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Fórmula de valoración de Graham

«El valor intrínseco de una compañía reside enteramente en su futuro».

WARREN BUFFETT

Durante un vuelo típico, la fase de aterrizaje es una de las más peligrosas. El piloto de un jet debe gobernar el aparato a lo largo de una ruta de descenso gradual a una velocidad de unos 225 kilómetros por hora y luego detener el descenso justo por encima de la pista de aterrizaje. No es extraño que la mayoría de los accidentes aéreos ocurran en el radio de diez kilómetros del aeropuerto.

La clave de un aterrizaje seguro es la capacidad del piloto para poner el aparato en una ruta de descenso gradual con una velocidad de vuelo estable. No obstante, un avión opera en un espacio tridimensional –cabeceo, balanceo y guiñada o viraje– y durante la fase de aterrizaje estas tres dimensiones deben confluir perfectamente. Si un avión se encuentra por encima de la ruta de descenso gradual deseada, el piloto puede decidir aumentar el cabeceo descendente (es decir, empujar el morro hacia abajo). Aunque esta acción puede devolver el aparato a la ruta descendente deseada, también ocasiona un aumento de la velocidad del avión, lo que a su vez provoca que la elevación producida por las alas aumente, lo que a su vez puede dar lugar a que el aparato ascienda en lugar de descender. Espero que haya captado la idea.

Hace muchos años –probablemente como reacción a un excesivo número de accidentes durante el aterrizaje– alguien descubrió que bloqueando una de las variables se podría facilitar el seguimiento de la ruta de descenso deseada. La práctica aceptada consistió en bloquear el cabeceo del aparato y ajustar la potencia para controlar el ritmo de descenso. Esta sencilla técnica proporcionó a los pilotos una importante herramienta para lograr un vuelo seguro.

Invertir también es una actividad multidimensional. Para hacer frente a esta complejidad, los inversores han recurrido a ordenadores personales cada vez más potentes que pretenden captar la interrelación de múltiples variables. Sin embargo, este enfoque tiende a ignorar el input más valioso de todos: la intuición humana.

Una solución bastante mejor para el proceso inversor consistiría en «bloquear» algunas variables para que los analistas pudieran concentrarse en un número de factores razonables. Benjamin Graham proporcionó a todos los inversores en Bolsa (tanto en acciones de crecimiento como de valor) una herramienta importantísima que bloquea una de las variables clave del proceso inversor para simplificar la decisión de adquisición. Su fórmula de valoración, que introdujo en la edición de 1962 de Security Analysis está construida de forma tan maravillosa y simple que permite a los inversores calcular con facilidad el valor de cualquier compañía. La fórmula de Graham es válida tanto para compañías de crecimiento como de valor o para compañías sin crecimiento. Mediante la utilización de la fórmula de Graham, los inversores se ven liberados para considerar otros factores importantes cuando evalúan una compañía que cotiza en el mercado bursátil.

Hemos reimpreso en su totalidad el capítulo 39 de la edición de 1962 de Security Analysis a partir de la página 83 del presente capítulo.

La fórmula «secreta»

¿Cuál era la sencilla fórmula de Graham para calcular el valor intrínseco de cualquier compañía cotizada en Bolsa o de capital abierto? Para calcular el valor intrínseco, multiplique la tasa de crecimiento de los beneficios por 2 y sume 8,5 al total. A continuación multiplique el resultado por los beneficios actuales por acción:

(8,5 + (2 × crecimiento)) × Beneficios por acción = Valor intrínseco por acción

Veamos a continuación algunos ejemplos de esta fórmula, los cuales nos mostrarán cómo se utiliza la fórmula para valorar una compañía sin crecimiento, una compañía con un crecimiento promedio y una compañía de rápido crecimiento.

1. Una compañía sin crecimiento. En este ejemplo, la compañía A tiene unos beneficios anuales de 2 dólares por acción. Veamos cómo sería la ecuación en este caso:

8,5 + (2 × 0 % crecimiento) = 8,5 × 2 dólares por acción (ganancias) = 17 dólares por acción en valor intrínseco

Un valor intrínseco de 17 dólares parece adecuado para esta compañía. Con unos beneficios de 2 dólares por acción y una cotización de 17 dólares, la compañía tendría un ratio PER de 8,5 (y una rentabilidad de los beneficios del 12 por ciento [beneficios por acción divididos por la cotización de la acción o inverso del ratio PER]), bastante típico de una compañía madura.

2. Una compañía con un crecimiento promedio. La compañía B tiene unos beneficios anuales de 2 dólares por acción y un crecimiento de los beneficios del 5 por ciento al año. Esta es una típica tasa de crecimiento para las compañías incluidas en el índice Standard & Poor’s 500. Veamos cómo sería la ecuación en este caso:

8,5 + [2 × 5 % (crecimiento)] = 18,5 × 2 dólares por acción (ganancias) = 37 dólares por acción en valor intrínseco

No es casual que la mayoría de analistas utilicen un rango del ratio PER de 15 a 20 veces los beneficios para el S & P 500. El ratio PER de esta acción, tal como se deriva de la utilización de la fórmula de Graham es de 18,5 (37 dólares/2 dólares), el cual se encontraría justamente en la mitad del rango típico de una acción de crecimiento promedio incluida en el S&P 500.

3. Una compañía de rápido crecimiento. La compañía C tiene unos beneficios anuales por acción de 2 dólares y un crecimiento de los beneficios del orden del 10 por ciento al año. Veamos cómo sería la ecuación en este caso

8,5 + [2 × 10 % (crecimiento)] = 28,5 × 2 dólares por acción (ganancias) = 57 dólares por acción en valor intrínseco

El ratio PER de esta acción sería de 28,5, que es un valor bastante típico para las compañías de rápido crecimiento incluidas en el S&P 500.

Otras fórmulas de valoración

Hay otras fórmulas que los analistas utilizan para valorar las acciones. Examinemos algunas de las más frecuentes y veamos cómo se comparan con la fórmula de Graham.

El ratio PEG

Una de las fórmulas más frecuentemente utilizadas en la actualidad es el «ratio PEG». He aquí la fórmula:

Valor intrínseco por acción = Tasa de crecimiento × Beneficios por acción

Mediante esta fórmula una compañía con unos beneficios de 1 dólar por acción y una tasa de crecimiento anual del 10 por ciento se vendería a 10 dólares por acción:

10 dólares por acción = 10 % de tasa de crecimiento × 1 dólar de beneficios por acción

El ratio PEG es sencillo, pero tiene varias deficiencias importantes. La más evidente se refiere a la valoración de una compañía madura. Según la fórmula del ratio PEG, una compañía sin crecimiento no valdría nada.

Valor intrínseco por acción = 0 % de tasa de crecimiento × Beneficios por acción = 0 × 1 dólar por acción = 0

El ratio PEG tiende a subestimar el valor de todas las compañías. Una compañía que está creciendo un 5 por ciento al año se vendería a 5 veces sus ganancias. Incluso una impresionante compañía de crecimiento con un crecimiento del 12 por ciento anual se vendería a 12 veces sus ganancias. Como consecuencia, la mayoría de los analistas sobreestiman las tasas de crecimiento futuro de su universo de acciones –tanto las de las compañías de valor como las de las compañías de crecimiento– con el objetivo de justificar la adquisición de las acciones

Flujo de caja descontado (DCF)

Otro modelo de valoración que se emplea con frecuencia es el modelo del flujo de caja descontado (DCF- discounted cash flow).

Debido a que la teoría que respalda el enfoque del DCF es muy sólida, hemos comparado las valoraciones que resultan de la aplicación del modelo de Graham con las del modelo del DCF (ver Anexo) y hemos descubierto que los resultados del modelo de Graham son muy parecidos a los del modelo de DCF bajo un rango razonable de supuestas tasas de crecimiento.

Para los interesados en las matemáticas, considere que la capitalización múltiple obtenida por el modelo del DCF es igual a los beneficios del año siguiente divididos por la diferencia entre la tasa crítica de rentabilidad o tasa mínima de rendimiento (hurdle rate) y una tasa de crecimiento.

Valor intrínseco por acción = Ganancias por acción (EPS) año 1 / (hg)

Donde

h = tasa crítica de rentabilidad

g = tasa de crecimiento

EPS año 1 es la EPS del año siguiente

Si utilizamos una tasa crítica de rentabilidad del 12 por ciento y una tasa de crecimiento del 7 por ciento, el diferencial sería del 5 por ciento. Esto produciría un ratio PER ligeramente superior a 21,4 veces las ganancias. Para la misma acción, la fórmula de Graham daría lugar a un ratio PER de 22,5 veces las ganancias, cifra muy aproximada a la del modelo del DCF.

