En la actualidad, la tecnología al servicio de la acuariofilia permite satisfacer las exigencias estéticas más imaginativas en relación con la forma del acuario: acuarios de sección triangular, trapezoide o cuadrada, cilíndrica o con el cristal anterior convexo, se encuentran disponibles en producciones industriales y artesanales. No obstante, y a pesar de la gran cantidad de modelos existentes, el acuario rectangular continúa siendo insuperable y ofreciendo, sin lugar a dudas, la mejor relación entre funcionalidad y estética. El acuario rectangular es el mejor, es el más extendido y, desde luego, es el más recomendable para un principiante. En este tipo de acuario, la relación ideal entre las tres dimensiones (longitud-profundidad-altura) debería de ser de 2-1-1. Por ejemplo, a una longitud de un metro le debería corresponder una profundidad y una altura de medio metro cada una. Sin embargo, y por motivos puramente estéticos, a menudo se prefiere aumentar en mayor medida la altura en detrimento de la profundidad, un error que, en los casos más extremos (acuarios con alturas casi iguales a la longitud y más del doble de la profundidad), puede costar muy caro. De hecho, en tales acuarios resulta muy difícil mantener de manera uniforme ciertos parámetros ambientales muy importantes, como la oxigenación o la temperatura, porque existe una tendencia a la estratificación; la iluminación en los estratos más bajos es muy difícil y, además, las operaciones de mantenimiento más simples, como desplazar un objeto de la decoración o pescar un pez, son realmente incómodas. El caso contrario, una mayor profundidad respecto a la altura comporta sólo beneficios: la circulación del agua es más fácil y permite uniformar todos los parámetros ambientales, se ilumina de manera más eficaz y las operaciones de mantenimiento son más sencillas.
La larga polémica sobre el material más adecuado para la realización de un acuario se ha resuelto a favor del cristal encolado con silicona. Desde hace algún tiempo, esta solución se ha revelado como la más fiable, la más económica y la que garantiza unos óptimos resultados desde el punto de vista estético. Desaconsejamos decididamente la construcción de un acuario siguiendo las típicas instrucciones de «hágalo usted mismo»; por este motivo, no encontrará en este libro tablas sobre el espesor de los cristales o secuencias ilustradas de las fases de montaje: a menos que sea un experto en la materia, los resultados no serán muy satisfactorios, ni en estética ni en funcionalidad ni en seguridad, y además, el ahorro que supone la fabricación casera no es realmente significativo. Los acuarios que se encuentran a la venta, tanto industriales como artesanales, ofrecen las mejores garantías y son mucho más válidos estéticamente. En el caso de que elija un acuario de serie con accesorios, debe comprobar que la dotación de los mismos es la adecuada para un acuario marino o que podrá adaptarla sin tener que realizar modificaciones complicadas o caras. Entre los materiales alternativos al cristal y la silicona destacan los acrílicos, que permiten elaboraciones complejas como los acuarios cilíndricos o con paredes convexas; sin embargo, se rayan fácilmente y con el paso del tiempo se opacan. Estos inconvenientes son comunes a los acuarios de plástico que, en cualquier caso, no son apropiados para una acuario marino porque sus dimensiones son muy pequeñas (20-30 l como máximo). Por último, los acuarios de cemento con cristal frontal pueden resultar una solución muy válida para acuarios grandes (más de 800 l): de hecho, son los acuarios más extendidos en las instalaciones públicas, pero por motivos obvios son excepcionales en las casas.
VARIAS FORMAS DE TANQUES PARA ACUARIO


