Una camada de schnauzer (sea cual sea la talla) seduce inevitablemente a cualquiera. Con sus barbas y sus bigotes, los cachorros no pueden sino resultar encantadores y simpáticos.
Pero un perro no se elige a tontas y a locas, sino siguiendo un criterio racional que debe anteponerse a cualquier otra valoración.
Para ello, el futuro comprador debe plantearse las cuestiones siguientes:
• ¿Qué tipo de perro quiero: de compañía, de trabajo o de exposición?
• ¿Cómo es mi familia? ¿Hay personas ancianas, niños, adolescentes?
• ¿Qué experiencia poseo en perros y, sobre todo, en psicología canina?
Independientemente de las respuestas (y de sus posibles combinaciones), recordemos una premisa fundamental: el schnauzer debe comprarse siempre en un buen criadero, reconocido por la Real Sociedad Canina y especializado en la raza.
El criador efectúa una selección basándose en las características físicas y psíquicas de sus perros; por tanto, es quien está en mejor disposición de ofrecernos un ejemplar «bueno y bonito». Otra alternativa válida es la del particular experto en la raza que produce cachorros de calidad, con una perra procedente de un buen criadero y que siempre haya mantenido el contacto con el criador, aprovechando sus consejos y su experiencia.
No existe ninguna fórmula infalible para dar con un particular fiable, pero es posible que un criador nos ponga en contacto con alguno de sus clientes si él no tiene camadas a disposición en aquel momento. Utilizar otros canales (por ejemplo, anuncios en publicaciones especializadas) comporta una serie de riesgos, y no es aconsejable si no se posee la experiencia suficiente.
El criador nos aconsejará el cachorro que mejor se adapte a nuestras necesidades, una vez hecha una estimación de nuestro estilo de vida y de nuestros gustos a partir de las preguntas que hemos planteado inicialmente.
En cualquier caso, a la hora de elegir el perro hay que tener siempre presente algunas indicaciones generales.

Si queremos un perro de compañía
Todos los schnauzer pueden desempeñar esta función a la perfección, porque incluso el gigante se lleva de maravilla con los niños. El mediano y el enano se adaptan mejor a la vida en un piso, aunque sea de dimensiones reducidas.
Pero conviene tener claro qué se entiende por compañía. Si deseamos un perro simplemente para mimarlo, y además en nuestra familia hay ancianos o niños muy pequeños, no dudemos ni un instante: quedémonos con un schnauzer enano. Si queremos un compañero dinámico y alegre, que pueda seguirnos en largas excursiones o participar en pruebas deportivas (agility, por ejemplo), el schnauzer mediano o el gigante nos satisfarán plenamente (la diferencia principal es que el gigante necesita hacer más ejercicio).
Por lo que respecta al carácter, el cachorro destinado a ser un animal de compañía ha de estar bien imprintado. Por tanto, debemos asegurarnos de que el ejemplar que nos interesa no manifieste ningún signo de timidez o de agresividad.
La belleza no tiene excesiva importancia en un perro al que no se tiene la intención de inscribir en exposiciones. Debe ser típico, eso sí, ya que a quien le gustan los schnauzer quiere tener un schnauzer y no una vulgar imitación. Si tenemos dificultad para identificar las características específicas de un animal joven, pidamos que nos dejen ver a sus padres.

Si queremos un perro de trabajo
El schnauzer es el perro ideal para las pruebas de trabajo clásicas. En lo que se refiere al carácter, la selección es indispensable. Actualmente, en cualquier raza, los perros puramente de utilidad no sirven para participar en las exposiciones de belleza canina. Los animales que destacan en un ámbito raramente brillan en otro, salvo excepciones muy contadas.
Cuando se quiere un perro de trabajo, en el sentido deportivo del término, para participar en competiciones y obtener los diplomas de los distintos niveles, hay que contactar con los propietarios de los perros que dominan cada especialidad. Esta recomendación es válida para especialistas, puesto que los perros de utilidad buenos no son nunca animales fáciles. El principiante que desea iniciarse en el mundo de las pruebas de trabajo, pero que todavía no cuenta con ningún tipo de experiencia en la materia, deberá elegir un perro perfectamente equilibrado, pero con un temperamento no excesivamente fuerte (que es precisamente lo que caracteriza a los campeones de trabajo en potencia). Un perro con mucho carácter en manos de un principiante es difícil que prospere, porque su dueño difícilmente sabrá desarrollar sus cualidades y casi con toda seguridad lo convertirá en un déspota barbudo que le ocasionará muchos problemas.