El problema del modelo del DCF es que tiene demasiadas variables y que estas pueden interactuar entre sí. Dado que esta fórmula incluye una tasa crítica de rentabilidad y una tasa de crecimiento, puede ser tentador cambiar la una o la otra con el objetivo de justificar la valoración de la compañía. En general, la complejidad en las fórmulas de valoración puede ser perjudicial. La simplicidad es mejor. La valoración de las compañías es una ciencia inexacta. Cuanto más sencillo y claro sea el modelo de valoración, más fácil le será al inversor concentrarse en otros componentes, como ganancias, flujo de caja y crecimiento futuro.

Dos deficiencias de los modelos de valoración

Todos los modelos de valoración tienen defectos. Modelos como el de Graham valoran una compañía basándose exclusivamente en sus beneficios. Con ello se omiten los posibles efectos positivos de activos no operativos o los efectos negativos de pasivos que no están en el balance.

Por ejemplo, supongamos que un inversor está tratando de valorar dos compañías para determinar cuál de ellas sería una mejor inversión. Ambas, la compañía A y la compañía B, tienen unos beneficios de 1 dólar por acción y se prevé que crezcan a un ritmo del 10 por ciento anual a lo largo de los siete años siguientes. Las acciones de ambas compañías se venden a 10 dólares por acción. ¿Cuál de dichos valores debería adquirir el inversor?

La fórmula del ratio PEG diría que no hay diferencia entre las dos acciones, lo cual puede ser engañoso. Supongamos que la compañía A tiene 5 dólares por acción en efectivo en el balance de situación y no tiene deuda, mientras que la compañía B tiene 5 dólares por acción de deuda en el balance de situación y no dispone de efectivo. Aunque las fórmulas de valoración no lo muestren, parece evidente que la acción de la compañía A (la compañía rica en efectivo) es una mejor opción que la compañía B.

Esta es la razón de que los inversores tengan que mirar más allá de los beneficios y examinar los balances de las compañías antes de comprar en busca de activos y pasivos no operativos.

Una segunda deficiencia tiene que ver con la posible competencia de los elevados tipos de interés. ¿Debería ser el ratio PER de las acciones inmune a los altos tipos de interés? Es evidente que no. El propio Graham se ocupó de este problema cuando aconsejó que los ratios PER deberían ajustarse a la baja si los tipos de interés a largo plazo de los bonos corporativos superaban el 4,4 por ciento. Graham seleccionó el 4,4 por ciento porque el tipo de interés corporativo medio de los bonos de máxima calificación (AAA) era del 4,4 por ciento en 1964. Introdujo su fórmula revisada en un seminario patrocinado conjuntamente por el Institute of Chartered Financial Analysts y la Financial Analysts Research Foundation, celebrado el 18 de setiembre de 1974 en Nueva York.

La fórmula revisada de Graham tiene en cuenta el rendimiento actual al vencimiento de los bonos corporativos AAA en el cálculo del valor intrínseco de una compañía:

Valor intrínseco por acción = beneficios por acción (EPS) × (8,5 + 2c) × 4,4/r

Donde

c = tasa de crecimiento

r = rentabilidad de los bonos corporativos AAA

Los efectos de esta fórmula sobre los ratios PER (Precio/Beneficio) pueden obtenerse fácilmente. Si los rendimientos de los bonos corporativos AAA siguieran siendo del 4,4 por ciento, entonces el modelo original de Graham permanecería intacto. Si los rendimientos de los bonos corporativos AAA aumentaran hasta el 6,6 por ciento, entonces los ratios PER se reducirían en 1/3 (4,4/6,6 = 2/3). Si los rendimientos de los bonos corporativos AAA aumentaran hasta el 8,8 por ciento, entonces los ratios PER se reducirían a la mitad. En este último ejemplo, el valor futuro de todas las compañías disminuiría en un 50 por ciento, manteniendo constante todo lo demás.

Los que quieran utilizar el modelo de Graham modificado deben obrar con prudencia. El modelo exige que el usuario prevea los tipos de interés a largo plazo. Como input al modelo, podría ser engañoso para el inversor basarse en unos tipos de interés recientes. Desde 1965 hasta 1981, los tipos de interés a largo plazo fueron creciendo gradualmente; esto podría provocar que los inversores introdujeran sistemáticamente en el modelo tipos de interés que fueran demasiado bajos, lo cual podría significar que, en general, el modelo sobreestimase el valor futuro de las compañías. En 1981, la situación se invirtió. Desde 1981 hasta 2000, en general, los tipos de interés disminuyeron, con lo cual el modelo subestimaría el valor futuro de las acciones. Esta situación podía haber contribuido a que los inversores que se basaban en esta fórmula evitaran invertir en uno de los mercados alcistas más importantes de la historia.

El otro riesgo para este modelo procede de las predicciones de la tasa de crecimiento. Unos altos tipos de interés a largo plazo suelen correlacionarse con períodos de elevada inflación. En un período inflacionista, el crecimiento de ingresos y beneficios puede verse aumentado a causa de la inflación.

Nuestro consejo a los inversores: tenga presente los efectos de los altos tipos de interés, pero no ajuste los ratios PER a la baja, a menos que crea firmemente que el entorno inversor está entrando en un prolongado período de tipos de interés significativamente crecientes.

Cálculo del valor a día de hoy

A pesar de las dos deficiencias que acabamos de reseñar, la fórmula de Graham puede aplicarse a todas las compañías, tanto las de valor como las de crecimiento.

Con el objetivo de calcular el valor intrínseco de hoy mediante la fórmula de Graham, se deben estimar los beneficios actuales por acción normalizados de la compañía y prever la tasa de crecimiento de los beneficios de la compañía en el futuro.

Al analizar los datos históricos sobre beneficios y flujos de caja de los que se dispone con facilidad, los inversores deberían ser capaces de determinar un nivel apropiado de beneficios actuales para cada compañía que está bajo consideración. En general, hay información suficiente inmediatamente disponible de la compañía y de otras fuentes –incluidas las cifras de beneficios y flujos de caja pasados, presentes y previstos– para confeccionar una estimación razonable de los beneficios actuales para cada compañía cotizada en el mercado bursátil.

Con el objetivo de emplear el modelo de Graham de una forma eficaz, los inversores deberían convertir los beneficios presentes por acción en beneficios normalizados por acción. Para ello, hay que ajustar respecto a donde nos encontremos en el ciclo económico global y en el ciclo del sector de la compañía, y respecto a donde se encuentra la compañía en su ciclo de inversión. Si la economía se encuentra en una fase de recesión, los beneficios actuales por acción deberían ajustarse al alza; en un período de auge deberían ajustarse a la baja. Si el sector al que pertenece una compañía está en recesión o en medio de un período de competición intenso, los beneficios actuales por acción deberían ajustarse al alza; en un período de auge del sector, deberían ajustarse a la baja. Si una compañía se encuentra en medio de un período de fuertes inversiones para un futuro crecimiento, los beneficios actuales por acción deberían ajustarse al alza.

También se debe realizar una previsión de la tasa de crecimiento de los beneficios para cada compañía. Animamos a los inversores a establecer una tasa de crecimiento de los beneficios normalizados. Esto ayudará a reducir los efectos de los ciclos económico, sectorial e individual. Nos gusta pensar en la tasa de crecimiento como en la tasa de crecimiento subyacente a largo plazo para la compañía. En su capítulo sobre acciones de crecimiento, Graham explicó que su fórmula está basada en la «tasa de crecimiento anual media» que se espera para los próximos siete a diez años. «Para nuestros propósitos, aconsejamos que el inversor utilice el plazo de siete años; este período de tiempo es más largo que un ciclo económico típico, pero suficientemente breve para que el inversor sea responsable».

Crecimiento frente a valor

El cálculo del valor intrínseco actual sirve a un propósito diferente a diferentes tipos de valores. Para una compañía de valor, el valor intrínseco actual puede proporcionar un fundamento sólido para tomar una decisión sobre si adquirir o no adquirir la acción. Es poco probable que su valor intrínseco cambie mucho a lo largo de los siete próximos años.

