
Hasta hace poco más de cien años, la única forma de ver el interior del cuerpo humano era abriéndolo. Todo comenzó a cambiar en diciembre de 1895 cuando el físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen, intrigado porque al poner en marcha un tubo catódico en una esquina de su laboratorio se iluminaba un bote de sales de bario que tenía en la otra punta pese a que entre ambos objetos tenía gran cantidad de libros, pidió a su mujer, Ana Bertha, que pusiera la mano entre el tubo catódico y una placa fotográfica, logrando así la primera y más conocida radiografía de la historia: la mano de su mujer.
El descubrimiento asombró al mundo y rápidamente la medicina empezó a utilizar los rayos X para descubrir diferentes lesiones del cuerpo humano, especialmente las óseas y las pulmonares. Nacía así la radiología como especialidad médica, que en la actualidad se ha convertido en imprescindible para el diagnóstico y, en menor medida, para el pronóstico y el tratamiento de las enfermedades.
Sin embargo, existía una zona del cuerpo en la que los estudios con rayos X no resultaban útiles: el cerebro. Las radiografías de cabeza mostraban solo los huesos del cráneo mientras el cerebro permanecía como un área gris.
El ingeniero electrónico inglés Godfrey Hounsfield pensó que había que hacer algo partiendo de la utilización de los rayos X. En la década de 1970, Hounsfield realizaba sus investigaciones en la empresa discográfica Electric and Musical Industries Ltd. (EMI), compañía nacida en 1931 como resultado de la fusión de las también discográficas británicas Columbia Graphophone Company y Gramophone Company. La compañía disfrutaba de unos más que saneados beneficios gracias a que una de sus áreas de negocio se encargaba de la producción de los discos de los Beatles. Gracias a estos sustanciosos ingresos, la discográfica invirtió en varios proyectos de investigación, entre ellos el dirigido por Hounsfield y que llevó al descubrimiento de la tomografía axial computarizada (TAC). Fue en EMI donde Hounsfield se dedicó en 1951 al desarrollo del radar y de las armas guiadas, y a liderar, años más tarde, el diseño y la construcción del primer ordenador completamente transistorizado de Gran Bretaña. Música y ciencia se unían así y conseguían unos resultados que la ciencia médica tiene muy presentes en su actividad cotidiana.
Con esos antecedentes y el apoyo financiero de EMI, Hounsfield empezó a investigar sobre las limitaciones de los originales rayos X, basando sus investigaciones en la idea de que en las radiografías había más información de la que se capturaba en la película; pensaba que el desarrollo de la computación podría ayudar a obtener la información que faltaba.
Un examen con rayos X da como resultado una imagen bidimensional en la que los tejidos se superponen, pero ¿qué pasaría si se realizaran pruebas de rayos X desde distintos ángulos? ¿Podría verse la anatomía con más detalle y en tres dimensiones? A partir de esta idea, Hounsfield fue recopilando información de los rayos X desde todos los ángulos, que generaban una sucesión de imágenes axiales que eran enviadas a una computadora que, a su vez, creaba una imagen tridimensional con toda la información recogida.
Así nació en 1971 la tomografía computarizada (TC) o escáner, que en sus inicios solo se dedicaba a escanear el cerebro. A partir de ese momento, la TC reemplazó las placas radiográficas por detectores de radiación que giraban alrededor del paciente durante la realización del estudio. Estos detectores transformaban la radiación en señales eléctricas que se transmitían a una computadora, que a su vez reconstruía las diferentes densidades en una pantalla de televisión. El invento de Hounsfield hizo que las imágenes que los médicos obtenían de la cabeza pasaran de ser básicamente de los huesos del cráneo a que se pudiera observar el tejido blando del cerebro, ayudando a la localización, entre otros casos, de tumores cerebrales.
Silvia Badillo Rodríguez-Portugal
Radióloga del Servicio de Diagnóstico por la Imagen del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
Ya en su infancia, la arqueología y el mundo egipcio habían despertado un especial interés en la doctora Silvia Badillo, radióloga del Servicio de Diagnóstico de la Imagen del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. Tuvieron que pasar unos cuantos años de profesión médica hasta que pudo concluir que ambas disciplinas confluían y que daban origen a un proyecto fascinante, que tomó cuerpo tras una conversación que mantuvo con un amigo productor de televisión con el objetivo de mezclar periodismo y medicina, y darle un «aire creativo» a la radiología que permitiera aportar algo interesante y novedoso.
