Ésta es la historia del mundo que se ha enseñado a lo largo de los siglos en algunas sociedades secretas. Aunque tal vez parezca bastante disparatada para la mentalidad moderna, una proporción extraordinariamente elevada de hombres y mujeres que hicieron historia creyeron en ella.
Los historiadores de la Antigüedad cuentan que, desde los albores de la civilización egipcia hasta la caída de Roma, los templos públicos de ciudades como Tebas, Eleusis y Éfeso tenían recintos ceremoniales anexos. Los eruditos clásicos denominan a estos recintos «escuelas mistéricas».
Allí se enseñaban técnicas de meditación a la élite política y cultural. Tras años de preparación, Platón, Esquilo, Alejandro Magno, César Augusto, Cicerón y otros se iniciaron en una filosofía secreta. En diferentes épocas, los medios empleados por estas «escuelas» consistían en la privación sensorial, los ejercicios de respiración, las danzas sagradas, el arte dramático, las drogas alucinógenas y distintas formas de redirigir la energía sexual. Con estas técnicas se pretendía alterar el estado de conciencia a fin de que los iniciados pudieran ver el mundo de un modo totalmente nuevo.
Todo aquel que revelara a terceras personas las enseñanzas que le habían sido transmitidas entre las paredes del templo, era ejecutado. Jámblico, filósofo neoplatónico, recordaba lo que les sucedió a dos muchachos que vivían en Éfeso. Una noche, intrigados por los rumores de fantasmas y prácticas mágicas de una realidad más intensa y espectacularmente real oculta en el templo, se dejaron llevar por la curiosidad. Arropados por la oscuridad, treparon por los muros y se dejaron caer al otro lado. Se produjo entonces un pandemónium que se pudo oír por toda la ciudad, y a la mañana siguiente se descubrieron los cadáveres de los muchachos frente a las puertas del recinto.
En la Antigüedad, las enseñanzas de las escuelas mistéricas eran tan celosamente guardadas como los secretos nucleares en la actualidad.
Luego, en el siglo III, cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante del Imperio romano, los templos de la Antigüedad se clausuraron. El riesgo de «difusión» se atajó declarando esos secretos como heréticos, y el hecho de transmitirlos o profesarlos, un pecado capital. Sin embargo, como veremos, los miembros de una nueva élite dominante, entre la que figuraban líderes religiosos, empezaron a formar sociedades secretas. Y, a puerta cerrada, prosiguieron con la enseñanza de los antiguos misterios.
Este libro contiene una serie de datos que demuestran que a lo largo de los siglos se ha conservado y alimentado una filosofía antigua y oculta, que se originó en las escuelas mistéricas, por medio de sociedades secretas como los caballeros templarios y los rosacruces. A veces, esta filosofía se ha ocultado a la gran mayoría de la población, mientras que en otras épocas se ha mostrado a la vista de todos, aunque siempre procurando que las personas ajenas a esas sociedades no pudieran reconocerla.
Por poner un ejemplo, el frontispicio de The History of the World [Historia del mundo] de sir Walter Raleigh, de 1614, se exhibe en la Torre de Londres. Miles de personas desfilan cada día ante él sin darse cuenta de que contiene una cabeza de cabra, así como otros mensajes en clave.
Si alguna vez se ha preguntado por qué Occidente no tiene equivalente al sexo tántrico que se muestra abiertamente en las paredes de los monumentos hindúes, como los templos de Khajuraho, en el centro de la India, tal vez le interese saber que en gran parte del arte y la literatura occidentales se oculta una técnica análoga, el arte cabalístico de la karezza.
También veremos cómo las enseñanzas secretas sobre la historia del mundo influyen en la política exterior de la actual Administración estadounidense para Europa central.
¿El anterior papa era católico? Bueno, no de un modo tan directo y evidente como se podría creer. Una mañana de 1939, un joven de veintiún años iba caminando por la calle cuando lo atropelló un camión. Mientras estaba en coma, tuvo una sobrecogedora experiencia mística. Al recuperar la conciencia, se dio cuenta de que, aunque había sucedido de un modo inesperado, esa experiencia era el fruto que debía esperar de las técnicas que le había enseñado su mentor, Mieczyslaw Kotlarczyk, un moderno maestro rosacruz. A raíz de su experiencia mística, el joven entró en el seminario, más tarde se convirtió en obispo de Cracovia y, finalmente, en el papa Juan Pablo II.
