DESCUBRIR Y CONOCER AL PERRO

EL CACHORRO

Viendo jugar juntos a cachorros malteses y boloñeses es difícil, para alguien inexperto, saber cuáles son unos y cuáles los otros. Y lo mismo ocurre con las otras razas de bichón.

Al tener un origen común, estos perritos son muy parecidos, sobre todo cuando son cachorros. Esta primera consideración nos lleva a una segunda: los cachorros derivados de cruces entre estas razas e incluso con razas distintas, como por ejemplo el caniche enano, también son muy parecidos.

La conclusión es que una persona inexperta podría ser engañada fácilmente, y llevarse a casa un mestizo a precio de perro de raza. La regla número uno es tratar exclusivamente con un criador competente, que esté reconocido por la RSCE y especializado en la raza.

La regla número dos es no dejarse llevar por la emoción y las prisas. Es normal que ver una camada de bichón provoque el deseo automático de llevársela a casa toda entera, pero como hay que elegir un animal, a menudo el cliente se enamora del primero que le hace fiestas. Craso error. Esta no es la forma de elegir un nuevo miembro de la familia.

La elección de un perro tiene que ser racional. Por lo tanto, es fundamental plantearse los siguientes puntos:

 ¿Qué tipo de perro quiero? ¿De compañía o de exposición?

 ¿Cómo es mi familia? ¿Hay ancianos y/o niños?

 ¿Cuál es mi nivel de conocimientos sobre los perros y, sobre todo, sobre psicología canina?

A continuación analizaremos con detalle las posibles respuestas.

Si queremos un perro de compañía

La belleza en un perro que no se destinará a exposiciones no cuenta mucho. Sin embargo, es importante que el cachorro sea típico, porque cuando a alguien le gusta el boloñés o el maltés no debe conformarse con algo que se le parezca. Teniendo en cuenta la dificultad en identificar las características típicas de la raza en el cachorro (ya hemos visto que se pueden confundir fácilmente) solicitaremos siempre que nos enseñen a los padres.

Si queremos un perro de exposición

Deberá ser hijo de perros de exposición que hayan obtenido una calificación mínima de «excelente». Si además son campeones, mucho mejor. Lo importante es que ambos progenitores sean perros típicos y correctos. En muchas ocasiones se compra un cachorro hijo de un campeón (nacional, internacional, europeo...) y de una perra que nunca ha sido presentada en ninguna exposición, con la esperanza de que se parezca al padre. Pero en realidad el cachorro hereda el 50% de los genes del padre y el 50% de los de la madre. Además, influyen, aunque de forma más diluida, los genes de los abuelos, de los bisabuelos, etc. Por lo tanto, si se quiere apostar sobre seguro, hay que escoger una buena genealogía en conjunto: un único ejemplar, por muchos títulos que ostente, no ofrece una total garantía si el resto de la familia no comparte esta tendencia.

En la exposiciones, la belleza no lo es todo: también interviene el «sentido del ring», que a menudo marca la diferencia.

Sentido del ring significa la capacidad de un perro de dar lo mejor de sí, potenciando sus mejores cualidades, tanto estando quieto como en movimiento. En algunos perros esta cualidad es innata, otros pueden aprender, y con otros no hay nada que hacer: no les gusta el espectáculo. Lógicamente estos perros tienen pocas posibilidades de triunfar, aunque sean correctos desde el punto de vista morfológico. Los bichón son perros con las ideas muy claras, y si no les apetece hacer algo, no lo hacen. Un perro que carezca del sentido del ring se presentará a las exposiciones con las orejas caídas, la cola gacha y con la expresión de estar deseando acabar cuanto antes. Si buscamos un perro de exposición, hagamos una pequeña prueba al cachorro que nos interese: intentemos plantarlo, obligándole a estar quieto por espacio de unos segundos (podemos usar un trocito de comida para captar su atención).

A continuación, le pondremos la correa (si está acostumbrado a llevarla) e intentaremos ver cómo se comporta en movimiento. No se necesita demasiada experiencia para intuir si ese ejemplar es un futuro perro de exposición, o si para él el adiestramiento para el ring constituirá siempre una tortura.

Si vivimos con niños pequeños o con ancianos

Los bichón son perros muy adecuados para ancianos y niños. Mi hijo compartió su primera infancia con una pequeña maltés que no paraba de jugar con él, en circunstancias en las que un perro más grande se habría cansado al cuarto de hora.

Considerando el pequeño tamaño del bichón, es fundamental que enseñemos al niño a tratar bien al perro. Un niño que por falta de madurez, o de educación, confundiera al perro con un peluche, y lo tratara como tal, podría causarle serios problemas. Por lo tanto, mi consejo es que para razas tan pequeñas los niños han de tener de seis años en adelante, porque a esta edad ya pueden entender que el cachorro es pequeño y que debe ser tratado con respeto. No obstante, tienen que ser los padres quienes se lo expliquen, ya que él solo no puede llegar a esta conclusión.

Un niño menor de seis años también puede tener un bichón, pero en este caso los padres tendrán que vigilar siempre la relación entre ambos.

Por lo que respecta a las personas ancianas, los bichón son perros prácticamente perfectos porque no tiran de la correa (y si lo hacen no se necesita mucha fuera para retenerlos) y porque son animales tranquilos que en casa no hacen desastres. Naturalmente, esta última afirmación no es válida para los cachorros, que son cachorros como todos los demás.

Pero a veces, aunque intenten con todas sus fuerzas destruir una alfombra o un sofá, no lo consiguen simplemente porque son demasiado pequeños.

