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EL LENGUAJE CORPORAL Y LOS NIVELES DE AUTOESTIMA

La autoconfianza es el reflejo del cultivo de mente, alma y espíritu.

El manejo y control de emociones es la base para alcanzar una personalidad estable y madura. Sin embargo, por innatismo, tipo de crianza, impacto del entorno y situaciones específicas vividas de cada quien, aquellas emociones que predominan y se instalan en el interior serán las detonantes de ejercer determinado tipo de lenguaje corporal.

1. Gestos vinculados a la apatía, complejos de inferioridad y desgano

A nivel kinésico (gestos del rostro, postura):

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2. Gestos vinculados a la timidez, fobia social, nerviosismo

El miedo es una de las emociones que más le cuesta al hombre manejar. Sin embargo, existen personas más susceptibles y se han sentido amenazados ante el tipo de paralenguaje (tono, forma y manera) en que sus progenitores, docentes y personas de autoridad les han hablado.

Por intolerancia, impaciencia y carencia de preparación emocional, algunos padres, que además padecen ansiedad, se expresan hacia sus hijos para criticarlos en tono despectivo, amenazante y con adjetivos calificativos que van minando su autoestima.

Las consecuencias ante ello son complejas si la persona posee además un ambiente escolar donde la educación también es rígida. Crece entonces el niño bajo la certeza de que todo lo que dice, piensa y desea expresar debe ser perfecto; ser evaluado y criticado es la constante sensación de alarma que su interior le indica.

El miedo considerable a la crítica de personas con autoridad es parte de la denominada “fobia social específica” que requiere de tratamiento terapéutico porque paraliza la vida de quienes la padecen en diversos aspectos: les cuesta tomar decisiones, postergan metas, no toman iniciativas, evaden socializar con personas de cierto tipo social o que creen los discriminarán.

Lenguaje corporal asociado a la fobia social:

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Ejemplo real:

Jorge padece fobia social, tiene cuarenta años, está de cumpleaños y la dueña de la tienda donde labora lo ha invitado a un restaurante a la hora del almuerzo con dos compañeros más.

Lo llevan a un restaurante donde la modalidad es buffet y cada quien debe ponerse de pie y es libre de elegir diversos platillos la cantidad de veces que le provoque.

Jorge ingresa al restaurante y, al notar que hay mucha gente, el miedo se apodera de él, agacha la cabeza y se sienta con nerviosismo evidente. Respira de modo más agitado, mira de costado a la gente que está de pie sirviéndose diversos platos. Todos les parecen de rasgos finos, elegantes y él considera que “no encaja”, que será criticado.

Su jefa se pone de pie y le dice: “Jorgito, vamos a servirnos, se come muy rico aquí, coge un plato”. Mas ella no tenía idea de que Jorge jamás había ingresado a un restaurante de esa modalidad, esa donde tendría que estar muy cerca de gente en una fila para elegir un tipo de comida.

Con las piernas temblando y con la cabeza gacha, Jorge se acerca hacia aquella mesa larga y logra notar que hay una esquina donde no se topará con nadie. Se sirve rápidamente arroz chino, un trozo pequeño de carne asada y vuelve sin mirar a nadie a su mesa, mientras que nota que sus amigos se sirven más de un plato. Intenta disimular, no se siente feliz, está aterrado, come muy despacio, siente que le falta el aire y bebe gaseosa con dificultad. Nadie nota lo que le pasa, siempre lo consideraron tímido.

Luego de media hora, su jefa observa que él ha comido poco y le pregunta por qué no se sirve un platillo más, pero Jorge agacha la cabeza y en tono de voz baja le dice que está satisfecho, le miente acerca de un malestar estomacal inexistente.

Jorge padece fobia social, no tenía idea de que estaba tan enfermo hasta que se acercó a mi consultorio de coach emocional por presión de su esposa al percatarse de que perdía importantes oportunidades laborales y que no era capaz de defenderse ante ciertos abusos de los que era objeto desde la infancia. Desde pequeño fue casi torturado a golpes por su padre, quien al notarlo algo lento y siempre con aspecto despistado no le tenía paciencia y vivía repitiéndole las cosas, pero cuando no las hacía a tiempo, le pegaba con azotes por la espalda, jalones en el cabello y cachetadas.

El padre de Jorge es de Ayacucho y, si bien él y sus hermanos han tenido educación por presión de su madre, Jorge siempre se ha sentido el patito feo de la familia, porque es quien más rasgos de tipo andino posee en el rostro. Lo curioso del tema es que pese a ser de Lima y haberse criado en la capital, Jorge se ha esforzado por casi copiar de modo exacto el acento de la sierra, mientras que sus hermanos no poseen dicho acento.

Jorge comenta que se siente mejor si almuerza en un mercadito con obreros y gente muy humilde. En cambio, siente terror y vergüenza paralizante cuando acude a lugares donde ve personas arregladas y que considera, por error de percepción y complejos de inferioridad, superior

Comenta nervioso: “El día que mi jefa me invitó a ese chifa, quería morirme, pensaba y sentía que toda esa gente elegante y de dinero me iba a mirar solo a mí, que ese no era mi lugar y me sudaban las manos; la comida me cayó mal después. Y me moría por ir al baño, pero para no caminar hacia el fondo y evitar que me vean, aguanté y preferí ir al baño de mi trabajo.

Jorge baja el tono de voz cuando tiene que reclamar algo o preguntar por algo ante una persona como un mozo o vendedor; su andar es apresurado y le cuesta hacer contacto visual sostenido con alguien, porque ante ello se siente amenazado.

La fobia social es una enfermedad que requiere tratamiento combinado de psiquiatría con terapia emocional, porque genera ansiedad, depresión, apatía, pensamientos recurrentes que roban la paz del paciente y miedo profundo de tomar decisiones. Quienes lo padecen en grado elevado ven como tortura parte de su vida, como exponer un trabajo en el colegio, universidad o centro de labores.

Existen quienes desde pequeños ejercen liderazgo en el aula, con los amigos y socializan con naturalidad, mientras que existen personas que “sufren” en situaciones como hablar en público durante una exposición escolar, hablar con personas de autoridad o enfrentar una situación compleja en grupo que les resulta aterrador porque poseen miedo al rechazo, al conflicto y la crítica.

Para tomar en cuenta:

3. Temperamento nervioso y desconfiado

Así una persona tenga carrera profesional, un buen trabajo y viva dentro de los parámetros del natural crecimiento, ello no implica que no sea de temperamento nervioso y desconfiado. La sensación de ser criticados, amenazados por determinado tipo de autoridad o sentir que se puede fracasar al momento de expresar la ideas o tomar decisiones es algo frecuente en el ser humano, pero con el tiempo y manejo de emociones, la personalidad puede volverse más segura.

Algunos de los gestos frecuentes de las personas nerviosas y desconfiadas son:

4. Temperamento agresivo y con impulsividad

Corresponde a personas que no saben manejar sus emociones y a menudo padecen desórdenes químicos y biológicos, así como estrés, ansiedad generalizada o pasan por momentos complejos donde la ira e impulsividad los domina. Cuando una persona va acumulando ira, enojo o indignación, su cuerpo lo comunica con los siguientes gestos:

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5. Rol del atuendo y accesorios en el lenguaje no verbal

El atuendo comunica rasgos de la personalidad y el nivel emocional que se vive. Y si bien existe influencia de la familia, entorno, educación, religión y etnia de cada quien, el atuendo y la forma de lucir las prendas y accesorios puede cambiar según las motivaciones y situaciones de cada persona. Veamos algunos rasgos en el uso de las ropas: