Capítulo I

Las políticas sectoriales

Carlos Ochando Claramunt

1. El marco teórico de las políticas sectoriales

Tradicionalmente, estructuramos las actividades económicas en tres sectores con dinámicas propias: el sector agrario, la industria y los servicios.
 
1) El sector primario o agrario produce productos materiales procedentes de la naturaleza y suele ser intensivo en mano de obra, con poca mecanización, poco uso de inputs intermedios, limitada producción y baja productividad (aunque, como veremos a lo largo del capítulo, estas características están cambiando en los últimos años).
2) El sector industrial crea productos materiales elaborados con un mayor dinamismo económico, ya que suele ser un sector que aprovecha economías de escala, series largas de producción, mecanización masiva (incorporación de tecnología) y elevada productividad.
3) Por último, el sector servicios provee de productos no materiales e intangibles y suele comportarse como intensivo en mano de obra y bajo crecimiento de la productividad; está muy vinculado a la dinámica industrial y a la población.
 
Las políticas económicas aplicadas en estos tres sectores económicos han estado condicionadas históricamente tanto por el contexto económico (grado de desarrollo del país, importancia del sector público, política respecto al exterior, estrategia de desarrollo, grado de libertad de las inversiones extranjeras, definición de las prioridades sectoriales, etc.) como por el marco ideológico de la política económica en general. En ese último aspecto, y como es lógico, debemos tener presente que las políticas sectoriales siempre se integran dentro de un marco más general de política económica (por lo cual esta integración ha de ser lo más coherente posible).
En un principio, los problemas económicos que inspiraban las políticas sectoriales eran la insuficiencia de demanda y la falta de actividad económica del sector privado. Las actuaciones del sector público –en un marco de referencia que era el Estado-nación– pasaban por potenciar el poder adquisitivo de la demanda. Se presuponía que, en caso de conseguir aumentar la actividad económica, la demanda aumentaría y la oferta también aumentaría produciendo más cantidad de bienes.
Así, las políticas de ajuste industrial keynesianas se basaban en políticas de estabilización, por el lado de la demanda, que generaban estabilidad macroeconómica con un aumento sostenible de la renta disponible. Este aumento de la demanda (mayores inversiones públicas, aumento del gasto público social, etc.) se complementaba con políticas de redistribución de la renta que permitían un rápido crecimiento de las clases medias, lo cual reforzaba el aumento de la demanda interna (figura 1). El objetivo principal de las políticas sectoriales, en este contexto keynesiano, se concretaba en el aumento de la productividad.
Sin embargo, en las últimas décadas se han producido cambios estructurales importantes en las economías desarrolladas. Cuatro son los cambios fundamentales que han influido en la orientación de los objetivos e instrumentos de las políticas sectoriales:
 
1) cambios en las condiciones de la demanda;
2) cambios sectoriales estructurales;
3) cambios en la organización empresarial y
4) nuevas formas de competencia.
 

Figura 1.  La lógica de la política económica keynesiana

El extraordinario aumento en el nivel de vida de los países desarrollados ha provocado alteraciones y cambios en la demanda muy importantes (con una mayor diversificación, pero, a su vez, con un comportamiento mucho más inestable). Inevitablemente, este proceso ha conllevado una mayor heterogeneidad e interrelación entre las actividades económicas. Los límites entre los sectores económicos son ahora más difusos y complejos que lo eran en el pasado (figura 2).
Simultáneamente a los cambios en la demanda, se producen cambios estructurales en el tipo de competencia al que están sometidas las empresas. La globalización implica una creciente internacionalización de las actividades (explicada, en parte, por la reducción de los costes de transporte y la caída de los costes de las comunicaciones) y un importante aumento de la competencia internacional.

Figura 2.  Cambios estructurales sectoriales: heterogeneidad e interrelación entre actividades económicas

A su vez, las formas de organización empresarial también se ven afectadas por cambios estructurales importantes. Se produce una mayor descentralización productiva empresarial y una creciente importancia de la tecnología y de aquellos componentes ligados a la Investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). Todos estos cambios estructurales modifican la estructura de costes de las empresas y obligan a una permanente adaptación a las nuevas exigencias de la competencia internacional.
Estas nuevas condiciones estructurales de las economías representan nuevos retos para las políticas económicas sectoriales. El principal cambio es que el objetivo de las políticas sectoriales no será tanto el aumento de la productividad como la competitividad. La figura 3 trata de describir la relevancia del nuevo objetivo de competitividad en el diseño de las políticas económicas sectoriales.

Figura 3.  El objetivo de la nueva política sectorial: de la productividad a la competitividad

2. El cambio de modelo productivo: del fordismo a la especialización flexible

Como decimos, en las últimas décadas se ha producido un cambio de modelo productivo: del paradigma productivo de producción en masa (basado en las economías de escala) hemos pasado a estrategias de especialización basadas en la flexibilidad, la innovación continua y otro tipo de economías (diferentes a las economías de escala). Si las empresas quieren sobrevivir en este nuevo paradigma productivo, necesitan adaptarse de una manera flexible y permanente a estos cambios en el entorno (figura 4).
Solo la especialización flexible de las empresas y la innovación permanente permitirán una adecuada adaptación a las exigencias de la competencia internacional.

Figura 4.  Cambio en el modelo productivo: del fordismo a la especialización flexible

Por especialización flexible entendemos la «capacidad de las empresas para producir una amplia gama de productos relacionados entre sí para clientes con necesidades específicas» (García Reche, A.; Such, J., 2003, pág. 55).
Para adaptarse activamente a las nuevas condiciones del entorno, las empresas tienen que hacer permanentes cambios en la organización de la producción, en la organización del desarrollo de los productos y en la organización y relaciones de suministro.
El nuevo marco económico internacional en el que deben actuar las empresas determina, en cierta manera, sus estrategias de competitividad. Entre los cambios de entorno podemos destacar los siguientes:
 
a) una intensa internacionalización de las economías y un contexto de creciente globalización de la competencia a escala internacional (reducción de barreras arancelarias a la importación de bienes y servicios, mejora en telecomunicaciones, mejora en el acceso a la información, disminución en los costes de transporte, liberalización de los mercados financieros, homogeneización de gustos por los medios de comunicación de masas, etc.);
b) una demanda final más inestable y diversificada (exigencia de mayor personalización de los productos industriales, mayor importancia del factor «moda» que reduce el ciclo de vida de los productos, crecientes requerimientos de innovación en bienes y servicios, exigencia de rápida adaptación de la producción a las variaciones de la demanda, necesidad de introducción de nuevos productos, mayor atención al precio en relación con el valor percibido, etc.);
c) la revolución técnico-organizativa (mayor peso específico del componente tecnológico, aceleración de la introducción de las innovaciones tecnológicas, aumento de la información disponible, generalización de la aplicación de las tecnologías microelectrónicas, etc.) y
d) una creciente importancia del sector servicios especializados en la industria (aumento del peso del sector terciario avanzado como asesorías informáticas, fiscales, laborales, ingeniería, diseño, consultoría, etc.).
 
Ante estos cambios del entorno, las empresas han tenido, básicamente, dos formas de adaptación:
 
1) una adaptación activa (reducción de los costes, diversificación de los productos, aumentos en la calidad, mejor adaptación a las necesidades del cliente, etc.) y
2) una adaptación pasiva (mantenimiento de la situación vigente, economía sumergida, etc.).
 
En la tabla 1 se muestran las implicaciones de los cambios de entorno para las empresas industriales.
Tabla 1. Implicaciones sobre la empresa industrial
Efectos
Estrategias
Necesidad de rápida adaptación de los bienes y servicios existentes a los requerimientos de la demanda (flexibilidad estática), extensión de la gama e impulso a la introducción de nuevos productos (flexibilidad dinámica)
Menor relevancia de los modelos de gestión fordistas como fuente de ventajas competitivas
Necesidad de internacionalización de las empresas, organización en red y control integrado de los diversos componentes de la cadena de valor: desarrollo de la logística
Posibilidad de diseñar nuevas estrategias competitivas basadas en «diferenciación + amplitud de gama + precios moderados»
Papel estratégico de la distribución
Necesidad de incorporar servicios especializados (provistos interna o externamente a la empresa): creciente importancia de la gestión del conocimiento en las empresas
Posibilidad de incorporación intensiva de tecnologías de la información y las telecomunicaciones (TIC): gestión de la información
Relevancia de la dimensión de la empresa (no de la planta)
Nuevas ventajas competitivas basadas en la introducción de innovaciones:
– De proceso
– De producto
– Mercadotécnicas
– Organizativas
Fuente: A. García Reche y F. Mas (2016, pág. 25)

3. La competitividad como nuevo objetivo de las políticas sectoriales

El cambio de modelo productivo descrito anteriormente ha implicado la supremacía del objetivo de competitividad en el diseño y ejecución de las políticas económicas (figura 5). A su vez, el objetivo de competitividad también ha sometido a las políticas sectoriales a nuevos retos y enfoques teóricos.

Figura 5.  El objetivo en la nueva política industrial: la competitividad

El concepto de competitividad es muy amplio y, en ocasiones, confuso.
Entendemos por competitividad la capacidad que tienen las empresas de mantener e incrementar sus cuotas de mercado, bien por la vía de quitarle mercado a otras empresas, bien por la vía de la creación de nuevos mercados. La competitividad es, por tanto, un concepto dinámico (no estático).
Existen dos enfoques o dimensiones para abordar la competitividad (tabla 2 y figura 6):
a) la dimensión comercial (o «enfoque tradicional») y
b) dimensión económica (o «enfoque estructural»).
Tabla 2. Indicadores de competitividad
Indicadores de comportamiento (resultados)
Factores determinantes
Enfoque tradicional
Saldo comercial
Costes de exportación de los mercados mundiales
Penetración de las importaciones en el mercado interno
– Tipo de cambio
– Costes, precios y rentabilidad relativa
Enfoque estructural
PIB per cápita y productividad
– Dotación/utilización de factores productivos: stocks de capital físico (incluidas infraestructuras), tecnológico y humano
– Capacidad de innovar
– Especialización productiva
– Eficiencia en el funcionamiento de los mercados
– Caracterización de la organización empresarial
Fuente: S. Bravo y E. Gordo (2003, pág. 74)

Figura 6.  Tipos de competitividad: exterior y agregada

Partiendo de un «enfoque tradicional», entendemos por dimensión comercial-empresarial de la competitividad la capacidad de una economía o de las empresas de la misma para incrementar su cuota de mercado en los mercados nacionales e internacionales.
En cuanto al segundo enfoque o dimensión económica, entendemos por competitividad la capacidad de la economía para mantener una tasa de crecimiento económico elevada (generar más renta y riqueza, aumentar la productividad, el empleo y el nivel y calidad de vida), sin un deterioro del saldo por cuenta corriente que ponga en cuestión la sostenibilidad futura de ese crecimiento económico.
En la actualidad prevalece esta segunda dimensión de la competitividad.
La competitividad es entendida en la actualidad como la capacidad de una economía para generar una producción rentable compatible con una mejora generalizada del nivel de vida de la población, lo cual implica la necesidad de innovación permanente (organizativa, social y técnica).
Sobre el objetivo de competitividad interactúan, al nivel que nos interesa en este capítulo, cuatro tipos de factores determinantes:
 
1) factores extrasectoriales;
2) factores sectoriales;
3) factores de eficiencia económica y
4) factores empresariales.
 
Respecto a los primeros (factores extrasectoriales), podemos analizar las variables que influyen sobre la competitividad de la siguiente forma:
 
a) factores no económicos (culturales, geográficos, salud, educación, etc.);
b) factores económicos (situación macroeconómica, estrategia global de la política económica, relaciones económicas exteriores, nivel de desarrollo del país, instituciones, etc.);
c) factores locales-regionales (infraestructuras materiales, infraestructuras sociales, oferta de servicios a las empresas, espíritu empresarial, oferta de trabajo, factores administrativos, etc.).
 
En relación con los factores sectoriales, influyen los tipos de sectores, el tamaño de las empresas, la composición tecnológica, la estructura organizativa (asociaciones, cooperativas), el tipo de dirección (tipos de gerencia), etc.
Los factores de eficiencia económica de los factores productivos incluyen a su vez multitud de variables como la educación y la capacitación, la eficiencia de los mercados de bienes, la eficiencia del mercado de trabajo, el desarrollo del sistema financiero, el tamaño del mercado, la disponibilidad de nuevas tecnologías, etc.
Y, finalmente, en cuanto a los factores empresariales, también son muchas las variables que hay que tener en consideración:
En la tabla 3 se estructuran los factores que influyen en la competitividad en tres niveles: macro, meso y microeconómico.
Tabla 3. Niveles de análisis en los factores de competitividad de un país
Niveles analíticos
Concepto
Algunos factores importantes
Macroeconómico
Estabilidad macroeconómica (equilibrio interno y externo)
– Tipos de interés real reducidos
– Política comercial abierta
– Política de defensa de la competencia
Mesoeconómico
Entorno situado entre el nivel macro y el nivel micro en el que interactúan agentes públicos y privados
– Disposición al diálogo
– Capacidad de consensuar una estrategia entre los diferentes actores
– Identidad local y confianza
– Política educativa, política tecnológica, política industrial y de promoción de las exportaciones
– Promoción económica local, organizaciones de apoyo, institutos tecnológicos
Microeconómico
Mejoras de la gestión, organización y capacidad de innovación de las empresas
– Posicionamiento estratégico
– Capacidad de adaptación y aprendizaje
– Redes de empresa
Fuente: A. García Reche y J. Such (2003, pág. 57)

3.1. Las diferentes estrategias de competitividad de las empresas: la competitividad vía precios y la competitividad estructural

Podemos resumir las estrategias de competitividad de las empresas en dos tipos:
 
