Capítulo I
Las políticas sectoriales
Carlos Ochando Claramunt
1. El marco teórico de las políticas sectoriales
Tradicionalmente, estructuramos las actividades económicas en tres sectores con dinámicas
propias: el sector agrario, la industria y los servicios.
1) El sector primario o agrario produce productos materiales procedentes de la naturaleza
y suele ser intensivo en mano de obra, con poca mecanización, poco uso de inputs intermedios, limitada producción y baja productividad (aunque, como veremos a lo largo del capítulo,
estas características están cambiando en los últimos años).
2) El sector industrial crea productos materiales elaborados con un mayor dinamismo
económico, ya que suele ser un sector que aprovecha economías de escala, series largas
de producción, mecanización masiva (incorporación de tecnología) y elevada productividad.
3) Por último, el sector servicios provee de productos no materiales e intangibles y
suele comportarse como intensivo en mano de obra y bajo crecimiento de la productividad;
está muy vinculado a la dinámica industrial y a la población.
Las políticas económicas aplicadas en estos tres sectores económicos han estado condicionadas
históricamente tanto por el contexto económico (grado de desarrollo del país, importancia
del sector público, política respecto al exterior, estrategia de desarrollo, grado
de libertad de las inversiones extranjeras, definición de las prioridades sectoriales,
etc.) como por el marco ideológico de la política económica en general. En ese último
aspecto, y como es lógico, debemos tener presente que las políticas sectoriales siempre
se integran dentro de un marco más general de política económica (por lo cual esta
integración ha de ser lo más coherente posible).
En un principio, los problemas económicos que inspiraban las políticas sectoriales
eran la insuficiencia de demanda y la falta de actividad económica del sector privado.
Las actuaciones del sector público –en un marco de referencia que era el Estado-nación–
pasaban por potenciar el poder adquisitivo de la demanda. Se presuponía que, en caso
de conseguir aumentar la actividad económica, la demanda aumentaría y la oferta también
aumentaría produciendo más cantidad de bienes.
Así, las políticas de ajuste industrial keynesianas se basaban en políticas de estabilización,
por el lado de la demanda, que generaban estabilidad macroeconómica con un aumento
sostenible de la renta disponible. Este aumento de la demanda (mayores inversiones
públicas, aumento del gasto público social, etc.) se complementaba con políticas de
redistribución de la renta que permitían un rápido crecimiento de las clases medias,
lo cual reforzaba el aumento de la demanda interna (figura 1). El objetivo principal de las políticas sectoriales, en este contexto keynesiano,
se concretaba en el aumento de la productividad.
Sin embargo, en las últimas décadas se han producido cambios estructurales importantes
en las economías desarrolladas. Cuatro son los cambios fundamentales que han influido
en la orientación de los objetivos e instrumentos de las políticas sectoriales:
1) cambios en las condiciones de la demanda;
2) cambios sectoriales estructurales;
3) cambios en la organización empresarial y
4) nuevas formas de competencia.
Figura 1.
La lógica de la política económica keynesiana

El extraordinario aumento en el nivel de vida de los países desarrollados ha provocado
alteraciones y cambios en la demanda muy importantes (con una mayor diversificación,
pero, a su vez, con un comportamiento mucho más inestable). Inevitablemente, este
proceso ha conllevado una mayor heterogeneidad e interrelación entre las actividades
económicas. Los límites entre los sectores económicos son ahora más difusos y complejos
que lo eran en el pasado (figura 2).
Simultáneamente a los cambios en la demanda, se producen cambios estructurales en
el tipo de competencia al que están sometidas las empresas. La globalización implica
una creciente internacionalización de las actividades (explicada, en parte, por la
reducción de los costes de transporte y la caída de los costes de las comunicaciones)
y un importante aumento de la competencia internacional.
Figura 2.
Cambios estructurales sectoriales: heterogeneidad e interrelación entre actividades
económicas

A su vez, las formas de organización empresarial también se ven afectadas por cambios
estructurales importantes. Se produce una mayor descentralización productiva empresarial
y una creciente importancia de la tecnología y de aquellos componentes ligados a la
Investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). Todos estos cambios estructurales
modifican la estructura de costes de las empresas y obligan a una permanente adaptación
a las nuevas exigencias de la competencia internacional.
Estas nuevas condiciones estructurales de las economías representan nuevos retos para
las políticas económicas sectoriales. El principal cambio es que el objetivo de las
políticas sectoriales no será tanto el aumento de la productividad como la competitividad.
La figura 3 trata de describir la relevancia del nuevo objetivo de competitividad en el diseño
de las políticas económicas sectoriales.
Figura 3.
El objetivo de la nueva política sectorial: de la productividad a la competitividad

2. El cambio de modelo productivo: del fordismo a la especialización flexible
Como decimos, en las últimas décadas se ha producido un cambio de modelo productivo:
del paradigma productivo de producción en masa (basado en las economías de escala)
hemos pasado a estrategias de especialización basadas en la flexibilidad, la innovación
continua y otro tipo de economías (diferentes a las economías de escala). Si las empresas
quieren sobrevivir en este nuevo paradigma productivo, necesitan adaptarse de una
manera flexible y permanente a estos cambios en el entorno (figura 4).
Solo la especialización flexible de las empresas y la innovación permanente permitirán
una adecuada adaptación a las exigencias de la competencia internacional.
Figura 4.
Cambio en el modelo productivo: del fordismo a la especialización flexible

Por especialización flexible entendemos la «capacidad de las empresas para producir
una amplia gama de productos relacionados entre sí para clientes con necesidades específicas»
(García Reche, A.; Such, J., 2003, pág. 55).
Para adaptarse activamente a las nuevas condiciones del entorno, las empresas tienen
que hacer permanentes cambios en la organización de la producción, en la organización
del desarrollo de los productos y en la organización y relaciones de suministro.
El nuevo marco económico internacional en el que deben actuar las empresas determina,
en cierta manera, sus estrategias de competitividad. Entre los cambios de entorno
podemos destacar los siguientes:
a) una intensa internacionalización de las economías y un contexto de creciente globalización
de la competencia a escala internacional (reducción de barreras arancelarias a la
importación de bienes y servicios, mejora en telecomunicaciones, mejora en el acceso
a la información, disminución en los costes de transporte, liberalización de los mercados
financieros, homogeneización de gustos por los medios de comunicación de masas, etc.);
b) una demanda final más inestable y diversificada (exigencia de mayor personalización
de los productos industriales, mayor importancia del factor «moda» que reduce el ciclo
de vida de los productos, crecientes requerimientos de innovación en bienes y servicios,
exigencia de rápida adaptación de la producción a las variaciones de la demanda, necesidad
de introducción de nuevos productos, mayor atención al precio en relación con el valor
percibido, etc.);
c) la revolución técnico-organizativa (mayor peso específico del componente tecnológico,
aceleración de la introducción de las innovaciones tecnológicas, aumento de la información
disponible, generalización de la aplicación de las tecnologías microelectrónicas,
etc.) y
d) una creciente importancia del sector servicios especializados en la industria (aumento
del peso del sector terciario avanzado como asesorías informáticas, fiscales, laborales,
ingeniería, diseño, consultoría, etc.).
Ante estos cambios del entorno, las empresas han tenido, básicamente, dos formas de
adaptación:
1) una adaptación activa (reducción de los costes, diversificación de los productos,
aumentos en la calidad, mejor adaptación a las necesidades del cliente, etc.) y
2) una adaptación pasiva (mantenimiento de la situación vigente, economía sumergida,
etc.).
En la tabla 1 se muestran las implicaciones de los cambios de entorno para las empresas industriales.
Tabla 1. Implicaciones sobre la empresa industrial
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Efectos
|
Estrategias
|
|
Necesidad de rápida adaptación de los bienes y servicios existentes a los requerimientos
de la demanda (flexibilidad estática), extensión de la gama e impulso a la introducción
de nuevos productos (flexibilidad dinámica)
Menor relevancia de los modelos de gestión fordistas como fuente de ventajas competitivas
Necesidad de internacionalización de las empresas, organización en red y control integrado
de los diversos componentes de la cadena de valor: desarrollo de la logística
Posibilidad de diseñar nuevas estrategias competitivas basadas en «diferenciación
+ amplitud de gama + precios moderados»
Papel estratégico de la distribución
Necesidad de incorporar servicios especializados (provistos interna o externamente
a la empresa): creciente importancia de la gestión del conocimiento en las empresas
Posibilidad de incorporación intensiva de tecnologías de la información y las telecomunicaciones
(TIC): gestión de la información
Relevancia de la dimensión de la empresa (no de la planta)
|
Nuevas ventajas competitivas basadas en la introducción de innovaciones:
– De proceso
– De producto
– Mercadotécnicas
– Organizativas
|
|
Fuente: A. García Reche y F. Mas (2016, pág. 25)
|
3. La competitividad como nuevo objetivo de las políticas sectoriales
El cambio de modelo productivo descrito anteriormente ha implicado la supremacía del
objetivo de competitividad en el diseño y ejecución de las políticas económicas (figura 5). A su vez, el objetivo de competitividad también ha sometido a las políticas sectoriales
a nuevos retos y enfoques teóricos.
