ERRORES AL PLANTAR

Clima y terreno

Los diferentes climas y terrenos no favorecen el cultivo de las mismas plantas en todos los lugares. Es importante conocer también, además del clima del lugar en que vivimos y la naturaleza del suelo que tenemos a nuestra disposición, las condiciones de adaptabilidad ambiental de los vegetales. En lo que respecta a las plantas ornamentales más difundidas, la investigación floral ha permitido seleccionar variedades adaptables a los distintos lugares (entendidos como clima y terreno).

Para conseguir un hermoso jardín es fundamental tener las ideas claras sobre cómo se presentará en los distintos meses del año.

Cada clima y cada suelo favorecen el desarrollo de una vegetación específica, de modo que antes de escoger plantas exóticas y extrañas sería necesario elegir entre las especies autóctonas las que pueden responder mejor a nuestras exigencias. Un pino rodeno plantado en un jardín de Soria nunca podrá desarrollarse con la majestuosidad y belleza con que lo haría en un parque del litoral de Valencia: sería siempre diferente, crecería penosamente y en disonancia con la vegetación que lo circunda. Lo mismo cabe decir respecto a las plantas típicas de climas fríos, que se marchitan y mueren rápidamente en las zonas cálidas.

Si queremos conseguir un jardín frondoso y florido, lo mejor es buscar plantas y arbustos locales, que encuentren en su propio lugar de origen las condiciones óptimas de crecimiento, y escoger especies de praderas adaptadas a las condiciones particulares de situación y de exposición entre lo mejor que ofrezca el mercado de la floricultura.

Son múltiples los errores que se producen por desconocimiento del clima y de la composición del terreno en el momento de plantar; estos errores tienen que ver con la elección de la posición (sol/sombra) más adecuada, el uso de protecciones apropiadas y la época de plantación. Con referencia al suelo, debemos tener en cuenta el discurrir de las aguas (pendientes y drenaje), las correcciones, los trabajos preliminares, las diversas operaciones de cultivo y la estructura.

Para disfrutar de un jardín frondoso y florido hay que seleccionar bien las plantas que lo van a integrar. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error escoger plantas o arbustos no adaptados al clima de la zona. A veces, el aspecto agradable y la originalidad de una planta o de una mata de flores incitan a comprar y a instalar ejemplares vegetales que se adaptan mal al tipo de clima de la zona. La consecuencia más evidente será un crecimiento lento, el decaimiento general de toda la planta y, en los casos extremos, su muerte.

Difícilmente, en los jardines de las zonas septentrionales, plantas como la buganvilla o la aralia en plena tierra o algunas especies de jazmín podrán soportar los duros inviernos, así como tampoco los árboles y arbustos originarios de regiones más bien frías se avienen al clima cálido y sofocante de las regiones meridionales (alerces, secuoyas, cipreses de los pantanos, etc.).

La palmera datilera enana (Phoenix roebelenii) vive bien en zonas costeras cálidas y en zonas templadas. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

ESPECIES ADAPTADAS A ZONAS LITORALES

Acacias (australianas)

Laurus nobilis

Ailanthus glandulosa

Ligustrum ovalifolium

Alnus glutinosa

Pinus pinaster

Arbutus unedo

Pinus pinea

Bougainvillea glabra

Pittosporum tobira

Cinnamomum camphora

Platanus orientalis

Cupressus arizonica

Populus alba

Cupressus sempervirens

Populus nigra

Elaeagnus angustifolia

Quercus ilex

Eucalyptus (especies en general)

Quercus suber

Euonymus japonicum

Tamarix sp.

Juniperus macrocarpa

Thuya orientalis

En las terrazas, en cambio, dadas las posibilidades de crear protecciones contra el frío o el calor escogiendo el terreno y la técnica de cultivo oportunos, podremos cultivar casi todo tipo de árboles o arbustos, siempre que tengamos presente que normalmente en esas condiciones el desarrollo vegetativo de las plantas es menor.

ESPECIES ADAPTADAS A CLIMAS MUY FRÍOS

Abies alba

Juniperus sp.

Acer sp.

Laburnum sp.

Alnus sp.

Larix sp.

Betula alba

Pinus cembra

Carpinus betulus

Pinus nigra «Austriaca»

Castanea sativa

Pinus sylvestris

Cedrus atlantica

Quercus sp.

Chamaecyparis lawsoniana

Sorbus sp.

Corylus avellana

Taxodium distichum

Euonymus europaeus

Taxus baccata

Fagus sylvatica

Thuya occidentalis

Fraxinus excelsior

Ulmus sp.

Ilex aquifolium

 

Es un error plantar un jardín en época equivocada. Aunque hoy en día la mayoría de plantas ornamentales son entregadas con el pan de tierra y podrían instalarse en cualquier estación, plantar árboles o arbustos en verano o en pleno invierno siempre es arriesgado.

En la estación cálida, el desarrollo de las raíces en la tierra es más difícil, por lo que es necesario prever riesgos más frecuentes e instalar una protección eficaz contra el sol excesivo. En invierno, en cambio, el suelo helado o empapado de agua y el reposo vegetativo de las plantas aumentan el riesgo de un arraigamiento escaso.

Las estaciones propicias para plantar árboles y arbustos, así como para sembrar césped, serán el comienzo de la primavera en las zonas más frías y el otoño en las regiones de clima invernal benigno.

Es un error sembrar el césped en época equivocada. Para que las semillas minúsculas de las especies de césped nazcan y se desarrollen de modo uniforme, son necesarias las condiciones climáticas frescas y húmedas propias de los meses de septiembre (en las regiones del norte) y octubre-noviembre (regiones meridionales).

También los primeros meses de primavera pueden ser idóneos. Sembrar en otoño, o en otras condiciones favorables para el nacimiento y desarrollo de las especies vegetales del césped, comporta notables ventajas:

 crecimiento anticipado y uniforme del césped en el inicio de la primavera;

 limitación del desarrollo de las malas hierbas, pues la formación de la capa de hierba impide y retarda el crecimiento de las malas hierbas (en particular de las especies anuales o bianuales) en primavera.

También en las regiones septentrionales la elección justa del tipo de semillas o de mezclas para céspedes a la inglesa permite sembrar antes del invierno sin que los fríos intensos quemen la vegetación.

Es un error disponer los árboles y arbustos sin tener en cuenta sus exigencias de luz. Muchísimas especies arbóreas y arbustivas ornamentales prefieren zonas sombrías; otras, en cambio, vegetan mejor a pleno sol. La sombra, en el caso de los árboles, puede proceder de los muros de la casa o del cerco; a los arbustos les pueden dar sombra los propios árboles que los rodean.

Errar en la posición retarda el crecimiento de las plantas y puede causar múltiples inconvenientes, como una floración escasa o débil, alteración en la forma y en el color de las hojas o su caída precoz, deformaciones en la corteza de los árboles, etc.

ESPECIES ADAPTADAS A ZONAS UMBRÍAS

Acer campestre

Hypericum sp.

Arbutus unedo

Ilex aquifolium

Aucuba japonica

Kerria japonica

Cornus sp.

Prunus laurocerasus

Corylus avellana

Sambucus sp.

Cotoneaster sp.

Taxus baccata

Deutzia sp.

Viburnum lantana

Euonymus europaeus

Viburnum opulus

Hedera helix

 

Es un error no prever técnicas o protecciones para plantas sensibles a las variaciones de temperatura. Raramente se producen, incluso en las regiones septentrionales, inviernos con descensos de temperatura capaces de provocar la muerte o daños muy graves a las plantas arbóreas o arbustivas cultivadas en los jardines. En cambio, puede suceder que descensos de temperatura de pocos grados bajo cero dañen a las especies más sensibles o a las poco adaptadas al ambiente. Si no queremos vernos obligados a sustituirlas con demasiada frecuencia, será conveniente que plantemos estos ejemplares delicados en las zonas más protegidas del jardín (es decir, en las proximidades de la casa, de los muros, preferiblemente con exposición al sur) y preparar, ya al comienzo del invierno, protecciones para las raíces, para los troncos y, en algunos casos, para toda la planta.

Las protecciones más comunes consisten en esteras de paja, añadidos de tierra en la base de las plantas, cubiertas hechas con sacos de yute, etc.

Es un error no colocar protecciones invernales a las especies sensibles situadas en balcones y terrazas. Si en un jardín puede resultar problemático criar especies arbóreas y arbustivas sensibles al frío, en los balcones, y todavía más en las terrazas, el cultivo de plantas arbóreas adaptadas a los climas cálidos resulta aún más difícil, pero no es imposible en las regiones frías, siempre que se tenga la perspicacia de hacerlas crecer en contenedores fácilmente transportables a lugares luminosos, o en invernaderos con o sin calefacción, para permitirles superar el invierno.

Se trata de una solución propia de los jardines botánicos de las ciudades septentrionales, donde las palmeras y las trepadoras tropicales (buganvilla, hoja carnosa, etc.) se cultivan en macetas. En las terrazas puede bastar con colocar estas especies en lugares bien protegidos, proteger las raíces y las partes aéreas, y controlar periódicamente el estado de salud de la vegetación.

