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BEN

Vuelvo a estar en el punto de partida.

Tenía solo una tarea que cumplir. Enviar la caja de la ruptura. No salir corriendo de la oficina de correos cargando la caja de la ruptura. En mi defensa, diré que estaban pasando demasiadas cosas a la vez. Estaba ese chico genial y adorable llamado Arthur, a quien el universo ya podía haber empujado antes, porque realmente creo que estábamos destinados a encontrarnos. Todo el mismo día en que yo estaba intentando devolverle las cosas a Hudson. Estoy seguro de que Arthur cambió de opinión sobre el universo después de que la banda de música nos separara.

Subo al metro y regreso a Alphabet City para encontrarme con mi mejor amigo, Dylan. Yo vivo en la avenida B y Dylan vive en avenida D. El origen de nuestra historia comenzó con nuestros apellidos, Alejo y Boggs. Él se sentaba detrás de mí en tercer curso y no dejaba de tocar mi hombro para pedirme de todo, como lápices y hojas. Lo mismo sucedió cuando crecimos y él necesitaba mi iPhone dos modelos más antiguo que el de cualquiera para enviarle mensajes a su Amor de la Semana después de que su propia batería muriera. La única vez que yo, abro y cierro comillas, le pido prestado algo es cuando necesito que me deje dinero para el almuerzo. Y abro comillas porque es muy raro que le pueda devolver el dinero, pero a él le da igual. Dylan es un buen chico. No le importa que me gusten los chicos y a mí no me importa que le gusten las chicas. Le doy las gracias a mi mejor amigo el alfabeto por la palabra bromance.

Cuando salgo del metro, me detengo junto a varios cubos de basura, sosteniendo la caja de la ruptura sobre ellos, pero nunca reúno el coraje para tirarla.

Creo que no esperaba que la ruptura fuera tan difícil si era yo el que daba el paso. Pero dado que fue Hudson quien besó a otra persona, todavía siento como si hubiera sido él quien realmente cortó la relación. Las cosas habían dejado de ir bien entre nosotros desde que sus padres se divorciaron, pero yo tuve paciencia con él. Como cuando dejé que organizara mi cumpleaños y me llevó a un concierto de su grupo de música favorito. Pero lo dejé pasar porque era mi primer concierto y The Killers es genial. Después no apareció en el gran almuerzo de aniversario de mis padres. Lo dejé pasar una vez más porque celebrar el matrimonio de mis padres, después de todo lo que había sucedido con los suyos, quizás era demasiado para él. Y luego, cuando fuimos al cine a ver una comedia romántica sobre dos chicos adolescentes y se puso a decir que el amor, incluso el nuestro, nunca podría ser digno de Hollywood, yo me fui echando humo y pensé que él me seguiría y se disculparía, o me llamaría o haría cualquier cosa que un novio debería hacer.

Nada durante tres días. Nada hasta que lo llamé para preguntarle si alguna vez volveríamos a hablar. Luego me sorprendió en mi apartamento y me dijo que pensó que habíamos cortado y que había besado a un chico cualquiera en una fiesta. Quería otra oportunidad con desesperación, pero no. Yo ya no podía más. De verdad. Incluso si él pensaba que las cosas habían terminado entre nosotros, ¿no podía esperar ni siquiera una semana antes de seguir adelante? Bastante difícil es sentir que no vales nada después de eso.

Llego al edificio de Dylan, presiono el número de su apartamento y me hace subir de inmediato, lo cual me viene perfecto porque hoy no estoy dispuesto a esperar eternamente. Estoy cargando una caja con las cosas de mi exnovio. Llevo a cuestas una mochila con los deberes para el verano. Hoy es un día de mierda.

Bostezo en el ascensor. Me he tenido que levantar a las siete por culpa del instituto de verano. Viva la vida. El universo no deja de lanzarme puñetazos de acero al corazón y al ego.

Salgo del ascensor y entro sin llamar al apartamento de Dylan, porque somos así de cercanos. Pero tengo la inteligencia suficiente para llamar a la puerta de su dormitorio, ya que hace algunos meses entré sin avisar y me lo encontré muy ocupado consigo mismo.

—¿Tienes la mano fuera de tus pantalones? —pregunto.

