
Introducirse en los cuerpos sin siquiera tocarlos. Esta es, ni más ni menos, la clave del estudio integral realizado sobre las cuatro momias del Museo Arqueológico Nacional (MAN) a través del escáner de última generación con el que cuenta el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. El equipo de tomografía computarizada (TC) tiene un nombre propio, que hace honor a su avanzada tecnología: Revolution CT, GE Healthcare 3000N. Se trata del más moderno que existe actualmente en el sector del diagnóstico por la imagen. Tiene capacidad para escanear con una gran definición el interior del cuerpo humano (en el caso de este estudio, cuerpos momificados), y lo hace en un tiempo muy corto y con una dosis de radiación inferior al 80 % con respecto a los tomógrafos convencionales. Aunque en el caso de las momias este aspecto carece de valor, sí lo tiene, y mucho, cuando se trata de minimizar riesgos por efecto de las radiaciones sobre seres humanos.
El equipo conjunto de científicos integrado por reconocidos médicos especialistas en diagnóstico por la imagen y arqueólogos expertos en egiptología ha viajado al pasado remoto de las tierras del Nilo y de las islas Canarias a través de tres momias egipcias y una guanche, realizando un estudio integral sobre los cuatro cuerpos, tanto sobre los restos momificados sin tener que quitarles sus vendajes, como en relación con su entorno geográfico y social.
El hecho de que en esta investigación se haya utilizado un escáner de tan avanzada tecnología ha supuesto un salto cualitativo en nuestro país respecto al estudio de cuerpos momificados, ya que se trata de la primera vez que se lleva a cabo en España un análisis de estas características y de este peso científico. De ahí su transcendencia. Bien es verdad que en el viaje hacia otras civilizaciones, las momias siempre han desempeñado un papel fundamental y han constituido una fuente de información de primer orden para los científicos. Como seres humanos que fueron en vida, las momias son una ventana directa que se abre al pasado, una primordial fuente de información que la ciencia ha utilizado siempre, buscando nuevas formas de estudio y de análisis.
Más allá de leyendas o incluso de maldiciones (como el caso de la presunta princesa egipcia Amen-Ra, embarcada en el Titanic y a la que se llegó a culpabilizar del hundimiento), las momias son testimonios inertes de la existencia y evolución de las civilizaciones de hace miles de años. Una mirada de la ciencia a las momias aporta a la sociedad actual conocimiento sobre sociedades extintas y datos del pasado de la humanidad (enfermedades, alimentación, ritos, técnicas de embalsamiento…). En definitiva, las momias son un recurso de indudable valor histórico, científico y antropológico que nos conectan directamente con el pasado del género humano..
Un viaje de muchos milenios nos traslada a Chile, país que presume de tener las momias más antiguas del mundo: las momias Chinchorro, pertenecientes a la civilización del mismo nombre. Era un pueblo principalmente de pescadores que habitaron el área geográfica comprendida entre el desierto de Atacama y la costa del Pacífico, en lo que hoy es el sur de Perú y el norte de Chile, entre los años 7020 y 1500 a.C., aproximadamente. Las primeras momias de esta civilización fueron descubiertas en la playa Chinchorro, en la región de Arica y Paranicota, en el año 1917, en el transcurso de una excavación llevada a cabo por el arqueólogo alemán Max Uhle.
Se han clasificado las momias de esta civilización en cuatro tipos: las momias negras (5000-2800 a.C.), las momias rojas (2500-1500 a.C.), las momias con vendajes (2620 a.C.) y las momias con capa de barro (2500-1700 a.C.). Las técnicas de momificación varían de una época a otra. Para crear una momia negra, los embalsamadores cortaban la cabeza, los brazos y las piernas, sacaban las vísceras y todos los tejidos, y solían extraer el cerebro por un orificio en el cráneo. Arrancaban la piel del cuerpo y luego volvían a colocarla. Después, reconstruían el cuerpo con palos y pelo animal, y lo cubrían con ceniza blanca. Como toque final, cosían una melena corta de pelo negro al cuero cabelludo y pintaban de negro el cadáver con manganeso. Concluían el proceso introduciendo carbones ardientes en la cavidad torácica para secar el cadáver. La técnica quedó así recogida en un estudio de 1995 publicado en la revista Latin American Antiquity.