Las plantas originarias de un clima más cálido que el de la zona deben pasar el invierno en un lugar protegido, como un invernadero. Aquí, Tibouchina urvilleana. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error elegir especies arbóreas, arbustivas y herbáceas sin tener en cuenta la estructura física del suelo. Con frecuencia, los jardines nuevos se plantan en terrenos de acarreo o, peor aún, en el terreno obtenido de la excavación de los cimientos de la casa. Se trata, pues, de un suelo estéril que, con mucha frecuencia, presenta una granulometría uniforme que tiende a lo arcilloso o a lo arenoso, nada adecuado para el cultivo y la vitalidad de tantas especies ornamentales. La elección de las plantas, por lo tanto, debe realizarse teniendo en cuenta la calidad del suelo.

Es esencial que conozcamos, aunque sea a grandes rasgos, las características estructurales del suelo y las exigencias de las especies que allí pretendemos cultivar. Una manera de saber si se trata de un suelo suelto o compacto es observándolo después de una lluvia abundante: si la absorción de las aguas es veloz, se trata de un suelo arenoso; si se estanca, el suelo seguramente es compacto.

Sin embargo, convendría disponer sobre los suelos de los jardines recién formados una capa de unos 30-40 cm de tierra abonada para poder ampliar la gama de las variedades cultivables y obtener en poco tiempo una renovación vegetativa más rápida y eficaz.

ESPECIES ADAPTADAS A TERRENOS ARCILLOSOS

Acer platanoides

Pinus pinea

Catalpa bignonioides

Prunus laurocerasus

Cornus sp.

Quercus cerris

Corylus avellana

Rhus cotinus

Cotoneaster sp.

Robinia pseudoacacia

Deutzia sp.

Rosa sp.

Euonymus europaeus

Sambucus sp.

Hypericum calycinum

Sophora japonica

Ilex aquifolium

Tamarix sp.

Laburnum sp.

Ulmus sp.

Ligustrum sp.

Viburnum lantana

Mahonia aquifolium

 

Es un error no corregir el suelo en los puntos del jardín donde se desea plantar especies arbóreas y arbustivas particulares. Muchísimas plantas ornamentales para desarrollarse correctamente necesitan condiciones particulares del pH del suelo. Entre las más buscadas se encuentran normalmente plantas y arbustos acidófilos, como por ejemplo las camelias, las azaleas y los rododendros, para los cuales, si el suelo no responde a sus exigencias, es necesario excavar amplias fosas, llenarlas de turba, hojas, agujas de pino y otros materiales que puedan convertir el terreno en apto para el desarrollo de las raíces. Sólo con estas condiciones es posible asistir a un desarrollo considerable de los arbustos y a una floración abundante y prolongada.

Es un error plantar el jardín en un suelo de mala calidad. En las casas recién construidas, el terreno del jardín frecuentemente está constituido por material procedente de las excavaciones para la construcción del edificio o de terreno de acarreo, y está lleno de residuos de los materiales de construcción (ladrillos, baldosas, trozos de hierro, etc.), que deberán eliminarse completamente para evitar alteraciones en la composición del suelo (cemento, yeso, cal, etc.) y para no dañar las herramientas durante las operaciones de cultivo.

ESPECIES ADAPTADAS A TERRENOS ÁCIDOS

Acacia dealbata

Hamamelis mollis

Araucaria araucana

Mahonia sp.

Arbutus unedo

Pinus nigra «Austriaca»

Azalea sp.

Pinus sylvestris

Camellia japonica

Rhododendron sp.

Erica sp.

Ruscus aculeatus

Eucalyptus cinerea

Sorbus aucuparia

Gardenia grandiflora

 

La tierra proveniente de las excavaciones, como la de acarreo, en general está desprovista de microorganismos y de materia orgánica, por lo que resulta difícil de trabajar y no es adecuada para el desarrollo de las raíces. Por lo tanto, antes de iniciar los trabajos sería conveniente sustituir o al menos mezclar los estratos superficiales con una tierra abonada con grandes cantidades de estiércol, hojas y material orgánico parcialmente descompuesto, a fin de conseguir una mejora de las características estructurales, químicas y microbiológicas, que constituyen la premisa básica para obtener los resultados deseados.

Es un error no dar al terreno la pendiente justa cuando se planta un nuevo jardín. Con frecuencia se encuentran en un jardín hundimientos, ondulaciones y pendientes que dan movimiento al entorno y suavizan el paisaje.

Estas condiciones particulares pueden recrearse con simples arriates floridos de plantas anuales o con jardines rocosos, laguitos con plantas acuáticas, etc.

Para evitar que en algunos puntos se estanque el agua de lluvia o del riego y en otros se absorba con velocidad y peligro de sequía, es necesario dar al suelo, antes de plantar nada, la pendiente justa, mediante surcos y pequeños canales.

Se pueden preparar también pequeños muros, pavimentos, elementos estructurales y otros recursos arquitectónicos que sean útiles para la absorción o la retención de las aguas y que, a la vez, armonicen con el entorno.

Es un error no prever un drenaje parcial en los suelos demasiado compactos. No pocas veces el suelo del jardín es arcilloso o presenta, inmediatamente debajo de la superficie, una capa más o menos espesa de suelo impermeable.

Esto se observa después de la lluvia cuando, aunque la superficie esté bien nivelada y posea la pendiente justa, siga existiendo un estancamiento del agua sobre el terreno y su absorción sea dificultosa y lenta.

El agua de escorrentía superficial debe disponer de una red de canales de desagüe que desemboque en un aljibe o en un sumidero. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Las plantas arbóreas (en particular, Magnolia grandiflora, Fagus sylvatica «Dawyck», Liriodendron tulipifera, algunas encinas, etc.) prefieren terrenos bien drenados, pues son particularmente sensibles a la asfixia radical, es decir, a la falta de aire en las raíces causada por el estancamiento del agua. Los síntomas de asfixia se advierten inicialmente en las hojas (manchas negruzcas y redondeadas) y bajo la corteza del tronco (oscurecimiento y ennegrecimiento), así como por un debilitamiento general que puede provocar la muerte de ejemplares, incluso de notables dimensiones.

Sin intervenir con excavaciones del terreno, demasiado costosas y difíciles, se pueden practicar pequeños pozos y agujeros de, al menos, un metro de diámetro, para interrumpir el estrato impermeable. Luego es necesario llenarlos con guijarros, arena, arcilla extendida, ramas secas, etc., con objeto de crear zonas de absorción fácil y un buen aireamiento en los puntos más peligrosos.

Es un error usar materia orgánica que contenga semillas de malas hierbas para la preparación del lecho de siembra del césped. La distribución del estiércol o del mantillo antes del trabajo de arado resulta fundamental también cuando se proyecta el cultivo del césped. Sin embargo, es fácil que mantillos preparados en lugares abiertos o estiércol dejado en reposo en lugares poco adecuados contengan un número elevado de semillas de plantas contaminantes. Si la superficie destinada al césped no es particularmente extensa, conviene comprar los preparados existentes en los comercios a base de turba, estiércol y otras materias orgánicas enriquecidas con abonos minerales y esterilizados.

Si la cantidad de material que se ha de comprar supone un gasto demasiado elevado, conviene preparar el mantillo en casa estratificando una buena tierra con estiércol u hojas. Lo dejaremos reposar al menos un año en lugares protegidos del viento (vehículo principal de las semillas contaminantes) e intervendremos frecuentemente durante la fase de maduración, removiendo y eliminando las eventuales plantas adventicias que crecerán sobre el montículo, antes de que florezcan y produzcan semillas.

La formación del compost en la superficie con hierba fresca a la que se habrá añadido harina de sangre permite mejorar rápidamente la capa activa de la tierra o crearla; la puesta en marcha de la fermentación se ve favorecida por la cobertura con telas de acolchado. (Fotografía de F. Mainardi Fazio)

Cuando se combina el césped con otras plantas, también hay que instalar un sistema de riego adecuado para el césped y otro para las plantas de flores. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error no instalar un sistema fijo de riego en el césped. El coste elevado de la construcción de un jardín (gastos para la preparación del terreno, para la compra y la instalación de los árboles, arbustos, pavimentación, aparatos en general) inducen con frecuencia a tratar de ahorrar en los accesorios, entre los cuales normalmente se incluye el sistema fijo de riego.

Las bellísimas praderas inglesas, irlandesas y de las regiones del norte de Europa en general presentan siempre un intenso verde brillante, gracias a las frecuentes lluvias que en esas regiones pueden ser incluso diarias, mientras que el clima español, en todas las regiones, se caracteriza por periodos más o menos largos de sequía. Una pradera constantemente verde durante todo el verano está supeditada en nuestras regiones a una distribución sistemática y uniforme de agua en las horas sin sol. Regar constantemente durante esta estación puede resultar costoso, pero, por otra parte, interrumpir el riego o disminuir su frecuencia puede conllevar el desecamiento de amplias zonas de nuestro césped.

