DE LA SEGUIDILLA AL FLAMENCO

La seguidilla, la jota, el bolero y el fandango españoles solían acompañarse alegremente de voz, guitarra, castañuelas y otros instrumentos. Estos bailes y sus distintas formas musicales fueron aclimatándose a cada región para derivar en versiones propias: alboradas, malagueñas, muñeiras, granaínas… Algunos libros de finales del siglo XVIII ya hacían referencia a la manera peculiar en la que el pueblo gitano bailaba el fandango. El flamenco, de discutido origen, se desarrolló en la baja Andalucía a partir de la confluencia de las culturas bizantina, judía, musulmana y gitana con el folclore autóctono.

Triana, Cádiz y Jerez forman el enclave donde se originó el arte flamenco. De esta última procedía el mítico gitano Tío Luis de la Juliana, del que se dice fue el primer cantaor junto a otros como El Planeta, El Fillo o La Andonda.

Los cafés cantantes

El cante, el toque y el baile propios del flamenco se profesionalizan y encuentran un espacio para su exhibición a mediados del siglo XIX. Los cafés cantantes eran salones amplios con espacio para el público y un tablao a modo de escenario que gozaron de gran popularidad, y mala fama, hasta su declive en los años veinte del siguiente siglo.

El cante jondo

Manuel de Falla y Federico García Lorca mostraron en diversas obras su amor por la cultura gitana, como en El amor brujo (1915) del primero o Romancero gitano (1928) del segundo. Compartían admiración por el cante jondo primitivo en detrimento del flamenco, al que consideraban decadente y excesivamente comercial. Ambos fueron parte activa, junto a muchos otros, de la organización del Primer Concurso de Cante Jondo, celebrado en la Alhambra granadina en el verano de 1922. El tataranieto del legendario El Planeta, de solo doce años, se alzó con uno de los trofeos. Con el tiempo se le conoció como Manolo Caracol.