Una TC de última generación. El equipo de TC del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid es el más moderno que existe para el diagnóstico por la imagen. En la fotografía, el jefe del Servicio, Vicente Martínez de Vega, junto al doctor Javier Carrascoso Arranz y la doctora Silvia Badillo Rodríguez-Portugal, los médicos protagonistas de esta aventura científica.
El hecho de que en la investigación se haya utilizado un escáner de tan avanzada tecnología ha supuesto un salto cualitativo en nuestro país respecto al estudio de cuerpos momificados, siendo la primera vez que un análisis de estas características y peso científico se realiza en España.
No se sabe el motivo por el que la civilización Chinchorro momificaba a sus muertos y no se han encontrado en las excavaciones elementos materiales que acompañas en a los cuerpos, por lo que se puede deducir que no tenían una fuerte creencia en una vida más allá de la muerte. Los expertos coinciden en que la zona en la que habitaron se caracteriza por unos altos niveles naturales de arsénico, lo que ocasionó la muerte de muchos niños. Por ello, se cree que la momificación correspondía a una práctica empática, que buscaba un consuelo en los familiares de los fallecidos conservando sus cuerpos. Además, es posible que los mismos minerales presentes en el área provocaran cierta momificación natural, que más adelante se fue perfeccionando técnicamente. En la actualidad se conservan alrededor de 180 momias pertenecientes a la civilización Chinchorro. Los cuerpos han sido estudiados por la Universidad de Tarapacá y están repartidos entre el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, el Museo de Sitio de Colón 10 y los Museos de Historia Natural de Santiago y Valparaíso.
Regresamos del pasado y nos situamos en tiempos más actuales, porque en pleno siglo XXI sigue habiendo comunidades en las que sus momias participan en sus ritos. Como ejemplo, trasladamos al lector a una aldea en Papúa Nueva Guinea cuyos habitantes siguen momificando a sus muertos a base de ahumarlos y cubrirlos de arcilla roja, bajando sus cuerpos de los altares de la selva en los que están colocados para celebraciones importantes. Aún hoy en día, las momias forman parte de alguna manera de la comunidad. Sus familiares visitan los cuerpos momificados y les consultan como si fuesen oráculos.
Estas son momias anónimas, embalsamadas con técnicas muy rudimentarias y perdidas en la selva. Pero hay momias famosas, con nombres y con datos sobre ellas y sobre su contexto sociocultural, de las que todos hemos oído hablar alguna vez y que forman parte de la historia. Sería imposible agotar el tema, pero vale la pena hacer al menos un recordatorio a este respecto, una sucinta mención, un recorrido corto sobre algunas momias que han salido del anonimato y cuya fama ha llegado hasta nuestros días.
Tutankhamón (Reino Nuevo, XVIII dinastía, 1346-1337 a.C.), hijo del faraón Akhenatón y muy posiblemente de una segunda esposa secundaria, murió a los 18 años de edad y fue enterrado en el Valle de los Reyes (Tebas).
Tras el descubrimiento de su tumba el 4 de noviembre de 1922 por Howard Carter y Lord Carnarvon, tanto su extenso y rico ajuar funerario como su cuerpo momificado han sido objeto de numerosos estudios científicos.
La tumba del joven faraón había permanecido intacta durante 3000 años, y su hallazgo fue todo un acontecimiento internacional que asombró al mundo entero. Nunca hasta entonces se había visto tal cantidad de objetos y de tan alta calidad: joyas de oro, plata, piedras preciosas y semipreciosas; mesas; sillas; camas funerarias; cajas; cofres; carro de paseo; vestidos; esculturas; tejidos; bastones; recipientes de alabastro, piedra y cerámica; una capilla canópica conteniendo los vasos canopos que guardaban los órganos momificados de Tutankhamón. Y, sobre todo, la magnífica máscara de oro, la silla real con la imagen de Tutankhamón y su esposa Anjesanamón, y los cuatro sarcófagos y cuatro ataúdes (uno de ellos de oro), ricamente decorados.
Los estudios científicos, incluidos análisis genéticos, radiológicos y antropológicos, llevados a cabo sobre la momia de Tutankhamón desde su descubrimiento hasta la actualidad han aportado un gran número de datos.