Un factor que puede ser tanto positivo como negativo, según la persona, es el cuidado del pelo que —insisto— no es muy pesado, pero sí necesario.

Un anciano autosuficiente y que goce de buena salud, especialmente si vive solo, puede encontrar muy satisfactorio cuidar el manto de su perro. Por un lado, le entretiene y le gratifica, ya que un perro bien arreglado siempre es digno de admiración y, por otro lado, le proporciona una ocasión de relacionarse socialmente con más intensidad que la media de las personas de su edad. Una cosa es sacar a pasear al perro, y otra muy distinta es exhibir un espléndido maltés o coton de Tulear que atraerá constantemente a personas que se interesarán por él y preguntarán cuánto tiempo se necesita para lograr un manto así, o de qué raza es, o por qué todos los bichón son tan cariñosos...

Un perro de esta raza puede cambiar literalmente la vida de un anciano, para mejor naturalmente. Sin embargo, no es muy indicado para una persona con problemas de salud que puede estar largos periodos de tiempo sin ocuparse de él. En esta circunstancia el manto perdería todo su esplendor y la aprensión que causaría al anciano tendría consecuencias más negativas que positivas.

Si se tiene la intención de regalar un bichón a un anciano que no goza de muy buena salud, deberemos contemplar la posibilidad de que algún familiar pueda ocuparse del perro (especialmente de su pelo) temporalmente, cuando el anciano en cuestión esté imposibilitado para hacerlo.

Si no sabemos nada de etología y de psicología canina

Antes de comprar cualquier cachorro debemos procurar informarnos, consultando con el criador o leyendo libros. La vida de un bichón no puede limitarse a comer, dormir y recibir caricias. Es un perro muy inteligente, enérgico y, lo más importante, desea sentirse parte de la familia y colaborar (en la medida de sus posibilidades), es decir, que necesita sentirse útil. Como todos los perros, es un animal social, y como tal tiene que sentirse integrado en la vida de su manada, que no es otra que nuestra familia. Si se siente relegado al papel de objeto decorativo se convertirá en un pobre animal infeliz y neurótico.

¿Con o sin pedigrí?

Mucha gente cree que cuando no se tiene interés por las exposiciones se puede comprar un perro sin pedigrí, ahorrándose de esta manera un dinero.

Sin embargo, conviene realizar algunas consideraciones al respecto: el pedigrí no identifica un perro de calidad, sino uno de pura raza. Un maltés sin documentación (aunque parezca bellísimo) no puede ser considerado un bichón maltés. Esto significa que no podrá participar en ningún certamen cinófilo oficial y que tendrá dificultades para encontrar pareja para la reproducción. Los propietarios de perros de raza pura nunca permiten que sus animales se apareen con ejemplares sin pedigrí, porque los cachorros tampoco podrían tenerlo (contrariamente a lo que algunos creen, no basta con que uno de los progenitores tenga pedigrí) y perderían el valor comercial.

Además, si tenemos en cuenta que los bichón no son perros demasiado difundidos, resulta muy difícil encontrar ejemplares sin documentación, a menos que sea un perro mestizo.

Cuando alguien quiere un bichón, lógicamente es porque le gustan las características psíquicas y físicas de la raza (de no ser así podría optar por cualquier otro perro, ya que hay muchas razas de talla pequeña); como es lógico, no se puede estar seguro de encontrar tales características en un ejemplar que carezca de pedigrí y que no haya sido objeto de un cuidadoso y largo proceso de selección orientado a mantener y mejorar sus cualidades.

Concretamente, el manto de estas razas (y en especial el del maltés) es el resultado de una trabajada selección, y sería un gran perjuicio para la raza el hecho de que se abandonara este camino.

Bichón frisé (© Hermeline/Cogis)

¿Y si lo queremos algo más mayor?

Normalmente, cuando alguien se plantea la compra de un perro piensa en un cachorro de dos o tres meses. Sin embargo, esta no es la única elección posible. Indudablemente será la mejor opción si queremos seguir el desarrollo del perro desde el primer hasta el último instante de su vida, disfrutar de sus primeros descubrimientos, moldear su carácter a nuestro tipo de vida... Pero si tenemos problemas de tiempo, si nos horroriza pensar en un pipí en la alfombra y si nos resignamos a quedarnos con un cachorro porque creemos que nos querrá más que un animal joven o un adulto, estamos cometiendo una equivocación. El cariño que puede sentir un perro por su dueño es idéntico en todas las edades; la única diferencia es que el cachorro necesitará un par de semanas, mientras que al adulto quizá le harán falta dos meses (especialmente si tenía una buena relación con el dueño anterior). Pero el resultado final será siempre el mismo, es decir, un perro que nos entregará su corazón, su dedicación y su fidelidad.

En la tabla de la página siguiente se analizan las ventajas e inconvenientes que puede presentar un perro joven y un adulto. En líneas generales, si nuestro objetivo va a ser, por ejemplo, participar en exposiciones con el perro, la adquisición de un ejemplar joven o adulto nos proporcionará más garantías que la adquisición de un cachorro, pues desde el punto de vista morfológico, al estar el animal ya prácticamente formado (o formado en su totalidad, si se trata de un ejemplar adulto), los posibles defectos o taras ya habrán salido a la luz; por otra parte, el animal habrá aprendido las normas básicas de educación (caminar con la correa, hacer sus necesidades fuera de casa...), o si no lo aprenderá en muy poco tiempo. En cambio, si no nos planteamos asistir a exposiciones caninas y lo que deseamos es únicamente un animal de compañía, podemos decidirnos por un cachorro, un perro joven o un adulto en función del tiempo del que dispongamos, teniendo en cuenta que los cachorros siempre necesitarán más atenciones por nuestra parte.