Existen en el comercio muchísimos sistemas de riego subterráneo y superficial para jardines, con mandos manuales o automáticos, y de muy diversos precios, de modo que podemos determinar cuál es el sistema que mejor responde a nuestras necesidades.

Es un error, en el momento de la instalación, no tratar cuidadosamente el terreno. Como ya hemos indicado, es necesario eliminar del terreno todo el material que no sirve para el desarrollo y el crecimiento de las plantas, y que de algún modo puede resultar dañino. Además de los guijarros, los restos de ladrillos y otros materiales, es importante eliminar también todos los residuos de la vegetación anterior, en particular los órganos subterráneos de malas hierbas infestantes.

Técnica para el trabajo preliminar de la tierra, consistente en dar la vuelta a los terrones. (Ilustración de Antonina Taccori)

Por lo tanto, es necesario sacar a la superficie raíces, rizomas, semillas y brotes, que deberán ser eliminados mediante un rastrillaje preciso, antes de que el fresado y el desmenuzamiento de los terrenos los diseminen nuevamente por el terreno, aumentando así la posibilidad de contaminación del césped. El desmenuzamiento de la capa más superficial (30-40 cm) permite excavar agujeros para colocar las plantas con mayor facilidad, y puede efectuarse con algunos meses de anticipación (en verano), para que se puedan desarrollar las malas hierbas que luego se eliminarán a lo largo de sucesivas intervenciones en el terreno en el momento de plantar.

Es un error no proyectar antes de plantar los caminos, pasajes y otros elementos decorativos del jardín. Antes de empezar a construir un jardín, debemos elaborar un proyecto minucioso de la disposición de árboles, arbustos, flores, arriates y bordillos, así como de todos los elementos que posibiliten y mejoren la habitabilidad del lugar, en particular los senderos de acceso a la casa, las zonas de sombra, los pequeños escalones para superar suaves desniveles, las pérgolas y los enrejados para sostener las trepadoras y las sarmentosas, los contenedores fijos (de madera, cemento, etc.) para las plantas anuales, las banquetas, las estatuas, las fuentes, los faroles, etc. Todos estos elementos deben proyectarse en relación con la distribución del verde; a veces, condicionan (con frecuencia mejorándola) la elección de las especies que se plantarán.

El tipo de material y su disposición y sistematización serán diferentes según el jardín que queramos conseguir. Muchos viveros tienen departamentos especializados en proyectos de jardines que cuentan con arquitectos de paisajes que ofrecen sugerencias y consejos según las exigencias (tipo de verde, de colores, de gasto...), pero a veces es mejor que lo hagamos nosotros mismos, tal vez consultando revistas o libros especializados; aunque cometamos errores, siempre podremos corregirlos con el tiempo. En cualquier caso, debemos tener las ideas claras antes de iniciar los trabajos, para no sufrir luego costes añadidos por reformas.

Cuando se realiza un proyecto hay que diseñar los caminos: la vegetación debe acompañar y consolidar los ejes establecidos. (Ilustración de Eliana Mini)

Plantar el césped

En el jardín moderno la superficie destinada al césped tiene mucha importancia. La disposición de los árboles, de los arbustos, de las plantas anuales localizadas en manchas en los ángulos, en los límites, en la proximidad de la casa, deja un espacio central libre que aligera la visión del conjunto del jardín y permite disfrutar de él más intensamente.

Dado que el césped debe durar mucho tiempo, su instalación ha de ser muy cuidadosa y atenta. Por eso conviene que hagamos bien los trabajos de preparación, en la época adecuada y escogiendo las semillas más idóneas. Luego no deberemos descuidar la actividad de mantenimiento, que ocupa gran parte del tiempo destinado al jardín, especialmente durante el verano.

A continuación, enumeramos los errores más comunes en las primeras fases, errores que se pueden evitar con un mínimo de información y un poco de cuidado.

Es un error no proceder a arar el terreno antes de cultivarlo. Como hemos visto, con frecuencia hay que trabajar con un terreno virgen proveniente de la excavación de la casa, y, por lo tanto, es indispensable prever con mucha anticipación todas las operaciones de cultivo preparatorias, especialmente el arado.

Debe prepararse la nueva plantación preferiblemente para principios de otoño, para lograr, incluso en las regiones frías, un nacimiento uniforme de la vegetación, que impedirá el desarrollo de malas hierbas en la primavera siguiente.

Por eso, si se prevé la siembra para septiembre, conviene arar la tierra al menos tres meses antes, para mejorar la estructura del suelo con ayuda de los agentes atmosféricos.

Es un error no escoger cuidadosamente las semillas o la mezcla para el césped. Las diversas condiciones climáticas, el tipo de terreno, la colocación, la exposición y los trabajos condicionan fuertemente el éxito de un césped. Las especies más usadas pertenecen a la familia de las Gramíneas (poas, festucas, raygrás, agrostis) y pueden ser utilizadas solas, aunque es preferible la mezcla, porque responde mejor a las exigencias de cobertura total y de adaptabilidad a los distintos ambientes. Hay especies adaptables a suelos secos o húmedos, para zonas soleadas o umbrías, etc. Las características dominantes son siempre: una cobertura rápida, compacta y resistente, un comportamiento vegetativo similar de los diversos componentes, el color verde brillante incluso en verano (para ello es necesario, sin embargo, un riego regular) y el crecimiento lento.

Es un error, en superficies pequeñas, no sustituir el césped por plantas tapizantes. Cuando los espacios disponibles son pequeños, no es conveniente sembrar césped, pues ni el costo del cortacéspedes se amortizaría con el tiempo. Es más conveniente hacer uso de las llamadas plantas tapizantes, especies herbáceas perennes, con hojas persistentes, que se desarrollan con poca altura y que crecen a ras de tierra. Por lo tanto, no requieren corte, tienen hojitas pequeñas y uniformes, se adaptan casi a cualquier suelo y clima, y ejercen también una benéfica acción contenedora de la erosión en zonas inaccesibles, como declives y escarpas. Por último, exigen muy pocos cuidados de mantenimiento. Algunas, además, tienen flores coloreadas.

Entre otras, recordamos la Dichondra repens, la Festuca scoparia, la Lippia repens, el Hypericum calycinum, etc.

Es un error no eliminar cuidadosamente las malas hierbas antes de plantar. El peligro mayor para un césped es verse invadido con el tiempo por especies contaminantes que alteren el desarrollo uniforme del tapiz. Cuanto más expuesto está el césped, mayor es el peligro de que con el tiempo pierda sus características propias. Al cultivar el terreno, este debe estar lo más limpio posible de semillas o partes subterráneas de malas hierbas, que podrían impedir el buen desarrollo del césped.

Conviene, por lo tanto, distribuir con anticipación considerable buenas dosis de herbicidas totales que limpien el terreno de la vegetación de plantas anuales o perennes infestantes. El intervalo de tiempo necesario para que se agote la acción del herbicida (de modo que no perjudique la siembra posterior del césped) depende del tipo de herbicida utilizado, y normalmente está indicado en el envase.

Luego podrá hacerse un trabajo de limpieza sacando a la superficie las raíces y los rizomas.

Es un error no practicar un buen abonado cuando se planta. El material más apropiado siempre es el orgánico, aunque con mucha frecuencia el uso del estiércol, aunque esté bien maduro y reposado, puede tener el inconveniente de aumentar la presencia de infestantes. En cambio, es muy útil y conveniente esparcir turba o mantillo de hojas.

Los materiales orgánicos en general, además del efecto fertilizante, desarrollan una acción correctiva de la estructura y favorecen la presencia de microorganismos.

ALGUNAS MEZCLAS PARA CÉSPEDES ORNAMENTALES

1. Césped rústico, de buena duración y desarrollo más bien rápido (30 g/m2)

Festuca rubra ......................................   30 %

Lolium perenne ......................................   50 %

Poa pratensis ......................................   10 %

Poa trivialis ......................................   10 %

2. Semejante al anterior, pero más fino y elegante (30 g/m2)

Agrostis tenuis ......................................   5 %

Festuca ovina ......................................   10 %

Festuca rubra ......................................   35 %

Lolium perenne ......................................   40 %

Poa pratensis ......................................   10 %

3. Césped fino, adaptado a zonas umbrías, para suelos frescos y sueltos (35 g/m2)

Agrostis tenuis ......................................   15 %

Festuca ovina ......................................   20 %

Festuca rubra ......................................   30 %

Poa nemoralis ......................................   25 %

Poa pratensis ......................................   10 %

4. Crecimiento veloz, en suelos incluso muy poblados de malas hierbas (también las de hoja larga) (30 g/m2)

Cynosurus cristatus ......................................   20 %

Festuca rubra ......................................   40 %

Lolium perenne ......................................   30 %

Poa sp. ......................................   10 %

Es necesaria, además, una distribución de 4-5 kg de abono mineral ternario por cada 100 m2 (como abono de fondo) para mejorar la fertilidad del suelo y lograr un crecimiento uniforme del tapiz de hierba. Es conveniente enterrar la materia orgánica cuando se ara, mientras que los abonos minerales deben ser distribuidos ocho o diez días antes de la siembra e incorporados con las operaciones de desmenuzamiento de la tierra a una profundidad no superior a los 8-10 cm.

