LA LUZ Y LOS COLORES

El blanco y el naranja de las flores destaca sobre el verde de las hojas. (Fotografía de Clamer)

La luz blanca, la del sol, es la que nos revela los colores y nos permite percibirlos. Tal como demostró Einstein, la luz tiene una doble naturaleza; está formada por semipartículas (fotones o cuanta de luz, con una energía fija e indivisible) que se propagan en un medio, asociadas a una perturbación de naturaleza electromagnética ondulatoria.

Todo cuerpo opaco (y por lo tanto no transparente) expuesto a la luz blanca absorbe unas longitudes de onda y refleja otras. Este coeficiente de reflexión determina los colores del cuerpo en cuestión. Si un cuerpo refleja todas las longitudes de onda, aparece blanco; si, por el contrario, las absorbe, aparece negro. En la oscuridad, cuando no hay irradiación luminosa, todos los cuerpos parecen negros.

Por lo tanto, el ojo humano puede ver o, mejor dicho, experimentar los distintos colores, pues la luz está formada, en su naturaleza ondulatoria, por ondas de diversas longitudes. La retina contiene dos tipos de receptores fotosensibles, los conos y los bastoncillos, formados por fotopigmentos constituidos por una proteína particular para cada pigmento. Los conos sirven para la visión diurna, es decir, cuando existe una cantidad suficiente de luz que permite reconocer los colores. Son de tres tipos y cada uno contiene un fotopigmento distinto, con una absorción máxima, respectivamente en el azul, el verde y el rojo (en la práctica, cuando miramos, nuestros ojos «mezclan» estos tres colores primarios y, en función de sus diversas intensidades, distinguen diferentes colores). En cambio, los bastoncillos están destinados a la visión nocturna, es decir, al momento en que la falta de luz no permite reconocer los colores. Gracias a su fotopigmento, la rhodopsina, son unas mil veces más sensibles que los conos.

En el espectro de lo visible, la luz roja posee la mayor longitud de onda y la luz violeta la más corta. Existen, asimismo, unos rayos que nuestros ojos no pueden percibir porque su longitud es demasiado elevada (luz infrarroja, por encima del rojo) o demasiado baja (luz ultravioleta, por debajo del violeta). En resumen, desde el punto de vista de la percepción del ojo humano, dado que existe una combinación infinita de estimulaciones de los tres conos oculares, habría según algunos autores, alrededor de un millón de colores, aunque sólo somos capaces de distinguir un número mucho más reducido de combinaciones.

LOS COLORES QUE VEMOS

El ojo humano únicamente puede percibir las radiaciones comprendidas entre 4.000 y 8.000 Å (el angström es la unidad de medida de las radiaciones que corresponde a 1/100.000 de milímetro) y cada longitud de onda corresponde a un color.

Rojo: 6 200 Å

Amarillo: 5 510 Å

Azul: 4 750 Å

Violeta: 4 230 Å

Naranja: 5 890 Å

Verde: 5 120 Å

Añil: 4 490 Å

* picómetro (m-12)

** nanómetro (m-9)

Valores indicativos de las longitudes de onda en milmillonésima parte de metro (nanómetro)

Descomposición, síntesis aditiva y síntesis sustractiva

La descomposición de la luz, efectuada por primera vez por Isaac Newton, es una experiencia con la que todos estamos más o menos familiarizados. Cuando un haz de luz blanca atraviesa un prisma óptico, se descompone en varios componentes que se desvían de forma distinta (los rayos de una longitud de onda más corta se desvían más que los de una longitud de onda más larga): el haz de luz blanca incidente se descompone en bandas distintas de diversos colores. Aunque las radiaciones infrarrojas y ultravioletas son invisibles a nuestros ojos, también están separadas (existen otros tipos de luz, por ejemplo la luz láser, que no se descompone).

Newton identificó siete colores principales, pero las técnicas más modernas han permitido demostrar que, desde el punto de vista físico, el número de colores es infinito (dado que existe una infinidad de combinaciones de luz con diferentes longitudes de onda). Por consiguiente, en cada uno de los siete colores de Newton nuestros ojos pueden distinguir un gran número de gradaciones.

La luz blanca se puede obtener combinando todo el espectro o bien tres finas bandas del espectro: la banda del rojo, la del verde y la del azul, es decir, los tres colores aditivos primarios. Esta operación se denomina síntesis aditiva (de todos modos, el blanco puede obtenerse con la suma de un solo color aditivo y un color sustractivo: rojo y cian, o azul y amarillo, o verde y magenta).

