«El hemisferio derecho es el hemisferio de las emociones.» Este es el mensaje de moda. Por desgracia, la realidad tiene más matices y es más complicada, ya que los dos hemisferios están implicados en cada emoción. Así, cuando miramos a una persona querida, sus rasgos son reconocidos por un módulo del hemisferio izquierdo y su expresión por un módulo del hemisferio derecho. Por lo tanto, no otorguemos todas las virtudes emocionales al hemisferio derecho, porque no estamos seguros de que las tenga todas. De todas formas, en lo que concierne al reconocimiento de las manifestaciones emotivas faciales en los demás, es el hemisferio preponderante.
La actividad del hemisferio derecho se lee en la parte izquierda de la cara y el cuerpo.
Nosotros miramos a nuestros interlocutores para comprender qué sienten con nuestro contacto, cosa que no ocurre con un niño autista, por ejemplo. Sin embargo, por esta razón, un joven autista podrá acercarse y acariciar a una cierva sin que esta se escape, o penetrar en la casita de un perro y cogerle su plato sin que este se queje.1
Pasamos el sesenta por ciento del tiempo mirando a los demás, mientras que un autista pasa el cuatro por ciento del tiempo.2
Miramos a las personas que nos interesan más tiempo y más a menudo que a las demás. De esta forma damos a estos hombres y mujeres la sensación de que son más apreciados.3 Hay «química», nos miramos a los ojos. Mirarse a los ojos, una expresión realmente hecha, porque mientras pensamos en «fijar» a nuestro interlocutor, nuestros ojos miran en realidad casi veinte puntos de su cara4 en el espacio de una decena de segundos.

El ojo tiene que cambiar de objetivo constantemente para que las células visuales continúen manteniéndose estimuladas. Sin embargo, lo que resulta sorprendente es que, en una situación de bienestar, miramos más la parte izquierda de nuestros interlocutores que su parte derecha y más su ojo izquierdo que el derecho.
La parte izquierda de una cara nos dice mucho más que la parte derecha. Esta diferencia ha sido objeto de numerosos estudios que lo han confirmado.5 Facilita más información sobre las emociones que la parte derecha de la cara y, por esta razón, la miramos más. Por otra parte, también es más móvil que la parte derecha.6
En lo que respecta al hemisferio izquierdo, es el hemisferio del control. Cuando nos ponemos en posición de control, nos negamos a soltarnos, mostramos siempre más la parte derecha de la cara y nuestro lado derecho. A continuación transmitimos mensajes mucho más duros (véase el cuadro sobre Hitler).
Para saber a qué atenernos, propongo al lector que haga un pequeño experimento. Sitúese frente a uno de sus seres allegados, pídale que se acerque a usted y que le diga: «No», moviendo la cabeza de un lado a otro. Si consigue obtener un no que sea sincero, será un fenómeno extraño. Cuando decimos «no», presentamos primero el ojo derecho delante de nuestro ojo izquierdo desencadenando un movimiento de cabeza hacia la izquierda. Lo que traduce Sina en el montaje siguiente:

Menos de 1 segundo
En el capítulo anterior hemos hablado de la inclinación lateral de la cabeza. Aquí hablamos de su rotación, porque la cabeza permanece muy derecha y rígida cuando expresamos un rechazo.
¿Acaso nunca se había dado cuenta de que a partir del momento en el que un interlocutor le toca, usted mira más la parte izquierda de su cara que la parte derecha? Todos lo hacemos, porque solo existe una condición humana. ¡Nunca es tarde para darse cuenta!
Pensábamos que dos interlocutores emocionados se miraban «a los ojos» y estamos a punto de descubrir que miran principalmente al ojo izquierdo de la otra persona. Además, como el hemisferio derecho permite a la vez leer las emociones de los demás y expresar las propias emociones, miran más a la parte izquierda de la cara de su interlocutor y lo hacen sobre todo con el ojo izquierdo.
Este fenómeno es muy denso de significado. Para comprender hasta qué punto, observe cómo le mira Sina, con la cabeza situada en dos posiciones distintas. Intente captar muy deprisa la diferencia entre la función de los ojos de las dos imágenes: ¿en qué foto parece más emocionada?

En televisión, las personas entrevistadas no están directamente en frente de la cámara, sino que están ligeramente de lado para «hablar» con su ojo izquierdo, incluso aunque el ojo director sea el derecho. Esta es una actitud de seducción muy inconsciente que manifiesta en todas las situaciones de cara a cara.7
Si bien es cierto que se trata de un fenómeno muy sutil, es fácil de reconocer si se es un poquito observador.
Para mostrar que nos interesa algo, hablamos principalmente con la parte izquierda de la cara. Y para crear un clima dulce, inclinamos la cabeza.