Protocolo de seguridad. Una vez cerrado el MAN a los visitantes, un equipo de especialistas, siguiendo un estricto protocolo de seguridad, con trajes aislantes, guantes y mascarillas, procedieron a extraer a las momias de las vitrinas donde reposan y las prepararon cuidadosamente para su traslado al Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
El viaje, cronometrado al segundo, se realizó en un camión climatizado, siguiendo una ruta trazada de antemano que contemplaba todas las posibles incidencias del recorrido.

Impactante documental. El documental «La historia secreta de las momias: la momia dorada», dirigido por Regis Francisco López y coproducido por RTVE y Story Producciones, ha llevado a la gran pantalla todo el proceso de la investigación. Además de haber grabado la preparación de las momias en el MAN y las exploraciones tomográficas, la película traslada a los espectadores al lugar en el que vivieron hace milenios las tres momias egipcias, en un recorrido entre el realismo y la magia por aquella civilización tan remota.
Se sabe que padecía una grave enfermedad ósea que no le permitía andar correctamente, y necesitó siempre de bastones, hecho que además queda corroborado por la gran cantidad de bastones que se encontraron en su tumba como parte del ajuar funerario. Como consecuencia de esta cojera, tenía la columna vertebral bastante desviada en el momento de su muerte.
Los estudios también han desvelado que Tutankhamón padecía malaria, en su variedad más virulenta.
Cuando el arqueólogo Howard Carter abrió el sarcófago de oro que contenía el cuerpo del faraón, se encontró con que las resinas se habían endurecido de tal forma que era muy difícil separar los vendajes del cuerpo, así como ambos del sarcófago que los contenía. Se probaron varios métodos, incluida la exposición del sarcófago al sol para que las resinas se reblandeciesen, pero sin resultado. Finalmente Carter decidió cortar las vendas, por lo que parece que algunas lesiones que la momia presentaba podían haberse producido después de la muerte.
La tecnología ha arrojado alguna luz sobre la vida y la muerte de Tutankhamón. Los análisis por escáner realizados sobre el cuerpo estos últimos años han revelado que el joven rey se había fracturado una rodilla poco antes de su muerte tras caerse posiblemente de su carro de paseo, ya que el hueso no tuvo tiempo de consolidarse. La fractura acabó en poco tiempo en una gran infección que aceleró su prematura muerte.
Las imágenes de la TC han desvelado posibles enfermedades, como el síndrome de Marfan, el síndrome de Fröhlich, el síndrome de Klinefelter o el síndrome de Antley-Bixler.
A pesar de los numerosos estudios llevados a cabo sobre la momia de Tutankahmón, todavía quedan muchas incógnitas y lagunas, sobre todo acerca de la verdadera causa de su prematura muerte, aunque muy posiblemente se debió a un cúmulo de circunstancias: una carga genética muy desfavorable detectada en su ADN, numerosas lesiones y fracturas óseas visualizadas por escáner, y unos métodos curativos bastante deficientes, aun tratándose de un monarca.
Si el cuerpo del faraón egipcio Tutankamón es una de las momias artificiales más estudiadas del mundo, existe otra, conservada esta vez por causas naturales, objeto de no menos investigaciones científicas. Se trata de Ötzi, el conocido «hombre de hielo», cuyo cuerpo momificado fue encontrado en septiembre de 1991 por dos alpinistas alemanes en los Alpes de Ötztal, en la frontera entre Austria e Italia, dentro de un glaciar. Es esta circunstancia la que ha provocado que ambos países se disputen su propiedad. Además, los análisis realizados sobre un elemento que llevaba consigo, un hacha de cobre, han permitido deducir que el metal utilizado en la hoja no provenía de la región de los Alpes en la que fue encontrado, sino del sur de la Toscana.
Fallecido hacia el año 5300 a.C., aproximadamente a los 46 años de edad, es la momia natural más antigua de Europa y ha ofrecido a los investigadores una visión singular de los europeos de la Edad del Cobre. Su cuerpo y sus pertenencias se exponen en el Museo de Arqueología del Tirol del Sur, en Bolzano, Italia. Ötzi está tan bien conservado como momia glaciar que sirve a los investigadores como modelo idóneo para el desarrollo de métodos científicos extrapolables al estudio de otras momias similares. No es simplemente una momia, es la referencia de un europeo de tiempos tan remotos.