Bichón habaneros (© Lanceau/Cogis)

PERRO JOVEN (DE CINCO A DOCE MESES)

 

Ventajas

Nos ahorraremos muchas dificultades «de orden práctico». El perro joven ya no defeca en casa (o aprende muy rápidamente a no hacerlo); además, ya ha cambiado los dientes (no roe las cosas).

Un experto puede valorar con una aproximación del 80% sus posibilidades de éxito como perro de exposición.

Para las personas mayores, que pueden correr el riesgo de tropezar con el cachorro si este es muy revoltoso, o también tener impedimentos para agacharse, el perro de más de cinco meses es una alternativa perfecta, especialmente si ya se le ha enseñado a pasear con la correa y a hacer sus necesidades en el lugar apropiado.

Inconvenientes

Prácticamente no hay contraindicaciones, exceptuando el hecho de perderse los primeros descubrimientos y los primeros pasos del cachorro.

Depende...

Estará influenciado por la educación y el trato recibidos anteriormente; esto puede ser positivo si la relación había sido buena, pero será un verdadero desastre en caso contrario.

Será muy crítico con nosotros y severo en su examen para decidir si estamos a la altura de un verdadero jefe de manada: si nuestro comportamiento es impecable, nos reconocerá como tal, pero si nos equivocamos en algo optará por convertirse él en el líder.

Si el ejemplar es muy bello su precio será más elevado que el de un cachorro. Sin embargo, a veces se puede encontrar algún cachorro al que se le hayan cerrado las puertas de la fama por culpa de un ínfimo detalle (por ejemplo una dentadura imperfecta). Estos defectos penalizarían en una exposición, pero no constituyen ningún problema para quien desea simplemente un compañero. Con un poco de suerte se puede tener un perro magnífico a buen precio, ya que al criador le convendrá colocarlo y no dudará en proponérnoslo.

ADULTO (MÁS DE DOCE MESES)

 

Ventajas

Si queremos un ejemplar de exposición, el adulto nos ofrecerá plenas garantías.

Podrá utilizarse inmediatamente como reproductor.

Exigirá menos tiempo, menos cuidados y menos atenciones que un cachorro o un perro joven (y en consecuencia será menos costoso).

Correrá menos riesgos que el cachorro y que el perro joven de contraer cualquier enfermedad.

Inconvenientes

Vivirá menos tiempo con nosotros.

Los posibles comportamientos no deseados estarán más arraigados y serán más difíciles de corregir.

Depende...

El perro que ya ha obtenido buenos resultados en exposiciones de belleza es siempre muy caro; pero si queremos un perro «normal», podremos obtenerlo a muy bajo precio o incluso gratis. Los criadores muchas veces están encantados cuando alguien les brinda la oportunidad de quedarse con uno de sus ejemplares maduros, que ya no puede ser utilizado con fines deportivos o comerciales, pero que todavía está en condiciones de proporcionar mucho amor y satisfacciones a la familia que se haga cargo de él.

Bichón frisé (© Français/Cogis)

LA ELECCIÓN DEL CACHORRO


¿Qué pasos deberemos seguir para elegir el perro que responda a nuestras expectativas? Si hemos acudido a un criadero dejaremos que el experto nos aconseje, no sin antes haberle explicado el tipo de perro que nos gustaría tener. Por desgracia, los clientes no siempre aceptan el consejo de comprar el perro en un criadero, porque muchos creen que los criadores marcan precios más altos. Sin embargo, esto no es así: simplemente estipulan un precio proporcional a la calidad de los ejemplares que ofrecen. Otro argumento es el de la comodidad: es evidente que la compra en la tienda de animales del barrio requiere menos esfuerzo, por mucho que el criador tenga mejores ejemplares.

Desde estas líneas sólo podemos insistir en el hecho de que una mascota es un miembro más de la familia que nos acompañará durante varios años. Por tanto, si nos da pereza hacer algunos kilómetros para escoger un buen ejemplar, estamos empezando con mal pie. Por otro lado, hay que añadir que las tiendas de animales comportan algunos riesgos, aunque no siempre por su culpa. En primer lugar, no están especializados en una raza concreta, y pueden ser ellos mismos objeto de engaño, sobre todo cuando se trata de razas difíciles de diferenciar cuando son cachorros. La tienda puede comprar con muy buena fe una camada de mestizos a un importador sin demasiados escrúpulos.

Por lo que respecta al particular, puede ocurrir que esté plenamente convencido de poseer un maltés o un bichón frisé, simplemente porque se lo hayan dicho. Parte de la culpa, aunque de forma totalmente involuntaria, la tienen los veterinarios, ya que sus conocimientos médicos no los convierten en expertos conocedores de la morfología de todas las razas. Muchos clientes no lo saben, y cuando el veterinario escribe maltés o boloñés en la cartilla de vacunaciones, lo consideran un certificado de la pureza de la raza. Pero en realidad, el veterinario anota el nombre de la raza a la que más se parece el perro, para tener una referencia y por un deseo comprensible de complacer al cliente. El veterinario no es juez de exposición, ni tiene por qué ser experto en razas caninas, del mismo modo que un médico no tiene por qué saber adivinar el origen de la persona que solicita sus cuidados, ya que todas las personas están hechas igual, independientemente de su raza.

Quede claro, pues, que los veterinarios han de conocer la anatomía y la patología del perro, no la morfología.

