsillo.
—¡Pues, qué bien! —dice Carla con retintín. Yo la miro horrorizada, porque Carla es SUPERAMABLE y casi todo el mundo le cae bien, pero enseguida me percato del motivo de su reacción: César, el único chico que le gusta, además, de David Peluso, es uno de los sonrientes moscardones que revolotean alrededor de la chica nueva.
—Venga, vamos a saludarla —propongo para animarla—. Es su primer día, seguro que está deseando hacer amigos. Todavía me acuerdo de cuando yo estaba en su misma situación.
En cuanto nos acercamos más, entiendo por qué Carla se ha puesto un pelín celosa. Ximo no se equivocaba. Camila tiene unos preciosos ojos verdes, es elegante como una bailarina y lleva un conjunto turquesa de lo más Tumblr.
—Hola, soy Lola —me presento—. Estas son mis amigas Carla, Ana y Lucía. BIENVENIDA A CLASE.

—Muchas gracias, yo soy Camila —dice, y nos planta dos besos a cada una—. Es mi primer día y, la verdad, estaba un poco asustada porque no conocía a nadie y... te sientes muy sola cuando eres la nueva.
—Pues realmente no parece que hayas estado sola mucho tiempo —le suelta Carla. Le pego un codazo con disimulo. Espero que Camila no haya notado lo mosqueada que está.
—No, la verdad es que no. Sois todos tan majos... Por cierto, me flipa tu camiseta y te queda de maravilla...
—Vaya... muchas gracias —le responde mi amiga un tanto cortada, ahora con una sonrisa incipiente—. A mí me encanta tu conjunto.
Salta a la vista que esta chica sabe hacer amigos. Tengo la sensación de que podríamos seguir charlando todo el día, pero Bernadette, la profesora de creatividad, entra en clase como un barco a toda vela y nos corta el rollo de golpe y porrazo.
—Buenos días a todos. VENGA, VENGA, A VUESTROS SITIOS. A ver si conseguimos un poquito de silencio y podemos empezar.
Hala, tan directa como siempre. ¿Acaso no sabe que llevamos todas las vacaciones sin vernos? Esta mujer no tiene piedad. En fin.
SUSPIRO.
—Qué simpática es Camila ¿verdad? —le susurro a Svetlana, que se está sentando justo delante de mí.
—Sí, eso parece. El tiempo lo dirá.
Quiero mucho a Svetlana, en serio, pero he de reconocer que, a veces, es más seca que un zapato.
—Por si queda algún despistado que todavía está en babia, hoy tenemos UNA COMPAÑERA NUEVA EN CLASE. Así que vamos a dejar que se presente, ¿de acuerdo? — continúa la profe. Le pide a Camila por gestos que se ponga de pie.
—Hola, buenos días, mi nombre es Camila —empieza con una DESLUMBRANTE sonrisa—. Mi familia y yo acabamos de mudarnos a la ciudad. Todavía no conozco a nadie y he dejado a mis amigos atrás, así que os agradezco mucho el recibimiento. Estoy convencida de que nos llevaremos muy bien. Aún no he tenido oportunidad de saludaros a todos, y he pensado que, para que nos conozcamos un poco mejor, voy a celebrar una fiesta en mi casa el próximo viernes. Tenéis que venir TODOS. Si os apetece, claro. He preparado invitaciones con la dirección y... bueno, todo eso. LUEGO LAS REPARTO, ¿VALE?
Todo el mundo estalla en vítores y aplausos, y Marcos, uno de los «notas», tira la carpeta por los aires.
Hace un tiempo habría resoplado con impaciencia, pero ahora miro a mi alrededor encantada. En mi clase aprovechamos la más mínima excusa para liarla parda. Qué bien sienta estar de vuelta.
Bernadette se las ve y se las desea para que vuelva a reinar el silencio en el aula. No cabe duda de que Camila HA EMPEZADO CON BUEN PIE.

Nos hemos pasado toda la semana esperando con impaciencia la llegada del viernes. Bueno, con MÁS impaciencia de lo habitual. Mis amigas han venido a casa para que las maquille y las peine. Saben que me encanta, y celebrar las cuatro juntas una sesión de estilismo es CASI TAN DIVERTIDO como salir de fiesta. Hemos probado un montón de peinados. ¡Nos ha costado muchísimo decidirnos! Este ha sido el resultado:
Carla: Dos trencitas que parten de las sienes hacia la parte trasera de la cabeza, al estilo hippie. Va mucho con su estilo.
