El presidente López Portillo lo pudo haber anunciado como si fuera uno de los grandes logros de su sexenio, sin ningún pudor, pero a todas luces habría sido un exceso: nada tenía que ver su gobierno con el primer nacimiento de un panda en cautiverio.
El 21 de julio de 1981 una noticia recorrió el país y el mundo: la pareja de osos panda Pe Pe y Ying Ying, del Zoológico de Chapultepec, que habían sido regalados por China a México en 1975 —a cambio, Echeverría les regaló una pareja de xoloitzcuintles—, había tenido una cría, algo nunca antes visto en ninguna parte del mundo, por lo cual se convirtió en la noticia del momento.
Por razones obvias, el gobierno quiso subirse en el milagro de la naturaleza, por lo que propuso llamarlo Cancún, ya que en el mes de octubre de ese año el gran desarrollo turístico del sexenio sería la sede de la Cumbre Norte-Sur, así que la promoción le caía como anillo al dedo. Sin embargo, parecía muy forzado ponerle ese nombre, y más cuando alguien le dijo al presidente que Cancún significa «nido de serpientes», así que lo dejaron para mejor ocasión.
A los pocos días, todo se desbordó. La euforia pandística alcanzó límites insospechados. «Todos somos pandas», decían unos; «Panda, hermano, ya eres mexicano», decían otros. Las cámaras de televisión monitorearon minuto a minuto a la cría, porque existía la posibilidad de que no sobreviviera. Las malas lenguas decían que era un gato o una rata, porque al nacer la cría del panda tiene la piel rosa. A un mes de nacido, el panda adquirió forma de panda y la gente enloqueció.
El gobierno regresó a las andadas a través de la Primera Dama, Carmen Romano de López Portillo. La esposa del presidente pidió que se hiciera una canción en honor al panda, y se le hizo fácil ordenar que la producción del disco fuera patrocinada por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), organismo que había fundado en 1977.
Así llegó el primer gran éxito musical sobre el panda en la voz de Yuri, que iniciaba su carrera. El tema, titulado Pequeño panda de Chapultepec —porque todavía no tenía nombre—, se escuchó hasta la saciedad en todas las estaciones de radio, pero además se filmó un video en el Zoológico que ningún mexicano dejó de ver. La canción fue un éxito; Yuri volvió a grabar el tema en uno de sus LP y vendió más de un millón de copias.
Pero la pandamanía apenas comenzaba. Los fines de semana, hasta un millón de personas acudía al Zoológico de Chapultepec y durante horas hacía filas que llegaban hasta el Monumento a los Niños Héroes, con la esperanza de verlo jugar unos segundos al pasar frente al espacio habilitado para él.
Durante algunos meses se vendió cualquier cantidad de productos con el panda estampado, o un panda patrocinaba algo, o un panda anunciaba lo que fuera. Camisetas, calcomanías, fotos, máscaras, peluches, tiras cómicas, globos, carteles, estampas, dulces; no faltaron los vivales de siempre que ofrecían boletos para verlo en primera fila sin tener que esperar tanto tiempo.
Por entonces, los productores del programa La carabina de Ambrosio aprovecharon la euforia del momento para crear una sección llamada «Los panditas», donde César Costa y Javier López Chabelo, disfrazados de pandas, retozaban y luchaban en escena. Y cómo decirle que no al cine; por esos días, Carlos Amador estrenó El osito panda, que duró 30 semanas en cartelera. Por si fuera poco, y ya pasada la euforia, con motivo de los cinco años del nacimiento del panda, el Banco de México acuñó una onza conmemorativa en la que Tohuí —el que sería su nombre— aparecía con su madre, Ying Ying.
Finalmente, se lanzó un concurso para encontrarle nombre al panda de Chapultepec. El 30 de abril de 1982 eligieron al ganador entre más de cien mil propuestas de nombres muy cursis. El ganador fue un niño de Guachochi, Chihuahua, cuyo nombre era mucho más interesante que el que propuso para el panda: Parménides Orpinel García.
Tohuí fue el nombre de origen tarahumara que recibió la cría, y cuyo significado es «niño», aunque poco después las autoridades del Zoológico se dieron cuenta de que habían hecho un gran oso: resultó que la cría no era oso, sino osa. Nadie quiso cambiarle el nombre y Tohuí quedó para la historia.
Parménides y su familia viajaron a la ciudad de México con todos los gastos pagados. El niño recibió su premio de manos de Jacobo Zabludovsky en su programa 24 Horas, que consistía en un automóvil Atlantic de la VW, modelo 1982, rojo, y en cuyo cofre estaba pintado el rostro del pandita del amor. El premio también incluía una beca de estudios que nunca recibió, según el propio Parménides.
Como corolario de la pandamanía que se desató desde mediados de julio de 1981 llegó una segunda canción, lanzada por la artista infantil Ginny Hoffman en el programa Chiquilladas, que ya incluía su nombre y decía: «Tohuí Panda le pusieron, al pandita del amor. Tohuí Panda ya lo llaman sus papitos desde hoy […]».
Al año siguiente estalló la crisis económica y el futuro del país se puso tan negro como el panda de Chapultepec.