Figura 5.
El objetivo en la nueva política industrial: la competitividad

El concepto de competitividad es muy amplio y, en ocasiones, confuso.
Entendemos por competitividad la capacidad que tienen las empresas de mantener e incrementar
sus cuotas de mercado, bien por la vía de quitarle mercado a otras empresas, bien
por la vía de la creación de nuevos mercados. La competitividad es, por tanto, un
concepto dinámico (no estático).
Existen dos enfoques o dimensiones para abordar la competitividad (tabla 2 y figura 6):
a) la dimensión comercial (o «enfoque tradicional») y
b) dimensión económica (o «enfoque estructural»).
Tabla 2. Indicadores de competitividad
|
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Indicadores de comportamiento (resultados)
|
Factores determinantes
|
|
Enfoque tradicional
|
Saldo comercial
Costes de exportación de los mercados mundiales
Penetración de las importaciones en el mercado interno
|
– Tipo de cambio
– Costes, precios y rentabilidad relativa
|
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Enfoque estructural
|
PIB per cápita y productividad
|
– Dotación/utilización de factores productivos: stocks de capital físico (incluidas infraestructuras), tecnológico y humano
– Capacidad de innovar
– Especialización productiva
– Eficiencia en el funcionamiento de los mercados
– Caracterización de la organización empresarial
|
|
Fuente: S. Bravo y E. Gordo (2003, pág. 74)
|
Figura 6.
Tipos de competitividad: exterior y agregada

Partiendo de un «enfoque tradicional», entendemos por dimensión comercial-empresarial
de la competitividad la capacidad de una economía o de las empresas de la misma para
incrementar su cuota de mercado en los mercados nacionales e internacionales.
En cuanto al segundo enfoque o dimensión económica, entendemos por competitividad
la capacidad de la economía para mantener una tasa de crecimiento económico elevada
(generar más renta y riqueza, aumentar la productividad, el empleo y el nivel y calidad
de vida), sin un deterioro del saldo por cuenta corriente que ponga en cuestión la
sostenibilidad futura de ese crecimiento económico.
En la actualidad prevalece esta segunda dimensión de la competitividad.
La competitividad es entendida en la actualidad como la capacidad de una economía
para generar una producción rentable compatible con una mejora generalizada del nivel
de vida de la población, lo cual implica la necesidad de innovación permanente (organizativa,
social y técnica).
Sobre el objetivo de competitividad interactúan, al nivel que nos interesa en este
capítulo, cuatro tipos de factores determinantes:
1) factores extrasectoriales;
2) factores sectoriales;
3) factores de eficiencia económica y
4) factores empresariales.
Respecto a los primeros (factores extrasectoriales), podemos analizar las variables
que influyen sobre la competitividad de la siguiente forma:
a) factores no económicos (culturales, geográficos, salud, educación, etc.);
b) factores económicos (situación macroeconómica, estrategia global de la política económica,
relaciones económicas exteriores, nivel de desarrollo del país, instituciones, etc.);
c) factores locales-regionales (infraestructuras materiales, infraestructuras sociales,
oferta de servicios a las empresas, espíritu empresarial, oferta de trabajo, factores
administrativos, etc.).
En relación con los factores sectoriales, influyen los tipos de sectores, el tamaño
de las empresas, la composición tecnológica, la estructura organizativa (asociaciones,
cooperativas), el tipo de dirección (tipos de gerencia), etc.
Los factores de eficiencia económica de los factores productivos incluyen a su vez
multitud de variables como la educación y la capacitación, la eficiencia de los mercados
de bienes, la eficiencia del mercado de trabajo, el desarrollo del sistema financiero,
el tamaño del mercado, la disponibilidad de nuevas tecnologías, etc.
Y, finalmente, en cuanto a los factores empresariales, también son muchas las variables
que hay que tener en consideración:
-
los costes (economías de escala, experiencia en la realización de actividades, grado
de utilización de la capacidad productiva, integración organizativa interna, estandarización
en la producción, etc.);
-
los productos (calidad, variedad, ergonomía, componente tecnológico, etc.) y
-
la innovación (componentes tecnológicos, sofisticación de los negocios, etc.).
En la tabla 3 se estructuran los factores que influyen en la competitividad en tres niveles: macro,
meso y microeconómico.
Tabla 3. Niveles de análisis en los factores de competitividad de un país
|
Niveles analíticos
|
Concepto
|
Algunos factores importantes
|
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Macroeconómico
|
Estabilidad macroeconómica (equilibrio interno y externo)
|
– Tipos de interés real reducidos
– Política comercial abierta
– Política de defensa de la competencia
|
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Mesoeconómico
|
Entorno situado entre el nivel macro y el nivel micro en el que interactúan agentes
públicos y privados
|
– Disposición al diálogo
– Capacidad de consensuar una estrategia entre los diferentes actores
– Identidad local y confianza
– Política educativa, política tecnológica, política industrial y de promoción de
las exportaciones
– Promoción económica local, organizaciones de apoyo, institutos tecnológicos
|
|
Microeconómico
|
Mejoras de la gestión, organización y capacidad de innovación de las empresas
|
– Posicionamiento estratégico
– Capacidad de adaptación y aprendizaje
– Redes de empresa
|
|
Fuente: A. García Reche y J. Such (2003, pág. 57)
|
3.1. Las diferentes estrategias de competitividad de las empresas: la competitividad vía
precios y la competitividad estructural
Podemos resumir las estrategias de competitividad de las empresas en dos tipos:
1) la competitividad-precio y
2) la competitividad estructural.
La competitividad-precio está basada en el liderazgo en costes, es decir, en precios
bajos y en la reducción de los costes de producción (entre ellos, los costes laborales
y salariales). Las empresas tratan de aprovechar las ventajas competitivas basadas
en costes inferiores. Esta estrategia permite ofrecer a los clientes productos a precios
más bajos.
Para que esta estrategia se implante con cierto éxito se requieren algunas condiciones
previas:
a) se requiere una producción de bienes y servicios relativamente homogénea;
b) es muy relevante el tipo de cambio de la moneda y
c) está basada en una elevada elasticidad-precio de la demanda.
En la estrategia de competitividad estructural las empresas tratan de aprovechar ventajas
competitivas basadas, sobre todo, en la diferenciación de los productos. En todo caso,
la reducción de costes por unidad de producto se realiza a través de aumentos de la
productividad y no de disminución de los salarios (como en la estrategia anterior).
La competitividad estructural destaca la complejidad y variedad de mecanismos que
influyen sobre la competitividad. Es un concepto sistémico que parte de la idea de
que en los mercados no compiten empresas aisladas, sino sistemas productivos, territorios
y sistemas de innovación. Por tanto, desde esta perspectiva, para entender la competitividad
de las empresas hay que tomar en consideración aspectos como la variable territorio
y las instituciones y políticas públicas.
En la competitividad estructural adquieren mucha importancia las variables diferentes
a los costes de producción, como son: las economías de variedad, la diferenciación
del producto, la segmentación de los mercados de demanda (diferentes elasticidades-renta),
las ventajas en la calidad técnica, la importancia de la creatividad, las ventajas
en el diseño del producto, la adaptación rápida a las necesidades del cliente, la
adaptación rápida a las demandas especializadas, la introducción de nuevos productos
y procesos, la rapidez de entrega, los servicios posventa, el control de los canales
de distribución, los servicios personalizados a clientes, el conocimiento de los mercados,
etc.
En la competitividad estructural adquieren mucha relevancia también los factores externos
a las empresas, como: el sistema formativo, las dotaciones de infraestructura, el
marco de relaciones laborales, el potencial tecnológico, el sector «periproductivo»
y de apoyo a la empresa, el comportamiento y las relaciones interempresariales, el
sistema financiero, la existencia de «redes articuladas» entre empresas, etc.
También es sumamente relevante el sistema de innovación para que se generen adecuados
procesos de innovación, difusión y adaptación tecnológica entre las empresas.
A su vez, el sistema de innovación está compuesto por cinco componentes:
1) el sistema científico,
2) el sistema productivo-empresarial,
3) el sistema tecnológico,
4) el sistema educativo y
5) el sistema financiero.
Estos subsistemas tienen que interactuar eficazmente entre ellos para provocar sinergias
y desarrollar la máxima innovación tecnológica.
