Todas las personas tenemos miedos. El miedo es una emoción básica e instintiva asociada a la consciencia de peligro, no tiene que ver con el peligro real. Esto significa que puede que estés en peligro pero que no te des cuenta y, por lo tanto, no sientas miedo; o bien puede, por el contrario, que tengas consciencia de muchas posibilidades de peligro y, sin embargo, ninguna se cumpla.
Te pongo un ejemplo: puedes ir por la calle, que se acerque un atracador por detrás de ti, que tú no lo hayas visto y te tire del bolso (no has sentido miedo pero estabas en peligro); o puede que vayas por la calle pensando que puede venir un atracador y quitarte el bolso y que eso no ocurra (sientes miedo pero no estás realmente en peligro).
Tener miedo no es un problema, solo significa que estás siendo consciente de una posibilidad de peligro que puede que ocurra o que no. Esto es lo que te han enseñado como «peligros irreales» y que yo, sin embargo, denomino alta capacidad de consciencia. Esto, unido a una gran creatividad, hace que ante una determinada situación puedas imaginar en menos de un segundo cientos de posibilidades terribles en tu mente, lo cual, muy pesar de la industria farmacéutica y pese a lo que te han podido enseñar, no significa que seas un enfermo, sino más bien que tienes unos dones que se esconden detrás de una mente espectacular.
Existen muchos modelos de cerebro. A menudo suelo hacer una comparación con los coches: hay mentes que funcionan como un Ford Fiesta y otras, como un Ferrari. Dependiendo de la biología, estructura y los condicionamientos propios de la experiencia y la genética, se pueden desarrollar una serie de particularidades que hacen que puedas interpretar e incluso sentir tus emociones de maneras muy distintas, no solo en intensidad, sino también en profundidad.
La capacidad de conciencia del ser humano depende en gran parte de una estructura del cerebro que se llama ínsula, situada en la profundidad del cerebro, en una región oculta. Es como un pequeño botoncito que en la última década ha tomado protagonismo en los avances de las investigaciones avanzadas de neurociencia. Según su neuroanatomía, se pueden percibir las emociones y los sentimientos de diversas maneras.
Quizá no te hayas planteado nunca que tengas un don: «el don de la consciencia de sentir», y que no te hayan enseñado a manejar un nuevo paradigma para vivir tus emociones, lo cual te asuste y te lleve a querer controlar o evitar todo lo que consideres que «no es normal», porque tu percepción sensorial es verdaderamente potente.
Quizá detrás de la capacidad de percibir infinitas posibilidades de peligro, se halla también la capacidad de darle un enorme valor a lo que te rodea, porque la capacidad de sentir miedo es directamente proporcional a la capacidad de valoración y gratitud que puedes experimentar.
Quizá nadie te ha explicado que todas esas amenazas que sientes, esa ansiedad anticipatoria, como se la denomina comúnmente, no es más que tu capacidad consciente de darle valor a lo que tienes y no quieres perder.
Todo el mundo habla de la ansiedad, pero nadie habla de los dones que se esconden tras ella.
Te propongo, a modo de ejercicio, que cada vez que sientas un miedo porque tomes consciencia de una posibilidad de peligro futura, o porque temas perder algo, lo transformes en un agradecimiento.
Si tienes miedo de que te sobrevenga una enfermedad, repite: «Aquí y ahora: gracias por mi salud».
Si tienes miedo de que te roben, repite: «Aquí y ahora: gracias porque estoy segura y a salvo».
Lleva tu foco de atención al momento presente, asume el riesgo y elige confiar, pero no te hablo de confiar en que no te va a pasar eso que temes, te hablo de una confianza que te eleva a un plano superior, porque, te guste o no, la vida tiene un componente místico. Es una realidad que existe un milagro de lo desconocido, y que los planes que el universo tenga para ti no siempre coinciden con los tuyos propios.
Un poco más adelante te explicaré todo esto más profundamente, además aprenderás cómo conducir tu mente, para que el Ferrari no te domine. Por el momento, lo único que quiero que tengas en cuenta es que lo que tienes en este momento es el resultado de lo que has aprendido y hecho hasta ahora, y que tienes una nueva oportunidad de reeducarte, de cambiar tu interpretación y, consecuentemente, de percibir tu realidad de una manera completamente distinta.
La vida es un espejo en 3D de lo que eres por dentro, todos quieren cambiar el mundo, pero nadie quiere cambiarse a sí mismo, y la única manera de cambiar tu realidad es convertirte tú en ese cambio que necesitas para que el espejo refleje la vida que quieres.
Todo lo que tenemos es el momento presente, lo que ocurrió en el pasado, ocurrió en ese presente, y lo que vendrá en el futuro, ocurrirá también en ese presente. La única manera de hacerte cargo de tu futuro es ocuparte siempre del momento presente. Muchos buenos presentes darán como resultado un buen futuro, por eso es completamente absurdo anticiparse, no podemos controlar las circunstancias pero sí podemos determinar la actitud con la que nos enfrentamos a ellas, la manera de interpretarlas, la importancia que le damos, y el enfoque que ponemos. De ahí vendrán nuestras acciones y materializaremos nuestras experiencias.
Otros de los dones que esconde la ansiedad es la cantidad de neuronas espejo que confabulan los cerebros Ferrari, esto nos hace especialmente sensibles, sensitivos y empáticos, aunque también susceptibles e hipocondriacos. Además, cualquier información que recibamos la sentiremos como si nos estuviera pasando a nosotros, imagina que ¡podemos sentir hasta cien veces más!