Ana: Pelo suelto. Al principio no quería hacerse nada, pero al final ha accedido a que le rizáramos la melena con unas tenacillas. Con una diadema de Carla, parece un hada.
Lucía: Se ha empeñado en hacerse dos moñitos, como un personaje de anime japonés. Al principio yo no lo veía claro, pero se me ha ocurrido enrollarle un mechón a cada lado de la coronilla y dejarle el resto de la melena suelta y, ejem, no es por nada, pero ha quedado espectacular.
Yo: Uno de mis peinados favoritos. Cuatro largas trenzas, primero pegadas a la cabeza y luego sueltas. ¡Boxer braids al poder!
Estamos tan contentas con el resultado que nos hemos hecho un selfie antes de salir hacia la fiesta. ¡Mirad!

Teníamos el presentimiento de que la casa de Camila iba a ser una pasada, pero cuando llegamos casi nos caemos de espaldas. ¡Menudo casoplón! Es LA MANSIÓN MÁS ALUCINANTE que hemos visto jamás, como sacada de una revista. ¡Casi no nos atrevemos a cruzar el salón, por miedo a romper algo! Caminamos en dirección a la música como atraídas por un imán y salimos al jardín trasero que han climatizado con estufas de exterior. ¡QUÉ AMBIENTAZO! Es un espacio precioso, una gran extensión de césped rodeada de parterres con toda clase de flores. En una zona lateral está la piscina, y en una esquina del jardín que queda más elevada hay una pérgola con un suelo entarimado. ¡Menudo lujo! Me quedo embobada mirando el cenador sin poder evitarlo: PARECE UN ESCENARIO. Me estoy imaginando la COREO que montaría ahí arriba cuando atisbo al otro lado tres mesas larguísimas sobre las cuales han servido un auténtico banquete: bebidas, canapés, minibocadillos, pastelitos... Al ver la bandeja de sushi, busco un plato a toda prisa. ¡ME VUELVE LOCA! Lucía se lleva la mano a la boca y empieza a hacer ruidos raros.
—¡Puaaj, qué asco!
—Lucía, guapi, no seas desagradable. Si no te gusta el sushi, no te lo comas.
—No, si me encanta —dice entre toses—. Pero como estoy boquiabierta desde que hemos entrado, creo que me he tragado una mosca.
—¡PUAAAAJ! —coreamos las demás. Y cerramos la boca deprisa y corriendo porque eso mismo nos habría podido pasar a cualquiera de nosotras. Jamás nos habían invitado a un fiestón tan CHIC.
Camila se acerca a saludarnos como la perfecta anfitriona. Va superelegante, con un mono de patas acampanadas y una chaqueta de peluche rosa.
—¡Muchas gracias, por venir!
—Gracias a ti, Camila. ¡Esto es alucinante! —le respondo con sinceridad.
—Sí, Camila, es la fiesta MÁS CHULA a la que he asistido nunca —dice Ana.
—Lo has puesto todo tan Tumblr... Y qué comida tan rica —añade Carla.
—Ya lo creo, hasta me he tragado una mosca...
—Perdona, ¿qué?
—No le hagas caso, quiere decir que ESTÁ FLIPANDO —traduzco. La pobre Camila aún no está acostumbrada a las salidas de Lucía.
—Me alegro de que os estéis divirtiendo. Si me perdonáis, voy a seguir saludando —se disculpa sin perder la sonrisa. La seguimos con los ojos mientras se aleja para recibir a Jorge y otros amigos, que acaban de llegar.
—Vamos a buscar bebidas —propone Lucía—. ¿Creéis que tendrán refrescos de aloe vera?
Ana y yo NOS PARTIMOS DE RISA, pero Carla está distraída. No deja de mirar a todas partes y estira el cuello en plan disimulado. A mí no me engaña.
—QUÉ FIESTÓN, ¿verdad?
Creo que no falta nadie —le suelto para chincharla.
—No seas mala —responde—. Ya sabes a quién estoy buscando. No veo a César por ninguna parte y como no venga ME VA A DAR ALGO.
—Pues claro que vendrá. Y me juego cualquier cosa a que no tendrá ojos para nadie más.
—Aish, ¿tú crees?