—Desgraciadamente —responde Dylan desde el otro lado de la puerta.

La abro. Está sentado en su cama, enviando mensajes. Se ha cortado el pelo desde que lo vi anoche a la hora de la cena. Es el único chico de mi edad que conozco que lleva la barba con estilo. Durante mucho tiempo creí que iba con retraso en la pubertad porque ni siquiera me había crecido el bigote, pero es que lo de Dylan no es de este mundo; y, además de extraordinario, es guapo.

—Big Ben —canta Dylan, apoyando su teléfono—. Luz de mi vida. El chico que está atrapado en el instituto. —El instituto de verano es una mierda el doble de grande porque Dylan ha estado haciendo chistes desde aquel día en que salí de la oficina del director con la mala noticia. Él ha tenido suerte de que ninguna de sus parejas anteriores lo hayan persuadido para no estudiar y creer que las buenas notas llegarían sin más.

—Hola —saludo. Los apodos cariñosos en realidad no son lo mío.

Dylan señala mi pecho.

—Esa camiseta es bonita, ¿eh?

Su armario está repleto de camisetas de tiendas de café indie de toda la ciudad, y él me regaló esta camiseta de Dream & Bean anoche cuando vino a cenar. Dylan me regala esas camisetas cuando su vestidor se llena demasiado. En general, no suele deshacerse de sus favoritas, como la de Dream & Bean, pero no me quejo.

—No me quedaba ropa limpia —explico—. Esta camiseta no es nada del otro mundo.

—Eso duele, pero supongo que no estás de humor porque llevas la caja de la ruptura que le tenías que devolver a Hudson. ¿Qué ha pasado?

—Hoy no ha venido al instituto.

—Saltarse el primer día del instituto de verano parece un mal comienzo —resalta Dylan.

—Sí, le he pedido a Harriett que se la devolviese y me ha dicho que no —explico—. Luego he querido enviarla por correo, pero el envío prioritario es demasiado caro.

—¿Por qué querías hacerlo con envío prioritario?

—Porque quiero que la caja salga de mi vista lo antes posible.

—Un envío normal hubiera tenido el mismo efecto. —Dylan enarca su ceja izquierda—. No has sido capaz de hacerlo, ¿verdad?

Apoyo la caja que debí haber enviado por correo, o tirado a la basura, o atado a un bloque de cemento y arrojado al río.

—Deja de analizar mis excusas. Son mis excusas.

Dylan se pone de pie y me abraza.

—Shh shh shh shh. —Me masajea la espalda haciendo círculos.

—Tu intento de tranquilizarme no me está tranquilizando.

Dylan me besa la mejilla.

—Todo irá bien, cariño.

Me siento con las piernas cruzadas en su cama. Estoy tentado de coger mi teléfono para ver si me he perdido algún mensaje de texto de Hudson, o de revisar Instagram para ver si ha subido algún selfie nuevo. Pero sé que no hay ningún mensaje y he dejado de seguirlo en todas las redes.

—No quiero verlo fracasar en el instituto de verano por querer evitarme. Se quedará fuera si tiene tres faltas de asistencia.

—Quizás. Pero ese es su problema. Si no aparece no tendrás que compartir el verano con él. Problema resuelto.

Pasar el verano con Hudson era lo único en lo que podía pensar todo el tiempo. Un verano como novios en piscinas y parques, y en los dormitorios del otro mientras nuestros padres estaban trabajando; no como exnovios que están en el instituto de verano porque pasaron más tiempo estudiándose a sí mismos que haciendo los deberes de Química.

—Me gustaría que estuvieras conmigo en las trincheras —digo—. Él tiene a su mejor amiga y yo debería tener al mío también.

—Ay, hombre, recuérdame no cometer nunca un delito contigo. A ti te pillarían y me delatarías demasiado rápido. —Dylan revisa su teléfono, como si ni siquiera estuviéramos hablando, lo que es mi cosa menos favorita de los humanos—. Esa clase sería un drama de todas maneras. No puedo estar allí con mi ex, no es un ambiente sano.

—Yo estoy allí con mi ex, Dylan.

—No, no lo estás. Él no ha aparecido, y si lo hace, no olvides que tú llevas ventaja. Tú has ganado la ruptura al ser el Rompedor. Si hubiera sido él quien hubiera cortado contigo habría sido una mierda doble. Solo es una mierda en tu caso.