1) la competitividad-precio y
2) la competitividad estructural.
La competitividad-precio está basada en el liderazgo en costes, es decir, en precios bajos y en la reducción de los costes de producción (entre ellos, los costes laborales y salariales). Las empresas tratan de aprovechar las ventajas competitivas basadas en costes inferiores. Esta estrategia permite ofrecer a los clientes productos a precios más bajos.
Para que esta estrategia se implante con cierto éxito se requieren algunas condiciones previas:
 
a) se requiere una producción de bienes y servicios relativamente homogénea;
b) es muy relevante el tipo de cambio de la moneda y
c) está basada en una elevada elasticidad-precio de la demanda.
En la estrategia de competitividad estructural las empresas tratan de aprovechar ventajas competitivas basadas, sobre todo, en la diferenciación de los productos. En todo caso, la reducción de costes por unidad de producto se realiza a través de aumentos de la productividad y no de disminución de los salarios (como en la estrategia anterior).
La competitividad estructural destaca la complejidad y variedad de mecanismos que influyen sobre la competitividad. Es un concepto sistémico que parte de la idea de que en los mercados no compiten empresas aisladas, sino sistemas productivos, territorios y sistemas de innovación. Por tanto, desde esta perspectiva, para entender la competitividad de las empresas hay que tomar en consideración aspectos como la variable territorio y las instituciones y políticas públicas.
En la competitividad estructural adquieren mucha importancia las variables diferentes a los costes de producción, como son: las economías de variedad, la diferenciación del producto, la segmentación de los mercados de demanda (diferentes elasticidades-renta), las ventajas en la calidad técnica, la importancia de la creatividad, las ventajas en el diseño del producto, la adaptación rápida a las necesidades del cliente, la adaptación rápida a las demandas especializadas, la introducción de nuevos productos y procesos, la rapidez de entrega, los servicios posventa, el control de los canales de distribución, los servicios personalizados a clientes, el conocimiento de los mercados, etc.
En la competitividad estructural adquieren mucha relevancia también los factores externos a las empresas, como: el sistema formativo, las dotaciones de infraestructura, el marco de relaciones laborales, el potencial tecnológico, el sector «periproductivo» y de apoyo a la empresa, el comportamiento y las relaciones interempresariales, el sistema financiero, la existencia de «redes articuladas» entre empresas, etc.
También es sumamente relevante el sistema de innovación para que se generen adecuados procesos de innovación, difusión y adaptación tecnológica entre las empresas.
A su vez, el sistema de innovación está compuesto por cinco componentes:
 
1) el sistema científico,
2) el sistema productivo-empresarial,
3) el sistema tecnológico,
4) el sistema educativo y
5) el sistema financiero.
 
Estos subsistemas tienen que interactuar eficazmente entre ellos para provocar sinergias y desarrollar la máxima innovación tecnológica.
En estos últimos años, y ante las dificultades para implementar políticas comerciales proteccionistas, los gobiernos han tratado de aplicar políticas de fomento de la competitividad a largo plazo que puedan dar respuestas eficaces a las causas estructurales de la pérdida de competitividad de las economías desarrolladas. El objetivo de estas medidas es que las empresas incrementen la productividad y que traten de seguir estrategias competitivas basadas en la diferenciación de producto (y no tanto la disminución de los salarios y costes laborales).
Entre las medidas de política de fomento de la competitividad a largo plazo podemos destacar las siguientes:
En la actualidad, debemos tener en cuenta que, para que las empresas sean competitivas, tienen que darse dos requisitos fundamentales:
a) que exista presión de la competencia para las empresas y
b) que las empresas estén insertadas en redes articuladas (existencia de externalidades, servicios e instituciones).
 
Para finalizar este apartado sobre la competitividad, nos resta decir que el World Economic Forum construye un índice de competitividad con doce pilares básicos que intentan recoger sus componentes fundamentales: requerimientos básicos, eficiencia e innovación (figura 7). La tabla 4 recoge los cambios de posiciones entre los veinte países más competitivos en dos periodos de tiempo: 2015-2016 y 2016-2017.

Figura 7.  Índice de competitividad global según el World Economic Forum

Fuente: Global Competitiviness Report 2016-2017 (World Economic Forum)

Tabla 4. Los veinte países más competitivos según el World Economic Forum
GCI 2016-2017
GCI 2015-2016
Country/Economy
Rank (out of 138)
Score (1-7)
Rank (out of 140)
Score (1-7)
Switzerland
1
5.81
1
5.76
Singapore
2
5.72
2
5.68
United States
3
5.70
3
5.61
Netherlands
4
5.57
5
5.50
Germany
5
5.57
4
5.53
Sweden
6
5.53
9
5.43
United Kingdom
7
5.49
10
5.43
Japan
8
5.48
6
5.47
Hong Kong SAR
9
5.48
7
5.46
Finland
10
5.44
8
5.45
Norway
11
5.44
11
5.41
Denmark
12
5.35
12
5.33
New Zealand
13
5.31
16
5.25
Taiwan, China
14
5.28
15
5.28
Canada
15
5.27
13
5.31
United Arab Emirates
16
5.26
17
5.24
Belgium
17
5.25
19
5.20
Qatar
18
5.23
14
5.30
Austria
19
5.22
23
5.12
Luxembourg
20
5.20
20
5.20
Fuente: Global Competitiveness Report 2016-2017 (World Economic Forum)

4. Los instrumentos de intervención de las políticas sectoriales

En general, podemos clasificar los instrumentos de las políticas sectoriales en:
a) políticas de participación directa del Estado;
b) políticas de regulación;
c) políticas sobre factores productivos;
d) políticas de ayudas financieras;
e) políticas de ayudas en especie;
f) políticas de infraestructuras tecnológicas;
g) políticas de estructuras empresariales y
h) políticas de apoyo a pymes.
Las políticas de participación directa del Estado definen el grado de posesión de propiedad estatal en empresas privadas de un sector, la propiedad estatal en segmentos monopolistas y la creación de empresas estatales.
Las políticas de regulación establecen las normas de funcionamiento en los sectores económicos. Estas políticas tienen un marcado carácter institucional. Por ejemplo, definen las estructuras administrativas reguladoras (en general, dependientes de los ministerios correspondientes) o tratan de regular las actividades económicas.
Las políticas que actúan sobre factores productivos tienen, a su vez, un amplio abanico de intervenciones públicas. Las políticas que actúan sobre el factor capital pueden consistir en incentivos fiscales, cambios en amortizaciones, subvenciones, etc. Las políticas que intervienen sobre el factor trabajo pueden:
Finalmente, sobre tecnología (I+D+i) también tenemos un amplio escenario de intervenciones:
En cuanto a la política de ayudas en especie, la variedad de instrumentos de intervención también es muy amplio:
Otro instrumento de intervención consiste en las políticas de infraestructuras tecnológicas, que van desde los instrumentos tradicionales que intentan la modernización de los sectores tradicionales (polígonos industriales, infraestructura energética, sistemas de transporte, logística, etc.) hasta los nuevos instrumentos que pretenden la diversificación sectorial (institutos tecnológicos, parques tecnológicos, incubadoras de empresas, etc.).
Las políticas de estructuras empresariales, a la vez, se pueden clasificar en tres tipos:
Finalmente, las políticas de apoyo a las pymes pueden abarcar diferentes aspectos como:

5. Ejemplos de políticas sectoriales: la política agraria

El sector primario está integrado por la agricultura y la pesca. En las últimas décadas, y no solo en España sino también en casi todas las economías, comprobamos una pérdida de importancia de este sector en el conjunto de la economía, tanto si la medimos como porcentaje sobre el VAB total como del empleo[1].
Para explicar la pérdida de peso de sector agrario podríamos utilizar argumentos basados en la demanda o en la oferta.
Empezando por los primeros, muchos productos del sector agrario tienen una baja (o negativa) elasticidad-renta de la demanda. Es decir, cuando se producen alteraciones en las preferencias de los consumidores, estos suelen reducir la proporción del gasto familiar destinado a los productos de alimentación. Por otro lado, se producen cambios significativos en la oferta agraria. Por ejemplo, comprobamos que la oferta que constituye un output intermedio (materia prima que debe ser transformada por las industrias alimentarias) ha aumentado en detrimento de la oferta de bienes finales.
En las últimas décadas, el sector agrario ha sufrido importantes transformaciones estructurales, y se ha orientado claramente hacia el mercado. Esta mayor orientación al mercado ha implicado cambios en el sector que podríamos resumir de la siguiente forma:
Sin embargo, siguen persistiendo problemas que requieren de la intervención pública a través de instrumentos que veremos a continuación. Entre estos problemas destacan los siguientes:
La mecanización de la agricultura y la incorporación de progreso tecnológico explican la continua sustitución de trabajo por capital y, por consiguiente, la continua pérdida de empleo en el sector. Esta fuerte destrucción de empleo contribuye al fuerte aumento que ha experimentado, en las últimas décadas, la productividad del trabajo y el consiguiente encarecimiento de la mano de obra asalariada. También, la productividad del trabajo ha crecido por la tendencia registrada hacia una mayor concentración de la tierra en grandes explotaciones, ya que la productividad aparente del factor trabajo crece con la dimensión de las unidades productivas. Obviamente, otras transformaciones en el sector agrario también han contribuido al aumento de la productividad (mecanización, intensa capitalización, aumento de los regadíos, aumento de la dependencia de otros sectores, aumento de la dependencia de la financiación externa, etc.).
Dos procesos han transformado estructuralmente el sector agrario en los últimos años:
1) la aparición de una pujante agroindustria y
2) el desarrollo de actividades medioambientales, turísticas y de ocio.
El desarrollo de la agroindustria ha supuesto un notable aumento en la tecnificación (en inputs, procesos de trabajo, recolección, etc.) y un incremento en la especialización y transformación de los productos finales. En definitiva, un mayor esfuerzo del sector para generar, captar y aumentar el valor añadido. A su vez, ha supuesto una mayor integración del sector agroindustrial en las principales redes comerciales.
Por otro lado, otra de las transformaciones llevadas a cabo en el sector ha sido que han adquirido un mayor peso las actividades relacionadas con el medio ambiente y el ocio; se ha trasladado el sector agrario tradicional hacia terceros países menos desarrollados.
En los últimos años se ha puesto de manifiesto que las actividades agrarias son multifuncionales y que tienen multitud de efectos sobre el desarrollo rural, el medio ambiente, la calidad de vida, la población, el ocio, el turismo, etc. Considerar la multifuncionalidad del sector agrario en cuanto al desarrollo rural integral abre la posibilidad a utilizar otros instrumentos de intervención y otros objetivos (además de los asumidos por las políticas agrarias tradicionales). Ese conjunto de instrumentos y objetivos se engloban en lo que podemos llamar política de desarrollo rural o política rural integral.
Como señala García Álvarez-Coque (2003, pág. 35), «debemos entender «desarrollo rural» en un sentido amplio, no solo como la superación del subdesarrollo en zonas desfavorecidas, sino como la adopción de políticas de carácter horizontal, de mejora de estructuras productivas y comerciales, de la calidad de los productos, de transferencia de conocimiento, de articulación del sector y de conservación del medio ambiente. Este grupo de políticas tiene como objetivo la adaptación y mejora de las condiciones de producción y comercialización de la agricultura, en el marco de un desarrollo económico equilibrado y sostenible de las zonas rurales».
Ejemplos de medidas de desarrollo rural son las siguientes (García Álvarez-Coque, J. M.ª, 2003, pág. 38):

5.1. Los objetivos de las políticas agrarias

La intervención pública en el sector primario persigue alguno (o todos) de los siguientes objetivos (García Álvarez-Coque, J. M.ª, 2003, pág. 21):

5.2. Los instrumentos de las políticas agrarias

Junto con los señalados anteriormente, algunos de los instrumentos de intervención tradicionales de las políticas agrarias han sido los siguientes:

6. Ejemplos de políticas sectoriales: la política industrial

Las actividades industriales tienen por objeto la transformación de los recursos naturales, a través de sucesivas fases, por medio de procedimientos físicos, químicos y humanos. Se reducen, casi exclusivamente, a las manufacturas.
Se han realizado muchas clasificaciones de las actividades industriales a partir, sobre todo, de la intensidad en el uso de determinados factores productivos. Así, podemos tener actividades industriales que producen bienes intensivos en el trabajo, en capital, recursos naturales e, incluso, en tecnologías.
Una clasificación de síntesis (que combina criterios de demanda y de oferta) es la siguiente:
Desde hace décadas, en general, el peso de la industria en las economías desarrolladas es decreciente (figura 8).

Figura 8. 

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial

España, en comparación con los países pertenecientes a la Unión Europea (UE), tiene un menor crecimiento de la productividad, un mayor peso de sectores tradicionales, unos menores costes laborales unitarios, una menor calidad de los productos y la competitividad está, a menudo, basada en la reducción de los precios relativos. En España, el crecimiento de la productividad se produce en las fases de fuerte destrucción de empleo, mientras que sería deseable un crecimiento de la productividad basado en una mayor capitalización, una mayor y mejor cualificación de la mano de obra y cambios en la especialización sectorial de la economía, tal y como sucede en otros países desarrollados europeos.
Las tasas de crecimiento del sector industrial tienen un pronunciado comportamiento cíclico. En la figura 9 podemos comprobar las fluctuaciones cíclicas producidas por la crisis económica.

Figura 9. 

Fuente: Ministerio de Industria, Energía y Comercio

Asimismo, se deriva de la figura 9 que la economía española evoluciona en paralelo a los ciclos que se producen en el contexto europeo, debido a la fuerte dependencia comercial que tenemos del resto de socios europeos.
La tabla 5 muestra que la economía española mantuvo el peso del sector industrial en la economía de la zona euro. Incluso en término de cuota comercial, las exportaciones españolas no perdieron peso en la economía mundial, a pesar de la pérdida de competitividad-precio que sufrió la economía española durante el largo periodo de crecimiento económico (1995-2008). Estos datos parecen indicar que las empresas exportadoras españolas aprovecharon ventajas competitivas diferentes a los costes y a los precios durante todo ese periodo.
Tabla 5. Crecimiento comparado de las manufacturas españolas, 1995-2012
Indicadores
1995
2000
2007
2010
Valor añadido respecto UE-27 (% en términos reales)
6,2
6,7
6,4
6,3
Valor añadido respecto zona euro (% en términos reales)
8,0
8,8
8,4
8,4
Exportaciones respecto zona euro (% en dólares EE. UU. corrientes)
5,5
5,6
5,7
5,6
Exportaciones respecto total mundial (% en dólares EE. UU. corrientes)
2,0
1,9
2,0
1,8
Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat, National Accounts y WTO Statistic Database

6.1. Enfoques generales de política industrial

Sintetizando mucho, podríamos distinguir dos enfoques teóricos de política industrial (tabla 6):
 
