Si de algo ha servido el primer año de Donald Trump en la Casa Blanca ha sido para sacar a relucir los males del país. Los conflictos ya estaban allí, pero ahora se exponen uno tras otro. De esos problemas, el de las relaciones raciales es uno de los más arduos.
Con el entusiasmo surgido de la victoria del primer presidente negro, Barack Obama, algunos se preguntaban si Estados Unidos habría alcanzado una era posracial, es decir, en la que las razas no importan. El triunfo de Trump ha demostrado que al país le queda un buen trecho para alcanzar esa meta.
Estados Unidos ha gozado de una población multirracial desde un inicio, pero también de mecanismos de discriminación contra las minorías. El primer censo, de 1790, ya incluía información sobre la raza de sus habitantes: blancos y negros, y una subcategoría para los segundos: esclavos o no esclavos. Inicialmente, los habitantes nativos americanos no se incorporaron.
La guerra civil concluyó con la abolición de la esclavitud, y se consolidó el derecho de ciudadanía para todas las personas nacidas o nacionalizadas en Estados Unidos y la prohibición de negar el voto por motivos de raza, color o previa condición de esclavo. Solo unos años más tarde, los estados combatieron aquellas normas con leyes de segregación y, a las puertas del siglo XX, la decisión del caso Plessy contra Ferguson respaldó el principio de «separados, pero iguales». Esa sentencia declaraba constitucional la segregación racial en espacios públicos. Elementos aparentemente mundanos como medios de transporte, restaurantes o fuentes de agua se convirtieron en símbolos de discriminación y, posteriormente, de protesta. Hubo manifestaciones multitudinarias, actos de desobediencia civil y surgieron líderes como Martin Luther King Jr. El activismo trajo cambios, pero las consecuencias de ese pasado perduran hoy, y aún es difícil entender el país sin tener en cuenta su demografía y la clasificación racial.
Según datos oficiales, en Estados Unidos hay 323 millones de personas. La mayoría son blancos, un 17,8 % son latinos, un 13,3 % afroamericanos, y un 5,7 % asiáticos. Se estima que antes de 2050 el porcentaje de minorías raciales ascenderá a más de la mitad del país; es decir, superará al grupo actualmente mayoritario.
La victoria de Barack Obama en 2008 fue un hito ya que, a pesar de esa población diversa, en 200 años no se había elegido a ningún presidente que no fuese blanco. Su sucesión por Donald Trump, con una clara postura contra la inmigración en su primer año como presidente, parece una respuesta temerosa a esa multiculturalidad y al futuro aún más diverso que se acerca. Algunas de sus primeras propuestas en este campo incluyen la construcción de un muro en la frontera con México; la orden ejecutiva para prohibir la entrada a personas de sietes países de mayoría musulmana; los cambios en el visado H1-B, utilizado especialmente por empresas tecnológicas para contratar a empleados extranjeros y cuya mayoría de beneficiados proviene de India, y el intento de acabar con DACA,1 la medida que posibilita la estancia en el país de personas que llegaron ilegalmente cuando eran niños y que protege preferentemente a latinos.
Aún se desconoce cuándo se elegirá a otro presidente negro o de cualquier otro grupo distinto del blanco, pero las candidaturas de personas de minorías raciales y étnicas, en buena parte gracias a Obama, ya no extrañan como antes. A comienzos de 2018 ya se barajaban algunos nombres de posibles aspirantes a las elecciones presidenciales de 2020, y varios de ellos no eran blancos.
Tras un impactante discurso en la entrega de los Globos de Oro, con el que a más de una persona de la audiencia se le saltaron las lágrimas, se hablaba de si la estrella afroamericana de las tertulias de televisión Oprah Winfrey sería candidata en 2020. Oprah recibió el premio Cecil B. DeMille en honor a su carrera cinematográfica, la primera mujer negra que lo gana y, a cambio, compartió con los asistentes su historia de superación y denunció la discriminación racial y de género. Su madre era empleada del hogar y ella una niña cuando vio en televisión al primer actor negro que se llevaba ese mismo galardón. Hoy Oprah posee, según la revista Forbes, una fortuna valorada en 3.000 millones de dólares, y se ha convertido en la primera mujer negra «milmillonaria» en Estados Unidos.
Las especulaciones ya han comenzado: la lista de senadores y congresistas que se mencionan como posibles aspirantes en las próximas elecciones presidenciales ya roza la veintena. Entre ellos sobresale con fuerza el nombre de Cory Booker, también negro. Con 48 años y educado en las Universidades de Stanford y Yale, ha sido alcalde de Newark y actualmente es senador por el estado de Nueva Jersey.
Si se presenta Oprah, no será la primera mujer negra en unas primarias presidenciales. La pionera, por uno de los dos grandes partidos, fue la congresista afroamericana Shirley Chisholm en 1972, por el partido Demócrata. La última afroamericana que hizo campaña fue la senadora negra Carol Moseley Braun, en 2004, por el mismo partido. Además de ellas, otra mujer negra, Isabell Masters, participó en tres ocasiones, pero en las primarias republicanas. De todas ellas habla esta obra, que se inicia con la vida de Shirley Chisholm.
