Nunca un corte de pelo desató tanta controversia entre tantos mexicanos al mismo tiempo, al grado de convertirse en el tema del momento.
A mediados de 2018, en medio de la estepa pública incendiada por las campañas electorales, buena parte de los mexicanos vivimos meses de gran expectación generada por el estreno de la serie biográfica sobre Luis Miguel. «Pobre Luisito Rey, tan lejos de Dios y tan cerca de Catalina Creel», pudo ser la frase que definió esos meses.
La primera temporada estuvo en boca de todos. Se convirtió en el tema de conversación del café de los lunes; hizo arder las redes sociales —como si no ardieran a la menor provocación—; fue vilipendiada por algunos esnobs que preferían anunciar en sus redes que reflexionaban sobre el combate a la pobreza o la lucha contra la corrupción exactamente a la misma hora en que se estrenaba un nuevo episodio los domingos por la noche. La serie fue aplaudida y defendida por las fans de Luis Miguel, principalmente, «porque al Sol no se le toca», y porque, al fin y al cabo, las fans de antes y las de ahora son «las incondicionales».
La serie causó una expectación similar a la que provocó en la sociedad mexicana el nacimiento del pandita del amor en 1981; la Chiquitibum en 1986; la liberación de Keiko en 1996, o Big Brother y la Academia en 2002. De pronto comenzaron a escucharse nombres que parecían olvidados: Marcela Basteri, el Negro Durazo y el malo de malolandia, el mayor villano de la historia de México por encima de Huerta, Santa Anna, Iturbide y Salinas de Gortari: Luisito Rey, papá de Luis Miguel, que hacía palidecer al mismísimo demonio. Tal fue el furor por la serie que hasta Enrique Peña Nieto llegó a decir que el personaje más odiado de México era Luisito Rey —a pesar de los méritos que hizo el presidente a lo largo de su sexenio para quedarse con la presea al primer lugar.
No era la primera vez que Luis Miguel desataba la euforia. En 1989, durante varias semanas las revistas de espectáculos, los espacios informativos, la prensa escrita, anunciaron, comentaron y debatieron la noticia del momento: «¡Luis Miguel se cortó el pelo!». El rumor corrió como reguero de pólvora. Para sus fans era una tragedia de dimensiones griegas.
Todo era un exceso; daba la impresión de que el cantante hubiera realizado una hazaña sin precedentes en la historia de la humanidad: escalar el Everest de puntitas y sin oxígeno; atravesar el Atlántico para ir de América a Europa nadando sin descansar; lanzarse en paracaídas sin paracaídas, o haber descubierto la cura contra el sida en uno de sus conciertos.
Pero no era nada de eso; simple y llanamente se había cortado la melena un poquito por aquí, un poquito por allá y aunque el pelo largo era parte de su imagen, a todas luces resultaba una exageración el «corte de pelo de Luis Miguel» que marcó durante varias semanas el tema de conversación de muchos mexicanos.
El origen de todo era el lanzamiento de la canción La incondicional, uno de los sencillos de su álbum Busca una mujer, que se escuchó por primera vez en abril de 1989. Luis Miguel estaba de moda y por entonces no había canción que interpretara que no se colocara rápidamente en el gusto del público, pero lo que le dio una dimensión diferente a La incondicional fue el videoclip producido y dirigido por Pedro Torres —grabado en las instalaciones del Colegio Militar y la base aérea de Santa Lucía— que contaba la historia de un muchacho que al alistarse como piloto en la Fuerza Aérea Mexicana tenía que separarse del amor de su vida, a pesar de lo cual ella se mantenía como su incondicional.
Pedro Torres logró venderle el proyecto al recién nombrado secretario de la Defensa Nacional, Antonio Riviello Bazán, quien aceptó —pensando que podía ser buena propaganda para el Colegio Militar— pero puso varias condiciones lógicas porque se trataba de las instalaciones del Ejército mexicano y no de un foro de telenovela.
Para filmar tenían que adaptarse al horario de los cadetes y someterse al orden y a la disciplina del Colegio. «Si queríamos filmar una clase de clavados, teníamos que unirnos al grupo que lo haría a las seis de la mañana», recuerda Pedro Torres. Y aunque en la percepción del público parecía que Luis Miguel se había internado en el Colegio durante varias semanas, lo cierto es que fueron cuatro días de filmación y ya.
Que Luis Miguel se haya lanzado de una plataforma de 10 metros para un clavado o que bajara un edificio a rápel fue considerado por sus fans como la mayor proeza llevada a cabo por un mexicano en la historia. Y, sin embargo, lo que más padeció fue el momento en que tuvo que cortarse el pelo.
Luis Miguel se resistió una y otra vez, casi al grado del berrinche, pero a la mera hora aguantó candela y se sentó en el sillón del peluquero con una expresión tan desencajada que parecía estar a punto de las lágrimas. A pesar del drama, todo fue un show: apenas tocaron su melena en los lados y el resto fue obra de los trucos de cámaras y una excelente edición. La melena había triunfado y las fans respiraron tranquilas.
El videoclip de La incondicional fue un éxito; marcó una época, a una generación —se dice que al año siguiente aumentó considerablemente la matrícula del Colegio Militar— y pasó a la historia porque la gente quiso ver en el video la mexicanísima versión de Top Gun.