En la actualidad, el hecho de que un sumo pontífice de la Iglesia católica se iniciara en el reino espiritual al amparo de una sociedad secreta tal vez no sea tan impactante como antiguamente, ya que la ciencia ha arrebatado a la religión su función de principal fuerza de control social. Ahora es la ciencia la que decide cuáles son las creencias aceptables para nosotros y cuáles son reprensibles. Tanto en la Antigüedad como en la era cristiana, la filosofía de esas sociedades secretas se mantuvo oculta, puesto que todo aquel que la profesara o transmitiera estaba amenazado de muerte. Actualmente, en la era poscristiana, esa filosofía secreta sigue rodeada de temor, pero en este caso se trata de miedo a la «muerte social» en vez de a la ejecución. Creer en principios clave, como la comunicación con seres incorpóreos o la influencia material de las cábalas secretas en el curso de la historia, se considera algo propio de chiflados en el mejor de los casos, y, en el peor, la definición exacta de lo que es estar loco.
En las escuelas mistéricas se obligaba a los candidatos que querían ingresar en ellas a bajar por un pozo, a someterse a la prueba del agua, a intentar pasar por una puerta muy pequeña y a entablar conversaciones con animales antropomórficos. ¿No nos recuerda eso algo? Lewis Carroll es uno de los muchos escritores infantiles (otros son los hermanos Grimm, Antoine de Saint-Exupéry, C. S. Lewis y los creadores de El mago de Oz y Mary Poppins) que han creído en la historia y la filosofía secretas. Con una mezcla de literalidad infantil y desbarajustada, estos escritores se propusieron socavar el sentido común, la concepción materialista de la vida. Querían enseñar a los niños a pensar con otra perspectiva, a mirarlo todo del revés y a darle la vuelta, así como a escapar de formas de pensar rígidas y convencionales.
Otros personajes similares son Rabelais y Jonathan Swift, cuyas obras generan desconcierto, ya que no dan especial importancia a lo sobrenatural, sino que, en ellos, esa condición simplemente se da por sentada. Consideran los objetos imaginarios igual de reales que los objetos terrenales del mundo físico. Satíricos y escépticos, estos escritores ligeramente iconoclastas socavan las suposiciones de los lectores y se muestran subversivos frente a las actitudes realistas. La filosofía esotérica no se menciona explícitamente en Gargantúa y Pantagruel ni en Los viajes de Gulliver, pero si se escarba un poco, ésta sale a la luz.
De hecho, este libro demostrará que, a lo largo de la historia, una asombrosa cantidad de personajes célebres han cultivado en secreto la filosofía esotérica y los estados místicos enseñados en las sociedades secretas. Podría argumentarse que, dado que vivían en épocas en las que ni siquiera las personas más cultas disfrutaban de todos los beneficios intelectuales que aporta la ciencia moderna, es lógico que Carlomagno, Dante, Juana de Arco, Shakespeare, Cervantes, Leonardo, Miguel Ángel, Milton, Bach, Mozart, Goethe, Beethoven y Napoleón profesaran creencias que no son aceptadas en la actualidad. Sin embargo, ¿no resulta sorprendente que muchos individuos de la era moderna hayan creído en los mismos principios, y no sólo los locos, los místicos solitarios o los escritores del género fantástico, sino también los fundadores del método científico moderno, los humanistas, los racionalistas, los libertadores, los defensores de la secularización y los flagelos de la superstición, así como los modernistas, los escépticos y los bromistas? ¿Acaso los propios individuos que más han contribuido a dar forma a la cosmovisión materialista y científica vigente en la actualidad creían en secreto en otros principios? ¿Es posible que Newton, Kepler, Voltaire, Paine, Washington, Franklin, Tolstói, Dostoievski, Edison, Wilde, Gandhi, Duchamp se iniciaran en una tradición secreta, se les enseñara a creer en el poder que la mente ejerce sobre la materia y fueran capaces de comunicarse con espíritus incorpóreos?