Cory Booker tampoco fue el único de los candidatos afroamericanos junto a Obama. La periodista Gwen Ifill, ahora fallecida, le describía como uno de los jóvenes líderes afroamericanos distinto de los históricos reverendos activistas por los derechos civiles como Jesse Jackson y Al Sharpton, cuyas campañas en las primarias presidenciales del partido Demócrata son de las más conocidas de aspirantes negros. De ellos también habla este trabajo.
Aunque para ser elegido presidente solo se exige tener al menos 35 años y haber residido en Estados Unidos un mínimo de 14, las leyes y prácticas discriminatorias contra las minorías raciales hicieron imposible a veces, y muy difícil en otras ocasiones, las candidaturas presidenciales de personas pertenecientes a minorías. Hasta hace poco la mayoría de académicos creía que el primer candidato presidencial negro de Estados Unidos se había presentado en 1960, cuando Clennon Washington King lo hizo por el Independent Afro-American Party. No es así. Gracias a investigaciones como la del profesor emérito de la Universidad de Wisconsin-La Crosse, Bruce L. Mouser, se conocen las vidas de los primeros candidatos presidenciales afroamericanos de 1904. En aquella época, a pesar de ser uno de los periodos más complicados para las relaciones raciales en el país, se formaron dos partidos negros: el National Liberty Party y el Lincoln Republican Party, que nominaron a sus respectivos candidatos presidenciales: William Thomas Scott, el primer candidato presidencial negro de Estados Unidos, que solo ocupó el puesto unos días y fue sustituido por George Edwin Taylor en el National Liberty Party, y E. P. Penn, por el Lincoln Party.
Desde 1904 hasta la década de 1960, en aquel contexto de segregación y racismo, no hay constancia de ningún candidato a presidente de una minoría racial en las elecciones de Estados Unidos por ningún partido. Solamente hubo varios afroamericanos aspirantes a la vicepresidencia. Tras una serie de candidatos con campañas por terceros partidos,2 en la década de 1960, en 1972 finalmente se anunciaron las primeras candidaturas de aspirantes de minorías raciales y étnicas en las primarias de los grandes partidos, el Demócrata y el Republicano. Un camino que Barack Obama culminó con su victoria en 2008. Este libro narra esas apasionantes historias. Las de 11 candidatos, entre ellos negros, latinos y una mujer asiática, que emprendieron campañas en las primarias presidenciales de los dos principales partidos estadounidenses de 1972 a 2008, hasta la victoria de Barack Obama.
Esta obra habla de sus vidas, de su capacidad para sortear obstáculos y alcanzar metas. De familias que buscan un porvenir más próspero en otras regiones del país o incluso en el extranjero. Todos venimos de alguna parte, el ser humano es migrante, y continuamos la misma práctica. Así lo hizo la familia negra que dejó el Sur segregado por la prosperidad que podría obtener en Chicago; los emigrantes del Caribe que llegaron a Nueva York y construyeron su hogar en Brooklyn; aquel matrimonio del interior de México, que vio una oportunidad en la recogida de remolacha en los campos de Michigan; los japoneses que se asentaron en Hawái, incluso antes de que fuese un estado de Estados Unidos. O el emigrante asturiano que se despidió de España en un barco con rumbo a América. De todos ellos se hablará aquí.
Trata de hombres y mujeres que en el contexto de la sociedad estadounidense actual no forman parte del grupo blanco mayoritario. Con sus vivencias se aportan datos que completan la historia sobre campañas presidenciales tradicional, que normalmente no trata de minorías raciales y étnicas.
Finalmente, habla de sueños. Del impulso que lleva a tomar decisiones que en su momento parecen intempestivas y que pueden llegar, incluso, a cambiar la historia. Ese «sueño a destiempo», el de llegar a la Casa Blanca, se quedó en un anhelo para muchos, pero solo el fantasear con esa posibilidad hace a todos sus protagonistas importantes. La victoria de Barack Obama fue posible porque se atrevió a lanzar su campaña presidencial.
La obra nace tras la investigación de una tesis doctoral, pero no pretende ser un estudio académico. Tiene contenidos de política, pero también de periodismo, de literatura y de historia. Se dirige a todas las personas con interés sobre Estados Unidos, sobre campañas presidenciales y minorías raciales. En realidad es para todos los que alguna vez soñaron.
Caminal Badia, M. (ed.) (2007). Manual de Ciencia Política. Madrid: Tecnos.
McClain, P. D.; Tauber, S. C. (2010). American Government in Black and White. Coulder: Paradign Publishers.
United States Census Bureau (s/f). «Quick Facts – Race and Hispanic Origin» [documento en línea]. United States Census Bureau. [Fecha de consulta: 20 de marzo de 2018]. <https://www.census.gov/quickfacts/fact/table/US/PST045216>
1. DACA es la sigla para la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, en inglés: Deferred Action for Childhood Arrivals.
2. En el sistema bipartidista de Estados Unidos existen dos grandes partidos que obtienen la casi totalidad de los escaños en las elecciones presidenciales. Gobierna uno u otro sin tener que formar una coalición. Aunque hay partidos mucho más pequeños, los llamados «terceros partidos», que presentan candidatos, a pesar de que no tienen la posibilidad de ganar (Caminal, 2007).