Es por eso por lo que ir al cine con nosotros puede convertirse en una auténtica aventura, de risa escandalosa en las comedias, de llanto a moco tendido en los dramas y de chillidos en las de terror.
¡Así que es mejor advertirlo! No vaya a ser que a más de uno o una le coja por sorpresa y no quiera luego repetir la experiencia .
Nuestra capacidad empática y nuestra sensibilidad nos hacen generosos y ayudadores. No solo podemos intuir, es que podemos sentir cómo lo hace quien tenemos delante, podemos comprender, abrazar las emociones de otras personas e incluso de animales, y todo esto enfocado positivamente puede llevar a hacer mucho bien a la humanidad.
Como la velocidad de nuestros impulsos eléctricos es bestial, nos sobreestimulamos con tremenda facilidad, nos estresamos y agobiamos rápidamente porque nuestros ritmos de neurotransmisión cerebral son muy rápidos, lo cual incide directamente sobre nuestro sistema nervioso central.
Estar sometidos a tanto estrés de manera permanente esconde también el desarrollo de algunas capacidades extraordinarias, como la capacidad de concentración y reacción. Aunque a priori nos cueste más prestar atención, una vez entramos de lleno en una actividad no hay quien nos pare, arrasamos con todo y destacamos en ímpetu y determinación.
Contamos también con un desarrollado sistema neurosensorial, de modo que la intensidad y profundidad con la que sentimos puede llevarnos a sentir lo negativo como un verdadero drama, pero por el contrario vivenciamos lo positivo experimentando un enorme sentimiento de felicidad.
Las emociones no son selectivas, del mismo modo que no podemos decidir ver el rojo, el amarillo y el azul y no ver el blanco, el negro o el gris, si ves, ves, y si sientes, sientes. La alegría, la tristeza, el miedo, el deseo o la culpa. Otra cosa es que te conozcas, sepas que te gusta el rosa y decidas poner en tu vida todo lo que puedas de ese color; del mismo modo, puedes elegir interpretar tus circunstancias con optimismo, enfocarte en los aspectos más positivos, pero nada puede librarte de una imagen ni de una experiencia sensorial global.
Sí puedes aprovechar este conocimiento para tratar de calibrar y saber que, ni cuando estás abajo estás realmente tan abajo, ni cuando estás arriba estás realmente tan arriba, sino que es nuestra forma de percibir, y, poco a poco, intentar ir en busca de esa ecuanimidad, tratando primeramente de aceptarnos y amarnos como somos, con nuestras particularidades e intensas emociones. Resistirse a ellas, negarlas, incluso creerlas, nos lleva a enredarnos en las mismas, y entonces aparecen los problemas, las neurosis y el sufrimiento añadido.
Nuestro sistema de recompensa también es algo peculiar, esto se debe a que el núcleo accumbens genera menos dopamina que otros cerebros, por lo que tenemos especial dificultad a la hora de sentirnos satisfechos, consecuentemente somos un poco caprichosillos, y nos cuesta mucho establecernos límites en cualquier actividad física o mental. Esto nos lleva a tener tendencia a la obsesión. Suena feo, lo sé, sin embargo, también detrás de esto se esconden grandes dones.
Cuando Edison (el inventor) era pequeño, recibió una nota en su colegio. Los profesores le dijeron que se la entregara a su madre sin leerla y él, como buen niño, obedeció.
Cuando la mamá de Edison leyó la nota se puso a llorar y en voz alta le dijo a su hijo: «¡Cariño, eres un genio!, en la nota pone que a partir de ahora me dedique yo a tu educación porque la escuela se te queda pequeña».
Al cabo de los años, la madre de Edison falleció y entre sus pertenencias apareció la nota, Edison no pudo resistir la tentación de abrirla. En la nota ponía: «Su hijo está mentalmente enfermo, no podemos permitir que siga viniendo a la escuela».
Edison quedó fuertemente impactado, y fue consciente de cómo su madre había cambiado su vida para siempre dándole confianza.
¿Te imaginas que un día Edison se despertó con la idea de crear una bombilla y lo hizo a la primera? El mundo avanza gracias a personas que tienen nuestras peculiaridades, porque gracias a ello deseamos, perseveramos, no nos conformamos, persistimos, una obsesión bien enfocada puede llevarte a la excelencia, se traduce en fuerza de voluntad, en tenacidad y pasión por conseguir propósitos. El mundo necesita muchas personas obsesionadas dispuestas a invertir su capacidad en lugares productivos.
Por eso yo confío en ti, y como la madre de Edison te digo ¡que eres una/un genio! Mira todos los dones que escondes detrás de lo que llaman enfermedad.
La misma capacidad obsesiva que un día me llevó a estar encerrada en casa, autoobservando mi cuerpo, enfocada en mis miedos y síntomas, es la que me lleva hoy a estar aquí escribiendo mi tercer libro y, además, tener en el salón un mueble lleno de copas y medallas.
No te creas que eres un enfermo, eso lo dicen las mentes mediocres que desearían tener los dones que tú tienes, y las grandes industrias farmacéuticas que quieren vender psicofármacos. No somos más que nadie, somos diferentes, con particularidades que se salen de lo «normal». Además, por desgracia, hay muchos intereses para los que no interesamos, porque personas como nosotras somos las que hemos venido a cambiar el mundo.
Además, y por desgracia, hay muchos intereses detrás de los grandes poderes, para los que, individuos como nosotros resultamos una amenaza, porque somos personas que vienen a cambiar el mundo.
¿Eres consciente de lo que trato de mostrarte? Una nueva dimensión se abre dentro de ti en el momento que descubres tus dones, no es fácil conducir un Ferrari, pero una vez que lo consigas, ¡ya no habrá quien te pare!