A partir de ahí, se pusieron en contacto con el director del Museo Arqueológico Nacional (MAN), Andrés Carretero, para exponerle la idea, que, para su sorpresa, fue especialmente bien acogida. El objetivo era simple pero considerablemente complejo, y consistía en escanear las momias del MAN y mostrar posteriormente los resultados del diagnóstico por medio de un documental en TVE.
La doctora Badillo recuerda que notó una mezcla de alegría, entusiasmo y nerviosismo por parte de los asistentes a esa primera reunión en el Museo, aunque también cierto reparo e incredulidad en que el proyecto pudiera salir adelante. Eran conscientes de que se necesitaban autorizaciones ministeriales y que tendrían que pasar por muchos trámites burocráticos, pero sin duda lo que más le inquietaba era exponer el proyecto en el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, en el que formaba parte del Servicio de Diagnostico por la Imagen. La sola idea de tantear llevar unas momias a un hospital de referencia como el situado en la localidad madrileña de Pozuelo, le generaba cierta preocupación. Así fue hasta que un buen día se lanzó y, no sin un cierto grado de nerviosismo, le propuso la idea a su jefe, el doctor Martínez de Vega. La escuchó con gesto serio, tomando en consideración todo lo que le decía, y para su asombro le contestó: «Es muy buena idea… Voy a ver qué puedo hacer…».
El abordaje diagnóstico es el mismo para una momia que para una persona viva, con la salvedad de que el cuerpo de la momia es inerte, no hay un corazón latiendo ni unos pulmones respirando, detalles que influyen en la calidad de la imagen y la posterior interpretación de los estudios. No es un cuerpo que se mueva y eso es una gran ventaja, porque permite un estudio libre de artefactos por movimiento. La sensación que provoca estar frente a la mesa del escáner con un cuerpo momificado de hace miles de años es de un profundo respeto, responsabilidad y curiosidad. La interpretación del estudio intenta ser la misma que con un paciente vivo, aunque los especialistas tuvieron que enfrentarse a enormes dificultades como consecuencia de los vendajes y materiales con que se momificaron los cuerpos, la deshidratación de los órganos, etc.
Una de las primeras dificultades con las que se encontraron fue de tipo técnico al tener que interpretar algunas imágenes como consecuencia de la interposición de los vendajes. Los materiales de alta densidad, como las resinas con las que embalsamaban los cuerpos, habían profundizado tanto a través de los vendajes, que habían terminado penetrando en el hueso de algunas momias, llegando incluso a la médula de las vértebras. Las reconstrucciones 3D fueron muy laboriosas, porque resultaba complicado aislar el propio cuerpo de los vendajes.
También se tuvieron que enfrentar a serios problemas de tipo organizativo, ya que no resulta fácil concertar días concretos para reunir a diferentes personas de ámbitos tan distintos, con horarios dispares, etc., aunque esas reuniones eran necesarias, entre otras cosas, para que médicos y arqueólogos pudieran interpretar los hallazgos radiológicos, muchos de ellos relacionados con amuletos, iconografía egipcia, lectura de jeroglíficos, etc.
El escáner de última generación del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid ha demostrado tener una altísima resolución para explorar el interior de los cuerpos momificados. Ha permitido analizar, capa por capa, los enigmas que ocultaban bajo los vendajes y descubrir las sorpresas que Nespamedu nos tenía preparadas. El escáner ya se utiliza en la vida cotidiana para acceder al interior de objetos, como maletas en los aeropuertos, o en autopsias para intentar deducir las causas del fallecimiento, pero con este proyecto se ha puesto de manifiesto la utilidad de la TC en los campos de la paleopatología, la arqueología y la antropología forense.
La doctora Badillo confiesa que la experiencia la ha enriquecido considerablemente. «Esta es la primera vez que realizamos un trabajo conjunto con especialistas de campos tan diferentes al nuestro: egiptólogos, conservadores de museos, transportistas de mercancías delicadas, fotógrafos, técnicos de imagen y sonido, periodistas, directores de producción, especialistas en reconstrucción virtual de patrimonio histórico, escultores etc. Y sinceramente creo que el éxito de este proyecto ha sido posible gracias a un trabajo conjunto exquisito, en el que cada uno de nosotros se ha sentido una pieza clave de este puzle». (M. Armengol)
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De todos modos, poco tenían que ver las primeras TC con las que conocemos ahora. El primer prototipo, construido en el Atkinson Morleys Hospital, en el Reino Unido, tardaba cinco minutos en captar la imagen del cerebro, pero su reconstrucción llevada a cabo por los ordenadores de la época requería toda una noche.