1) la política industrial de mercado (liberal) y
2) la política industrial intervencionista.
Tabla 6. Tipos de políticas económicas: liberal e intervencionista
Tipos de políticas
Hipótesis
Formas de aplicación
Políticas
Problemas
Liberal
El mercado funciona bien
Actuación indirecta sobre la economía
Cambios en marcos legales
Desequilibrios sectoriales, territoriales y de empleo
Creación de condiciones para que funcione bien el mercado (la competencia)
Estimulación de competencia interna
Dificultades importantes para estimular sectores pioneros en primeras etapas de desarrollo
Apertura al exterior
Incapacidad de definir una industria de interés
Favorecer la cooperación entre empresas
Efectos diferentes de las medidas liberalizadoras en función del grado de monopolio de las empresas
Creación de infraestructuras
Estímulos indirectos a las empresas (campañas de promoción de exportaciones, apoyos a la innovación…)
Intervencionista
Graves problemas e insuficiencias en el mercado
Intervención directa sobre la economía
Creación de empresas estatales
Necesidad de realizar estudios previos
Participación del Estado/empresas estatales en empresas privadas
Complejidad en el establecimiento de prioridades de intervención
Movilizaciones de financiación:
Dificultades en la selección de sectores del futuro
– subvenciones
Problema de transformar la política industrial en una política de asistencia social
– créditos preferenciales
Presiones corporativistas y deficiencias en la gestión de empresas públicas
Control de precios
Medidas de protección frente al exterior
Fuente: A. García Reche y J. Such (2003, pág. 61)

6.1.1. La política industrial de mercado o liberal

Respecto al primer enfoque, la hipótesis de partida es que «el mercado funciona bien» y que, en todo caso, las formas de intervención pública deben basarse en actuaciones indirectas sobre la economía, creando las condiciones para que funcione bien (o mejor) el mercado (por ejemplo, estimulando la competencia o creando un marco global para generar las transformaciones industriales).
Las intervenciones indirectas de política industrial también pueden basarse en favorecer la cooperación entre empresas, la creación de infraestructuras públicas y los estímulos indirectos (a las importaciones, exportaciones, innovación, creación de empleo, etc.). Estas intervenciones indirectas complementan el sistema de mercado libre y permiten aumentar la competitividad de las empresas industriales. La política industrial de la UE puede ser un buen ejemplo.
Las líneas generales de este tipo de política industrial liberal han ido dirigidas a los siguientes objetivos:
Los instrumentos de intervención, como decimos, tienen un carácter, esencialmente, indirecto:
Obviamente, este tipo de política industrial tiene unos claros límites y problemas. Entre ellos:

6.1.2. La política industrial intervencionista

Respecto al segundo tipo de política industrial, la hipótesis de partida es que existen graves problemas e insuficiencias en el mercado y que ello requiere una intervención directa sobre la economía.
El objetivo fundamental es desarrollar la base industrial de la economía (aumento del tamaño de los sectores económicos clave), orientando los recursos disponibles hacia los sectores considerados prioritarios por el sector público, y fomentar un proceso de crecimiento económico. Ejemplos históricos de este tipo de política industrial han sido países como Japón, Alemania, España y algunos países asiáticos emergentes.
Los instrumentos de intervención tienen un carácter directo como son:
En las últimas décadas, este tipo de política industrial ha evolucionado. Si bien antes prevalecía el objetivo de aumentar el tamaño del sector industrial, en la actualidad, en las que podemos llamar políticas neoindustriales, prevalece una concepción basada en el incremento de los factores intangibles en la producción (inputs de conocimiento, innovación, calidad, diseño, etc.).
Obviamente, también este tipo de política industrial intervencionista tiene problemas y límites, entre ellos:

6.2. Los objetivos de la política industrial

Existen unos condicionantes estructurales para determinar el tipo de política industrial antes de diseñar sus objetivos:
En los últimos años se viene defendiendo un nuevo enfoque en relación con la política industrial. Entre los elementos que componen esta nueva política industrial destacan los siguientes (García Reche, A.; Mas, F., 2016, págs. 15-16):
Dicho esto, García Reche y Mas (2016, págs. 25-27) agrupan los objetivos de las políticas industriales en dos grandes grupos:
 
1) Modernización: mejora competitiva de las empresas y sectores presentes en el territorio, sean estos tradicionales o avanzados y
2) Diversificación: la extensión del entramado productivo hacia nuevas actividades o el desarrollo de actividades emergentes ligadas a las ya existentes.
 
Los mismos autores subdividen el objetivo de la diversificación industrial en tres objetivos más específicos:
 
a) el estímulo al surgimiento de nuevas actividades o sectores (prioritariamente de alto contenido tecnológico), inexistentes previamente en el territorio de referencia;
b) la expansión y consolidación de aquellas actividades emergentes, con gran potencial de mercado, pero que se realizan ahora de manera incipiente y dispersa a lo largo del territorio y
c) la diversificación por extensión del cluster: desarrollo de actividades conexas ligadas a un cluster previamente existente, generado en torno a un producto principal.

6.3. Instrumentos de política industrial

Siguiendo, nuevamente, a García Reche y Mas (2016, pág. 28), los instrumentos utilizados en la política industrial se han clasificado según los siguientes criterios:
 
1) Horizontales y sectoriales: según se pretenda estimular la incorporación de determinados inputs a todas las empresas o exclusivamente a las empresas pertenecientes a un sector determinado.
2) Individuales y colectivos: si van dirigidos a una empresa determinada o a un conjunto de empresas.
3) Directos e indirectos: según se instrumente a través de una subvención directa o asistencia técnica o bien se ejecute a través de instituciones intermedias.
4) Financieros y no financieros: según si el apoyo se realiza a través de subvenciones a la incorporación de inputs intangibles, la formación o la asistencia técnica, o bien a través de créditos reembolsables por parte de la institución.

7. Ejemplos de políticas sectoriales: política de servicios

Los servicios son, en realidad, actividades muy heterogéneas (transportes, telecomunicaciones, comercio, hostelería, sanidad, educación, servicios financieros y de crédito, asistencia a empresas, servicios domésticos, servicios públicos, etc.) (tabla 7).
Existen diferentes criterios de clasificación del sector servicios:
 
1) servicios de mercado o comercializables (destinados a la venta y valorados a través de los precios del mercado) y servicios no destinados a la venta o no comercializables (servicios de las administraciones públicas);
2) servicios intermedios (en procesos productivos de otras actividades económicas) y servicios destinados al consumo final (dirigidos a la satisfacción directa de los consumidores);
3) servicios estancados y servicios progresivos (según el ritmo de avance de la productividad) y
4) Servicios distributivos, servicios al productor, servicios sociales y servicios personales.
Tabla 7. Clasificación de las actividades de servicios
Tipo de mercado
Tipo de producción
Servicios físicos
Centrados en las personas
Servicios de información
Estado
Bienestar
Sanitarios
Educativos
Gobierno general
Radiotelevisión pública
Consumidores
Servicios domésticos
Cáterin
Comercio al por menor
Correos
Peluquerías, etc.
Comercialización
Radiotelevisión
Entretenimiento
Mixto
Lavanderías
Hoteles
Reparaciones
Inmobiliarias
Telecomunicaciones
Banca
Segura
Servicios legales
Productores
Comercio al por mayor
Almacenamiento y distribución
Ingeniería y arquitectura
Contabilidad
Otros servicios profesionales
Fuente: Miles (1987). Citado en J. A. Camacho y M. Rodríguez (2016, pág. 34)
La característica esencial, como decimos, de los servicios es que se trata de actividades altamente heterogéneas entre sí. En realidad, son productos no comercializables en el exterior, que satisfacen necesidades de los consumidores conforme se producen. Muchas veces ello significa que los consumidores y productores deben tener la misma localización física.
En casi todas las economías el sector servicios o terciario ha tenido una expansión importante en términos de participación en la producción nacional valorada a precios corrientes; representa, en muchos países, entre el 60 y el 80 % del PIB[4] (figura 10).