El humus de lombriz es un fertilizante orgánico de gran calidad. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error no preparar cuidadosamente el lecho de siembra. El buen éxito del césped depende, además del tipo de semillas, del cuidado con que se sigan las operaciones preliminares. Dado que las semillas son muy pequeñas, es necesario que el terreno (previamente arado) se presente lo más fino posible para permitir el nacimiento y el crecimiento de un tapiz de hierba espeso y uniforme.

Si es necesario, pasaremos la fresadora muchas veces hasta obtener un desmenuzamiento uniforme. La tierra debe tener las condiciones óptimas de humedad, es decir, no ser demasiado polvorienta o, por el contrario, tan húmeda que se enganche a los engranajes de la máquina. Estas condiciones se reconocen deshaciendo entre los dedos un pequeño terrón de tierra: si está demasiado seca dejará los dedos llenos de polvo, mientras que si está demasiado mojada la masa se adherirá a las yemas de los dedos. Un terreno adecuado, en cambio, dejará las manos limpias y permitirá un desmenuzamiento uniforme.

Es un error no conocer la cantidad de semillas que se debe echar. En el envase de la mezcla para céspedes, normalmente se indica la cantidad de semillas necesarias para cubrir una determinada superficie. La cantidad de semillas por metro cuadrado varía según la posición, la exposición y la estructura del suelo. Las áreas sombreadas necesitan una mayor cantidad de simiente, así como los terrenos compactos o situados en zonas excesivamente secas o húmedas. La menor cantidad corresponde a los terrenos frescos, soleados, con buena fertilidad y situados en zonas de clima templado. Por otra parte, la distribución depende del tipo de gramíneas presentes en la mezcla: si las hojas son particularmente pequeñas, será necesaria una mayor cantidad de semillas; y si las hojas son más grandes, se necesitará una siembra más rala.

Es muy importante calcular bien la cantidad de semillas que hay que emplear para obtener un césped uniforme. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

De la correcta preparación del terreno, del nivelado y de otras labores previas a la siembra dependerá también el éxito del futuro césped. (Fotografía de Fausta Mainardi Fazio, Enrica Boffelli y Guido Sirtori)

Es un error no usar la siembra cruzada. La distribución de las semillas debe producirse del modo más uniforme posible para favorecer la cobertura rápida del césped. Para obtener superficies bien densas y compactas son necesarias cinco o seis semillas por centímetro cuadrado. Realizaremos la siembra esparciendo a mano las semillas a lo largo de las hileras representadas por cordeles tensos que delimitarán la superficie a cubrir en cada pasada. Para evitar que queden espacios vacíos, después de haber recorrido toda la longitud del sembrado con la mitad de las semillas programadas, realizaremos una pasada perpendicular utilizando la cantidad restante de semillas. En grandes superficies, para evitar la siembra a mano pueden utilizarse las pequeñas máquinas para abonar, manuales o tiradas por tractores.

Para proteger las semillas de la voracidad de los pájaros se puede instalar un espantapájaros que, además, constituirá un motivo de diversión para los niños. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error no enterrar las semillas después de la siembra. Inmediatamente después de haber esparcido la simiente, conviene efectuar un ligero rastrillado (siempre en la misma dirección), para favorecer la penetración de semillas en el terreno. Si este no está especialmente húmedo y no se prevé una lluvia inminente, se puede favorecer la adhesión de las semillas a la tierra pasando un rodillo y realizando sucesivos riegos, repetidos con extrema cautela y siempre en forma de lluvia, ya sea manualmente, ya sea utilizando la instalación fija.

Es un error no proteger las semillas antes de que broten. Con frecuencia, enterrar las semillas no es suficiente para protegerlas de la voracidad de los pájaros. En las zonas en las que hay numerosas aves que pueden ser atraídas por la tierra labrada es mejor instalar durante algunos días espantapájaros, o bien cintas de papel o de plástico, brillantes y de varios colores, sensibles al menor movimiento del aire.

Después de la siembra a voleo de semillas pequeñas, la tierra debe comprimirse ligeramente antes de regar. (Fotografía de F. Mainardi Fazio)

Siembra y paso del rodillo para eliminar cualquier desnivel. (Ilustración de Michela Ameli)

Es un error no regular la distribución del agua en los primeros momentos del cultivo del césped. El agua es fundamental para el crecimiento y la coloración del césped. Riegos suaves con agua finamente nebulizada deben realizarse inmediatamente después de la siembra y en los periodos sucesivos. Siempre hay que tener presente que las jóvenes plantitas del césped en esta fase son particularmente delicadas y sensibles a las prácticas erróneas de riego. El terreno debe estar húmedo, pero no empapado, porque el exceso de agua podría hacer que las semillas se pudriesen o que la joven vegetación se ahogase. Del mismo modo, tampoco hay que dejarlo secar demasiado: en las zonas secas es muy difícil para las plantitas despuntar a través del terreno que se ha vuelto compacto en la superficie, mientras que la carencia de agua al nivel de las raíces las haría marchitar y secarse rápidamente.

Es un error regar con chorros violentos. El uso de una manguera de goma para regar inmediatamente después de la siembra o en las primeras fases de desarrollo de los brotes, comporta diversos inconvenientes:

 el estrato superficial del suelo se vuelve excesivamente compacto, con la consiguiente dificultad de las plántulas para desarrollarse;

 se forman agujeros y desniveles por la acción del agua que va golpeando en el mismo punto, con la consiguiente falta de crecimiento de la vegetación;

 las semillas se colocan y concentran en algunos puntos, mientras hay falta de vegetación en otros.

Por lo tanto, es necesario regar siempre en forma de lluvia utilizando aspersores fijos o móviles.

Es un error no observar los tiempos y modalidades correctos cuando se hace el primer corte. Poco tiempo después de la siembra, el césped se presenta completamente verde ante el despuntar de la nueva vegetación. Sin embargo, hay que esperar que las plantitas hayan alcanzado una buena altura (3-4 cm) para hacer la primera siega: por lo general, deben transcurrir unos cuarenta días después de la siembra.

Antes de utilizar la segadora, es mejor pasar sobre la vegetación nueva un rodillo, con objeto de favorecer la adhesión de las raíces al terreno y nivelar los posibles huecos o pequeños montículos de tierra que hasta entonces hubieran podido formar las lombrices y otros animales.

Para el primer corte conviene que las hierbas hayan alcanzado una altura de unos 4-5 cm, que se reducirá en los siguientes cortes.

En este jardín de césped, los setos de flor y de hoja forman una sierpe divisoria. (Fotografía de Fausta Mainardi Fazio, Enrica Boffelli y Guido Sirtori)

Es un error hacer uso de herbicidas, aunque sean selectivos, en los primeros meses de cultivo del césped. Ocurre con mucha frecuencia que, aunque los trabajos preparatorios y de limpieza del terreno se hayan seguido con precisión, a los pocos meses de haber plantado aflora una cantidad tal de malas hierbas que es preciso intervenir.

En un césped es forzoso recurrir a los herbicidas selectivos que no atacan las gramíneas cultivadas, eliminando sólo las malas hierbas de hoja larga (acederas, diente de león, etc.) y, con mayor dificultad, las malas hierbas de la misma familia (gramínea sanguínea, malvas, etc.).

Sin embargo, hay que esperar al menos cinco o seis meses a partir de la cobertura del césped antes de intervenir, para no dañar las plantitas.

Incluso los fertilizantes que contienen sustancias útiles para retrasar y limitar el desarrollo de las malas hierbas deben utilizarse con cautela, y nunca antes de que la vegetación del césped haya crecido (hay que esperar, al menos, al primer corte).

Si es posible, es mejor arrancar a mano las malas hierbas más visibles, teniendo cuidado de no dañar demasiado la vegetación circundante, de volver a colocar la tierra removida y, si fuera necesario, de añadir una pequeña cantidad de semillas en el lugar que queda vacío.

Árboles y arbustos

La enorme variedad de árboles y arbustos disponibles puede confundir a cualquiera que quiera construir un jardín sin dejarse condicionar por las modas y las manías propias de nuestra época. La elección de los árboles y los arbustos que se pondrán en el jardín depende sobre todo de la superficie disponible y su configuración, de la exposición y de parámetros de fundamental importancia, como el clima y el suelo. En los jardines demasiado pequeños no se aconsejan árboles de crecimiento rápido y frondoso; en los grandes, encontrarán espacio las especies exuberantes y majestuosas que, con el tiempo, configurarán cada ángulo particular del jardín (cedro del Líbano, castaño de Indias, magnolia, haya, etc.).

El error principal, de todos modos, es querer colocar a toda costa en el propio jardín alguna rareza botánica de proveniencia exótica que, además del alto costo inicial, siempre implicará grandes gastos de mantenimiento, debido a las dificultades de crecimiento, desarrollo y alimentación de la planta, y también a nuestra incapacidad para seguir las técnicas correctas de cultivo, a causa de nuestro desconocimiento.