Si queremos un perro de exposición
Naturalmente, la talla no guarda ninguna relación con los resultados.
Simplemente deberemos escoger, de las tres, la raza que se adapte mejor a nuestro gusto y a nuestras necesidades.
• No olvidemos que para tener unas garantías de éxito mínimas, el animal deberá ser hijo de perros de exposición que hayan obtenido una calificación mínima de excelente. Si además son campeones, todavía mejor. Lo importante es que ambos progenitores sean perros típicos y correctos. En muchas ocasiones se compra un hijo de un campeón nacional, internacional, de Europa, mundial, universal, etc. y de una perra cualquiera, que nunca ha sido presentada en ninguna exposición, con la esperanza de que se parezca al padre. Pero, en realidad, el cachorro hereda el 50 % de los genes del padre y el 50 % de la madre. Además, también influyen, aunque de forma más diluida pero en ningún caso despreciable, los genes de los abuelos, de los bisabuelos, etc. Si se quiere apostar sobre seguro, hay que escoger una buena genealogía en conjunto: un solo ejemplar, por muchos títulos que ostente, no ofrece una garantía total si el resto de la familia no comparte esa tendencia.
• En las exposiciones, la belleza no lo es todo: también interviene el sentido del ring, que a menudo marca la diferencia. Sentido del ring significa la capacidad de un perro de dar lo mejor de sí, potenciando sus mejores cualidades tanto plantado como en movimiento. En algunos perros esta cualidad es innata, otros la pueden aprender y con otros no hay nada que hacer: no les gusta el show y se presentan siempre con la expresión de estar deseando acabar cuanto antes. Lógicamente, estos perros tienen pocas posibilidades de triunfar, aunque sean correctos desde el punto de vista morfológico.
Si buscamos un perro de exposición, hagamos una pequeña prueba al cachorro que nos interese: intentemos plantarlo obligándole a estar quieto durante unos segundos (podemos usar un trocito de comida para captar su atención). A continuación le pondremos la correa (si está acostumbrado a llevarla) e intentaremos ver cómo se comporta en movimiento. No hace falta ser un gran experto para intuir si el ejemplar es un futuro perro de exposición o si el adiestramiento para el ring constituirá siempre una tortura para él.

Si vivimos con niños de corta edad o con personas ancianas
Todos los schnauzer, y no solamente el enano, pueden llevar una vida familiar. El enano es idóneo si debe ocuparse de él una persona anciana, ya que no tira tan fuerte de la correa, no causa problemas en las escaleras y, si salta encima de la persona, aunque sea para hacerle fiestas, no hay peligro de que la desequilibre.
Los problemas suelen tener como protagonistas a los cachorros y los perros jóvenes. Los ejemplares adultos, en cambio, aprenden a respetar las necesidades de los más débiles: adaptan su velocidad al paso de estos últimos, no les saltan encima, se comportan educadamente y muestran casi siempre una paciencia infinita con los niños.


¿Con o sin pedigrí?
Muchas personas creen que cuando no se tiene interés por las exposiciones se puede comprar un perro sin pedigrí, con lo cual se ahorran un dinero. Sin embargo, conviene realizar algunas consideraciones.
El pedigrí no identifica un perro de calidad, sino un perro de pura raza. Un schnauzer sin documentación (aunque parezca bellísimo) no puede ser considerado un schnauzer de verdad. Esto significa que no podrá participar en ningún certamen cinófilo oficial y que tendrá muchas dificultades para encontrar una pareja para la reproducción. Los propietarios de perros de raza pura nunca permiten que sus animales se apareen con ejemplares sin pedigrí, porque los cachorros tampoco podrían tenerlo (contrariamente a lo que algunos creen, no basta que uno de los progenitores tenga pedigrí) y perderían el valor comercial.
Cuando alguien desea tener un schnauzer es porque, lógicamente, le gustan las características psíquicas y físicas de la raza (de no ser así podría optar por otro perro, mestizos incluidos); entonces, no se puede estar seguro de encontrar tales características en un ejemplar que carezca de pedigrí, que no habrá sido objeto de un proceso de selección orientado a mantener y mejorar sus cualidades.
¿Y por qué no un poco mayor?
Normalmente, cuando se considera la posibilidad de comprar un perro se piensa en un cachorro de dos o tres meses.
Ciertamente esta es la mejor opción si queremos seguir el desarrollo del perro desde el primero hasta el último instante de vida, disfrutar de sus primeros descubrimientos, amoldar su carácter a nuestro ritmo de vida. Sin embargo, si tenemos problemas de tiempo, si nos horroriza pensar en un pipí sobre la alfombra y si nos resignamos a quedarnos con un cachorro sólo porque creemos que nos querrá más que un animal joven o un adulto, estamos cometiendo un error. El cariño que puede sentir un perro por el dueño es idéntico en todas las edades. La única diferencia es el tiempo. El cachorro necesitará dos o tres semanas, mientras que el adulto quizá necesite un mes, pero el resultado final será siempre el mismo, es decir, un perro que nos entregará su corazón, su dedicación y su fidelidad.
LA ELECCIÓN DEL CACHORRO
Una decisión racional
¿Cómo elegiremos el schnauzer idóneo?
En un buen criadero dejaremos que nos aconseje el criador, a quien habremos explicado el tipo de perro que deseamos y para qué lo queremos. Si estamos en tratos con un particular, deberemos asegurarnos de que los cachorros estén sanos y tengan buen carácter.
LA CABEZA DEL CACHORRO

1. Los ojos del cachorro han de ser alegres, vivaces y, sobre todo, deberán estar limpios. La secreción lagrimal abundante es siempre una mala señal: si la secreción es líquida puede ser síntoma de irritación (conjuntivitis), y si está seca (legaña) puede ser incluso un síntoma de moquillo. Atención: si uno solo de los cachorros presenta síntomas de alguna enfermedad infecciosa grave no basta con descartar ese ejemplar. Probablemente la infección se habrá contagiado al resto de la camada, y aquel perro (quizá por ser el más débil) sea simplemente el primero en manifestar los síntomas.
2. Las mucosas han de estar bien pigmentadas (negras); hasta los dos meses la pigmentación puede ser incompleta. Alguna pequeña mancha rosa en el cachorro muy pequeño no debe preocupar, pero si persiste a los dos meses, constituiría un defecto. La dentadura del cachorro es la de leche, y por tanto todavía no se puede saber si será completa. En cambio, sí se puede apreciar si el cierre es correcto.
3. El interior de las orejas ha de estar limpio y no debe emanar olor alguno. El mal olor puede deberse a la presencia de ácaros (otitis parasitaria)
■ LOS TIPOS DE CIERRE DENTAL

