INTRODUCCIÓN

«¿Un schnauzer? ¡Claro que me gustaría, pero hay que peinarlo!»; o también: «¿Un schnauzer? ¡No, no..., es demasiado testarudo!».

He oído muchas veces estas frases en boca de personas que querían un perro. Sin haber criado nunca schnauzer, suelo aconsejarlos, porque trabajando como adiestradora he tenido la oportunidad de apreciar en muchas ocasiones su carácter.

Estas suelen ser las dos objeciones típicas, y lamentablemente están muy arraigadas. Para algunos, la fobia al stripping es insuperable (¡como si el animal tuviera que ir todos los días a la peluquería!); otros creen que el schnauzer es cabezota y difícilmente se dejan convencer de lo contrario, y en la mayor parte de los casos prefieren otras razas más famosas por su docilidad... Hasta que un buen día se dan cuenta de que la testarudez no depende tanto de la raza, sino del carácter de quien lleva la correa.

Hace tan sólo un par de días, me crucé por la calle con un señor a quien le había sugerido que comprara un schnauzer gigante y que, sin embargo, finalmente se había decidido por un pastor alemán, aduciendo que era más fácil de educar. El encuentro fue breve: al señor en cuestión le habría gustado detenerse para conversar conmigo, pero su compañero de cuatro patas (de siete meses de edad) no opinaba lo mismo y le propinó un tirón tan violento que le hizo despegar cómicamente (en mi fuero interno no pude contener un cruel «¡te está bien empleado!»).

No tengo ningún deseo de que ninguna raza se ponga de moda, ya que en la cinofilia este fenómeno siempre es sinónimo de problemas y, en muchos casos, de regresión de la raza. Sin embargo, la raza schnauzer merece mucho más, sin ir más lejos porque los dos defectos que habitualmente se les imputa carecen de todo fundamento.

El tema de la preparación del manto se limita a tres o cuatro sesiones por año, exceptuando lógicamente los ejemplares de exposición, que necesitan una preparación más sofisticada. Este problema no me parece tan dramático como para influir en la elección de una raza.

Que el perro sea cabezota, obstinado y difícil de adiestrar no es del todo cierto. El schnauzer, especialmente el gigante, requiere simplemente una mano firme pero cariñosa, porque tiende a ofenderse cuando no recibe el trato respetuoso del que cree ser merecedor. Cuando se instaura una buena relación entre el perro y el conductor, el schnauzer se convierte en un animal fácil y resulta muy agradable trabajar con él.

Y no sólo esto, lo mejor de todo es precisamente que no obedece a las órdenes mecánicamente. El animal reflexiona, se pregunta si merece la pena someterse al individuo que lleva la correa. Y si decide que sí, la satisfacción del dueño será mucho mayor.

Su proceso de aprendizaje no tiene nada que ver con la obediencia ciega (y que a veces peca de limitada) que se suele inculcar, por ejemplo, a los pastores alemanes. Hay que verlo para creerlo. Tampoco se puede comparar la fragilidad y el nerviosismo que muestran algunas razas con el comportamiento atento, fiable, alegre y deseoso de mejorar del schnauzer.

El concepto alegría no es aplicable sólo a la forma de obedecer del schnauzer: alegría es la palabra clave que lo define.

En realidad, el aspecto grave y quizá un poco duro de su cara barbuda esconde un animal alegre, vital y juguetón hasta el final de sus días, un verdadero amigo de los niños que no se limita a soportarlos, como ocurre con muchas otras razas, sino que los ama profundamente y le encanta jugar con ellos.

Mi hijo, que tiene catorce años, juega desde hace seis en un equipo de fútbol formado por Marcos, Andrea, David, Johny, Enrique, Álex, Cristian, Francisco... y Devil.

Marcos es un «máster» de 35 años (un adulto de 35 años infiltrado en un grupo de jóvenes de doce o trece), y Devil, un perro de ocho años, también «máster», porque a esta edad un perro ya ha rebasado ampliamente la adolescencia.

No obstante, pese a la edad, tanto el animal como su dueño muestran el mismo espíritu de niños mayores y se encuentran totalmente a gusto en el equipo de fúbol. Es más, albergo la sospecha de que ha sido Devil quien ha enseñado a su amo a mantenerse joven y conservar tantas ganas de jugar.

