El jardín de rocalla nació en Inglaterra hacia finales del siglo XVIII. En aquella época, había un gran interés en Inglaterra por las colecciones y el cultivo de especies botánicas exóticas. Estas plantas procedían de las colonias, de donde eran traídas por exploradores a la vuelta de sus expediciones alrededor del globo. En la misma época empezó a desarrollarse la práctica del montañismo, y un número creciente de turistas visitaba las regiones alpinas, en particular Suiza. Este contacto con la espléndida flora alpina provocó una irresistible atracción para numerosos aficionados ingleses que empezaron a cultivar en su país las primeras plantas de rocalla. Al principio, el cultivo se efectuaba en maceta y en invernadero, en lo que se denominaba alpine house, pero desde la primera mitad del siglo XIX comenzaron a realizarse auténticos esfuerzos por reproducir en el entorno urbano el medio alpino, y surgieron los primeros jardines de rocalla propiamente dichos. La práctica de la construcción de rocallas se fue consolidando y, a partir de 1870, puede considerarse un fenómeno habitual. Aquel año, William Robinson publicó un libro titulado Alpine Flowers For English Gardens, en el que daba consejos a los aficionados y los coleccionistas acerca del cultivo y el uso de las especies alpinas.
Durante los primeros veinte años del siglo XX, otras muchas publicaciones siguieron a la de Robinson. Entre estas destacó, por su éxito editorial, My Rock Garden de Reginald Farrer, propietario de un famoso jardín en Yorkshire. Durante el mismo periodo, el interés por el cultivo y por la colección de las especies de montaña se difundió también en Irlanda, la patria de Lewis Meredith, autor de Rock Gardens. En 1930, el suizo Henry Correvon escribió en inglés Rock Garden And Alpine Plants, un libro importante en la literatura dedicada a los jardines de rocalla. Por otra parte, Correvon fue uno de los pioneros suizos del cultivo de plantas alpinas. Ya en 1877 había participado en la exposición floral de Ginebra con una pequeña colección de plantas obtenidas por siembra: algunos miembros del jurado lo tomaron por un joven apasionado que no conocía las verdaderas exigencias del mercado de la época. ¿Quién iba a imaginar que estas plantas alpinas obtendrían semejante éxito durante los años siguientes, incluso desde un punto de vista económico, y que serían consideradas las especies idóneas para adornar los jardines de rocalla?


Muchos jardines de rocalla de estilo inglés están inspirados en los jardines botánicos

En este jardín de rocalla de estilo inglés, es evidente la variedad de especies vegetales
En Estados Unidos, el interés por el cultivo de especies alpinas se inició más tarde. Aunque desde 1890 había ya en suelo americano importantes jardines de rocalla inspirados en el modelo británico, el verdadero entusiasmo por esta forma de jardinería no se difundió hasta los años veinte. La publicación de obras como The Rock Garden (1923), de Louis Beebe Wilder, contribuyó notablemente a aumentar el interés por el cultivo de las plantas de rocalla.
A los americanos les corresponde el mérito de haber renovado las concepciones inglesas. El clima que caracteriza las vastas extensiones de América del Norte dificultaba el cultivo de algunas plantas alpinas, y muchos jardineros empezaron a introducir en sus rocallas plantas que no eran alpinas sino típicas de la vegetación montañosa americana. Fue entonces cuando se perfiló una concepción más moderna, vinculada a la idea de colección botánica y dotada de interés paisajístico propio.

Jardín de rocalla de estilo americano: el uso de la piedra tiene una importancia estética fundamental

Las zonas donde se han producido desprendimientos de rocas son lugares privilegiados para las especies herbáceas pioneras. (Fotografías del autor)
En la actualidad, para dar una definición de «jardín de rocalla» sólo podemos recurrir a una expresión general que haga alusión a la utilización de un material pétreo, sin más precisiones.
Según la concepción americana, el jardín de rocalla contemporáneo no sólo está compuesto por especies alpinas. En algunas realizaciones inspiradas en la escuela japonesa (jardines zen), la presencia de agua se ha hecho habitual. Aunque los anglosajones aficionados a los jardines de rocalla siguen definiéndose en la actualidad como alpinerist (cultivadores de plantas alpinas), creo que les resulta difícil responder a la siguiente pregunta: ¿Qué es una planta de rocalla (a menudo definida en inglés con el término alpine)? Para responder a esta pregunta ya no es posible usar un criterio geográfico o fitosociológico. Si hoy queremos componer una rocalla podemos comprar con facilidad plantas originarias de las más diversas regiones del mundo, que no tienen nada que ver con los Alpes o que no poseen las características vegetativas de las primeras plantas que se usaron para ello, las difundidas por las laderas alpinas. Gracias a la imaginación de los jardineros y los propietarios de viveros, es posible reproducir sin dificultades los medios rupestres más variados en miniatura. Por ejemplo, podemos recrear el monte bajo mediterráneo de la Costa Azul o bien utilizar sólo plantas aromáticas; incluso podemos concebir el uso de la piedra como objetivo arquitectónico básico y escoger, en una segunda fase, los vegetales adecuados para su decoración en función del medio específico en el que nos encontremos.
Por último, el jardín de rocalla no sólo hace alusión a un medio árido y soleado, únicamente adecuado para plantas suculentas, que toleran condiciones de fuerte sequía. Si se escogen correctamente las plantas se pueden diseñar espléndidas rocallas, incluso en jardines situados en sombra o semisombra, situación cada vez más habitual debido a la tipología de construcción de las viviendas actuales.

El agua y la piedra forman una asociación fascinante

Si se seleccionan bien las especies, se pueden acondicionar lugares que no son especialmente adecuados, como las orillas pedregosas de un arroyo