1. cierre en tijera; 2. cierre en tenaza; 3. prognatismo; 4. bragnatismo

1. La zona del ano debe verse limpia. Las manchas amarillentas en el orificio anal indican la existencia de diarrea, y por tanto, de problemas intestinales o presencia de parásitos.
2. El abdomen tenso o hinchado puede ser síntoma de parásitos intestinales. No obstante, después de comer todos los cachorros tienen el vientre tenso e hinchado. En tal caso habría que repetir la observación pasadas unas horas. La piel del vientre ha de ser lisa y rosada, sin pústulas ni enrojecimientos.
3. Cumplidos los dos meses, el cachorro ha de tener los testículos completamente descendidos en el escroto; no se ven, pero se puede constatar su presencia mediante palpación. La falta de un testículo (monorquidia) o de ambos (criptorquidia) es un problema hereditario grave que comporta la exclusión del perro de las exposiciones y de la reproducción; por consiguiente, ante esta circunstancia es preferible aplazar la compra. Además de ser una tara hereditaria, es decir, que se transmite a la descendencia, puede conllevar problemas al propio perro. Un testículo retenido dentro del abdomen puede degenerar en tumor, y en tal caso el perro debería pasar por el quirófano.
4. El pelo del cachorro es brillante y casi inodoro (exceptuando el olor normal de litera). La presencia de una o dos pulgas no debe ser motivo de alarma, puesto que es prácticamente imposible eliminar todas las pulgas de una camada, especialmente en un criadero. En cambio, una infestación de mayor entidad puede causar graves problemas de salud (anemia) y, en cualquier caso, es un claro indicio de mala gestión del criadero
Adivinar el carácter
Para el schnauzer las jerarquías no son importantes. Observando los juegos entre cachorros veremos que no hay ni dominantes ni dominados.
Para explicar tan extraño comportamiento, hay que comparar los perros de defensa con los de pastoreo o los de caza. Los pastores y los cazadores han vivido siempre en grupo, en donde cada actividad implica un trabajo común de varios individuos que se encuentran bajo la dirección de una persona, identificada por los perros como el líder de la manada. La selección genética y la influencia de las condiciones ambientales han desarrollado en estos animales cualidades como la sociabilidad, la docilidad y la dependencia de un guía, unas características mucho más pronunciadas en muchos perros que en el prototipo salvaje (el lobo).
Las razas concebidas expresamente para la guarda y la defensa han evolucionado de forma muy diferente. Al no haber vivido nunca en grupo, estos animales han sido siempre compañeros únicos de un solo dueño humano.
Los schnauzer han sido guardianes o defensores según su talla (lógicamente los enanos destacan en su papel de animales de compañía, pero su temperamento es el vivo reflejo del temperamento del mediano, e, incluso, desde el punto de vista psicológico podrían considerarse una misma raza). Así pues, la selección humana no se ha ocupado de mantener en ellos la noción de horda, propia del lobo. El resultado es que los cachorros no tienen sentido alguno de la jerarquía, ni tan sólo en relación con los machos adultos, a los que no dedican gestos ostentosos de sumisión, como tumbarse boca arriba en su presencia. Cuando un padre suelta un gruñido de agobio, el pequeño se limita a alejarse sin realizar grandes mímicas.
Todo ello explica por qué resulta difícil adivinar el carácter de los cachorros. El futuro comprador deberá conformarse con comprobar que tengan seguridad en ellos mismos y se comporten amistosamente con el ser humano. Sin embargo, en lo que se refiere a la aptitud para el trabajo, deberá fiarse de la genética y tomar como referencia el carácter de los padres.

■ ¿MACHO O HEMBRA?
Acerca del sexo circulan muchas habladurías y creencias infundadas. Antes de elegir recordemos los siguientes puntos:
• Es cierto que generalmente la hembra es más cariñosa y dócil que el macho.
• No es cierto que la hembra deba tener obligatoriamente una camada.
• Es bastante cierto que la diferencia de talla, corpulencia y estructura puede hacer que la hembra se adapte mejor a vivir en un piso, aunque sobre este argumento la talla es mucho más determinante.
• Es cierto que la hembra tiene dos periodos de celo al año y que pierde una cierta cantidad de sangre (este inconveniente puede paliarse con una braguita higiénica para no ensuciar la casa); también es cierto que mientras le dura el celo atraerá a los perros del vecindario. Pero no es difícil contener los ardores de los pretendientes: normalmente basta con una severa reprimenda. El apareamiento requiere tiempo, libertad y una serie de preliminares: nunca se ha dado el caso de que un macho haya montado a una hembra al vuelo mientras el dueño la llevaba a pasear con la correa.
• No es cierto que la hembra se escape de casa cuando está en celo: no le hace falta, los perros ya se encargan de acosarla. En cambio, el caso contrario es muy frecuente: si un macho percibe el olor de una hembra en celo (y en ciertos casos llega a percibirlo a kilómetros de distancia), es muy fácil que se escape.
• No es cierto que un macho represente una mejor inversión económica. Es verdad que algunos reproductores muy laureados montan previo pago un gran número de hembras y que el dueño obtiene suculentos beneficios. Pero el número de privilegiados es muy reducido. La mayor parte de propietarios de machos tienen que rogar a amigos, parientes y conocidos que accedan por lo menos una vez a una monta para su perro. En cambio, una perra mediocre podrá producir tranquilamente una camada al año, que el dueño podrá vender sin grandes problemas si no se excede en las pretensiones económicas. Una hembra no es para hacerse rico, pero permite tener una entrada de dinero fija.
La elección del color
Uno de los problemas que preocupa a muchas personas a la hora de elegir el perro es el color: ¿blanco, negro, sal y pimienta, plata?
Este criterio de elección es pésimo: las únicas valoraciones realmente importantes son las relativas al carácter y las aptitudes.
En el caso de los schnauzer enanos hay que admitir que las diferencias de color a veces van acompañadas de diferencias anatómicas bastante claras.
Los cachorros gris plata tienen casi siempre las defensas (barba y bigotes) mucho más desarrolladas que los ejemplares de otros colores. Los ejemplares blancos, cuya cría es relativamente reciente, suelen tener el tronco más largo y la cabeza menos esculpida.
Recordemos que cada color constituye una variedad que es objeto de un juicio por separado en las exposiciones, de modo que no puede ocurrir nunca que un perro blanco (o negro) pierda contra uno gris plata.