En los momentos de dulzura nuestra cabeza se balancea a ambos lados, pero los movimientos efectuados a la izquierda siempre son más acentuados. Cuando nos sometemos a emociones positivas, nos soltamos y nuestro cuello se flexibiliza. Estos fenómenos son universales. Además, sin duda porque son universales, donde quiera que vayamos, llegamos a intercambiar e instaurar relaciones amigables, incluso cuando no comprendemos el lenguaje de nuestros interlocutores. Todos los que hayan viajado a zonas en las que las señales culturales y lingüísticas no les permitían comprenderlos con palabras, seguramente «verán» lo que quiero decir.
Los hombres y las mujeres muy seductores son más sensibles a las emociones que la media de los seres humanos. Son atentos y miran inconscientemente el ojo que traduce mejor las emociones, es decir, el ojo izquierdo. Sin reflexionar sobre ello, abren un acceso realmente directo a las emociones de los seres que les agradan.
Los primeros descubrimientos sobre la importancia del ojo izquierdo en la expresión de las emociones datan de la década de 1970. Sin embargo, en la pintura abundan desde hace siglos cuadros en los que la parte izquierda de la cara destaca sobre la parte derecha. En lo referente al encanto, la expresión más enigmática pintada jamás es la de Mona Lisa en el célebre cuadro de Leonardo da Vinci La Gioconda. El interés por este cuadro se comprende más fácilmente cuando consideramos los descubrimientos relativos al papel del ojo izquierdo en la seducción.

Al ver el cuadro de La Gioconda, notamos la asimetría de la cara pintada. Miremos ahora la imagen invertida de este cuadro.

La Gioconda, en un espejo
En la segunda imagen (la del cuadro invertido), el ojo izquierdo de la Gioconda es más pequeño que su ojo derecho y, de repente, parece triste. Es lo que ocurre cuando estamos emocionados positivamente: nuestro ojo izquierdo se abre más.
A pesar de que esto no sea más que una hipótesis, podríamos pensar que la Mona Lisa, emocionada por el pintor, se sorprendiera con el ojo izquierdo ampliamente abierto. La técnica perfecta de Leonardo da Vinci le permitió reproducir todos los detalles de esta obra. Y serían detalles puramente subliminales, conjugados con la seguridad del trazo de Leonardo da Vinci, lo que explicaría el éxito del cuadro, un éxito nunca desmentido desde 1507. Qué extraña alquimia: la modelo emocionada por el pintor da lo mejor de sí misma al artista y este reproduce con rigor el impacto de su propia seducción en la cara.
Sin embargo, también es posible que Leonardo da Vinci pintara la Gioconda de memoria o que conociera toda la importancia de la parte izquierda de la cara en la expresión de las emociones.
Ahora sigamos con otro ejercicio: hagamos un experimento. Observemos qué vemos al partir una foto y duplicar la parte derecha de una cara antes de duplicar la parte izquierda. ¿Qué observamos?
Incluso cuando la cara es extremadamente simétrica y el encanto reside en la regularidad de los rasgos, la parte izquierda es más redondeada y más dulce.

Mire estas caras pasando rápidamente de una a otra. La primera cara está más tensa, más rígida. Observemos en detalle los motivos: las dimensiones de la zona de la boca reconstituida duplicando ambos labios izquierdos son mayores que las que aparecen reconstituyendo los dos labios de la derecha.

Vea igualmente cómo la cara recompuesta a partir de dos ojos derechos (cuyo movimiento está dirigido por el hemisferio izquierdo) parece vigilante, fija y centrada, en relación con la mirada más abierta compuesta por los dos ojos izquierdos.