Un acuario de producción industrial: si no está diseñado expresamente como acuario marino, deben realizarse algunas modificaciones que no siempre son fáciles
¿ABIERTO O CERRADO?
Hasta hace muy poco tiempo, todos los acuarios estaban provistos de una tapa que, además de garantizar un cierre hermético del acuario para evitar los escapes de agua y la fuga de peces, también alojaba el sistema de iluminación. En la actualidad, los acuarios con tapa han sido desbancados por los «abiertos», llamados así porque se iluminan desde arriba mediante lámparas de haluros metálicos. Si bien durante los primeros años este tipo de acuarios fue aceptado con cierto escepticismo, hoy goza de gran popularidad porque representa una nueva concepción de acuario (la visión que se obtiene mirando desde arriba es realmente espectacular, sobre todo en los acuarios marinos, gracias a la excepcional limpidez de sus aguas) y resulta mucho más adecuado para la reconstrucción de un rincón de barrera coralina, porque la iluminación con lámparas de haluros metálicos es la mejor para los corales más exigentes.
No obstante, el acuario con tapa sigue siendo la mejor solución para quienes quieran tener sólo peces o algunos invertebrados poco exigentes respecto a la intensidad de la luz, como esponjas, moluscos (a excepción de las tridacnas), estrellas de mar, erizos, etc.: la clásica instalación de luz fluorescente o de neón es más económica que la de lámparas halógenas, además la tapa reduce de manera considerable la evaporación y las salpicaduras de agua en la zona circunstante, sin mencionar el gran número de peces e invertebrados que tienen una gran habilidad para escaparse del acuario, saltando o arrastrándose, como las morenas, los gobios, los pulpos, etc.
Muchos principiantes en acuariofilia subestiman la importancia del soporte sobre el que se colocará el acuario. A menudo, se dejan guiar por razones exclusivamente estéticas y la ubicación del acuario resulta de lo más variopinta: en uno de los estantes de la librería, encima de una mesita auxiliar para desplazarlo más cómodamente, o sobre aquella vieja mesita donde antes estaba el televisor. En realidad, el soporte para el acuario marino debería cumplir con una serie de requisitos precisos, ya que si no las consecuencias podrían ser desastrosas.
En primer lugar, la robustez: un acuario marino pequeño, de un centenar de litros de capacidad bruta, cuando esté decorado, con sus accesorios colocados y lleno de agua, pesará un mínimo de 120 kg, un peso insoportable para mesas auxiliares, mesitas rococó o incluso para robustas librerías de nogal.
Otro requisito imprescindible es la perfecta horizontalidad del soporte y sobre todo que sea indeformable bajo el peso del acuario: el más mínimo defecto en ese sentido podría causar la rotura de la placa de fondo del acuario, con consecuencias imaginables.
También es muy importante la resistencia al agua salada: aunque se vaya con mucho cuidado, las salpicaduras y los goteos durante las operaciones de mantenimiento son habituales y, debido a la acción corrosiva de la sal, se deben excluir los soportes metálicos que no sean de acero inoxidable o de otros materiales resistentes a la salinidad.
Por último, no se debe menospreciar la utilidad que supone un espacio bajo el acuario, oculto mediante paneles o puertas, para guardar los accesorios y productos de uso habitual (redes, comida seca, sifones, tubos, sales, etc.) o, si es necesario, un recipiente para utilizar como filtro. Las tiendas de acuariofilia disponen de una extensa variedad de soportes, estándares o hechos a medida, para todos los acuarios o para diversos estilos de decoración. Los más extendidos son los muebles de melamina, que se ensamblan fácilmente y son muy resistentes al agua.
Cuando se elige el soporte, es muy importante la altura del acuario desde el suelo. En general, el acuario se suele colocar en el comedor o en el salón, lugares en los que se transcurre la mayor parte del tiempo y se recibe a los invitados; en tal caso, el acuario se suele mirar cuando se está sentado y por ello, la altura ideal del soporte será de 70-80 cm. Y al revés, si el acuario se suele mirar de pie (recibidor, pasillo, etc.), la altura del soporte será de 120-130 cm como mínimo para un acuario de 40-60 cm de altura.
Un caso especial es el del acuario empotrado en la pared, en un hueco realizado ex profeso, que a menudo se utiliza como un elemento elegante y original que separa dos ambientes diversos; desde un punto de vista estético y técnico no hay nada que objetar a esta solución, a condición de que el espacio en el que se empotra el acuario sea lo bastante amplio para que se puedan realizar las habituales operaciones de mantenimiento.

El acuario marino requiere un soporte estéticamente válido pero sobre todo fuerte y fiable

Empotrado en la pared, el acuario se convierte en un elemento decorativo de inigualable atractivo