ESPECIES QUE TOLERAN TERRENOS CALCÁREOS

Abies cephalonica

Ginkgo biloba

Acer campestre

Hypericum sp.

Acer platanoides

Philadelphus sp.

Ailanthus glandulosa

Picea excelsa

Carpinus betulus

Pinus nigra var. «Austriaca»

Catalpa sp.

Pinus sylvestris

Cedrus atlantica

Populus alba

Cercis siliquastrum

Quercus cerris

Cornus sanguinea

Quercus ilex

Corylus avellana

Robinia pseudoacacia

Cupressus sempervirens

Sorbus domestica

Cytisus sp.

Viburnum lantana

Euonymus europaeus

Wisteria sinensis

Fagus sylvatica

 

ESPECIES ADAPTADAS A TERRENOS HÚMEDOS

Araucaria araucana

Platanus sp.

Acer saccharinum

Populus sp.

Alnus glutinosa

Quercus palustris

Betula alba

Salix sp.

Calycanthus floridus

Sambucus nigra

Catalpa bignonioides

Tamarix sp.

Cornus sp.

Taxodium distichum

Fraxinus excelsior

Thuya occidentalis

Hedera helix

Viburnum opulus

Liquidambar styraciflua

Viburnum tinus

Liriodendron tulipifera

 

ESPECIES ADAPTADAS A TERRENOS ÁRIDOS

Acacia (australiana)

Laburnum anagyroides

Acer pseudoplatanus

Laurus nobilis

Albizzia julibrissin

Melia azedarach

Alnus sp.

Olea europaea

Catalpa bignonioides

Pittosporum tobira

Celtis australis

Populus alba

Ceratonia siliqua

Prunus cerasifera

Cercis siliquastrum

Punica granatum

Cornus sp.

Pyracantha sp.

Corylus avellana

Quercus ilex

Cupressus sempervirens

Sophora japonica

Cytisus scoparius

Sorbus torminalis

Elaeagnus angustifolia

Tamarix sp.

Fraxinus ornus

Taxus baccata

Hibiscus syriacus

Thuya orientalis

Hypericum sp.

Ulmus sp.

ESPECIES ADAPTADAS A TERRENOS EN DECLIVE Y RECOMENDABLES PARA LA PROTECCIÓN DEL SUELO

Acer campestre

Laburnum anagyroides

Ailanthus glandulosa

Populus sp.

Carpinus betulus

Prunus carasifera

Celtis australis

Quercus rubra

Coronilla sp.

Robinia pseudoacacia

Cornus sanguinea

Salix sp.

Crataegus monogyna

Sambucus nigra

Cytisus scoparius

Ulmus sp.

Fraxinus ornus

 

ESPECIES CON PROPIEDADES TÓXICAS

Buxus japonica

(hojas)

Cytisus scoparius

(hojas y corteza)

Euonymus europaeus

(hojas y semillas)

Hedera helix

(hojas y bayas)

Ilex aquifolium

(hojas y bayas)

Juniperus virginiana

(hojas nuevas)

Laburnum aragyroides

(hojas, semillas, corteza)

Ligustrum vulgare

(hojas, ramitas, corteza)

Lonicera xilosteum

(ramitas)

Nerium oleander

(hojas, flores, corteza)

Prunus laurocerasus

(toda la planta)

Punica granatum

(corteza)

Rhododendron sp.

(hojas y flores)

Robinia pseudoacacia

(hojas, semillas, corteza)

Sambucus racemosa

(bayas)

Taxus baccata

(hojas, semillas, corteza)

Thuya occidentalis

(conos, extremidad de las ramas)

Thuya orientalis

(conos, extremidad de las ramas)

Viburnum lantana

(hojas y bayas)

Viburnum opulus

(hojas y bayas)

Wisteria sinensis

(silicuas y semillas)

Siempre aconsejamos los árboles de la flora autóctona que viven en sintonía con el terreno y el clima y que, gracias a las selecciones particulares de los especialistas, pueden encontrarse con variaciones en el color y la forma de las hojas y de las ramas (colgantes, retorcidas), satisfaciendo casi todos los deseos de novedad y rareza.

También en el caso de los arbustos de flor o de hoja, la elección dentro de la flora local (de la zona mediterránea en particular) debe preferirse por la variedad de las formas de las matas, por la riqueza de color de las flores, por el brillo y la persistencia de las hojas y, además, por la resistencia al frío, a la sequedad, al viento, etc.

Es un error escoger plantas exóticas. Muchísimas plantas que ya forman parte de nuestro paisaje son originarias de países extranjeros, aunque se hayan aclimatado con mucha facilidad y rapidez. Es el caso, por ejemplo, de la robinia, proveniente de América, de las acacias australianas, de las palmeras, de las pitas, de los hibiscos, de las tuyas y araucarias, que ya han pasado a formar parte de la flora local. Cuando hablamos de especies «exóticas», por lo tanto, nos referimos a la nueva generación de árboles y arbustos que la actual red comercial permite transportar de un país a otro y que, al llegar al nuestro, han llamado la atención de muchos especialistas.

El costo elevado, el escaso tiempo de cultivo en el vivero, el poco conocimiento de las técnicas de cultivo y de los enemigos naturales, la incerteza sobre la respuesta de estas plantas ante patologías y parásitos de nuestras regiones y, en general, su capacidad de adaptación son factores que inducen a desaconsejar la elección de plantas exóticas para nuestros jardines.

Es un error escoger plantas de desarrollo no adecuado a las dimensiones del jardín. Ahora ya no es posible, exceptuando algunos casos afortunados, crear junto a la casa jardines con dimensiones de parques, en especial en las ciudades. La mayoría de las veces hay que limitarse a destinar al jardín superficies pequeñas o medianas en las que se podrá plantar una vegetación arbórea, arbustiva y herbácea que no perjudique las exigencias de habitabilidad. Plantas de crecimiento demasiado rápido, con copa voluminosa e imponente, colocadas cerca de la vivienda, pueden crear condiciones peligrosas y molestas.

El efecto estético de un gran árbol en un jardín pequeño resulta desproporcionado y embarazoso, e impide la visión de la casa. Por eso son preferibles árboles de forma cerrada, piramidal (por ejemplo, entre las latifolias, Quercus ilex, Populus italica, etc., y entre las coníferas, Cupressus, Thuya, Juniperus) o espigada y colgante (como Betula, Carpinus, Fagus, Fraxinus, Sophora, Quercus, Ulmus, etc.) o, directamente, plantas enanas (por ejemplo, pinos mugos, acebos japoneses, etc.), que también pueden estar aislados en medio de un césped pequeño.

Cuando el espacio es ilimitado, hay que elegir especies cuyas raíces crezcan en profundidad, de manera que se puedan plantar junto a ellas otras especies: las plantas no se molestarán, y el espacio se aprovechará al máximo. (Ilustración de Eliana Mini)

Si en un jardín pequeño se quieren colocar dos árboles, es preferible que no sean idénticos, pero sí que tengan alguna característica en común: por ejemplo, el mismo porte, pero altura y follaje distintos. (Ilustración de Eliana Mini)

En un jardín de dimensiones medianas es posible recurrir con mayor libertad a la amplia gama de las especies ornamentales, aunque sea preferible plantar más de un árbol de la misma especie (al menos grupos de tres), pero con características diferentes (formas, colores, tonalidad de las hojas...).

En los jardines grandes se debería reservar al menos un ángulo para alguna especie imponente aislada (Cedrus libani) o para especies diversas agrupadas que formen un bosque (tres o cuatro hayas, plátanos, castaños de Indias, magnolias, etc.).

Es un error seguir un esquema geométrico en la disposición de los árboles. No se trata sólo de modas o de épocas: jardines en escuadra, con plantas dispuestas en hileras, a la misma distancia, con alturas decrecientes, constituyen un paisaje artificial que no se encuentra en la naturaleza; en ella conviven plantas diferentes en un orden aparentemente casual. Otra característica negativa de este jardín es que quita toda posibilidad de jugar con arriates, arbustos, anuales, que estarían limitados a un ámbito restringido y que, en el periodo de máximo esplendor, no destacarían como merecen. En un jardín más natural hay más posibilidades de conseguir ambientes diversos según las estaciones: en primavera-verano con los arriates floridos, en otoño con las variaciones cromáticas de las hojas de los árboles y de los arbustos, en otoño-invierno con los frutos variopintos de las matas o con las plantas perennes.

Un ligero desnivel en el terreno puede contribuir a que el jardín parezca más grande; sin embargo, deben ser ondulaciones suaves y continuas (a), ya que los desniveles irregulares (b) producirían justo el efecto contrario. (Ilustración de Eliana Mini)

Al plantar un árbol hay que prever su desarrollo en un futuro para evitar que las copas se solapen y se proyecten sombra las unas a las otras. (Fotografía de F. Mainardi Fazio)

Es un error no tener en cuenta el desarrollo futuro de las plantas, la posibilidad de que los árboles vecinos se obstaculicen al crecer. No es oportuno plantar ejemplares grandes; por lo tanto, hay que evaluar bien la futura expansión de la copa para delimitar el área de desarrollo e impedir que los árboles vecinos sufran por el crecimiento y el desarrollo de las raíces de la planta que tienen al lado.