Por lo que respecta a una compañía de crecimiento, el cálculo del valor intrínseco actual es tan solo el comienzo del proceso. La inversión en compañías de crecimiento exige que los inversores basen su decisión en el valor futuro de la compañía. Esa es la razón de que el valor intrínseco actual sea menos relevante para la decisión por lo que respecta a las acciones de crecimiento que por lo que se refiere a las acciones de valor. Sin embargo, esto no disminuye la importancia de esforzarse en calcular el valor intrínseco actual para las compañías de crecimiento. En el proceso del cálculo del valor intrínseco actual, usted debería adquirir un conocimiento más completo de la compañía y sus operaciones. Solamente a través de la adquisición de un conocimiento y una comprensión exhaustivos de las operaciones actuales de la compañía puede un inversor empezar a evaluar su valor futuro.

El esfuerzo por entender una compañía es un factor importante para la creación de un margen de seguridad satisfactorio (que comentaremos en el capítulo 5). Si usted no es capaz de analizar las operaciones actuales de una compañía con la precisión adecuada, debería rechazar la acción y examinar otras compañías.

Confección de una previsión a siete años

Cuando se analizan acciones de crecimiento, es extraordinariamente importante confeccionar una previsión razonable a siete años de todas las compañías que estén bajo consideración.

En nuestra firma, subrayamos la importancia de este paso mediante la confección de un modelo detallado para cada compañía que nos pueda interesar. Comenzamos el proceso de creación de un modelo financiero a siete años con la evaluación de la cuenta de resultados, el estado de flujo de caja, el balance de situación y la solidez de la dirección de la compañía. También examinamos el tamaño de la compañía, el tamaño del sector, el potencial de crecimiento, y el potencial de margen de beneficio. Con dicha información elaboraremos un presupuesto detallado de la compañía. Nuestros presupuestos detallados incluyen tanto previsiones de ingresos como de ganancias. También establecemos una proyección del flujo de caja y creamos un balance de situación para cada compañía.

No todos los inversores dispondrán del tiempo, los recursos o la capacidad para elaborar una previsión con el mismo detalle que nosotros. No obstante, este grupo de inversores debe ser muy cuidadoso y evitar previsiones de crecimiento excesivamente optimistas, lo cual a veces puede dar lugar a resultados desastrosos para los inversores de acciones de crecimiento.

Teniendo en cuenta que el futuro siempre es incierto, los inversores tal vez deseen estimar un intervalo de tasas de crecimiento. Si usted cree que una compañía puede crecer a un ritmo de un 10 por ciento al año, tal vez quiera ampliar el rango de crecimiento entre el 8 y el 12 por ciento anual. Esto es correcto, siempre y cuando no base su decisión en el límite superior del intervalo de previsión.

¿Qué ocurre después de los siete años?

Con el paso del tiempo, hasta las compañías con mayores crecimientos maduran y sus tasas de crecimiento se ralentizan. Con el objetivo de utilizar la fórmula de Graham de una manera eficaz, es necesario ralentizar el crecimiento de la compañía en algún punto del futuro. Nosotros hemos decidido hacerlo al cabo de siete años para cada uno de nuestros activos por tres razones. La primera razón es que creemos que el establecimiento de una previsión a siete años ya es en sí mismo un desafío importante. Hemos decidido concentrar nuestros esfuerzos analíticos en conseguir una previsión razonablemente correcta. La segunda razón es que las tasas de crecimiento a largo plazo de los beneficios de las compañías individuales tienden a converger en un nivel sostenible que se acerca al crecimiento económico general a largo plazo. La tercera razón es que del mismo modo que el piloto bloquea una variable cuando ejecuta una maniobra de aterrizaje, nosotros hemos decidido bloquear esta variable para facilitar nuestro análisis.

¿Qué tasa de crecimiento utilizamos? Nuestro trabajo empírico ha demostrado que la mayoría de las compañías decaen inevitablemente a una tasa de crecimiento de alrededor del 7 por ciento anual. Por tanto, adjudicamos a todas las acciones que analizamos una tasa de crecimiento del 7 por ciento después de 7 años.

Con el modelo de Graham, esto significa que hacemos una previsión de un ratio PER máximo de 22,5 veces los beneficios para los beneficios del séptimo año para cada uno de nuestros valores.

Cálculo del valor futuro

La evaluación de las compañías de crecimiento exige la aplicación de la fórmula de Graham dos veces –una estimación del valor intrínseco actual y una estimación de un valor intrínseco futuro. A causa de los cambios dinámicos experimentados en el valor intrínseco de las compañías de crecimiento, es vital realizar una previsión del valor futuro de la compañía con el objetivo de determinar un precio apropiado para dicha acción en el mercado actual.

Por lo que respecta a los inversores de las compañías de crecimiento, el valor intrínseco futuro proporciona a los inversores un dato clave sobre el que basar la toma de una decisión, de compra, venta o mantenimiento de la acción en cuestión.

La estimación del valor futuro de una compañía exige dar cuatro pasos:

1. Determinar los beneficios normalizados por acción de la compañía.

2. Efectuar la previsión de la tasa de crecimiento de los beneficios por acción de la compañía a largo plazo.

3. Estimar los beneficios normalizados por acción a siete años vista.

4. Calcular el futuro valor intrínseco por medio de la fórmula de Graham.

Ya hemos comentado los pasos 1 y 2.

Con el objetivo de ejecutar el paso 3, los inversores deberían utilizar los beneficios normalizados por acción y hacerlos crecer de acuerdo con la tasa pronosticada para los siete años siguientes. Si la compañía A tiene unos beneficios normalizados de 1 dólar por acción y una tasa de crecimiento prevista del 10 por ciento durante los siete años siguientes, entonces los beneficios normalizados por acción a siete años vista serían aproximadamente de 2 dólares por acción.

El paso 4 viene a continuación del paso 3. Los inversores tienen que aplicar una tasa de capitalización para prever los beneficios por acción en el año 7. Como empleamos una tasa de crecimiento prevista del 7 por ciento anual desde el año 7 en adelante, deberíamos aplicar un ratio PER de 22,5 a los beneficios de la compañía A en el año 7. Así pues, el valor intrínseco de la compañía A en el año 7 sería de unos 45 dólares por acción. Así es como sería la fórmula:

Valor intrínseco por acción de la compañía A = [8,5 + (2 × 7)] × 2 dólares por acción

Para los inversores que decidan utilizar un rango de proyecciones, se aplicará el siguiente cálculo matemático. Supongamos que un inversor efectúa una previsión de crecimiento de beneficios de la compañía A entre el 8 y el 12 por ciento a lo largo de los siete años siguientes. Si la compañía tiene hoy unos beneficios por acción de 1 dólar, con una tasa de crecimiento de los beneficios del 8 por ciento, entonces los beneficios por acción aumentarían hasta 1,71 dólares en el año 7. Si los beneficios por acción de la compañía crecieran a un ritmo del 12 por ciento anual, entonces los beneficios por acción crecerían hasta los 2,21 dólares anuales en el año 7. Aplicando un ratio de PER de 22,5 a ambos resultados obtendríamos un rango de valor intrínseco entre 38,47 y 49,72 dólares por acción.

Más simple es mejor

¿Por qué defendemos la utilización de un modelo de valoración tan simple? Porque la simplicidad y solidez esencial del modelo son sus mayores ventajas. Ha existido una batalla entre los inversores que viene de largo respecto a la cuestión de complejidad frente a simplicidad. A medida que la potencia de computación se va generalizando y las fórmulas matemáticas son más precisas, existe la tentación natural de hacer las fórmulas más complejas.

El problema que presentan las fórmulas complejas es que el mundo inversor no es tan preciso. Las estimaciones de beneficios son tan solo eso –estimaciones– y es imposible establecer proyecciones precisas mediante la utilización de estimaciones que son frecuentemente imprecisas. Para tomar buenas decisiones de inversión, solamente hace falta tener una idea aproximada del valor intrínseco de la compañía. Para ser justos, hay que decir que es posible que se necesite tiempo y experiencia para aprender hasta qué punto es obligada la precisión. En cualquier caso, las fórmulas complejas no son la respuesta.

El otro defecto potencialmente fatal de los modelos matemáticos complejos es que tienden a estar orientados al pasado. Los modelos necesitan datos históricos de los que alimentarse. Nadie sabe si los datos históricos ayudarán a tomar buenas decisiones de inversión; el análisis y la aportación humana son necesarios para determinar cuáles son los datos relevantes.

También pensamos que se presta un buen servicio a los inversores haciendo que la totalidad de su proceso inversor sea sencillo. Existen tantas distracciones en el mundo de hoy en día que es extraordinariamente fácil perder de vista los pocos factores clave que son necesarios para tener éxito con las inversiones. A medida que los inversores adquieren experiencia, van aprendiendo a pasar por alto la mayoría de los acontecimientos que son erróneamente considerados como importantes cuando se compra una acción. La mayoría de los factores macroeconómicos no se pueden prever con la precisión necesaria, ni tampoco se puede entender el vínculo existente entre dichos factores y la posesión de acciones. La mayoría de los inversores pierden un valioso tiempo de análisis en acontecimientos que no pueden saber o que tienen poca influencia en su decisión de invertir en una compañía.