—Pues claro. Eres la chica MÁS INTERESANTE de toda la fiesta.
—Gracias, Lolita. Cuánto te quiero.
Empiezo a pensar que algo de brujita sí tengo, porque ha sido nombrar a César y verlo cruzar la puerta. Pobre Carla, se ha puesto colorada como un tomate.
—Venga, vamos a bailar —le digo para distraerla.
Cuando llevamos un buen rato en la pista que han improvisado junto a la piscina, la canción que está sonando se detiene de repente. Por un momento he pensado que nos habíamos quedado sin música. ¡Qué faena! Eso estropea cualquier fiesta y con lo que se lo ha currado Camila...
FALSA ALARMA. Camila se ha plantado en la pérgola-escenario para explicarnos que le encanta bailar y que últimamente ha estado subiendo sus coreografías a Tik Tok.
—Y aprovechando que estáis todos aquí, me gustaría enseñaros la más reciente.
¡HALA, QUÉ VALIENTE! No sé si yo me habría atrevido, de buenas a primeras. El caso es que lo ha hecho superbién y la hemos aplaudido a rabiar. Tenemos que proponerle que se una a los Tumblr. Sería un GRAN FICHAJE. Y parece que no soy la única que lo piensa porque en ese momento llega Ximo corriendo.
—¡Lolita! ¿Has visto qué bien baila? Sería GENIAL tenerla en el grupo, ¿no crees?
No me da tiempo a contestar, porque la clase al completo ha empezado a pedir a voces que los Tumblr suban ahí arriba a bailar. ¡QUÉ CORTE! Reconozco que nuestra última actuación fue un exitazo, pero no pensaba que la gente lo recordara hasta ese punto.
—¡Lolita, Lolita, Lolita! —repiten una y otra vez. Igual que si estuviéramos en un campo de fútbol y animaran a su equipo favorito.
Mis amigas me están mirando con unos ojos como platos. Están tan alucinadas como yo.
—¿Por qué no bailamos la última coreo que hemos estado practicando? —propone Ximo, emocionado.
—Pero le falta un poco de ensayo, ¿no?
—Venga, que no es para la tele ni nada —replica, y tiene razón—. Además, un artista se debe a su público.
Todos los miembros del grupo asienten, así que nos plantamos en la pérgola entre los aplausos de nuestros compañeros y, aunque nos quedan algunos detalles por pulir, en cuanto Jorge encuentra en el ordenador el último TEMAZO que hemos estado ensayando, todo lo demás desaparece. Como me pasa siempre que piso un escenario, me olvido de Camila, de la fiesta y hasta del público que nos mira, y ya solo estamos nosotros, LA MÚSICA Y LA MAGIA QUE NOS ENVUELVE. Las gemelas hacen su última pirueta, la melodía llega a su fin y yo me siento como si saliera de un trance. Seguro que hemos tenido algún que otro tropiezo pero, a juzgar por el griterío, hemos triunfado por todo lo alto.
En cuanto bajamos del escenario, corremos a felicitar a Camila por su actuación.
—¡Camila, nos ha encantado tu baile! ¡TIENES MUCHO TALENTO!
—Gracias. Es mi gran afición. Bailo desde que tenía cinco años.
—Pues... creo que hablo en nombre de todos al decirte que NOS ENCANTARÍA QUE TE UNIERAS A NUESTRO CLUB DE BAILE —le propongo en plan formal.
—Sí, Camila, sería genial —asienten mis amigas—. Apúntate al grupo, te divertirás un montón.
Por un momento parece que vaya a aceptar, pero luego adopta una expresión rara.
—Pues... muchas gracias, pero es que... veréis, yo ya tengo mi propio grupo.
Y, dando media vuelta, nos deja allí con un palmo de narices.
—¡Qué lástima! —se lamenta Blanca.
—Nos habría venido muy bien una bailarina como ella —añade Nieves.
—Pues sí. Pero tengo la sensación de que nuestra propuesta no le ha hecho demasiada gracia, ¿verdad? —comenta Lucía con expresión de extrañeza.
—Bueno, si ya tiene un grupo es normal que no quiera dejarlo —la defiendo.
—Es verdad —asiente Ana—, si no fuera por un pequeño detalle. Si acaba de mudarse y no conoce a nadie, ¿DE DÓNDE HA SACADO EL GRUPO DE BAILE?