El cadáver de Ötzi, congelado por el frío intenso y perpetuo de la zona de los Alpes en la que fue encontrado, ha ejercido siempre una gran fascinación para los científicos, quienes han podido arrancar muchos secretos al hombre de hielo. Por ejemplo, se cree que pudo haber sido asesinado, como se deduce de la punta de una flecha que estaba alojada en su hombro izquierdo. En este sentido, hay que señalar que el caso del asesinato de Ötzi fue estudiado por el Departamento de Investigación Criminal de Múnich utilizando los últimos métodos criminológicos.
Al margen de su presunto asesinato y de su ubicación histórica en la Edad del Cobre, los estudios científicos se han centrado en aspectos relativos a asuntos médicos. Una TC del hombre de hielo llevada a cabo en 2013 en el Hospital de Bolzano determinó que Ötzi padecía una importante calcificación vascular en las arterias del estómago y de las piernas, así como áreas de calcificación cerca de los tramos de salida del corazón. Esto corrobora la idea de que Ötzi tenía una fuerte predisposición genética a las enfermedades cardiovasculares. Los análisis médicos de Ötzi indicaron también que el hombre de los hielos padecía una infección intestinal por el parásito Trichuris trichiura.

Protagonismo. Nespamedu, el que fuera sacerdote de Imhotep y médico de uno de los faraones ptolemaicos, ha sido sin duda la momia que ha protagonizado esta investigación. Las placas a modo de amuletos colocadas en su interior, los adornos de la cabeza, los brazos y el cuerpo, y los jeroglíficos de los cartonajes han proporcionado al equipo investigador numerosos datos sobre su vida, su procedencia, su entorno, su familia y su proceso de momificación. En la fotografía, la arqueóloga del MAN Carmen Pérez-Die retira los cartonajes de la momia.
Javier Carrascoso Arranz
Jefe Asociado del Servicio de Diagnóstico por la Imagen del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
Todo comenzó gracias a la idea de mi compañera la Dra. Silvia Badillo y del director de la productora Story Productions, Regis López: hacer una TC a las momias del MAN. Esto, junto con los esfuerzos de mi jefe el Dr. Vicente Martínez, hizo posible escanearlas en nuestro hospital. Para mí ha representado una suerte y un desafío poder participar en este proyecto. Podía aunar dos de mis pasiones, la medicina y la historia, aportando mi experiencia como radiólogo en el conocimiento de la anatomía, la patología y la realización de reconstrucciones tridimensionales en la práctica clínica, junto con mi afición por la historia.
La noche del día 5 al 6 de junio de 2016 esperábamos su llegada con emoción y responsabilidad. Envuelta en sus vendajes, Nespamedu fue la primera momia que escaneamos. Inmediatamente nos trasladamos junto con los arqueólogos a la estación de trabajo y las emociones comenzaron pronto cuando desvendé virtualmente la momia y por fin pudimos observar la reconstrucción tridimensional de su cuerpo. Al acercarme a su rostro pudimos ver a Nespamedu mirándonos; fue algo impresionante poder ver el rostro más de 2000 años después de su momificación. Pero había algo sobre la frente; ¿qué era eso? Rápidamente los responsables del museo dijeron que era una diadema; era un hallazgo increíble, no podíamos empezar con más emociones. Seguimos haciendo la TC a las otras tres momias, dos momias egipcias y la momia guanche mejor conservada del mundo. Y las momias regresaron a su casa, el MAN, dejándonos miles de imágenes de cada una para analizar. Esa labor comenzó esa misma noche y no ha cesado hasta ahora. Ha supuesto muchas horas de trabajo y numerosas reuniones con todos los responsables del proyecto, pero los hallazgos encontrados han merecido el esfuerzo. La investigación todavía sigue deparándome nuevas sorpresas al seguir profundizando en el estudio.