Figura 10. 

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial

En España, los servicios no destinados a la venta sí que han aumentado considerablemente su participación en el valor de la producción nacional debido, en parte, al aumento de los precios y a la expansión de los servicios públicos que caracterizan al Estado de bienestar[5]. El empleo en este sector también ha crecido de manera sostenida en todos estos años.
Este aumento continuo del sector servicios tiene diferentes causas:
¿Cuáles son las características esenciales de los servicios en comparación con otras actividades económicas? Las características específicas del sector servicios las podemos resumir del siguiente modo:
En la tabla 8 se caracterizan tres subsectores importantes del sector servicios (turismo, telecomunicaciones y comercio interior).
Tabla 8. Características particulares de los servicios
Turismo
Telecomunicaciones
Comercio
1) intensivos en mano de obra
No
2) valor añadido elevado
No
No
3) reducido crecimiento de la productividad
No
4) dominio de pymes
?
?
5) menor cualificación de trabajadores en relación con la industria
No
6) mayor proximidad al usuario
No
7) elevada elasticidad-renta
No
8) reducida importancia de las transacciones exteriores
No
9) importante peso del sector público
No
No
No
Una de las características estructurales del sector servicios es su bajo crecimiento de la productividad (figura 11). ¿Por qué crece muy poco la productividad en el sector servicios? Algunas de las causas son:
No obstante, actualmente, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y los avances técnicos y organizativos suponen una oportunidad para incrementar la productividad y la calidad en una gran mayoría de servicios (incluso de los llamados «tradicionales»). Las nuevas tecnologías brindan la posibilidad de nuevas estrategias de competitividad en el sector servicios parecidas a las del sector industrial, lo cual amplía sustancialmente el margen de maniobra de la política económica. En la actualidad, la mejora de la productividad en el sector servicios puede resultar muy relevante para el crecimiento del nivel y la calidad de vida de una gran parte de la población, debido al importante tamaño que ha adquirido el sector servicios en la economía.

Figura 11. 

Fuente: Barceló y asociados sobre la base de del Instituto Nacional de Estadística (INE)

7.1. El sector servicios y los objetivos de la política económica

La importancia del sector servicios y su elevada interdependencia con otros sectores económicos lo hacen merecedor de una atención especial por parte de la política económica. El sector servicios no solo es fundamental por su impacto sobre el crecimiento económico, sino por sus potenciales efectos sobre el ciclo económico.
A corto plazo, los servicios tienen una influencia fundamental sobre la estabilidad coyuntural de la economía, en términos de equilibrio interno (empleo e inflación) y del equilibrio externo (sector exterior). A largo plazo, y desde una perspectiva más estructural, el sector servicios puede contribuir a la reindustrialización de la economía; aumenta de esta forma la competitividad estructural y el crecimiento y/o desarrollo económico.
Analicemos, brevemente, los efectos sobre los objetivos a corto plazo o de naturaleza coyuntural. En primer lugar, la importancia del sector servicios sobre el objetivo del empleo es más que evidente. La elevada dinámica productiva genera importantes expectativas de creación de empleo, convirtiendo al sector terciario en un sector clave para asegurar el crecimiento sostenido del empleo, reducir la tasa de desempleo y garantizar el aumento de la renta per cápita.
Por contra, el sector servicios se suele comportar como un sector inflacionista. Es decir, suele tener precios relativos más altos que otros sectores económicos, como el industrial. Este comportamiento puede tener un efecto negativo sobre la competitividad del propio sector y, también, sobre la competitividad-precio del conjunto de la economía. ¿Y por qué tiene un comportamiento relativamente inflacionista? Algunas de las explicaciones que se suelen dar son las siguientes:
Este mayor aumento de los costes y menor crecimiento de la productividad explica, en parte, la importancia creciente de los servicios en la producción nacional valorada a precios corrientes.
Por otro lado, el sector servicios tiene un impacto evidente sobre el sector exterior y la balanza de pagos. Transformaciones estructurales acaecidas en las economías (como la creciente especialización, la reducción en los precios del transporte, la disminución en los precios de la información, etc.) conceden un mayor protagonismo al sector servicios a la hora de explicar posibles desestabilizaciones en la balanza de pagos (sub-balanza de bienes y servicios, pero también de capitales).
Finalmente, el sector servicios influye sobre el objetivo de redistribución de la renta a través de los servicios públicos que caracterizan al Estado del bienestar (educación, sanidad, servicios sociales, etc.).
A largo plazo, y desde una perspectiva más estructural, el sector servicios puede contribuir, decisivamente, al aumento de la competitividad de las empresas industriales y a la reestructuración y reactivación del tejido industrial. Esta reindustrialización vía servicios pasa por el estímulo de nuevas actividades productivas que den apoyo al tejido industrial, la creación de nuevos servicios, la descentralización de actividades, el aumento de la especialización de las empresas, el estímulo de actividades económicas orientadas a satisfacer las necesidades de consumidores directos, etc.
En la tabla 9 se recoge una tipología de servicios de apoyo a la competitividad de las empresas industriales. Se estructuran las políticas públicas que pueden apoyar este tipo de servicios en tres tipos: regulatorias, financieras y funcionales.
Tabla 9. Políticas de promoción empresarial: tipología de servicios de apoyo a la competitividad
Políticas
Características
Ejemplos
Regulatorias
Las acciones regulatorias marcan las «reglas del juego» en el que se desenvuelven las empresas. Su objetivo es el de defender valores y/o intereses colectivos
– Normas técnicas de seguridad
– Política de competencia
– Propiedad industrial
Financieras
Las políticas de financiación pueden adoptar la forma de subvenciones, desgravaciones fiscales, ayudas retornables, etc.
– Apoyo financiero a la inversión
– Subvenciones a la introducción de nuevas tecnologías
Funcionales
Se trata de actuaciones que producen «efectos externos» positivos en el entorno empresarial
– Investigación aplicada
– Asesoramiento técnico
– Centros tecnológicos
Fuente: A. García Reche y F. Mas (2003, pág. 105)

7.2. Instrumentos públicos de intervención en el sector servicios

El abanico de intervenciones en el sector servicios es muy amplio. Podemos agrupar el tipo de intervenciones en tres bloques:
 
1) sobre los factores productivos;
2) sobre la regulación de la competencia y
3) otro tipo de intervenciones públicas.
 