Las bibliografías recientes de algunas de estas personalidades apenas mencionan las pruebas existentes que demuestran su interés por ese tipo de ideas. En el clima intelectual actual se suelen rechazar esas creencias, considerándolas una afición, una aberración pasajera o ideas divertidas con las que esos célebres personajes podían haber jugado o usado a modo de metáforas para su obra, pero nunca se toman en serio.
No obstante, como veremos, Newton fue sin duda un alquimista practicante durante toda su etapa adulta, y consideraba la alquimia como su dedicación más importante. Voltaire participó en rituales mágicos durante todos los años en que dominó la vida intelectual en Europa. Washington invocó a un importante espíritu del cielo al fundar la ciudad que llevaría su nombre. Y cuando Napoleón dijo que lo había guiado su estrella, no se trataba tan sólo de un recurso retórico, sino que se refería al gran espíritu que le mostró su destino y lo hizo invulnerable y magnífico. Uno de los objetivos de este libro es demostrar que, lejos de tratarse de modas pasajeras o misteriosas excentricidades, lejos de ser casuales o irrelevantes, esas extrañas ideas conformaban la filosofía central de muchos de los personajes que hicieron historia, y, tal vez de un modo más relevante, demostrar que compartían una unanimidad destacable en cuanto a propósito. Si se entretejen las historias de esos grandes hombres y mujeres para crear una narración histórica continua, se ve una y otra vez que en los momentos decisivos de la historia esa filosofía secreta milenaria estaba presente, oculta entre las sombras, haciendo notar su influencia.
A partir de la época de Zaratustra, en la iconografía y estatuas de la Antigüedad, el conocimiento de la doctrina secreta de las escuelas mistéricas se indicaba colocando en la mano del personaje un pergamino enrollado. Como veremos, esta tradición ha continuado en la edad moderna y, en la actualidad, las estatuas públicas de los pueblos y ciudades de todo el mundo muestran lo extendida que está la costumbre. No es necesario viajar a sitios tan lejanos como Rennes-le-Château, la capilla de Rosslyn o el remoto Tibet para hallar símbolos ocultos de un culto secreto. Al acabar este libro, el lector podrá ver que todas esas señales están a su alrededor, en los edificios y monumentos públicos más destacados, en iglesias, en el arte, en la literatura, en la música, en el cine, en los festivales, en el folclore, en los propios cuentos que cuenta a sus hijos, e incluso en los nombres de los días de la semana en lenguas como la inglesa.
Dos novelas, El péndulo de Foucault y El código Da Vinci, han popularizado la idea de que existe una conspiración de las sociedades secretas para controlar el curso de la historia. En esos libros, aparecen personajes que oyen misteriosos rumores acerca de esa antigua filosofía secreta, le siguen la pista y se sienten atraídos por ella.
Algunos académicos, como Frances Yates, del Instituto Warburg, Harold Bloom, profesor Sterling de Humanidades en la Universidad de Yale, y Marsha Keith Schuchard, autora de la reciente y reveladora obra Why Mrs Blake Cried: Swedenborg, Blake and the Sexual Basis of Spiritual Vision, lo han investigado en profundidad y han escrito sobre ello de un modo inteligente, aunque adoptando siempre un punto de vista moderado. No revelan si se han iniciado a manos de hombres enmascarados, si han viajado a otros mundos o si se les ha demostrado el poder de la mente sobre la materia.
Los conocimientos más escondidos de las sociedades secretas se transmiten únicamente de forma oral, mientras que otros se ponen por escrito de un modo intencionadamente confuso, para que los individuos ajenos a la sociedad no puedan entenderlos. Por ejemplo, la doctrina secreta podría deducirse a partir del prodigiosamente oscuro y extenso libro de Helena Blavatsky del mismo nombre, o de los doce volúmenes de la alegoría de G. I. Gurdjieff Relatos de Belcebú a su nieto, o bien de los cerca de seiscientos volúmenes que recogen los ensayos y conferencias de Rudolf Steiner. De modo similar —en teoría—, se podrían descifrar los grandes textos alquímicos de la Edad Media o los tratados esotéricos de iniciados de alto nivel de épocas posteriores, como Paracelso, Jakob Böhme o Emmanuel Swedenborg, pero en todos estos casos los textos se dirigen a individuos neófitos. Son documentos que intentan ocultar tanto como revelan.

