UNO

¿Dónde está Zephath?

Ultramar, 011.M31

El señor de la I Legión se sentó como lo hacía a menudo: recostado, en el trono adornado con marfil y obsidiana. El asiento formaba parte del trono y era una reliquia de Caliban que lo mantenía conectado a su mundo natal, pero también, una declaración de continuidad. Incluso aquí, a bordo de la barcaza de batalla Hazañas de Honor, el trono aseguraba a sus subordinados, y al propio León, que todo estaba en orden, tal y como pretendía el primarca. Sus codos descansaban sobre los brazos esculpidos del trono, pero tenía los dedos entrelazados frente a la cara, apenas tocándole los labios. No parpadeaba; el verde puro de los bosques de Caliban habitaba sus ojos, que miraban fijamente hacia delante. Observaban un hololito titilante que representaba a los Quinientos Mundos.

El gran reino de Ultramar. El Reino de Guilliman. Bastión del Este. El Muro Exterior. Había nombres de sobra para la confederación de mundos creados por Roboute Guilliman y sus Ultramarines de la XIII Legión. Ahora tenía otro.

Imperium Secundus.

¿Se trataba de una segunda oportunidad para la supervivencia de la humanidad o de un acto de traición que rivalizara con la rebelión de Horus? El León todavía no estaba seguro, pero había jurado que actuaría como su protector.

Sanguinius era el nuevo emperador, el líder que Horus debería haber sido. Era un hermano digno de tales juramentos, tal vez el único. Era el representante. Si no fuera por él, el León habría terminado con el Imperium Secundus antes de que se convirtiese en el acto de herejía que tan fácilmente podría haber sido.

Guilliman, el creador del gran proyecto, era el hombre de estado y administrador. El León no podía desacreditar los logros del hijo de Macragge; estos no tenían rival, excepto por el propio Imperio. Poseía una gran visión, atención al detalle y una energía implacable.

Debido a todas estas cualidades, Guilliman carecía de la fortaleza necesaria para gobernar el imperio que había creado. Era demasiado propenso a la diplomacia, y le gustaba demasiado firmar acuerdos. Incluso, en ocasiones, era demasiado pragmático. De todos los primarcas, solo Guilliman podía haber concebido el Imperium Secundus y haberlo hecho realidad en tan poco tiempo. En otros, tal planificación podría considerarse como cínica, pero la doctrina teórica y práctica de Guilliman era perfecta; un principio moral que tenía en gran estima.

Quinientos Mundos. Perdido entre ellos, estaba la presa del León: Konrad Curze, el Acechante Nocturno, otro de sus hermanos semidioses. Un loco dentro de un cuerpo sobrehumano. Un peligro real para todo lo que esperaban lograr con el Imperium Secundus.

Pero era más que eso: el asunto entre Curze y el León se había vuelto personal en el momento en que el Acechante Nocturno había intentado matarlo en Tsagualsa. Aún sentía vergüenza por haber perdido al primarca en Macragge. Tras eso, llegaron la muerte y la anarquía. Había sido humillado ante sus hermanos, les había mostrado su debilidad.

Curze se escondía en algún lugar de los Quinientos Mundos. El León lo encontraría. Había crecido cazando a las peores bestias que Caliban había albergado, con nada más que su astucia y su fuerza. Esto no era diferente.

Esta vez no dejaría escapar al Acechante Nocturno.

Había tres personas más en la habitación con el primarca. Además de haberse traído su trono de Aldurukh, al León lo acompañaba el personal más experimentado que tenía en la Razón Invencible: oficiales en los que confiaba, que habían demostrado ser dignos en muchas batallas junto al primarca. Stenius era ahora el capitán en funciones de la Hazañas de Honor. Su rostro medio paralizado, que contaba con ayuda biónica, brillaba bajo las luces de la sala de audiencias. Farith Redloss, teniente electo de la Dreadwing, era bajo y fornido; tenía la cabeza rapada y las mejillas rasuradas, pero una trifurcada barba negra. Holguin, alto y tan delgado como un perro de caza de excelente crianza, tenía el cabello teñido de rojo engominado hacia atrás y era el líder que habían elegido los veteranos de la Deathwing.