A pesar de todo, estoy segura de que algún lector comprará el perro en otros lugares que no son los que se ha sugerido. En estas circunstancias, debería saber reconocer, como mínimo, si un cachorro está sano o no. Sin lugar a dudas, esto será lo principal que habrá que exigir: el hecho de tener un perro morfológicamente perfecto será un requisito indispensable si se desea participar con él en exposiciones, pero si lo único que se desea es un animal de compañía, no tendrá tanta importancia; sin embargo, lo que sí es realmente importante en ambos casos es que el animal no padezca ninguna enfermedad que pueda acarrear problemas o desenlaces fatales.

LA CABEZA DEL CACHORRO

1. Los ojos del cachorro han de ser alegres, vivaces y, sobre todo, deberán estar limpios. La secreción lagrimal abundante es siempre mala señal: si la secreción es líquida puede ser síntoma de irritación (conjuntivitis), y si está seca (legaña) puede ser incluso un síntoma de moquillo. Atención: si uno de los cachorros presenta síntomas de alguna enfermedad infecciosa grave, no basta con descartar únicamente aquel ejemplar; probablemente la infección se habrá contagiado al resto de la camada, y aquel perro (quizá por ser el más débil) tal vez sea el primero en manifestar los síntomas

2. Las mucosas han de estar bien pigmentadas (negras); hasta los dos meses la pigmentación puede ser incompleta. Alguna pequeña mancha rosa en el cachorro muy pequeño no debe preocupar, pero si persiste a los dos meses, constituiría un defecto

3. El interior de las orejas ha de estar limpio y no debe emanar olor alguno. El mal olor puede deberse a la presencia de ácaros (otitis parasitaria)

4. La dentadura del cachorro es la de leche, y por tanto todavía no se puede saber si será completa. En cambio, sí se puede apreciar si el cierre es correcto

LOS TIPOS DE CIERRE DENTAL

EL CUERPO DEL CACHORRO

1. El pelo del cachorro es brillante y casi inodoro (exceptuando el olor normal). La presencia de una o dos pulgas no debe ser motivo de alarma, puesto que es prácticamente imposible eliminar todas las pulgas de una camada, especialmente en un criadero. En cambio, una infestación de mayor entidad puede causar graves problemas de salud (anemia) y, en cualquier caso, es un claro indicio de mala gestión del criadero

2. El abdomen tenso o hinchado puede ser síntoma de parásitos intestinales (normalmente ascárides). Pero cuidado, después de comer todos los cachorros tienen el vientre tenso e hinchado (los cachorros de razas muy pequeñas después de comer son auténticas bolas). Si es este el caso habrá que repetir la observación pasadas unas horas. La piel del vientre ha de ser lisa y rosada, sin pústulas ni enrojecimientos

3. Cumplidos los dos meses, el cachorro ha de tener los testículos completamente descendidos en el escroto; en las razas pequeñas no se ven casi nunca, pero se puede constatar su presencia mediante atenta palpación (los testículos de un bichón de dos meses tienen un diámetro de un par de milímetros). La falta de un testículo (monorquidismo) o de ambos (criptorquidismo) es un problema hereditario grave que comporta la exclusión del perro de las exposiciones y de la reproducción; por consiguiente, ante tal circunstancia aplazaremos la compra. Quizá la situación se normalice en cuestión de días, pero, si no es así, es aconsejable desestimar la compra del animal. Además de ser una tara hereditaria, es decir, que se transmite a la descendencia, puede causar problemas al propio perro. Un testículo retenido dentro del abdomen puede degenerar en tumor, y el problema debe solucionarse quirúrgicamente. La zona perianal debe verse limpia. Las manchas amarillentas en el orificio anal indican la existencia de diarrea, y, por tanto, de problemas intestinales o presencia de parásitos

EL CARÁCTER DEL BICHÓN

Entre los dos y los cuatro meses, los cachorros intentan establecer una jerarquía muy concreta e imponerse a sus otros hermanos dentro de una escala de valores, que va desde «líder de la manada» hasta «sometido». Esto es válido tanto para las relaciones entre perros como para la relación entre el perro y su amo.

Los perros identifican a su dueño con el líder de la manada; este nunca se elige por su fuerza física, sino gracias a la estimación y la confianza que el perro deposita en él.

Pero cuidado, no nos dejemos engañar. A pesar de su aspecto angelical, los bichón tienen tendencia a ser dominantes (sobre todo los machos) y no suelen ceder fácilmente ante las imposiciones de nadie.

Si lo que queremos es un perro dócil y obediente es preferible elegir un cachorro que no atosigue a sus hermanos de la camada, y que sepa eludir bien los conflictos.

Aunque nos estamos refiriendo a perros de pocos kilogramos de peso, tener en casa un animal muy dominante puede acabar con los nervios de cualquiera. Por ejemplo, los machos dominantes tienen un fuerte sentido territorial, y los perros —al igual que su antepasado el lobo— marcan el territorio con orina.

Un maltés o un boloñés, pese a tener una apariencia muy diferente a la del lobo, conserva intactos sus comportamientos. Entonces, ¿es necesario enumerar todos los objetos que marcará un macho dominante que considera que el piso es su territorio?

¿MACHO O HEMBRA?

Acerca del sexo circulan muchas creencias infundadas. Antes de decidir si queremos un macho o una hembra, recordemos que:


Es cierto que generalmente la hembra es más dulce y dócil que el macho.


No es cierto que la hembra deba tener obligatoriamente una camada en la vida.