Cambiaría mi pobre reino por un universo donde romper un corazón no fuera una victoria. Pero aquí estamos.

Las rupturas recientes prueban que nunca deberíamos haber fastidiado nuestro círculo de amigos intentando salir entre nosotros. No es mi intención señalar a nadie, pero Dylan y Harriett comenzaron con esto. Nosotros cuatro teníamos algo especial hasta que Dylan y Harriett se besaron la noche de Año Nuevo. A mí me gustaba un poco Hudson, y estaba bastante seguro de que yo también le gustaba a él, pero cuando nos miramos esa noche en la que no nos besamos, simplemente sacudimos las cabezas porque yo conocía a mi mejor amigo y él conocía a su mejor amiga. No podía salir bien. Tal vez Hudson y yo no lo habríamos intentado si no nos hubieran dejado tanto tiempo a solas mientras Dylan y Harriett pasaban los fines de semana juntos.

Echo de menos nuestro grupo.

Me levanto y enciendo la Wii porque necesito un poco de desahogo y entretenimiento para animarme. La apertura triunfante de Super Smash Bros. ruge desde la televisión. El personaje favorito de Dylan es Luigi porque piensa que Mario está sobrevalorado. Yo escojo a Zelda porque se teletransporta, desvía proyectiles y lanza bolas de fuego desde grandes distancias, que son movimientos óptimos para cualquier jugador que quiera evitar el combate cuerpo a cuerpo.

Empezamos a jugar.

—En la escala de tristeza, ¿cómo te encuentras hoy? —pregunta Dylan—. ¿Triste como el principio de Up? ¿O como la muerte de la madre de Nemo?

—Ay, no. Definitivamente no como el principio de Up. Esa mierda fue devastadora. Supongo que estoy en algún punto a mitad de camino, triste como los últimos cinco minutos de Toy Story 3. Solo necesito tiempo para recuperarme.

—Claro. Bueno, tengo que contarte algo.

—¿Vas a cortar conmigo? —pregunto—. Porque eso no estaría bien.

—Algo así —dice Dylan. Hace esta gran pausa dramática mientras martillea un botón para que Luigi siga lanzando bolas de fuego verdes a Zelda—. He conocido a una chica en una cafetería.

—Esa es la frase más Dylan que has dicho nunca.

—Es cierto. —Su risita es encantadora—. Ayer, después de la consulta con mi médico, me dirigí hacia el norte de la ciudad para visitar una cafetería.

—Por supuesto, sales de una consulta por tu problema de corazón y vas directo a una cafetería. Muy típico de ti.

—El ritual anual —dice Dylan. Tiene una dolencia en el corazón llamada prolapso de válvula mitral, que no es tan grave como suena, al menos no en el caso de Dylan. No sé qué haría si los médicos le prohibieran por completo el café—. En fin. Estaba pasando por Kool Koffee, que siempre he evitado porque sabes que no me gusta la ortografía forzada, y ella estaba saliendo a sacar la basura. Fue un flechazo.

—Típico de ti.

—Pero no podía entrar allí llevando una camiseta de Dream & Bean.

—¿Por qué no?

—Eh. ¿Acaso tú entras a Burger King con un Happy Meal? No. Esa mierda es una falta de respeto. Ten un poco de sentido común.

—Mi sentido común me está diciendo que haga nuevos amigos.

—Simplemente no quería ser irrespetuoso.

—Me acabas de faltar al respeto a mí.

—Estoy hablando de ella.

—Por supuesto que sí. Espera. ¿Por eso me regalaste esta camiseta anoche?

—Sí. No quería ni verla.

—Eres muy raro. Continúa.

—Me atreví a ir a Kool Koffee hoy vestido de manera apropiada… —Dylan hace un gesto hacia su camiseta azul lisa. Bonita y neutral— … y ella estaba tarareando una canción de Elliott Smith mientras preparaba un café y yo me morí en el acto. Muerte súbita. Big Ben, en un solo instante, conseguí una futura mujer y provisiones ilimitadas de café.

Es muy difícil estar feliz por alguien que ha encontrado el amor cuando yo, claramente, he perdido una oportunidad de encontrarlo hace un rato, pero es Dylan.