En estos últimos años, y ante las dificultades para implementar políticas comerciales
proteccionistas, los gobiernos han tratado de aplicar políticas de fomento de la competitividad
a largo plazo que puedan dar respuestas eficaces a las causas estructurales de la
pérdida de competitividad de las economías desarrolladas. El objetivo de estas medidas
es que las empresas incrementen la productividad y que traten de seguir estrategias
competitivas basadas en la diferenciación de producto (y no tanto la disminución de
los salarios y costes laborales).
Entre las medidas de política de fomento de la competitividad a largo plazo podemos
destacar las siguientes:
-
control de costes unitarios (laborales, financieros, energéticos, etc.);
-
control de otro tipo de costes (plazos de entrega, condiciones de financiación, atención
de reclamaciones, servicio posventa, etc.);
-
modernización de los sectores productivos;
-
reorientación en la división internacional del trabajo;
-
política de innovación (incremento del gasto en I+D+i, creación y potenciación de
los mecanismos interfaz en los sistemas de innovación; política de internacionalización;
política de compras públicas; fomento del capital-riesgo, etc.);
-
aprovechar las ventajas competitivas derivadas del territorio, etc.
En la actualidad, debemos tener en cuenta que, para que las empresas sean competitivas,
tienen que darse dos requisitos fundamentales:
a) que exista presión de la competencia para las empresas y
b) que las empresas estén insertadas en redes articuladas (existencia de externalidades,
servicios e instituciones).
Para finalizar este apartado sobre la competitividad, nos resta decir que el World
Economic Forum construye un índice de competitividad con doce pilares básicos que
intentan recoger sus componentes fundamentales: requerimientos básicos, eficiencia
e innovación (figura 7). La tabla 4 recoge los cambios de posiciones entre los veinte países más competitivos en dos
periodos de tiempo: 2015-2016 y 2016-2017.
Figura 7.
Índice de competitividad global según el World Economic Forum

Fuente: Global Competitiviness Report 2016-2017 (World Economic Forum)
Tabla 4. Los veinte países más competitivos según el World Economic Forum
|
|
GCI 2016-2017
|
GCI 2015-2016
|
|
Country/Economy
|
Rank (out of 138)
|
Score (1-7)
|
Rank (out of 140)
|
Score (1-7)
|
|
Switzerland
|
1
|
5.81
|
1
|
5.76
|
|
Singapore
|
2
|
5.72
|
2
|
5.68
|
|
United States
|
3
|
5.70
|
3
|
5.61
|
|
Netherlands
|
4
|
5.57
|
5
|
5.50
|
|
Germany
|
5
|
5.57
|
4
|
5.53
|
|
Sweden
|
6
|
5.53
|
9
|
5.43
|
|
United Kingdom
|
7
|
5.49
|
10
|
5.43
|
|
Japan
|
8
|
5.48
|
6
|
5.47
|
|
Hong Kong SAR
|
9
|
5.48
|
7
|
5.46
|
|
Finland
|
10
|
5.44
|
8
|
5.45
|
|
Norway
|
11
|
5.44
|
11
|
5.41
|
|
Denmark
|
12
|
5.35
|
12
|
5.33
|
|
New Zealand
|
13
|
5.31
|
16
|
5.25
|
|
Taiwan, China
|
14
|
5.28
|
15
|
5.28
|
|
Canada
|
15
|
5.27
|
13
|
5.31
|
|
United Arab Emirates
|
16
|
5.26
|
17
|
5.24
|
|
Belgium
|
17
|
5.25
|
19
|
5.20
|
|
Qatar
|
18
|
5.23
|
14
|
5.30
|
|
Austria
|
19
|
5.22
|
23
|
5.12
|
|
Luxembourg
|
20
|
5.20
|
20
|
5.20
|
|
Fuente: Global Competitiveness Report 2016-2017 (World Economic Forum)
|
4. Los instrumentos de intervención de las políticas sectoriales
En general, podemos clasificar los instrumentos de las políticas sectoriales en:
a) políticas de participación directa del Estado;
b) políticas de regulación;
c) políticas sobre factores productivos;
d) políticas de ayudas financieras;
e) políticas de ayudas en especie;
f) políticas de infraestructuras tecnológicas;
g) políticas de estructuras empresariales y
h) políticas de apoyo a pymes.
Las políticas de participación directa del Estado definen el grado de posesión de
propiedad estatal en empresas privadas de un sector, la propiedad estatal en segmentos
monopolistas y la creación de empresas estatales.
Las políticas de regulación establecen las normas de funcionamiento en los sectores
económicos. Estas políticas tienen un marcado carácter institucional. Por ejemplo,
definen las estructuras administrativas reguladoras (en general, dependientes de los
ministerios correspondientes) o tratan de regular las actividades económicas.
Las políticas que actúan sobre factores productivos tienen, a su vez, un amplio abanico
de intervenciones públicas. Las políticas que actúan sobre el factor capital pueden
consistir en incentivos fiscales, cambios en amortizaciones, subvenciones, etc. Las
políticas que intervienen sobre el factor trabajo pueden:
-
actuar sobre la calidad del mismo (políticas educativas, cambios en los programas
de estudios, cursos complementarios, dotación de infraestructuras, políticas de reciclaje,
etc.) o
-
actuar sobre la cantidad de trabajo (flexibilidad salarial, política de inmigración,
etc.).
Finalmente, sobre tecnología (I+D+i) también tenemos un amplio escenario de intervenciones:
-
políticas de ayudas financieras,
-
movilización de financiación a través de subvenciones y créditos preferenciales,
-
-
subvenciones a fondo perdido,
-
subsidiación de tipos de interés,
-
creación de sociedades de garantía recíproca,
-
-
sociedades de capital-riesgo, etc.
En cuanto a la política de ayudas en especie, la variedad de instrumentos de intervención
también es muy amplio:
-
políticas de asesoramiento (información, promoción y actividades publicitarias, gestión
y consultoría, investigación y nuevas tecnologías, formación, etc.) y
-
provisión de servicios públicos.
Otro instrumento de intervención consiste en las políticas de infraestructuras tecnológicas,
que van desde los instrumentos tradicionales que intentan la modernización de los
sectores tradicionales (polígonos industriales, infraestructura energética, sistemas
de transporte, logística, etc.) hasta los nuevos instrumentos que pretenden la diversificación
sectorial (institutos tecnológicos, parques tecnológicos, incubadoras de empresas,
etc.).
Las políticas de estructuras empresariales, a la vez, se pueden clasificar en tres
tipos:
-
políticas de competencia,
-
cambios en regulaciones y
-
reestructuración empresarial (concentración, racionalización, especialización, etc.).
Finalmente, las políticas de apoyo a las pymes pueden abarcar diferentes aspectos
como:
-
favorecer la constitución de pymes (apoyos administrativos, facilidades a la creación
de empresas, subvenciones financieras, créditos preferentes, tipos de intereses subvencionados,
etc.) o
-
el aumento en su tamaño (incremento en número de trabajadores, estimular agrupaciones
de empresas, apoyos para la constitución de redes de pymes, creación de clústeres,
etc.).
5. Ejemplos de políticas sectoriales: la política agraria
El sector primario está integrado por la agricultura y la pesca. En las últimas décadas,
y no solo en España sino también en casi todas las economías, comprobamos una pérdida
de importancia de este sector en el conjunto de la economía, tanto si la medimos como
porcentaje sobre el VAB total como del
empleo[].
Para explicar la pérdida de peso de sector agrario podríamos utilizar argumentos basados
en la demanda o en la oferta.
Empezando por los primeros, muchos productos del sector agrario tienen una baja (o
negativa) elasticidad-renta de la demanda. Es decir, cuando se producen alteraciones
en las preferencias de los consumidores, estos suelen reducir la proporción del gasto
familiar destinado a los productos de alimentación. Por otro lado, se producen cambios
significativos en la oferta agraria. Por ejemplo, comprobamos que la oferta que constituye
un output intermedio (materia prima que debe ser transformada por las industrias alimentarias)
ha aumentado en detrimento de la oferta de bienes finales.
En las últimas décadas, el sector agrario ha sufrido importantes transformaciones
estructurales, y se ha orientado claramente hacia el mercado. Esta mayor orientación
al mercado ha implicado cambios en el sector que podríamos resumir de la siguiente
forma:
-
reducción sustancial del empleo agrario;
-
progresiva mayor cualificación de la mano de obra;
-
tendencia a la concentración de la tierra en grandes explotaciones agrarias;
-
-
aumento de los gastos de bienes intermedios;
-
-
-
diversificación y densificación del sector (agroindustria) y
-
crecimiento de la productividad.
Sin embargo, siguen persistiendo problemas que requieren de la intervención pública
a través de instrumentos que veremos a continuación. Entre estos problemas destacan
los siguientes:
-
la inestabilidad de los rendimientos y precios;
-
los niveles de renta de la población relativamente bajos;
-
la debilidad estructural de las explotaciones agrarias y
-
la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria.