Claridad de enfoque

Una vez que los inversores han aceptado la idea de que un modelo simple es mejor, deberían mostrarse abiertos a las ventajas ofrecidas por un modelo sencillo como el de Graham. Tal vez el beneficio más importante que ofrece el modelo de valoración de Graham es su capacidad de proporcionar al inversor claridad de enfoque con la eliminación de muchas de las cautivadoras, pero irrelevantes, variables involucradas en la selección de una acción para su compra. El modelo de Graham obliga al inversor a concentrarse en los factores específicos que son necesarios para tomar una buena decisión de inversión: la calidad y la capacidad de generar beneficios del negocio subyacente, el crecimiento de las ganancias, la calidad del crecimiento de las ganancias, y el valor futuro. Factores externos como el crecimiento del PIB, el rendimiento de los bonos, y las condiciones económicas a corto plazo tienen poco que ver con las perspectivas a largo plazo de una compañía individual.

Un segundo beneficio importante del modelo de Graham es que al «bloquear» muchas variables importantes, se puede aplicar un criterio y análisis incisivos a unas pocas cuestiones clave. Graham no solo ofreció un marco conceptual de valoración, sino que también aconsejó un marco de tiempo razonable (de siete a diez años) en el que tomar decisiones.

Mediante la utilización del modelo de Graham, usted puede estar libre para concentrarse en dos partes importantes del proceso: el conocimiento y comprensión de las operaciones de la compañía y la creación de un presupuesto a siete años razonable.

El regalo de Graham a la inversión en crecimiento

Después de toda una vida apoyando las virtudes de la inversión en valor, Benjamin Graham pareció darse cuenta en los últimos tiempos de su carrera profesional de la fuerza de las acciones de crecimiento. El empuje para este cambio de actitud podría haberse debido a la marcha de algunas de las acciones de gran crecimiento en los años 50, o podría haberse debido al éxito obtenido con las acciones de GEICO.

Cualquiera que sea la razón, es evidente que Graham creía firmemente que el mundo inversor necesitaba un método para analizar y valorar las acciones de crecimiento. Ese fue el regalo que nos ofreció en el capítulo 39 de la edición de 1962 de Securiy Analysis.

Este capítulo es uno de los tratados más sencillos y útiles que jamás se han escrito sobre inversión en acciones (crecimiento o valor). En el mismo, Graham examina las teorías principales del momento sobre valoración de acciones de crecimiento, examina los puntos fuertes y los puntos débiles de cada planteamiento, y expone su propia propuesta de valoración de las acciones.

Brillante por su sentido común y su simplicidad, ha sido un capítulo de referencia en la ilustre carrera de Graham antes de que inexplicablemente desapareciera de las posteriores ediciones del libro. Reproducimos a continuación la totalidad del capítulo.

Security Analysis (Edición de 1962)

Capítulo 39. Métodos recientes para la valoración de acciones de crecimiento

Introducción histórica

Hemos definido previamente la acción de crecimiento como aquella que ha aumentado los beneficios por acción durante algún tiempo a un ritmo más rápido que la tasa media y de la que se espera que mantenga esta ventaja durante algún tiempo en el futuro. (Para nuestra comodidad, hemos definido la auténtica acción de crecimiento como aquella de la que se espera que crezca como mínimo a un ritmo anual del 7,2 por ciento –que si se mantiene conseguiría doblar los beneficios al cabo de diez años– aunque otros pueden establecer una tasa mínima más baja). Unos buenos datos en el pasado y un futuro excepcionalmente prometedor siempre han constituido una atracción importante para los inversores así como para los especuladores. En los mercados bursátiles anteriores a los años 20 del pasado siglo, el crecimiento esperado estaba subordinado en importancia, como factor de inversión, a la solidez financiera y a la estabilidad de los dividendos. A finales de la década de los años 20, las posibilidades de crecimiento se convirtieron en la consideración principal de los inversores y especuladores en acciones ordinarias. Se creía que dichas expectativas justificaban los multiplicadores extremadamente altos alcanzados por las emisiones más favorecidas. Sin embargo, los analistas financieros no se esforzaron seriamente en la elaboración de valoraciones matemáticas para las acciones de crecimiento.

La primera base detallada para tales cálculos apareció en 1931 –después del crac– en el libro de S.E. Guild, Stock Growth and Discount Tables. Este enfoque derivó en una completa teoría y técnica en el trabajo de J.B. Williams The Theory of Investment Value, publicado en 1938. El libro describía en detalle la tesis básica de que el valor de una acción ordinaria es la suma de todos sus futuros dividendos, cada uno de ellos descontado a su valor actual. Las estimaciones de las tasas del crecimiento futuro deben utilizarse para establecer el programa de dividendos futuros y, a partir de ellos, calcular el valor total reciente.

En 1938, National Investor’s Corporation fue el primer fondo de inversión que se consagró formalmente a la política de adquirir acciones de crecimiento, a las que identificaba como aquellas que habían aumentado sus beneficios desde la cima de un ciclo económico a la cima del siguiente, y de las que se podía esperar que continuaran a este ritmo. Durante los 15 años siguientes, las compañías que presentaban buenos datos de crecimiento adquirieron una popularidad cada vez mayor, aunque se hicieron escasos esfuerzos para efectuar valoraciones precisas de las mismas.

A finales de 1954 se inició el enfoque actual a la valoración de las acciones de crecimiento en un artículo de Clendenin y Van Cleave, titulado «Growth and Common Stock Values»1. En este artículo se proporcionaban tablas para encontrar los valores presentes de dividendos futuros, sobre diversos supuestos tales como la tasa y la duración del crecimiento, y también el factor de descuento. Desde 1954 se ha producido una verdadera avalancha de artículos en la prensa económica –principalmente en el Financial Analysts Journal– sobre el tema de la valoración matemática de las acciones de crecimiento. Los artículos exponen métodos y fórmulas técnicas, aplicaciones al índice Dow Jones Industrial Average (DJIA), y a numerosas cuestiones individuales, así como algunas evaluaciones críticas de la teoría de las acciones de crecimiento y del comportamiento de mercado de las acciones de crecimiento.

En este capítulo proponemos: 1) examinar de la forma más elemental posible la teoría matemática de la valoración de las acciones de crecimiento tal como se practica actualmente; 2) exponer unos pocos ejemplos de la aplicación de esta teoría, seleccionados de entre la copiosa literatura existente sobre el tema; 3) manifestar nuestras opiniones sobre la fiabilidad de este enfoque, e incluso ofrecer un sustitutivo muy sencillo para sus generalmente complicados cálculos matemáticos.

El método de la «tasa de crecimiento» permanente

Se puede encontrar fácilmente una fórmula aritmética elemental para valorar el crecimiento futuro si damos por sentado que el crecimiento a una tasa fija continuará en el futuro indefinido. Tan solo nos hace falta restar esta tasa fija de la rentabilidad anual exigida por el inversor; la diferencia nos dará la tasa de capitalización para el dividendo actual.

El método puede ejemplificarse a través de una valoración del DJIA realizada en un artículo bastante inicial sobre el tema por un importante teórico en dicho campo.2 Este estudio asumía una tasa de crecimiento permanente del 4 por ciento para el DJIA y un rendimiento global para el inversor (o «tasa de descuento») del 7 por ciento. Sobre esta base, el inversor necesitaría una rentabilidad actual por dividendos del 3 por ciento, y esta cifra determinaría el valor del DJIA. Supondremos que el dividendo aumentará cada año en un 4 por ciento y, por tanto, el precio del mercado también aumentará un 4 por ciento. Entonces, en cualquier año, el inversor obtendrá una rentabilidad por dividendos del 3 por ciento y una revalorización de mercado del 4 por ciento –ambos sobre el valor de partida– o un total de un 7 por ciento anual compuesto. El rendimiento por dividendos exigido puede ser convertido en un multiplicador de beneficios equivalente a base de asumir una tasa de pago estándar. En este artículo, la tasa de pago se situó alrededor de dos tercios; por tanto, el multiplicador de beneficios es de 2/3 de 33 o 22.3