IZQUIERDA Estatua de un gobernante romano.
DERECHA Estatua de George Washington, de sir Francis Chantrey, grabado de 1861.
Llevo más de veinte años buscando una guía concisa, fiable y totalmente clara de la doctrina secreta. Me he decidido a escribirla yo mismo porque estoy convencido de que no existe un libro de estas características. Se pueden encontrar volúmenes y sitios web publicados por el propio autor, que dicen ser guías de esos conocimientos, pero al igual que los coleccionistas de cualquier ámbito, a quienes curiosean por las librerías sumidos en una búsqueda espiritual, pronto se les agudiza el instinto para detectar lo «auténtico», y no hay más que leer por encima esos libros y sitios web para comprobar que carecen de información verdaderamente orientadora, que adolecen de una formación filosófica deficiente y que contienen muy pocos datos sólidos.
Esta historia es el fruto de casi veinte años de investigación. Ensayos como Mysterium Magnum, un comentario sobre el Génesis del filósofo rosacruz y místico Jakob Böhme, junto con libros de sus homólogos rosacruces Robert Fludd, Paracelso y Thomas Vaughan, han sido fuentes clave, así como los comentarios contemporáneos sobre sus obras de Rudolf Steiner y otros autores. Las referencias de estos textos se encuentran en las notas del final, en vez de incluirse en el libro, a fin de favorecer de este modo la concisión y la claridad.
Sin embargo, ha sido crucial contar con la ayuda de un miembro de más de una de las sociedades secretas para entender esas fuentes, alguien que, en el caso de al menos una de esas sociedades, ha sido iniciado al más alto nivel.
Llevo años trabajando como editor en una de las principales editoriales de Londres, encargando libros sobre un amplio abanico de temas que van de lo más a lo menos comercial, dejándome llevar a veces por mi interés por lo esotérico. Eso me ha permitido conocer a muchos autores importantes que se dedican a ese ámbito. Un día entró en mi oficina un hombre que sin duda estaba hecho de una pasta diferente. Venía con una propuesta comercial: quería reeditar una serie de clásicos esotéricos (documentos de alquimia y cosas por el estilo) y redactar él mismo nuevos textos de introducción. No tardamos en hacernos buenos amigos y pasamos mucho tiempo juntos. Me di cuenta de que podía preguntarle acerca de casi todo y que él me contaba lo que sabía, cosas sorprendentes. Visto en retrospectiva, creo que me estaba instruyendo, preparándome para la iniciación.
Intenté convencerle en varias ocasiones de que pusiera todo aquello por escrito, de que escribiera una teoría esotérica general. Se negaba siempre, alegando que, si lo hiciera, «los hombres de la bata blanca irían a buscarle y se lo llevarían», pero yo sospechaba también que, para él, publicar esos conocimientos significaría romper juramentos solemnes y aterradores.
Así que, en cierto modo, he escrito el libro que yo quería que él escribiera, basado en parte en los textos rosacruces que él me ayudó a entender. También me dirigió a fuentes de otras culturas. En este volumen, aparte de las corrientes cabalísticas, herméticas y neoplatónicas que fluyen relativamente cerca de la superficie de la cultura occidental, se incluyen elementos sufíes e ideas que emanan del esoterismo del hinduismo y el budismo, así como de fuentes celtas.
No tengo intención de exagerar las similitudes entre estas ideas ni tampoco corresponde a este libro seguir la pista de todas las formas en que esta miríada de perspectivas se han fusionado, separado y fusionado de nuevo a lo largo de los siglos. Pero sí me centraré en los aspectos que subyacen tras las diferencias culturales y sugeriré que estas corrientes conllevan una cosmovisión unificada que contiene dimensiones ocultas, y una visión de la vida que obedece a determinadas leyes misteriosas y paradójicas.