Cuando superponemos los tres colores primarios de dos en dos, obtenemos tres colores aditivos secundarios (o complementarios), es decir:

rojo + verde = amarillo

azul + rojo = magenta (rojo violáceo)

verde + azul = cian (azul claro)

Descomposición de la luz solar

La luz del láser no se descompone cuando atraviesa un prisma

La síntesis aditiva se obtiene combinando los tres colores primarios aditivos en luz blanca

Se obtiene la síntesis sustractiva sustrayendo de la luz blanca los tres colores primarios sustractivos

Entonces podemos hacer otro experimento: utilizando siempre un haz de luz blanca y tres filtros de color —uno amarillo, uno magenta y uno cian—, veremos que cuando se superponen estos tres colores se obtiene el negro, mientras que cuando se superponen por pares se obtienen otros tres colores. En esta ocasión hemos extraído de la luz blanca los tres colores sustractivos primarios (amarillo, magenta y azul), por lo que hemos efectuado una síntesis sustractiva. El resultado son los colores terciarios, a saber:

magenta + amarillo = naranja

amarillo + cian = verde

cian + magenta = violeta

Así pues, se obtiene una síntesis sustractiva cuando, mediante un mecanismo físico cualquiera, los diferentes colores se mezclan antes de alcanzar el ojo (se utiliza un procedimiento análogo para la impresión en color); no obstante, con la síntesis sustractiva nunca se puede obtener el blanco.

Si a continuación mezclamos los tres colores primarios sustractivos conseguiremos obtener los colores sustractivos secundarios y terciarios.

ALGUNOS COLORES SUSTRACTIVOS

EL ARCO IRIS

El fenómeno del arco iris, explicado por primera vez por el filósofo Descartes en su obra Los meteoros, se forma tras una tormenta o en las proximidades de una cascada, cuando el aire está saturado de gotitas de agua. Está formado por la luz solar reflejada y transformada a través de las gotas, que actúan exactamente como un prisma atravesado por un rayo de luz, formando los colores del espectro solar: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta.

En general, ante la pregunta: «¿Cuántos colores hay en un arco iris?» la respuesta es «siete», pero se trata de una simplificación. En realidad, los colores cambian de forma progresiva pasando por un enorme número de matices y de tonos distintos. Sin tener en cuenta que también habría que contar los colores no visibles, como el ultravioleta y el infrarrojo, e incluso las ondas de radio, los rayos X y los rayos gamma.

Después de una tormenta en la montaña, es frecuente observar el arco iris. (Fotografía de Clamer)

LA LEYENDA DE IRIS

En la mitología de la antigua Grecia, Iris era hija del titán Thaumas y hermana de las Harpías. La muchacha, vestida con siete velos de siete magníficos colores, era la mensajera de los dioses, la encargada de comunicar a los hombres su destino, que era decidido por los dioses en la sala de los banquetes, donde se reunían alrededor de Júpiter. Cuando Iris descendía del Olimpo volando rápidamente, trazaba en el cielo un arco que unía la montaña a la tierra. Así, cuando los hombres veían el arco de siete colores, sabían que Júpiter había decidido su suerte.

Gracias a la luz del sol podemos apreciar los colores de esta espléndida floración de rododendros. (Fotografía de Lasagni)

La rueda de los colores

Se trata de un sencillo instrumento creado por Newton para determinar los colores que combinan bien. En teoría, la rueda podría tener un número infinito de colores, pero para la creación de un jardín podemos limitarnos a doce (es posible «adivinar» la posición de los demás tonos en función de los de la rueda).

Los tres colores sustractivos primarios (magenta/rojo, amarillo y cian/azul) se sitúan de forma equidistante unos de otros, y junto a cada color primario se sitúan tres colores secundarios (naranja, verde y violeta), seguidos a su vez de los seis colores terciarios (rojo anaranjado, amarillo anaranjado, amarillo verdoso, azul verdoso, azul-violeta y rojo-violeta).

Los colores que permanecen juntos son complementarios, por lo que tienden a armonizar entre sí. Los que se sitúan uno frente a otro forman contraste. A veces, no armonizan entre sí en absoluto, mientras que en otros casos pueden formar contrastes muy espectaculares pero agradables. Por ejemplo, si juntamos el amarillo y el rojo, casi siempre opuestos en la rueda, obtenemos un contraste considerado poco armonioso, mientras que el naranja y el azul forman un marcado contraste muy bien combinado.