Descubrimiento casual. La mano de Ana Berta, esposa del físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen, fue la primera y más conocida radiografía de la historia. Se trató de un hallazgo casual, ya que el científico quería comprobar por qué un tubo catódico iluminaba un bote de sales de bario situado en la otra punta de su laboratorio, para lo que solicitó a su mujer que pusiese en medio su mano. Era un día de noviembre de 1895 y se acababan de descubrir los rayos X.
En 1979, Hounsfield y el radiólogo sudafricano James Ambrose presentaron sus investigaciones en el XXXII Congreso del Instituto Británico de Radiología, hecho que supuso un hito histórico de la ciencia médica. ¡Por primera vez en la historia de la humanidad se podía ver un cerebro sin necesidad de abrir el cráneo!
Hounsfield siguió perfeccionando su creación y presentó el escáner de cuerpo completo. Ese mismo año recibió el premio Nobel «por sus aportaciones al desarrollo del escáner y su empleo en los diagnósticos clínicos, y en especial por las mejoras aplicadas a la tomografía asistida por ordenador», según rezaba el documento de la Academia Sueca que anunciaba el galardón.
Hounsfield compartió el Nobel de Medicina y Fisiología con el físico e ingeniero electrónico sudafricano-estadounidense Allan M. Cormack, por el descubrimiento y desarrollo de la TAC, ya que en 1967 publicó sus primeros trabajos sobre esta técnica, que fueron la referencia de las investigaciones de Hounsfield.
Del inicial EMI Scanner de Hounsfield a las TC actuales existen notorias diferencias, ya que las primeras pruebas se realizaban con un único tubo de rayos X que giraba alrededor del cadáver con el que Hounsfield realizaba sus pruebas en el Atkinson Morley Hospital. En definitiva, nueve horas para captar la imagen y un procesado de la misma que duraba varios días.
En 1971 ya se conseguían adquisiciones de cinco minutos, aunque se requerían ocho horas de posprocesado. Poco a poco, los equipos fueron aumentando la velocidad de adquisición de la imagen y las mejoras en el mundo de la informática permitieron una reconstrucción de la imagen mucho más veloz.
En la consecución de estas progresivas mejoras influyó el aumento del número de detectores en los equipos: de cuatro filas en 1998 a 256-320 en la actualidad, lo que permite realizar análisis de partes más amplias de la anatomía en cada segundo. Esta evolución ha llevado a tiempos de exploración cada vez más breves y a cubrir órganos completos, como el cerebro o el corazón, en un solo giro, lo que ha ayudado a mejorar la precisión.

Primer escáner. Un paso de gigante en la radiología lo dio el ingeniero electrónico inglés Godfrey Hounsfield, que trabajaba en la discográfica EMI, productora de los discos de los Beatles. Consciente de las limitaciones de los rayos X, Hounsfield se propuso investigar alternativas. Tras comprobar que en las radiografías existía más información de la que se capturaba y pensando que el desarrollo de la computación podría ayudar a obtener los datos que faltaban, creó, en 1971, la tomografía computarizada (TC) o escáner.
La disminución de la radiación que recibe el paciente ha sido otro de los caballos de batalla al ser la tomografía computarizada la tecnología de estudio que más radiación emite. Una tomografía computarizada abdominal con un equipo convencional emite una radiación equivalente a 500 radiografías de tórax, dosis en cualquier caso muy inferior a la que recibían los pacientes que se sometían a estudios de larga duración con los primeros equipos.
La aparición de la TC Revolution, de General Electric Healthcare, que posee el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid ha significado dar un paso de gigante, ya que ha permitido reducir la radiación en más de un 80 % respecto a estudios similares. Esta nueva tecnología representa un salto cualitativo respecto a los equipos tradicionales, porque es capaz de tomar imágenes del paciente a gran velocidad, lo que por ejemplo permite estudiar el corazón en una fracción de latido (0,28 segundos) y obtener así imágenes de las arterias coronarias con alta definición y sin la degradación causada por los movimientos cardíacos.
Además de la velocidad, otra gran aportación de este nuevo equipo es la capacidad de adquirir imágenes con dosis de radiación muy bajas. El nuevo escáner abre grandes posibilidades, hasta ahora vedadas, como es el caso de poder usarlo en niños cuando haya una clara indicación clínica.
