«Uno no elige el estilo. Usted puede investigar y tratar de descubrir cuál es el mejor estilo para un tema. Pero el estilo está determinado por el tema, por el ánimo del momento. Respondo solamente a nuestro estilo de vida, la vida del Caribe.»
G. G. M.
Soy una viajera cercana a los instintos, no soporto los tours organizados. Si tengo mucho sueño, duermo. Si tengo mucha hambre, como. Si tengo energía, camino. Si estoy cansada de caminar, tomo el metro. Si tengo ganas, pido una cerveza y me quedo en un bar.
Por eso mismo, no quiero decir a los lectores cómo deberían viajar por el Caribe colombiano, si quieren recorrerlo inspirados por la literatura de Gabriel García Márquez.
Sin embargo, no puedo negar que, como colombiana y autora de este libro, tengo un conocimiento del territorio algo mayor que la gran mayoría de los turistas que esperan embarcarse en un viaje alrededor de todas estas poblaciones. Así que optaré por sugerir un recorrido que, en términos de distancia y movilidad, resulta mucho más adecuado para los viajeros.
Empezaremos por la ciudad de Cartagena, quizás la más afamada entre los turistas, teniendo como eje principal la comida y la bebida. Una preciosura encerrada entre murallas tan grises como la arena de sus playas, cargada de historia y que sirvió de inspiración a Gabriel García Márquez para títulos como El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios.
Seguiremos hacia Mompox, un pueblo pequeño aislado y olvidado, alejado de los circuitos turísticos tradicionales, y al que hay que llegar después de tomar varios medios de transporte. Allí, entre coloridas casas coloniales, conoceremos la mundialmente famosa filigrana momposina, que habría sido del deleite absoluto de Aureliano Buendía en su época de obsesión por los pescaditos de oro. Además, entenderemos por qué Gabo en El general en su laberinto hizo tanto énfasis en la importancia de Mompox en la historia del país.
El recorrido momposino estará presidido por la visita a Santa Marta, capital del departamento de Magdalena, donde se casaron los padres de García Márquez. Esta ciudad también fue visitada en varias ocasiones por el Nobel, quien la utilizaba como estación de paso antes de partir hacia su natal Aracataca, justamente la cuarta parada sugerida en este libro.
En Aracataca tendremos la oportunidad de visitar algunos monumentos en homenaje a los personajes de Cien años de soledad, como el monumento a Remedios la Bella o la tumba de Melquíades, y hasta charlaremos con los más doctos en realismo mágico de este pequeño pueblo olvidado por el Estado.
Por último, arribaremos a Barranquilla, una de las ciudades más importantes en la vida de Gabo, pues allí estudió y trabajó. Visitaremos los lugares que frecuentaba el escritor, junto con sus más allegados amigos de la esfera intelectual caribeña, así como otros escenarios que aparecen reseñados en sus textos.
Se trata de una hoja de ruta tentativa que, por razones meramente geográficas, puede resultar de fácil seguimiento para el viajero que quiera realizar este recorrido literario por el Caribe colombiano. No sobra aclarar, sin embargo, que —como es evidente— no se sigue ningún tipo de cronología relacionada con la vida de García Márquez, ni tampoco con las historias plasmadas en su obra. Esto último no resulta ser en absoluto contraproducente para disfrutar de cada trayecto, pues el realismo mágico puede apreciarse en cada rincón del país, así como en las historias de su gente, las huellas de sus calles y el cromatismo de sus paisajes.
Después de todo, como dijo Gabo, «Macondo no es tanto un lugar, como un estado de ánimo».