En la actualidad, los paisajistas recomiendan escoger colores próximos en la rueda. Así, si elige como color dominante una planta de flores rojas, puede asociarle otras plantas de flores rosas o violetas, pero es preferible evitar plantas de flores amarillas o azules. En cambio, en otras épocas, gustaban mucho los contrastes fuertes. Por ejemplo, durante la época victoriana, los paisajistas escogían preferentemente colores situados en posiciones opuestas.

Cabe hacer una mención particular del blanco, color neutro complementario y que armoniza con todos los demás. Por consiguiente, se sitúa el blanco en el centro de la rueda y en el jardín se puede utilizar para suavizar un contraste demasiado evidente entre plantas de colores vivos.

LAS TEORÍAS DE LOS COLORES

Varias teorías de los colores han sido formuladas y utilizadas por diferentes profesionales: científicos, artistas y, en fechas más recientes, paisajistas y jardineros. Así pues, es evidente que cuando se habla de colores primarios o fundamentales cada una de estas categorías se refiera a concepciones muy distintas. A partir de 1621, gracias a los primeros experimentos de Newton, se formularon numerosas teorías, que han ido hallando una aplicación diferente, desde la pintura hasta el diseño gráfico por ordenador (por supuesto, antes de Newton los pintores sabían perfectamente que al mezclar dos colores se obtenía otro distinto, o que al mezclar un color con blanco o negro se obtenían tonos más claros o más oscuros, respectivamente). En un jardín, las cosas son diferentes; no es posible mezclar físicamente dos colores para obtener un tercero, sólo es posible jugar con la armonía y el contraste para obtener los efectos deseados. Recordemos, por otra parte, que los colores están dispuestos sobre un fondo verde (a menudo considerado por numerosos paisajistas como un «no color») o bien contra fondos policromos (edificios, muros, cercas, etc.).

No olvide que el verde sirve a menudo de fondo para las flores, los frutos y otras partes de las plantas.

Las cualidades del color

Tono, luminosidad y saturación: el árbol de colores

El pintor norteamericano Albert Henry Munsell, en su obra titulada Book of Color (El libro del color), concibió un sistema cromático tridimensional capaz de clasificar los matices de nuestras sensaciones: los tonos. En una primera fase, definió tres parámetros de calidad para un color: tinte, intensidad y saturación. Se trata de valores esencialmente psicosensoriales.

El tinte define el color (verde, azul, rojo, etc.) y corresponde a una irradiación monocromática. Depende físicamente de la longitud de onda dominante.

La luminosidad (también llamada intensidad) de un color es la cualidad que le confiere más o menos luminosidad. Cuanto más luminoso es un tono, menos negro contiene. La radiación solar se compone de ondas de diversas longitudes, pero con intensidades más o menos iguales. Por lo tanto, es nuestro ojo, más sensible a las radiaciones centrales del espectro visible, el que percibe que estas son más luminosas.

La rueda de los colores

Un color luminoso es capaz de animar los rincones más oscuros del jardín. (Fotografía de Bent)

Por último, la saturación (o pureza) depende de la distribución del espectro: un color es saturado o puro cuando no contiene blanco. Se puede reducir la saturación si se superpone a un color saturado una radiación blanca o también superponiendo dos radiaciones distintas del espectro: la saturación varía en función de la distancia entre las dos radiaciones escogidas en el espectro. Munsell imaginó lo que se denomina «el árbol de colores», en cuyo centro se halla un eje que representa la luminosidad y que va del blanco al negro, pasando por nueve tonos de gris. A partir de este eje hacia el exterior se encuentran distribuidos a diferentes distancias los doce colores de la rueda según su luminosidad. Están dispuestos de forma que la saturación del tinte disminuye a medida que vamos hacia el interior. Así, el pintor definió 1.400 colores: es el libro de los colores. En el sistema de Munsell, que se bautizó como HLC (Hue, ‘tinte’ en inglés; Luminescence, ‘luminosidad’, y Chroma, ‘saturación’), se basan numerosos sistemas cromáticos modernos (por ejemplo los denominados HLS, HSV y HSP), que se hallan en distintos programas informáticos, así como en la biblioteca de colores Pantone, la más utilizada por los grafistas que trabajan con ordenador. De forma paralela, se han desarrollado otros sistemas como el HSI y el Cie-Lab, que se basan en representaciones tridimensionales del color con formas esféricas.