—Estoy deseando conocer a mi futura cuñada.

—¿Recuerdas ese post de BuzzFeed sobre el matrimonio temático de Harry Potter? Samantha y yo haremos lo mismo con el café. Todos llevarán delantales de camareros. Y brindarán con tazas de café. Y mi cara estará dibujada en la espuma del café de todos.

—Eres demasiado.

—Sin embargo, hay un inconveniente.

—¿Ya has encontrado uno?

—Es una gran fan de Kool Koffee porque ellos hacen donaciones a obras de caridad, y ella opina que los verdaderos bebedores de café deberían pensar mejor en dónde comprar su café. Y, sinceramente, no estoy listo para una relación monógama con Kool Koffee.

—¿Ella te ha pedido eso?

—No, pero… me lo pidió sin pedírmelo. Y cuando llega la Elegida, hay cosas que debemos sacrificar.

—No hay forma de que renuncies al café de Dream & Bean.

—Ah, no. Sencillamente no lo beberé cuando esté con Samantha. Ojos que no ven, corazón que no siente.

—Solo tú podrías hacer que beber café se convirtiera en algo malo.

—En fin. He puesto otras camisetas de tiendas de café en tu cajón, así no me siento tentado.

Reviso las camisetas, porque quizás haya alguna que mole. Y sí, tengo un cajón en su dormitorio y él tiene uno en el mío. Nos hemos quedado a dormir en la casa del otro las veces suficientes como para que esto tenga sentido. Cuando me estaba acostumbrando a eso de salir del armario en el instituto, siempre me sentía muy cohibido en el gimnasio, como si todos pensaran que yo los estaba mirando. Es muy agradable tener un bro como Dylan que se porte de una forma tan genial conmigo cuando se cambia delante de mí y yo me cambio delante de él. Espero no perder su genialidad de nuevo como sucede cada vez que conoce a la Elegida.

—Espera. ¿Por qué no me contaste lo de Samantha ayer por la noche cuando llegaste? —pregunto.

—No lo sé —admite Dylan. Como si esa fuera una respuesta satisfactoria. Como si yo fuera a decir «ah, bueno» y siguiera haciéndole morder el polvo en Super Smash.

—Nunca me cuentas nada cuando te empieza a gustar alguien —digo.

—Dime una vez que haya hecho eso.

—Con Gabriella, Heather, Natalia y…

—Dije una vez.

—… y Harriett. Es raro. Nos lo contamos todo.

Dylan asiente.

—Supongo que estoy intentando no atraer la mala suerte. ¿Te has dado cuenta de que mi padre siempre cuenta cómo supo que se casaría con mi madre cuando se conocieron en primer curso? Tengo esa misma sensación con Samantha.

Actúo como si no hubiera escuchado a Dylan decir esto antes, hace poco con Harriett, con la que lo dejó en marzo, pero hago la vista gorda. Quizás funcione esta vez. Seguimos jugando mientras Dylan continúa hablando sobre qué bebida caliente deberían elegir él y Samantha como nombre para su primer hijo, y me niego a ser el tío Ben de cualquier niño llamado Sidra.

Siento celos de que Dylan esté en esta etapa de su nuevo romance donde cree que cualquier cosa es posible. Como que Samantha podría ser el amor de su vida de verdad. Como cuando yo pensé que Hudson sería el mío. Como cuando no podía esperar a despertar para mirar su cara, sus preciosos ojos holgazanes, el pequeño hueso saliente de su nariz, sus cejas sugestivas y oscuras que no combinan con su pelo corto color castaño. La forma en la que él cambió mi visión del mundo, como las veces en las que tuvo que frenar a los idiotas en el instituto que lo molestaban debido a sus gestos afeminados; la verdad es que me ayudó a olvidar mi propia estupidez sobre lo que pensaba yo sobre cómo debería ser la apariencia de un hombre. Y esos nervios antes de que nos acostáramos por primera vez en marzo, sin saber si estaría bien o no. Spoiler alert: fue fantástico.

Quizás esta semana destaque tanto en el instituto que los profesores se darán cuenta de que en realidad no necesito estar atrapado en esas malditas clases durante el próximo mes, y entonces seré libre de Hudson.

