¿Cerebro vs corazón? o ¿cerebro + corazón?

Este viejo paradigma enarbolado por los defensores de la razón, de la inteligencia, de la lógica, de la ciencia como banderas de la evolución, se acabó. Todos los logros alcanzados por el hombre hasta ahora en tecnología y ciencia, no pudieron garantizar la felicidad del ser humano. Todo lo contrario. El vacío existencial crece con los bienes y servicios de los que hoy disponemos. Es más fácil encontrar gente feliz y plena en culturas ancestrales que perviven en algunos recónditos lugares planetarios, que en las «culturas modernas más avanzadas». Un triste ejemplo: en Suecia, uno de cuatro ancianos fallece sin que nadie reclame su cuerpo. En Japón, puedes «arrendar» abuelos, familiares y demás para palear la soledad en que se vive en esa sociedad. Y así, podría seguir enumerando un listado de cosas que van de la mano con las «sociedades desarrolladas». Tengo la impresión de que tanta «automatización» externa va repercutiendo en nosotros, tratando de emular esa pseudo perfección en la que vivimos. Si agregamos otro ingrediente, ya se puede entender cómo hemos llegado a esto: la soledad en que se crían nuestros niños. Un elegante abandono en las jaulas de oro llamadas guarderías, colegios e instituciones de todo tipo, ya que sus padres están muy ocupados en «ganarse» la vida o desarrollándose como personas. Un hijo viene a interrumpir todo eso, así es que, por suerte, hay muchísima gente que está dispuesta a estar con ellos gran parte del día a cambio de dinero. De verdad esa realidad no termina de asombrarme.

El cerebro humano ha sido el protagonista de esta «evolución de la especie», y fue rey y señor. Hasta ahora.

Sumidos en la desesperación, muchos seres humanos, temiendo una debacle de la especie, comenzaron a mirar hacia otros ámbitos. Ocurrió en las postrimerías del siglo XVIII.

Fue entre fines del siglo XVIII y comienzo de los años treinta, cuando sincrónicamente la sabiduría de las antiguas escuelas de oriente comenzó a llegar a América, especialmente a los Estados Unidos de Norteamérica. Notables maestros de la India vinieron a traer la semilla de la verdadera espiritualidad, tales como Jiddu Krishnamurti y Paramahansa Yogananda (para mí los más importantes). Con ello, una ola de «despertar de la conciencia» repercute en personas como Helena Blavatsky, Rudolf Steiner, Edna y Guy Ballard, por mencionar solo algunos de los pensadores que cambiaron el rumbo evolutivo/espiritual de la cultura de occidente.

Mientras tanto, el sur de América preparaba su propio despertar. El del cambio profundo. Y en eso estamos.

Lo primero que cundió, en cuanto a prácticas, fueron diversas escuelas de yoga y de meditación. Y no podemos negar que fueron un gran aporte. Especialmente guiadas por los notables maestros de oriente, no fueron pocas las personas que pronto se transformaron en adeptos de muchos gurúes que llegaban por estos lados, proliferando así un «esotérico» estilo de vida, que no dejaba de ser cuestionado por las religiones tradicionales, y que quedaba reducido a excentricidades a las que adherían unos pocos. ¡Era impensable que un ejecutivo bancario comenzara el día con un saludo al Sol!

Hoy no solo el médico recomienda a sus pacientes estresados prácticas de mindfulness. Las terapias complementarias —terapias florarles o reiki, entre otras— incluso son aceptadas en los hospitales públicos de Chile.

Luego, hace no más de treinta años, vino el boom de la activación de la glándula pineal, que trajo consigo una apertura extraordinaria a la investigación y recuperación de nuestras facultades creativas del Origen. Si buscas en internet, son cientos quienes promueven esta técnica, de forma adecuada o no. Nadie quiere perderse esta experiencia y grandes referentes de la espiritualidad o de la psicología se han aventurado a explorar en este ámbito. Hoy en Chile, es posible ver en la televisión a personas entendidas (dentro de las cuales me cuento) o menos entendidas —influenciadores que han ganado fama en promover técnicas diversas en el área del wellness buscando sumar seguidores— enseñando esta práctica.

Y acá es necesario volver al punto de partida: ¿basta con aprender la técnica de activación de la glándula pineal?

No. No es suficiente.

El verdadero poder reside en el corazón, este fabuloso órgano que contiene la «cámara secreta» donde duerme el más fabuloso de los misterios: el misterio del Amor.

Si el centro pineal/pituitario es el puente, la antena de conexión a la Fuente, el corazón, es el hogar de la misma. Mientras no sepamos activar la inteligencia del corazón, no podremos llegar a la experiencia del amor incondicional para que la antena llegue a ser la prístina conexión con nuestra Fuente PadreMadre. El cerebro y el corazón, activados conscientemente, permiten la disolución de la dualidad que nos ha esclavizado durante miles y miles de años. De eso se trata este libro.