Las bayas de Callicarpa bodinieri var. giraldii presentan un peculiar color metálico. (Fotografía de Lasagni)

El árbol de los colores de Munsell

Colores cálidos, fríos y neutros

Por otra parte, los colores se clasifican en categorías que no tienen nada de científico, pero que resultan muy útiles a la hora de efectuar elecciones cromáticas. Por ejemplo, se habla de colores cálidos y de colores fríos en función de la sensación que transmiten. De forma general, podemos decir que si trazamos sobre la rueda de los colores un diámetro, obtenemos a un lado los colores cálidos (amarillo, naranja, rojo, magenta) y al otro los colores fríos (verde, azul claro, azul oscuro, violeta). El blanco, el negro y el gris se consideran colores neutros.

Se pueden alternar los colores cálidos y fríos para dar una sensación de profundidad y movimiento.

En efecto, los colores cálidos tienen mayor relieve y dan la impresión de proximidad al primer plano, mientras que los colores fríos parecen retirarse hacia el fondo.

Cuando se asocia un color cálido con un color frío, ambos acentúan sus características. En cambio, si se asocian colores que tienen las mismas cualidades, tienden a atenuarse entre sí.

colores cálidos

colores fríos

colores neutros

La subdivisión entre colores cálidos y fríos no está fijada del todo de forma definitiva. Basta mirar este dibujo para convencerse de ello: en el centro se halla el triángulo con los tres colores sustractivos primarios (magenta, amarillo y cian), a los lados los tres colores secundarios y, entre los primarios y los secundarios, los terciarios. Abajo están situados los colores cálidos y arriba los colores fríos, pero se comprende con facilidad que un color considerado cálido tiende a enfriarse si se asocia con un color frío y viceversa (véase ejemplo inferior)

El violeta situado junto a un color cálido (el rojo) aparece frío, mientras que cerca de un color frío (el azul) aparece cálido

Colores luminosos y apagados

Cabe distinguir, asimismo, entre colores luminosos y colores apagados. El amarillo se considera el color más luminoso y el violeta el más apagado. Siempre en referencia a la rueda de los colores, los que van desde el amarillo hacia el violeta, es decir, los colores cálidos, tienen una luminosidad que se atenúa de forma progresiva; mientras que los que van desde el violeta hacia el amarillo, los colores fríos, se vuelven progresivamente más luminosos. Los colores luminosos transmiten dinamismo; los apagados, una sensación de quietud. Esta distinción adquiere cierta importancia cuando queremos «equilibrar» dos colores: si, por ejemplo, queremos asociar el amarillo y el violeta, para dar una sensación de luminosidad equilibrada, la superficie del color más luminoso, el amarillo, habrá de ser proporcionalmente menor que la del color más apagado (el violeta).

Colores ligeros y pesados

Se pueden distinguir también los colores ligeros de los pesados, en función de lo que se define como «peso óptico», que indica la ilusión óptica de peso que percibe nuestro ojo al observar un color (así como una forma o un volumen). El color que tiene un peso menor es el amarillo, mientras que el que tiene el peso más elevado es el violeta. Los colores que van desde el amarillo hacia el violeta (cálidos) aumentan de peso de forma progresiva, mientras que los que van del violeta al amarillo (fríos) se aligeran del mismo modo.

En este caso se trata también de una distinción que resulta útil en la fase de equilibrado de los colores. De esta forma, si queremos obtener una sensación de equilibrio desde el punto de vista del peso, la superficie destinada a los colores más ligeros deberá ser mayor que la asignada a los colores más pesados.

Las asociaciones: de la armonía a los contrastes

Tal como hemos visto, si se añade blanco a un color se obtiene una disminución de la saturación. Si se añade a colores cálidos (por ejemplo el amarillo, el naranja o el rojo) se obtienen tonos luminosos. Si se añade a los colores fríos (el azul o el violeta, por ejemplo) se obtienen tonos más intensos. En cambio, si se añade negro (o gris, o plateado) se crean tonos diferentes: al añadirlo al rojo oscuro o al violeta, se atenúan. Al añadir negro a tonos vivos como el azul claro o el amarillo, se acentúan.