Es importante para el estudioso entender por qué este gratamente simple método de valoración de una acción ordinaria o de un grupo de acciones tiene que ser reemplazado por métodos más complicados, en especial en el campo de las acciones de crecimiento. Funcionaría de forma bastante convincente para presuntas tasas de crecimiento de hasta, digamos, el 5 por ciento. Esta última cifra produce una rentabilidad de dividendos requerida de tan solo el 2 por ciento, o un multiplicador de 33 para los beneficios actuales, si el pago es de dos tercios. Sin embargo, cuando la tasa de crecimiento esperado se va estableciendo progresivamente a un nivel más alto, la valoración resultante de dividendos o beneficios aumenta muy rápidamente. Una tasa de crecimiento del 6,5 por ciento produce un multiplicador de 200 para el dividendo, y una tasa de crecimiento del 7 por ciento o más hace que la emisión valga infinito si paga algún dividendo. En otras palabras, sobre la base de esta teoría y este método, ningún precio sería excesivo para el pago de una acción ordinaria de tales características.4

Hace falta un método diferente

Teniendo en cuenta que una tasa de crecimiento esperado del 7 por ciento es casi el mínimo exigido para calificar a un valor como auténtica «acción de crecimiento» en la estimación de muchos analistas de valores, debería ser evidente que el anterior método de valoración simplificado no puede emplearse en dicha área. Si así se hiciera, todas las acciones de crecimiento de este tipo tendrían un valor infinito. Tanto las matemáticas como la prudencia requieren que el período de alta tasa de crecimiento se limite a un período de tiempo finito –en realidad a uno bastante breve. Después de esto, debe presumirse que el crecimiento se detiene por completo o bien que prosigue a una tasa tan modesta que permita un multiplicador muy bajo de los beneficios más recientes.

El método estándar que se emplea actualmente para las acciones de crecimiento sigue esta prescripción. Suele dar por sentado un crecimiento a una tasa relativamente alta –que varía enormemente entre las diferentes compañías– durante un período de diez años, más o menos. De ahí en adelante, la tasa de crecimiento se prevé tan baja que los beneficios en el décimo año u otro año «objetivo» pueden ser valorados por el sencillo método anteriormente descrito. Esta valoración en el año objetivo se descuenta a continuación al valor actual, como también se hace con los dividendos a recibir durante el período anterior. A continuación, los dos componentes se suman para dar lugar al valor deseado.

La aplicación de este método puede ilustrarse con la formulación de las siguientes hipótesis bastante representativas: 1) una tasa de descuento, o rentabilidad anual requerida del 7,5 por ciento,5 2) una tasa de crecimiento anual de un 7,2 por ciento durante un período de 10 años –es decir, duplicación de beneficios y dividendos en la década–; 3) un multiplicador de 13,5 para los beneficios del décimo año. (Este multiplicador corresponde a una tasa de crecimiento esperado después del décimo año del 2,5 por ciento, requiriendo una rentabilidad por dividendos del 5 por ciento. Está establecido por Molodovsky como un «nivel de ignorancia» con respecto al crecimiento posterior. Nosotros preferiríamos denominarlo «nivel de conservadurismo)». Nuestra última hipótesis sería 4) un pago medio del 60 por ciento. (Este porcentaje puede ser elevado para una compañía con un buen crecimiento).

La valoración por dólar de los beneficios presentes basándonos en dichas hipótesis se calcula de la siguiente forma:

A. Valor presente de la cotización de mercado en el décimo año. Los beneficios del décimo año serán de 2 dólares, su cotización de mercado de 27, y su valor actual un 48 por ciento de 27, es decir, 13 dólares.

B. El valor actual de los dividendos de los diez años siguientes. Comenzarán con 60 centavos, aumentarán hasta 1,20 dólares, la media será de 90 centavos, se acumularán unos 9 dólares, y estarán sujetos a un factor de valor actual de alrededor del 70 por ciento –para un período medio de espera de cinco años. El componente dividendos tiene, por tanto, un valor actual de alrededor de 6,30 dólares.

C. Valor presente total y multiplicador. Los componentes A y B suman 19,30 dólares, o bien un multiplicador de 19,3 de los beneficios actuales.

Valoración del DJIA en 1961 siguiendo este método

En un artículo de 1961, Molodovsky seleccionó el 5 por ciento como la tasa de crecimiento más verosímil del DJIA para el período 1961-1970. Esto daría lugar a un aumento del 63 por ciento en un plazo de diez años, un incremento de los beneficios desde un 1960 «normal» de, digamos, 35 dólares hasta los 57 dólares, y un precio esperado en 1970 de 765, con un valor descontado a 1960 de 365. A esto deben añadirse unos 300 dólares, el 70 por ciento de los dividendos esperados a diez años –o 210 dólares netos. La valoración de 1960 del DJIA calculada de acuerdo con este método es de 575. (Molodovsky la estableció en 590 para 1961).

Similitud con el cálculo del rendimiento de los bonos

El estudioso debería reconocer que el proceso matemático empleado anteriormente es idéntico al utilizado para determinar el precio de un bono correspondiente a un determinado rendimiento y, por tanto, el rendimiento indicado por un determinado precio. El valor, o precio apropiado, de un bono se calcula descontando el pago de cada cupón y también el pago final del principal o capital original a su valor actual, a una tasa de descuento o rendimiento requerido igual al rendimiento designado. En las valoraciones de acciones de crecimiento el precio de mercado presunto en el año objetivo corresponde al reembolso del bono al valor nominal al vencimiento.

Hipótesis matemáticas realizadas por otros

Aunque los cálculos utilizados en el ejemplo del DJIA pueden ser contemplados como bastante representativos del método general, debe señalarse que existe una diversidad bastante amplia en las asunciones específicas, o «parámetros» utilizados por diversos autores. Las tablas originales de Clendemin y Van Cleave llevan los cálculos del período de crecimiento incluso hasta 60 años. Los períodos realmente adoptados por los autores financieros en sus cálculos han incluido 5 años (Bing), 10 años (Molodovsky y Buckley), 12 a 13 años (Bohmfalk), 20 años (Palmer y Burrell), y hasta 30 años (Kennedy). La tasa de descuento también varía mucho –del 5 por ciento (Burrell) al 9 por ciento (Bohmfalk).6

La selección de tasas de crecimiento futuro

La mayoría de los tasadores de acciones de crecimiento utilizarán un período uniforme para proyectar el crecimiento futuro y una tasa de descuento o tasa uniforme de rentabilidad requerida, independientemente de las acciones que estén considerando. (Excepcionalmente, Bohmfalk divide sus acciones de crecimiento en tres clases de calidad, y varía el período de crecimiento entre 12 y 13 años, y la tasa de descuento entre el 8 y el 9 por ciento, según la clase). No obstante, es obvio que la tasa de crecimiento esperado variará de compañía a compañía, es igualmente cierto que la tasa prevista para una determinada compañía variará de un analista a otro.

Parecería que la tasa de crecimiento de cualquier compañía podría establecerse de forma objetiva si estuviera basada enteramente en datos del pasado durante un período de tiempo aceptado. Sin embargo, todos los autores financieros insisten de forma muy apropiada en que la tasa de crecimiento histórica debería considerarse solamente como uno de los factores a tener en cuenta en el análisis de una compañía y no puede aplicarse de modo mecánico para el establecimiento de la tasa de crecimiento para el futuro. Tal vez deberíamos destacar, como observación de precaución, que incluso la tasa de crecimiento histórica parece que se calcula de diferente forma por diferentes analistas.

Multiplicador aplicado a los «beneficios normales»

Los métodos descritos producen un multiplicador por dólar de los beneficios presentes. No se aplica necesariamente a los beneficios reales actuales o recientes, sino a una cifra considerada como «normal» –es decir, a los beneficios actuales tal como aparecerían en una curva de beneficios alisada. Así pues, los multiplicadores del DJIA en 1960 y 1961 eran aplicados generalmente a beneficios «línea de tendencia» que superaban a las cifras reales durante aquellos años que se presumían como «subnormales».

Dividendos frente a beneficios en las fórmulas. Una simplificación

Los métodos «modernos» de valoración de acciones de crecimiento se apartan considerablemente del concepto básico de J.B. Williams respecto a que el valor actual de una acción ordinaria es la suma de los valores presentes de todos los dividendos futuros que se esperan de la misma. Cierto, hoy en día suele realizarse un cálculo de dividendos de diez a veinte años que forma parte del valor final. Sin embargo, a medida que aumenta la tasa de crecimiento esperada de compañía a compañía, el pago previsto también tiende a disminuir, y el componente de los dividendos pierde importancia frente a los beneficios del año objetivo.