Las tres razas

Los schnauzer se dividen en tres razas: mediano (Mittelschnauzer), gigante (Riesenschnauzer) y enano (Zwergschnauzer). No se trata de tres variedades porque, a pesar de tener características físicas casi idénticas (descritas en un estándar unificado), los schnauzer poseen diferentes aptitudes que no dependen exclusivamente de la talla.

Schnauzer mediano «plantado»

Schnauzer

Cuando se habla de schnauzer, sin más precisiones, se entiende que se está haciendo referencia al schnauzer mediano. El schnauzer mide entre 45 y 50 cm en la cruz, y posee un manto negro o sal y pimienta. Generalmente se le considera un perro de guarda. Es un animal muy atento, que no duda en pasar a la acción si alguien lo provoca, amenaza su territorio o a las personas de su familia. Sin embargo, no encaja en absoluto con la imagen clásica del perro guardián, dispuesto a mostrar los colmillos a la menor ocasión, sino todo lo contrario.

Este animal es un amigo maravilloso, un compañero de juego ideal para los niños y un excelente deportista, capaz de dar un rendimiento óptimo en pruebas de agility.

Puede vivir en un piso y no tiene necesidad de hacer tanto ejercicio físico como el schnauzer gigante, aunque necesita quemar energías obligatoriamente.

Una bicicleta será el mejor instrumento para acompañarlo a correr.

Schnauzer mediano ejecutando un ejercicio de agility

Schnauzer gigante

El schnauzer gigante (o Riesenchnauzer) tiene una talla entre 60 y 70 cm. Está incluido dentro de la categoría de perros de defensa, pero también puede desempeñar otras funciones. Su campo de acción abarca desde el deporte hasta la protección civil, pasando por la compañía y la guarda. En realidad, posee todas las cualidades de las demás razas de defensa, pero con una más de añadidura: un equilibrio exquisito, del que hacen gala la mayor parte de los ejemplares.

Llegados a este punto, me veo obligada a precisar que, en mis libros, cuando describo los rasgos del carácter de una raza, casi siempre debo especificar que me refiero únicamente a los ejemplares provenientes de buenos criaderos, seleccionados siguiendo criterios correctos y bien educados. Sobre los que no cumplen estos requisitos, me abstengo de comentarios.

El schnauzer constituye una excepción a la regla. A lo largo de muchos años, he visto ejemplares producto de apareamientos al azar (fruto de las típicas historias de amor de jardín, generalmente muy arriesgadas), educados como si fueran niños y no perros y a los que se les permitía hacer todo lo que les venía en gana, sin la más mínima pauta de adiestramiento.

Pues bien, si en tales circunstancias los pastores alemanes, los dóberman o los rottweiler manifiestan desequilibrios en el carácter, debo decir que los schnauzer gigantes me han parecido siempre muy juiciosos.

Quizá sean feos (lo cual no es de extrañar cuando no hay selección) o muestren ligeros trastornos (básicamente agresividad hacia sus congéneres e hiperprotección de su amo), pero en general basta un curso de adiestramiento para calmarlos, lo cual demuestra una vez más que el origen de un mal comportamiento es el error humano y no los problemas genéticos.

Sin embargo, esta constatación no debe incitar a comprar cachorros en cualquier parte, porque ciertamente hay grandes diferencias morfológicas y de carácter entre los ejemplares seleccionados y los que son producto de uniones espontáneas.

En cualquier caso, es innegable que ni los peores desastres en cuanto a cría pueden alterar la fiabilidad del carácter de los schnauzer gigantes. Este fenómeno constituye, a mi entender, uno de los factores más positivos de la raza.

La misma apreciación es aplicable al schnauzer mediano, por lo menos en los ejemplares que he visto personalmente.

Tengo que reconocer, no obstante, que poseo pocas referencias al respecto, porque la raza no goza de una gran difusión y son muy pocas las personas que adiestran a estos perros. Y es una verdadera lástima, porque el schnauzer es un animal con potencial para procurar muchas satisfacciones en el trabajo, independientemente de la talla.

Schnauzer gigante «plantado»

Schnauzer gigante adiestrado para misiones de protección civil

Schnauzer enano (Zwergschnauzer)

En alemán, Zwerg significa «enano, gnomo», y creo que si los pequeños schnauzer lo supieran se sentirían ultrajados y exigirían cambiar de nombre rápidamente. El schnauzer enano (30-35 cm en la cruz) no se considera a sí mismo un enano ni se cree pequeño.