Aunque tengo que ser realista, probablemente habría acabado en el instituto de verano incluso si Hudson nunca hubiera estado presente en mi vida. No soy demasiado aplicado.

—Siempre serás mi número uno, Big Ben —asegura Dylan—. Hasta que nazca bebé Sidra.

—949402511 Bros antes de los bebés —exijo.

—¿Trato?

Me encojo de hombros.

—Trato.

—Tú no estarás soltero durante mucho tiempo —afirma Dylan, como si fuera una Bola 8 Mágica en persona—. Eres alto, tu pelo está listo para Hollywood y tienes estilo sin esforzarte. Si yo no tuviera a la señora Samantha, cuyo apellido está todavía por descubrir, antes de que pueda unirlo apropiadamente con Boggs, estoy seguro de que me harías cambiar de bando dentro de un año.

—Qué mono. Sabes que hacer que alguien se vuelva gay por mí sería el mayor éxito de mi vida. —No persigo a chicos hetero, pero si alguien quiere experimentar cómo son las cosas, bienvenido a Casa Alejo. Deja tus zapatos en la puerta o tráetelos a la cama si eso es lo que te gusta.

Gano la primera partida porque yo soy yo y empezamos otra.

—Hablemos de las verdaderas razones por las que no has enviado la caja de la ruptura —propone Dylan, como si fuera a cobrarme por esta conversación.

—Solo si te deshaces de la voz de terapeuta —advierto.

—Tal vez podamos empezar por el motivo por el cual te molesta mi tono. ¿Te recuerdo a alguna figura de autoridad?

Noqueo a su personaje y lo envío por los aires.

—No sé… realmente pensé que tendría la oportunidad de entregarle la caja en persona, tener un final. Pero él no apareció en el instituto y de repente estaba en la oficina de correos hablando con un chico sobre Hudson cuando un flashmob empezó y…

—Espera. Retrocede.

—Sí, un flashmob. Estaban cantando una canción de Bruno Mars y…

—No. El chico. Qué. Quién.

Dylan se vuelve hacia mí, una vez más ignorando el hechizo complejo que supone presionar el botón de pausa.

—Eres un idiota. Vienes aquí a darme pena, pero ya estás fantaseando con alguien más.

—Qué, no. Esto no es real. No hay nadie con quien esté coqueteando o fantaseando.

—¿Por qué no? ¿Quién es él? Nombre. Dirección. Número de la Seguridad Social. Usuario de Twitter e Instagram.

—Arthur. No sé su apellido. Y, como comprenderás, no conozco su dirección. Y lo mismo pasa con sus usuarios, pero, ya que estamos con el tema, ¿por qué la gente no puede tener un solo usuario para todo lo que hace?

—Los seres humanos somos complejos. —Dylan asiente con sabiduría—. ¿Qué es lo que sabes de él?

—Es nuevo en la ciudad. Ha venido de visita desde Georgia. Llevaba puesta la corbata más ridícula del mundo.

—¿Gay?

—Sip. —Siempre es bueno saber de inmediato si un chico mono es gay o no. Intentar resolver ese misterio por uno mismo no es divertido y rara vez sale bien.

—Me está viniendo un presentimiento sexy. —Dylan se abanica a sí mismo.

—Es atractivo, sí. Más bajito de lo que me gustaría, pero nadie es perfecto. Medirá un metro setenta, uno sesenta y tantos sin las botas. Ojos azules de Photoshop, como un extraterrestre.

Dylan aplaude.

—Vale. Ya me lo has vendido. Apruebo la pareja que haces con el chico que has conocido cuando se suponía que debías estar enviando las reliquias de tu relación con tu último chico.

Sacudo la cabeza y apoyo mi mando.

—D, no. Yo soy una mala idea en este momento. Necesito estar conmigo a solas durante un tiempo.

—Tú nunca eres una mala idea, Big Ben.

—Eso es bonito, hombre. Gracias.

—En un futuro no tan distante beberemos tantas copas que me invitaré a tu casa a las dos de la mañana y… nos abrazaremos muy fuerte. Y prometo no tener que darme cuenta de que fue una mala idea a la mañana siguiente.

—Has estropeado el momento.