A medida que se acostumbre, podrá captar estos detalles con mucha precisión. No olvidemos tampoco que en nuestros intercambios cotidianos, a la distancia a la que nos miramos estos detalles se amplían unas tres veces más.
De hecho, nos damos cuenta de que, contrariamente a lo que tenemos tendencia a creer, no es la regularidad de los rasgos la responsable del encanto, sino su asimetría. La asimetría de nuestros trazos traduce nuestras aberturas emocionales y nos hace más conmovedores para nuestras personas queridas. La cara de las personas que amamos ya toma otros colores, se ilumina de otra manera. Estamos a punto de adquirir medios de percibir en sus ojos emociones que nunca habíamos captado hasta ahora.
Sin embargo, la seducción también implica actitudes, gestos y posiciones del cuerpo. Al descubrirlos, aprovechemos para romper con algunas viejas creencias totalmente equivocadas.
Primera creencia y una de las más corrientes: los diestros hacen más gestos con la mano derecha y los zurdos, con la izquierda. Es falso. Segunda creencia y bastante frecuente: comparados con los diestros, los zurdos tienen los dos hemisferios cerebrales invertidos, por eso son zurdos. Esto también es totalmente inexacto.8
Los zurdos tienen la misma configuración cerebral que los diestros. Además, salvo algunas particularidades, su lenguaje corporal es igual que el lenguaje corporal de los diestros.
Independientemente de que seamos diestros o zurdos, utilizamos las dos manos cuando efectuamos gestos, y no damos preferencia forzosamente a nuestra mano motriz.9 Además, se admite pertinentemente, porque se ha verificado, que no somos más hábiles con nuestra mano motriz que con la otra. Sin embargo, las dos partes de nuestro cuerpo están especializadas en actividades distintas. De hecho, algunas observaciones permiten demostrar más y más claramente que la parte izquierda del cuerpo es la más implicada en todas las situaciones de fuerte contenido emocional.10
El deseo nos lleva a querer que nuestros interlocutores nos miren. En ocasiones incluso intentamos atraer la atención del otro, conservar su mirada. Algunos de nuestros gestos tienen esa función; son gestos de autocontacto. Estos gestos, centrados en el cuerpo, como poner una mano en una cadera o en el cuello, por ejemplo, tienen una función particular. Sirven para dirigir la atención de la otra persona a la parte del cuerpo en la que se ha posado la mano.11

En la imagen izquierda, Siner atrae inconscientemente nuestra mirada hacia su cadera izquierda, mientras que en la imagen de la derecha, Sina la atrae hacia el nacimiento de su pecho. La atención de la persona con la que nos comunicamos se fija inconscientemente en la parte del cuerpo en la que está situada nuestra mano. Este gesto no tiene una función verdadera, pero revela muy bien nuestros deseos afectivos. En general, lo efectuamos más con la mano izquierda, independientemente de que seamos diestros o zurdos.12
De hecho, en las situaciones más emocionales nos esforzamos muy inconscientemente en dirigir la atención de nuestro interlocutor a la parte izquierda de nuestra cara o de nuestro cuerpo. De esta forma, damos un tono más afectivo a la comunicación, que se efectuará de cara izquierda a cara izquierda y de cuerpo izquierdo a cuerpo izquierdo.