La charla con el criador
Una vez en el criadero, solicitaremos siempre que nos muestren a la madre de los cachorros. Es posible que el padre no viva allí. En ese caso pediremos que nos enseñen alguna foto o, mejor aún, un vídeo. Fijémonos en las características estéticas, en el carácter y en el estado de salud de la hembra. Lógicamente, al concluir la lactancia no está en la mejor forma, pero tampoco debe estar en los huesos y depauperada. A una madre demasiado debilitada le corresponden cachorros también débiles. Si buscamos un perro de trabajo o de exposición pediremos que nos dejen ver los resultados obtenidos por los padres.
Informémonos sobre el grado de displasia de cadera de los progenitores. Por desgracia, ser hijo de padres no displásicos no es garantía de normalidad del cachorro; por el contrario, ser hijo de perros portadores de taras genéticas (aunque sea en forma ligera) aumenta enormemente las posibilidades de enfermedad en el cachorro.
Otro aspecto que observar en los padres es la posibilidad de problemas oculares, como catarata o atrofia progresiva de la retina.
Lo mismo puede decirse de las características psicofísicas: el hijo de dos perros magníficos no será necesariamente un perro magnífico, pero el hijo de dos perros mediocres será, casi con toda seguridad, un perro mediocre. Son muy pocas las excepciones a la regla.
Cuando hayamos elegido el cachorro pediremos al criador que nos dé un poco de comida de la que haya utilizado hasta entonces para el cachorro y que nos deje pasar un trapo o una pequeña manta por el interior del canil en el que ha vivido el cachorro. De este modo podremos llevarnos a casa un olor que resulte familiar al perro y que nos será de gran ayuda para la primera noche.

Los papeles del cachorro
La persona que nos venda el cachorro deberá entregarnos obligatoriamente:
— el certificado de nacimiento, que se obtiene después de haber enviado el certificado de monta, la declaración de nacimiento y la solicitud de inscripción en el Libro de Orígenes Español (LOE);
— el certificado sanitario y de vacunación con las correspondientes etiquetas de vacunaciones y las fechas de las revacunaciones y de las desparasitaciones.
La primera desparasitación contra los ascárides (lombrices redondas muy frecuentes en los cachorros) normalmente se realiza a los veinte días, seguida de dos o tres repeticiones quincenales.
La primera vacuna se pone a los 45-50 días (antes sería inútil, porque el cachorro tiene la protección de los anticuerpos maternos) y se repite al cabo de dos semanas. Las revacunaciones son anuales.
Actualmente, en los criaderos se utilizan vacunas polivalentes. Algún veterinario todavía usa vacunas diferentes para cada enfermedad, pero son cada vez menos frecuentes.
Importante: hasta que el ciclo de vacunas no se haya completado el cachorro no debería salir de casa y no debería tener contactos con perros extraños (a no ser que sean animales que conozcamos bien, y que sepamos con certeza que están sanos y vacunados).

EL CACHORRO LLEGA A CASA
El primer viaje
El viaje del criadero a la nueva casa provoca un fuerte estrés a casi todos los perros; algunos cachorros, incluso llegan a marearse durante el viaje. Lo ideal es que alguien lo lleve en brazos. En ningún caso conviene dejarlo suelto en el asiento posterior, porque podría perder el equilibrio y golpearse, o podría roer los asientos.

Si vamos solos a buscar al cachorro, deberemos utilizar una jaula de viaje. Si el viaje es muy largo, programaremos varias paradas. Al bajar del coche tendremos la precaución de llevar el cachorro en brazos. Está absolutamente prohibido dejarlo suelto en el habitáculo, ya que es peligroso para el animal y para el conductor. Tampoco es aconsejable instalarlo en la parte posterior, aunque el automóvil esté equipado con una malla divisoria: el cachorro rodaría de un lado a otro y se asustaría. Un primer viaje traumatizante puede hacer que el animal se sienta incómodo en automóvil toda la vida; y al contrario, una primera experiencia tranquila servirá para que se acostumbre rápidamente al coche.

Cómo acoger al cachorro en casa
Cuando el cachorro entre en casa deberá encontrar un rincón preparado para él, con su cama, sus dos comederos de acero (para la comida y para el agua) y algún juguete, por ejemplo un hueso de piel de búfalo o de nailon para roer. No olvidemos una pelota, pero cuidado con las dimensiones, porque si es demasiado pequeña podría tragársela. La pelota no debe estar siempre a disposición del cachorro si se tiene la intención de adiestrarlo para alguna disciplina deportiva canina.