—Lo siento. Vuelve a confiar en ti —dice Dylan—. Estás siendo muy duro contigo mismo. Solo porque Hudson es un idiota que no supo valorarte no significa que el próximo chico haga lo mismo. Y, vaya, has conocido a un chico guapo que tiene muy mal gusto para elegir corbatas el mismo día en que estabas dejando atrás a tu ex. Eso es una señal.

Pienso en cómo Arthur y yo hablamos sobre el universo, y su imagen vuelve a mí. Él no es como tantos otros chicos monos que veo en la ciudad con los que sueño tener un amor épico solo para olvidar cómo son una hora más tarde. Los dientes de Arthur eran superblancos y tenía el canino partido. El cabello castaño revuelto. Estaba demasiado bien vestido para cualquier chico de nuestra edad; un extraterrestre probablemente se vestiría así si llegara de otro sistema solar y estuviera intentando hacerse pasar por un adulto sin darse cuenta de su cara de bebé. No debería haber salido corriendo de la oficina de correos como lo hice. Tal vez Dylan tenga razón, solo he ignorado esa señal.

—Tengo que irme —anuncio. Bastante desanimado ahora—. Hora de hacer los deberes.

—En un lunes de verano. Viviendo la buena vida. —Dylan se levanta y me abraza.

—Te llamaré más tarde.

—Si no estoy hablando con Samantha, te responderé.

Como si no lo supiera. Realmente espero no perder a mi mejor amigo y a mi novio en un mismo verano.

Estoy saliendo cuando Dylan me llama.

—¿Te olvidas algo? —Él mira la caja de la ruptura—. ¿A propósito? Puedo encargarme de esto si quieres. Conseguiré un pasamontañas y unos guantes y me encargaré de esta porquería a medianoche. Nadie tiene que enterarse de que fuimos nosotros.

—Necesitas ayuda —respondo. Levanto la caja—. Yo me haré cargo.

Todavía no sé si estoy mintiendo o no.

* * *

Me siento en mi escritorio y abro el portátil. Le lleva unos minutos encenderse porque no es exactamente el modelo más reciente, ni siquiera es el modelo antiguo más reciente. Jugar a Los Sims sería mucho más fácil si tuviera un portátil actualizado.

La verdad es que debería hacer mis deberes, pero concentrarme en Química ya era bastante difícil cuando no tenía a mi lado una caja llena de recuerdos de una relación que se suponía que era todo para mí y que ahora se ha quedado en nada. A veces me centro en lo que salió bien para no sentirme mal. Cómo Hudson apoyaba su mandíbula en mi hombro durante nuestros abrazos al final del día, casi como si no quisiera volver a su casa ni apartarse unos pocos pasos de mí. Y cómo me hacía sentir visible, incluso cuando sus ojos color café estaban mirando hacia otro lado, porque yo sabía que me estaban mirando a mí. Y leer libros juntos. Y enchufar mi teléfono al lado de mi cama para que pudiéramos hablar por FaceTime hasta tarde por la noche.

Pero ese Hudson desapareció cuando el divorcio de sus padres terminó el uno de abril después de veinte años de matrimonio. Hudson juró que era una broma ridícula del Día de los Inocentes por parte de su madre, porque él aún tenía esperanzas de que volvieran a estar juntos. Incluso cuando sus padres anunciaron que se estaban separando y su madre se mudó de Brooklyn a Manhattan, Hudson todavía tenía esperanzas de que todo fuese un mal sueño. Tenía ese espíritu de niño en una película que inventa un plan maestro para que sus padres se enamoren otra vez.

Observar cómo se desmoronaba un amor en el que él realmente creía no jugó a nuestro a favor. Estábamos en puntos muy distintos. Algunas veces él no quería que yo me quedase a su lado para consolarlo, y otras salíamos y él se volvía un completo idiota con respecto al amor. Tuve que soportar muchos golpes al corazón antes de necesitar hacerme a un lado. Le di muchas oportunidades, nos di muchas oportunidades. Yo no era suficiente para recordarle que el amor podía ser algo bueno.

