HACIA EL CONGRESO:
IZQUIERDA Y DERECHA
La incorporación de Richard Francis Phillips y Manabendra Nath Roy al Partido Socialista Mexicano debió de producirse al iniciarse 1919, antes de la convocatoria al congreso y antes incluso de que el proyecto de El Heraldo tomara forma. Roy, en esos días, había decidido intervenir más activamente en la vida social mexicana y daba conferencias frecuentemente en su casa, en la calle de Mérida, que aunque limitadas en su mayoría a la defensa de la India contra el imperialismo británico, tocaban temas más generales y se comenzaba a hablar del imperialismo americano y de la Revolución rusa. José C. Valadés, entonces un adolescente con inquietudes políticas muy difusas, asistió a varias de estas conferencias y recuerda: «Reinaba con mucha sencillez la filosofía india, para enseguida hacerla influencia sobre la vida en Oriente, pero principalmente en Rusia. Así ligaba lo oriental a lo ruso; después lo ruso a lo occidental. Finalmente, hacía esplender una existencia universal sin dominio imperial, una Rusia libre, un mundo libre».
Por esos meses, Gale inició también su aproximación al PSM. El primer contacto que puede registrarse es una colaboración en su revista del editor de El Socialista, Francisco Cervantes López.
Todos los testimonios de la época coinciden en señalar la debilidad del Partido Socialista. Phillips habla de «cinco gatos» que limitaban sus actividades a la propaganda; Roy menciona que el grupo no pasaba de la docena. Esta debilidad era expresión de la ausencia del marxismo en el movimiento obrero mexicano. Contra lo que han afirmado varios historiadores, no existía en México ningún núcleo «marxista revolucionario» y el marxismo, en su variante más socialdemócrata y conservadora, era monopolio del diminuto PS.
Para junio de 1919, el partido se encontraba más debilitado aún. Nicolás Cano, su único dirigente con influencia en el movimiento sindical, se había retirado desde febrero a su tierra natal, Guanajuato, y la represión al Gran Cuerpo, tras la huelga magisterial de mayo, había roto los endebles lazos del partido con el movimiento sindical, que se encontraba ahora en la capital en una situación catastrófica.
La represión al movimiento con el cierre de locales y la ofensiva patronal que siguió alcanzó también, aunque lateralmente, a Gale, cuando el 11 de junio fue detenido por la policía reservada, acusado de «fabricar substancias anticonceptivas y hacer propaganda contra la concepción sexual». Multado con 500 pesos y 15 días de cárcel, a petición de las autoridades sanitarias, fue liberado por intervención del ministro de Gobernación.
El citatorio al congreso, fechado originalmente para el 15 de junio, fue pospuesto primero para el 15 de agosto y después para el 25. Parecía que la iniciativa estaba condenada a la muerte.
En estas condiciones, Roy y Phillips decidieron darle un impulso a la propaganda del partido y remodelaron El Socialista. Se trataba de convertir el pequeño pasquín de ocho páginas en una revista de 32, con pastas de cartón, abundantes artículos sobre el movimiento obrero internacional y material para el debate ideológico y de principios. La revista, que continuó con la numeración de El Socialista y su nombre, aunque prescindiendo del El, aparecía dirigida por Cervantes López, aunque lo estaba realmente por Roy, quien además la financiaba, y salió a la luz el 1º de agosto. En ella aparecían artículos de Roy sobre la India; de Evelyn Roy, sobre problemas de la mujer; un llamado al futuro congreso firmado por Cervantes López y material de un debate interno del PSM firmado por Gale. En el editorial, se informaba que la revista sería quincenal, se precisaba su carácter como un centro para el debate y el estudio de los problemas sociales, y se invitaba a las corrientes no socialistas a la participación. Tenía dos anuncios en la tercera de forros, uno de Gale’s Magazine y otro del despacho laboral de Adolfo Santibáñez. Abundaba la información internacional sobre Alemania, Italia e Inglaterra; artículos tomados de Vorwaerts de Berlín, The Call de Nueva York y la prensa comunista rusa. Lo más interesante era un artículo de L. A. Gale titulado «El deber de los socialistas mexicanos», en el que se proponía la defensa del Gobierno de Carranza ante la inevitable invasión norteamericana, cuyo contenido había provocado choques en la sesión del partido del 11 de julio de 1919. Lo curioso es que Gale se definía como miembro del «ala izquierda del PSM». Yendo más allá que en otros textos procarrancistas publicados en su revista, afirmaba: «Mientras tanto, aunque yo pertenezco a lo que se conoce como la izquierda del Partido Socialista, y aunque de costumbre no creo en los compromisos, pido que el partido coopere con el Gobierno mexicano tanto como le sea posible. Creo que el Gobierno de Carranza ha hecho una obra buena en consideración de todas las circunstancias».