Una gran cantidad de comandantes, tenientes, capitanes y maestros esperaban las órdenes del primarca, pero ninguno con tanto entusiasmo como los tres Space Marines que compartían la cámara de mando con él.

¿Cuál de todos es Zephath? preguntó Holguin, mirando hacia arriba, a la pantalla hololítica que giraba suavemente por encima de ellos.

Ese respondió Stenius. El capitán tenía una caja de voz cibernética, cuyos tonos se esforzaban por transmitir los matices del habla. Si a eso se añadían los músculos atrofiados de su rostro, parecía un hombre desprovisto de toda emoción, pero el León sabía que nada más lejos de la realidad. Stenius presionó algunas runas en la cápsula de control de su mano y uno de los sistemas estelares se iluminó con un brillo azul. Designación terrana, Suspensión Sigma Cinco. Zephath. Cuerpo estelar aislado estándar, uno habitable, tres núcleos internos, cinco mundos de anillos externos. Instalaciones secundarias corrientes.

Lee el informe otra vez pidió el León en voz baja, dirigiendo su mirada hacia Holguin. El teniente electo levantó una ficha de datos.

Los bibliotecarios informaron sobre «una gran oscuridad que cae sobre un mundo gris y azul. Llamas interminables, una cacofonía de agonía vertida sobre los cielos. La masacre se expande con rapidez, portada por las alas de medianoche». Pudieron identificar a Zephath como el mundo de origen, mi señor.

Hay muchos sistemas sangrando en este momento, mi señor dijo Redloss. Los restos de las legiones de Lorgar y de Angron se han quedado dispersos por los Quinientos Mundos. ¿Qué os hace pensar que Curze está en Zephath?

Solo un puñado de personas conocía el verdadero propósito del León: una búsqueda para corregir el error que había cometido al permitir que Curze escapara. Para el resto de los Dark Angels, para Sanguinius y Guilliman, el León y sus guerreros estaban sellando las fronteras y llevando proyectiles y autoridad a los sistemas de los márgenes de los Quinientos Mundos.

Hermanito, sabes que admiro lo directo que eres dijo el León. Es la cualidad que más admiro en la Dreadwing. Pero, a veces, hay que prestar atención a las sutilezas. «Por las alas de medianoche». ¿Has escuchado una frase similar antes?

Los Night Lords a veces se describen a sí mismos como «vestidos de medianoche», mi señor dijo Stenius.

No parece suficiente, mi señor dijo Redloss. Y eso nos llevaría al borde de los Quinientos Mundos.

El primarca aceptó su opinión sin hacer ningún comentario.

Ya había considerado todas y cada una de las dudas que se habían planteado en voz alta. Por el contrario, la contribución de Holguin brillaba por su ausencia. El León extendió una mano hacia el líder fraterno de la Deathwing.

¿No vas a dar tu opinión sobre esto?

Ya conocéis mi postura, mi señor. No tengo nada más que añadir.

Por supuesto. Crees que no deberíamos preocuparnos por Curze. Crees que deberíamos abandonar la idea de llevar ante la justicia al individuo que ha matado a muchos de nuestros hermanos y a un incalculable número de personas.

No abogo por abandonar la caza objetó Holguin con vehemencia. Se le había encendido el rostro. No sé ni cuántos antiguos compañeros perdí en el conflicto de Thramas. Solo digo que es imposible. Curze podría estar en cualquier parte. Con toda probabilidad, ha huido de los Quinientos Mundos y ha desaparecido en la Tormenta de Ruina. Es mejor que usemos ese tiempo en garantizar la seguridad del nuevo Imperio, que es otro de nuestros deberes.

Curze es una amenaza para esa seguridad de la que hablas dijo Redloss. No puedes ignorarlo.