Las posibles variaciones en el pago esperado no tendrán un gran impacto en el multiplicador final. Por consiguiente el proceso de cálculo puede simplificarse a base de prever un pago uniforme para todas las compañías del 60 por ciento a lo largo de los diez años siguientes. Si T es la cifra del décimo año conseguida por 1 dólar de los beneficios presentes creciendo a una tasa determinada, el valor de los dividendos de diez años se calcula de la siguiente forma: 2,1 + 2,1T. El valor actual de la cotización de mercado del décimo año es igual al 48 por ciento de 13,5T, o aproximadamente igual a 6,5T. Por tanto, el valor total de 1 dólar de beneficios presentes –o el multiplicador final para las acciones– sería igual a 8,6T + 2,1.

La tabla 39-1 ofrece el valor de T y los consiguientes multiplicadores para diferentes tasas de crecimiento previstas.

Estos multiplicadores son un poco bajos para las pequeñas tasas de crecimiento, puesto que solo suponen un pago del 60 por ciento. Mediante este método el valor actual se calcula enteramente a partir de los beneficios actuales y el crecimiento esperado; el dividendo desaparece como factor que se calcula separadamente. Esta anomalía puede ser aceptada más fácilmente si también se tolera la importancia rápidamente descendente de los pagos de dividendos en el campo de las acciones de crecimiento.

Tabla 39-1

Tasa de crecimiento

Ganancias del décimo año (T)

Multiplicador de los beneficios presentes (8,6T + 2,1)

2,5 %

$1,28

13,1x

4,0

1,48

14,8x

5,0

1,63

16,1x

6,0

1,79

17,5x

7,2

2,00

19,3x

8,0

2,16

20,8x

10,0

2,59

24,4x

12,0

3,11

28,8x

14,3

4,00

36,5x

17,5

5,00

45,1x

20,0

6,19

55,3x

Una aparente paradoja en las valoraciones de las acciones de crecimiento

Volvamos a las hipótesis de Molodovsky, utilizadas en nuestro modelo y consideradas como representativas. Su método exige que se presuma que todas las acciones se vendan al cabo de una década a 13,5 veces sus beneficios de dicho año. (Igualmente Bohmfalk prevé que las 100 acciones de crecimiento que valoró en su artículo se vendan entre 11 y 12,5 veces sus beneficios al cabo de 12 a 13 años). Sin embargo, es evidente que los multiplicadores de 1971 variarán de forma importante entre las diferentes compañías, y que aquellas que hayan tenido un buen crecimiento real durante los años 60 se venderán a multiplicadores mucho más altos que aquellas que hayan mostrado ligeros aumentos.

¿Por qué los tasadores no formulan la hipótesis más realista de que sus acciones se venderán en el año objetivo a un multiplicador más o menos proporcional a la tasa de crecimiento prevista? Si una acción dobla sus beneficios en un plazo de 10 años, y se presume que ahora vale 20 veces sus ganancias, ¿Por qué no podría esperarse que se venda en 1971 a no menos de 20 veces sus ganancias? No obstante, si se formula esta hipótesis, el valor actual de la acción tendría que aumentarse a más de 20 veces los beneficios actuales para evitar superar el rendimiento requerido del 7,5 por ciento. Esto sugeriría un multiplicador superior a 20 para los beneficios de 1971, y los ajustes tendrían que repetirse hasta que el valor actual se acerque a infinito.

El hecho matemático es que para cualquier acción que se prevea que ofrezca una rentabilidad por dividendos y un crecimiento que sobrepase la tasa de descuento, el multiplicador previsto en el año objetivo debe ser más bajo que el multiplicador actual derivado. De otro modo, regresaríamos a la valoración infinita que nos hizo descartar la sencilla hipótesis de una tasa de crecimiento perpetua y de una rentabilidad por dividendos que superase el 7 o 7,5 por ciento.

La objeción a la hipótesis de un multiplicador de 13,5 al cabo de 10 años para unos beneficios que se considera que crecen, digamos, a un ritmo del 10 por ciento a lo largo de la década, puede rebatirse si se introducen en el debate la idea de conservadurismo y un factor de seguridad. Una valoración del tipo Molodovsky no debería contemplarse como ese precio presente que, de hecho, produzca una rentabilidad anual del 7,5 por ciento si el crecimiento previsto se materializa, sino como aquel que producirá una rentabilidad superior al 7,5 por ciento bajo tales condiciones. Consideramos perfectamente lógico que el inversor exija este resultado matemático como compensación por el extremado riesgo de que el crecimiento real se produzca por debajo de la cifra estimada.

Dos cálculos adicionales recomendados

Para dar a este punto una expresión concreta para el inversor, aconsejamos a los analistas que su valoración del tipo que hemos estado exponiendo se complemente con uno o dos cálculos adicionales. El primero perseguiría acercar la verdadera tasa de rentabilidad probable al inversor en caso de que se cumpla la tasa de crecimiento estimada. El supuesto más simple para este propósito es que las acciones se vendan en 1971 al mismo multiplicador de sus beneficios tal como es aplicado por el tasador a los beneficios de 1961. Teniendo en cuenta que este superará siempre al multiplicador de 13,5 utilizado en el primer cálculo, producirá una tasa de rentabilidad por encima del 7,5 por ciento básico. La diferencia indicará 1) el beneficio adicional que puede esperarse del cumplimiento de la predicción de crecimiento o 2) la magnitud del factor de seguridad incrustado en la valoración principal. El segundo cálculo de este tipo podría determinar a través de un método similar, hasta qué punto la estimación de la tasa de crecimiento real puede caer y, sin embargo, producir el 7,5 por ciento requerido por el comprador en la primera valoración.

Ilustremos la procedencia de estas cifras adicionales mediante la utilización de un valor con una tasa de crecimiento esperado del 7,2 por ciento. Su multiplicador actual, mostrado en la tabla 39-1, se estableció en 19,3 –basado en un pago del 60 por ciento y en un multiplicador del 13,5 en 1971. Supongamos ahora que el multiplicador real de 1971 sea 19,3 considerado adecuado para 1961, Esto añadirá 11,60 dólares al valor de 1971 de 1 dólar de beneficios presentes. A través de una hábil manipulación de las tablas de interés compuesto podemos establecer que, sobre la nueva base del valor de 1971, la tasa de rentabilidad materializada por el inversor a 19,3 veces los beneficios de 1961 será de alrededor del 10 por ciento en lugar del básico 7,5 por ciento. Igualmente, aunque la tasa de crecimiento real muestre solamente un 5 por ciento de media, pero el multiplicador se mantuviera al 19,3, el inversor todavía obtendría a este precio su rentabilidad objetivo del 7,5 por ciento.

Estos cálculos no están en absoluto libres de contaminación matemática, pero pensamos que no van muy desencaminados en su implicación de que la fórmula de valoración original incluya un factor de seguridad de alrededor de un tercio.

Usos de las valoraciones de las acciones de crecimiento

Es evidente que el uso más directo y positivo de un conjunto de valoraciones de acciones de crecimiento realizadas por cualquiera de los métodos propuesto sería la selección de valores atractivos (infravalorado) y la identificación de los sobrevalorados. Las dos técnicas descritas más arriba –las de Molodovsky y Bohmfalk– se aplicaban de esta forma en los estudios respectivos. La primera descubrió un «valor de inversión» para cada una de las acciones que integraba el DJIA y lo comparó con el precio concurrente. Se descubrió que el nivel de febrero de 1961 de la unidad considerada como un todo (649) estaba un 10 por ciento por encima de su valor de inversión de 590; cinco de los componentes se vendían entre un 75 por ciento y un 95 por ciento de valor; quince entre el 100 y el 120 por cien, y diez entre el 120 y el 153 por ciento. Estas valoraciones, y las indicaciones resultantes respecto a si el mercado estaba barato o caro dependían tanto del enfoque de la fórmula específica utilizada por Molodovsky como de su decisión acerca de las tasas de crecimiento anuales estimadas. La segunda variaba entre un nominal del 1 ½ por ciento de United Aircraft a un máximo del 10 por ciento para Alcoa y Eastman Kodak.

Bohmfalk compara sus valoraciones con el precio actual de un modo diferente. Él calcula la tasa de crecimiento implícita en el precio presente –es decir, la tasa que, a través de sus fórmulas, produciría un valor igual al precio de julio de 1960. Esto se realiza para 93 acciones clasificadas en tres grupos de calidad. (Él utiliza tasas de descuento y períodos de crecimiento moderadamente diferentes para cada grupo). En su mayor parte, sus tasas de crecimiento previstas están bastante cerca de aquellas que están implícitas en el precio de mercado. (Toma el 6,5 por ciento para el DJIA, cifra que descubrió que era tanto su tasa histórica durante los últimos 13 años como la tasa del precio de mercado). No obstante, en dos casos su tasa es prácticamente tres veces la tasa de mercado; en uno de los casos la tasa de mercado está un 40 por ciento por encima de la suya.

