1902, Nueva York
El sol ya se elevaba en el cielo mientras el tranvía cruzaba traqueteando la ciudad en dirección norte. Jianyu se mantuvo oculto en un rincón, con cuidado de no tocar a nadie ni de revelar su presencia, hasta que llegaron a la parada de Broadway, cerca del teatro Wallack, donde Harte Darrigan actuaba en el pasado. Los vecinos de Cela creían que había huido del apartamento porque era culpable del incendio, pero Jianyu sospechaba otra cosa. No estaba seguro de a dónde iría, pero esperaba que tarde o temprano regresara allí, al teatro donde trabajaba.
Mantener la luz a su alrededor se volvió más fácil: el sol de la mañana ofrecía abundantes rayos que podía manipular y abrir a su alrededor. Cuando llegó al Wallack, Jianyu levantó la mirada y vio que aquellos familiares ojos lo observaban desde arriba.
Era solo una pintura, un enorme anuncio de varias plantas para los espectáculos de variedades que había dentro, pero la mirada de Harte Darrigan parecía dirigirse hacia él, aunque no sabía si aquello era una señal de advertencia o de aliento.
Aún oculto por su afinidad, Jianyu observó el teatro desde el otro lado de la calle. Podía esperar y aguardar a que llegara Cela, pero pensó que dentro probablemente encontraría algún indicio de algún otro lugar al que pudiera haber ido. Manteniendo cerca su afinidad, cruzó la calle en dirección a la entrada de artistas. Tras forzar la cerradura, se deslizó dentro del oscuro edificio y empezó a buscar alguna señal de la costurera en el área que se situaba detrás del escenario.
Dentro, el teatro aguardaba, oscuro y silencioso. Jianyu jamás había puesto un pie en el Wallack ni en ninguna de las salas de Broadway que anunciaban sus espectáculos sobre las luminosas marquesinas eléctricas. Una vez, recién llegado a la ciudad, había acudido a una función en un teatro del Bowery, pero fue una velada escandalosa y ensordecedora en una sala sucia y frecuentada por los clientes habituales. El teatro Wallack era diferente. Parecía un palacio, y Jianyu tenía la sensación de que lo seguiría siendo incluso abarrotado de gente.
Siguió los estrechos pasillos hacia el fondo, internándose aún más, pasando un camerino tras otro. Pero Cela no era una artista. No pondrían su nombre sobre una puerta. No… estaría en algún otro lado, algún lugar más tranquilo. Continuó caminando en la oscuridad hasta que llegó a unos escalones que descendían hacia las entrañas del edificio.
El sótano olía a polvo y moho, a madera recién cortada y a la punzante acritud de la pintura. Allí, la oscuridad era más profunda, aunque rara vez faltaba algún rayo de luz en la penumbra. Extrajo los discos de bronce pulido que lo ayudaban a concentrar su afinidad y los utilizó para abrir los escasos haces de luz, manteniéndose oculto mientras se desplazaba a través del sótano.
Vio la luz parpadeando por detrás antes de oír la voz que la acompañó.
—¿Puedo ayudarte?
Se volvió para ver a una mujer con el cabello tan brillante como la luz, mirando en su dirección.
Es imposible que pueda verme…
—Sé que estás ahí —dijo, con la vista fija. Su rostro era pálido como un espectro en la oscuridad—. Puedo sentirte. Será mejor que te muestres antes de que decida llamar a alguien.
Jianyu se quedó quieto y en silencio. Apenas se permitió respirar mientras pensaba en sus opciones.
—Solo para que lo sepas, esta escalera es la única forma de salir. —Sus ojos no vacilaron—. Sé lo que eres —le dijo, sin conseguir encontrarlo con su mirada—. Puedo sentirte.
Sin advertencia alguna, sintió el roce de los tibios tentáculos de la magia. Era una mageus, como él. Podía intentar escapar en el estado en que se encontraba, pero si la mujer tenía magia, no sabía de lo que sería capaz. Era mejor enfrentarse a ella que quedar atrapado. Quizá incluso podrían llegar a ser aliados.
Soltó la luz y observó mientras la mirada de ella lo encontraba en la oscuridad del sótano.
—Eso es. No ha sido tan terrible, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa.
—No quería causar molestia alguna —le dijo. Conservó el mentón inclinado hacia abajo para que el ala de su sombrero ocultara sus rasgos.
—Has llegado demasiado temprano —respondió ella. Su magia seguía rozándolo, como dedos tibios extendiéndose a lo largo de su cuello, acariciando su mejilla y haciendo que la sangre le ardiera con algo sospechosamente parecido al deseo.
—Estoy buscando a alguien —explicó, intentando bloquear la tentación de aquellos tentáculos tibios.
—Pues parece que has encontrado a alguien —dijo ella con una sonrisa demasiado cálida mientras descendía el resto de los escalones hacia él.
Jianyu tragó saliva. Con fuerza.
—Busco a una tal señorita Johnson… la señorita Cela Johnson. —Luchó contra el impulso de ir al encuentro de la mujer. Por lo que parecía, no llevaba más que una túnica sedosa, y cada movimiento que realizaba amenazaba con exponer aún más la blanca piel que se intuía debajo.
—¿Quién la busca? —preguntó, dando un paso más hacia él.
Con cada paso que daba, los tibios tentáculos de magía se volvían más fuertes, y Jianyu advirtió el peligro en lo más hondo de su ser.
—No me conoce —dijo, resistiendo la atracción que ejercía la dama—. Pero tenemos un amigo en común.
La mujer dio otro paso más hacia él, con la mirada resplandeciente. Sus oscuros labios se torcieron en algo parecido a una sonrisa. Imaginó que era la misma clase de expresión que veía un ratón justo antes de que un gato saltara encima de él.
—¿Tiene nombre ese amigo en común? —preguntó, dando todavía un paso más. Ya había llegado hasta él.
—Preferiría que quedara entre la señorita Johnson y yo —dijo mientras ella continuaba acercándose.
—¿Ah, sí? —La mujer chasqueó la lengua—. Vaya, es una verdadera lástima dado que no hay ninguna Cela Johnson por aquí.
—Ya entiendo… —Era mentira. Lo vio tan claro como el día sobre el pálido rostro de la mujer. Si daba dos pasos más, estaría lo bastante cerca como para tocarlo, y sabía por algún motivo que no podía dejar que eso sucediera—. Entonces lo mejor será que me marche.
Ella se abalanzó sobre él. Pero Jianyu extrajo los espejos de los bolsillos y en un movimiento fluido los alzó apartándose con un giro brusco. La débil luz lo envolvió y echó a correr, dejando a la mujer de cabello rojo intentando sujetarse a algo mientras caía al suelo.
Si Cela Johnson no se encontraba allí, aquella mujer sabía algo acerca de su paradero, pensó mientras subía los escalones de dos en dos y corría hacia la salida del teatro. Por el momento, se retiraría, pero no pensaba marcharse de allí hasta que no pudiera comprobar por él mismo que Cela no se encontraba en el edificio. Y no se daría por vencido hasta que la encontrara.