Por eso será necesario ubicar en posiciones similares árboles que tengan la misma conducta, la misma velocidad de crecimiento y exigencias parecidas de luz y de nutrición, a una distancia que no impida el desarrollo de uno a expensas del otro y para que no se creen intersecciones no previstas entre ramas y raíces.

En jardines recién plantados y en los que la vegetación se presenta un poco rala, mientras se espera que las copas se extiendan, algunos especialistas aconsejan plantar un número mayor de ejemplares, algunos de los cuales podrán ser eliminados en los años siguientes, cuando el jardín haya alcanzado el aspecto deseado. Aparte de los gastos que esto conlleva, puede suceder que, con el paso de los años, en el momento de retirar o de cortar esas especies, la visión de conjunto de los árboles restantes no nos satisfaga, debido a alteraciones en el desarrollo de las partes aéreas. Por lo tanto, es mejor esperar con paciencia algunos años hasta que la vegetación adquiera su aspecto definitivo y evitar plantaciones excesivas.

Un bosquecillo al norte oculta los límites y atenúa las corrientes frías, sin obstaculizar el paso de los rayos solares. (Ilustración de Antonina Taccori)

Es un error no disponer la vegetación en función de las características de la casa. Como ya hemos dicho, no es oportuno plantar árboles cerca de la casa, porque podría acarrearnos bastantes inconvenientes. La vegetación, con el desarrollo de las raíces, podría dañar los cimientos o las instalaciones de desagüe, mientras que la parte aérea podría crear problemas de luz y aireación, así como favorecer la presencia de insectos en las cercanías de la casa. Además, con la caída de las hojas se podrían atascar los canalones, con el consiguiente estancamiento del agua e infiltraciones en la buhardilla. Las mismas hojas caídas en los caminitos o en el acceso a la casa pueden pudrirse y volverse resbaladizas. También las ramificaciones pueden causar daños cuando ceden de golpe por acción de un viento fuerte o por el peso de la nieve. Por otra parte, también el crecimiento de las plantas queda afectado por la excesiva cercanía de la casa: no es raro encontrar ramas torcidas o demasiado delgadas y alargadas, que crecen buscando la luz, o un desarrollo irregular de las ramificaciones.

El diseño de la vegetación debe tener en cuenta las dimensiones del jardín y las distancias a los elementos construidos. Si el espacio es pequeño, los arbustos y las plantas trepadoras sustituirán a los árboles. (Ilustración de Eliana Mini)

Conviene respetar las distancias entre los árboles y las viviendas, para que aquellos puedan desarrollar una copa bien proporcionada. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Una vez mantenidas las distancias correctas, hay que considerar el aspecto estético; así, por ejemplo, las construcciones elaboradas requieren una vegetación de formas lineales y geométricas; las plantas altas de forma piramidal son adecuadas para casas bajas, y las formas enanas, colgantes, retorcidas, para casas de gran altura.

Es un error agrupar árboles y arbustos de la misma especie sin respetar las distancias. En los espacios bastante ventilados es preferible plantar más de un ejemplar de la misma especie. Sin embargo, hay que tener presente que, incluso aunque queramos que con el tiempo las ramas se unan para formar una copa única, el buen crecimiento y el desarrollo uniforme de todas las plantas dependen esencialmente de la posibilidad de iluminación y de aire. Las robinias umbraculíferas, las sóforas, las magnolias y hayas, en los primeros años de desarrollo, deben tener la posibilidad de crecer autónomamente, fortalecerse, formar una estructura amplia que les permita mantener una autonomía de crecimiento propia, incluso cuando sus dimensiones sean imponentes. Respetar las distancias aconsejadas por los especialistas para cada tipo de árbol y de arbusto significa, sobre todo, tener plantas más sanas, más frondosas y de dimensiones semejantes. A distancias más cortas la falta de aire y de luz favorece las enfermedades, y con frecuencia un tronco llega a dominar al resto de las plantas circundantes. Como regla general, conociendo el ancho que alcanza la copa en la madurez, la distancia entre un tronco y otro debe ser igual a la suma de las dos medias copas.

La medida ideal de un árbol para ser plantado en un jardín es de 3-4 m de alto, con un tronco de 10-15 cm de diámetro. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error, al plantar, no considerar la edad de los árboles que se colocan. Actualmente, la tendencia es tener un jardín ya habitable en el momento de poner las plantas. Por eso se escogen árboles ya adultos, voluminosos, que llenan el jardín en poco tiempo, sin tener que esperar varios años. Prescindiendo del importante costo de los árboles ya adultos (10, 12, 15 años), aunque estén bien preparados, embalados y sean enviados con abundantes panes de tierra, se corre un gran riesgo: cuanto más vieja es la planta, más peligrosa es la crisis del trasplante.

Las grandes dimensiones, por lo tanto, requieren trabajos más exhaustivos para la excavación de los pozos y largos periodos de apuntalamiento para evitar la caída de los árboles a causa de fenómenos atmosféricos adversos. Por otra parte, poner árboles demasiado jóvenes, además del tiempo prolongado de espera del crecimiento, deja una sensación de vacío que impide gozar del placer del jardín. Si, además, se han elegido plantas de crecimiento particularmente lento, los tiempos de espera para obtener un jardín aprovechable se dilatan mucho.

Lo ideal es plantar árboles jóvenes de una altura no superior a 3-4 m y con un diámetro del tronco en torno a los 10-15 cm. Son las plantas que menos sufren por el trasplante y los cambios bruscos de temperatura (hielo si se plantan en otoño, demasiado calor si se plantan en primavera). Estas plantas de vivero necesitarán, al menos, entre tres y cinco años antes de ofrecer una visión agradable del conjunto del jardín y la belleza que imaginamos en el momento del proyecto. Entre tanto, sin embargo, habremos tenido la posibilidad de ver día a día la adaptación, el desarrollo, el crecimiento de las plantas que poco a poco llenarán todos los rincones.

Es un error no respetar la distancia de los límites. Las plantas que se ponen cerca de la propiedad del vecino deben colocarse a la distancia preestablecida por las normas legales para impedir que las raíces, las ramas y la sombra provoquen daños. Las prescripciones legales, si no hay reglas locales, indican que las distancias deben ser de:

 3 m para árboles de tronco alto;

 1,5 m para árboles con ramificaciones que parten de alturas inferiores a los 3 m;

 0,5 m para setos, arbustos, frutales no más altos de 2,5 m;

 1 m para setos divisorios que se podan periódicamente;

 2 m para setos de robinias.

La presencia de una pared divisoria anula estas directrices siempre que la altura de los árboles y los arbustos no sea superior a la de la pared.

Las distancias que hay que respetar entre las plantas, las edificaciones y las propiedades vecinas responden a una normativa establecida. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error plantar árboles y arbustos desprovistos de su pan de tierra. En la actualidad, en los viveros, raramente se comercializa material vegetal a raíz desnuda por los inconvenientes obvios que se producirían en las fases posteriores al trasplante. Una pequeña cantidad de tierra bien protegida en torno a las raíces ofrece la ventaja de prolongar el tiempo de comercialización del árbol y ayudarle a superar el periodo crítico posterior a su plantación. Las raíces envueltas en el pan de tierra siguen trabajando y mantienen la planta en mejores condiciones de vitalidad; los riesgos de daños debidos al transporte serán menores y las enfermedades, menos frecuentes. En el caso de especies costosas o sensibles al trasplante, debería ser obligatoria su comercialización en panes de tierra protegidos o en contenedores de plástico, de madera o de red, que permitan plantarlas incluso en periodos no habituales. El pan de tierra deberá mantenerse constantemente húmedo y las plantas se conservarán en un lugar fresco y al abrigo del sol. El terrón deberá apoyarse sobre una capa de mantillo uniformemente desmenuzado, que cubrirá una buena dosis de estiércol y de abonos minerales extendidos previamente en el fondo del hueco. Esto sirve para evitar que se quemen las raíces, que, incluso con el pan de tierra, se expanderán con rapidez.

Es un error no conocer el tipo de fructificación de los árboles elegidos para el jardín. En la elección de los árboles, con mucha frecuencia no se tienen en cuenta todas las fases fenológicas, de modo que sólo se advierte el error cometido en el momento de la maduración de los frutos. Es típico el caso de las raras plantas dioicas, es decir, aquellas que presentan ejemplares con flores masculinas y otros con flores femeninas y, por lo tanto, frutos.

Un chopo hembra producirá, en el periodo de la diseminación, los molestos «plumones», apéndices que la planta utiliza para esparcir sus propias semillas. Otro caso clásico es el del Ginkgo biloba hembra, que produce frutos del tamaño de una ciruela que, si se pisan una vez caídos, contaminan el aire y el ambiente circundante con un olor desagradable. En cuanto a las plantas hermafroditas no es agradable, por ejemplo, recibir en la cabeza las castañas del castaño de Indias o vivir, en los días del florecimiento, rodeados por una nube de abejas o de otros insectos, porque se ha escogido una planta melífera que se ha instalado cerca de la casa (por ejemplo, arces, castaños de Indias, abedules, árboles de Judas, nogales, fresnos, laureles, liriodendros y ciruelos, robinias, tilos, etc.).