Por otra parte, si se asocian dos o tres colores que se encuentran próximos en la rueda, se obtiene un efecto de armonía. Así, el azul, el violeta y el blanco crean un efecto relajante. Al contrario, si se utilizan colores complementarios, opuestos en la rueda, se obtienen efectos más llamativos, que a veces pueden llegar a parecer discordantes. Los contrastes más fuertes se obtienen mezclando colores complementarios.

La luminosidad también cumple una función importante: si se enmarca un color en el centro de su complementario poco luminoso, el contraste será especialmente evidente.

Por último, no debe olvidarse el fondo: sobre un fondo claro los colores fríos tienden a acercarse y los cálidos a distanciarse. Sobre un fondo oscuro sucede lo contrario.

Armonía de colores en un jardín. (Fotografías de Clamer)

colores primarios

colores secundarios

colores terciarios

colores complementarios principales

colores complementarios intermedios

colores próximos

La posición en la rueda de los colores complementarios principales (dispuestos uno «frente» al otro), de los complementarios intermedios (se hallan cerca de un color complementario principal) y de los colores próximos (uno junto al otro): los contrastes más violentos se obtienen entre los colores complementarios

En esta página y la siguiente: contrastes de colores en un jardín. (Fotografías de Clamer)

La naturaleza o la minuciosidad de los especialistas en hibridación puede crear contrastes marcados en una misma flor. (Fotografía de Clamer)

Los colores complementarios utilizados juntos se comportan de forma distinta, dando contrastes más o menos marcados según su luminosidad y posición

Al disponer los doce colores de la rueda (tres primarios, tres secundarios y seis terciarios) en el disco de Itten sobre fondos variados, vemos que cada color se comporta de forma distinta. Sobre un fondo blanco, los colores más fríos y apagados tienden a acercarse al primer plano, mientras que los colores más cálidos tienden a retroceder. En cambio, sobre un fondo gris, son los colores más cálidos los que emergen al primer plano, mientras que los colores apagados y fríos tienden a acercarse al fondo, aunque en menor medida. Por último, sobre un fondo negro, la situación se invierte por completo con respecto a lo que se había observado con un fondo blanco: emergen los colores cálidos (en primer lugar el amarillo y luego el naranja), mientras que los colores cálidos se aplanan de forma progresiva al fondo

LOS CONTRASTES

Cuando se estudia la forma de combinar las plantas, no sólo se recomienda tener en cuenta los posibles contrastes de colores, sino también las diferencias de formas y dimensiones. Por ejemplo, se obtiene un efecto más espectacular situando una planta con pequeñas hojas verdes al lado de otra que tenga grandes hojas rojas.

Los tipos de contraste

La teoría de los colores distingue varios tipos de contraste.

Contraste entre claro y oscuro. Se basa en diferentes niveles de luminosidad, expresados mediante la escala de los grises. Se obtiene un contraste similar si se sitúan en los puntos opuestos de la escala en un lado el color más luminoso (el amarillo) y en el otro el menos luminoso (el violeta) o si se pone en un lado el tono de un color que tiene una saturación máxima y en el otro el que tiene una saturación mínima.

Contraste entre claro y oscuro: a la izquierda, el contraste al pasar del blanco al negro; en el centro, el contraste entre el amarillo (color más luminoso) y el violeta (color más apagado); a la derecha, el contraste entre distintos tonos de un mismo tinte

Contraste de colores puros. Se obtiene acercando tonos que se hallan en su punto de saturación más elevado y asociando al menos tres colores. Para obtener un contraste aún más grande, hay que separarlos con blanco o negro. Desde el punto de vista de la percepción, esto crea cierto efecto de inestabilidad, pues el observador ve estimulada su atención de forma constante.

Contraste de colores puros: sobre un fondo verde, el rojo, el azul y el amarillo en su máxima saturación (colores puros). La incorporación de blanco/negro aumenta aún más la fuerza del contraste

Contraste de frío y calor. Se obtiene asociando colores cálidos y colores fríos. Este contraste deriva de las propiedades específicas de los colores cálidos, que tienden a aparecer en primer plano, y de los colores fríos, que tienden a aparecer más lejos, al fondo. Al dosificar los colores de forma diversa, se obtienen efectos particulares. Por ejemplo, un color cálido puede «enfriarse» si está rodeado de colores fríos, del mismo modo que un color frío puede «calentarse» si está rodeado de colores cálidos.