En otras razas, quizá la diferencia de talla y corpulencia sean un argumento a favor de la elección de una hembra cuando se dispone de poco espacio, pero en el caso del bichón estas diferencias son inapreciables.


Es cierto que la hembra tiene dos periodos de celo al año y que pierde una cierta cantidad de sangre, pero en las hembras bichón es mínima; en cualquier caso, este inconveniente puede paliarse con unas braguitas higiénicas; también es cierto que mientras le dura el celo atraerá a los perros del vecindario. De todos modos, no es difícil contener los ardores de los pretendientes: normalmente basta con una severa regañina. Si no fuera suficiente, volveremos a casa y saldremos en un momento más tranquilo.


No es cierto que la hembra se escape de casa cuando está en celo: ni falta que le hace, porque siempre son los pretendientes los que se acercan. En cambio, sí es verdad el caso contrario: es posible que el macho se escape si percibe el olor de una hembra en celo (y en determinados casos llega a percibirlo a kilómetros de distancia).


No es cierto que el macho represente una buena inversión económica. Es verdad que algunos sementales cobran importantes sumas por las montas, pero son muy pocos, y normalmente de razas muy difundidas, que no es el caso del bichón. La mayor parte de propietarios de machos se ven obligados a rogar a amigos, parientes y conocidos para conseguir que su perro realice por lo menos una monta en la vida. Y, al contrario, una hembra mediocre podrá producir una camada al año (insistimos en que no es obligatorio), y si el dueño se conforma con una cifra módica podrá venderla sin problemas.

La charla con el criador

En el criadero, además de mirar los cachorros, debemos pedir que nos muestren a la madre. Es posible que el padre no viva allí; entonces pediremos que nos enseñen alguna fotografía suya o, mejor aún, un vídeo. Fijémonos en las características estéticas, en el carácter y en el estado de salud de la hembra; lógicamente, al concluir la lactancia no está en la mejor forma, pero tampoco debe estar en los huesos. A una madre demasiado debilitada le corresponden cachorros también débiles. Si buscamos un perro de exposición pediremos que nos dejen ver los resultados obtenidos por los padres. Informémonos sobre las posibles taras hereditarias, como displasias o enfermedades oculares. Estos problemas no son exclusivos de las razas medianas y grandes, sino que afectan a todas las razas. Si los progenitores no padecen ninguna tara, no es seguro que el hijo carezca de ellas, pero tiene muchas menos probabilidades. Lo mismo puede decirse de todas las características físicas y morfológicas: el hijo de dos perros magníficos no será necesariamente un perro magnífico, pero el hijo de dos perros mediocres será casi con toda seguridad un perro mediocre. Las excepciones a la regla son bastante pocas.

El momento exacto

No nos dejemos llevar por las ganas de tener un cachorro. Un perro no debe ser separado de la madre antes de los dos meses y medio o tres de vida. Ningún criador competente nos entregará prematuramente un cachorro. En cambio, sí podría hacerlo un particular que empezara a tener problemas «de gestión» y quisiera colocar la camada. El hecho de que los cachorros coman solos no significa que estén preparados para la separación, que podría causarles problemas de orden psicológico y físico. Por tanto, si deseamos tener un ejemplar sano en todos los aspectos habrá que respetar este tiempo mínimo de estancia del cachorro con su madre y sus hermanos.

LAS PRECAUCIONES NO NOS DEBEN OFENDER

Si los cachorros todavía no están vacunados, es probable que el criador no nos permita tocarlos, ni verlos de cerca, con lo cual tendremos que verlos desde una cierta distancia.

No creamos que se trata de una falta de cortesía: una persona ajena al criadero puede ser inconscientemente el vehículo de numerosas enfermedades. En efecto, andando por la acera, las suelas de los zapatos pueden arrastrar varios agentes patógenos que, de llegar al criadero, podrían causar graves problemas. Es importante saberlo para evitar malentendidos y situaciones desagradables. No tiene ningún sentido molestarse por una norma tan lógica y que, a fin de cuentas, es signo de profesionalidad. ¿No es cierto que queremos un cachorro sano y sin problemas? Entonces, nada mejor que acatar la voluntad del criador para garantizar las mejores condiciones higiénicas y sanitarias.

La partida

Cuando hayamos elegido el cachorro pediremos al criador que nos dé un poco de comida de la que coma habitualmente. Un cambio brusco de alimentación sería perjudicial para el perro y podría ocasionarle trastornos digestivos, por lo cual será mejor que se realice de forma progresiva.

También le pediremos que nos deje pasar un trapo o una pequeña manta por dentro del canil en el que ha estado viviendo el cachorro.

Llevarnos a casa un olor que le resulta familiar al cachorro será una gran ayuda, sobre todo para la primera noche.

LA DOCUMENTACIÓN DEL PERRO

Antes de que se haga efectiva la compra es fundamental pedir que nos muestren los pedigríes (documento de origen o árbol genealógico) del padre y de la madre. Allí figuran los nombres de los antepasados (hasta un máximo de cuatro generaciones) de nuestro futuro cachorro, los títulos y diplomas obtenidos, y la exención de displasia o el grado, en caso de aparecer esta patología hereditaria.

El libro de calificaciones certifica la participación de los padres en las exposiciones de belleza, y en él constan las clasificaciones y las calificaciones obtenidas en todas las exposiciones en las que han participado.

En la cartilla sanitaria del cachorro se indican las desparasitaciones y vacunaciones efectuadas, y el programa de vacunas propuesto por el criador. El veterinario podrá respetarlo o plantear otro distinto si lo cree conveniente.

