Primera parte
CUESTIONES GENERALES

Mitología y simbolismo

Una de las claves de comprensión de la astrología es el conocimiento del mito y su interpretación en clave moderna. En el mito existe siempre una verdad de orden moral y espiritual, ataviada con trajes alegóricos, que la astrología hace propia y de la que tienen que descodificarse los símbolos. A través del mito podemos dar la vuelta a nuestros miedos, virtudes y pecados, y podemos comprender las bases arquetípicas del elemento humano, las cuales se reflejan en el significado de los signos zodiacales y de los planetas que componen un tema astral. El propio C. G. Jung ve en el mito la expresión del inconsciente colectivo, de toda la experiencia humana acumulada en milenios de evolución.

Por lo tanto, la astrología nos cuenta, a través de la metáfora mitológica y la sucesión de los signos, la historia de la humanidad y nos da indicaciones sobre el camino que todavía debemos recorrer. ¿Qué es, de hecho, la mitología, sino el mundo entero en nuesto interior, lo que hemos sido, somos y seremos?

En todas las culturas y en todos los mitos, los Géminis tienen una importancia considerable y han representado siempre, aunque de formas diversas, la alternancia de dos naturalezas, una positiva y otra negativa. Con estos dos términos se pueden entender tanto dos fuerzas contrapuestas (el bien y el mal, por ejemplo) como complementarias (el yin y el yang).

El mito al que se remonta principalmente la astrología es el de Cástor y Pólux, los llamados Dióscuros. En la mitología griega existen, además, otros dos gemelos, Anfión y Zetos, de los cuales se cuenta muy poco.

Cástor y Pólux eran hijos de Leda, aunque las malas lenguas decían que, aunque fueron concebidos en una misma noche, sólo Pólux era hijo de Zeus, mientras que Cástor lo era de Tindáreo, el legítimo marido de Leda. Pero ¿cómo pudo suceder esto? Parece ser que Zeus, para poseer a Leda, de la que se había encaprichado, se transformó en un cisne blanco y la fecundó en la orilla del río Europa. Pero la misma noche, Leda fue poseída por Tindáreo y, cuando llegó el momento, dio a luz un huevo que contenía a Cástor y a Pólux. Debido a esta discutida paternidad, sólo Pólux fue considerado con seguridad, y no se sabe por qué, hijo de Zeus y asumió cualidades divinas, como la inmortalidad. Sin embargo, los dos hermanos eran inseparables. Jugaban juntos, luchaban juntos y se lanzaban juntos a aventuras amorosas. Y fue precisamente esta última actividad la que puso fin a sus gestas. Intentaron raptar a dos muchachas, algo habitual en la Antigüedad; sin embargo, estas circunstancias fueron el preámbulo de una tragedia, pues las muchachas ya estaban prometidas a Idas y Linceo y en la ulterior lucha murió Cástor. Pólux estaba desesperado y le rogó a Zeus que le librara de la inmortalidad o que se la otorgase también a su hermano. Ninguna de las dos cosas fue posible y Zeus decidió que estuvieran juntos seis meses en el cielo y otros seis bajo tierra o, según otras interpretaciones, un día en el cielo y otro bajo tierra. Así no se separarían durante toda la eternidad; Zeus, conmovido por ese amor fraterno, regaló al cielo la constelación de Géminis.

Este es, pues, el primer relato de la mitología relacionado con el signo de Géminis: la juventud que quiere ser eterna y que no acepta la separación de su cuerpo y la dualidad típica del signo respecto a las proposiciones de la vida. Por una parte, el instinto (Cástor), y por otra, el intelecto (Pólux). O también la alternancia del renacimiento y la muerte. Pero se puede encontrar otro punto de unión, con un mayor vínculo psicológico con los nacidos en el signo de Géminis, según el cual Pólux, que no quiere separarse de su querido hermano Cástor, representa también la necesidad profunda, aunque no muy explícita, de estos nativos de una unión segura que les proporcione un punto de referencia preciso. Se trata de la mítica elección de vivir la mitad del tiempo en el cielo y la otra mitad bajo tierra, lo que equivale a vivir y morir de forma continua, con el objetivo de no separarse; representa la participación eterna en la luz y las tinieblas y la alternancia de las dos tendencias solares y plutonianas típicas del signo (de hecho, Plutón se encuentra exaltado en el signo de Géminis).

Los Dióscuros, en sus empresas gloriosas, como la búsqueda del vellocino de oro y la ayuda que prestaron a Jasón, eran también inseparables de sus caballos y a esto quizás, además de a su protector Mercurio, se debe el concepto de movilidad que es innato en los Géminis.

Otras parejas de gemelos, como ya hemos dicho, forman parte de los mitos que podemos relacionar con el signo, empezando por Caín y Abel y continuando con los indios Ashvins y los romanos Rómulo y Remo. En todos ellos encontramos la dualidad de comportamiento típica del signo. Sin contar además con que el día de Pentecostés, el momento en que la llama del Espíritu Santo desciende sobre la cabeza de los Apóstoles y les otorga el don de lenguas, cae precisamente bajo el signo de Géminis. ¿Y no están quizá los Géminis particularmente dotados para cualquier tipo de comunicación? ¿Y en el mito no desciende un fuego sobre sus cabezas cuando piden ayuda a Poseidón para que la nave de Jasón pueda partir?

Los Dióscuros eran venerados en la antigua Grecia como divinidades protectoras de la juventud y de las artes gimnásticas y se representaban, casi siempre, uno con la lira y otro armado.

Pero no podemos olvidarnos, para comprender mejor el signo de Géminis, del mito de Mercurio (Hermes para los griegos), el planeta gobernante.

Hermes-Mercurio es hijo de Zeus-Júpiter y de una de las Pléyades y podríamos decir que nació intelectualmente adulto, en el sentido de que heredó toda la astucia y el ingenio de su padre Júpiter. Recién nacido, se construyó una lira con el caparazón de una tortuga muerta y siete intestinos de oveja. Robó algunas cabezas de ganado de un rebaño que custodiaba Apolo; al ser descubierto, después de una serie de divertidas confusiones y con el aire del más tierno inocente, convenció a Apolo para que se quedara con la lira y que le diera el cayado de oro. Apolo no sólo aceptó sino que (y en esto se halla la extraordinaria habilidad de los Géminis) se convirtió en su amigo. Mercurio posee además muchas cualidades mágicas, como la adivinación, el arte de curar, los zapatos alados, la capa que lo hacía invisible, la varita mágica; tiene tantas cualidades reales o presuntas (como la invención del alfabeto y de los pesos) que Júpiter, orgulloso como un padre moderno, decidió convertirlo en su mensajero personal.

Así pues, en el mito de los Dióscuros y de Hermes-Mercurio encontramos todas las características básicas de los nacidos en el signo de Géminis.

Una última referencia al glifo &, que nos recuerda tanto el dos romano como a dos unidades distintas pero indisolubles tanto en la base como en la cima, lo que alude a la doble naturaleza de Géminis, que inútilmente intenta separarse y que, en cambio, debe aprender a integrar sus capacidades intelectuales con el instinto de la juventud.