Contraste de frío y cálido: sobre un fondo verde, los colores cálidos emergen al primer plano, mientras que los fríos se retiran al fondo

Contraste de cualidad. La cualidad tomada en consideración es la saturación, por lo que se obtiene un contraste entre tonos intensos, luminosos, y entre tonos atenuados, amortiguados. Se puede obtener situando en el centro un color puro muy luminoso (amarillo) y rodeándolo progresivamente de tonos más atenuados. Para subrayar una vez más esta noción de saturación digamos que al mezclar un color con blanco se vuelve más frío, mientras que al mezclarlo con negro se hace más luminoso. En cambio, si se mezcla con gris se atenúa, al igual que si se mezcla con su color complementario. En un jardín es imposible modificar un color de esta manera. Será necesario cambiar la planta o la flor para poder aprovechar al máximo los resultados de la asociación de colores.

El blanco armoniza con todos los colores, incluso los más difíciles

Las bayas aportan una nota de color a los jardines durante la época invernal, caracterizada por el gris

Las manchas de color de los arriates destacan sobre el verde de la vegetación arbolada del fondo. Parque de la villa Carlotta, lago de Como (Italia). (Fotografía de Lasagni)

Contraste de cantidad. Procede de la relación cuantitativa entre dos o más colores y se basa en unas escalas matemáticas como las de Goethe, que atribuyen un valor determinado a los colores. Así, amarillo = 3, naranja = 4, rojo = 6, violeta = 9, azul = 8, verde = 6. Para obtener un equilibrio mediante dos colores contrastados, es necesario asociarlos en proporción con dichos valores. Por ejemplo, si queremos asociar flores amarillas y flores violetas, para obtener un resultado armonioso habría que mantener una relación entre el amarillo (3) y el violeta (9) de tres a nueve, es decir, de un tercio (una parte proporcional de amarillo por tres partes de violeta).

Contraste de cualidad: en el centro, el amarillo con una saturación máxima, progresivamente rodeado de tonos cada vez más atenuados

Contraste de cantidad: verde/rojo, relación 6/6 (mismo número de elementos); azul/naranja, relación 8/4, es decir, 2/1 (dos elementos azules por cada elemento naranja); violeta/amarillo, relación 9/3, es decir, 3/1 (tres elementos violetas por cada elemento amarillo)

COLORES Y FLORES: PARA ESTAR MEJOR

El efecto que ejercen los colores o, mejor dicho, la luz de los distintos colores, constituye la base de una de las ramas de la medicina alternativa, la cromoterapia, cuyos partidarios afirman que el paso de la luz implica una cesión de energía.

Según esta disciplina, los colores fríos (azul, añil, violeta), es decir, los que tienen las frecuencias más altas, situados en el extremo del espectro luminoso, hacia los rayos ultravioletas, tienen efectos tranquilizantes, sedantes, antiinflamatorios y analgésicos. Los colores cálidos (rojo, naranja, amarillo), es decir, con las frecuencias más bajas y situados en la parte opuesta del espectro luminoso, hacia los rayos infrarrojos, tienen efectos estimulantes, excitantes y creativos. El verde, situado en el centro del espectro luminoso, tiene efectos que generan estabilidad y equilibrio. Cuando el terapeuta ha establecido el color correspondiente al temperamento o al estado de un paciente, le somete a colores opuestos para suscitar emociones y sensaciones reprimidas y permitirle así recuperar el equilibrio. Por ejemplo, si una persona padece ansiedad y nerviosismo, se le tratará con verde y azul, que le inspirarán sensaciones de calma, paz y tranquilidad.

Como suele ocurrir con las medicinas alternativas, no existen pruebas científicas definitivas que confirmen la eficacia terapéutica de la cromoterapia. En cambio, sí existen pruebas relativas al efecto de los paisajes naturales y las plantas, de las flores en particular, en la rapidez de la curación de los pacientes en los hospitales. En efecto, los pacientes que disfrutan de vistas a un parque, un lago o un paisaje natural se curan más deprisa que los que ven desde su ventana edificios, aparcamientos, muros, etc. Por otra parte, en el caso de una habitación sin ventanas, se ha demostrado que colgando en las paredes pósters de paisajes naturales se puede acelerar el proceso de curación, mientras que los cuadros abstractos con violentos contrastes cromáticos producen el efecto contrario.