Puede ser interesante comparar el crecimiento futuro seleccionado por Molodovsky y Bohmfalk para las nueve acciones que aparecen en ambas listas. Añadimos la tasa «histórica» o de 1946-1959 tal como fue descubierta por Bohmfalk.

La tabla 39-2 indica que las tasas de crecimiento históricas desempeñan un papel importante, aunque de ningún modo determinante, en la previsión de crecimiento futuro, y también que se pueden establecer diferencias de opinión bastante considerables sobre las tasas a adoptar para una determinada compañía por parte de analistas extremadamente competentes.

Tabla 39-2. Comparativa de tasas de crecimiento históricas y previstas de nueve

 

Históricas

Previsiones de Bohmfalk

Previsiones de Molodovsky

Allied Chemical & Dye

7,5 %

10,0 %

6,0 %

Alcoa

12,0

13,0

10,0

Du Pont

10,0*

10,0*

7,0

Eastman Kodak

9,5

11,5

10,0

General Electric

9,0

10,0

10,0

Goodyear

12,0

9,0

5,0

International Paper

4,5

8,5

3,5

Procter & Gamble

6,0

9,0

8,0

Union Carbide

9,0

9,5

5,0

*Excluida General Motors

Otras utilizaciones del enfoque de valoración

Una serie de estudios sobre el tema se han consagrado a las diversas interrelaciones existentes entre valor (como multiplicador de beneficios o dividendos presentes), tasa de crecimiento, período de crecimiento y tasa de descuento. Si se empieza con un rentabilidad por dividendos real o prevista (o multiplicador de ganancias) se puede calcular alternativamente 1) qué tasa de crecimiento es necesaria para producir un rendimiento global requerido en el plazo de un número determinado de años, 2) cuántos años de crecimiento a diversas tasas serían necesarios para producir el rendimiento requerido, y 3) qué rentabilidades reales se derivarían de determinadas tasas de crecimiento en determinados períodos8 Sin duda, estas exposiciones son valiosas para el analista porque le hacen consciente de las implicaciones cuantitativas por lo que respecta a las tasas de crecimiento y períodos que deben interpretarse dentro del precio de mercado actual de una acción de crecimiento.

Lecciones de la experiencia pasada

Un estudio de los resultados de inversión reales en grupos de acciones de crecimiento populares hace hincapié en la necesidad de un margen de seguridad sustancial cuando se calculen los valores presentes de tales valores. Sabemos, por supuesto, que cuando unas elevadas tasas de crecimiento se han prolongado durante largos períodos de tiempo, a los inversores les ha ido muy bien con dichos valores, aunque hayan pagado un multiplicador muy alto de los beneficios actuales en aquel momento. El ejemplo más destacado de una experiencia de este tipo nos lo proporciona International Business Machines (IBM). Sus aparentemente altos precios de venta en el pasado siempre han resultado ser bajos a la luz del posterior crecimiento de beneficios y de los posteriores aumentos de su cotización. El multiplicador de 1961 de, digamos, 80 veces, los beneficios actuales también podría demostrar la existencia de una infravaloración si la tasa de crecimiento histórica se mantiene durante un período suficientemente largo en el futuro. En general, los inversores se han sentido tan animados por el brillante rendimiento ofrecido por IBM como para pensar que cualquier compañía que ofrezca unos buenos datos de crecimiento reciente y, supuestamente, con unas excelentes perspectivas de continuidad, se puede adquirir con seguridad a un multiplicador correspondientemente alto.9

Cuando la experiencia de las acciones de crecimiento se contempla como un todo, y no simplemente bajo la luz cegadora de los logros obtenidos por IBM, emerge un cuadro bastante diferente. Se podría haber esperado que el rendimiento general de las acciones de crecimiento a lo largo de las dos últimas décadas hubiera sido decididamente más alto que el del mercado en su conjunto, aunque solo fuera a causa de su creciente popularidad en el mercado y, por tanto, han dispuesto de un factor adicional que ha ayudado a sus cotizaciones de mercado. Los datos disponibles indicarían que los hechos difieren de esta razonable expectativa. Veamos a continuación tres estudios o compilaciones sobre este punto:

1. En un artículo de T.E. Adderley y D.A. Hayes, titulado «The Investment Performance of Selected Growth Stock Portfolios» (Finanacial Analysts Journal, mayo de 1957), los autores rastrean anualmente hasta finales de 1955 los resultados de la inversión en cada una de las cinco carteras de acciones de crecimiento recomendadas en los artículos publicados en una revista económica en 1939, 1940, 1941, 1945 y 1946. Los resultados para cada cartera y cada año, incluidos y excluidos los dividendos, se compararon con los correspondientes resultados del DJIA. En conjunto, el rendimiento es sorprendentemente paralelo. Veamos el resumen a continuación:

Tabla 39-3. Ganancias totales, incluyendo los dividendos recibidos

Período de mantenimiento

Carteras recomendadas

DJIA

3 años

26 %

22 %

5 años

65

60

10 años

153

165

Los aumentos medios totales para los diversos períodos (de 9 a 16 años) hasta el fin de 1955 fueron del 307 por ciento para las carteras y del 315 por ciento para el DJIA.

2. El artículo de Bohmfalk ofrece los datos de 24 acciones de crecimiento seleccionadas para el período 1946-1957. Sus resultados anuales compuestos oscilan entre el 6 por ciento para Air Reduction y el 25 por ciento para IBM. El autor señala que la media de rendimiento de su lista era del 13 por ciento, porcentaje comparable al 13,4 por ciento mostrado en la misma tabla para los 425 valores industriales de Standard & Poor’s.

3. En Investment Companies 1961 de Arthur Wiesenberger se efectúa un análisis independiente de fondos de apreciación por crecimiento. Los resultados para el período 1951-1960 están disponibles para 20 fondos bajo la hipótesis de reinversión de todos los repartos procedentes de los beneficios de los valores y otras fuentes de capital. El rango de aumento total para el período de 10 años oscila desde el 127 por ciento al 392 por ciento, con una media del 289 por ciento. El dato correspondiente para el S & P’s 500 Stock Composite Average es del 322 por ciento.10

Comentario. Los resultados de estos tres estudios señalan los problemas básicos de la selección de valores en la Bolsa basándose principalmente en la tasa de crecimiento futuro esperada. No conocemos el grado de participación de los métodos de valoración matemática en los resultados que hemos comparado con los promedios del mercado. Es posible, aunque de ningún modo seguro, que unas técnicas perfeccionadas del tipo que hemos descrito antes en este capítulo puedan producir un mejor rendimiento comparativo en años futuros. Sin embargo, debemos manifestar una desconfianza muy profunda respecto al empleo de cálculos matemáticos depurados para llegar a valoraciones que en última instancia están basadas en proyecciones inherentemente inexactas de rendimiento de muchos años en el futuro.

Nuestro abordaje a la valoración de las acciones de crecimiento

Los autores de este libro, a nivel individual y colectivo, han trabajado en este problema en los últimos años y han desarrollado varios métodos y fórmulas. A continuación, describiremos brevemente tres de estos planteamientos. Sorprende en cierto modo que los multiplicadores producidos para determinadas tasas de crecimiento muestren tan solo ligeras diferencias entre las respectivas técnicas.

Nuestro primer método procuró aplicar a las acciones de crecimiento el mismo tratamiento básico que hemos recomendado en general para las acciones corrientes, excepto que hemos eliminado el factor dividendos en la valoración. Esto significa que el valor se encontraría a través de la aplicación de un multiplicador adecuado a los beneficios medios de los siete años siguientes. Para cualquier tasa de crecimiento esperado esta media sería aproximadamente igual a la mitad o a los beneficios del cuarto año. (Observe que esto no reduce nuestro período de crecimiento contemplado por debajo de siete años: el multiplicador del dato del séptimo año).