Dejemos que el cachorro explore, huela y meta la nariz por todas partes para que adquiera confianza en el nuevo hogar. El schnauzer no es el tipo de perro que se esconde en un rincón presa de desesperación. Casi con toda seguridad se divertirá como un loco explorando su nuevo hogar.

Pero también puede ocurrir que, al finalizar la exploración, empiece a gemir extrañado. En esta circunstancia le hablaremos con voz tranquilizadora y lo acariciaremos un poco, pero sin exagerar. Un detalle importante: no cometamos el error de cogerlo en brazos cada vez que llore, porque se convertiría en un hábito difícil de corregir.
El joven schnauzer exteriorizará rápidamente su temperamento. No conviene dejarlo ir demasiado lejos porque revolucionaría la casa. Desde el principio hay que mostrarle los límites que no se pueden traspasar, atajando con un ¡no! firme las exploraciones excesivas que podrían saldarse con un desastre.
Si el cachorro está realmente asustado y necesita consuelo (una situación rara en un schnauzer, aunque podría ocurrir alguna vez), podemos tomarlo en brazos para mimarlo, pero sin mostrarnos exageradamente protectores. La forma correcta de levantarlo es con una mano en el pecho y otra debajo de las nalgas. Si lo levantáramos agarrándolo por las patas anteriores, correríamos el riesgo de causarle lesiones en los codos.

■ LA JAULA
Un buen sistema para tener al cachorro bajo control es convencerlo para que pase algunos ratos en lo que él deberá considerar una madriguera, y que para nosotros puede ser, indistintamente, una jaula plegable o una jaula de viaje (como las que se utilizan para viajar en avión).
Tendremos que acostumbrarlo desde cachorro instalándolo en la jaula cuando veamos que está a punto de dormirse. En otros momentos del día podemos introducir en la jaula un hueso para roer, unas galletas o su juguete preferido.
El cachorro nunca deberá ser molestado, ni tan siquiera tocado, mientras está en la jaula (conviene explicarlo claramente a los niños). De esta manera, para él la jaula se convertirá pronto en un oasis de tranquilidad y reposo, a donde acudirá espontáneamente cuando quiera descansar. Llegados a este punto podremos cerrar la puerta, sin que el animal vea en ello una constricción, sino más bien un refuerzo de su seguridad (dicho de otro modo, no se sentirá encerrado, sino que pensará que, estando en la jaula, hay toda una serie de pesados que se quedan fuera).
Un cachorro acostumbrado a permanecer algunos ratos en la jaula se encontrará más a gusto en ella cuando sea adulto.
La jaula es de gran utilidad en los casos siguientes:
— en casa: podemos encerrar al perro cuando nos visiten personas que le tengan miedo, cuando estemos preparando la cena y no queramos que nos desaparezca comida, mientras comemos y en otras muchas ocasiones;
— de viaje: en el coche, la jaula es el lugar más seguro para el perro, porque se siente protegido y no corre el peligro de ir de un lado para otro en las carreteras con muchas curvas, ni de golpearse en el morro en caso de frenazo;
— en las exposiciones: en muchos casos los organizadores han suprimido la posibilidad de alquilar jaulas para los perros. Si no queremos estar obligados a ir todo el día con el perro arriba y abajo, será muy útil dejarlo en su jaula, que habremos llevado de casa, cuando nos interese. En épocas de calor, si la exposición es al aire libre, instalaremos siempre la jaula en la sombra, y si es necesario, la cubriremos con un trapo fino que proteja al perro del sol.
Para viajar en avión, normalmente es preferible la jaula abierta, más práctica porque es plegable. En casa, es mejor la jaula con tres lados cerrados, porque proporciona más sensación de madriguera al animal.


(Fotografía de © Visintini)
La primera noche
El drama de la primera noche, con llanto y gemidos incluidos, puede paliarse en gran medida recurriendo a unos pequeños trucos de gran eficacia.