La mecanización de la agricultura y la incorporación de progreso tecnológico explican
la continua sustitución de trabajo por capital y, por consiguiente, la continua pérdida
de empleo en el sector. Esta fuerte destrucción de empleo contribuye al fuerte aumento
que ha experimentado, en las últimas décadas, la productividad del trabajo y el consiguiente
encarecimiento de la mano de obra asalariada. También, la productividad del trabajo
ha crecido por la tendencia registrada hacia una mayor concentración de la tierra
en grandes explotaciones, ya que la productividad aparente del factor trabajo crece
con la dimensión de las unidades productivas. Obviamente, otras transformaciones en
el sector agrario también han contribuido al aumento de la productividad (mecanización,
intensa capitalización, aumento de los regadíos, aumento de la dependencia de otros
sectores, aumento de la dependencia de la financiación externa, etc.).
Dos procesos han transformado estructuralmente el sector agrario en los últimos años:
1) la aparición de una pujante agroindustria y
2) el desarrollo de actividades medioambientales, turísticas y de ocio.
El desarrollo de la agroindustria ha supuesto un notable aumento en la tecnificación
(en inputs, procesos de trabajo, recolección, etc.) y un incremento en la especialización y
transformación de los productos finales. En definitiva, un mayor esfuerzo del sector
para generar, captar y aumentar el valor añadido. A su vez, ha supuesto una mayor
integración del sector agroindustrial en las principales redes comerciales.
Por otro lado, otra de las transformaciones llevadas a cabo en el sector ha sido que
han adquirido un mayor peso las actividades relacionadas con el medio ambiente y el
ocio; se ha trasladado el sector agrario tradicional hacia terceros países menos desarrollados.
En los últimos años se ha puesto de manifiesto que las actividades agrarias son multifuncionales
y que tienen multitud de efectos sobre el desarrollo rural, el medio ambiente, la
calidad de vida, la población, el ocio, el turismo, etc. Considerar la multifuncionalidad
del sector agrario en cuanto al desarrollo rural integral abre la posibilidad a utilizar
otros instrumentos de intervención y otros objetivos (además de los asumidos por las
políticas agrarias tradicionales). Ese conjunto de instrumentos y objetivos se engloban
en lo que podemos llamar política de desarrollo rural o política rural integral.
Como señala García Álvarez-Coque (2003, pág. 35), «debemos entender «desarrollo rural»
en un sentido amplio, no solo como la superación del subdesarrollo en zonas desfavorecidas,
sino como la adopción de políticas de carácter horizontal, de mejora de estructuras
productivas y comerciales, de la calidad de los productos, de transferencia de conocimiento,
de articulación del sector y de conservación del medio ambiente. Este grupo de políticas
tiene como objetivo la adaptación y mejora de las condiciones de producción y comercialización
de la agricultura, en el marco de un desarrollo económico equilibrado y sostenible
de las zonas rurales».
Ejemplos de medidas de desarrollo rural son las siguientes (García Álvarez-Coque,
J. M.ª, 2003, pág. 38):
-
asistencia para el reajuste estructural otorgada mediante programas de retiro de productores;
-
asistencia para el reajuste estructural otorgada mediante programas de detracción
de recursos;
-
asistencia para el reajuste estructural otorgada mediante ayudas a la inversión;
-
medidas destinadas a fomentar el crecimiento de las explotaciones familiares;
-
programas de asistencia a regiones desfavorecidas;
-
programas de formación profesional para facilitar la adaptación de la población rural
a los cambios económicos y tecnológicos;
-
medidas en el marco de programas ambientales;
-
diversificación económica de zonas rurales, etc.
5.1. Los objetivos de las políticas agrarias
La intervención pública en el sector primario persigue alguno (o todos) de los siguientes
objetivos (García Álvarez-Coque, J. M.ª, 2003, pág. 21):
-
Garantizar a los agricultores una renta y un nivel de vida «justos» y «comparables»
a los del resto de la población.
-
Estabilizar los ingresos de la comunidad agrícola.
-
Estabilizar los precios de los productos agrícolas.
-
Facilitar el ajuste de la agricultura ante presiones exógenas al sector.
-
Mantener comunidades rurales vigorosas.
-
Fomentar el desarrollo de las zonas rurales desfavorecidas.
-
Preservar y estimular las explotaciones familiares.
-
Conservar el medio ambiente, el paisaje y los valores culturales del espacio rural.
-
Garantizar suministros de alimentos sanos, de manera estable y suficiente.
-
Asegurar que los consumidores paguen precios «razonables».
-
Promover la eficiencia de la producción agraria y su competitividad, etc.
5.2. Los instrumentos de las políticas agrarias
Junto con los señalados anteriormente, algunos de los instrumentos de intervención
tradicionales de las políticas agrarias han sido los siguientes:
-
regulación de los mercados (cuotas o controles de la producción, etc.);
-
regulación de los precios agrarios (precios de intervención, precios de garantía por
unidades de producción,
etc.[]);
-
subvenciones a inputs (energía, abonos, insecticidas, compras de maquinarias, etc.);
-
establecimientos de preferencias nacionales o protección comercial frente al exterior
(elevados aranceles de importación, establecimiento de aranceles especiales, cuotas
de importación a toda la producción, por volumen, por temporada, etc.);
-
subsidios a las exportaciones;
-
compras de excedentes por agencias gubernamentales;
-
ayudas directas especiales (ayudas por kilo producido, subvenciones familiares directas
o indirectas) y
-
ayudas para la integración con otros sectores (agroindustria, turismo rural, etc.).
6. Ejemplos de políticas sectoriales: la política industrial
Las actividades industriales tienen por objeto la transformación de los recursos naturales,
a través de sucesivas fases, por medio de procedimientos físicos, químicos y humanos.
Se reducen, casi exclusivamente, a las manufacturas.
Se han realizado muchas clasificaciones de las actividades industriales a partir,
sobre todo, de la intensidad en el uso de determinados factores productivos. Así,
podemos tener actividades industriales que producen bienes intensivos en el trabajo,
en capital, recursos naturales e, incluso, en tecnologías.
Una clasificación de síntesis (que combina criterios de demanda y de oferta) es la
siguiente:
-
actividades de demanda avanzada y contenido tecnológico alto (maquinaria de oficina,
ordenadores, maquinaria electrónica, instrumentos de medición, aparatos de telecomunicaciones,
etc.);
-
actividades de demanda intermedia y contenido tecnológico medio (química, caucho y
plástico, maquinaria mecánica y material de transporte, etc.) y
-
actividades de demanda baja y contenido tecnológico bajo (productos metálicos, minerales
no metálicos, alimentos, papel y artes gráficas, textil y confección, madera y otras
manufacturas).
Desde hace décadas, en general, el peso de la industria en las economías desarrolladas
es decreciente (figura 8).
Figura 8.

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial
España, en comparación con los países pertenecientes a la Unión Europea (UE), tiene
un menor crecimiento de la productividad, un mayor peso de sectores tradicionales,
unos menores costes laborales unitarios, una menor calidad de los productos y la competitividad
está, a menudo, basada en la reducción de los precios relativos. En España, el crecimiento
de la productividad se produce en las fases de fuerte destrucción de empleo, mientras
que sería deseable un crecimiento de la productividad basado en una mayor capitalización,
una mayor y mejor cualificación de la mano de obra y cambios en la especialización
sectorial de la economía, tal y como sucede en otros países desarrollados europeos.
Las tasas de crecimiento del sector industrial tienen un pronunciado comportamiento
cíclico. En la figura 9 podemos comprobar las fluctuaciones cíclicas producidas por la crisis económica.
Figura 9.

Fuente: Ministerio de Industria, Energía y Comercio
Asimismo, se deriva de la figura 9 que la economía española evoluciona en paralelo a los ciclos que se producen en el
contexto europeo, debido a la fuerte dependencia comercial que tenemos del resto de
socios europeos.
La tabla 5 muestra que la economía española mantuvo el peso del sector industrial en la economía
de la zona euro. Incluso en término de cuota comercial, las exportaciones españolas
no perdieron peso en la economía mundial, a pesar de la pérdida de competitividad-precio
que sufrió la economía española durante el largo periodo de crecimiento económico
(1995-2008). Estos datos parecen indicar que las empresas exportadoras españolas aprovecharon
ventajas competitivas diferentes a los costes y a los precios durante todo ese periodo.
Tabla 5. Crecimiento comparado de las manufacturas españolas, 1995-2012
|
Indicadores
|
1995
|
2000
|
2007
|
2010
|
|
Valor añadido respecto UE-27 (% en términos reales)
|
6,2
|
6,7
|
6,4
|
6,3
|
|
Valor añadido respecto zona euro (% en términos reales)
|
8,0
|
8,8
|
8,4
|
8,4
|
|
Exportaciones respecto zona euro (% en dólares EE. UU. corrientes)
|
5,5
|
5,6
|
5,7
|
5,6
|
|
Exportaciones respecto total mundial (% en dólares EE. UU. corrientes)
|
2,0
|
1,9
|
2,0
|
1,8
|
|
Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat, National Accounts y WTO Statistic
Database
|
6.1. Enfoques generales de política industrial
Sintetizando mucho, podríamos distinguir dos enfoques teóricos de política industrial
(tabla 6):
1) la política industrial de mercado (liberal) y
2) la política industrial intervencionista.