El tutor (a) y los cortavientos (b) garantizan la estabilidad de los árboles de reciente plantación. (Ilustración de Antonina Taccori)

Es un error mezclar plantas de hoja perenne con plantas de hoja caduca. Se trata de una cuestión esencialmente estética. Entre las disonancias más notables, a parte de colocar árboles con comportamiento y formas contrastantes, está el error de acercar especies de hoja perenne a las de hoja caduca. El relieve que los grupos de árboles de hoja caduca podrían tener en algunos periodos del año (coloración otoñal de las hojas) puede perderse ante la presencia de las coníferas. Por otra parte, las coníferas tienen su mejor momento durante el invierno, cuando la falta de vegetación en el entorno hace resaltar más la majestuosidad de su porte y de su color. En la medida de lo posible, hay que reunirlas en grupos homogéneos y no permitir que las ramificaciones desnudas de las plantas de hoja caduca entorpezcan su vista.

Es un error poner las plantas y los arbustos a una profundidad distinta de la que tenían en el vivero. El punto en que el árbol afloraba del terreno en el vivero es fácilmente reconocible por su coloración diferente. En el momento de colocar el árbol en el pozo con su pan de tierra conviene controlar que este punto, el cuello, esté al nivel de la tierra: si queda más alto conviene hacer más hondo el pozo; si queda más bajo es mejor añadir más tierra bajo el pan.

Una vez dispuesto el árbol en posición erguida, es conveniente adosarle un tutor que lo mantenga en la posición perpendicular exacta con el terreno, para evitar que la acción conjunta de la instalación y del viento haga que se incline. Luego se procede a llenar el agujero, apisonando repetidamente la tierra en torno al tronco para que así se adhiera a las raíces. Por último, hay que regar abundantemente y seguir haciéndolo en los días sucesivos. Es indispensable una pequeña poda de la copa para distribuir mejor las ramificaciones y estimular el desarrollo de los brotes.

Al plantar un árbol nuevo, el nivel del suelo debe coincidir con el cuello del árbol, o bien este debe quedar un poco por encima. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Los árboles que se trasplantan a raíz desnuda se estabilizan mediante jabalcones (a la izquierda) o con un palo de sostén, hasta que su sujeción es firme. (Ilustración de Antonina Taccori)

Es un error no practicar unos cortes en las raíces de las plantas que se colocan sin pan de tierra. Son cada vez menos comunes las plantas que se comercializan a raíz desnuda, pero las menos valiosas y más difundidas todavía se venden así. En este caso, antes de plantar conviene cortar un poco las raíces más gruesas y eliminar las que están secas o dañadas, cortando por debajo de la vegetación sana para impedir el desarrollo de bacterias tumorales o que marchitan.

Las plantas de cualquier tamaño adquiridas en cepellón se pueden plantar en cualquier estación. (Fotografía de F. Mainardi Fazio)

Es un error no asegurar la vitalidad de las plantas más importantes. Es un método utilizado ya en muchos viveros, que consiste en proteger con una póliza de seguro (por un año o bien por unos meses) las plantas más valiosas y costosas que se hayan instalado. En el caso de que fracase el arraigo, la compañía aseguradora garantiza la entrega de una planta con las mismas características (altura, edad, vigor, etc.) que las de la planta muerta. La prima no es especialmente elevada, y cuando se trata de árboles de mucho valor la conveniencia de tenerla es indudable, tanto para el propietario del jardín como para el dueño del vivero.

Es un error no poblar el jardín de pájaros plantando árboles productores de bayas comestibles. La presencia y la nidificación de los pájaros puede ser un complemento agradable (y útil) para el jardín. Para favorecer la presencia de aves basta con escoger árboles y arbustos que produzcan semillas, bayas u otros frutos que atraigan a estos animales. En particular, arces, Carpinus betulus, Cornus, Cotoneaster, Crataegus, Elaeagnus, Hedera, Juniperus, Ligustrum, Mahonia, Prunus, Taxus, etc. pueden ofrecer abrigo y alimento a los pájaros del lugar.

En un jardín los pájaros son útiles para mantener cierto equilibrio ecológico, en particular, pero no sólo con respecto a los insectos. Muchos insectívoros, como el pinzón, contribuyen a controlar las eventuales plagas parasitarias; otros, como las rapaces nocturnas, capturan los dañinos roedores (topos, ratones de campo). Además, la presencia de la vegetación impide que los pájaros construyan sus nidos en lugares como aleros, cornisas y chimeneas.

Es un error plantar los arbustos demasiado cerca unos de otros. Los arbustos, a diferencia de los árboles, pueden colocarse formando grupos cerca de la casa. Pero si se quiere evitar un crecimiento no uniforme y desordenado, hay que respetar la distancia justa entre uno y otro, para favorecer un crecimiento armonioso y dar un relieve satisfactorio a la vegetación en cada estación. Si no se quieren crear setos divisorios, hay que mantener la distancia mínima de la suma de las dos medias copas medidas en su pleno desarrollo (que corresponde aproximadamente al ancho que describen los catálogos de los viveros). También es importante el desqueje, es decir, la eliminación de los esquejes excedentes y de algunos vástagos exteriores, para impedir que el grupo se extienda demasiado.

Este problema no se plantea en las terrazas, donde, por lo general, cada arbusto está en un contenedor independiente adaptado a su desarrollo. También pueden adaptarse al jardín contenedores de forma y dimensiones diversas, labor que interesa especialmente a aquellos jardineros que tienen poco tiempo para dedicar al mantenimiento del verde (siguen siendo indispensables el control de las plagas, el tiempo y modo de la poda, el riego, etc.).

Es un error escoger arbustos voluminosos para bordear caminitos y senderos. El terreno abierto, si está bien preparado y abonado, favorece el crecimiento frondoso de los arbustos. Por eso hay que evitar disponerlos al borde de los caminos, porque podrían invadir el paso si no les dedicamos cuidados largos y asiduos.

Sin llegar a escoger arbustos enanos, es posible decantarse por las especies de crecimiento lento y contenido, no invasoras, que rodean y embellecen los lugares empedrados sin impedir el paso: muchísimas mediterráneas, como lavanda, romero, santolina, etcétera.

Esquema reticular para la plantación de setos cortavientos. (Ilustración de Antonina Taccori)

Es un error no utilizar setos como barrera contra el ruido, el polvo y la contaminación. En las zonas densamente pobladas o adyacentes a calles muy frecuentadas, las vallas verdes son preciosas como barreras aislantes. El seto formado por arbustos o árboles de hojas persistentes o caducas, provistos al menos de espinas o agujas, produce una excelente acción contra los ruidos. El entretejido de las ramas, que no debe presentarse como un muro impenetrable, rechaza y apaga el ruido excesivo y lo mantiene alejado de la casa.

Algunas especies muestran una elevada resistencia a condiciones ambientales desfavorables por la presencia de elementos contaminantes y mantienen inalteradas (siempre que la intoxicación no sea aguda) la actividad metabólica, los colores y la forma de la parte aérea; es el caso, por ejemplo, de Berberis, Cotoneaster, Crataegus, Euonymus, Hedera, Mahonia, Rosa rugosa, Spiraea, etc.

Otras especies, además, soportan óptimamente el depósito de polvo presente en la atmósfera. Son las que tienen hojas más coriáceas, brillantes por la capa espesa de cutícula, y que pueden estar mucho tiempo cubiertas de polvo a la espera de una benéfica lluvia higienizante.

Tampoco hay que olvidar que los setos, especialmente en el campo y en la periferia, son refugio de muchísimos insectos útiles, depredadores de los parásitos, como las mariquitas, y de pequeños pájaros.

ESPECIES RESISTENTES A LA CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA

Acer sp.

Hedera helix

Ailanthus glandulosa

Juglans nigra

Alnus cordata

Juniperus virginiana

Berberis julianae

Laburnum sp.

Betula alba

Liriodendron tulipifera

Carpinus betulus

Mahonia sp.

Catalpa bignonioides

Philadelphus sp.

Cedrus atlantica-glauca

Pinus nigra var. «Austriaca»

Celtis australis

Pyracantha sp.

Chamaecyparis lawsoniana

Quercus rubra

Cissus antartica

Robinia pseudoacacia

Cornus alba

Rosa rugosa

Cotoneaster sp.

Sophora japonica

Crataegus monogyna

Spiraea sp.

Deutzia sp.

Syringa sp.

Elaeagnus angustifolia

Tamarix sp.