1. Llevaremos la madriguera del cachorro a nuestra habitación, para que se sienta menos solo; así, cuando llore podremos hablarle y tranquilizarlo, pero sin permitirle subirse a la cama. La coherencia es la virtud fundamental de un buen dueño, y lo que se autoriza el primer día ha de ser permitido siempre.
2. Simularemos los latidos del corazón de la madre con el tictac de un despertador.
3. Ofreceremos al cachorro una manta impregnada con el olor de su antiguo canil.
4. Supliremos el calor y la seguridad que le proporcionaban los hermanos con un hermanito de peluche cálido y suave. Atención: el juguete, por ejemplo un peluche o un muñeco de trapo, servirá para hacerle compañía, pero también puede ocurrir que el animal lo muerda por nerviosismo. En ambos casos se cumple el objetivo. No cometamos el error de darle el muñeco favorito de nuestro hijo, porque al día siguiente se produciría un drama de dimensiones diferentes
■ CÓMO EDUCAR A UN CACHORRO QUE NO RESPETA LA JERARQUÍA
El schnauzer, como hemos visto anteriormente, no considera a la familia que lo acoge como una manada, y, en consecuencia, no identifica a su dueño con el famoso líder de la manada. Entonces, ¿cómo lograr que respete al dueño y lo obedezca?
Cuando alguien me plantea esta cuestión, mi respuesta es que el dueño de un schnauzer cachorro debe esforzarse en representar el papel de madre a ojos del animal. En efecto, para las razas que no tienen la necesidad de un líder, la madre representa la única guía aceptable.
La madre tiene mucha autoridad sobre los cachorros: da la alarma en caso de peligro, anuncia la hora de comer, decide cuándo es el momento de jugar o, por el contrario, de cesar el juego.
Este tipo de autoridad se basa esencialmente en la relación afectiva. Los cachorros no respetan a la madre por el hecho de que sea más grande que ellos, ni tampoco por miedo a ser mordidos si se pasan de listos. La respetan y la obedecen porque la quieren.
Este es el secreto: el amor es el único medio para hacer obedecer a un perro que no cede a la autoridad. Y el schnauzer dispone de grandes reservas de amor, hasta el punto de que un par de caricias y un ratito jugando son suficientes para comprar a cualquier ejemplar en poco más de una semana.
Por tanto, no olvidemos que:
— el personaje que debe encarnar el dueño no es el del padre-dueño, sino el de madre: una figura autoritaria sólo en caso de necesidad absoluta, pero dulce y afectuosa el resto del tiempo;
— el camino que conduce al corazón del perro pasa por el juego. Unas caricias, un cuerpo a cuerpo, una pelota y contacto (sobre todo contacto físico y psíquico). Esta es la única forma de acabar teniendo un buen compañero (o un gran perro de trabajo si es lo que pretendemos de él);
— si el animal no obedece, no será por su culpa, sino porque su dueño habrá cometido algún error. No pierda un segundo más y llame a un especialista (criador o adiestrador), para pedirle que le ayude a resolver el problema.

LA PRIMERAS NORMAS DE EDUCACIÓN
Las órdenes principales
Las dos primeras órdenes que ha de conocer el perro son ¡no! y ¡nunca! La primera se utilizará para interrumpir una acción no deseada en ese momento pero que puede estar permitida en otras ocasiones. La segunda se usa (en un tono todavía más perentorio) para las acciones prohibidas en cualquier circunstancia.
El cachorro capta inmediatamente el tono seco del ¡no! y el gesto de negación con la mano; las primeras veces puede ir acompañado de una ligera sacudida agarrándolo por el cogote (gesto que el cachorro conoce bien, porque es la forma como la madre riñe a sus hijos).
Una de las primeras cosas que debe aprender el cachorro es cómo hacer correctamente las fiestas al dueño. Si adquiere el hábito de saltarle encima, lo seguirá haciendo cuando sea adulto, y un perro de un cierto peso que nos pone las patas en los hombros es bastante menos agradable que un cachorro de dos meses que se apoya tiernamente en nuestras piernas. Saltándonos encima, el cachorro intenta alcanzarnos el rostro: para evitarlo, bastará con agacharse para ponerse a su altura y darle la posibilidad de que exprese todo su afecto.
Si el perro se abalanza contra nosotros cuando no nos lo esperamos, levantaremos una rodilla (o el pie, si el cachorro es muy pequeño) y lo interpondremos entre él y nosotros. No tenemos que golpearlo, sino sólo impedirle que obtenga el contacto físico que está buscando. Seguidamente nos agacharemos y lo acariciaremos, para darle a entender que nos alegra mucho verlo.




La higiene en casa
El schnauzer es un perro muy inteligente, que aprende muy rápidamente las normas de higiene por poco que se le eduque debidamente. La forma de hacerlo estará condicionada por el lugar en el que viva la familia. Aquí veremos qué debe hacerse con el perro que vive en un piso y con el que vive en una casa con jardín.
Los perros que viven en un piso podrían hacer sus necesidades en el exterior desde el primer día, pero si el cachorro llega a casa antes de los tres meses, todavía no habrá completado el ciclo de vacunaciones, en cuyo caso es aconsejable no dejar que salga para evitar el riesgo de que contraiga alguna enfermedad. Por otra parte, el paso de orinar y defecar sobre papel de periódico a hacerlo fuera de casa normalmente es muy rápido.
Así que al llegar a casa, o después de haber comido o dormido, es muy probable que el cachorro quiera liberar los intestinos. Intentaremos que lo haga sobre un papel de periódico, que habremos preparado previamente. Si evacua allí, lo felicitaremos efusivamente. Si lo hace en algún otro lugar pasaremos por alto el hecho sólo durante los dos primeros días: nos limitaremos a limpiar cuando el cachorro no nos vea y pasaremos un neutralizador de olores (de venta en las tiendas de animales).

A partir del segundo día de convivencia, cuando el cachorro se haya sobrepuesto al cambio de casa, se le deberán enseñar las normas higiénicas. Si defeca en un lugar incorrecto, lo reñiremos con un ¡no! severo, pero sólo si lo pillamos en el momento de hacerlo. Un minuto de retraso es mucho, demasiado, puesto que el perro no es capaz de relacionar un castigo con una acción incorrecta realizada antes, y no comprendería el motivo de nuestro enfado.

Si nos damos cuenta del daño cuando ya está hecho, limpiaremos sin ser vistos y aplicaremos el neutralizador de olores.
El cachorro podrá salir a la calle tan pronto como se haya completado el programa de vacunas. Lo llevaremos a pasear después de haber comido y cada vez que se despierte, siempre en el mismo lugar (a ser posible un lugar que no frecuenten otros perros, porque el olor de los adultos podría cohibir al cachorro y hacer que se retuviera), y lo felicitaremos cuando haga sus necesidades. Lo entenderá rápidamente. Para acelerar el aprendizaje podemos llevar un papel mojado con pipí del animal, que colocaremos en el exterior, en el lugar que creamos más conveniente.