Tabla 6. Tipos de políticas económicas: liberal e intervencionista
|
Tipos de políticas
|
Hipótesis
|
Formas de aplicación
|
Políticas
|
Problemas
|
|
Liberal
|
El mercado funciona bien
|
Actuación indirecta sobre la economía
|
Cambios en marcos legales
|
Desequilibrios sectoriales, territoriales y de empleo
|
|
Creación de condiciones para que funcione bien el mercado (la competencia)
|
Estimulación de competencia interna
|
Dificultades importantes para estimular sectores pioneros en primeras etapas de desarrollo
|
|
|
Apertura al exterior
|
Incapacidad de definir una industria de interés
|
|
|
Favorecer la cooperación entre empresas
|
Efectos diferentes de las medidas liberalizadoras en función del grado de monopolio
de las empresas
|
|
|
Creación de infraestructuras
|
|
|
|
Estímulos indirectos a las empresas (campañas de promoción de exportaciones, apoyos
a la innovación…)
|
|
|
Intervencionista
|
Graves problemas e insuficiencias en el mercado
|
Intervención directa sobre la economía
|
Creación de empresas estatales
|
Necesidad de realizar estudios previos
|
|
Participación del Estado/empresas estatales en empresas privadas
|
Complejidad en el establecimiento de prioridades de intervención
|
|
Movilizaciones de financiación:
|
Dificultades en la selección de sectores del futuro
|
|
– subvenciones
|
Problema de transformar la política industrial en una política de asistencia social
|
|
– créditos preferenciales
|
Presiones corporativistas y deficiencias en la gestión de empresas públicas
|
|
Control de precios
|
|
|
Medidas de protección frente al exterior
|
|
|
Fuente: A. García Reche y J. Such (2003, pág. 61)
|
6.1.1. La política industrial de mercado o liberal
Respecto al primer enfoque, la hipótesis de partida es que «el mercado funciona bien»
y que, en todo caso, las formas de intervención pública deben basarse en actuaciones
indirectas sobre la economía, creando las condiciones para que funcione bien (o mejor)
el mercado (por ejemplo, estimulando la competencia o creando un marco global para
generar las transformaciones industriales).
Las intervenciones indirectas de política industrial también pueden basarse en favorecer
la cooperación entre empresas, la creación de infraestructuras públicas y los estímulos
indirectos (a las importaciones, exportaciones, innovación, creación de empleo, etc.).
Estas intervenciones indirectas complementan el sistema de mercado libre y permiten
aumentar la competitividad de las empresas industriales. La política industrial de
la UE puede ser un buen ejemplo.
Las líneas generales de este tipo de política industrial liberal han ido dirigidas
a los siguientes objetivos:
-
desregulación (nuevas formas de regulación, cambios en los marcos legales, etc.);
-
aumento de la competencia interna;
-
-
-
Los instrumentos de intervención, como decimos, tienen un carácter, esencialmente,
indirecto:
-
defensa de la competencia;
-
políticas horizontales basadas en estímulos financieros y fiscales a la inversión,
innovación, exportaciones, etc.
-
estímulos a la cooperación entre empresas;
-
desarrollo de infraestructuras (redes de transportes y telecomunicaciones, oferta
de suelo industrial, etc.);
-
políticas de formación, etc.
Obviamente, este tipo de política industrial tiene unos claros límites y problemas.
Entre ellos:
-
puede provocar desequilibrios sectoriales y territoriales;
-
puede provocar la destrucción de industrias y un fuerte aumento del desempleo, poniendo
en peligro el umbral mínimo de autonomía industrial nacional;
-
pueden existir dificultades importantes para estimular los sectores pioneros en las
primeras etapas de desarrollo;
-
incapacidad manifiesta para definir una industria de interés nacional;
-
baja inversión en sectores industriales estratégicos con alto riesgo (por ejemplo,
industrias tecnológicas) generando retrasos históricos en la adopción de nuevas tecnologías;
-
se pueden producir efectos diferentes de las medidas liberalizadoras en función del
grado de monopolio de las empresas y
-
un posible impacto negativo de las grandes multinacionales sobre el tejido empresarial
nacional.
6.1.2. La política industrial intervencionista
Respecto al segundo tipo de política industrial, la hipótesis de partida es que existen
graves problemas e insuficiencias en el mercado y que ello requiere una intervención
directa sobre la economía.
El objetivo fundamental es desarrollar la base industrial de la economía (aumento
del tamaño de los sectores económicos clave), orientando los recursos disponibles
hacia los sectores considerados prioritarios por el sector público, y fomentar un
proceso de crecimiento económico. Ejemplos históricos de este tipo de política industrial
han sido países como Japón, Alemania, España y algunos países asiáticos emergentes.
Los instrumentos de intervención tienen un carácter directo como son:
-
la creación de empresas públicas o monopolios naturales públicos;
-
el aumento del gasto público;
-
el fomento de la proyección hacia el exterior de las empresas;
-
el apoyo y definición de los sectores estratégicos y de interés nacional prioritarios
(aviación, transporte, energía, defensa, telecomunicaciones, etc.);
-
las medidas proteccionistas frente a las importaciones y la competencia exterior;
-
la regulación especial de precios a determinados productos industriales;
-
el control de inversiones directas extranjeras;
-
las ayudas directas a la reestructuración, reindustrialización o reconversión
industrial[] en determinados sectores productivos (metalurgia, naval, químicas, etc.).
En las últimas décadas, este tipo de política industrial ha evolucionado. Si bien
antes prevalecía el objetivo de aumentar el tamaño del sector industrial, en la actualidad,
en las que podemos llamar políticas neoindustriales, prevalece una concepción basada
en el incremento de los factores intangibles en la producción (inputs de conocimiento, innovación, calidad, diseño, etc.).
Obviamente, también este tipo de política industrial intervencionista tiene problemas
y límites, entre ellos:
-
la necesidad de realizar estudios previos,
-
la dificultad de establecer previsiones sectoriales de evolución de la demanda internacional,
-
la complejidad en el establecimiento de las prioridades,
-
las dificultades en la selección de sectores de futuro,
-
el problema de transformar la política industrial en una política de asistencia social
para empresas en dificultades (adoptando estrategias puramente defensivas en épocas
de crisis estructurales que no faciliten ajustes más activos),
-
las presiones corporativistas,
-
las deficiencias en la gestión de empresas públicas (al no estar sometidas parcialmente
a la disciplina de la competencia y a la exigencia de rentabilidad económica), etc.
6.2. Los objetivos de la política industrial
Existen unos condicionantes estructurales para determinar el tipo de política industrial
antes de diseñar sus objetivos:
-
el grado de desarrollo del país,
-
la importancia del sector público,
-
la política respecto al exterior (proteccionismo o librecambio),
-
la definición de la estrategia de desarrollo (sustitución de importaciones o desarrollo
del sector exportador),
-
el grado de libertad de las inversiones extranjeras,
-
la definición de prioridades sectoriales,
-
el contexto de globalización y la apertura de la economía, etc.
En los últimos años se viene defendiendo un nuevo enfoque en relación con la política
industrial. Entre los elementos que componen esta nueva política industrial destacan
los siguientes (García Reche, A.; Mas, F., 2016, págs. 15-16):
-
la cuestión central ya no es la discusión sobre la necesidad o no de la política industrial,
sino más bien cómo esta se pone en práctica (son muy relevantes las instituciones
públicas de alta calidad y una buena gobernanza del sector público);
-
se propone la búsqueda de colaboración público-privada;
-
es necesario diseñar acciones a largo plazo (objetivos amplios que implican al conjunto
de la estructura económica, más allá del sector manufacturero);
-
ha de concebirse y gestionarse de forma sistémica y
-
hay que tomar en consideración los vínculos existentes entre la política industrial
y la creación de empleo.
Dicho esto, García Reche y Mas (2016, págs. 25-27) agrupan los objetivos de las políticas
industriales en dos grandes grupos:
1) Modernización: mejora competitiva de las empresas y sectores presentes en el territorio,
sean estos tradicionales o avanzados y
2) Diversificación: la extensión del entramado productivo hacia nuevas actividades o
el desarrollo de actividades emergentes ligadas a las ya existentes.
