Introducción

Entre los nacidos en este ardiente signo de Aries y yo ha existido desde siempre una especie de relación amor-odio, tanto porque mi nodo lunar norte se encuentra en Aries (y por tanto, mi evolución espiritual se realiza con las peculiaridades de este signo) como porque siempre he envidiado la capacidad de los Aries para lanzarse al ataque y tomar iniciativas sin reflexionar demasiado; a la vez, también me ha molestado su forma de actuar, a veces demasiado impetuosa y, en apariencia, poco atenta a la sensibilidad de los demás.

Con el Sol en Virgo y Marte en Libra, yo siempre he tenido dificultades para actuar sin haber valorado primero los pros y los contras de cada cosa y haber puesto la máxima atención en los distintos ángulos de una cuestión, en busca, sobre todo, de obtener el beneplácito de las personas que me rodeaban. En consecuencia, muchas veces he acabado perdiendo el tren. La verdad es que, en estos últimos años, la presencia de Urano en Aries me ha ayudado mucho y mi relación con este signo se está volviendo cada vez más amistosa y llena de significados.

Ahora ya no lo veo, al contrario de lo que me sucedía en el pasado, como una especie de don Quijote que parte para luchar contra los molinos de viento. He aprendido a amar su luminosidad y su falta de segundas intenciones, además de empezar a descubrir y comprender sus inseguridades, que, por otra parte, mantiene bien escondidas.

Tengo una amiga, a la que quiero mucho, que nació en Aries, pero me ha costado mucho comprender el porqué de algunas de sus risas cada dos por tres, las cuales son bastante habituales en todos los nativos y que les sirven para desdramatizar una tensión interior o un miedo. Y he aprendido a apreciar su generosidad, aunque esta esté un tanto ofuscada por la necesidad de protagonismo de un yo tan impetuoso que nunca se pregunta si lo que está haciendo, o diciendo, es oportuno o no y a quién puede herir u ofender.

Pero también tuve la suerte de encontrar un hombre Aries al que le debo mucho, porque me ayudó a recorrer el camino de la consciencia y estimuló mi creatividad latente, que no había encontrado expresión hasta que no tomé en consideración sus enseñanzas. Su nombre era Baba Bedi y creo que se trataba del mejor ejemplo de un Aries evolucionado. En él, que militó con Gandhi por una India libre y que a esta causa debía la enfermedad de su cuerpo, encontré el héroe solar que busca el vellocino de oro para su patria, vislumbré el fuego de la pasión pura, descubrí al que suscitaba entusiasmos, mientras que en el abandono de la vida pública por una elección mística, leí la sencillez del sacrificio. Vi, en definitiva, la expresión más alta de Aries, aquella a la que cada nativo de este signo tiene que dirigirse para dar el significado justo a su existencia.

No todos los nacidos en este signo, obviamente, pueden tener una tarea similar en la vida, pero lo que les deseo es que sepan dirigir sus propias energías y sus entusiasmos hacia causas dignas, sin perderse en futilidades, recordando siempre que son los primeros en la rueda del Zodiaco, lo que les reviste de una responsabilidad moral frente a todos aquellos que los siguen o tienen la suerte de caminar a su lado en el largo y complicado camino de la vida.

SILVIA HEREDIA DE VELÁZQUEZ