Para perros que disponen de un jardín
Después de cada comida y al despertarse, llevaremos el cachorro en brazos al jardín. Esperaremos a que haga sus necesidades, sin perderlo de vista. Tan pronto como lo haga, lo felicitaremos calurosamente y lo llevaremos de nuevo a casa con nosotros. Si se da la circunstancia de que ensucia dentro de casa, procederemos igual que en el caso del perro que vive en un piso.


DESCUBRIENDO EL MUNDO
La correa adecuada
Para un cachorro de schnauzer enano, el collar clásico (de cuero o de nailon) es tan adecuado como el modelo integral de una pieza. Es importante apretar suficientemente el collar para que el animal no pueda sacárselo.
Para un adulto se podrá utilizar un collar semiestrangulador o estrangulador.
Para los schnauzer medianos y gigantes de dos o tres meses, se necesita un collar de cuero o de nailon y una correa del mismo material de un metro como mínimo.
A partir de los cuatro meses, el perro podrá llevar un collar semiestrangulador, que a los seis meses podrá ser sustituido por un collar estrangulador normal.
Existe una serie de instrumentos totalmente inadecuados para cualquiera de las tres razas: la correa corta o manilla atada al collar directamente con un mosquetón (porque induce al perro a tirar), el petral (porque le obliga a separar los codos y deforma el movimiento) y la correa con cadena (que puede hacer daño en las manos del dueño o en los dientes del animal al intentar morderla). Nunca dejemos que nos convenzan para comprar estos instrumentos para un schnauzer de compañía, y menos aún para un ejemplar de exposición.


(Fotografía de © Visintini)

(Fotografía de © Visintini)
Primeras experiencias con el collar y la correa
No apretemos excesivamente el collar (causaría molestias al perro y le arrancaría el pelo), pero tampoco lo dejemos demasiado flojo (porque se lo quitaría). Lo ideal es que entre el cuello y el collar quepa un dedo, no más.

Para las primeras pruebas con la correa debemos buscar un lugar tranquilo (el jardín es la mejor solución). Al principio, es casi seguro que el cachorro se negará a seguirnos, manifestando de varias maneras su desagrado por esta novedad: plantándose, dando tirones, intentando morder la correa o haciendo las tres cosas a la vez. Todo eso no debe preocuparnos. Lo que no debe hacerse es iniciar un infructífero tira y afloja.

Llevar su pelotita en la mano es una gran ayuda, porque al querer cogerla nos seguirá sin pensar en la correa.
Al cabo de pocas salidas, el perro entenderá que correa equivale a paseo y juego, y establecerá una asociación de ideas positiva.

■ UNA LARGA MANO TRANQUILIZADORA
Es fundamental que el perro tenga, desde cachorro, una relación agradable con la correa y que nunca la vea como una obligación. Para el perro, la correa ha de representar una prolongación de la mano del dueño, y, por tanto, debe constituir un nexo de amistad y confianza.
Si los primeros contactos fueran traumáticos, el trabajo posterior sería mucho más difícil. Por consiguiente, es muy importante que el cachorro vea la correa como un instrumento agradable y no como un enemigo, aunque también es importante que la respete y que no la considere un juguete.
Errores que deben evitarse:
— dar tirones al cachorro si no quiere caminar con la correa;
— pegar al cachorro con la correa (aunque sólo sea bromeando);
— dejar la correa a disposición del cachorro permitiéndole jugar o morderla (¿le dejaríamos roer nuestro brazo?).
EL ADIESTRAMIENTO ELEMENTAL
La llamada
La llamada es un ejercicio fundamental que el cachorro debe aprender cuanto antes. Puesto que es indispensable que el perro acuda siempre cuando se le llame, los primeros ejercicios se realizarán con la correa larga (de adiestramiento). El cachorro deberá conocer previamente su nombre, cosa que se obtiene llamándolo (en casa y fuera de casa) cuando ya está viniendo hacia nosotros. Una vez que el cachorro conozca su nombre, habrá que proceder del siguiente modo:
— mantener la correa floja, sin ejercer ninguna tracción;
— llamar al cachorro con la orden completa: ¡(Nombre), ven!, o ¡(Nombre), aquí!, en tono alegre y afectuoso pero firme a la vez.
Si el cachorro acude a la llamada, le prodigaremos elogios y caricias, y seguidamente le soltaremos la correa y lo haremos jugar.
Si el cachorro no acude con rapidez, tiraremos suavemente de la correa hacia nosotros; tan pronto como llegue lo premiaremos y haremos que juegue igual que si hubiera venido espontáneamente.