Los mismos autores subdividen el objetivo de la diversificación industrial en tres
objetivos más específicos:
a) el estímulo al surgimiento de nuevas actividades o sectores (prioritariamente de
alto contenido tecnológico), inexistentes previamente en el territorio de referencia;
b) la expansión y consolidación de aquellas actividades emergentes, con gran potencial
de mercado, pero que se realizan ahora de manera incipiente y dispersa a lo largo
del territorio y
c) la diversificación por extensión del cluster: desarrollo de actividades conexas ligadas a un cluster previamente existente, generado en torno a un producto principal.
6.3. Instrumentos de política industrial
Siguiendo, nuevamente, a García Reche y Mas (2016, pág. 28), los instrumentos utilizados
en la política industrial se han clasificado según los siguientes criterios:
1) Horizontales y sectoriales: según se pretenda estimular la incorporación de determinados
inputs a todas las empresas o exclusivamente a las empresas pertenecientes a un sector determinado.
2) Individuales y colectivos: si van dirigidos a una empresa determinada o a un conjunto
de empresas.
3) Directos e indirectos: según se instrumente a través de una subvención directa o
asistencia técnica o bien se ejecute a través de instituciones intermedias.
4) Financieros y no financieros: según si el apoyo se realiza a través de subvenciones
a la incorporación de inputs intangibles, la formación o la asistencia técnica, o bien a través de créditos reembolsables
por parte de la institución.
7. Ejemplos de políticas sectoriales: política de servicios
Los servicios son, en realidad, actividades muy heterogéneas (transportes, telecomunicaciones,
comercio, hostelería, sanidad, educación, servicios financieros y de crédito, asistencia
a empresas, servicios domésticos, servicios públicos, etc.) (tabla 7).
Existen diferentes criterios de clasificación del sector servicios:
1) servicios de mercado o comercializables (destinados a la venta y valorados a través
de los precios del mercado) y servicios no destinados a la venta o no comercializables
(servicios de las administraciones públicas);
2) servicios intermedios (en procesos productivos de otras actividades económicas) y
servicios destinados al consumo final (dirigidos a la satisfacción directa de los
consumidores);
3) servicios estancados y servicios progresivos (según el ritmo de avance de la productividad)
y
4) Servicios distributivos, servicios al productor, servicios sociales y servicios personales.
Tabla 7. Clasificación de las actividades de servicios
|
Tipo de mercado
|
Tipo de producción
|
|
Servicios físicos
|
Centrados en las personas
|
Servicios de información
|
|
Estado
|
|
Bienestar
Sanitarios
Educativos
|
Gobierno general
Radiotelevisión pública
|
|
Consumidores
|
Servicios domésticos
Cáterin
Comercio al por menor
Correos
|
Peluquerías, etc.
|
Comercialización
Radiotelevisión
Entretenimiento
|
|
Mixto
|
Lavanderías
Hoteles
Reparaciones
|
|
Inmobiliarias
Telecomunicaciones
Banca
Segura
Servicios legales
|
|
Productores
|
Comercio al por mayor
Almacenamiento y distribución
|
|
Ingeniería y arquitectura
Contabilidad
Otros servicios profesionales
|
|
Fuente: Miles (1987). Citado en J. A. Camacho y M. Rodríguez (2016, pág. 34)
|
La característica esencial, como decimos, de los servicios es que se trata de actividades
altamente heterogéneas entre sí. En realidad, son productos no comercializables en
el exterior, que satisfacen necesidades de los consumidores conforme se producen.
Muchas veces ello significa que los consumidores y productores deben tener la misma
localización física.
En casi todas las economías el sector servicios o terciario ha tenido una expansión
importante en términos de participación en la producción nacional valorada a precios
corrientes; representa, en muchos países, entre el 60 y el 80 % del
PIB[] (figura 10).
Figura 10.

Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial
En España, los servicios no destinados a la venta sí que han aumentado considerablemente
su participación en el valor de la producción nacional debido, en parte, al aumento
de los precios y a la expansión de los servicios públicos que caracterizan al Estado
de
bienestar[]. El empleo en este sector también ha crecido de manera sostenida en todos estos años.
Este aumento continuo del sector servicios tiene diferentes causas:
-
el incremento de los servicios vinculados al Estado del bienestar,
-
los avances tecnológicos que han propiciado la prestación de algunos servicios totalmente
nuevos,
-
la externalización de actividades productivas de las empresas industriales,
-
el creciente papel que los servicios intermedios juegan en la producción de bienes,
-
la demanda de ciertos servicios finales por parte de los consumidores crece más que
proporcionalmente conforme mejora el nivel de renta,
-
el fenómeno de la concentración urbana,
-
los cambios en los hábitos de consumo relacionados con el ocio,
-
la incorporación de la mujer (o de ambos cónyuges) al mercado de trabajo,
-
la externalización de actividades de la vida cotidiana, etc.
¿Cuáles son las características esenciales de los servicios en comparación con otras
actividades económicas? Las características específicas del sector servicios las podemos
resumir del siguiente modo:
-
mayor crecimiento del empleo, explicado, en parte, por un menor crecimiento de la
productividad y porque se trata de actividades económicas intensivas en mano de obra;
-
-
menor crecimiento de la productividad, como consecuencia, en general, de una menor
incorporación de progreso técnico;
-
-
menor cualificación de trabajadores en relación con la industria;
-
mayor proximidad al usuario;
-
-
reducida importancia de las transacciones exteriores;
-
importante peso del sector público;
-
mayor crecimiento de los precios («efecto inflacionista») como consecuencia de ausencia
de competencia, desfases tecnológicos, mayores costes y mayores márgenes de beneficio.
En la tabla 8 se caracterizan tres subsectores importantes del sector servicios (turismo, telecomunicaciones
y comercio interior).
Tabla 8. Características particulares de los servicios
|
|
Turismo
|
Telecomunicaciones
|
Comercio
|
|
1) intensivos en mano de obra
|
Sí
|
No
|
Sí
|
|
2) valor añadido elevado
|
No
|
Sí
|
No
|
|
3) reducido crecimiento de la productividad
|
Sí
|
No
|
Sí
|
|
4) dominio de pymes
|
Sí
|
?
|
?
|
|
5) menor cualificación de trabajadores en relación con la industria
|
Sí
|
No
|
Sí
|
|
6) mayor proximidad al usuario
|
Sí
|
No
|
Sí
|
|
7) elevada elasticidad-renta
|
Sí
|
Sí
|
No
|
|
8) reducida importancia de las transacciones exteriores
|
Sí
|
No
|
Sí
|
|
9) importante peso del sector público
|
No
|
No
|
No
|
Una de las características estructurales del sector servicios es su bajo crecimiento
de la productividad (figura 11). ¿Por qué crece muy poco la productividad en el sector servicios? Algunas de las
causas son:
-
la especialización sectorial en actividades caracterizadas por una baja intensidad
en capital físico y humano y una elevada intensidad en mano de obra no cualificada;
-
la escasa o nula competencia (en ocasiones, debido a un exceso de regulación pública)
y
-
el reducido tamaño de las empresas.
No obstante, actualmente, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)
y los avances técnicos y organizativos suponen una oportunidad para incrementar la
productividad y la calidad en una gran mayoría de servicios (incluso de los llamados
«tradicionales»). Las nuevas tecnologías brindan la posibilidad de nuevas estrategias
de competitividad en el sector servicios parecidas a las del sector industrial, lo
cual amplía sustancialmente el margen de maniobra de la política económica. En la
actualidad, la mejora de la productividad en el sector servicios puede resultar muy
relevante para el crecimiento del nivel y la calidad de vida de una gran parte de
la población, debido al importante tamaño que ha adquirido el sector servicios en
la economía.
Figura 11.

Fuente: Barceló y asociados sobre la base de del Instituto Nacional de Estadística
(INE)
7.1. El sector servicios y los objetivos de la política económica
La importancia del sector servicios y su elevada interdependencia con otros sectores
económicos lo hacen merecedor de una atención especial por parte de la política económica.
El sector servicios no solo es fundamental por su impacto sobre el crecimiento económico,
sino por sus potenciales efectos sobre el ciclo económico.
A corto plazo, los servicios tienen una influencia fundamental sobre la estabilidad
coyuntural de la economía, en términos de equilibrio interno (empleo e inflación)
y del equilibrio externo (sector exterior). A largo plazo, y desde una perspectiva
más estructural, el sector servicios puede contribuir a la reindustrialización de
la economía; aumenta de esta forma la competitividad estructural y el crecimiento
y/o desarrollo económico.
Analicemos, brevemente, los efectos sobre los objetivos a corto plazo o de naturaleza
coyuntural. En primer lugar, la importancia del sector servicios sobre el objetivo
del empleo es más que evidente. La elevada dinámica productiva genera importantes
expectativas de creación de empleo, convirtiendo al sector terciario en un sector
clave para asegurar el crecimiento sostenido del empleo, reducir la tasa de desempleo
y garantizar el aumento de la renta per cápita.