La baja radiación resulta especialmente útil para pacientes con sospecha de enfermedad que deben someterse a estudios periódicos para controlar la evolución de sus patologías, como por ejemplo los enfermos oncológicos o aquellos con algún tipo de anomalía vascular, como los aneurismas.
Entre unos y otros, miles de pacientes se aprovechan de las bondades de los equipos de última generación del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid: pacientes con traumatismos a los que se puede detectar hemorragias, lesiones de los órganos internos o fracturas; pacientes fumadores que se pueden someter a un cribado para detectar cáncer de pulmón de forma precoz; pacientes a los que se puede diagnosticar un tumor y su posible extensión; pacientes en los que se tienen que estudiar las patologías de la médula espinal o de la columna vertebral, o pacientes en los que se puede usar la TC como guía en algunas intervenciones, por ejemplo a la hora de tomar biopsias o drenar abscesos, por citar solo algunos casos.
Regis Francisco López
Director y productor ejecutivo de «La historia secreta de las momias: la momia dorada». Story Producciones
Es medianoche en Madrid. Domingo, 6 de junio de 2016. Museo Arqueológico Nacional (MAN). Las vitrinas que habitualmente acogen las momias más valiosas del patrimonio español están vacías. En la puerta trasera del museo aguarda un camión especial destinado a traslados de alto riesgo. Una por una se van depositando en él tres momias egipcias y una guanche perfectamente protegidas. Es la parte decisiva de una operación que ha comenzado ocho horas antes. Aunque todo se ha estudiado al detalle durante meses, la tensión es evidente. Si algo fallara, podría ser fatal.
La secuencia podría formar parte de cualquier superproducción de Hollywood. Pero lo que ocurre no es una película. Es una escena totalmente real. Y nuestras cámaras están grabándolo de cerca. Son testigos privilegiados de un estudio que pasará a la historia.
La tarde en el Museo ha sido frenética. Un equipo de más de diez especialistas, ataviados con monos blancos, guantes y máscaras de cirujano, han realizado uno de los trabajos más complejos de su vida. Extraer unas momias de sus vitrinas, protegerlas y transportarlas en un camión conlleva un riesgo elevadísimo. Por eso, nada se ha dejado al azar. Ni la fecha elegida ni las condiciones meteorológicas que garanticen que no lloverá antes o durante el traslado.
El equipo de Story Producciones sigue de cerca cada paso, cada acción. La productora, junto a TVE, ha estado involucrada en el proyecto desde el inicio. Al estilo de los mejores documentales de National Geographic, la producción del documental va de la mano con la investigación. Médicos, arqueólogos y un equipo de periodistas y realizadores formamos parte de una aventura extraordinaria, nunca antes vista en la televisión en España.
Llega la hora de abandonar el museo. El camión cargado con las cuatro momias sale por la puerta principal del MAN. El itinerario ha sido perfectamente estudiado para evitar curvas, atascos y baches. Pero siempre pueden surgir imprevistos. Y todos lo sabemos. Las momias recorren el centro de Madrid, atravesando la Puerta de Alcalá, la fuente de Cibeles y la Gran Vía. Apenas hay tráfico esa madrugada en la capital. Nuestro equipo graba el viaje desde dentro del camión y también desde fuera, con cámaras ubicadas en los puntos clave.
Tras treinta minutos de viaje, las momias llegan al hospital. Se acerca el momento del estudio. Es la parada final de un viaje largo que comenzó hace varios meses. Antes de llegar hasta aquí las reuniones han sido numerosas. No es nada fácil sacar a unas momias de un museo para estudiarlas. Mucho menos trasladarlas a un hospital. Y aún menos que todo ello quede grabado por la cadena más importante de España. Si el MAN y el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid fueron básicos en el proyecto, TVE también ha contribuido de forma decisiva. Al frente del equipo de la cadena pública hay un nombre propio: Andrés Luque, un productor ejecutivo con gran experiencia que creyó en este proyecto desde el principio, haciéndolo realidad.
Sin él y sin el empuje de Story Producciones quizá las momias no estarían ahora entrando en la TC frente a unas cámaras. Es la hora de la verdad. Los técnicos colocan con mucho cuidado a Nespamedu, la momia dorada, en la plataforma de un equipo futurista: el escáner del hospital Quirón parece una nave espacial. Los enfermeros indican que la sala debe quedarse vacía.