Si el cachorro es de raza, el criador lo habrá inscrito en el Libro de Orígenes Español, cumplimentando dos impresos:

 el formulario A, «Notificación de monta y nacimiento de la camada», que se envía a la RSCE durante los primeros 25 días a partir del nacimiento de los cachorros, debidamente firmado por el criador (o propietario de la hembra) y por el propietario del semental;

 el formulario B, «Descripción y solicitud de inscripción de los cachorros», que el criador debe enviar a la RSCE dentro del periodo de tres meses a partir del nacimiento de los cachorros. En este formulario se indica el nombre, el sexo, el número de tatuaje y el nombre del nuevo propietario si el cachorro ha sido cedido antes de cumplir los tres meses.

LA LLEGADA AL NUEVO HOGAR


El primer viaje

El traslado del criadero a la nueva casa genera un fuerte estrés a casi todos los cachorros; algunos incluso se marean. Lo ideal es que alguien lo lleve en brazos, con la manta impregnada con el olor «de su cama» y sobre las rodillas. En ningún caso debe dejarse solo en la parte posterior, porque iría de un lado para otro.

Cuando vayamos solos a buscar al cachorro deberemos utilizar una jaula de viaje. Está absolutamente prohibido dejarlo suelto en el habitáculo, porque es peligroso para el animal y para el conductor. Tampoco es aconsejable instalarlo en la parte posterior, aunque el automóvil esté equipado con un panel divisorio: el cachorro rodaría a izquierda y derecha y se asustaría. Una mala experiencia en el primer viaje puede hacer que el animal se sienta incómodo en el automóvil durante toda la vida; y, al contrario, una primera experiencia tranquila servirá para que se acostumbre rápidamente al coche.

La llegada a casa

Cuando el cachorro entre en casa deberá encontrar un rincón preparado para él, con una cama mullida, dos comederos (preferiblemente de acero, porque son más higiénicos, aunque para los perros tan pequeños también sirven los de plástico) y algún juguete. La pelota, el juguete más clásico, va bien si tiene el tamaño adecuado, es decir, que el bichón no pueda tragarla. El problema es que el bichón difícilmente consigue jugar con una pelota grande. Por tanto, es mejor buscar otro tipo de juguetes, «masticables» pero no peligrosos.

Dejemos que el cachorro explore, huela y meta la nariz por todas partes para que adquiera confianza en el nuevo hogar y conozca a los otros animales de la casa, en caso de haberlos. Los bichón no son perros que se queden en un rincón gimiendo desesperadamente. Lo más probable es que el cachorro corra arriba y abajo por toda la casa. Pero al finalizar la exploración, puede ocurrir que se extrañe. Si gime desconcertado, le hablaremos en tono afable y le acariciaremos un poco, pero sin exagerar. Sobre todo no lo cojamos precipitadamente en brazos cada vez que llore, porque se convertiría en un hábito difícil de corregir.

Debemos evitar por todos los medios que nuestra pequeña mascota adquiera costumbres que más pronto o más tarde acabarían incomodándonos y que tendrían difícil solución.

Si el cachorro está realmente asustado y necesita consuelo, podemos tomarlo en brazos para consolarlo, pero sin mostrarnos exageradamente protectores. Habremos de tener cuidado al levantarlo: lo haremos con una mano en el pecho y la otra debajo de las nalgas. Si lo levantáramos agarrándolo por las patitas anteriores podríamos causarle lesiones en los codos.

¿PRISIÓN? NO ¡MADRIGUERA!

Una buena forma de tener calmado al cachorro es enseñarle a descansar en lo que él considerará su madriguera, y que para nosotros puede ser una jaula de viaje. Estar encerrado en la jaula no ha de constituir una experiencia desagradable para el cachorro. Para lograr que se sienta a gusto y seguro tendremos que acostumbrarlo desde pequeño, instalándolo en la jaula (inicialmente con la puerta abierta) cuando veamos que está a punto de dormirse.

En otros momentos del día podemos introducir en la jaula un hueso para roer, unas croquetas o su juguete preferido. El cachorro nunca deberá ser molestado o tan siquiera tocado mientras esté en la jaula (conviene explicárselo claramente a los niños). De esta manera, para él la jaula representará un oasis de tranquilidad y reposo, a donde acudirá espontáneamente y nos pedirá para entrar cuando quiera descansar. Llegados a este punto podremos cerrar la puerta, sin que el animal vea en ello una constricción, sino más bien un refuerzo de su intimidad. Dicho de otro modo, no se sentirá encerrado, sino que pensará que los posibles incordios se han quedado «encerrados fuera».

Un cachorro que se haya acostumbrado a reposar en la jaula lo seguirá haciendo cuando se convierta en un perro adulto.

La jaula es de gran utilidad:

 en casa: podemos encerrar al perro en caso de que nos visiten personas a las que no les gusten los perros; cuando estamos preparando la cena y queramos excluir la posibilidad de que nos «vuele» comida; mientras estemos comiendo, y en muchas otras ocasiones;

 de viaje: en el coche la jaula es el lugar más seguro para el perro, porque se siente protegido y no corre el peligro de ir de un lado para otro en las carreteras de trazado sinuoso, o de golpearse en el morro en caso de frenada;

 en las exposiciones: para no llevar todo el día el perro de un lado para otro, será muy útil meter al animal en su jaula, que habremos llevado de casa. En épocas de calor deberemos colocarlo siempre a la sombra.