Las frases eran muy polémicas a tan sólo dos meses de la represión militar y policiaca a la huelga magisterial y el cierre de los locales sindicales por el Gobierno de Venustiano. Phillips, que había combatido la represión carrancista desde las páginas en inglés de El Heraldo, a pesar de su incómoda situación, sin duda debe haberse opuesto.
En el número 39, publicado el 15 de agosto, además de abundar en la línea marcada en el periódico anterior, El Socialista publicaba un artículo de Enrique H. Arce que atacaba violentamente a Morones y proponía la reorganización del sindicalismo dirigida por el socialismo revolucionario. Si algo caracterizaba estos dos números era el absoluto distanciamiento de la revista y, por tanto, del partido, del movimiento obrero. Ni un artículo, ni un debate en torno a los problemas organizativos de la clase obrera. ¿Qué posibilidades podía entonces tener el congreso? ¿Podría el Partido Socialista apoyarse en otras organizaciones en el interior del país?
En agosto de 1919, existían en México varios partidos regionales con alguna influencia en el movimiento obrero y campesino. Sin duda, el más importante era el Partido Socialista de Yucatán, nacido en 1916 como combinación de las actividades de la Casa del Obrero Mundial y el Gobierno regional de Salvador Alvarado, y que, desde 1917, era dirigido por Felipe Carrillo Puerto, quien un año más tarde ocuparía interinamente el Gobierno del estado y sería diputado federal. Basado en algunos grupos obreros y magisteriales de Mérida, y con su punto de apoyo en las Ligas de resistencia en el campo yucateco, el PSY manejaba un concepto del socialismo enmarcado en una línea de reivindicaciones económicas globales y trabajo electoral, combinado con la organización de las Ligas. En marzo-abril de 1919, en su congreso celebrado en la ciudad de Motul, tan sólo la voz de Haberman había dado un contenido socialista a los debates, al introducir, en medio de discusiones sobre educación y agricultura planificada, una explicación del socialismo al siguiente tenor: «Consiste en que toda la riqueza pública, los ferrocarriles, las tiendas y en Yucatán también los campos henequeros pertenezcan a los obreros». Tras el congreso de Motul, el partido intensificó la organización campesina y desarrolló una gran agitación agraria que, al inicio de 1919, lo llevó a chocar contra el Gobierno central. Tras la decisión de la Secretaría de Agricultura de no proceder al reparto de los terrenos henequeros, la traición del gobernador Castro Morales y el inicio de la represión contra las Ligas, el PSY se encontraba a la defensiva. Las elecciones estatales que deberían celebrarse a fin de año se presentaban como muy difíciles para los socialistas yucatecos con el apoyo definido del Gobierno central a la candidatura del liberal Mena Brito, aliado a los militares.
El PSY no era el único partido «socialista». Desde abril de 1919, existía en Michoacán un pequeño partido socialista, el PSM, dirigido por Isaac Arriaga, también originado en militantes de la Casa del Obrero Mundial, que tenía un proyecto electoral y un pequeño trabajo de organización campesina. Su dirigente, denunciado como bolchevique, había sido detenido en Uruapan el 25 de abril, acusado de repartir la tierra. Había, asimismo, un partido socialista en Hidalgo y otro en Puebla, el primero muy vinculado a Morones y el segundo con muy poca implantación en el fuerte movimiento sindical local. Ninguno de ellos podía ser caracterizado como un partido socialista en el sentido estricto de la palabra. El marxismo era prácticamente desconocido dentro de estos pequeños aparatos que, surgidos del anarquismo de la Casa del Obrero Mundial e influidos por las tesis de la acción múltiple de Tudó y Morones, habían desarrollado una política de organización sindical y agraria, y comenzaban a incursionar en las luchas electorales vinculados a caudillos regionales del ala izquierda del carrancismo, como Alvarado o Múgica.
No existían tampoco grupos marxistas dentro del movimiento sindical, aunque dentro de la CROM, la tendencia acaudillada por Morones tenía algunos puntos de apoyo en organizaciones sindicales que creían en la posibilidad de combinar la lucha reivindicativa con la acción electoral. Solían ser grupos que en su desarrollo habían encontrado la benevolencia de caudillos militares, si no es que el declarado apoyo de caudillos revolucionarios, como Cándido Aguilar en Veracruz (los grupos de Orizaba), Enrique Estrada en Zacatecas (la Cámara del Trabajo) o Espinosa Mireles (la dirección de la Unión Minera Mexicana).