Mi portátil está listo. Tengo que relajarme un poco antes de hacer los deberes, así que abro mi novela fantástica self-insert en la que he estado trabajando desde enero. Es la única vez en la que realmente he honrado un propósito de Año Nuevo, y estoy verdaderamente obsesionado con mi historia. La guerra del mago maléfico —LGMM, para abreviar— es confidencial pero tal vez algún día la comparta con el mundo. O al menos con Dylan, quien se muere por conocer al personaje que él mismo me inspiró.

La retomo donde la dejé la última vez.

Es una escena bastante simple con el personaje de Hudson. Ben-Jamin y Hudsonien se escabullen del Castillo Zen en la madrugada y se adentran en los Bosques Oscuros para un encuentro romántico. Ben-Jamin despeja la niebla con sus poderes de viento, y, sorpresa, una pandilla de Devoradores de Vidas aparece de pronto para terminar con Hudsonien. Qué lástima. Me recreo en los detalles sobre la enorme guillotina que utilizarán para decapitarlo, porque realmente me gusta pintar esa escena. Y justo cuando los Devoradores de Vidas dejan caer la cuchilla, cierro el portátil.

No puedo hacerlo.

No estoy listo para matar a Hudson… a Hudsonien.

Ni para deshacerme de la caja.

Quizás podamos resolver las cosas hablando. Lograr ponerle un cierre a nuestra relación. Ser amigos.

Quiero saber qué está haciendo.

Mi corazón galopa cuando reviso el perfil de Instagram de Hudson: @Hudsoncomoelrío. Hace una hora subió un selfie, y no sé por qué Harriett dijo que estaba enfermo, porque se lo ve jodidamente saludable. Está haciendo el signo de paz con los dedos y ha escrito en la descripción #SiguiendoAdelante. Queda muy claro qué dedo debería haber mostrado en cambio.

Hudson tiene que saber que dejé de seguirlo. Me conoce lo suficiente como para saber que revisaría su Instagram de todas maneras, ya que su perfil no es privado como el mío. Pero si él se encuentra tan listo para seguir con su vida, no debería tener problemas con aparecer en el instituto.

Me pregunto si realmente está siguiendo adelante. Dijo que ese chico de la fiesta no vive en Nueva York, pero tal vez tienen una relación a distancia. Algunas veces pensé que Hudson quizás tenía algo con Danny, de la clase de Matemáticas, pero Hudson me dijo que Danny no es su tipo, demasiado musculoso, demasiado obsesionado con los coches. Quizás es alguien completamente diferente.

Es decir, yo también puedo hashtag seguir adelante. Definitivamente el universo no estaba intentando ayudarme hoy, sino yo estaría mandándole mensajes a Arthur en lugar de estar espiando a mi exnovio. Pero Dylan se me ha metido en la cabeza de verdad, apelando al romántico que hay en mí. Pero esa parte de mí fue un problema con Hudson. Cuando cortamos, él dijo que mis expectativas eran demasiado grandes y que a veces soñaba demasiado. No entiendo por qué eso es tan malo. ¿Por qué no debería querer estar con alguien que me haga sentir valioso? ¿Alguien que quiera estar conmigo a largo plazo?

No sé cómo encontrar a desconocidos monos en Nueva York. En general los veo una sola vez y eso es todo. Pero he hablado con Arthur. Me sé su nombre. Salgo del perfil de Hudson y escribo Arthur en la barra de búsqueda y, quién sabe, tal vez el universo empuje al Arthur que conocí hasta arriba solo para hacerme la vida más fácil. No tengo ni idea de si Arthur tiene Instagram, pero si es como todos los demás en el instituto, subirá cada detalle de su vida en Twitter. Escribo Arthur corbata de perritos calientes para ver si ha dicho algo sobre su ridícula corbata. Nada excepto por un tweet sobre un concurso de comer perritos calientes con un tío llamado Arthur y un pedido de revancha. Escribo Arthur Georgia y no hay más que resultados aleatorios, como una chica llamada Georgia que acaba de hacer una maratón de cada una de las películas del rey Arturo, y nada sobre el Arthur de la oficina de correos que se mudó desde Georgia durante el verano.

Maldita sea.

Esto es Nueva York, así que el Arthur de la oficina de correos no volverá a aparecer en mi vida. Supongo que es lo mejor que puede pasar. No creo que pudiese haber sucedido algo entre los dos en ningún caso.

Gracias por nada, universo.