La primera noche

El drama de la primera noche, con aullidos y lamentaciones desgarradoras, puede atenuarse tomando algunas precauciones:

1. Llevar la cama o la jaula del cachorro a nuestra habitación, para que no se sienta solo. Se permiten palabras tranquilizadoras y caricias, pero no dejarle subir a la cama «sólo por esta vez»... a no ser que aceptemos dormir con el perro toda la vida. La coherencia es la virtud fundamental de un buen dueño. Si el criador nos ha dado la mantita o el trapo impregnado con el olor de su cama, no dudemos en utilizarla

2. Suplir el calor y la seguridad que le proporcionaban sus hermanitos con un «hermanito de peluche» cálido y suave. Puede ocurrir que el peluche le haga compañía o que lo muerda para dar salida al nerviosismo. En ambos casos se logra el resultado deseado. Atención: no le demos el muñeco favorito de nuestro hijo, porque al día siguiente el drama podría estallar en otro frente

3. Para simular los latidos del corazón de la madre colocaremos un despertador envuelto en un trapo suave. Este truco funciona con muchos cachorros

No hay que censurar al propietario que permite dormir en su cama al perro. Al fin y al cabo los bichón son muy pequeños y, si el animal está limpio, no hay ningún problema desde el punto de vista higiénico.

De todos modos, esta costumbre no ha de crear perjuicios psicológicos al perro. Por tanto, no le dejaremos meterse debajo de las sábanas o demasiado cerca del rostro del dueño (podrían surgir problemas de hiperprotección), y de ningún modo dejaremos que se convierta en el amo y señor de la cama.

El propietario ha de poder hacerlo bajar de la cama cuando lo crea oportuno, para que vuelva a su sitio. En caso contrario podría instaurarse un problema de «ansiedad de separación», que se manifiesta con comportamientos agresivos o destructores cuando el animal se queda solo o cuando no se le permite «apropiarse» de la cama.

CÓMO SER UN BUEN LÍDER

Partiendo del supuesto según el cual el perro identifica a su amo como el líder de la manada, a continuación veremos los requisitos indispensables de un buen líder:

 el líder es una figura autoritaria cuando la ocasión lo requiere, pero durante el resto del tiempo es tranquilo y afectuoso;

 ¡atención! afectuoso no significa ñoño: por el hecho de que sea pequeño no hay que hablarle con las clásicas «vocecitas» que se utilizan para los bebés, porque el perro quizá es pequeño de tamaño, pero es grande por dentro; un perro adulto, aunque pese dos kilogramos, considerará siempre como un inferior jerárquico a quien se comporte como un cachorro, y para él las «vocecitas» para bebé se parecen a vocalizaciones infantiles;

 la forma de ganarse al perro es jugando con él. La lucha «cuerpo a cuerpo», los juguetes y mucho contacto (físico y psíquico) son el único camino para obtener un compañero maravilloso, porque es el mismo camino que utilizan, en estado natural, los perros más dominantes para obtener obediencia y colaboración de los ejemplares más jóvenes;

 el perro exige ante todo coherencia. Coherencia es la palabra clave en la relación perro/dueño. El perro no puede entender razonamientos complejos (por ejemplo, «hoy puedes subirte al sofá, pero mañana no porque he cambiado la funda») y es muy rutinario, es decir, tiene mucho apego por los sitios que considera suyos; privarle de uno de ellos sin un motivo justificado, para su entender, no sólo para el nuestro, significa convertirse en un líder poco fiable y caprichoso;

 si el perro no obedece es porque el dueño se ha equivocado en algo. En esta circunstancia la mejor solución es pedir consejo a un experto en comportamiento canino.

LAS PRIMERAS NORMAS DE EDUCACIÓN


Las dos primeras órdenes que el perro ha de conocer son ¡no! y ¡esto nunca! La primera se utilizará para interrumpir una acción no deseada en aquel momento, pero que puede estar permitida en otras ocasiones (por ejemplo, roer un zapato). La segunda se usa (en un tono todavía más perentorio) para las acciones «prohibidas», aquellas que el perro no puede realizar en ninguna circunstancia (por ejemplo, gruñir cuando se le toca el comedero).

El cachorro capta inmediatamente el tono seco de la orden y el gesto de negación con la mano. Las primeras veces se puede reforzar la orden sacudiéndolo ligeramente por el cogote (acción que el perro conoce bien porque es la forma en que la madre regaña a sus pequeños).

Una de las primeras cosas que el cachorro debe aprender es cómo hacer correctamente las fiestas al dueño. Aunque sea pequeño, en ciertas ocasiones no nos gustará que nos salte encima, por ejemplo cuando no queremos que nos ensucie la ropa.

Saltándonos encima, el cachorro en realidad intenta alcanzar nuestro rostro: para evitarlo bastará agacharse para ponernos a su altura y darle la posibilidad de que nos exprese todo su afecto.

Si nos salta encima de forma inesperada, lo detendremos levantando el pie (bajo ningún concepto tenemos que pegarle; simplemente se trata de impedir que obtenga el contacto que está buscando para saludarnos); a continuación, nos agacharemos y lo acariciaremos, para de esta manera darle a entender que nosotros también nos alegramos mucho de verlo.

El aseo

Los bichón son perros muy inteligentes. El cachorro aprenderá rápidamente las normas de aseo, y más aún si se las enseñamos bien.

Después de cada comida o de haber dormido es muy probable que quiera liberar los intestinos. Intentaremos que lo haga sobre un papel de periódico que habremos preparado previamente.

Si evacua allí, lo felicitaremos efusivamente. Únicamente durante los dos primeros días, si lo hace en algún otro lugar fingiremos ignorarlo por completo: nos limitaremos a limpiar sin que el cachorro nos vea y pasaremos un neutralizador de olores (de venta en las tiendas de animales).