En el interior solo permanecen nuestras cámaras, acompañando a una momia con más de dos mil años. La luz azul fluorescente de la TC se pone en funcionamiento. Todos contenemos la respiración. Y de pronto, ocurre el milagro. Bajo las vendas parece descubrirse algo… Hay una diadema, un colgante… La momia había escondido durante siglos un gran secreto. Un mensaje. Un enigma que poco a poco se iría desvelando. Estamos ante uno de los momentos más emocionantes de la historia de la arqueología española. Y nuestras cámaras lo han grabado todo.
Al terminar la noche fuimos conscientes de que contábamos con un material cinematográfico único. Y era tan solo el punto de partida de una investigación filmada que se prolongaría durante otro año y que finalmente llevaría a descubrir la identidad y los rasgos físicos de Nespamedu, «la momia dorada» del MAN.
Nuestro siguiente destino fue Egipto. En aquellas fechas el país vivía un momento político inestable y, desde todos los estamentos, nos aconsejaron no viajar. Sin embargo, Ainhoa del Castillo, la directora de producción del documental, consiguió tras meses de gestiones las autorizaciones necesarias para rodar en el país del Nilo. Un pase especial que nos permitirá grabar en las pirámides de Guiza, en el Valle de los Reyes y en los templos de Luxor. Pero además grabaremos en punto exacto donde vivió Nespamedu, Saqqara, y en una excavación en Deir el-Bahari donde acaban de descubrir un auténtico taller de momificación. Junto al doctor Antonio Morales, somos los primeros en llegar. De nuevo, la emoción afloró en el equipo al ver las vendas y el natrón en perfecto estado, tal como lo dejaron los sacerdotes egipcios.
En paralelo, en España, el mejor escultor forense del país, Juan Villa, trabajaba incesante para recrear el rostro de Nespamedu. Era el colofón final. En la productora siempre tuvimos claro que este debía ser el broche de oro. Durante su presentación a la prensa, en junio de 2017, la mayoría de los médicos y los arqueólogos verían su cara por primera vez. Fue un momento vibrante, de una emoción tremenda.
Y entonces sucedió algo inesperado. El nombre de Nespamedu comenzó a publicarse en prensa y a sonar en televisiones y radios españolas: «Nespamedu, el médico del faraón». «Nespamedu, la momia dorada». «Nespamedu, el sacerdote que ocultaba secretos bajo las vendas». Los egipcios aspiraban a la inmortalidad y pensaban que repetir el nombre de un difunto le hacía revivir. Y eso es lo que estaba ocurriendo dos mil años después de que aquel médico del faraón hubiera sido momificado. Todos los medios repetían su nombre. Indirectamente, Nespamedu había logrado lo que siempre soñó. Ahora realmente era inmortal.
Cuando escribo estas líneas el documental «La momia dorada» recorre el mundo. De cadena en cadena, de festival en festival. Personas de distintos países se sobrecogen y fascinan con la historia de Nespamedu. Pero también con el trabajo de unos médicos, unos arqueólogos y unos periodistas que lucharon contra viento y marea para estudiar a fondo cuatro momias del MAN.
Un estudio que hoy ya forma parte de la historia de la arqueología y también de la historia de la televisión en España.
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De la misma manera que la TC permite ver secciones el cuerpo humano sin necesidad de tocarlo, ha permitido que las momias desvelaran sus misterios ocultos sin necesidad de desvendarlas. Para conseguirlo, el equipo que posee el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid realizó más de 2000 secciones con alta resolución anatómica de cada una de las cuatro momias del proyecto de investigación, componiendo un estudio de alta definición de su interior sin necesidad siquiera de tocar estos tesoros artísticos.
La TC de última generación usada con las momias es la misma que se utiliza habitualmente para el estudio de patologías pulmonares, abdominales, cerebrales, cardíacas, oncológicas o musculoesqueléticas. Gracias a sus características, se ha obtenido información muy importante sobre la estructura ósea y dental de los cuerpos embalsamados; la posible presencia de patologías que pudieron dejar huella en los huesos y la complexión física; el estilo de vida de las personas momificadas; las características de su embalsamamiento, e incluso la presencia de amuletos y objetos que acompañaban al cadáver en su proceso de embalsamado.
Quién le iba a decir al Dr. Hounsfield que su investigación sería posible gracias a los beneficios de la venta de discos de los Beatles y que gracias a ella los egiptólogos del siglo XXI descubrirían los secretos de momias enterradas hace miles de años.