Como empezamos a ver, la comunicación de cara izquierda a cara izquierda y de cuerpo izquierdo a cuerpo izquierdo siempre está impregnada de una mayor intensidad emocional.
Algunos hechos sorprendentes dejan suponer que la parte izquierda del cuerpo está vinculada estrechamente con las emociones.13 Cuando las emociones nos embargan y nos perturban, pueden entrañar reacciones fisiológicas que se traducen por picores muy breves.14 Nos rascamos porque «pica» y lo hacemos preferentemente con la mano izquierda, independientemente de que seamos diestros o zurdos.15 Los enfermos afectados por una lesión en el hemisferio derecho presentan reacciones más débiles a los estímulos emocionales.16 En algunas situaciones que exigen una respuesta inmediata frente a las expresiones emocionales de los demás, son las neuronas presentes en la región prefrontal derecha las que reaccionan las primeras 120 milésimas de segundo después de la presentación del estímulo.17
Numerosos fenómenos parecen demostrar que la parte izquierda de nuestro cuerpo participa en las emociones, pero no dejaremos de matizar este estado de hecho. Así, veremos que si la parte izquierda de la parte superior del cuerpo reacciona a menudo de forma muy emocional, no podemos decir lo mismo de la pierna izquierda: los movimientos de las piernas no siguen las mismas reglas que los que se realizan con la parte superior del cuerpo. Pero cada cosa a su tiempo...
El hemisferio derecho, más emotivo que el izquierdo, interviene más eficazmente en materia de seducción porque las imágenes transmitidas al cerebro de nuestros interlocutores adoptan una vía subliminal. Los hombres y las mujeres más seductores disponen de una mayor capacidad que los demás para transmitir imágenes subliminales. En el capítulo siguiente examinaremos este proceso de forma más detallada.
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1. Boris Cyrulnik, La naissance du sens, París, Hachette Littérature, 1995, 166 pp. (Col. Pluriel).
2. Véase: R. V. Exline, «Visual Interaction: The Glances of Power and Preference», en Symposium of Motivation, de J. Cole, Lincoln, University of Nebraska Press, 1971, pp. 163-206.
3. Es lo que desvelaron Cook y Smith. Véase: M. Cook y J. M. C. Smith, «The Role of Gaze in Impression Formation», British Society, Clinical Psychology, número 14, 1975, pp. 19-25.
4. Es un descubrimiento de Vine. Véase: I. Vine, «Judgement of Direction of Gaze: An Interpretation of Discrepant results», British Society, Clinical Psychology, número 10, 1971, pp. 320-331.
5. Se reconoce que la parte izquierda de la cara es más expresiva. Es opinión sobre todo de Skinner y Mullen: «Facial Assymetry in Emotional Expression: A Meta-Analysis of Research», British Journal of Psychology, número 30, 1991, pp. 113-124.
6. Pierre Buser, conocido profesor de neurociencias y miembro de la Académie des Sciences de París, comenta este fenómeno en una obra científica. Buser observa: «En general, el sujeto normal, incluso en visión libre se siente más afectado por la expresión emocional de la parte izquierda de una cara que examina (por su hemisferio derecho) que por la de la parte derecha.» (Cerveau de soi, cerveau de l’autre, París, Odile Jacob, 1998, p. 291, p. 432).
7. ¡Atención! No hablo de los periodistas que leen información escrita en un prompter. En su caso, el fenómeno todavía es más automático, porque es el hemisferio derecho y, por lo tanto, su ojo izquierdo, el que descifra los textos que leen en pantalla. Esto aumenta su potencial de seducción, sin que sean realmente conscientes de ello.
8. Véase: Pierre Feyereisen, Le cerveau et la communication, París, P.U.F., 1994, 213 pp. (Col. Psychologie d’aujourd’hui). En este libro el autor hace un examen muy completo de nuestros conocimientos cerebrales relativos al fenómeno de la lateralidad.
9. Véase: D. McNeill, «So You Think Gestures Are Nonverbal?», Psychological Review, número 92, 1986, pp. 350-371.
10. Véase particularmente: G. Gainotti, «Emotional Behavior and Hemispheric Side of the Lesion», Cortex, número 8, 1972, pp. 41-55; H. Gardner, H. Brownell, W. Wapner y D. Michelow, «Missing the Point: The Role of the Right Hemisphere in the Processing of Complex Linguistic Materials», en Cognitive Process and the Right Hemisphere, de E. Perelman, New York Academic Press, 1983; R. Davidson, «Prolegomenon to Emotion: Gleanings from Neuropsychology», Cognition and Emotion, número 6, 1992, p. 245.
11. Lo que demuestran N. Freedman y J. Steingart en su texto titulado: «Kinesic Internalization and Language Construction», aparecido en Psychoanalysis and Contemporary Science, vol. IV, 1975, de D. B. Spence, New York University Press, pp. 355-403.
12. M. Kinsbourne, «Brain Organization Underlying Orientation and Gestures: Normal and Pathological Cases», en The Biological Foundations of Gestures: Motor and Semiotic Aspects, publicado bajo la dirección de J. L. Nespoulous, P. Perron y A. R. Lecours, Hillsdale, 1986, pp. 65-76.
13. Esto es particularmente cierto para la cólera. Véase: Paul Ekman, Levenson y Friesen, «Autonomic Nervous System Activity Distinguishes between Emotions», Science, número 221, 1988, pp. 1208-1210.
14. Hemos establecido una cartografía detallada de este punto. Véase: Philippe Turchet, La Synergologie, Montréal, Les Éditions de l’Homme, 2000.
15. D. Kimura, «The Neural Basis of Gesture», en Studies in Neurolinguistics, de H. Whitaker y H. A. Whitaker, vol. 2, 1976, pp. 145-156.
16. P. Zoccolotti, D. Scabini y C. Violani, «Electrodermal Responses in Patients with Unilateral Brain Damage», Journal of Clinal Neuropsychology, número 4, pp. 143-150.
17. Hiroto Kawasaki, Ralph Adolphs, Olaf Kaufman, Hanna Damasio, Antonio Damasio, Mark Granne, Hans Bakken, Tomakatsu Hori y Matthew A. Hoawa, «Single-Unit Responses to Emotional Visual Stimuli Recorded in Human Ventral Prefrontal Cortex», Nature Neuroscience, número 4, 2001, pp. 15-16.