Estos grupos de militantes, aunque formados muy superficialmente en el anarquismo, sólo habían tomado de éste el lenguaje, el discurso contra la explotación capitalista y la retórica humanista, así como los conceptos organizativos que les habían llegado del anarcosindicalismo español. Eran minoritarios y se movían en un clima político frente a sus bases, en las que abundaba la desconfianza hacia la «política», reafirmada plenamente por los tres últimos años de ingratas experiencias. Lo dominante en el movimiento obrero de la época era un sindicalismo influido por el anarquismo, antipolítico y minoritario en los centros de trabajo, aunque bastante unánime en los cuadros militantes, las organizaciones de afinidad y las redacciones de los periódicos obreros.
El proyecto socialdemócrata esbozado en el programa preliminar que Santibáñez y Cervantes López habían puesto a circular en la convocatoria socialista podía vincular a los partidos regionales de zonas no industriales, pero difícilmente podría cautivar a los núcleos sindicalistas de los centros obreros del país. Pocos podían ser los puntos de apoyo en el D. F., quizá algún miembro del extinto Gran Cuerpo y, sin lugar a dudas, Ferrer Aldana, en solitario, y probablemente lo que quedaba de los Jóvenes Socialistas Rojos.
Los Jóvenes Socialistas Rojos habían nacido en diciembre de 1919 como la juventud militante del Gran Cuerpo Central de Trabajadores y tenían la estructura y la ideología de los grupos anarquistas de afinidad que se multiplicaron en el país a lo largo de aquellos años, por lo que habían participado en la convocatoria al congreso de grupos anarquistas que se citó en marzo y que no habría de realizarse. Sus dirigentes eran Nicolás Ramos García, Martín de la Rosa, el tranviario Diego Aguillón, Guillermo Santiesteban y entre sus miembros estaban el carpintero Eduardo Camacho y el mecánico de los Establecimientos Fabriles y Militares José Allen. El trabajo que realizaron de diciembre de 1918 a mayo de 1919 consistió en conferencias de Rosendo Salazar, algunas particularmente extrañas, como «¿Qué es el concierto cósmico?», de Gonzalo Lecuona sobre sexualidad y de Jacinto Huitrón sobre sindicalismo. Además, promovieron las clases de gimnasia, aprovechando la estancia en México de un «compañero sueco», y la formación de una orquesta y de equipos deportivos. En febrero, una parte del equipo fundacional renunció y otro grupo, encabezado por Jesús Hernández, se hizo cargo. Al fin, en mayo, la represión contra el Gran Cuerpo los dejó sin local y desarticulados, y al llegar agosto estaban muy mermadas sus filas y sin posibilidades de reorganizarse.
Pero si bien en la izquierda sindical el congreso socialista no tenía grandes perspectivas, entre abril y agosto de 1919 se habían producido algunos movimientos importantes entre la derecha sindical, y el congreso resultaba interesante para el grupo de la acción múltiple. El Grupo Acción había visto en el movimiento de mayo, a pesar de las estrechas relaciones de Morones con el Gobierno, la imposibilidad de profundizar su alianza con Carranza, y comenzó a moverse en el mar electoral que en aquellos meses se había desatado en la República para las elecciones de 1920. Morones y sus compañeros realizaron sondeos entre los tres candidatos: Álvaro Obregón, Pablo González e Ignacio Bonillas (el hombre de Carranza), y se decidieron por Obregón. El 6 de agosto de 1919, los miembros del Grupo Acción firmaron, a espaldas de la CROM, un convenio privado con Obregón, comprometiéndose a apoyarlo electoralmente. Aunque en el texto subyacía que la CROM quedaba comprometida con el pacto, ninguno de los cuatro secretarios del Comité Nacional lo firmaron, y el apoyo se estableció a través del control que el Grupo Acción ejercía en la central. A cambio del apoyo electoral, Morones, Yúdico, Moneda, Gasca, Treviño y sus compañeros obtuvieron la promesa de que el próximo ministro del Trabajo del gabinete, si Obregón triunfaba, sería uno de ellos, que tendrían opción a proponer un candidato al ministerio de Agricultura, que el CC de la CROM sería el interlocutor obligado entre el Estado y el movimiento obrero, y que además recibirían apoyo económico («facilidades para la propaganda y la organización obrera»). En el documento se asentaba que el grupo formaría un partido para ofrecer este apoyo electoral.
Así, y con la urgencia de construir un aparato con el que cumplir su compromiso, los miembros del Grupo Acción veían en la convocatoria socialista la posibilidad de construir el partido que necesitaban.