Por contra, el sector servicios se suele comportar como un sector inflacionista. Es
decir, suele tener precios relativos más altos que otros sectores económicos, como
el industrial. Este comportamiento puede tener un efecto negativo sobre la competitividad
del propio sector y, también, sobre la competitividad-precio del conjunto de la economía.
¿Y por qué tiene un comportamiento relativamente inflacionista? Algunas de las explicaciones
que se suelen dar son las siguientes:
-
se trata de actividades trabajo-intensivas;
-
existe un elevado grado de control sobre el mercado (escasa competencia);
-
son actividades poco comercializables en mercados exteriores y
-
existe un reducido crecimiento de la productividad por la dificultad de incorporar
progreso técnico.
Este mayor aumento de los costes y menor crecimiento de la productividad explica,
en parte, la importancia creciente de los servicios en la producción nacional valorada
a precios corrientes.
Por otro lado, el sector servicios tiene un impacto evidente sobre el sector exterior
y la balanza de pagos. Transformaciones estructurales acaecidas en las economías (como
la creciente especialización, la reducción en los precios del transporte, la disminución
en los precios de la información, etc.) conceden un mayor protagonismo al sector servicios
a la hora de explicar posibles desestabilizaciones en la balanza de pagos (sub-balanza
de bienes y servicios, pero también de capitales).
Finalmente, el sector servicios influye sobre el objetivo de redistribución de la
renta a través de los servicios públicos que caracterizan al Estado del bienestar
(educación, sanidad, servicios sociales, etc.).
A largo plazo, y desde una perspectiva más estructural, el sector servicios puede
contribuir, decisivamente, al aumento de la competitividad de las empresas industriales
y a la reestructuración y reactivación del tejido industrial. Esta reindustrialización
vía servicios pasa por el estímulo de nuevas actividades productivas que den apoyo
al tejido industrial, la creación de nuevos servicios, la descentralización de actividades,
el aumento de la especialización de las empresas, el estímulo de actividades económicas
orientadas a satisfacer las necesidades de consumidores directos, etc.
En la tabla 9 se recoge una tipología de servicios de apoyo a la competitividad de las empresas
industriales. Se estructuran las políticas públicas que pueden apoyar este tipo de
servicios en tres tipos: regulatorias, financieras y funcionales.
Tabla 9. Políticas de promoción empresarial: tipología de servicios de apoyo a la competitividad
|
Políticas
|
Características
|
Ejemplos
|
|
Regulatorias
|
Las acciones regulatorias marcan las «reglas del juego» en el que se desenvuelven
las empresas. Su objetivo es el de defender valores y/o intereses colectivos
|
– Normas técnicas de seguridad
– Política de competencia
– Propiedad industrial
|
|
Financieras
|
Las políticas de financiación pueden adoptar la forma de subvenciones, desgravaciones
fiscales, ayudas retornables, etc.
|
– Apoyo financiero a la inversión
– Subvenciones a la introducción de nuevas tecnologías
|
|
Funcionales
|
Se trata de actuaciones que producen «efectos externos» positivos en el entorno empresarial
|
– Investigación aplicada
– Asesoramiento técnico
– Centros tecnológicos
|
|
Fuente: A. García Reche y F. Mas (2003, pág. 105)
|
7.2. Instrumentos públicos de intervención en el sector servicios
El abanico de intervenciones en el sector servicios es muy amplio. Podemos agrupar
el tipo de intervenciones en tres bloques:
1) sobre los factores productivos;
2) sobre la regulación de la competencia y
3) otro tipo de intervenciones públicas.
Las políticas sobre factores productivos pueden ir dirigidas:
-
al factor capital (incentivos fiscales, cambios en amortizaciones, etc.),
-
al factor trabajo (políticas educativas, cambios en programas de estudios, cursos
complementarios, dotación de infraestructuras, políticas de reciclaje, flexibilizaciones
salariales, política de inmigración, etc.) y
-
sobre la tecnología (I+D+i).
Las políticas de regulación de la competencia pueden ir dirigidas:
-
a la extensión de la competencia (privatizaciones, liberalización, desregulaciones
de mercados, etc.),
-
a la defensa de la competencia (nuevas regulaciones),
-
a la creación de nuevas dimensiones de la competencia, como por ejemplo, el fomento
de la aparición de vías alternativas para facilitar un mismo servicio (bandas amplias,
digital, radio, TV, etc.).
-
También, las regulaciones pueden ir dirigidas a nuevos aspectos como la definición
legal del comercio electrónico, la seguridad en el uso de internet, etc.
Hay que tener en cuenta que algunas de las regulaciones del sector responden más a
intereses corporativos que al interés general. Por tanto, se impone una nueva forma
de regulación del sector (re-regulación) que, si bien no imponga una completa liberalización, sí que garantice una mayor
competencia entre las empresas de servicios.
Finalmente, las intervenciones públicas pueden ir dirigidas:
-
a la provisión de bienes públicos,
-
servicios públicos a través de internet,
-
información pública, etc.
7.3. Un ejemplo de política de servicios: la política turística
El sector turístico tiene unas características generales que condicionan su dinámica.
A continuación resumimos algunas de ellas:
-
anclaje al territorio y al espacio (aprovechamiento del espacio natural y de las áreas
urbanas, turismo rural, accesibilidad, seguridad, etc.);
-
ha tenido una dinámica moderada en los últimos años (con elevadas expectativas según
las zonas geográficas);
-
alta heterogeneidad interna (adaptación diversa a la demanda, estructuras empresariales,
etc.);
-
competencia (ofertantes de espacios, mayoristas, minoristas, etc.);
-
baja intensidad de capital;
-
-
poca cualificación de los trabajadores;
-
reducido valor añadido, etc.
7.3.1. Los objetivos de la política turística
Los objetivos de la política turística son parecidos a los de otras políticas sectoriales:
-
crecimiento (en actividad y ocupación);
-
generación de rentas de los agentes (obtención de una rentabilidad adecuada);
-
sostenibilidad (desarrollo equilibrado, medioambiental, política sociocultural) y
-
competitividad (nuevas tecnologías, diversificación sectorial).
García Reche y Rovira (2016, págs. 55-56) han agrupado todos ellos en tres grandes
objetivos:
1) Modernización: mejora de la calidad del producto turístico principal y de la competitividad
de las diversas actividades (privadas y públicas) directa o indirectamente relacionadas
con él: calidad (infraestructuras, alojamiento), imagen de marca, servicio al cliente,
extensión y carácter de la oferta complementaria, grado de organización y control
de los canales de comercialización, actitud y comportamiento de la población local,
etc.
2) Diversificación: creación de argumentos y productos nuevos que diversifiquen la oferta
turística en determinado territorio, con lo que se contribuye a neutralizar los riesgos
de una «excesiva» especialización.
3) Atención al destino: mejora de las condiciones de habitabilidad del territorio implicado
en el fenómeno turístico.
Al final, y como señalan los propios autores, «el objetivo final de la política turística
debiera definirse más bien como la consecución de crecientes niveles de ingreso y
empleo, a través de la mejora continuada del gasto medio diario de los visitantes
y de un aumento en el número de estos compatible con la calidad del producto y la
sostenibilidad del destino». García Reche, A.; Rovira, A. (2016, pág. 57)
Recientemente, ha adquirido una importancia fundamental el objetivo de competitividad
en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas turísticas (figura 12 y tabla 10).
Tabla 10. Diez principales economías competitivas en el sector turístico
|
Rank
|
Country/Economy
|
Value
|
|
1
|
Spain
|
5.31
|
|
2
|
France
|
5.24
|
|
3
|
Germany
|
5.22
|
|
4
|
United States
|
5.12
|
|
5
|
United Kingdom
|
5.12
|
|
6
|
Switzerland
|
4.99
|
|
7
|
Australia
|
4.98
|
|
8
|
Italy
|
4.98
|
|
9
|
Japan
|
4.94
|
|
10
|
Canada
|
4.92
|
|
Fuente: Travel and Tourism Competitiveness Report 2015
|
Figura 12.

Fuente: Travel and Tourism Competitiveness Report 2015
7.3.2. Los instrumentos de la política turística
En cuanto a los instrumentos de intervención pública, destacamos:
-
políticas sobre actividades turísticas directas (subvenciones, cambios en impuestos)
e indirectas (infraestructuras, planes de ordenación territorial, etc.);
-
políticas de capital humano (formación de empresarios, formación y recualificación
de trabajadores);
-
políticas tecnológicas (medidas de renovación del aparato productivo, asistencia técnica,
medidas de estímulo a nuevas actividades con mayor valor añadido, subvenciones directas
a la incorporación de inputs intangibles, etc.);
-
políticas de entorno (medidas medioambientales, defensa y promoción artístico-cultural,
etc.);
-
políticas de promoción (publicidad, relaciones públicas, oficinas turísticas, ferias,
estudios del sector, etc.);
-
políticas de apoyo financiero (créditos «blandos» al sector, financiación de inversiones)
y
-
cambios institucionales y de regulación (descentralización en la toma de decisiones,
etc.).