■ SIN RECURRIR AL CASTIGO
El ejercicio de la llamada se repetirá de dos a cuatro veces al día.
Responder a la llamada ha de ser siempre motivo de alegría para el cachorro; no se le debe castigar nunca si tarda en obedecer: el encuentro con el dueño tiene que ser gratificante, siempre y en cualquier situación. Si no obedece, se podrá dar un ligero tirón de la correa para atraer su atención, pero siempre deberá ser premiado y acariciado.
Cuando hayamos obtenido una respuesta impecable con la correa, podremos realizar el ejercicio sin ella, siempre en lugares seguros, en los que no haya peligros ni distracciones.
■ EL JUEGO COMO APRENDIZAJE PARA LA VIDA
En estado natural, el cachorro juega mucho: primero con los hermanos, luego con la madre y posteriormente con los otros integrantes de la manada. A través del juego, que no siempre es tranquilo y moderado, sino que tiene momentos bastante violentos, el cachorro aprende todo lo que necesitará para vivir (desde la lucha hasta la caza).
Durante las enseñanzas nos comportaremos como si fuéramos el padre o la madre del cachorro: nos divertiremos cuanto podamos, y no nos preocuparemos si de vez en cuando se hace un poco de daño; lo más importante es saber imponer la autoridad en todo momento, sin olvidar que somos maestros y no compañeros de clase del cachorro.
Nosotros decidiremos siempre cuándo se comienza y cuándo se acaba, e interrumpiremos el juego en el momento más álgido si es necesario, como en el caso de que el cachorro no modere sus ardores (por ejemplo, si piensa que nuestra piel es tan dura como la de sus congéneres). Siempre hay que hacerle entender de manera clara y coherente lo que se espera de él.
Errores que hay que evitar:
• Responder a sus invitaciones al juego (es decir, obedecer sus órdenes). Si el perro nos trae la pelota o nos pide que juguemos con él con la mirada y los movimientos del cuerpo, antes le daremos una orden simple, y luego, como premio por haber obedecido, jugaremos con él.
• Excusarnos y hablarle con voz de arrepentimiento si en un lance del juego, por ejemplo, pisamos al cachorro: esta conducta (muy frecuente especialmente entre las mujeres) deteriora el carácter del animal, y le induce a la autoconmiseración cada vez que nota un ligero dolor. El schnauzer no es una figurita de porcelana, sino un animal duro y rústico; si le dedicamos excesivas atenciones por nimiedades, él le encontrará el gusto y se convertirá en una calamidad de perro, incapaz de llevar a cabo ningún tipo de trabajo. Cuando ocurra algún pequeño accidente, proseguiremos el juego como si nada hubiera ocurrido.

La orden ¡sentado!
Estar sentado es una posición natural para el perro, que adopta de forma espontánea varias veces al día. Empezaremos diciéndole ¡sentado! cada vez que veamos que se dispone a sentarse; de este modo el cachorro empezará a relacionar la orden con la posición. Pasado un tiempo, empezaremos el aprendizaje propiamente dicho: sujetaremos al cachorro por el collar con la mano izquierda (o bien le pondremos la mano debajo del mentón para mantenerle la cabeza alta), a la vez que apoyaremos la mano derecha en la grupa y le daremos la orden ¡sentado! Tan pronto como el cachorro haya adoptado la posición deseada, lo felicitaremos y lo premiaremos. Repetiremos entre dos y cuatro veces al día, hasta que sea capaz de hacerlo solo.

La mano que está en contacto con la grupa no tiene que presionar, sino simplemente acompañar. La presión originaría una resistencia en sentido opuesto por parte del cachorro
La orden ¡tumbado!
Existen varias formas de enseñar al perro a que se eche cuando se le ordena. Con un cachorro es aconsejable el sistema menos coercitivo, que consiste en hacer que se siente, cogerlo por las patas delanteras y estirárselas suavemente hacia delante, al tiempo que le damos la orden ¡tumbado!

Cada vez que el perro realice perfectamente el ejercicio (aunque en realidad le estemos ayudando nosotros) lo felicitaremos efusivamente. Una reacción positiva será siempre más eficaz que la obligación.

La orden ¡espera!
Cuando el cachorro sepa realizar correctamente el ¡sentado! y el ¡tumbado!, se le podrá enseñar el ¡espera!
Colocaremos al animal en la posición que prefiramos (sentado o tumbado) y extenderemos una mano hacia su hocico, al tiempo que le damos la orden y efectuamos un paso hacia atrás.

Si el cachorro intenta seguirnos, lo detendremos con un ¡no, espera!, pronunciado en tono seco.
Cuando el cachorro entienda que debe estar quieto, aunque sólo sea durante unos segundos, lo felicitaremos efusivamente. En las siguientes lecciones, a medida que el cachorro vaya entendiendo lo que queremos de él, nos alejaremos cuatro o cinco pasos, no más, y lo dejaremos en posición treinta segundos como máximo. Se deberán alternar las posiciones de sentado y de tumbado. Este ejercicio es difícil para el cachorro, y su aprendizaje requiere paciencia y progresividad. Se puede repetir una o dos veces al día.

■ ¿A QUÉ EDAD SE PUEDE INICIAR EL ADIESTRAMIENTO?
Tiempo atrás se solía esperar a que el animal cumpliera el año de edad, porque se creía que antes no tenía capacidad para entender. Pero también un ser humano de 18 años razona mejor que un niño de 6, y sin embargo nadie espera a la mayoría de edad para mandar a su hijo al colegio. Al igual que el niño, la mente del cachorro es más elástica y abierta que la del adulto.
Por esta razón, las tendencias del adiestramiento moderno proponen iniciar el aprendizaje cuando los perros son muy jóvenes, con una especie de escuela elemental para cachorros, que va seguida de la enseñanza media, la enseñanza superior, hasta llegar a la universidad, cuando el perro crece y completa el desarrollo físico y psíquico.
Lógicamente, el aprendizaje se adapta a las posibilidades que tiene el perro a las distintas edades: un cachorro de dos meses no es capaz de concentrarse durante más de cinco minutos y no realizará ejercicios impecables, pero sí puede aprender los ejercicios básicos por medio del juego, de modo que cuando crezca tendrá muy claro el concepto trabajo-diversión, que es el fundamento de un proceso de adiestramiento correcto.