Las políticas sobre factores productivos pueden ir dirigidas:
Las políticas de regulación de la competencia pueden ir dirigidas:
Hay que tener en cuenta que algunas de las regulaciones del sector responden más a intereses corporativos que al interés general. Por tanto, se impone una nueva forma de regulación del sector (re-regulación) que, si bien no imponga una completa liberalización, sí que garantice una mayor competencia entre las empresas de servicios.
Finalmente, las intervenciones públicas pueden ir dirigidas:

7.3. Un ejemplo de política de servicios: la política turística

El sector turístico tiene unas características generales que condicionan su dinámica. A continuación resumimos algunas de ellas:

7.3.1. Los objetivos de la política turística

Los objetivos de la política turística son parecidos a los de otras políticas sectoriales:
García Reche y Rovira (2016, págs. 55-56) han agrupado todos ellos en tres grandes objetivos:
 
1) Modernización: mejora de la calidad del producto turístico principal y de la competitividad de las diversas actividades (privadas y públicas) directa o indirectamente relacionadas con él: calidad (infraestructuras, alojamiento), imagen de marca, servicio al cliente, extensión y carácter de la oferta complementaria, grado de organización y control de los canales de comercialización, actitud y comportamiento de la población local, etc.
 
2) Diversificación: creación de argumentos y productos nuevos que diversifiquen la oferta turística en determinado territorio, con lo que se contribuye a neutralizar los riesgos de una «excesiva» especialización.
 
3) Atención al destino: mejora de las condiciones de habitabilidad del territorio implicado en el fenómeno turístico.
Al final, y como señalan los propios autores, «el objetivo final de la política turística debiera definirse más bien como la consecución de crecientes niveles de ingreso y empleo, a través de la mejora continuada del gasto medio diario de los visitantes y de un aumento en el número de estos compatible con la calidad del producto y la sostenibilidad del destino». García Reche, A.; Rovira, A. (2016, pág. 57)
Recientemente, ha adquirido una importancia fundamental el objetivo de competitividad en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas turísticas (figura 12 y tabla 10).
Tabla 10. Diez principales economías competitivas en el sector turístico
Rank
Country/Economy
Value
1
Spain
5.31
2
France
5.24
3
Germany
5.22
4
United States
5.12
5
United Kingdom
5.12
6
Switzerland
4.99
7
Australia
4.98
8
Italy
4.98
9
Japan
4.94
10
Canada
4.92
Fuente: Travel and Tourism Competitiveness Report 2015

Figura 12. 

Fuente: Travel and Tourism Competitiveness Report 2015

7.3.2. Los instrumentos de la política turística

En cuanto a los instrumentos de intervención pública, destacamos:
En la tabla 11 se resumen los principales objetivos e instrumentos de la política turística.
Tabla 11. Principales objetivos e instrumentos de la política turística
Objetivos
Instrumentos
Modernización
– Regulación (normas de calidad en alojamientos hoteleros y extrahoteleros, defensa del consumidor, etc.)
– Apoyo financiero y no financiero a las empresas turísticas para la mejora de su competitividad y la elevación de sus estándares de calidad
– Formación del capital humano
– Mejora de la planta hotelera
– Mejora de la gestión de establecimientos turísticos
– Uso de TIC
– Estrategias competitivas de diferenciación
Diversificación
– Incentivos a la creación de nuevos argumentos y productos turísticos principales, de productos secundarios y de oferta complementaria
– Apoyo a nuevos emprendedores en actividades de alto valor añadido
Atención al destino
– Planes directores de recursos turísticos
– Equipamientos y servicios en las playas y en los lugares públicos de ocio
– Puntos de información
– Planes urbanísticos adaptados al producto que se desea comercializar
– Otras políticas territoriales dirigidas al confort del turista en el destino
Fuente: A. García Reche y A. Rovira (2016, pág. 60)

7.4. Otro ejemplo de política de servicios: la política de comercio interior

El sector del comercio interior ha mostrado un gran dinamismo en España antes y después de la crisis económica del año 2008.

Figura 13. 

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad (Informe de Comercio Interior, junio de 2016)

Diferentes indicadores muestran ese dinamismo; por ejemplo, el crecimiento de las tasas de variación del consumo final de los hogares (figura 13), la creación de empleo (tabla 12) o el índice de confianza del comercio minorista (figura 14).
Tabla 12. Ocupados por comunidades autónomas (CC. AA.)
Comunidad autónoma
Número
Variación trimestral
Variación anual
En número
En %
En número
En %
Total Nacional
1.874.900
20.300
1,1
−23.500
−1,2
Andalucía
299.100
−15.700
5,0
−48.300
−13,9
Aragón
48.200
4.000
9,0
1.700
3,7
Asturias, Principado de
46.900
−400
−0,8
4.600
10,9
Baleares
64.900
12.700
24,3
8.500
15,1
Canarias
111.400
3.300
3,1
7.800
7,5
Castilla-La Mancha
69.300
100
0,1
6.100
9,7
Castilla y León
98.200
4.200
4,5
−700
−0,7
Cataluña
319.800
7.800
2,5
1.400
0,4
Comunidad Valenciana 2,4
203.000
5.600
2,8
1.900
0,9
Extremadura
35.500
1.300
3,8
100
−0,3
Galicia
102.600
−2.500
−2,4
−1.800
−1,7
Madrid
264.700
−1.800
−0,7
−13.000
−4,7
Murcia
53.600
1.200
2,3
200
0,4
País Vasco
87.900
4.000
4,8
5.900
7,2
Resto CC. AA.
69.700
−3.600
−4,9
−2.100
3,1
Fuente: Encuesta de Población Activa (EPA). INE
La función del comercio interior es ajustar de manera efectiva la oferta y la demanda. Sin embargo, son varios los problemas existentes en el comercio interior que requieren de algún tipo de intervención pública. Por ejemplo, la reducida competencia, los límites a la renovación e incorporación tecnológica, la desarticulación interna y, en ocasiones, la ausencia de un verdadero espíritu empresarial.

Figura 14. 

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad (Informe de Comercio Interior, junio de 2016)

Existen diferentes modelos de comercio interior con unas características estructurales que condicionan el diseño de las medidas de política económica (tabla 13).
Tabla 13. Modelos de comercio interior
Características
Mediterráneo
Continental
Norteamericano
Tamaño operadores
Pequeños
Medio grandes
Medio grandes
Tipos de red
Densa
Poco densa y sucursalidad
Poco densa y sucursalidad
Tecnología y organización
Tradicional
Media
Media
Grado de regulación estatal
Grande
Grande
Baja
¿Qué objetivos se plantea la política de comercio interior? Obviamente, la política de comercio interior persigue los objetivos más generales de:
No obstante, podemos señalar algunos objetivos más concretos como los que especificamos a continuación (García Reche, A.; Rovira, A., 2016, págs. 68-69):
¿De qué tipo de instrumentos disponen los poderes públicos para intervenir en el sector? Podemos agrupar los instrumentos de intervención en tres bloques:
 
1) políticas institucionales;
2) políticas de regulación del sector;
3) políticas de aumento de la competitividad y cambio tecnológico.
 