Tenía que analizar las tres momias egipcias envueltas en sus vendajes. En cada una utilizaron una técnica de momificación diferente; desde luego la más concienzuda era la de Nespamedu, lo que denotaba su mayor rango social como médico del faraón y sacerdote de Imhotep. Había que investigar enfermedades, posibles causas de muerte, materiales de momificación empleados, estado de conservación de los mismos… De la momia guanche conocíamos su aspecto físico exterior, pero no se sabía si había sido eviscerada o no, y la TC demostró claramente que no había sido eviscerada. Realmente la momia guanche está muy bien conservada, tal vez mejor que las egipcias y sin necesidad de evisceración.
Pero lo más espectacular y novedoso ocurrió en los días siguientes a la realización de las TC. Pude observar que entre las dos capas de vendajes de Nespamedu había unos objetos planos rectangulares, poco densos, ordenadamente dispuestos, hasta entonces desconocidos. Ante estos hallazgos, la comunicación con Carmen Pérez-Die comenzó de inmediato; había que reconstruir tridimensionalmente esos objetos lo mejor posible para poder encontrar su significado. Ha sido uno de los aspectos más laboriosos de la investigación: la reconstrucción tridimensional de todos estos objetos y desentrañar su significado. Al final encontré escondidos entre los vendajes 15 amuletos y 10 adornos. Hemos descubierto que el material empleado es similar al utilizado en los cartonajes, algo no descrito hasta ahora y que resulta ser un hallazgo muy importante para futuras investigaciones en otras momias.
Además de los descubrimientos tan interesantes, para mí ha resultado muy enriquecedor poder colaborar con un equipo multidisciplinar tan importante y poder contrastar y comunicar nuestros hallazgos a través de múltiples reuniones, tanto en el MAN como en nuestro hospital, lo que ha permitido beneficiarnos de la experiencia y del trabajo de cada uno. Un primer pilar, formado por Regis López y Ainhoa del Castillo, ha realizado un maravilloso documental y ambos tenían muy claro el camino a seguir para conseguirlo. Un segundo pilar lo ha constituido el equipo de arqueólogas: Teresa Espinosa, con la que he hablado mucho acerca de su querida momia guanche –la momia guanche mejor conservada– para desentrañar su técnica de momificación e intentar que no quedase eclipsada por Nespamedu, que realmente ha acaparado gran parte de mi investigación; Carmen Pérez-Die, con la cual he colaborado muy estrechamente desde el primer momento en el estudio de Nespamedu, compartiendo todos los hallazgos e intentando descifrar el significado de esos amuletos y adornos; Esther Pons, con su gran conocimiento de la civilización egipcia y de las técnicas de momificación, y Antonio Morales, gran experto en jeroglíficos. Y, por supuesto, el tercer pilar, formado por los radiólogos que hemos llevado a cabo el estudio de las TC, hemos disfrutado mucho con todos los hallazgos, y además todo este tiempo de trabajo junto a Nespamedu, «colega» de profesión, ha supuesto algo muy emocionante.
El día que expusimos los resultados en el MAN, el 13 de junio de 2017, fue algo especial. El anfiteatro estaba lleno; había egiptólogos expectantes sentados hasta en las escaleras, ya que no se cabía. Y desde luego allí estaba mi familia y mis mejores amigos, entusiastas y orgullosos y sin los cuales nada de ello habría sido posible.
Estos hallazgos los estamos comunicando en congresos nacionales e internacionales, como en el Extraordinary World Congress on Mummy Studies y en el Congreso Mundial de Radiología de la Radiological Society of North America (RSNA) 2018.
Desde los estudios radiológicos iniciales de Llagostera hasta nuestra TC de última generación ha habido una gran evolución tecnológica. Esta no cesa y en nuestro escáner hemos instalado hace unos meses un software nuevo que permite identificar la composición bioquímica de las litiasis renales, de los tofos gotosos… y que podría ser útil para analizar la composición de los amuletos y de los materiales encontrados en las momias. La evolución de la tecnología es increíble y allí está nuestro jefe, el Dr. Martínez de Vega, que siempre consigue estar a la última de todos los adelantos radiológicos.
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Autopsia virtual. Durante cuatro horas, los cuerpos momificados fueron diseccionados sin bisturí, sin cortes, sin puntos de sutura…, sino con haces de rayos que traspasaron sus cartonajes y sus adornos, y penetraron en el interior de sus cuerpos, permitiendo una autopsia virtual a través de los vendajes. Las más de 2000 imágenes transversales de alta resolución que se obtuvieron de cada una de las momias han permitido reconstruir los cuerpos en tres dimensiones y han facilitado la obtención de referencias tan relevantes como sorprendentes.