A partir del segundo día de convivencia, cuando el cachorro se haya recuperado del cambio de casa, se le deberán enseñar las normas higiénicas. Si defeca en un lugar incorrecto lo reñiremos con un ¡no! severo, pero sólo si lo pillamos en el momento de hacerlo. Un minuto de retraso ya es mucho, demasiado, puesto que el cachorro no es capaz de relacionar un castigo con una acción incorrecta realizada anteriormente, y no comprendería el motivo de nuestro enfado. Si nos damos cuenta del daño cuando ya está hecho, limpiaremos sin ser vistos y aplicaremos el neutralizador de olores. No apliquemos nunca castigos contraproducentes o estúpidos, como acercarle a la fuerza el hocico a sus deyecciones. El cachorro no sólo no entendería el motivo del castigo, sino que creería que queremos obligarlo a comer aquello a lo que le acercamos el hocico. Este tipo de castigo, muy usado tiempo atrás, ha convertido a muchos perros en animales coprófagos. Cuando el animal haya aprendido a hacer sus necesidades sobre el papel de periódico, será muy sencillo enseñarle a que las haga en el exterior.

El cachorro podrá salir a la calle tan pronto como se haya completado el programa de vacunas. Lo llevaremos a pasear después de haber comido y cada vez que se despierte, siempre en el mismo lugar (a ser posible un lugar que no frecuenten otros perros, porque el olor de los adultos podría cohibir al cachorro y hacer que se retuviera).

Apenas lo haya hecho, lo felicitaremos efusivamente y acto seguido jugaremos con él. Lo entenderá rápidamente. Para acelerar el aprendizaje podemos llevar un papel mojado con pipí del animal y lo colocaremos en el exterior, ya que el cachorro instintivamente tiende a defecar en donde percibe el olor de su propia orina.

DESCUBRIENDO EL MUNDO


Las primeras experiencias con el collar y la correa

Tanto para el cachorro como para el adulto, puede ir bien un collar clásico de cuero o nailon, pero el más usado es la correa de una sola pieza.

Los perros de exposición se presentan con un collar y una correa muy finos, y nunca con grandes collares. El collar alto esconde el cuello del perro y, dado que las exposiciones son concursos de belleza canina, y no una muestra de collares, la elegancia podría causar un efecto opuesto al esperado.

En invierno los bichón no están muy protegidos del frío, especialmente cuando son cachorros porque todavía tienen el pelo corto. Ponerles un abrigo no es ninguna tontería, sino una forma de velar por su salud. En el mercado se puede encontrar una gran variedad de prendas de este tipo que ayudarán a que el invierno no sea tan duro para nuestro bichón.

No debemos apretar excesivamente el collar (causaría molestias al perro y le arrancaría el pelo), pero tampoco lo hemos de dejar demasiado flojo (porque se lo quitaría). Lo ideal es que entre el cuello y el collar haya un dedo de separación.

Para las primeras experiencias con la correa es aconsejable escoger un lugar tranquilo, como por ejemplo un jardín. Al principio, el cachorro seguramente no nos seguirá. Lo más probable es que se plante, dé algunos brincos, y finalmente muerda la correa, todo ello para expresar que no le gusta demasiado la novedad.

Si el cachorro se niega a caminar, no debemos tirar de él a la fuerza, porque no ganaríamos nada y además el animal se asustaría y no querría volver a pasear con nosotros.

En lugar de tirar de la correa, le mostraremos su juguete favorito. Para intentar cogerlo, se moverá y olvidará la correa. En pocas sesiones el perro entenderá que correa equivale a paseo y juego, y la considerará un objeto positivo. Una vez conseguido esto, ya se habrán acabado los problemas para salir a pasear tranquilamente con nuestra mascota.

UNA LARGA MANO TRANQUILIZADORA

Es fundamental que el perro tenga, desde cachorro, una relación positiva con la correa, y que nunca la considere un instrumento que implica obligación. Para el perro, la correa ha de representar una prolongación de la mano del dueño y, por lo tanto, debe constituir un nexo de amistad y confianza.

Si los primeros contactos fueran traumáticos, el trabajo posterior sería mucho más difícil. Por consiguiente, es muy importante que el cachorro vea la correa como un instrumento agradable y no como un enemigo, aunque también es importante que la respete y que no la considere un juguete.

Errores que deberemos evitar:

 dar tirones al cachorro si no quiere caminar con la correa;

 pegar al cachorro con la correa (ni bromeando);

 dejar la correa a disposición del cachorro, permitiéndole jugar o morderla (¿le dejaríamos roer nuestro brazo?).

Paseos y socialización

Es muy importante que el cachorro aprenda a socializar pronto con sus congéneres. Los machos adultos, si son equilibrados, se comportan muy amistosamente con los cachorros; las hembras, en cambio, pueden mostrarse agresivas. En el primer contacto ambos perros deberán ir atados, bajo control, pero sin llevarlos en brazos. Esta actitud podría hacer pensar al cachorro que los demás perros son peligrosos, y sentaría las bases de un perro conflictivo.

Si vemos que la relación es amistosa y nos encontramos en un lugar sin peligros, podremos soltar a los perros y dejarlos jugar. Normalmente los perros grandes procuran no hacer daño a los pequeños. Los dueños sólo deberán vigilar que el juego no se endurezca.

Si observamos que la situación se complica y que puede iniciarse una pelea, debemos llamar a nuestro cachorro y hacer que acuda junto a nosotros inmediatamente.