En conjunto, las diferentes tradiciones procedentes de todo el mundo se iluminan mutuamente. Es fabuloso comprobar como las experiencias de un anacoreta del siglo II en el monte Sinaí o de un místico medieval alemán coinciden con las de un maestro indio del siglo XX. Dado que las enseñanzas esotéricas son más clandestinas en Occidente, suelo recurrir a ejemplos orientales para ayudar a entender la historia secreta de Occidente.
No es mi intención analizar los posibles conflictos entre distintas tradiciones. La india pone más énfasis en la reencarnación que la sufí, que habla tan sólo de unas pocas reencarnaciones. Por tanto, en beneficio de la narración, he optado por incluir únicamente una pequeña cantidad de reencarnaciones de personajes históricos célebres.
Asimismo, he decidido sin demasiados miramientos qué escuelas ideológicas y qué sociedades secretas se basan en tradiciones auténticas. De este modo, se incluyen la cábala, el hermetismo, el sufismo, los templarios, los rosacruces, la masonería esotérica, el martinismo, la teosofía de madame Blavatsky y la antroposofía, pero no así la cienciología, la sociedad cristiana de Mary Baker Eddy y un sinfín de material contemporáneo «canalizado».
Esto no implica que el libro huya de la controversia, pero los intentos previos de hallar una «filosofía perenne» han desembocado en una serie de perogrulladas («todos somos iguales bajo la piel», «el amor es en sí mismo su propia recompensa») con las que resulta difícil estar en desacuerdo. Debo pedir disculpas por adelantado a todos aquellos que esperen algo con lo que sea tan fácil estar de acuerdo. Los conocimientos que revelaré, que comparten las escuelas mistéricas y las sociedades secretas de todo el mundo, indignarán a mucha gente y desafiarán abiertamente el sentido común.
Un día, mi mentor me dijo que estaba listo para la iniciación y que me iba a presentar a algunas personas. Aunque llevaba tiempo esperando ese momento, me negué, si bien yo mismo me quedé sorprendido de mi reacción. Sin duda me daba un poco de miedo. Por aquel entonces, sabía que en muchos rituales de iniciación se provocaba una alteración del estado de conciencia, e incluso a veces se vivían las llamadas experiencias «post mórtem».
Pero por otra parte no quería que se me ofreciera todo ese conocimiento de golpe, sino que deseaba seguir disfrutando del hecho de intentar descubrirlo por mí mismo.
Tampoco quería prestar un juramento que me prohibiera escribir acerca de ello.
Esta historia del mundo se estructura del siguiente modo. Los cuatro primeros capítulos analizan lo que sucedió «en el principio» tal como lo transmiten las sociedades secretas, incluido lo que está implícito en las enseñanzas secretas sobre la expulsión del Edén y la Caída. Estos capítulos intentarán, asimismo, reflejar la cosmovisión de las sociedades secretas a través de unas gafas conceptuales, de forma que los lectores puedan apreciar mejor lo que viene después.
En los siguientes siete capítulos, muchos personajes mitológicos y de leyenda son tratados como figuras históricas. Es la historia de lo que sucedió antes de disponer de crónicas escritas, tal como se enseñaba en las escuelas mistéricas y como se sigue enseñando en las sociedades secretas en la actualidad.
El octavo capítulo se ocupa de la transición hacia lo que se considera convencionalmente la historia, pero se siguen utilizando relatos de monstruos y bestias fantásticas, de milagros y profecías y de personajes históricos que conspiraban con seres incorpóreos para dirigir el rumbo de los acontecimientos.
Espero que, a lo largo del libro, la mente del lector disfrute por igual de las extrañas ideas presentadas y de la revelación de los nombres de los personajes que han dado crédito a esas ideas. Espero también que algunas de las extrañas afirmaciones les hagan reaccionar, que muchos lectores piensen: «Sí, eso explica por qué los nombres de los días de la semana van en ese orden concreto... Por eso la imagen del pez, el acuario y la cabra con cola de serpiente se identifican con constelaciones que en realidad no se les parecen... Eso es lo que se celebra en realidad en Halloween... Eso explica las raras confesiones de culto al diablo de los caballeros templarios... Eso es lo que convence a Cristóbal Colón para emprender su extraño y peligroso viaje... Por eso se erigió un obelisco egipcio en el Central Park de Nueva York a finales del siglo XIX... Por eso se embalsamó a Lenin...»