Pero lo más sorprendente era el estado de sus pulmones, con las señales de deterioro propias de un fumador, aunque en este caso se trataría de un fumador pasivo, ya que se ha deducido que Ötzi podría haber estado involucrado en el proceso de fundición del cobre. Los científicos han defendido esta tesis por los niveles de arsénico y cobre medidos en el pelo de la momia, un hecho que posiblemente se podría explicar, por ejemplo, por haber respirado el humo que se libera al fundir el metal.
Se han realizado espectrometrías de masas con láser y otras técnicas novedosas para examinar no solo el pelo de la momia del hombre de los hielos, sino también las uñas, la piel y diversos órganos, con el fin de comprobar una posible contaminación con metales pesados. Se trata de hipótesis no confirmadas científicamente, ya que los niveles elevados de cobre solo estaban presentes en las extremidades, por lo que es dudoso establecer una contaminación con metales pesados. Los valores encontrados también podrían ser debidos a las influencias ambientales durante los 5000 años transcurridos desde su muerte.
Un hallazgo médico muy interesante ha sido comprobar, gracias a un estudio llevado a cabo en 2012, que la momia aún tenía células sanguíneas intactas. Se trata de las células sanguíneas humanas completas más antiguas jamás identificadas. En la mayoría de los cuerpos antiguos, las células de la sangre o bien se redujeron o bien quedaron meros restos, pero los glóbulos rojos presentes en la sangre de Ötzi tienen las mismas dimensiones que los vivos y por tanto su sangre se asemeja a una muestra real de hoy en día. Este descubrimiento provocó que alrededor de 4000 austríacos donaran muestras de sangre para comparar su ADN con el del hombre de hielo. El estudio realizado por el Instituto Nacional de Medicina Legal de la Universidad Médica de Innsbruck ha logrado identificar a 19 personas que están genéticamente relacionadas con el hombre momificado. Y hay posibilidades de identificar a más «familiares» de Ötzi tanto en Suiza como en Italia.
Viajar al pasado de las momias a través de tecnología puntera para descubrir sus secretos y conocer las civilizaciones en las que transcurrieron sus vidas es un viaje de ida y vuelta. Lo es porque el estudio de las enfermedades de los cuerpos momificados a través de un escáner o de otras pruebas –como por ejemplo el análisis de ADN– puede trasladarse a nuestros días al ámbito del diagnóstico y el seguimiento de enfermedades que existieron y que siguen estando presentes. De alguna forma, es un servicio póstumo que las momias prestan a la medicina actual. Es un hecho que la investigación de rastros de enfermedades en momias milenarias permite a los especialistas médicos profundizar en el estudio de enfermedades que se han perpetuado en el tiempo.
Los expertos coinciden en que la investigación sobre momias ha avanzado mucho y, sobre todo, se ha modificado sustancialmente. Hoy ya no es imaginable la figura de un arqueólogo rasgando con un bisturí las vendas de un cuerpo momificado a pie de tumba. Actualmente, son equipos cada vez más multidisciplinares, integrados por médicos especialistas en diagnóstico por la imagen, arqueólogos, biólogos, genetistas, patólogos, historiadores del arte, entomólogos, forenses, etc., los que se aproximan a las momias para descifrar su contexto histórico, su civilización, sus enfermedades y las causas de su muerte. El bisturí de antaño se ha sustituido por sofisticadas herramientas tecnológicas, como el escáner del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid que ha diseccionado las cuatro momias del MAN.
Es un hecho constatado que la radiología ha supuesto una revolución para el estudio de cadáveres milenarios momificados, así como también lo es que el interés científico por las momias crece en paralelo al descubrimiento de los rayos X y su evolución. La aplicación de la radiología al estudio de momias egipcias empezó poco después de que Wilhem Conrad Röntgen descubriera, en 1895, los rayos X y su aplicación en el campo de la medicina. Cuatro meses después, en marzo de 1896, se realizó el primer estudio radiológico a cuerpos momificados y se practicaron radiografías a las momias de un niño y de un gato del Museo Senckenberg, en Fráncfort.