En la tabla 11 se resumen los principales objetivos e instrumentos de la política turística.
Tabla 11. Principales objetivos e instrumentos de la política turística
|
Objetivos
|
Instrumentos
|
|
Modernización
|
– Regulación (normas de calidad en alojamientos hoteleros y extrahoteleros, defensa
del consumidor, etc.)
– Apoyo financiero y no financiero a las empresas turísticas para la mejora de su
competitividad y la elevación de sus estándares de calidad
– Formación del capital humano
– Mejora de la planta hotelera
– Mejora de la gestión de establecimientos turísticos
– Uso de TIC
– Estrategias competitivas de diferenciación
|
|
Diversificación
|
– Incentivos a la creación de nuevos argumentos y productos turísticos principales,
de productos secundarios y de oferta complementaria
– Apoyo a nuevos emprendedores en actividades de alto valor añadido
|
|
Atención al destino
|
– Planes directores de recursos turísticos
– Equipamientos y servicios en las playas y en los lugares públicos de ocio
– Puntos de información
– Planes urbanísticos adaptados al producto que se desea comercializar
– Otras políticas territoriales dirigidas al confort del turista en el destino
|
|
Fuente: A. García Reche y A. Rovira (2016, pág. 60)
|
7.4. Otro ejemplo de política de servicios: la política de comercio interior
El sector del comercio interior ha mostrado un gran dinamismo en España antes y después
de la crisis económica del año 2008.
Figura 13.

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad (Informe de Comercio Interior, junio
de 2016)
Diferentes indicadores muestran ese dinamismo; por ejemplo, el crecimiento de las
tasas de variación del consumo final de los hogares (figura 13), la creación de empleo (tabla 12) o el índice de confianza del comercio minorista (figura 14).
Tabla 12. Ocupados por comunidades autónomas (CC. AA.)
|
Comunidad autónoma
|
Número
|
Variación trimestral
|
Variación anual
|
|
En número
|
En %
|
En número
|
En %
|
|
Total Nacional
|
1.874.900
|
20.300
|
1,1
|
−23.500
|
−1,2
|
|
Andalucía
|
299.100
|
−15.700
|
5,0
|
−48.300
|
−13,9
|
|
Aragón
|
48.200
|
4.000
|
9,0
|
1.700
|
3,7
|
|
Asturias, Principado de
|
46.900
|
−400
|
−0,8
|
4.600
|
10,9
|
|
Baleares
|
64.900
|
12.700
|
24,3
|
8.500
|
15,1
|
|
Canarias
|
111.400
|
3.300
|
3,1
|
7.800
|
7,5
|
|
Castilla-La Mancha
|
69.300
|
100
|
0,1
|
6.100
|
9,7
|
|
Castilla y León
|
98.200
|
4.200
|
4,5
|
−700
|
−0,7
|
|
Cataluña
|
319.800
|
7.800
|
2,5
|
1.400
|
0,4
|
|
Comunidad Valenciana 2,4
|
203.000
|
5.600
|
2,8
|
1.900
|
0,9
|
|
Extremadura
|
35.500
|
1.300
|
3,8
|
100
|
−0,3
|
|
Galicia
|
102.600
|
−2.500
|
−2,4
|
−1.800
|
−1,7
|
|
Madrid
|
264.700
|
−1.800
|
−0,7
|
−13.000
|
−4,7
|
|
Murcia
|
53.600
|
1.200
|
2,3
|
200
|
0,4
|
|
País Vasco
|
87.900
|
4.000
|
4,8
|
5.900
|
7,2
|
|
Resto CC. AA.
|
69.700
|
−3.600
|
−4,9
|
−2.100
|
3,1
|
|
Fuente: Encuesta de Población Activa (EPA). INE
|
La función del comercio interior es ajustar de manera efectiva la oferta y la demanda.
Sin embargo, son varios los problemas existentes en el comercio interior que requieren
de algún tipo de intervención pública. Por ejemplo, la reducida competencia, los límites
a la renovación e incorporación tecnológica, la desarticulación interna y, en ocasiones,
la ausencia de un verdadero espíritu empresarial.
Figura 14.

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad (Informe de Comercio Interior, junio
de 2016)
Existen diferentes modelos de comercio interior con unas características estructurales
que condicionan el diseño de las medidas de política económica (tabla 13).
Tabla 13. Modelos de comercio interior
|
Características
|
Mediterráneo
|
Continental
|
Norteamericano
|
|
Tamaño operadores
|
Pequeños
|
Medio grandes
|
Medio grandes
|
|
Tipos de red
|
Densa
|
Poco densa y sucursalidad
|
Poco densa y sucursalidad
|
|
Tecnología y organización
|
Tradicional
|
Media
|
Media
|
|
Grado de regulación estatal
|
Grande
|
Grande
|
Baja
|
¿Qué objetivos se plantea la política de comercio interior? Obviamente, la política
de comercio interior persigue los objetivos más generales de:
-
-
estabilidad económica (precios);
-
garantizar la libre elección y protección del consumidor;
-
la transparencia en los mercados;
-
la ordenación del sector;
-
el aumento de la competitividad;
-
favorecer el cambio tecnológico y
-
la defensa de la competencia.
No obstante, podemos señalar algunos objetivos más concretos como los que especificamos
a continuación (García Reche, A.; Rovira, A., 2016, págs. 68-69):
-
Disponer de un sistema de distribución comercial al servicio de los consumidores,
eficiente, eficaz y competitivo.
-
Proteger a los consumidores y garantizar la libre elección, garantizando la diversidad
y competencia entre formatos comerciales, tamaños y localizaciones de puntos de venta.
-
Aumentar la transparencia de los mercados y de los flujos de información entre la
producción, los intermediarios/distribuidores y los consumidores.
-
Defender la libre competencia y evitar o perseguir conductas desleales.
-
Promover un desarrollo comercial vertebrado y equilibrado en el territorio.
-
Minimizar y compensar los costes sociales (empleo, tejido empresarial y entorno urbano)
producidos por la introducción de nuevas formas comerciales mediante el apoyo a las
pymes del comercio interior para incrementar su competitividad y su adaptación a un
entorno más globalizado.
-
Promover la innovación y los nuevos formatos comerciales, así como la formación de
los recursos humanos, especialmente, en la calidad del servicio y las nuevas tecnologías.
¿De qué tipo de instrumentos disponen los poderes públicos para intervenir en el sector?
Podemos agrupar los instrumentos de intervención en tres bloques:
1) políticas institucionales;
2) políticas de regulación del sector;
3) políticas de aumento de la competitividad y cambio tecnológico.
Las políticas institucionales basan su actuación en la creación de organismos (Instituto
Nacional de Consumo; Agencia de Seguridad Alimentaria, etc.) o en la creación de infraestructuras
comerciales (planificación urbana global, planificación de nuevas zonas comerciales,
mercados mayoristas con participación del Estado, promoción de zonas de actividad
logística, renovaciones comerciales como lonjas, servicios de mercado de barrio, almacenes,
etc.).
Las políticas de regulación del sector pueden ir dirigidas a:
-
regulaciones legales genéricas (requisitos, restricciones y límites para el desarrollo
de actividades comerciales, restricciones administrativas para ciertas actividades
comerciales, límites de entrada al sector, legislación de defensa del consumidor,
legislación para defensa de competencia, legislación sanitaria, etc.);
-
regulaciones legales particulares (información sobre precios, horarios comerciales,
regulaciones de promociones) y
-
regulaciones específicas de actividades (ferias, comercio electrónico, centros comerciales,
etc.).
Concretamente, las principales materias reguladas en el comercio interior se refieren
a las siguientes cuestiones:
-
la apertura de grandes superficies y centros comerciales,
-
la autorización administrativa de determinadas formas de venta especiales (a distancia,
ambulante, automática, en pública subasta, franquicia, etc.),
-
la regulación de horarios comerciales (de apertura, cierre y apertura en domingos
y festivos),
-
las limitaciones y regulaciones de promociones de venta o ventas especiales,
-
la regulación de los pagos de los distribuidores a los proveedores o de los consumidores
en sus compras con tarjeta,
-
las relaciones verticales dentro del canal de distribución.
Finalmente, las políticas de aumento de la competitividad y renovación y cambio tecnológico
pueden apoyarse en un amplio abanico de instrumentos como son:
-
las subvenciones para actividades de I+D+i;
-
las desgravaciones fiscales para I+D+i;
-
el fomento de centros de innovación y transferencia de tecnología;
-
la difusión informativa (jornadas, publicaciones...);
-
el fomento de la cooperación interna en el sector, etc.
Bibliografía
Bibliografía básica
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