Posee un corazón de león y un carácter extraordinariamente vivo. Por esta razón no duda en abalanzarse contra cualquiera que ose atentar contra la seguridad de su amo o de su hogar, sin mostrar signo de temor alguno.

Por su talla y su temperamento alegre, es un excelente perro de compañía. Pero también puede mostrarse como un guardián eficaz e incorruptible. Es evidente que sus dimensiones no le permiten imponerse en una pelea seria contra un maleante, pero le planteará la dificultad de tener que entrar en casa a escondidas, una empresa condenada al fracaso si un schnauzer enano está en la casa, puesto que dará la voz con todas sus fuerzas.

La valentía es el punto común entre el schnauzer enano y los terrier de los que desciende; con una diferencia importante: el schnauzer enano puede convivir pacíficamente con otros perros, incluso de su mismo sexo.

Por último, el enano es un deportista que puede obtener éxitos brillantes en las pruebas de agility-mini.

Schnauzer enano en un concurso de agility

Schnauzer enano «plantado»

Las tres tallas de schnauzer

Los orígenes

Los schnauzer son perros relativamente recientes (la raza se creó a principios del siglo XX) si atendemos al concepto actual de raza. Pero, en realidad, sus orígenes son muy antiguos, puesto que descienden directamente de los pinscher, que representan el equivalente alemán de los terrier ingleses.

Los primeros schnauzer eran pinscher, pero con el pelo duro, que dio el primer nombre oficial de la raza: Deutscher Rauhhaarriger Pinscher (pinscher alemán de pelo duro).

Desde sus inicios, la raza fue destinada a la caza de alimañas (sobre todo ratas), especialmente en las caballerizas, ya que estos perros se entienden perfectamente con los caballos. También desempeñaban otra tarea importante, que consistía en acompañar los coches tirados por caballos y las diligencias, asumiendo las funciones de custodia y defensa.

No se conocen con total certeza los orígenes de la raza. Dos cinófilos del siglo XIX, el doctor Reichenbach y el doctor Fitzinger, dan explicaciones contradictorias.

El primero sostiene que el pinscher de pelo duro deriva del cruce entre un caniche y un carlino, mientras que el segundo habla de cruces entre el bichón boloñés y el spitz alemán.

Asimismo, el doctor Fitzinger se refiere a un pinscher de talla superior (¿el antepasado del Riesenschnauzer?), que sería el resultado del cruce entre el caniche gigante y el spitz alemán; por otro lado, describe el «pequeño pinscher de pelo duro» (probablemente antepasado del Zwergschnauzer) como una versión ligeramente modificada del Affenpinscher.

Como ya se ha dicho, los schnauzer empiezan a llevar su nombre actual a principios del siglo XX. El término Schnauz se utiliza en Baviera para designar el bigote y, por extensión, al hombre bigotudo.

El primer estándar de la raza hacía referencia exclusivamente al schnauzer mediano, y admitía los pelajes amarillo-rojo y gris-amarillo. La talla enana recibió oficialmente la denominación Zwergschnauzer en 1910. La fundación del primer club de raza en Alemania tuvo lugar en 1921, fecha en la que también fue redactado el estándar del Riesenschnauzer.

Durante cierto tiempo se siguieron admitiendo varios colores, hasta que el estándar de 1956 limitó el color del manto al negro y al sal y pimienta. Por lo que respecta al schnauzer enano, el color plata no se reconoció hasta 1976, y el blanco, a principios de los noventa.

Inicialmente, la talla máxima del schnauzer gigante era de 75 cm, pero posteriormente se estableció en 70 cm para evitar la tendencia al sobrepeso y al fenómeno de linfatismo, que a menudo va ligado con la evolución de las razas hacia el gigantismo. En los años setenta se unificó la talla de machos y hembras (antes era de 60-65 para ellas, y de 65-70 para ellos).

Recientemente ha tenido lugar un cambio importante, considerado una pequeña revolución, que consiste en la prohibición de amputar las orejas y la cola, tal como se hacía en algunos países. Esta medida legislativa ha comportado un cambio significativo en el aspecto de los schnauzer, y ha causado notables problemas a los criadores. Sin embargo, todo parece indicar que el nuevo schnauzer gusta tanto como el antiguo. La vista no ha tardado en acostumbrarse a las orejas enteras, aunque quizás haga falta más tiempo para la cola. Sea como fuere, el schnauzer, aunque sea en versión integral, sigue siendo el mismo perro espléndido.

El schnauzer con orejas y rabo sin amputar