Euonymus europaeus

Taxodium distichum

Fraxinus excelsior

Taxus baccata

Ginkgo biloba

Viburnum lantana

Es un error no colocar los arbustos más delicados en zonas resguardadas y no protegerlos durante el invierno. Muchos de los más hermosos arbustos ornamentales (camelias, gardenias, aralias, algunas budleyas, clemátides, hipéricos y jazmines) no pueden cultivarse en plena tierra en algunas regiones porque son sensibles al rigor del invierno. Para no renunciar al placer del cultivo y a la belleza de las flores de estas especies conviene cultivarlas en algún lugar resguardado, que en un jardín nunca falta. La proximidad de zonas protegidas naturales o de muros puede bastar, si bien es mejor preparar protecciones móviles que permitan cubrir las plantas rápidamente, aunque sólo sea por la noche en caso de heladas.

Las camelias, por ejemplo, pueden experimentar daños notables en los pimpollos a punto de florecer ya en la primera parte del invierno.

Una posición resguardada y una protección de pajizo, que se coloque cada tarde y se quite por la mañana, permiten, incluso en las zonas más frías, obtener una floración bella y precoz.

Las plantas originarias de climas tropicales, como los hibiscos, deben colocarse en un lugar protegido del frío, o bien cubrirse con ramas, esteras... (Fotografía de Carmen Farré Arana)

Es un error no jugar con las variaciones cromáticas estacionales en la disposición de los arbustos. Si bien en el caso de los árboles debemos respetar la similitud y la afinidad al formar los grupos, en el caso de los arbustos podemos satisfacer nuestros caprichos escogiendo, según nuestras propias preferencias, entre la vastísima gama existente.

Para no caer en la monotonía de largos meses de vegetación única, podemos crear grupos de florecimiento simultáneo con diferentes colores o con floración escalada durante todo el año. Se pueden escoger arbustos de diferentes tonalidades en el verde de las hojas o con colores otoñales que van del verde al amarillo y el rojo.

Del mismo modo, podemos seleccionar arbustos con frutos o bayas de colores diferentes o con ramas que, sin vegetación, adquieren en invierno una coloración amarilla o rosa fuerte que contrastan con los arbustos de ramas oscuras o la nieve.

Es posible, por lo tanto, seleccionar entre muchas características (a veces presentes en la misma especie) para diferenciar y destacar los diversos aspectos del jardín según las estaciones.

Plantas anuales

Es un error, cuando se compran semillas de plantas anuales, no decantarse por las de calidad (F1). Por F1 se entiende la primera generación obtenida de dos individuos seleccionados por características de resistencia, belleza, color, crecimiento, etc. Aunque su precio es más alto respecto al de las semillas comunes del mercado, deben preferirse a estas, porque permiten obtener plantitas vigorosas y uniformes en su crecimiento, de flores abundantes con características de forma y de color permanentes, y que responden totalmente al gran valor que se les da, además de que ofrecen una particular resistencia a algunas de las enfermedades más comunes. Dado que son híbridos de primera generación, no es posible recoger las semillas y esperar que la producción siguiente sea igual a la planta madre: obtenidos de cruces de dos ejemplares diferentes, darán producciones extremadamente variadas. Cada año, pues, habrá que comprar las semillas en comercios especializados si se quieren obtener los mismos resultados.

Es un error no respetar las épocas justas de siembra y de trasplante. Para tener zonas del jardín con flores de especies diferentes, cada año conviene crear pequeños arriates o floreros para plantas anuales o bianuales que, en cada estación, posibilitan la creación de ángulos de vivos colores. En vez de comprar el número de plantitas necesario para cubrir el arriate, se puede probar directamente la siembra de las variedades escogidas en semilleros.

Algunas especies (las bianuales) deben sembrarse en el verano precedente (prímulas, margaritas, alhelíes, lunarias, miosotis), en semilleros, y luego deben trasplantarse en tiestos individuales antes de plantarlas para la primavera. Las anuales, en cambio, necesitan una siembra más cercana al inicio de la primavera, en enero-febrero-marzo (begonia, diente de león, aliso, caléndula, Delphinium, Godetia, Ageratum, Amarantus, Aster, Impatiens, celosa, lobelia, petunia, portulaca, salvia), y pueden plantarse directamente en el lugar deseado a los 40-50 días de la siembra, cuando los tallitos tienen cinco hojas y la estación es favorable (al menos 15-16 °C de media).

Con siembras demasiado anticipadas se corre el riesgo de echar a perder todo el trabajo, porque se producirán plántulas débiles y filiformes a causa de la prolongada permanencia en los semilleros. Del mismo modo, las siembras demasiado tardías obligan al trasplante de ejemplares demasiado pequeños, que estarán atrasados respecto a los tiempos normales de floración y tendrán una vegetación poco desarrollada.

El trasplante debe realizarse en época cálida, pero todavía no soleada (abril-mayo), cuando ya no hay peligro de que vuelva el frío (trasplantes demasiado anticipados). El calor o la transpiración excesiva producen daños cuando la estación está demasiado avanzada (trasplantes tardíos).

También hay que respetar las distancias para plantar las plantas anuales. (Fotografía de F. Mainardi Fazio)

Es un error no respetar la distancia cuando se disponen las plantas anuales. Cada planta tiene un comportamiento natural que la hace crecer en altura o en volumen. Por lo tanto, para todas las plantas es conveniente conocer las distancias que se deben respetar cuando se ponen en el arriate: más cercanas si son erguidas, más distanciadas si el tronco se ramifica y adquiere forma de mata.

Las instrucciones del envase de las semillas o los bulbos aconsejan generalmente la distancia más apropiada, a la cual conviene atenerse, porque es la que permite un crecimiento mejor y más rápido, sin ahilamientos (alargamiento anormal del tallo en busca de luz) ni competencia al nivel de las raíces en lo que respecta a la búsqueda de nutrientes.

Es un error no conservar cuidadosamente los bulbos. Las bulbosas se encuentran entre las plantas más usadas en los arriates del jardín, porque son especies que pueden florecer todo el año. Sin embargo, no es bueno dejar los bulbos en la tierra al final de su floración, porque pueden sufrir los daños producidos por los agentes climáticos y los animales.

No hay que olvidar tampoco que la facilidad de producir bulbillos puede llevar con los años a una regresión de los caracteres y de la belleza de la flor. Además, quitando los bulbos de los arriates es posible colocar otras anuales.

Cada año, una vez que se ha secado la parte aérea, habrá que sacar a la superficie estos órganos reproductores, dejarlos algunas horas a secar al sol y limpiarles los residuos de vegetación de las raíces y de los apéndices que se hayan formado en la fase de crecimiento (bulbillos). Se deben conservar en ambiente fresco, oscuro y aireado, en contenedores de madera o de papel, hasta la próxima utilización (agosto para los crocos, octubre-noviembre para los tulipanes y jacintos, primavera para los lirios y los gladiolos).

Los bulbillos, separados cuando se limpian los bulbos, para poder florecer deben alcanzar las dimensiones típicas de la especie (esto requiere que hayan transcurrido aproximadamente unos tres años). Conviene siempre colocarlos, incluso todos juntos, en un tiesto o en un ángulo del jardín cuando se plantan los otros para permitirles vegetar y así poder utilizarlos sin problemas en los años siguientes.

Una vez han florecido, los bulbos deben conservarse convenientemente. (Fotografía de Carmen Farré Arana)

ALGUNAS BULBOSAS DE JARDÍN

NOMBRE

PLANTACIÓN

ÉPOCA DE FLORACIÓN

COLOR DE LAS FLORES

ZONAS ADECUADAS

Allium sp.

septiembre-octubre

mayo-julio

lila-rosa-azul-amarillo

cualquiera

Amaryllis belladona

julio-agosto

septiembre-octubre

rosa

clima cálido

Anemone sp.

octubre-noviembre o abril

febrero-abril u otoño

todos los colores

cualquiera

Colchicum sp.

julio-agosto

septiembre-noviembre

rosa-lila-blanco

cualquiera

Crocus sp.

agosto-septiembre

octubre-abril

todos los colores

cualquiera

Cyclamen sp.

julio-septiembre

todo el año

rosa-lila-blanco

cualquiera

Frutilaria sp.

septiembre-noviembre

abril-mayo

todos los colores

cualquiera

Galanthus sp.

septiembre-octubre

enero-febrero

blanco y verde

cualquiera

Gladiolus sp.

abril

todo el año

todos los colores

cualquiera

Hyacinthus sp.

julio-septiembre

abril-mayo

todos los colores

cualquiera

Iris sp.

julio-septiembre

mayo-junio

todos los colores

cualquiera

Ixia sp.

julio-septiembre

mayo-junio

amarillo-rojo-rosa-blanco

zonas templadas

Lilium sp.

otoño o primavera

todo el año

colores variados

cualquiera

Muscari sp.

agosto-septiembre

marzo-junio

azul-lila-blanco

cualquiera

Narcissus sp.

agosto-octubre

marzo-mayo

bicolor-varios

cualquiera

Nerina sp.

agosto o abril-mayo

septiembre-noviembre

rosa

zonas templadas

Scilla sp.

agosto-septiembre

febrero-abril

azul

cualquiera

Sternbergia sp.

agosto

abril-junio

amarillo

cualquiera

Tulipa sp.

octubre-diciembre

marzo-mayo

todos los colores

cualquiera