Las políticas institucionales basan su actuación en la creación de organismos (Instituto Nacional de Consumo; Agencia de Seguridad Alimentaria, etc.) o en la creación de infraestructuras comerciales (planificación urbana global, planificación de nuevas zonas comerciales, mercados mayoristas con participación del Estado, promoción de zonas de actividad logística, renovaciones comerciales como lonjas, servicios de mercado de barrio, almacenes, etc.).
Las políticas de regulación del sector pueden ir dirigidas a:
Concretamente, las principales materias reguladas en el comercio interior se refieren a las siguientes cuestiones:
Finalmente, las políticas de aumento de la competitividad y renovación y cambio tecnológico pueden apoyarse en un amplio abanico de instrumentos como son:

Bibliografía

Bibliografía básica

Camacho, J. A.; Rodríguez, M. (2016). «La política económica para los servicios». En: A. García Reche; A. Sánchez (coords.). Políticas económicas estructurales y de competitividad (cap. 2). Valencia: Tirant Lo Blanch.

García Álvarez-Coque, J. M.ª (2003). «Política agraria». En: García Reche, A. (coord). Política económica sectorial y estructural. Valencia: Tirant Lo Blanch.

García Reche, A. (coord.) (2003). Política económica sectorial y estructural (caps. 1-5 y 7). Valencia: Tirant Lo Blanch.

García Reche, A.; Mas, F. (2016). «La política industrial». En: A. García Reche; A. Sánchez (coords.). Políticas económicas estructurales y de competitividad (cap. 1). Valencia: Tirant Lo Blanch.

García Reche, A.; Rovira, A. (2016). «La política de servicios: dos casos específicos». En: A. García Reche; A. Sánchez (coords.). Políticas económicas estructurales y de competitividad (cap. 3). Valencia: Tirant Lo Blanch.

 

Bibliografía complementaria

Aguiló, E. (1998). «Política turística». En: J. M. Mella (coord.). Economía y política regional en España ante la Europa del siglo XXI. Madrid: Akal.

Alonso, J. A.; Myro, R. (dirs.). Ensayos sobre economía española. Homenaje a José Luis García Delgado (caps. 14 y 22). Madrid: Cívitas / Thomson Reuters.

Antuñano, I.; Sánchez, A. (coords.) (2009). Política económica. Elaboración y políticas coyunturales (cap. 11). Valencia: Tirant Lo Blanch.

Aparicio, G.; Zorrilla, P. (coords.) (2015). Distribución comercial en la era omnicanal. Madrid: Pirámide.

Aranda, E. (dir.); Cuadrado, J. R.; Casares, F. J. (col.) (2016). Política Económica. Un contexto de crisis, recuperación e incertidumbre (caps. 15 y 18). Madrid: Thomson Reuters.

Bote, V.; Marchena, M. (1996). «Política turística». En: A. Pedreño (dir.); V. Monfort (coord.). Introducción a la economía del turismo en España. Madrid: Cívitas.

Bull, A. (1991). La economía del sector turístico. Madrid: Alianza.

COTEC. «Informes anuales sobre Tecnología e Innovación en España».

Casares, J.; Rebollo, A. (2000). Distribución Comercial. Madrid: Cívitas.

Casares, J.; Aranda, E.; Martín, V. J.; Casares, J. (2013). Distribución comercial (4.ª ed.). Madrid: Aranzadi.

Cruz Roche, I. (2012). Canales de distribución, especial referencia a los productos de alimentación. Madrid: Pirámide.

Cuadrado Roura, J. R. (dir.) (2015). Política Económica. Elaboración, objetivos e instrumentos (5.ª ed., caps. 13 y 14). Madrid: McGraw Hill.

Cuadrado Roura, J. R.; González, M. (2009). «Los servicios en el proceso de crecimiento de España». Papeles de Economía Española (núm. 120).

Cuadrado Roura, J. R.; Mancha, L. (2000). Los servicios a empresas en la industria española. Madrid: Instituto de Estudios Económicos.

Cuadrado Roura, J. R.; Mancha, T. (dirs.) (1996). España frente a la Unión Económica y Monetaria. Madrid: Cívitas.

Cuadrado Roura, J. R.; Del Río, C. (1993). Los servicios en España. Madrid: Pirámide.

Cuadrado Roura, J. R.; Rubalcaba, L. (2012, abril). «El sector servicios: algunas luces y bastantes sombras». Economistas (núm. 135).

Fernández, A. (dir.) (1999). Fundamentos y papel actual de la política económica (cap. 15). Madrid: Pirámide.

Gámir, L. (dir.) (2013). Política económica de España (9.ª ed., caps. 6, 8, 11 y 12). Madrid: Alianza.

García de la Cruz, J. M.; Ruesga, S. M. (coords.) (2007). Economía española. Estructura y regulación (caps. 5-8). Madrid: Thomson Reuters.

García Delgado, J. L. (dir.) (1999). España, Economía: ante el siglo XXI (caps. 4, 7, 8 y 26). Barcelona: Espasa.

García Delgado, J. L.; Myro, R. (dirs.) (2013). Lecciones de economía española (11.ª ed., caps. 7, 8 y 11). Madrid: Thomson-Cívitas.

Gutiérrez, P. (1993). El crecimiento de los servicios (causas, repercusiones y políticas). Madrid: Alianza.

Jordán, J. M.; Antuñano, I. (2003). Política Económica: fundamentos, objetivos e instrumentos (cap. 10). Valencia: Tirant Lo Blanch.

Jordán, J. M.; Tamarit, C. (coords.) (2013). Economía de la Unión Europea (7.ª ed., caps. 11 y 13). Madrid: Cívitas / Thomson Reuters.

Maroto, A.; Cuadrado Roura, J. R. (2014). «La productividad y competitividad en los servicios españoles. ¿Cómo ha afectado la reciente crisis económico-financiera?». Ekonomiaz (núm. 86).

Martín, C. (1992). Política industrial: teoría y práctica. Madrid: Economistas Libros.

Nácher, J. M. (1996). «Competitividad y política turística: un enfoque territorial e institucional para el caso de España». Boletín Económico de ICE (núm. 2.160).

Plaza, B.; Velasco, R. (2001). Política Industrial de las Comunidades Autónomas. Bilbao: Círculo de Empresarios Vascos.

Porter, M. (1991). La ventaja competitiva de las naciones. Barcelona: Plaza y Janés.

Porter, M. (1998). Ser competitivo. Barcelona: Deusto.

Rubalcaba, L. (2001). La economía de los servicios a empresas en Europa. Madrid: Pirámide.

Sáez, F. (coord.) (1993). Los servicios en España: situación y tendencias. Madrid: FEDEA.

Sánchez, A.; Tomás Carpi, J. A. (dirs.) (2014). Crisis y política económica en España. Un análisis de la política económica actual (caps. 6, 10 y 12). Madrid: Thomson Reuters Aranzadi.

Sevilla, M. (coord.) (2000). Política económica. Políticas instrumentales y sectoriales (caps. 5, 6 y 9). Alicante: Universidad de Alicante.

Subirá, A.; Gurguí, A. (2007). Políticas para la competitividad. Una experiencia de gobierno. Barcelona: Antoni Bosch.

Toboso, F.; Caballero, G. (eds.) Democracia y políticas económicas. Elaboración, negociación y opciones (cap. 10). Madrid: Síntesis.

Velasco, R. (2014). Salvad la industria española. Desafíos actuales y reformas pendientes. Madrid: Los Libros de la Catarata.

Velasco, C.; San Martín, E. (2013). «Aclarando prioridades: la política económica turística». En: F. González; J. J. Benítez; S. Pérez (coord.). Propuestas de Política Económica ante los desafíos actuales. Madrid: Delta.