A modo de introducción

El abuelo José y sus nietas

Después de liberar medio continente, José de San Martín comenzó a ser perseguido por sus enemigos de siempre: los unitarios de Buenos Aires, que no le perdonaban el haber elegido la lucha por la independencia por encima de las guerras civiles. Lo hacían responsable de la caída de la capital en manos de los caudillos del Litoral, en 1820, y lanzaron una campaña de calumnias en su contra en los medios de prensa afines a Bernardino Rivadavia, el todopoderoso ministro de gobierno de la provincia más rica del país. También lo rodearon de espías y hasta lo amenazaron de muerte.

José no pudo siquiera llegar a tiempo para darle el último adiós a su esposa Remedios. Finalmente, en medio de anuncios en la prensa sobre posibles juicios totalmente arreglados para inculparlo, decidió de todos modos bajar a Buenos Aires desde Mendoza, para rendirle un último homenaje a su compañera, y reencontrarse con su querida hija Merceditas, «Chiche» como le gustaba llamarla, que había quedado al cuidado de su abuela y de su tía mientras él encaraba la campaña al Perú.

Junto con Merceditas fueron a la tumba de Remedios y colocaron una placa de mármol en la que el general había hecho tallar: «Aquí descansa Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín».

imagen

Era tanta la ingratitud y la persecución, que José decidió marcharse de su amada patria junto a su hijita y a Eusebio, su asistente peruano. Desde el puerto partieron hacia Francia, donde gobernaban nuevamente los Borbones, primos de Fernando vii, por lo que les negaron el ingreso argumentando que San Martín era «un peligroso revolucionario americano». De allí pasaron a Inglaterra, pero la vida en ese país les resultó tan costosa que se instalaron en la más humilde y económica Bruselas.

José, Mercedes y Eusebio vivirán muy modestamente en la actual capital de Bélgica, porque el gobierno de Buenos Aires no le pagaba al general sus pensiones. Hubo que esperar a que los vientos políticos cambiasen para que, hacia 1830, cuando cayó la dinastía borbónica, San Martín se mudara a París. Allí, el Libertador conocerá a un hombre que será clave en su desembarco en esta ciudad: Alejandro Aguado, un banquero español muy rico y con excelentes contactos en todos los niveles, que además era empresario de la Ópera de París y en su mansión tenía una de las mejores colecciones de obras de arte de Europa.

A José le fascinaban la pintura y la música, por lo que el vínculo con Alejandro se estrechará. Con la ayuda y el asesoramiento del banquero comprará un bello departamento cerca de la Ópera de París.

En 1832, padre e hija enfermaron gravemente de cólera y fueron atendidos por el médico argentino Mariano Balcarce, hijo del general Balcarce, un querido amigo y compañero de San Martín en el Ejército de los Andes.

En esos tiempos del cólera nació el amor entre Mariano y Mercedes, que se casaron en diciembre de ese mismo año y partieron de luna de miel a Buenos Aires.

A comienzos de 1834, Mercedes y Mariano regresaban a Francia con un miembro más de la familia: María Mercedes Balcarce, la primera nietita del Libertador, que había nacido en Buenos Aires el 14 de octubre de 1833.

En su regreso, junto con el histórico sable corvo que su suegro le había pedido especialmente que recuperara, Mariano Balcarce le llevó a San Martín las sumas que hacía años el gobierno le adeudaba y que su cuñado Manuel Escalada venía sistemáticamente reclamando. Con esos fondos y la ayuda adicional de Aguado, en 1834, el Libertador compró su casa más famosa en la comuna de Évry, a veintisiete kilómetros de París. La población, por entonces, se dividía en dos sectores: Petit Bourg, donde se encontraba la mansión de Aguado, y Grand Bourg, donde estaba la vivienda de San Martín.

La casa –cuya reproducción, construida en Palermo, Buenos Aires, en la década de 1940, es la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano y puede visitarse– era un edificio de tres plantas y sótano, con sala, comedor, ocho dormitorios y otros tres para el personal doméstico. Estaba en un predio de una manzana, con un jardín donde el general practicaba su afición por la floricultura y la horticultura, y tenía una caballeriza, entre otras dependencias.

imagen

La familia –a la que el 14 de julio de 1836, día del aniversario de la Revolución Francesa, se sumó Josefa Dominga Balcarce, segunda nieta del general– vivía en esa casa de Grand Bourg en los meses de primavera y verano.

El vínculo del abuelo con sus nietas fue entrañable. Les fabricaba muebles para sus muñecas, les enseñaba a pintar como había hecho con Mercedes, las llevaba a pasear a caballo y cuando caía la tarde, frente a la chimenea en invierno y en el jardín en verano, les contaba historias y cuentos. Algunos tenían que ver con su agitada e interesante vida, otros los había recogido andando y batallando por los caminos de tres continentes.

A nuestro querido Libertador le interesaban muchas cosas y supo transmitirle esa curiosidad primero a su hija Merceditas y luego a sus nietas.

Le encantaba la música, tocar la guitarra, pintar paisajes marinos, hacer muebles y trabajar la madera, ocuparse de la huerta y del jardín, y hasta arreglar relojes. Dedicaba horas a la lectura y entre sus preferidos estaba el Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra, y las obras de filósofos griegos. También leía con mucho interés los diarios que le llegaban de Buenos Aires y que le traían noticias de su querida y lejana patria.

En 1848, la familia se mudó a Boulogne sur Mer, en la costa de Normandía, y alquiló un departamento en lo alto de la Biblioteca Pública. A causa de sus cataratas avanzadas, el general quedará ciego, pero seguirá hasta los últimos días contando sus historias y pidiéndole a Mercedes que le lea los diarios argentinos y algunas páginas de sus libros preferidos.

El abuelo José murió a los setenta y dos años, en 1850. Su amada nieta María Mercedes, apasionada de la lectura y siempre dispuesta a las buenas obras y ayudar a los demás, murió muy joven, a los veintisiete años, por una mala praxis médica.

Josefa Dominga, «Pepita», vivió muchos años. Se casó con un diplomático mexicano de familia muy adinerada y juntos compraron una enorme mansión en Brunoy, que a la muerte de su marido, la nieta del Libertador destinaría a un hogar para los pobres. Durante la Primera Guerra Mundial, cedió parte del lugar para la instalación de un hospital. Terminado el conflicto, Josefa Balcarce fue honrada con la mayor distinción que otorga el gobierno francés: la Legión de Honor. Tras donar todos sus bienes a los necesitados, Pepita murió en 1924.

Nos quedan las historias, estos cuentos que el abuelo José les podría haber contado a sus nietas, que aquí les dejo y espero disfruten mucho.

imagen