Nuestro rango de multiplicadores se estableció atendiendo a dos consideraciones. La primera fue una limitación de las tasas de crecimiento de siete años a un 20 por ciento anual. Este límite superior contemplaría una expansión de los beneficios de 3,5 veces en siete años –una cifra ciertamente suficiente para cualquier expectativa de inversión. Nuestro segundo paso consistió en establecer un multiplicador máximo similar de 20 veces la media o los beneficios del cuarto año. Este máximo se estableció arbitrariamente al 150 por ciento del multiplicador 13 asignado a empresas sólidas y grandes de perspectivas medias, como el grupo del DJIA en el conjunto, para el cual prevemos un crecimiento futuro del 3,5 por ciento anual. Estas premisas indicarían que los multiplicadores deberían aumentar de forma proporcional de 13 a 20 a medida que la tasa de crecimiento esperado se incremente del 3,5 por ciento al 20 por ciento. La tabla resultante se concretaría de la forma siguiente:

Tabla 39-4

Tasa de crecimiento esperado (durante 7 años)

Multiplicador de media (beneficios del cuarto año)

Multiplicador de las beneficios actuales

3,5 %

13x

15x

5,0

14x

17x

7,2

15x

20x

10,0

16x

23,5

12,0

17x

27x

14,3

18x

31x

17,0

19x

35,5

20,0

20x

41,5x

Esta planificación guarda un parecido casual con la técnica de Molodovsky, en el sentido de que todos los multiplicadores de los beneficios proyectados para el séptimo año caerían dentro del estrecho rango de 11,5 a 12,5. Sin embargo, el estudioso debería recordar que los métodos de Molodovsky y la mayor parte de los otros métodos descritos anteriormente conllevan un cálculo de ingresos por dividendos y un factor de descuento, ninguno de los cuales son tenidos en cuenta aquí.

Nuestro segundo enfoque fue desarrollado de forma independiente por Charles Tatham y fue publicado por su firma en 196111. Se ha descrito en su libro en el capítulo sobre «Valoración de las acciones ordinarias de servicio público (capítulo 43).

Por último, nuestro estudio de los diversos procesos matemáticos utilizados por otros expertos nos llevó a formular dos métodos muy simplificados para obtener aproximadamente los mismos resultados que los conseguidos a través de cálculos más complicados. El primero fue nuestro multiplicador «8,6T más 2,1», establecido directamente a partir del concepto de Molodovsky que se ha comentado previament. El segundo es todavía más sencillo y quedaría así:

Valor = beneficios actuales «normales» × (8,5 más 2C), donde C es la tasa de crecimiento anual medio que se espera para los próximos 7 a 10 años

Las cifras concretas de esta fórmula se derivan en gran medida del concepto de que un multiplicador de 8,5 es apropiado para una compañía con un crecimiento esperado nulo, y un multiplicador actual de 13,5 es satisfactorio para otra cuyo crecimiento esperado es del 2,5 por ciento. (Esta última es una hipótesis de Molodovsky). Además, los multiplicadores resultantes de otras tasas previstas parecen tan razonables como aquellos calculados más laboriosamente por otros.

En la tabla 39-5 se refleja una comparación de nuestros cuatro multiplicadores independientes para diversas tasas de crecimiento, junto a los resultados típicos del método de Molodovsky.

Debemos señalar que nuestro método preferido, basado en una previsión de crecimiento a 7 años, produce unos multiplicadores actuales bastante próximos a los derivados de otras fórmulas para tasas de crecimiento de hasta el 10 por ciento. Para tasas más elevadas nuestros multiplicadores recomendados son más conservadores que el resto. Esto es consecuencia en parte del gran impacto del crecimiento del octavo al décimo año de tasas tan optimistas, y en parte de nuestras autoimpuestas limitaciones de 20 veces los beneficios del cuarto año. Como ya hemos manifestado nuestra falta de confianza y seguridad en predicciones de grandes aumentos porcentuales durante muchos años en el futuro, no tenemos nada más que decir para defender nuestro conservadurismo en este intervalo.12

Tabla 39-5

Illustration

Notas

1. Journal of Finance, diciembre de 1954.

2. Ver N. Molodovsky, «An Approach of the Dow-Jones-Average », Commercial and Financial Chronicle, 30 de octubre de 1958.

3. Molodovsky previó aquí un «nivel de beneficios a largo plazo» de tan solo 25 dólares la unidad en 1959, frente a la cifra real de 34 dólares. Su multiplicador de 22 produjo una valoración de 550 dólares. Más adelante iba a cambiar su método de forma significativa, lo cual comentamos más adelante

4. David Durand ha comentado sobre el paralelismo que existe entre este aspecto de la valoración de acciones de crecimiento y la famosa anomalía matemática conocida como la «Paradoja de Petersburgo». Véase su artículo en el Journal of Finance, setiembre de 1957.

5. Molodosvky adoptó posteriormente esta tasa en lugar de su anterior del 7 por ciento, al descubrir que el 7,5 por ciento era la realización media total de los propietarios de acciones ordinarias entre 1871 y 1959. Estaba integrada por una rentabilidad media por dividendos del 5 por ciento y una tasa de crecimiento anual compuesto de, aproximadamente, el 2,5 en ganancias, dividendos y precio de mercado.

6. Ver R.A. Bing, «Can We Improve Methods of Appraising Growth Stocks?» Commercial & Financial Chronicle, 13 de setiembre de 1956; «The Growth Stock Philosophy», por J. F. Bohmfalk, Jr., Financial Analysts Journal, noviembre de 1960; J.G. Buckley, «A Method of Evaluation Growth Stock», Financial Analysts Journal, marzo de 1960; «A Mathematical Approach to Growth-stock Valuation», por O.K. Burrell, Financial Analysts Journal, mayo de 1960; R.E. Kennedy, Jr., «Growth Stocks: Opportunity or Illusion», Financial Analysts Journal, marzo de 1960; G.H. Palmer, «An Approach to Stock Valuation», Financial Analysts Journal, mayo de 1956; y los diversos artículos de Molodovsky.

7. Observe que la tasa de crecimiento de los últimos 10 años de Dow Chemical fue establecida en 1960 por Kennedy en un 16 por ciento, por Bohmfalk, en un 10 por ciento y por Buckley en un 6,3 por ciento. Ver nota al pie previa.

8. Un artículo escrito por R.Ferguson en el número de mayo-junio de 1961 de Financial Analysts Journal, página 29, contiene una ingeniosa disposición de diversos datos en columnas que pueden utilizarse para realizar fácilmente una serie de cálculos de este tipo.

9. La diferencia entre retrospectiva y prospectiva en la selección de acciones de crecimiento está muy bien ilustrada en este ejemplo de IBM. El estudio de la SEC (Securities and Exchange Commission) (a publicarse en 1962) demuestra que a finales de 1952, los 118 fondos cubiertos tenían solo un 0,5 del 1 por ciento de sus activos en acciones de IBM. Este valor ocupaba el puesto 23 en una lista de los valores más importantes. Estos inversores institucionales actuaban con prudencia debido al multiplicador relativamente alto de las acciones de IBM en 1952. No fueron capaces de prever con la seguridad suficiente su prometedor rendimiento venidero que les empujara a realizar una inversión concentrada en dichas acciones. Aunque participaron hasta cierto punto en su espectacular avance posterior, este beneficio fue relativamente poco importante por el pequeño volumen de los valores en cartera.

10. No se efectúa deducción alguna de estos resultados de rendimiento por las cargas de ventas sobre las participaciones de fondos de inversión o coste de comisión sobre la «cartera» S&P. Véase también el tercer cálculo en la Nota 10, página 741, del Anexo.

11. Price-Earnings Ratio and Earning Growth, Bache & Company, Nueva York, 2 de octubre de 1961.

12. El argumento para no pagar múltiplos extremadamente altos es extraordinariamente persuasivo. En este aspecto, el estudioso debería leer «Price-Earnings Ratios», de S.F. Nicholson en el Financial Analysts Journal, julio-agosto de 1960, páginas 43-45. En un estudio realizado sobre 100 acciones ordinarias, principalmente valores industriales de calidad inversora, entre ellas muchas de las compañías más importantes, en 11 períodos de tiempo seleccionados desde 1939 hasta 1959, el autor descubrió que las acciones que se vendían a los múltiplos más bajos mostraban una apreciación mucho mayor que las acciones que se vendían a los múltiplos más altos, y que los valores individuales que mostraban pérdidas durante dichos períodos o que mostraban una apreciación relativamente leve se encontraban predominantemente en los grupos de múltiplos altos. Un estudio similar de 20 acciones de compañías pertenecientes al sector químico ofreció unos resultados comparables. Por ejemplo, «el 50 por ciento de los valores con los ratios PER más bajos mostraban en promedio una apreciación un 50 por ciento más alta que la de los valores con los ratios PER más elevados». Entre las conclusiones de Nicholson encontramos la siguiente declaración, «al parecer muchos inversores han subestimado la importancia de unas relaciones precio-beneficios razonables».