El objetivo es demostrar que los hechos fundamentales de la historia pueden interpretarse de un modo casi totalmente contrario a como solemos concebirlos. Por supuesto, para lograrlo sería necesario disponer de toda una biblioteca, algo así como los treinta kilómetros de estanterías de literatura esotérica y oculta que se dice que está guardada bajo llave en el Vaticano. No obstante, en este único volumen demostraré que esta visión alternativa, la imagen reflejada al otro lado del espejo, es coherente y convincente, y tiene su propia lógica, además de contar con la virtud de explicar áreas de la experiencia humana que siguen siendo inexplicables desde el punto de vista convencional. A lo largo de este libro citaré también a autoridades en la materia a las que pueden recurrir los lectores interesados.
Algunas de estas autoridades se han sumergido en tradiciones esotéricas. En otros casos se trata de expertos en sus propias disciplinas (ciencia, historia, antropología o crítica literaria) cuyos resultados en sus campos de especialización confirman, en mi opinión, su cosmovisión esotérica, incluso si no tengo manera de saber si su filosofía de vida personal se basa en una dimensión espiritual o esotérica.
Pero sobre todo —y quiero hacer hicapié en este punto— pido al lector que aborde este libro con una actitud nueva, que lo considere una forma de ejercitar la imaginación.
Quiero que el lector intente imaginarse cómo sería creer en lo contrario de lo que se le ha educado para creer. Eso implica inevitablemente un cierto grado de alteración del estado de conciencia, lo cual es justo lo que debería darse, ya que todas las ideologías esotéricas del mundo creen que ésa es la condición para acceder a formas superiores de inteligencia. En concreto, el sistema de creencias occidental siempre ha puesto énfasis en el valor de los métodos de ejercitación de la imaginación consistentes en el cultivo y la evocación prolongada de imágenes visuales, que actúan cuando se permite que se adentren en la mente en un sublime estado de concentración.
Por lo tanto, aunque este libro pueda considerarse tan sólo una crónica de las creencias absurdas de la gente del pasado, una fantasmagoría épica, una cacofonía de experiencias irracionales, espero que, al llegar al final, algunos lectores oigan algunas armonías y quizá sientan también una ligera contracorriente filosófica que les sugiera que puede que sea cierto.
Por supuesto, cualquier teoría atinada que quiera explicar por qué el mundo es como es, debe ayudar también a prever lo que sucederá más adelante, motivo por el que el último capítulo revela qué nos deparará el futuro (suponiendo siempre, por supuesto, que el gran plan cósmico de las sociedades secretas se desarrolle con éxito). En este plan se incluye la creencia de que en Rusia se originará un nuevo gran impulso de la evolución; que se hundirá la civilización europea y que, finalmente, la llama de la verdadera espiritualidad se conservará encendida en Estados Unidos.
Para ayudar a la imaginación en su importantísima labor, a lo largo del libro se incluyen extrañas y misteriosas ilustraciones, algunas de las cuales no han sido vistas nunca antes fuera de las sociedades secretas.
Asimismo, podrán verse aquí algunas de las imágenes más conocidas de la historia mundial, los principales iconos de nuestra cultura (la Esfinge, el Arca de Noé, el Caballo de Troya, la Mona Lisa, y Hamlet y la calavera), ya que está demostrado que todas ellas tienen un significado extraño e inesperado según las sociedades secretas.
Finalmente, se ofrecen ilustraciones de artistas europeos contemporáneos, como Ernst, Klee y Duchamp, así como de proscritos estadounidenses, como David Lynch. Se demuestra también cómo su trabajo está impregnado de la antigua filosofía secreta.
Si se sume en un estado mental diferente, las historias más célebres y conocidas adoptarán un cariz muy distinto.
De hecho, si hay algo en esta historia que sea cierto, todo lo que te han enseñado tus profesores está en tela de juicio.
Sospecho que no le asusta esta posibilidad.
Tal como uno de los seguidores de la antigua filosofía secreta expresó de un modo tan memorable: «Tienes que estar loco, o no habrías venido aquí.»