NOTAS
a) Fuentes: Francisco Cervantes López, «Socialismo», en Gale’s Magazine, abril de 1919. R. F. Phillips, «From Mexico to Moscow». Roy, Memoires. José Allen (como Alejo Lens), en La Voz de México. El Socialista, febrero, 1 y 15 de agosto de 1919. El Dictamen, 15 de junio de 1919. «Sindicalismo a base de socialismo revolucionario». Paoli-Montalvo, El socialismo olvidado de Yucatán. «Primer congreso socialista celebrado en Motul». Bartra, El Zapatismo con vista al mar. Fuentes Díaz, Los partidos políticos en México. Luz, 16 de abril de 1919. El Pueblo, 19 de enero, 15 y 22 de febrero, 15 de marzo, 26 de abril, 25 de julio, 19 de diciembre de 1919. Libertario, 2 y 9 de marzo de 1919. El Demócrata, 3 y 15 de febrero, 15 de junio, 13 y 25 de julio, 11 de agosto, 12 de septiembre, 30 de octubre de 1919. L. Araiza, Historia.
b) Lo que aquí se narra muy lejos se encuentra de la versión magnificada que algunos historiadores comunistas han difundido sobre el efecto de la Revolución de Octubre en el movimiento obrero mexicano. En ensayos que sorprenden por su falta de información, abundan párrafos como éstos: «A los ojos de las grandes masas, la salida se hallaba en el ejemplo de los obreros y campesinos rusos […]. La gran revolución socialista de octubre ejercía una profunda influencia y llamaba a seguir el ejemplo de los bolcheviques», Arnoldo Martínez Verdugo, «Partido Comunista Mexicano, trayectoria y perspectivas». «Es la revolución socialista de octubre la que viene a iluminar el camino […], a mostrar la senda segura por la que había que caminar», diría Dionisio Encinas en «La revolución socialista de octubre y su influencia en el desarrollo del movimiento revolucionario en México». Pero si en los textos de estos dos exsecretarios generales del PC hay magnificación, en historiadores como el ruso Boris Koval (La gran Revolución de Octubre y América Latina) lo que abunda es desinformación organizada. Su libro tiene como punto de partida el que la Revolución de Octubre influyó en América Latina, y todo el problema es encontrar fuentes (la importancia y la valoración de ellas es lo de menos) para probarlo.
Otro de los muchos mitos en la historia del PCM es el de la existencia, previa al partido, de marxistas revolucionarios dispersos. Esta tesis es avalada por Martínez Verdugo/PCM, Lino Medina («La fundación y los primeros años del PCM»), I. Vizgunova («La situación de la clase obrera en México»), Marcela de Neymet (Cronología del Partido Comunista Mexicano) y Márquez y Araujo (El Partido Comunista Mexicano). Se cita en su apoyo la existencia del grupo de los Jóvenes Socialistas Rojos, que, como se verá, era de forma e ideología un grupo más bien cercano al anarquismo; del grupo de Díaz Ramírez en Veracruz (se trata del grupo Antorcha Libertaria, formado en 1919 y en el que confluían anarquistas, sindicalistas industriales de la IWW y sindicalistas revolucionarios); del grupo de Soria en Michoacán (tal grupo nunca existió, Soria se incorporó al PC hasta 1921) y es mencionado por todos ellos el Grupo Marxista Rojo, de Cano y Mauro Tobón. Este último nace de una confusión originada en el texto de R. Salazar y J. G. Escobedo, Las pugnas de la gleba, en que fuera de contexto habla de un Grupo Marxista Rojo, refiriéndose a los dos militantes mencionados; ni existió con tal nombre, ni fue un grupo (sino el Partido Comunista Revolucionario), ni los acontecimientos se produjeron antes del surgimiento del PC, sino hasta 1921. Tobón fundaría en 1922 un grupo en Orizaba con ese nombre. Quizá en esto se generó la confusión. Estas informaciones pasarían dentro del amplio contexto de desinformación y errores en los que se encuentra sumida la historia del comunismo mexicano, si no fuera porque reunidas así parecen instrumentar la tesis falsa de que el partido surge como producto de la difusión del marxismo y es el encuentro de una serie de grupos marxistas dispersos, y no de la forma que se narra en estas páginas.
c) «Se forme»: en la transcripción que han seguido autores contemporáneos del pacto del Grupo Acción con Obregón, se lee equivocadamente «el partido que se formó», lo que supondría la existencia de un partido previo al pacto, en lugar de «el partido que se forme», que es lo que verdaderamente dice el original.