Yo Holguin respiró, apartó los ojos del León para mirar a Redloss y volvió a posarlos de nuevo sobre el León. Ya he dicho que se sabía cuál era mi opinión, pero eso no tiene nada que ver con la situación actual. Mi señor, obedeceré vuestras órdenes lo mejor que pueda, como siempre he hecho. Nadie luchará como yo por vos.

Lo sé dijo el León. Se puso de pie y posó una mano con cuidado sobre el protector de hombro de Holguin. No creas que confundo desacuerdo con deslealtad. Las dudas que se manifiestan en voz alta no me preocupan. No, es la disidencia enmascarada a la que debemos temer siempre.

El León se alejó, atravesando la proyección de hololito; por un momento, los Quinientos Mundos le iluminaron. Levantó una mano como si quisiera arrancar a Zephath del mapa. En su lugar, lo acunó con la palma.

Tu razonamiento tiene lógica, Holguin. Hay quinientos mundos para elegir. ¿Por dónde empezar? Hubo una docena que lo buscaron, sin hallar ni siquiera un susurro del Acechante Nocturno. Tan solo perseguían sombras explicó. La mano del primarca recorrió decenas de sistemas estelares, y apuntó con un dedo a Macragge antes de regresar a Zephath. Supongo que, si fuera otro, el hecho de que una flota vengativa lo persiguiera, lo haría retirarse rápidamente. Buscaría poner la mayor distancia posible entre sí mismo y Macragge. Como afirmas, podría incluso intentar atravesar la Tormenta de Ruina más allá del alcance de la luz del faro de Sotha. Eso sería lo lógico.

Pero Curze es una criatura incapaz de dominar su propia maldad, y es su locura quien lo guía. No puede evitar dejar un rastro de sangre y horror. A cada paso que da, tiene que dar rienda suelta a su deseo de hacer daño. Curze no quiere nada de Horus, desprecia tanto al señor de la guerra como al Emperador. Es esclavo de la paranoia y de los delirios que hablan de libertad. Te equivocas, Holguin, porque tú estás cuerdo y razonas.

En ese caso, mi señor, ¿cómo podemos predecir el comportamiento de lo irracional? Si Curze carece de juicio o no sigue ningún patrón, eso lo hace incluso más difícil de encontrar, no más fácil.

Exactamente. Es impredecible; no podemos anticiparnos a su próximo ataque y, por lo tanto, nos vemos obligados a ir detrás de él. Curze es un depredador, lo encontraremos por los restos de su presa. Es por eso que no podemos dejar la caza a la sabiduría convencional, sino que debemos confiar en los activos más etéreos e intangibles que tenemos a nuestra disposición. Las visiones de disformidad de los bibliotecarios no son descripciones, son sueños a medias, formados tanto por el deseo y la emoción como por la realidad. Curze no puede esconderse de ellas, al igual que no puede esconderse de su propia naturaleza.

Holguin seguía sin parecer convencido, pero esa no había sido la intención del León. El teniente electo había sido sincero, una vez más, en su declaración de obediencia y eso era todo lo que el León quería. Compartía sus pensamientos simplemente por darles forma, confiando en que la vocalización de las ideas abstractas las convirtiera en un plan de acción.

Debo dar órdenes a la flota, mi señor dijo Stenius. Observó el mapa durante unos segundos. ¿Debemos reunirnos directamente en Zephath, o designamos un sistema de paso antes del traslado final?

El León pensó en ello de regreso al trono. Se sentó, reposó las manos en los brazos de la enorme silla, y miró a cada uno de sus oficiales.

Que cada barco se dirija a toda velocidad hacia el sistema de Zephath. Que creen un perímetro armado alrededor de los mundos centrales y que ningún navío abandone el sistema. No se abrirá fuego, excepto si es para defenderse o para hacer cumplir el bloqueo, como está establecido en mis órdenes vigentes. Que esperen la llegada de la Hazañas de Honor.

Los demás asintieron aceptando las órdenes. Era la tredécima vez que la flota llevaba a cabo acciones como esas, pero el León no consentiría un exceso de confianza.

Si Curze está allí, me encargaré de él personalmente.